massobreloslunes: Escribiendo sobre otros: guía para principiantes

domingo, 22 de enero de 2012

Escribiendo sobre otros: guía para principiantes

Yo escribo sobre gente. Uh-uh, novedades importantes en éste mi post número 892. Además, escribo sobre gente a la que conozco y a veces, muchas veces, sobre gente a la que conozco y me lee. Éste es un tema no exento de riesgos.

Mi propia intimidad me la trae un poco floja. Me compensa contar las cosas, aunque supone que la gran mayoría de gente con la que me relaciono tiene mucha más información sobre mí que yo de ellos. Cuando tus amigos te dicen "sí, ya lo sé, lo he leído en tu blog" tres veces seguidas empiezas a pensar que eres una persona un poco rara. Pero para mí el blog y mi intimidad son como la anécdota del niño que intentaba vaciar el mar con una concha. En mi coco y en mi corazón hay muchas más cosas y no me da miedo quedarme sin nada.

Con los demás hay que tener más cuidado. La primera regla para un bloguero es la siguiente: si no quieres que alguien lea algo nunca jamás y bajo ningún concepto, no lo escribas. La blogosfera es pequeña y la posibilidad de que te encuentren siempre existirá. Ése es el primer filtro por el que pasa todo lo que escribo. Esto quiere decir que si, un poner, DDM llega aquí y lee que mirarle me produce dolor o que pienso que últimamente se ha portado como un gilipollas, podría vivir con ello.

A partir de ese primer filtro funciono de forma simple: yo escribo, procurando ser respetuosa y no contar tus intimidades de forma gratuita, y si te molesta me lo dices y yo ya veré lo que hago. Que ya somos todos mayorcitos. Hay un subgrupo de gente que me preocupa, a saber: gente que lee mi blog pero que ha decidido no hablarme en la vida real. Es un subgrupo raro al que no termino de entender, pero lo asumo pensando que yo soy una cosa y lo que escribo es otra. Igual que no todo el mundo puede tener interés por tomarse un café con Paul Auster aunque compre su último libro. El problema es que nunca sabré si lo que escribo les molesta. Pero como no soy yo quien les ha prohibido hablarme, su derecho a protestar sigue intacto.

(Esto no es una indirecta, por cierto. Es una directa directísima)

Después están los relatos. La mayoría de las veces surgen de escenas, sentimientos y personas de la vida real. Estoy segura de que esas personas se pueden reconocer con facilidad, entre otras cosas porque a la gente le encanta buscarse en los textos de escritores a los que conocen. Entonces los mensajes pueden confundirse.

Cuando yo escribo un relato, o una escena en modo relato, normalmente exagero y distorsiono cosas. Es como explorar las posibilidades de un sentimiento o de una escena: no dejan de ser metáforas. Cuando tenía diecisiete años escribí un cuento inspirado en mi familia, en el que los protagonistas eran bastante más desagradables que en el mundo real. Pero era una gran metáfora, como los delirios: son historias exageradas que expresan un sentimiento demasiado doloroso para ponerlo en palabras.

Lo que más me preocupa son los puntos medios, las áreas grises. Los mensajes que puedan llegar torcidos en medio de toda esta comunicación unidireccional. Me preocupa que a los que me rodean les inquiete esta manía mía de mirar todo el rato. Entiendo que el problema fundamental del escritor, a saber, por qué la gente funciona de la forma en que lo hace, se la traiga un poco al fresco. Entiendo que las personas normales no se pasen la vida abriéndose en canal frente a una pantalla de ordenador.

Hay una escritora americana, Geneen Roth, que escribe sobre trastornos alimentarios con un enfoque psicoespiritual curioso. Relata con mucha crudeza las experiencias de maltrato de su infancia. En uno de sus libros cuenta cómo el nuevo marido de su madre intenta convencerle para que no publique cierta información. Le dice que su madre ha cambiado, que ahora es otra persona, que no se merece eso. Geneen se encoge de hombros: voy a publicarlo porque es mi verdad, se lo debo a mis lectores. Entiendo que te haga daño y lo siento, pero no puedo hacer otra cosa. Y es curioso. La lealtad a tu verdad y a un público indefinido y lejano es un sentimiento mucho más poderoso de lo que puede imaginarse. Te hace tirar por tierra las censuras y el pudor. Te das cuenta de que, por alguna razón que no alcanzas a entender, parte de tu misión en la tierra es contar las cosas tal y como tú las ves, alzar la voz y decir lo que estás sintiendo y viviendo. Y no es que hagas el mundo mucho mejor con eso, la verdad. No estás salvando bosques, ni evitando guerras, ni apadrinando niños. Pero sabes que de alguna forma es tu deber. Que no estás aquí para mantener en pie los castillos en el aire de los demás. Su creencia de que son buenas personas y lo hicieron lo mejor posible, de que ellos en realidad no querían hacerte daño. A veces tu necesidad de levantarte y gritar: ME HAS HECHO DAÑO es tan grande que no puedes ocultarla, y la cuentas en un blog igual que lo contarías en un best seller si tuvieras la oportunidad de escribirlo.

Como dice Natalie Goldberg en uno de sus libros, a mi yo escritor todo lo demás le importa un carajo. "El resto de mi persona se queda descalza, sin casa, hambrienta". Es importante que tu vida te sustente desde detrás, que tus relaciones con las personas a las que quieres sean lo bastante sólidas. Incluso una relación rota puede ser una relación sólida, en el sentido de que ahora, por ejemplo, tengo tan claro lo que siento hacia mi amigo A., el que no me habla, que tendría que denunciarme por difamación para obligarme a quitar los post sobre él.

Así son las cosas para mí, más o menos. Escribir puede ser muy sanador, pero para sanar de verdad hace falta coraje. No escribo sobre algunas personas porque no haya conseguido superar ciertas cosas. Escribo precisamente porque las estoy superando. Las integro, las metabolizo y cada nuevo post, cada relato, casa frase que se me cuela en una reflexión que no tiene nada que ver, suponen un nuevo cabo que ato en la historia. Y eso para mí es muy bueno.

Y ahora así, releyendo la entrada, pienso que mi padre nunca me comentó el relato, aunque venía incluido en una selección de cuentos míos que le pasé. Que, en general, la gente que tendría más motivos para protestar no dice absolutamente nada. Que J. no lee mi blog, porque decidió hace ya tiempo que no le compensaba. Muchas veces crees que estás siendo valiente e incisiva y el otro no acusa el recibo. Quizá cierra los ojos, o pasa a otra cosa, o esconde debajo de la cama la imagen que has intentado devolverle. Pero ése, amigos míos, para bien o para mal, ya no es mi problema.

6 comentarios:

  1. Siempre me sorprende que escribas todos los días.
    Sé que es un comentario decepcionante, no soy muy bueno quizá por la falta de práctica, ya tengo bastante con intentar ser ingenioso en el mío. Pero tengo una curiosidad sobre esa intimidad que tu alma de escritora deja en la morgue a la vista de todos ¿por qué te dejo de hablar exactamente tu amigo A?
    También acepto enlace directo al post...xD
    Buenos días -cuando leas esto claro-

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  2. Bueno yo creo que eres muy valiente por hacer lo que haces y más de una vez he pensado si ser tan clara te había causado algún que otro problema; a mi, alguno que otro. Y es curioso, porque han sido precisamente en dos post que no iba dirigido a nadie en concreto y la peña se ha dado por aludida,en fin...supongo que es inevitable.
    Un besillo

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  3. Es genial leerte y ver total normalidad en cosas que hubiera pensado que eran comeduras de tarro. El segundo párrafo y el penúltimo, grandes, de verdad que es un gustazo. Fátima.

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  4. Lo único que puedo decir es que si yo tuviese un blog... haría lo mismo ;)

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  5. M.: Espero que te sorprenda agradablemente. Y más que escribiría si no tuviera esta maldita manía de dormir.
    Lo de A. viene mejor explicado aquí http://massobreloslunes.blogspot.com/2011/12/el-olvido-esa-cosa-con-plumas.html, aunque el motivo me lo sigo guardando. Contarlo es demasiado incluso para ti.
    Me ha gustado la imagen de la morgue. Porque me gusta la palabra morgue. Pero espero que mis sentimientos sigan vivos cuando se leen.
    Dos besos. Bueno, tres, que si no caemos en el "uno por mejilla" que es así como frío.

    Tiklia: me da bastantes menos problemas de los que podría pensarse. No sé si es porque la gente está acostumbrada o porque lo manejo mejor de lo que puede hacer pensar mi exhibicionismo.

    Fátima: muchas gracias. Al final muchas veces la comedura de tarro la pones tú más que el otro.

    Marta: me alegro de que pienses así.

    Muchos besitos.

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  6. Rorschach: quería decir "contarlo es demasiado incluso para mí". Aunque como lapsus es interesante :D

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