Como me sobra tiempo (!) y quiero ser una mujer del renacimiento (!!) me he apuntado a dos talleres: uno de dibujo y otro de escritura. Ayer fui al de dibujo. Tendríais que verme, temblando como un escolar el primer día de clase. No me importa escribir y leer lo que escribo en un taller, porque sé que, más o menos, me defiendo… pero dibujando, qué queréis que os diga: la última vez que lo hice fue allá por los dorados valles de la ESO y, desde entonces, apenas he vuelto a coger un lápiz. Así que ayer llegué al taller toda nerviosa, con mi carpeta tamaño A3 recién comprada y mi lápiz 2B, imaginando dantescas escenas donde toda la clase se reía de mí por no saber guiñar el ojo y medir con el lápiz.
Saqué varias conclusiones. Primera, dibujar es divertido. Relajante. Se trata únicamente de reproducir, de observar… si no tienes, como yo, aspiraciones de originalidad, se convierte en una tarea minuciosa pero relativamente objetiva. Nada de blablabla soy escritor y tengo que demostrar mi profunda sensibilidad y mi amplia cultura. Qué descanso.
Segunda: los dibujantes son aún más raros que los escritores. Mi esquina de la clase se componía de: un chaval con algún tipo de retraso mental que emborronaba la hoja con alevosía; una señora mayor con trastorno de personalidad múltiple que, o bien se mostraba encantadora y comentaba lo que estaba haciendo, o se encerraba en un mutismo huraño y respondía a mis intentos por entablar conversación con un silencio elocuente; una china y una japonesa (no sé cuál era cuál) que se habían sentado juntas, imagino, por el factor asiático, pero que no se entendían en absoluto (una de ellas no hablaba español, ni inglés, ni nada que no fueran sus ideogramas, supongo); y, por último, yo, que había traído folios de fotocopiadora por error y le tuve que pedir a la señora esquizo que me prestara alguno de su bloc (dios mío, había puesto blog en lugar de bloc, esto es gravísimo).
En el otro extremo de la clase, la adaptación de la gente a la sociedad seguía más o menos el mismo camino. No me pude fijar mucho, porque estaban lejos y eran autistas, pero de vez en cuando llegaba hasta mí el estremecedor sonido de una risa histérica que emitía una de las alumnas cada vez que la profe comentaba su dibujo. La profesora, por cierto, una chica un poco seria y bastante agradable, se presentó con un “hola, me llamo Alhambra, como la Alhambra” y confirmó mi idea de que, definitivamente, la gente que dibuja está un poco pallá.
Lógico. Imagínate. Yo escribo, vale, y paso (o debería pasar) mucho tiempo sola, tecleando como una idiota. Pero al menos intento retratar a personas, a seres humanos. Cuando estás, como estuve yo ayer, tres horas entablando relación con una figura de escayola o con tu mano, es normal que se te vaya un poco la olla. Hoy he terminado, por cierto, el dibujo de mi mano, y al final me daba casi grima, ahí toda muerta en el papel, lacia y cortada por la muñeca, con las falanges redondeándose torpemente en los nudillos.
En cualquier caso, me gusta… es relajante no aspirar a nada, trabajar con un material distinto, observar cómo una sola línea puede arreglar (o destrozar) un dibujo entero. Le echo paciencia y dosis diminutas de perfeccionismo e intento disfrutar, que es de lo que trata.
Mañana os cuento sobre mi segundo taller, el de escritura, que no quiero saturar y empieza anatomía de Grey.
jueves, 26 de abril de 2007
miércoles, 25 de abril de 2007
Yo, yo
Prólogo: en defensa del meme.
¿Por qué un meme se llama meme? Sólo se me ocurre que sea por me, me, osea: yo, yo. Muchos blogueros serios y modernos se niegan a hacerlo, no sé si por rechazo a la frivolidad o por la pretensión de crear, como le llama Fuckowski, un moderated-ego blog. Como yo opino que cualquier blog es, por definición, un autobombo blog, creo que el meme es más original que muchos post y que si alguien le apetece hacerlo, pues que lo haga. Y a mí hoy, que estoy huyendo de traducir un artículo en inglés un tanto infernal, me apetece hacer un meme. Además, me lo ha pedido Primaveritis... y yo no sé decir que no. Hale, que os aproveche.
(PD: Si alguien sabe de verdad de dónde viene lo de meme, que lo diga).
hace diez años.
Tenía doce añitos y estaba obsesionada con ser adolescente y tener la regla. Apareció la palabra "pedante" en una lectura de lengua y todas mis amigas(?) me dijeron que yo era así. Era razonablemente feliz; las cosas empezaron a enturbiarse al año siguiente, con las presiones sociales, mi tardío desarrollo pectoral, el acné feroz y ese tipo de cosas agradables que te pasan con esa edad.
hace cinco años.
Tenía diecisiete y era espectacularmente feliz. Me había cambiado de colegio para hacer el bachillerato, estaba preparando Jesucristo Superstar, conocí a muchísima gente nueva y salí de las crisis de autoestima adolescente comenzada el día de la palabra "pedante" xDD. Me enamoré enormemente de mi mejor amigo, que pasó de mí.
hace un año.
Mi vida emocional era más turbia que un pantano, y si bien no era del todo feliz, al menos me sentía bastante viva. Escribía mucho, sacaba unas notas increíblemente buenas para lo poco que iba a clase y estaba enfermizamente enganchada a House.
Ayer
Estuve en danza del vientre y luego fui a casa de mi profesor de escritura, con el que estoy preparando una revista digital. En general, fue un día estupendo, que me inspiró un montón de proyectos y que creo, sin exagerar, que indicó un poco el rumbo de por dónde va a ir mi vida en los próximos meses.
Hoy
Empiezo a dar clases de dibujo y estoy nerviosilla. Espero no ser la más torpe de la clase.
5 canciones de las que me se toda la letra
Peces de ciudad, de Sabina.
Una estona de cel, de els pets.
Wishing I was there, de Natalie Imbruglia.
Caresse sur l'ocean, de la BSO de los chicos del coro.
Todos menos tú, de Sabina.
Y muchas más... tengo muy buena memoria para las canciones.
5 lugares ideales para visitar.
Los Pirineos... ahí coincido con Primaveritis.
Una chopera, imprescindible.
Bolonia (Italia), que es mágica con sus ladrillos y sus soportales.
Granada, porque pasear por ella es pasear por la belleza, aunque suene cursi.
Y ya como ideal, yo quiero ir a EEUU, no tengo muy claro a dónde, pero quiero ir.
Cinco comidas que me gustan,
El arroz a la cubana de J., con huevo y plátano (mmm).
El cocido.
El ajoblanco.
La ensalada malagueña.
La tarta de queso.
Cinco juguetes favoritos
La grabadora del mp3 (tendríais que verme cantando sola en mi cuarto y escuchándome luego a ver si afino).
El tente.
Las plastilinas y las cosas que se pueden moldear y/o guarretear.
Mi bici.
El trivial.
La verdad, no soy mucho de juguetes...
Y bueno, no se lo paso a nadie que me sabe mal que la gente se vea obligada a hacer cosas que igual no le apetecen.
Besitos.
¿Por qué un meme se llama meme? Sólo se me ocurre que sea por me, me, osea: yo, yo. Muchos blogueros serios y modernos se niegan a hacerlo, no sé si por rechazo a la frivolidad o por la pretensión de crear, como le llama Fuckowski, un moderated-ego blog. Como yo opino que cualquier blog es, por definición, un autobombo blog, creo que el meme es más original que muchos post y que si alguien le apetece hacerlo, pues que lo haga. Y a mí hoy, que estoy huyendo de traducir un artículo en inglés un tanto infernal, me apetece hacer un meme. Además, me lo ha pedido Primaveritis... y yo no sé decir que no. Hale, que os aproveche.
(PD: Si alguien sabe de verdad de dónde viene lo de meme, que lo diga).
hace diez años.
Tenía doce añitos y estaba obsesionada con ser adolescente y tener la regla. Apareció la palabra "pedante" en una lectura de lengua y todas mis amigas(?) me dijeron que yo era así. Era razonablemente feliz; las cosas empezaron a enturbiarse al año siguiente, con las presiones sociales, mi tardío desarrollo pectoral, el acné feroz y ese tipo de cosas agradables que te pasan con esa edad.
hace cinco años.
Tenía diecisiete y era espectacularmente feliz. Me había cambiado de colegio para hacer el bachillerato, estaba preparando Jesucristo Superstar, conocí a muchísima gente nueva y salí de las crisis de autoestima adolescente comenzada el día de la palabra "pedante" xDD. Me enamoré enormemente de mi mejor amigo, que pasó de mí.
hace un año.
Mi vida emocional era más turbia que un pantano, y si bien no era del todo feliz, al menos me sentía bastante viva. Escribía mucho, sacaba unas notas increíblemente buenas para lo poco que iba a clase y estaba enfermizamente enganchada a House.
Ayer
Estuve en danza del vientre y luego fui a casa de mi profesor de escritura, con el que estoy preparando una revista digital. En general, fue un día estupendo, que me inspiró un montón de proyectos y que creo, sin exagerar, que indicó un poco el rumbo de por dónde va a ir mi vida en los próximos meses.
Hoy
Empiezo a dar clases de dibujo y estoy nerviosilla. Espero no ser la más torpe de la clase.
5 canciones de las que me se toda la letra
Peces de ciudad, de Sabina.
Una estona de cel, de els pets.
Wishing I was there, de Natalie Imbruglia.
Caresse sur l'ocean, de la BSO de los chicos del coro.
Todos menos tú, de Sabina.
Y muchas más... tengo muy buena memoria para las canciones.
5 lugares ideales para visitar.
Los Pirineos... ahí coincido con Primaveritis.
Una chopera, imprescindible.
Bolonia (Italia), que es mágica con sus ladrillos y sus soportales.
Granada, porque pasear por ella es pasear por la belleza, aunque suene cursi.
Y ya como ideal, yo quiero ir a EEUU, no tengo muy claro a dónde, pero quiero ir.
Cinco comidas que me gustan,
El arroz a la cubana de J., con huevo y plátano (mmm).
El cocido.
El ajoblanco.
La ensalada malagueña.
La tarta de queso.
Cinco juguetes favoritos
La grabadora del mp3 (tendríais que verme cantando sola en mi cuarto y escuchándome luego a ver si afino).
El tente.
Las plastilinas y las cosas que se pueden moldear y/o guarretear.
Mi bici.
El trivial.
La verdad, no soy mucho de juguetes...
Y bueno, no se lo paso a nadie que me sabe mal que la gente se vea obligada a hacer cosas que igual no le apetecen.
Besitos.
domingo, 22 de abril de 2007
Sorpresa
Se lo esperaban todo menos eso.
Se esperaban reproches, desconfianza, miedo. Esperaban, y con razón, que habría celos: celos de esos que te caen al estómago con pesadez de comida china y luego no te abandonan en unos días. Creían que habría desinterés: que la magia de aquellos primeros meses, hilada sobre todo en la clandestinidad y el deseo ardiente por lo prohibido, se desvanecería en cuanto la sucia rutina les tocara con su varita de plástico chungo.
Él esperaba, de verdad, que ella dejaría de parecerle interesante y seductora; que, detrás de la charla entretenida y de la ternura sin fin entre las sábanas, no habría más que un barniz de ingenio falso y un poco de pasión inventada para el momento. Ella creía, y no la culpo, que el incontenible entusiasmo de vivir de él y el olor a animalillo cálido de su cuello no eran más que engaños de su mente, y que acabaría rezongando por la ropa tirada en el suelo y las manchas de pis en la tapadera del váter.
Pero esa armonía, ese buen rollo de comedia americana mala, ese cursi cogerse de la mano antes de dormir y besuquearse al despertar, ignorando el pesado y agrio aliento matutino; esa inesperada complicidad, que se agrandaba con el tiempo y no desaparecía aunque a veces (sólo a veces) se tiraran los trastos a la cabeza; esas ganas de estar juntos, de hacer planes, de reírse… Eso, os lo digo en serio, no se lo esperaban ni de coña.
Y, francamente, estaban acojonados.
Se esperaban reproches, desconfianza, miedo. Esperaban, y con razón, que habría celos: celos de esos que te caen al estómago con pesadez de comida china y luego no te abandonan en unos días. Creían que habría desinterés: que la magia de aquellos primeros meses, hilada sobre todo en la clandestinidad y el deseo ardiente por lo prohibido, se desvanecería en cuanto la sucia rutina les tocara con su varita de plástico chungo.
Él esperaba, de verdad, que ella dejaría de parecerle interesante y seductora; que, detrás de la charla entretenida y de la ternura sin fin entre las sábanas, no habría más que un barniz de ingenio falso y un poco de pasión inventada para el momento. Ella creía, y no la culpo, que el incontenible entusiasmo de vivir de él y el olor a animalillo cálido de su cuello no eran más que engaños de su mente, y que acabaría rezongando por la ropa tirada en el suelo y las manchas de pis en la tapadera del váter.
Pero esa armonía, ese buen rollo de comedia americana mala, ese cursi cogerse de la mano antes de dormir y besuquearse al despertar, ignorando el pesado y agrio aliento matutino; esa inesperada complicidad, que se agrandaba con el tiempo y no desaparecía aunque a veces (sólo a veces) se tiraran los trastos a la cabeza; esas ganas de estar juntos, de hacer planes, de reírse… Eso, os lo digo en serio, no se lo esperaban ni de coña.
Y, francamente, estaban acojonados.
miércoles, 11 de abril de 2007
Anhelo
Frida, nuestra gata, está en celo por tercera vez en dos meses. Es desgarrador observarla dar topetazos en las puertas con su maullido de bebé hambriento, alzar y menear el culo delante de nuestras narices, gemir enfurecida cada vez que intentamos acariciarla. Se me sube encima y me frota los genitales contra el jersey, levantando la cola, como si yo fuera un gato macho y guapo dispuesto a hacerle cuatro o cinco hijos. Frida es ahora mismo la enormidad del anhelo, ahí abierta de patas, sin remilgos, sin pudor: parece pedir con sus gritos de alma en pena que alguien le colme ese vacío tan lleno de deseo, ese agujero que no sabe lo que es pero que la tiene quemada por dentro.
Por eso, nada más que por eso, y a no ser que queráis dedicaros a criar camadas de preciosos gatunitos... esterilizad, por favor, a vuestros animales.
(Frida es que no es mía-mía, así que no puedo tomar yo esa decisión).
Por eso, nada más que por eso, y a no ser que queráis dedicaros a criar camadas de preciosos gatunitos... esterilizad, por favor, a vuestros animales.
(Frida es que no es mía-mía, así que no puedo tomar yo esa decisión).
miércoles, 4 de abril de 2007
Dios no es malo, es un artista
Yo creo que lo que le pasa a Dios, si es que existe Dios, es que es un poco como Alejandro González Iñárritu, es decir: que sus criaturas son sus víctimas más vapuleadas. Si tantos escritores y directores no son capaces de resistirse al impulso de emplear en sus películas el recurso de una muerte impactante, de una buena ración de sufrimiento o de una eutanasia como es debido, ¿cómo iba a hacerlo Dios, el creador supremo, el gran novelista universal?
Creo que deberíamos empezar a dejar de confundir arte con sufrimiento y disfrute con devastador impacto emocional. Como lo que pasó con "Mar Adentro". En mi opinión, España (y, viendo el resultado de los Oscars, el mundo por extensión) fue víctima de una descomunal confusión colectiva entre moral y valor artístico. Como a todos nos parecía estupendamente que Ramón Sampedro se autoadministrara el billete de ida al final del túnel, y como a todos nos resultaba ridículo el cura tetrapléjico que se esforzaba por seguir haciendo algo útil para la humanidad, concluimos en bloque, en una especie de silogismo que no termino de entender, que Mar Adentro tenía que ser por huevos un peliculón. ¿Cómo no iba a serlo una película de un señor que se pasaba treinta años en una cama y que, además, era representado por un actor que necesitaba más o menos el mismo tiempo para maquillarse a diario? Así que nada, catorce Goyas que se entregaron como quien da la hora y un Óscar para redondear la faena de chantaje emocional en masa.
El mundo es un planeta enorme y triste. Lo que a veces me hace querer tirar la toalla, y desistir de seguir a diario intentando ser buena persona y bajándome música del Soulseek, es la cantidad de modalidades de padecimiento que existen. Desde algo relativamente light como la obesidad mórbida hasta las más sádicas torturas de las dictaduras asiáticas, lo difícil es que te toque, como a mí, una vida libre de sufrimientos insufribles (valga la redundancia). Y ahora resulta que cualquier obra artística que retrate con una mínima fidelidad ese sufrimiento merece, cuanto menos, el sobrio y elocuente calificativo de "buena". Pues mirad, no, me niego. Cuando uno va al cine, se pide unas palomitas medianas a cambio de medio riñón y se sienta en una sala enorme de blanditos sillones-plex, la exhibición de un sufrimiento tan crudo y que queda, al mismo tiempo, tan lejano, le hace quedar pronto enterrado en un asombro dolido. De alguna forma, nos descubrimos interiormente como ante la viuda en un funeral, y nos quedamos indefensos frente la obviedad de que no podemos siquiera concebir tanto dolor. Y nos vamos a casa hechos polvo, asidos a nuestra pareja o a nuestros hijos como a un salvavidas y pensando que vaya peli buena que hemos visto.
Desde aquí quiero reivindicar algo: el amor es una cosa seria. El humor es también una cosa muy seria. Mejorar, enternecerse, hacer algo por los demás; ser, en definitiva, buenos, son cosas serias, difíciles y dignas de cualquier artista. Afortunadamente, hay quien parece haberlo entendido, y gracias a eso tenemos "Pequeña Miss Sunshine", "La vida de los otros" o "En busca de la felicidad", por poner ejemplos sencillos y recientes. No cerremos los ojos al sufrimiento, porque a veces es necesario que un buen golpe de realidad sacuda nuestras palomitas. Pero tampoco omitamos, por favor, a toda la gente buena, a todos los que están poniendo su esfuerzo en echarle un pulso a Dios Iñárritu y hacer que la peli termine bien y la gente pueda irse contenta a su casa a hacer el amor. Porque les está costando un montón de trabajo. A ellos, a los buenos.
Y quien dice cine dice libros, que vaya mal rato he pasado recientemente leyendo a Ana María Matute con la deprimente seguridad de que cada uno de sus cuentos iba a tener, mínimo, una víctima mortal, ya fuera real o simbólicamente.
Vamos a darle un poco menos de bombo al horror, por favor, y un poco más a las cosas bonitas. Y vamos a ser objetivos con Mar Adentro, joder, que vaya sucesión de topicazos más poco digna de mi admirado Alejandro. Arte es arte, sufrimiento es sufrimiento, y aunque ambas cosas se entrelacen, se necesiten y, a veces, ayuden a mejorarse o a paliarse respectivamente, a este paso vamos a tener que elegir entre "Princesa por Sorpresa" o, directamente, el suicidio colectivo y, qué queréis que os diga; antes que la muerte, prefiero a Julie Andrews.
Creo que deberíamos empezar a dejar de confundir arte con sufrimiento y disfrute con devastador impacto emocional. Como lo que pasó con "Mar Adentro". En mi opinión, España (y, viendo el resultado de los Oscars, el mundo por extensión) fue víctima de una descomunal confusión colectiva entre moral y valor artístico. Como a todos nos parecía estupendamente que Ramón Sampedro se autoadministrara el billete de ida al final del túnel, y como a todos nos resultaba ridículo el cura tetrapléjico que se esforzaba por seguir haciendo algo útil para la humanidad, concluimos en bloque, en una especie de silogismo que no termino de entender, que Mar Adentro tenía que ser por huevos un peliculón. ¿Cómo no iba a serlo una película de un señor que se pasaba treinta años en una cama y que, además, era representado por un actor que necesitaba más o menos el mismo tiempo para maquillarse a diario? Así que nada, catorce Goyas que se entregaron como quien da la hora y un Óscar para redondear la faena de chantaje emocional en masa.
El mundo es un planeta enorme y triste. Lo que a veces me hace querer tirar la toalla, y desistir de seguir a diario intentando ser buena persona y bajándome música del Soulseek, es la cantidad de modalidades de padecimiento que existen. Desde algo relativamente light como la obesidad mórbida hasta las más sádicas torturas de las dictaduras asiáticas, lo difícil es que te toque, como a mí, una vida libre de sufrimientos insufribles (valga la redundancia). Y ahora resulta que cualquier obra artística que retrate con una mínima fidelidad ese sufrimiento merece, cuanto menos, el sobrio y elocuente calificativo de "buena". Pues mirad, no, me niego. Cuando uno va al cine, se pide unas palomitas medianas a cambio de medio riñón y se sienta en una sala enorme de blanditos sillones-plex, la exhibición de un sufrimiento tan crudo y que queda, al mismo tiempo, tan lejano, le hace quedar pronto enterrado en un asombro dolido. De alguna forma, nos descubrimos interiormente como ante la viuda en un funeral, y nos quedamos indefensos frente la obviedad de que no podemos siquiera concebir tanto dolor. Y nos vamos a casa hechos polvo, asidos a nuestra pareja o a nuestros hijos como a un salvavidas y pensando que vaya peli buena que hemos visto.
Desde aquí quiero reivindicar algo: el amor es una cosa seria. El humor es también una cosa muy seria. Mejorar, enternecerse, hacer algo por los demás; ser, en definitiva, buenos, son cosas serias, difíciles y dignas de cualquier artista. Afortunadamente, hay quien parece haberlo entendido, y gracias a eso tenemos "Pequeña Miss Sunshine", "La vida de los otros" o "En busca de la felicidad", por poner ejemplos sencillos y recientes. No cerremos los ojos al sufrimiento, porque a veces es necesario que un buen golpe de realidad sacuda nuestras palomitas. Pero tampoco omitamos, por favor, a toda la gente buena, a todos los que están poniendo su esfuerzo en echarle un pulso a Dios Iñárritu y hacer que la peli termine bien y la gente pueda irse contenta a su casa a hacer el amor. Porque les está costando un montón de trabajo. A ellos, a los buenos.
Y quien dice cine dice libros, que vaya mal rato he pasado recientemente leyendo a Ana María Matute con la deprimente seguridad de que cada uno de sus cuentos iba a tener, mínimo, una víctima mortal, ya fuera real o simbólicamente.
Vamos a darle un poco menos de bombo al horror, por favor, y un poco más a las cosas bonitas. Y vamos a ser objetivos con Mar Adentro, joder, que vaya sucesión de topicazos más poco digna de mi admirado Alejandro. Arte es arte, sufrimiento es sufrimiento, y aunque ambas cosas se entrelacen, se necesiten y, a veces, ayuden a mejorarse o a paliarse respectivamente, a este paso vamos a tener que elegir entre "Princesa por Sorpresa" o, directamente, el suicidio colectivo y, qué queréis que os diga; antes que la muerte, prefiero a Julie Andrews.
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