NOTA PREVIA: como este post trata sobre nutrición, aprovecho para decir que si alguien tiene interés por las soluciones dietéticas/naturales al Acné del Averno, puede escribirme a massobreloslunes (arroba) gmail.com y le mando un documento que he elaborado al respecto. También os agradecería que difundierais la información si conocéis a alguien que sufra este problema. FIN DE LA NOTA PREVIA.
Por lo demás... mi vida prosigue en su tranquilo cauce. No ha aparecido la ballena, pero sí un pescadito curioso en forma de viaje de escalada a Marruecos la semana que viene. En otro orden de cosas, últimamente paso la mayor parte de mi tiempo libre haciendo cosas inmensamente frikis, como entrenar en el rocódromo con inusitado empeño o leer sobre teorías psicológicas de la obesidad.
Resulta que en los paleoforos la última idea sobre la obesidad tiene que ver con lo que se llama "food reward", o recompensa alimentaria. El tema es, resumiendo, que la comida que comemos en la actualidad está tan procesada, inundada de sabor y texturas y sumamente llena de calorías que actúa sobre nuestro cerebro como una droga, nos motiva a conseguir cada vez más y nos impide saber cuándo estamos realmente llenos.
A mí la nutrición me fascina. Es curioso, porque antes de toda esta historia del Acné del Averno me importaba un carajal, más o menos. Tenía mis ideas sobre lo que era "comer de todo", y una vaga intuición de que lo integral era mejor que lo refinado. Desde que empecé a investigar la nutrición paleo se me ha abierto una ventana al futuro y está llena de comida.
Lo de la comida como recompensa me tiene subyugada. Llevo tres días leyendo sin parar sobre el asunto y contándoselo a quien me quiera oír. Que la comida tenga poder sobre ti creo que es algo que sólo se entiende si la comida tiene poder sobre ti. Y sobre mí lo tiene. No sólo el chocolate. Me gustan los sabores fuertes, las texturas, lo agridulce, lo ácido. Me gusta que la comida me estimule, me entretenga y me consuele. Y bueno, resulta que eso puede ser un problema en un momento dado. Porque cuando la comida no es comida, sino droga en el sentido cerebral de la palabra, no la valoramos como comida, sino como una droga. ¿Cómo funcionan las drogas? Dejándonos siempre con ganas de más.
Es un tema precioso del que tal día como hoy podría hablar hasta el infinito. De hecho, ni siquiera pensaba escribir hoy sobre ello. Me parece la típica frikada que no le importa a nadie nada más que a mí. Pero es una teoría tan sumamente bonita y explicativa que de verdad que creo que puede marcar el futuro de la investigación sobre obesidad. El hecho de alimentarse todo el rato con comida rápida e hiperprocesada trastorna tanto tu cerebro que hace que pierda el norte acerca de qué peso y porcentaje de grasa corporal es ideal para ti; de esta forma, te vuelves incapaz de regular tu ingesta y te pones gordo como un zollo.
(Vale, igual este post está siendo un coñazo. Si habéis llegado hasta aquí y comentáis, decid "gatito".)
Stephan Guyenet, un bioquímico americano que está hecho una máquina de divulgar vía este blog y que se ha convertido en la última semana en mi ídolo-absoluto-al-que-me-tiraría-sólo-por-lo-mucho-que-me-mola-lo-que-investiga, propone soluciones para todo este asunto de la adicción de la comida. Soluciones que pasan por un camino tan trillado como novedoso: SIMPLIFICA. Evita los alimentos procesados. Deja de echarle mayonesa a todo. Usa menos sal. Usa menos aliños. Disminuye la variedad de tus comidas. No salgas tanto a comer fuera. Come tus comidas una por una. Yo añadiría: no hagas de la comida tu principal fuente de placer. Encuentra formas alternativas de divertirte, de relacionarte, de aliviar el estrés.
La gente escucha estas cosas y se echa las manos a la cabeza. ¿Qué? ¿Renunciar a la comida superrica? ¿Renunciar a mis oasis de placer y autosatisfacción en medio de una vida estresante y ocupada? A nadie le gusta escuchar esto. Queremos creer que si quitamos las grasas, o quitamos los carbohidratos, o sólo comemos proteínas puras y salvado de avena, podremos prepararnos cosas igualmente buenas y permanecer delgados.
Y bueno, el tema no es la comida. Aunque la comida es muy importante. El tema es un poco el concepto, ¿sabéis? El concepto de la simplicidad, del sacrificio o de lo que verdaderamente importa en la vida. El hecho de juntarse para consumir cosas (objetos, alimentos, bebidas, drogas) en vez de para hacer cosas. Escalar me gusta por muchas razones, pero una de las más importantes es que no consumes nada, aparte del material y las barritas de muesli. Vas allí a hacer algo. Algo que te importa mientras lo haces, por la simple satisfacción de hacerlo, por superarte a ti mismo, por poner a prueba tus límites. Sobrepasas la incomodidad física, el dolor y el miedo. Vives, joder.
Así que si este asunto de la comida como recompensa y de la dieta simple como solución se populariza, no tengo claro que guste. A nadie le gusta darse cuenta de que parte de la solución a lo mejor es disminuir un poco el nivel de placer que se espera obtener con las cosas. Dejar de enfocar la vida como si fuera un surtidor de sensaciones. En fin, yo qué sé. Este mundo cada vez me gusta menos. Cada vez querría imaginarme más en un entorno tranquilo, menos estimulante, más silencioso. Donde las horas fueran más largas. Donde poder leer en un rincón o compartir historias bonitas. Donde escribir y escalar, claro.
Y lo dejo aquí, que se me ha ido el coco y que en mi camino hacia la simplicidad voy a tener que dejar este blog para ver si consigo irme a dormir antes.