massobreloslunes: 06/22/09

lunes, 22 de junio de 2009

Ordenar

Ayer pasé parte del día ordenando las cajas que he traído de Granada. No es fácil, porque no se trata sólo de colocar lo que traigo, sino de hacer previamente sitio en mi habitación de Málaga. A pesar de que el cuarto es gigante, está tan lleno de cosas que parece que se reproducen. Libros que no leo, apuntes viejos, carpetas del colegio, ropa que detesto y que no me pongo pero que no está lo suficientemente vieja como para deshacerme de ella. Empecé a tirar el año que me fui a Barcelona, y cada año saco bolsas enormes de basura de esta habitación y, aun así, todavía tengo la angustiosa sensación de que me la basura va a enterrarme.

Por ejemplo: la maqueta de tecnología. Detesto profundamente esa maqueta. La hice para un proyecto de tercero de ESO y es monísima: una reproducción a escala de mi habitación con minimuebles, un minitablón de anuncios, minipósters en las paredes y minicojincitos. No es tan bonita como para ser un disfrute de los sentidos, pero sí lo suficiente como para resistirme a tirarla cada vez que ordeno. La miro, respiro hondo, la tiro a la bolsa de basura, suspiro, la saco y la coloco de nuevo en su sitio jurándome que voy a encontrar el momento de volver a pegar las maderas.

O las libretas. Después de 24 años conviviendo conmigo misma, aún no he aceptado que No Escribo A Mano Nunca. Sí, yo querría ser como Torrente Ballester o como Ana Frank y tener una pluma fetiche con la que rasguear las páginas mientras la lluvia golpea en la ventana. Pero odio profundamente escribir a mano. Así que tengo algunas libretas llenas y otras (la mayoría) con unas cuantas páginas garabateadas y el resto en blanco. Las pocas páginas que tengo escritas contaminan toda la libreta con su obscena carga de pasado, y arrancarlas me da cargo de conciencia.

¿Tiene sentido acumular "recuerdos"? Entradas de cine, dedicatorias de campamentos, programas de las fiestas de fin de curso... al fin y al cabo, sólo los ves cuando ordenas. Nunca dices "voy a mirar recuerdos" y luego te pones a flipar y a cantar Karina.

Sin embargo, estoy recordando que el verano pasado, cuando J. estaba tan triste, le dije que sabía perfectamente cómo se sentía, porque yo había estado igual cuando volví de Barcelona. Al llegar a mi casa, saqué las libretas y comencé a leerlas muerta de miedo. No sabía qué iba a encontrarme debajo de esas tapas. En Barcelona sí escribía a mano, por pura testarudez. Cuando empecé a leer toda la ilusión, la confusión y la pena de aquellos cuadernos, no me sentí avergonzada ni estúpida, como pensé que pasaría. Me sentí orgullosa. Pensé que le eché mucho valor.

Pero es una mierda, porque ahora cada vez que me plantee tirar los cuadernos pensaré en la nostalgia, en el valor, el crecimiento personal y todo eso, y seguirán acumulándose y criando polvo en los cajones de mi estantería.