Había cola en la tienda y todo el mundo andaba envolviendo para regalo. Espero que los libros no se conviertan en uno de esos objetos que sólo se adquieren para regalar, como las velas aromáticas o los pijamas. Yo echaba un ojo a la sección de libros infantiles, un poco cabreada por el cartel de "No tocar". Vale que los cuentos de ahora son obras de arte. El otro día, de hecho, me quedé fascinada por Ondina, de Benjamin Lacombe. Pero de ahí a que no los puedas tocar para mirarlos, hay un paso.
Lacombe de mi vida: amo los lagrimales de tus personajes
El otro día, en Málaga, hablaba con mi padre del libro electrónico. Le hice un resumen de sus ventajas, que para mi padre son omitibles porque él no lee inglés, ni viaja, ni lee artículos científicos, ni novelas de Marian Keyes. Además, el factor pijama, es decir: poder comprar libros en pijama desde tu casa, para mi padre es un contra más que un pro. A mí me gusta ir a la librería, Marina, me explica. Voy allí, echo el rato, miro todos los libros que hay a mi alrededor. Me gusta que estén allí. Incluso los que no voy a leer nunca.
Esta tarde estoy de pie frente al mostrador cuando veo expuestos en la estantería superior dos libros, uno al lado del otro. El primero es el de las cartas de Benedicto XVI y el escándalo de la Iglesia Católica. Como si hicieran falta escándalos para desacreditar a la Iglesia, ese desafío colectivo a la lógica más evidente. Al lado hay un libro escrito por el propio Papa sobre la infancia de Jesús. Enseguida me pregunto de qué irá. ¿De dónde ha sacado la información? ¿Ha descubierto otro evangelio? ¿Se la ha inventado? Se supone que la infancia de Jesús es misteriosa; nace en el pesebre, se pierde en el templo y poco más. Me pregunto si el Papa Mazinger se habrá currado esa parte de la historia para dar un poco de coherencia argumental al hilo, porque pasar de los turrones buenrrollistas al asunto gore de la cruz es un poco brusco.
Entonces siento un tonto entusiasmo por el libro del Papa. No porque me importe un carajo la infancia de Jesús (aunque tengo curiosidad. ¿Cuál fue su primera palabra? ¿Mamá? ¿Jehová? ¿Andaba sobre la bañera? ¿Y la preadolescencia? ¿Soltaba gallos Jesucristo? ¿Le enseñó a afeitarse San José o le dijo, despechado, que se lo pidiera a su padre verdadero "ya que es tan poderoso"?). Lo que me parece guapo es que el Papa se haya sentado a escribir todo un libro sobre eso y que a la gente le importe y se lo vaya a comprar. No creo que lea nunca el libro del Papa, pero está bien saber que sus ideas, buenas o malas, científicas o imaginarias, reposan ahí entre dos cubiertas de papel, para quien quiera enterarse. El mundo lleno de libros como cerebros empaquetados.
Os dejo y me voy a empezar mi primer cerebro empaquetado de 2012: Qué es el qué, de Dave Eggers, una de las trece recomendaciones de "El guardián entre el centeno", puro talento bloguero recién descubierto. Sed felices. Leed mucho.