massobreloslunes: 04/25/14

viernes, 25 de abril de 2014

Mentiras Buenas


Hace algunas semanas vino a mi consulta una niña por un problema que no viene al caso. Lo importante es que, justo antes de terminar la consulta, la madre hizo el típico posyaque y me dijo que, posyaque habían venido, a ver cómo podía yo ayudar a la nena a que dejara de decir mentiras.

Sin entrar a fondo en mi intervención, que incluyó a un par de marionetas haciendo de Mentira y de Verdad y luchando a muerte sobre el escritorio, os diré que le puse como tarea que escribiera un cuento. No tengo muy claro por qué, y quizá fuera estúpido: podía haberme limitado a decirle que la Mentira es Mala y la Verdad es Buena, y que ella y la Verdad tenían que trabajar duro para derrotar a la Mentira. Sin embargo, consideré importante aclarar que uno puede decir Mentiras, y es malo, pero también puede contar Cuentos, porque los Cuentos son Mentiras Buenas. Y le propuse que escribiera un cuento.

Hoy me ha traído el cuento. Tiene portada y todo. Y dos ilustraciones, y en la última hoja, de cuadros y grapada a todo lo demás, una historia de un párrafo escrita probablemente por la madre, porque ella aún está aprendiendo. La historia habla de una princesa que se encuentra a un caballo y se lo lleva a casa. El cuento no tenía título, así que, después de debatirlo un rato, hemos decidido llamarlo "La princesa y el caballo". No había príncipes, ni bodas. Me gustó.

Hace unos días estaba yo dando vueltas por la librería, buscando casi cualquier cosa para relevar a Alice Munro. Me está encantando Munro. Tanto, tanto, que me la voy a dosificar, para tener una apuesta segura cuando todo lo demás me falle. Me decidí por el último libro de Javier Cercas, "Las leyes de la frontera". Llevaba un tiempo rondándolo, porque tanto "Soldados de Salamina" como "La velocidad de la luz" me gustaron mucho. Mientras paseaba entre los montones de libros, pensaba: y que todo esto sea mentira. Que tanta gente invierta el tiempo en inventar cosas, y tanta otra gente en leerlas con interés. Qué cosa más rara.

Acabo de interrumpir la escritura de este post para mandarle un whatsapp a mi padre y decirle que me ha gustado el libro de Cercas. Mi padre y yo nos recomendamos libros con cierta frecuencia. Seguramente es, después del genético, el vínculo más potente que compartimos. Siempre me asombra cuando coincido con alguien en las lecturas: creo que la capacidad para conmoverse con el mismo tipo de ficción es un indicador potente de algún tipo de vínculo espiritual. 

También he vuelto a Fante hace un par de semanas. Le leo con más interés desde que estuve en Boulder y puedo imaginarle en la ciudad, cubierta por la nieve, paseando por Pearl y Walnut Street y con los Flat Irons al fondo. Ya comenté ayer que estoy un poco tristona desde hace unas semanas, y cuando leí "Espera a la primavera, Bandini", y fui capaz de trasladarme por unas horas al Colorado de la Gran Depresión, pensé: qué locura, esto. Fante está muerto, muy muerto, y sin embargo aquí estoy yo, al otro extremo de una conexión que cruza años y kilómetros. Él vivió su infancia miserable de hijo de inmigrantes italianos hace ya un siglo, y yo vivo el final de mi veintena acomodada al sur de España, y sin embargo aquí estamos: compartiendo un rato después del trabajo, en el autobús, donde me siento de espaldas a la marcha para que no me salude nadie conocido.

Luego está García Márquez, que se ha muerto, y mi sensación de que en realidad, no me importa tanto que esté muerto. Esto va a quedar infernalmente insensible y no quiero que se me malinterprete. Claro que es una pena morirse, para todo el mundo, aunque es el ciclo de la vida y es igual para todos. Pero quizá da menos pena que se muera él, porque no lo perdemos del todo. No perdemos casi nada, de hecho, porque lo más importante se queda con nosotros durante generaciones. Gabo nos hablará sin parar a través de los siglos.

Yo sigo escribiendo poco a poco, como una tullida, avanzando por un cuento largo en el que trabajo y que está precisamente ambientado en Boulder. Sigo trabajando en mis Mentiras Buenas. Hoy, mientras leía a Javier Cercas, me ha asaltado una vez más la certeza de que mi vida va a ser un Fracaso, así con mayúsculas, porque total, tengo casi treinta años y estoy deseando terminar lo único importante que he hecho (el PIR) para no volver jamás a la sanidad pública. Entro en el estudio de Pablo envuelta en mi mantita, con cara de perro mojado. ¿Y si no soy capaz de ganarme la vida?, le pregunto. Él me consuela, me dice que escribo muy bien, que soy una buena psicóloga, que todo va a salir estupendamente. Yo asiento a regañadientes, salgo del estudio, me siento a meditar una hora y luego a escribir. Y bueno, la pura verdad, y se me cae la cara de vergüenza de decirlo, porque llevo meses con un bloqueo literario de caballo, es que mientras estoy escribiendo no pienso en nada de eso. No me siento ni bien ni mal, ni me preocupa el futuro o me parece prometedor; simplemente se me olvida. Las dudas salen de mi cabeza y estoy en Boulder, con mis personajes, intentando imaginar lo que dirán a continuación y reconstruir la disposición de las mesas de mi cafetería favorita.

La niña de la consulta de hoy me ha regalado el cuento que ha escrito. Yo no lo he metido en su historia clínica, sinceramente, porque le he dado a elegir entre hacerlo, quedárselo ella o dármelo a mí, y me lo ha dado. Digo yo que me lo he ganado. Está ahí en mi bolso, enrollado con delicadeza para no marcar dobleces en los dibujos. He bromeado con ella diciendo que si es una escritora famosa algún día, lo venderé por mucho dinero; creo que no me ha entendido. En cualquier caso, no voy a venderlo. No sé si será una escritora famosa, y lo más probable es que no lo sea. Sí estoy segura de que va a aprender algún día la diferencia entre la Mentira y la Verdad, y elegirá con buen juicio. Lo que si espero es que sepa distinguir las Mentiras de las Mentiras Buenas, y que no deje nunca de creerse con entusiasmo las segundas.