viernes, 22 de febrero de 2013
El metro y la nieve
Voy sentada en el metro, camino de casa y leyendo en el Kindle. No ha sido una jornada de curro particularmente inspiradora, pero como es mi primer día post-baja, he ido toda la mañana por la vida en plan marciano de Toy Story. Ya sabéis: el de "el gaaaaancho... se mueeeeve". Ahora estoy cansada y hambrienta, así que he perdido parte de mi entusiasmo. Aun así, me siento casi feliz mientras apoyo la cabeza contra la pared del vagón y toco la pantalla para pasar las páginas.
Entonces algo me sorprende. Es una lluvia sutil sobre mi Kindle. Un polvito ligero y blanco que cae tan despacio que casi puedo oír una musica de navidad. Miro al suelo y veo unos tacones marrones y unos tobillos con medias color café. Subo despacio la cabeza y recorro unos pantalones de pinza gris, una blusa color crema y un abrigo con pinta de caro.
Y justo encima de todo eso, debajo de una cuidada melena con mechas rubias, una mujer de mediana edad lleva la cartera en el codo y se está comiendo un Fresquito. Un Fresquito. Esos sobres con una piruleta en forma de lengua que se moja en pica-pica, se chupa con fruición y que cuando se te acaba el pica-pica pierde toda la gracia (¿alguien se ha terminado alguna vez la piruleta de un Fresquito?).
La mujer mira la lluvia de pica-pica, me mira a mí, chupa avergonzada su piruleta. Y yo tengo ganas de decirle que no se preocupe. Que la vida mola. Que está muy bien que se coma un Fresquito mientras vigila que nadie le robe su bonita cartera de piel. Y que tal día como hoy, de incorporación laboral y recuperación progresiva de esta vida que es mía, una lluvia de pica-pica en mitad del metro me parece casi un buen augurio.
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