massobreloslunes: 09/17/12

lunes, 17 de septiembre de 2012

Ola de pena

Esta mañana me he levantado tristona. En plan como se levanta la gente normalmente los lunes. Iba caminando por mi calle en plan me aprietan los vaqueros, estoy más que harta de la paleo dieta estricta, tengo frío pero no voy a subir otra vez a casa por la chaqueta, es súper temprano, me queda un montón indecente de horas antes de volver a mi dulce hogar, es SÚPER TEMPRANO, no quiero ver diabéticos hoy, echo de menos viajar. And so on.

De camino a la parada del autobús, todavía de noche, el primer día de escuela se iba haciendo notar. Paso junto al colegio que hay al lado de mi casa y alguien está abriendo la puerta en la oscuridad. Ni siquiera le veo la cara. Es esa persona de cuya existencia ni te percatas cuando eres pequeño, porque para ti el colegio simplemente está abierto siempre, está ahí. Después, al cruzar la calle, tres niños de unos once o doce años esperan junto a un coche a que el padre baje para llevarlos. Las mochilas parecen enormes, y ellos tienen las caras extrañadas del madrugón. "No he dormido nada esta noche", le escucho decir a uno mientras paso al lado frotándome los brazos.

El primer día de colegio no es malo. Te sorprende el fresquito de la mañana, eso sí, porque tú ya te creías que la temperatura no bajaba del calorazo que te encuentras cuando te levantas tardísimo en Andalucía un día de septiembre. Pero he aquí la cruda realidad: ya refresca, y estas horas también son ahora tus horas. Metías lo básico en la mochila: un cuaderno, la carpeta delgadita con hojas en blanco, el estuche con un surtido de bolis y rotuladores. El primer día de colegio yo todavía pensaba que podía ser, por una vez en la vida, organizada, ordenada y eficiente, así que lo apuntaba todo con mucho primor en la primera hoja de mi cuaderno y me proponía llevar siempre ordenada mi carpeta clasificadora. Después el caos se iba apoderando de mí y terminaba con todo mezclado y doblando los bordes de los libros que había olvidado forrar.

La verdad, desde que trabajo vivo desorientada. Antes estaba muy claro: vacaciones era igual a verano, estudiar era igual a todo lo que no era verano. Podía situarme bien en el calendario. Ahora septiembre me cuesta: buen tiempo y trabajar, ¿de qué me suena esto? ¿no lo he hecho ya en junio y en julio? ¿dónde estoy? Ya empieza a sonar la navidad como referencia temporal, y a mí se me pone la carne de gallina. Me he apuntado a un curso de Vipassana para esa fecha, pero aún no sé si tendré plaza.

Hoy ha sido como un primer día de colegio para mí. En el sentido de que ha sido el típico día en que te das cuenta de que, por muchas novedades que aparezcan, por contenta que te sientas en general, algunas cosas siguen, y siguen, y no se paran, y los días al fin y al cabo no son más que una sucesión de pequeñas tareas que tú te esfuerzas por terminar a tiempo. Extraño la libertad. Iba caminando por la calle y me he cruzado con un chico que se parecía a Jorge, mi anfitrión de Jaca, y he recordado la sensación cuando llegué al pueblo y le encontré con sus amigos jugando al ultimate frisbee. El estado mental de sorpresa y alegría que me acompañó durante todo el proyecto, y que te puede convertir en una verdadera yonki de viajar, de moverse, de no tener una lista que tachar al final del día.

Hago una pausa para intercambiar unos cuantos whassap con Joaco, que me agradece las fotos de la manifestación que he colgado en Facebook. Me pregunta por mis obesos y los llama "fartones" (porque se fartan). Oh, echo de menos a ese chico, las cosas como son, y mira que le conocí poco. Pero echo de menos justo eso: la sensación de ir conociéndole, su acento asturiano, su energía desmesurada.

Vuelvo a mis escritos y pienso en qué me falta ahora, y en realidad, hoy lo iba pensando, el mayor problema que tengo de un tiempo a esta parte es que me siento creativamente seca. Muy, muy seca. Es decir, que vengo aquí, me exprimo el cerebro y algo sale, porque tengo práctica, pero me falta un impulso, un proyecto, algo más profundo e intenso que estos posts. Y no sé de dónde sacarlo porque no tengo tiempo ni espacio mental; y también porque ya lo escribí hace bastante tiempo: para escribir con intensidad parece que necesito al amor o al desamor, y ahora mismo no tengo ninguna de las dos cosas.

En fin. No os dejéis engañar por este post: la ola de pena de otoño nos alcanza a todos y es difícil quedarse impertérrito cuando te cubre la cabeza con su melancólica espuma de anochecer temprano. Habrá proyectos. Habrá alegría. Y vive dios que habrá amor y/o desamor, porque mi corazón entusiasta no va a dejar que sea de otra manera.