Escribir todos los días sin necesidad de luchar conmigo misma es, sin duda, el mayor logro de mi vida adulta. Hoy quiero escribir sobre cómo he conseguido este logro por si ayuda a alguien, ya que en la lista de cosas que me proporcionan felicidad, sentido o llámalo X, la escritura está claramente la primera.
Hay un verbo en inglés difícilmente traducible: struggle. Yo lo entiendo como luchar trabajosamente con algo, esforzarse de forma incómoda. Los escritores struggleamos tela con el hábito de escribir. En mi caso, al menos, siempre ha sido así: una parte me decía "escribe", y la otra le contestaba "no me apetece". Luego, no sé cómo, me sentaba a escribir porque, como dice Paul Auster, "era mucho peor no hacerlo". Entraba en faena, me sentía feliz, no comprendía por qué lo había abandonado tanto tiempo. Luego paraba y todo volvía a empezar. Desesperante. Esto fue así hasta hace más o menos un año y medio, cuando me desafié a escribir todos los días durante un mes: el Michelian Challenge. Lo completé entero y cuando terminé decidí seguir así un tiempo más, hasta que me di cuenta de que no podía parar. Desde entonces, escribo aquí casi todos los días, salvo fines de semana muy intensos y/o ocasiones especiales.
Ya lo comenté hace un par de entradas. Lo increíble no es que me siente a escribir. Lo increíble es que me cuesta un esfuerzo mínimo. Es lo que me pide el cuerpo a última hora del día y, de hecho, también en otros momentos. Ahora mismo es sábado, son las nueve menos cuarto de la mañana y lo primero que he hecho al despertar, después de remolonear un rato y hacer café para un regimiento, es sentarme aquí. Del tirón. Sin ningún tipo de lucha interior.
Considerando el Michelian Challenge, la respuesta parece obvia: si quieres escribir todos los días, propónte hacerlo durante un mes y asunto resuelto. Yo creo que no es tan fácil. Creo que no cualquier persona puede escribir un mes y encontrarse con que le resulta sencillísimo seguir así toda la vida. Yo llevaba mucho tiempo escribiendo antes del Michelian Challenge; creo que lo que me dio aquel mes fue una estructura definida donde encajar mis ganas y mis habilidades.
Así que bueno, voy a hacer un análisis un poco a mi manera de qué pienso que puede estar detrás de mi hábito de escritura, y de cómo creo que otra persona puede conseguirlo también. Anticipo que no tengo claro que cualquiera pueda escribir todos los días y disfrutarlo, pero bueno; sabéis que mi confianza en la capacidad de cambio de la gente es bastante poderosa.
CÓMO ESCRIBIR TODOS LOS DÍAS: un miniensayo idiosincrásico
1. Disfruta escribiendo (y leyendo lo que escribes)
Esto es básico. Si no disfrutas escribiendo y leyendo lo que escribes, no entiendo cómo carajo pretendes construir un hábito saludable a partir de ello. A mí me gusta muchísimo escribir y releer lo que escribo. Sé que puedo mejorar, y siempre pienso que otro escritor con más talento sería capaz de darle una vuelta de tuerca a las cosas que yo todavía no termino de lograr. Pero creo que escribo bien (hala, ya lo he dicho). De todas formas, si después de veinte años escribiendo no lo hiciera medio bien, sería para pegarme un tiro.
¿Cómo hace uno para disfrutar escribiendo? No es algo que se tiene o no se tiene; creo que hay factores que influyen y que, hasta cierto punto, uno puede trabajar para crearlos.
Flow
El flow lo describió Csíksztentmihalyi como un estado óptimo de motivación intrínseca en el que uno se encuentra completamente absorto en lo que hace. Motivación intrínseca quiere decir que no te importa recibir o no una recompensa externa, porque el estado en el que entras mientras realizas esa actividad es lo bastante agradable como para constituir un premio en sí. Cuando escribes en flow, te apetece escribir porque disfrutas mientras lo haces.
Decía el protagonista de La velocidad de la luz que, llegado un punto, se dio cuenta de que él no quería escribir, sino haber escrito. Igual que hay gente a la que no le gusta escalar, sino el rollito de la escalada, hay gente a la que le gusta el rollito de la escritura. Decir que eres escritor. Beber café negro. Llevar gafas de pasta. Torturarse. Pero te vas a tener que pasar un montón de horas tú solo como un capullo delante del ordenador, así que si no te gusta escribir mientras escribes, la llevas clara.
El problema es que cuando uno empieza a escribir, a menudo se parece demasiado a bañar a un gato. Tú no quieres, el gato no quiere, el proceso es doloroso y el resultado es discutible. Queremos hacerlo muy bien, así que escribimos una frase, no nos gusta y la borramos. Escribimos otra, cambiamos varias veces de verbo, la borramos. Lo comparamos mentalmente con todos los libros que nos han gustado alguna vez y lo odiamos. Y así, sucesivamente. Esto complica bastante entrar en flow.
El primer paso, entonces, es construir un hábito de escritura desatada, o sin censuras, o automática; llámalo X. El gozo de escribir, diga lo que diga mi querido M., viene muy bien para eso. La idea es escribir sin censuras, sin volver atrás, sin preocuparse demasiado por un resultado perfecto. Bajar al mínimo las expectativas sobre el texto y recordar algo que a veces se nos olvida: que siempre hay tiempo para corregir después.
Para mí el flow en escritura se parece a hilar la lana. A convertir el material algodonoso y multiforme de la mente en una sola hebra, sólida y larga, con un principio, un final y un montón de bonitos y prácticos signos de puntuación en medio. Nunca jamás estaremos contentos con esa hebra, porque el material con el que trabaja la mente es inmenso, variado y evocador, y aunque las palabras son mágicas y lo que tú quieras, las pobrecitas tienen sus limitaciones. Si una imagen vale más que mil palabras y nuestro cerebro está lleno de imágenes (y de música, olores, sabores y pensamientos veloces que apenas sabemos expresar), calculad cómo de lejos se queda del material mental el mejor texto del mundo.
Aun así, a mí personalmente me da paz interior el hecho de poder sacar esa hebra. Me tranquiliza. Por un momento, se callan todas las demás voces. Es un proceso sumamente agradable.
Si quieres saber si entras en flow escribiendo, he inventado un test: el Test de la Sonda. Antes de sentarte a escribir, bebe un montón de agua. Si llega un momento en que no te queda más remedio que ir al baño, pero estás tan metido en lo que escribes que no te importaría ponerte una sonda para seguir, has entrado en flow.
Escribir bien
Que sí, que hay que darse permiso para escribir basura, y no censurarse en los primeros borradores, y blablablá. Pero también hay que dejarse de ombliguismo, pajas mentales y relativismo artístico y empeñarse con esfuerzo en Escribir Bien.
Escribir Bien según tú, por supuesto, porque quieres hacerlo como condición para a) disfrutar escribiendo y releyendo y b) que otros te lean y te motiven a seguir. Si a ti no te gusta lo que escribes, no disfrutarás del resultado, y tampoco conseguirás establecer un contacto verdadero con tus lectores. Los escritores que dice "qué va, si lo que hago es una mierda" mientras otros intentan convencerles de que está muy bien me parecen raros. Es decir: a mí no me gusta, a ti sí, ¿cómo voy a respetarte entonces, si dices que te encanta algo que a mí me parece una mierda? Así las cosas, o como escritor eres sincero y reconoces que te encantas, o te esfuerzas para producir algo que te guste un poco.
Para Escribir Bien de acuerdo contigo mismo, es necesario que leas muchísimo y que corrijas muchísimo.
Leer muchísimo: obvio. Si quieres escribir ficción, lee ficción; si quieres escribir ensayos, lee ensayos; si quieres escribir un blog, lee (buenos) blogs. No te termines libros que no te gusten. La vida es corta. Lee sólo libros que te encanten. No te esfuerces por tragarte algo que todo el mundo dice que es bueno y que a ti te aburre. Nadie te va a dar palmaditas en la espalda por haber leído a Proust. A veces hay que hacer un esfuerzo, sí; lee a Faulkner para ver a qué sabe. Pero si te cuesta la misma vida, déjalo y pasa a otra cosa.
La única forma de que se imprima poderosamente en tu cerebro la idea platónica de cómo deberían ser tus textos es que leas. Y que leas mucho de lo que te encanta. Después, trata de analizar los mecanismos que utiliza el autor. Para esto es necesario que escribas. Una vez que te hayas enfrentado a solitarios problemas de escritor, estarás más atento para enterarte de cómo los solucionan otros. Quizá la primera vez que leas a Franzen no te llame la atención cómo resume un año del tiempo de la novela en tres párrafos. Cuando hayas intentado hacerlo tú y fracasado de forma humillante, te fijarás.
Corregir muchísimo: no confundamos la parte de escritura desatada con autocomplacencia. No todo lo que sale de tu cerebro es bueno. Si tienes claro cómo quieres escribir, porque has leído muchísimo y quieres que la gente sienta lo que sientes tú con la buena literatura, es necesario que corrijas. Que de forma consciente te plantees en qué se diferencian tus textos de los de los autores a los que amas. Es complicado y muy, muy sutil, sobre todo una vez que alcanzas un nivel aceptable, pero puede hacerse. Como decía el Che, tienes que endurecerte sin perder la ternura.
Como consejo para principiantes, normalmente vas a beneficiarte de borrar. Los primeros escritores tienden a pasarse con los adjetivos, detalles, metáforas, descripciones, etcétera. Intenta escribir de forma que el recorrido de tus palabras se parezca a tu recorrido mental. Si cuando te levantas y te preparas el café te llama la atención el zumbido de la cafetera porque te recuerda al torno del dentista, o si siempre se te ocurre que deberías cambiar el filtro y nunca lo haces, escribe eso. Los humanos somos asquerosamente parecidos unos a otros, así que es probable que el movimiento de la mente de tus lectores se parezca al tuyo, y que esa identificación les guste y les conmueva. No te empeñes en describirlo todo si en tu realidad no lo observas todo. No hay mucho más secreto.
Escribe con corrección, por el amor de Dios. Sin faltas. Utiliza las palabras con propiedad, y cuando tengas una mínima duda, consúltalo en la RAE o en Google. En esta época no hay excusas que valgan. Aprende a puntuar. En serio. La puntuación no es arbitraria, no está sujeta al relativismo ni a la opinión del escritor. Existen una reglas sobre ella que pretenden hacerle la vida más fácil a tu lector.
Los dos errores más comunes de puntuación son los siguientes: puntuar como se habla y abusar de la coma.
- Puntuar como se habla quiere decir que haces corresponder las pausas al hablar con los signos de puntuación. Por eso es tan común la gente que pone coma delante del sujeto
- Abusar de las comas. Respóndeme a una pregunta: ¿eres Saramago? ¿No? En ese caso, deja tranquilas a las comas. Aprende a usar otros nexos. Utiliza a tus amigas las conjunciones, subordina oraciones, atrévete con los dos puntos o el punto y coma. Ante la duda acerca de si una frase es demasiado larga, divídela en dos con un punto y seguido.
Aprende a puntuar, te lo suplico. Sé que con este tema me pongo violenta, y que la gente después me escribe los mails acojonada, pero no es lo mismo mandar un mail que pretender ser escritor. Decía Rafael Fernández que no entendía por qué la gente se metía con él cuando publicaba los libros sin corregir, con faltas de ortografía. A ver, bicho: pues porque la ortografía, la gramática y la puntuación son PUTOS BÁSICOS. No tendrías que corregirlos demasiado después; deberías saberlos. Y corregirlos después, por si acaso. Son normas de cortesía. Facilitan que la gente te lea. Evitan confusiones, atascos y pensamientos intrusivos del tipo de "DIOS, ¿en serio has puesto una coma detrás del sujeto?" (le pasó a una amiga).
Ojo: sí estoy de acuerdo con Rafa en que las faltas las comete quien escribe, en que si escribes mucho siempre se te cuela algo y en que hay normas y convenciones de la RAE tan ortopédicas que a veces te las pasas por el forro. Pero uno se esfuerza por conocerlas, las examina y decide de una vez si va a seguir poniéndole la tilde a "sólo" cuando significa "solamente". No se dedica a escribir, a no corregir bien porque no quiere o no sabe y a defender que eso es el preciado producto bruto de su privilegiada mente.
Después de este arrebato de nazismo lingüístico, voy a tomarme una pausa y una tila, por ese orden.
Uf.
Listo. Continuemos.
Relee, relee, relee. Es parte de corregir y de Escribir Bien. Empecé a escribir esto a las ocho y media. Son las doce y veinte, y sólo he parado media hora para desayunar. Es sábado. Podría estar paseando, o de cañas, o tomando café y leyendo, o de compras, y estoy aquí sentada, releyendo este texto por cuarta vez para dejarlo lo mejor que sepa.
Releer es un arte y un coñazo. Porque relees, cambias algo y tienes que re-releer la frase, el párrafo y el texto entero, para que lo que has cambiado encaje con lo demás. Tienes que ser capaz de identificar lo que no queda claro, de alterar el orden de las frases confusas, detectar las palabras que se repiten, corregir errores... Un post decente debería ser releído al menos tres veces; un texto importante, al menos diez y en distintos días.
Estos últimos párrafos han quedado un poco estrictos, pero créeme cuando te digo que escribir cada vez mejor es fundamental para que te apetezca y te compense escribir todos los días. Y se puede, así que déjate de misticismos y de aires de poeta incomprendido y TRABAJA.
Escribir sobre lo que te gusta
Si quieres disfrutar escribiendo y releyendo, escribe sobre lo que te gusta a ti. Sobre lo que te interesa, te mueve y te apasiona a ti. Hay gente para todo y existe Internet, así que si eres auténtico encontrarás a un grupo de frikis que disfrute con lo que haces. Si te empeñas en escribir sobre algo porque deberías hacerlo, no disfrutarás escribiendo ni releyendo. Yo escribo sobre mi vida porque mi vida me mola. Me interesa. Me gusta repasar después los posts como si fueran un álbum de recuerdos; me da otra visión. También escribo sobre psicología, nutrición, Acné del Averno y otros temas; cuando algo me interesa más, escribo sobre ello y no me preocupa que haya temas, como la actualidad política, que en este blog ni se huelan. No me gusta escribir sobre política o sociedad, y me da igual lo teóricamente beneficioso o éticamente correcto que se considere. Yo escribo sobre lo que me gusta, y me alegro mucho de que a la gente también le guste y se identifique, porque me hace sentirme menos rara. Y está claro que no escribo para mí, porque lo publico en Internet. Pero me interesa lo que escribo y me interesa releerme después, y eso es clave.
Crear flow, leer muchísimo y escribir bien son tres procesos que se nutren entre sí. Mientras mejor leas, más escribirás; mientras más corrijas, releas y pulas tu estilo, más te saldrán los textos aceptablemente escritos en el primer borrador, y eso ayudará a tu flow. Está muy bien escribir sin preocuparse de nada, blablablá, cabellos al viento, pero cuando además te está gustando la forma que le das a medida que sale de tus manos, te lo pasas mejor. Al menos yo.
2. Crea los hábitos auxiliares
Para escribir todos los días un rato es necesario trabajar durante el resto del tiempo de vigilia. El mayor obstáculo para escribir todos los días es sentarte al ordenador y pensar que no tienes nada que decir, así que procura buscarlo el resto del tiempo. No es cierto que no tengas nada; siempre hay algo que decir. Aun así, si no eres capaz de darle materia prima a tu cerebro en los primeros minutos, es posible que te desmoralices y pases a otra cosa.
Con el tiempo, esto también mejorará. Ya lo he contado algunas veces y es cien por cien verídico: a veces me siento al ordenador y me paso diez minutos mirando la página de blogger, y después escribo tres primeras versiones de un post y las borro. A veces escribo cinco párrafos y descubro que el verdadero comienzo está en el sexto, así que borro los anteriores. Pero esto sólo me ha pasado después de llegar al punto de "no puedo no escribir"; antes, sencillamente, me levantaba y me iba a la cama.
Esto quiere decir que además de entrenar la disciplina para sentarte a escribir, tienes que entrenar la disciplina para mirar el mundo, generar ideas y, a ser posible, apuntar las cosas. Personalmente, confío en que antes de morirme conseguiré implantar el hábito de apuntar mis ideas. De momento, voy despacio: o no las apunto, o después no las miro. Creo que me beneficiaría mucho de hacer las dos cosas, pero bueno; baby steps.
Lo de mirar el mundo sí es importante. Observa lo que te rodea. Observa a la gente. Escribir bien no es una oda al narcisismo. Si los demás te importan tres cojones, podrás escribir algo sobre ti y tu increíble vida interior, pero llegará un punto en que cansarás a tus lectores. Hay que salir fuera.
El amor y la curiosidad también se entrenan. Este otoño me dio por intentar aprender a dibujar retratos. Imprimí algunas fotos bonitas y me pasaba las tardes lápiz en mano. Cuando llevaba un tiempo practicando, me di cuenta de que la gente ya no me parecía fea. Me fijaba en los rasgos sin juzgarlos, intentando identificar las líneas, las luces y las sombras. Escribiendo pasa un poco lo mismo: cuando empiezas a observar con atención y a reflejar lo que observas, dejas de juzgar. Las cosas ya no son buenas ni malas: son, y se alinean una frente a otra en igualdad de material literario.
Por supuesto, tienes que reservar un espacio de tiempo para escribir. En mi caso, creo que uno de los ingredientes para conseguir escribir a diario es que no tengo otro hábito que compita. Algún día me echaré novio, y entonces sí que tendremos un problema. Cuando vivía sola, no hacía nada después de cenar que no fuera escribir: no tenía costumbre de ver la tele, ni de leer antes de dormir, ni nadie con quien hablar, así que escribía. Ahora vivo con Cris, pero como tengo el hábito insertado en mi cerebro, primero me meto en la habitación con la puerta abierta para no ser maleducada, y cuando al cabo de un rato la tele me está sacando de quicio, asomo la cabeza, digo algo como "mhsmshscribir" y cierro la puerta. Y escribo.
Esto vale para cualquier hábito. El día sólo tiene veinticuatro horas, y en principio tú ya las tienes todas cubiertas, así que decide qué vas a dejar de hacer para escribir. Esto es indispensable. No pretenderás alterar las leyes del espacio-tiempo para jugar a ser escritor. La renuncia es un elemento indispensable en cualquier cambio.
3. Encuentra a alguien que te lea todos los días
Creo que el Michelian Challenge tuvo dos efectos importantes para mí. En primer lugar, como ya he dicho, me dio una estructura: todos los días, antes de dormir, siéntate y escribe (o, en momentos de precariedad internetil: corre ordenador en mano hasta la plaza de la catedral, pilla la wi-fi y escribe). En segundo lugar, acostumbró a los lectores a leerme todos los días. Como yo soy una chica muy considerada, llegué a un punto en el que no quería decepcionar a nadie. Esto os va a parecer una chorrada como un piano, pero imaginar que alguien llega al blog esperando encontrar algo nuevo y no lo encuentra es lo bastante aversivo como para hacerme escribir.
Una rutina diaria es una cosa seria. Los hábitos tienen distintas frecuencias: algunos se hacen un par de veces al año (ir a ver a los abuelos al pueblo, donar sangre), otros todas las semanas (desayunar en el bar de abajo los domingos) y otros todos los días. La diferencia entre hacer algo todos los días y hacerlo cada dos o tres días es abismal. No hay hábito en algo que se hace cada dos o tres días. Pierde toda la estructura. Por eso hay gente que cuenta que me lee todas las mañanas, mientras se toma el café, o por las noches antes de dormir, y eso me resulta mucho más potente que si publicara cada dos o tres días y la gente mirara el blog cuando se acuerda.
Sencillamente, no puedo defraudar a mis lectores. Esto suena un poco creído, pero os lo digo como lo siento.
Encontrar a alguien que te lea todos los días no es fácil. Tienes que escribir todos los días y tienes que hacerlo lo bastante bien como para que la gente vuelva. Todos los puntos anteriores vuelven a ser necesarios: lee, escribe, disfruta, corrige, relee, escribe más, publica, mejora, contacta, escribe, y así sucesivamente.
Como verás, no es nada fácil escribir todos los días. Pues claro que no. ¿Cómo va a serlo? Escribir no es fácil. Supone ponerte en contacto con partes de ti mismo que la mayoría de la gente ignora de forma sistemática. Casi nadie se pasa el día examinando y registrando sus emociones y su percepción de lo feo o bello. Casi nadie hace el esfuerzo de averiguar qué es lo que piensa verdaderamente sobre las cosas, sacarlo fuera y después, cuando ya está hecho polvo, tomarse encima la molestia de corregirlo y pulirlo para que se acerque a su ideal de belleza, y encima tener el valor o el narcisismo de enseñárselo al mundo. Obligarse a uno mismo a hacer eso todos los días es casi hercúleo. Hacerlo durante el tiempo suficiente como para que deje de ser obligación y se convierta primero en hábito y después en necesidad es todavía más alucinante.
¿Se entiende ahora lo que quiero decir con "el mayor logro de mi vida adulta"? Es así. Literalmente.
Esto no es una guía en pasos sencillos. Es mi propia hoja de ruta, e insisto en que me ha costado un montón llegar hasta aquí, y en que no tengo claro que sabiendo lo que sé ahora pudiera haberlo hecho en menos tiempo. Es decir, que si ahora mismo no escribes nada-de-nada, llegar a escribir todos los días sin esfuerzo igual te cuesta veinte años. No me digas que no te lo advertí.
La cuestión, creo yo, está en no tomarse esto como un sencillo camino por etapas que uno empieza y termina en un tiempo determinado, como la dieta Dukan. Esto es más serio. Es una vía hacia la felicidad, la sabiduría, el multiorgasmo y muchos otros beneficios. Te dará unas raíces muy sólidas en el mundo, un centro al que volver siempre, un camino directo y barato hacia la cordura y el contacto con los otros. Lo que quiere decir que te lo puedes plantear perfectamente como uno de tus tres o cuatro grandes objetivos vitales. Algo como "encontrar el amor, escalar 8a y escribir todos los días", o "descubrir la vacuna contra el sida, tener un hijo y escribir todos los días". Para mí (personalmente) merece la pena hasta ese punto.
Si te lo planteas así y le echas paciencia, puedes empezar a trabajar todo lo anterior. Lucha trabajosamente con ello. Strugglea. Comprométete a fallar. Busca el flow, aprende a puntuar, da la vara a la gente con tus escritos y corrígete en serio. Escribe sobre lo que amas, observa la vida, cómprate una libreta y llévala contigo. Deja de escribir un mes porque estás hasta los huevos. Después escribe otra vez. Lucha trabajosamente durante unos cuantos años y en algún momento las piezas harán click, se te ocurrirá algo parecido al Michelian Challenge y cuando te quieras dar cuenta tendrás un problema serio con la escritura diaria y te habrás convertido en una yonki.
En ese momento, te darás cuenta de que todo ha merecido la pena.