massobreloslunes: 02/01/12

miércoles, 1 de febrero de 2012

Moda, consumo, cosas con cosas

Antes que nada quiero decir que estoy cansada pero cansada de verdad, en plan que he tendido la mitad de la ropa y la otra mitad la he esparcido por el sofá con la esperanza de que se seque en algún punto. Y encima yo quería escribir un microcuento interesante e irme a la cama, pero me pueden las ansias. Y encima ahora mismo voy a parar de escribir y voy a pintarme las uñas, porque mi rojo favorito de la vida, el rouge casino de Bourjois, se está descascarillando y parezco una choni.

Fin del inciso. Mis preciosas uñas pintadas del tono 70 del Deliplus os saludan. Que, por cierto, qué les costaría a los de Deliplus inventar nombres bonitos para los esmaltes. A este concretamente yo lo llamaría algo como Guinda Deep o Purple Cherry, porque es una mezcla entre violeta y guinda y tiene chispititas.

Y ahora, después de ganar el premio a los dos párrafos introductorios más terribles de la historia y después de perder por el camino a, por lo menos, tres lectores masculinos (apuesto por Rorschach, Míchel y Byron), comencemos.

La moda está bien para quien la quiera. A mí me gusta así en el plano abstracto. Me gusta la ropa bonita y me encantan los zapatos bonitos. Cuando veo a una chica guapa y bien vestida en casi cualquier estilo, me encanta y la envidio. Mi amiga María decía que mi estilo es no tener estilo. Pero ojo: yo no creo que ir bien vestida sea patrimonio de tías exquisitas con un sentido del gusto tocado por los ángeles. Cuando estudiaba el PIR me leía las revistas de moda-cotilleos en la hemeroteca, y realmente no es tan difícil. Sigues cuatro tendencias, lo combinas con un mínimo sentido del color y conocimiento de tus limitaciones físicas y voilà: ya vas aceptablemente fashion.

El tema es que la moda es una afición que se basa en dos elementos: tiempo y dinero. El tiempo está bien que se lo dediques si te gusta. Si tu rollo es ir por las tiendas memorizando cortes, colores y precios, comparando y buscando entre todos los blazer azul marino del planeta cuál le pega a tu nuevo minivestido fantasía, adelante. A mí, no obstante, se me ocurren así sin darle muchas vueltas como veinte ocupaciones mejores para mi tiempo libre.

El tema del dinero ya me parece más patológico. Yo últimamente tengo un poco de crisis acerca de esta forma de vivir que tenemos los humanos del primer mundo. Estamos rodeados de cosas bonitas y es muy fácil sentirnos tentados por ellas. Hay mucha, mucha gente que vive de intentar convencernos día tras día de que necesitamos esas cosas bonitas. Y las compramos, usamos y tiramos a un ritmo que nos va a dejar sin planeta y sin recursos antes de que nos de tiempo a decir pantalones de pitillo.

En un plano más concreto, vas de compras tal día como hoy. Y ves una falda. Una falda preciosa, semiacampanada y de un extraño color burdeos. Te la pruebas y te encanta. Pero en realidad no tienes nada que te pegue con la falda, así que buscas una camiseta. Y después unas medias, porque las marrones que tienes no van con ese burdeos, y has pensado combinarlas con unas grises. Y luego quizá unas botas, porque tus botines no combinan con el estilo, y por supuesto unos pendientes en tonos cobre que le van estupendos. ¿Y para qué todo esto? ¿No tenías faldas ya? ¿Te hacía falta? ¿La necesitabas? El tema del comprar y el consumir es que nunca le vas a ver un fin. Está planteado para eso.

Yo sé que la vida son dos días y que uno no puede andar sintiéndose culpable por todo. Que está bien tener cosas bonitas y sentirse guapa y atractiva. Pero a mí personalmente me gustaría ir tendiendo poco a poco hacia la austeridad. Tener cosas bonitas, sí, pero menos. Pensar bien en lo que compro y en lo que tiro. Me va a resultar complicado, porque yo soy tipo impulsiva y en realidad el dinero no me importa tanto. Mi actitud en ese sentido es más bien de "me lo gasto porque quiero y para eso lo gano", y es muy complicado distinguir la frontera entre lo que necesito y lo que quiero. Ya hace tiempo, de hecho, que me propuse cambiar una palabra por la otra. "Necesito unos vaqueros". Mentira cochina: necesito oxígeno, amor y agua, pero no necesito unos vaqueros. Los quiero. Me vendrían bien. Pero no los necesito.

Así que estas rebajas he puesto en marcha una política de gasto cero. No me he comprado nada. ¿Para qué? Tengo mucha ropa ya. Comprando en rebajas no estás ahorrando. Estás gastando. Si te compras por seis euros una camiseta que valía doce, no ahorras seis: gastas seis. Ahorrar es no comprarte nada.

En realidad yo quería escribir sobre la moda en un tono así lúdico y, sin embargo, me ha quedado un post medio panfletario. Pero es que me preocupa un poco esta vida absurda. Creo que estamos muy dispersos, que se nos están yendo en chorradas el tiempo y el dinero. A mí la primera. La pregunta clave es cómo vivir y cómo tomar las miles de decisiones que componen nuestra rutina, y en lo relativo a la moda creo que hay que tomar partido. Te complicas la vida siguiéndola o la simplificas, y yo estoy por simplificar.

(Excepto con los esmaltes, que conste. Que el Deep Purple Guinda Cherry es maravilloso y vale como dos euros y medio)

(Y siguiendo con la línea de cosas que no me convencen de la vida moderna, sigo sin pillarle el punto a Twitter. Lo estoy intentando, más que nada por hacerle publicidad al blog. Pero como en un mes siga pareciéndome la misma chorrada colectiva que me parece ahora, creo que voy a pasar)

(Estoy muy, muy cansada y muy poco orgullosa de cómo ha quedado este post, pero qué le vamos a hacer)