A veces no se trata del amor. A veces el amor está, porque amar a alguien, como creo que ya he dicho alguna vez, debería ser un camino de una sola dirección, no interruptor que se enciende y se apaga. Uno empieza a amar y a partir de ahí el indicador sólo debería aumentar, porque al fin y al cabo a medida que pasa el tiempo se conoce más a la persona, y el conocimiento íntimo de alguien, el contacto con sus fuerzas y sus debilidades y su luz y su oscuridad, no podría hacer otra cosa que ayudarnos a profundizar en lo que sentimos por esa persona.
A veces no se trata del amor, sino de estar en pareja, y no es lo mismo.
Porque en ocasiones se ama, y se ama mucho y, sin embargo, estar en pareja no es una buena idea. A una pareja se le exigen requisitos, y muchos, mientras que para amar a alguien hay que aceptarle tal y como es. El amor es incondicional, pero la pareja no puede serlo, porque es más que un estado de ánimo: es una sociedad emocional y espiritual, un equipo de dos que sirve para hacerse un poco más fuerte en el combate extraño de la vida.
Así que para mí no sirve "nos queremos y ya está". Yo pido "nos queremos, nos entendemos, nos apoyamos y vamos por el mismo camino hacia los mismos objetivos". Como mínimo.
En este post hablaba de que la cuestión al elegir pareja es que, a medida que aumenta el nivel de exigencia, disminuye la posibilidad de encontrar a alguien que lo alcance. Yo he tomado una decisión. Lo quiero todo. Después de darle vueltas a todo este tema de las relaciones, la pareja, el amor y blablabla, he decidido no perder la esperanza. No plantarme con un premio mediano, como en los concursos de televisión; esperar al premio grande o quedarme sin nada. Existen los grandes amores, y yo estoy dispuesta a acabar sola si no encuentro el mío. Y ojo, que grande no es perfecto. Grande es grande.
Poco a poco se va perfilando frente a mí el recorrido que quiero que siga mi vida, y la persona que quiera hacerlo conmigo tiene que verlo con la misma claridad que yo. Porque si no acabará preguntándome a dónde narices vamos y sentándose a comer su bocadillo a un lado de la cuneta.