Queridos todos:
Vamos a dejarnos ya de subnormalidades profundas y autocompasivas y a escribir sobre el Evento Más Grande de mi vida adulta. Que no va a ser mi bodorrio, el nacimiento de mi primer hijo ni la publicación de mi libro; las celivibraciones, el egoísmo y la autoedición lo van a poner complicado. El Evento Más Grande de mi vida adulta hasta la fecha es el increíble y fabuloso viaje que voy a emprender por las tierras americanas, y que después de darle unas cuantas vueltas he decidido bautizar como Crazy American Climbing Project o CACP.
Crazy porque es crazy. Vamos a reconocerlo. Yo, metro y medio de rubia miedica y sedentaria, empiezo a escalar, y dos años después lo que parecía una afición se ha convertido en una enfermedad. Así que aquí me hallo, desafiando a los elementos, ignorando las calamidades y buscando compañeros de cordada debajo de las piedras. Una cosa lleva a la otra, conozco a una gente muy maja que se muda a la meca de la escalada, junto unos euros con el aguinaldo de navidad y voilá! A cruzar el charco con los gatos en la mochila.
Ésa es mi vida. Se lo cuento a la Marina del pasado y no se lo cree.
Que no es por el viaje en sí, que peores cosas se han visto, sino por lo de escalar como si no hubiera un mañana. Escalo más bien mal, en serio.Tengo muy poca idea y mucho miedo, e intento compensar mis carencias con un amor bastante absurdo. Escalar con desconocidos en sitios remotos de habla extranjera se sale tanto, TANTO de la zona de confort de casi cualquier humano que a veces temo que se me haya ido la cabeza.
No importa: es una bonita locura.
American porque transcurrirá en gringolandia. ¿Dónde? No lo tengo claro. Me he aprendido la parte oeste del mapa casi de memoria, pero sigo sin comprender que no me puedo teletransportar del Gran Cañón a Yellowstone y después a Nuevo México, y además dejar tiempo y espacio para escalar en Boulder hasta vomitar. No, Marina. Hay que elegir. Patrick, mi reciente compañero boulderita de escalada en Madrid, me ha dicho unas sesenta veces que visite Utah. A mí así a priori no me llamaba la atención, pero parece que hay una naturaleza brutal, escalada en arenisca y mormones polígamos, así que quizá vaya.
La verdad es que me da un poco igual qué ver. Yo me entusiasmo con cualquier cosita. Prefiero sitios menos turísticos, aunque sean menos bonitos. Sobre todo, quiero naturaleza, y silencio, y que no me pegue tiros un maníaco, y escalar (ver punto tres).
Climbing porque bueno, reitero lo del punto uno. Pero es que además, hasta hace dos semanas yo quería escalar un poco, sí, pero también hacer un poco de turismo. Lo que pasa es que después he salido a la roca unas cuantas veces con el fanático de Patrick y bueno, ahora lo que quiero es escalar hasta que me levante un día por la mañana y diga "uf, escalar, qué coñazo".
De hecho, mi plan para los primeros días era: llegar a Denver, dormir allí un par de noches con un couchsurfero meditador majísimo que he localizado, conocer a Peggy Emch de The Primal Parent y tirar para Boulder con la calma. Pero esta tarde me ha escrito Pablo, que también está enfermo de fanatismo, algo como:
"Marina, sé que el domingo te vas a querer morir de jet lag, pero dan bueno y había pensado ir a escalar en granito a 45 minutos de Boulder. ¿Qué te parece?".
Yo: "I'm in".
Así que ni visita, ni Peggy, ni nada. Dormir en Denver, tirar para Boulder y domar a mis ritmos circadianos a base de pasar miedo en el granito. Hu ha.
Project porque mola como palabra final del acrónimo y porque mi vida es un poco así: un proyecto interminable. También porque esto de los USA me viene de antiguo. Es uno de los sueños de mi vida, junto con aprender a tocar el piano (check), participar en un musical (check) y escalar (check).
[Nota: los sueños que me quedan ahora son:
- Dedicar un periodo de mi vida sólo a escribir.
- Escribir una novela.
- Escalar grandes paredes, aunque no sé si soy capaz de eso.
- Iluminarme o, por lo menos, purificar lo bastante mi mente como para ser toda amor, compasión y sabiduría celivibratoria]
Así que ahí estamos. Esta mañana me he dedicado a estudiarme mi guía de los parques naturales del oeste, mientras me esforzaba por planear sobre el ambiente de Muertelandia sin que me tocara. Por la tarde he ido a Decathlon y me he comprado otros pantalones de montaña, un par de sudaderas, calcetines y unos vaqueros casual de escalotrekking que molan tanto que quiero ponérmelos todo el rato.
La ropa de montaña, por otra parte, es el mal. No la comprendo. Las mezclas entre impermeable y transpirable, así como el orden y momento en que hay que ponerse las cosas, escapan a mi entendimiento. Porque a ver: tenemos la camiseta, el polar, el cortavientos, el impermeable y el plumas. ¿En qué orden va eso para estar calentito y no mojarse? Porque no es tan sencillo. Si es impermeable, no transpira, y entonces con el sudor algunas cosas pierden propiedades térmicas. El plumas cala. El cortavientos no abriga. Si el cortavientos va ajustado, no te cabe debajo el polar. Todo carece de sentido, querido lector.
Me voy a dormir, que pensaba escribir cuatro chorradas sobre el viaje y, para variar, se me ha ido la mano con la extensión. Mañana os sigo contando cosas como "la aventura de ingresar mi hucha de monedas" o "obesidad y matanzas: mis dos principales miedos antes del CACP". Nos leemos :)
PD: Gracias a todos por el feedback del post de ayer. Sigo dándole vueltas al tema y considerando las distintas opciones.