massobreloslunes: septiembre 2015

lunes, 14 de septiembre de 2015

De cómo conocí a vuestro Pablo (la explicación cuántica)

Como no le he contado a Pablo que estoy publicando aquí, puedo escribir sobre él de forma medio escondida, casi secreta, y decir que es fantástico sin sentir que le estoy haciendo la pelota. Así que hoy os voy a contar la verdadera razón de por qué conocí a Pablo. Esto es un secreto, que conste, porque yo siempre me posiciono en contra de la ley de la atracción y de las creencias pseudomágicas. Pero he aquí lo que me pasó a mí:

Hace ahora dos años y cuatro meses, fui de viaje a EEUU. El primer fin de semana que pasé allí, Pablo y Jenna me invitaron a ir con ellos de Camping a Shelf Road. Alquilé en el REI (una especie de Decathlon extremadamente profesional) un saco de dormir, pero no quedaban de mujer y me dieron de hombre. Pablo y Jenna me prestaron una tienda para que durmiera y yo me metí en mi saco de hombre, que era demasiado grande y fino para mí. Me congelé de frío toda la noche. Recuerdo aquella noche como una de las más solitarias de mi vida. Era la metáfora perfecta: estaba muerta de frío y no podía hacer nada para escapar.

Al día siguiente, mientras caminábamos hacia el sector de escalada, tuve un pensamiento alto y claro. Me dirigí al hombre de mi vida, ese que yo sabía que estaba en alguna parte, y le dije: "Ya me he hartado de esperarte. Te necesito ahora. Ven ya, por favor".

Y una semana después, conocí a Pablo.

Curioso, ¿no?

Probablemente fue casualidad. Pero quién sabe si de mi frío y mi soledad, y de todos esos años que pasé tratando de ser mejor persona para merecerme a mi chico cuando llegara, surgió un único pensamiento, poderoso cual patronus de Harry Potter, que convocó a Pablo desde un remoto rincón del sur de Colorado.

Eso era lo que quería contaros hoy.

Posdata: tengo escrito un post sobre esa noche, pero no me apetece enlazarlo. Lo podéis buscar en los archivos si os apetece, o en google; creo que se titula "todos los fríos el frío".
Posdata 2: sí, es probable que haya tardado más en escribir la posdata que en enlazar el post.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Nicole Arbour y "Dear fat people"

Pues resulta que hace poco vi en Facebook el vídeo más estúpido y ofensivo con el que me he topado en los últimos meses. Es un vídeo de una tipa que se hace llamar cómica y a la que no había visto nunca: una rubia con grandes ojos azules llamada Nicole Arbour.

No os animo a que lo veáis porque son seis minutos de vuestra vida que no vais a recuperar jamás. En lugar de eso, resumo: esta señora ha grabado un vídeo llamado "Dear fat people", es decir, "Querida gente gorda", mirando fijamente a la cámara con los ojos muy abiertos, hablando rápido al ritmo de algo parecido a una marcha militar y exponiendo la siguiente tesis brillante:

La gente gorda está gorda porque nadie les dice la verdad. Se han inventado expresiones como "Fat shaming" (avergonzar a alguien por estar gordo) o "body shaming" (avergonzar a alguien por su cuerpo) para justificar las malas elecciones que toman en la vida. Si estás gordo es porque no respetas tu cuerpo y no te importa tener enfermedades cardíacas o diabetes. Ella está aquí para hacer lo que deberían hacer tus familiares y amigos: recordarte que solo tienes un cuerpo con el que viajar sobre este planeta y que tiene que durarte toda la vida.

En medio del vídeo, cuenta una ¿anécdota? sobre una familia con obesidad que encontró en el aeropuerto. Explica cómo se le colaron para facturar, cómo fueron en carrito hasta la puerta de embarque y cómo el hijo se sentó a su lado en el avión y desparramó su grasa por el regazo de la inocente Nicole. Estoy casi convencida de que esto se lo ha inventado.

Finaliza toda esta sarta de idioteces crueles diciendo que ella en realidad no te juzga por estar gordo y que te quiere tal y como eres, pero que alguien tiene que decirte la verdad para que cambies, y que por eso está ella ahí. De nada.

Este vídeo me ha enfurecido hasta el punto de escribir un post como este, cuando yo procuro no engancharme nunca con discusiones de Internet porque no me aportan nada y saturan mi delicado espacio mental. Pero ver ese vídeo fue como si alguien metiera un líquido desagradable en mi organismo que tengo que sacar de una manera; un líquido negro, apestoso y maloliente como el alma de Nicole Arbour.

No sé por qué me molesta tanto. Hay millones de vídeos ofensivos en Youtube. Además, yo no soy demasiado políticamente correcta: puedo reírme casi de todo. Podría decir que me enfurece porque se atreve a juzgar y a hacer daño a la gente desde una posición de privilegio genético, y encima lo maquilla como preocupación por la salud ajena. Que me pone de mala hostia pensar que un montón de personas con obesidad y sobrepeso van a ver ese vídeo y a acabar, literalmente, llorando, porque ella pensó que era una buena idea para volverse viral y ganar seguidores.

Pero lo que más me enfurece es su estupidez. El no tener ni puñetera idea de nada: ni de humor, ni de comedia, ni de empatía; ni siquiera de lo que hace que le gustes a quien te sigue online. Construirá una carrerita mediocre en su canal, lleno de gente que, como ella, justifica sus juicios y su odio en aras del humor y de la sinceridad, pero nadie en su sano juicio, nadie en el mundo real, que quiera a alguien atractivo para su programa, o su serie, o su marca, la contratará jamás.

Y, por supuesto, no tiene ni idea de lo que ayuda a cambiar a la gente. Pero esto es lo de menos, porque Nicole Arbour no tiene ningún interés por ayudar a nadie más que a sí misma.

Para colmo, ha hecho de la sinceridad su bandera y piensa que la corrección política está matando a la comedia. No, Nicole: a la comedia la está matando gente como tú, que grita frente a una cámara en casa diciendo "¡eh, miradme, miradme!" y, como a nadie le interesa lo que tiene que decir, termina por leerse el "manual del joven youtuber viral" e insultando a un 35% de la población de su país para ser trending topic en Twitter. Divertida es Tina Fey. Ese es un coco brillante, surrealista y abrumadoramente gracioso. Tu humor, Nicole, es tan barato como tus bromas de "ese gordo huele a salchicha".

En fin, que lo que yo quería decir de verdad es que tengas sobrepeso u obesidad, peses cien kilos o doscientos, no te mereces que nadie te diga algo así. No te mereces que nadie te juzgue. Porque, como muy bien dice Whitney Way Thore, la pura verdad es que no tenemos ni idea de los demás. No sabemos si ese hombre de ciento cincuenta kilos ayer pesaba doscientos. No sabemos si esa chica que ha ganado diez kilos en los últimos años se está encontrando, de hecho, mejor y más sana que en mucho tiempo, o si esa mujer obesa baila mejor que tú y que yo.

Querido lector o lectora que no se siente a gusto con su cuerpo: eres suficiente tal y como eres, aquí y ahora. Te mereces las cosas buenas de la vida aquí y ahora, sin necesidad de esperar a ese futuro dorado e improbable que te prometen las dietas. Mereces el respeto de gentuza como Nicole, que a su vez también merece respeto como persona, imagino, en un planeta alternativo donde soy capaz de controlar mi ira.

Si consideras que tienes un problema con tu peso, y quieres leer algo que de verdad te ayude a cambiar, puedes echar un vistazo a los libros de Geneen Roth, que habla de alimentación emocional desde la experiencia, la empatía y el cariño. Pero solo si quieres.

Entretanto, los demás estaremos aquí para apreciar tu vida tal y como es ahora.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Mi felicidad

Desde hace unas cuantas semanas, estoy extrañamente feliz. Y digo extrañamente porque ya os conté el último día que llevaba meses con una nube negra sobre mi cabeza, como si mi vida estuviera metida en un agujero que cada vez se hacía más y más estrecho. Ahora, de repente, ha vuelto la luz y todo parece apetecible y emocionante. 

Disfruto de mi chico, de mi gata y del silencio.

De Pablo disfruto todo el rato. ¿Sabéis eso de "no darse cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes"? A mí no me pasa. Yo me doy cuenta todo el rato de que tengo a este chico fabuloso, del que me gusta hasta cómo coloca los tuppers en el lavavajillas. 

Pablo ha cambiado todo lo que yo creía saber que era una relación. Hace un par de días, una amiga nos dijo que "no se sabía dónde empezaba el uno y dónde terminaba el otro", y yo me lo tomé como un halago. Me da igual ser absurdamente codependiente de Pablo, me da igual estar fusionada con él y acostarme por las noches pensando que me da pena dormir porque en ese rato no podemos estar juntos. Ahora me creo la teoría de la media naranja y de las almas gemelas, y pienso que nadie en el mundo está tan enamorado como nosotros y que seremos así siempre. Es un amor irracional y apabullante, y me encanta.

De Kalimera me gusta su curiosidad. Le interesan nuestras duchas, las películas que vemos, lo que hay detrás de cada mueble y dentro de cada bolsa. Su curiosidad es mayor que su instinto de supervivencia, y por eso cuando pasamos la aspiradora o me seco el pelo ella se queda un momento quieta, luchando contra el miedo que le da el ruido, antes de alejarse saltando sobre sus patitas blancas. Es extremadamente gatuna: molesta y adorable, juguetona y perezosa. De repente está saltando sobre ti como un ninja entrenado, y al momento siguiente se tumba a dormir y se tapa la cara con la patita porque le molesta la luz.

Y luego está el silencio hondo que hay en el pueblo después del verano, suspendido en el aire como lo contrario a una tormenta eléctrica. Salimos a escalar y hay una paz profunda, intensa, que se extiende por el cielo nublado de septiembre. Y disfruto del silencio y de sus posibilidades, de ver por fin lo que hago y lo que escribo como una oportunidad y no como una obligación.

Feliz, en resumen. Tan sencillo y complicado como eso.