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lunes, 1 de julio de 2024

ORBE INCONSCIO

 

Collage de Max Ernst, 1934


"Un hombre tiene derecho a amar a mujeres con extáticas cabezas de pez. 
Un hombre tiene derecho a que le resulten asquerosos los teléfonos tibios 
y a exigir teléfonos fríos, verdes y afrodisíacos 
como el sueño alucinado de las cantáridas".

Dalí. Declaración de independencia de la fantasía 
y declaración de los derechos del ser humano a su locura, 1939

El psicoanálisis y el humanismo están condenados a llevarse mal. Lo mismo que la obscenidad y el decoro, el exhibicionismo y el pudor. Pío Baroja definió el psicoanálisis como "el cubismo de la medicina" y Virginia Woolf se burló de él en su novela Orlando. Pero la figura del guía espiritual, del gurú y su críptico, indescifrable, "divino" mensaje, oral o escrito, embrujan a los desolados y hasta suscitan un grado casi histérico de adulación y discipulazgo. El caso más sobresaliente es el de Lacan y su obscuro galimatías sobre hipotética jerigonza inconscia.

El psicoanálisis no se fía de aquello que eleva al hombre muy por encima de su condición animal: las intenciones del lenguaje. Desde su perspectiva, expresiones y textos han de abordarse por lo que no dicen, desde aquello a que aluden o insinúan (lo cual puede cambiar mucho según el intérprete), han de leerse o auscultarse con la mayor de las sospechas porque se prejuzga que su superficie es engañosa y que su significado auténtico está oculto y sólo puede ser desentrañado por un abogado del diablo o por un chamán titulado.

El psicoanálisis se inventó como indagación y terapia de la histérica y del neurótico, es decir, fue diseñado para el enfermo mental, y sin embargo ha resultado incalculable y poderoso su impacto y efecto sobre nuestra cultura, sobre el cine y las artes en general, sobre la comunicación social, las prácticas sexuales, el humor...  A algunos les tienta pensar que en lugar de curarnos manías, el psicoanálisis nos ha enfermado de otras. Todos nos hemos convertido en psicoanalistas, detectores de lapsus, vigilantes de las traiciones del inconsciente, recelosos ante las imposiciones del Super-yo... Todos somos Edipo, y a ratos, tal vez, también Medea, Moisés o Electra. De Narciso, para qué vamos a hablar: se mira en todos los escaparates y acapara los Mass Media con su innegable gramur.

En uno de los breves y agudos ensayos de El beso de la finitud, Óscar Sánchez Vadillo muestra coraje al considerar a Freud un teratólogo del alma, que es lo mismo que decir un detective perseguidor de monstruosidades anímicas. Sin embargo, Sánchez Vadillo no cree que el alma humana sea necesariamente un laberinto repleto de minotauros y dioses trans, o un escenario de crímenes imaginarios. Lo cierto es que Freud fue amigo de ritos y mitos ancestrales, de secretos primitivos, un intelectual "gótico y esotérico" -le llama-, que oculta sus gustos pre-ilustrados bajo un barniz de positivismo cientifista. 

Fue el doctor vienés experto en morbideces paleontológicas de la cámara obscura de la mente y, descendiendo la escabrosa escala vertical del lenguaje, se aventuró a penetrar buscando desentrañar las simbologías del delirio, de la alucinación o del sueño, para sondear en ellas los horrores atávicos -tanáticos más que eróticos, apunta Sánches Vadillo-, pues la idea de que las representaciones de los sueños sean verdaderos símbolos no deja de ser un postulado indemostrable, mucho más si presumimos la perversa y polimorfa condición asesina e incestuosa de nuestras pulsiones más hondas. Nuestras pobres almas apenas podrían contener los bestiales impulsos del cuerpo y para liberar a esas alimañas instintivas recurren al autoengaño, la iracundia o el sueño recurrente.



Coincido con Óscar en el dictamen: dada la condición de hebreo del doctor Freud, es presumible el fondo bíblico, vetero-testamentario, de esta peregrina y parcial interpretación del alma humana, cuyos fondos son tan insondables como Heráclito los pintara hace dos mil quinientos años. Arrastramos, según el Génesis, una culpa genuina: el asesinato del padre, un pecado original que cobra ahora un cariz sexual: el deseo de la madre, la nostalgia del útero. Óscar Sánchez no cree ni en esta culpa originaria ni en que la cultura ofrezca sólo malestares como jaula domesticadora y represiva. La cultura -diría Savater- es todo aquello que hacemos para conjurar la muerte. Es no sólo un recurso contra la necesidad, la angustia, el aburrimiento y los sufrimientos de la existencia, sino también un paliativo técnico, un consuelo proporcionado por el arte, la satisfacción de la curiosidad, la esperanza ofrecida por los grandes y pequeños relatos, la civilizada superación de la ferocidad y el egoísmo azaroso de los genes... 

Para Sánchez Vadillo no hay más sueño latente que el manifiesto, ni otro manifiesto que el latente. Los sueños son su propia interpretación y no precisan de brujos intermediarios a sueldo. La visión freudiana de un instinto salvaje, acallado o reprimido por el Super-Yo, por las normas y la cultura, le parece a Óscar Sánchez una descripción ridícula, pueril, del comportamiento humano. Digo yo que no somos ángeles cabalgando jabalíes o panteras y estoy de acuerdo en que no se puede hacer ciencia positiva con los sueños, muchos de los cuales, tal vez, no sean sino desechos de la Memoria, madre de las Musas.

No obstante, es muy verosímil que la producción espontánea de imágenes oníricas du­rante las fases de movimientos oculares rápidos (fases REM) o de sueño profundo (sueño con sueños) cumpla una importante función purificadora en la mente humana, enfatizada por Segismundo Freud, una función esencial para la profi­laxis psíquica del organismo. Soñar es necesario. Nos es imprescindible. Impedir que el sujeto sueñe se ha usado como instrumento de tortura o lavado de cerebro; a los pocos días de interrumpir sus sueños, el torturado delira... La hipótesis freudiana expli­ca dicha función de los sueños como una liberación de pulsiones y afectos reprimidos, no sólo de deseos sexuales, sino también de pasiones como el odio o el terror. El "Ello" (el conjunto de las pulsiones inconscientes) evitaría así la angustia del "Yo" ( de la consciencia) ante la censura del "Super-Yó" (ideal inconsciente del "yo": una especie de moral primitiva), el cual actúa durante la actividad consciente de la mente. Esto quiere decir que el incons­ciente ("Ello") busca a través del sueño una satisfacción imaginaria para sus deseos frustrados, una purificación (catarsis). Tal vez por eso, ciertos pintores han mostrado en sus obras predilección estética por la exploración de las pulsiones más obscuras del inconsciente humano a través de la representación de imágenes oníricas, "surrealistas". Con su alegato a favor de la locura, verbigracia, Dalí quería hacer, de pacientes infelices, monarcas que vuelven del exilio neurótico-racional al delirio personal. 

La noción de Inconsciente no era nueva. Giner de los Ríos censura la confusión entre acto inconsciente ("inconscio", escribe) y acto irreflexivo. Para el psicoanálisis el inconsciente es ese contenedor interior lleno de represiones, como residuos indecorosos, y colocado bajo presión creadora de neurosis por el impulso de lo reprimido que avergüenzaSegún Sloterdijk, la noción de inconsciente procede de la filosofía idealista, sobre todo de Schelling, Schubert, Carus, y de las filosofías de la vida del siglo XIX, particularmente de Schopenhauer y Hartmann. Por su parte, Sánchez Vadillo nos recuerda que Leibniz, consciente de que la mente nunca descansa, descubrió el insconciente antes que Freud, eso si no consideramos al daimon socrático algo análogo en clave deiforme; las mismas "manías" platónicas y sus correlativos "entusiasmos" se antojan puntos de fuga del pesado fardo de la conciencia, emancipaciones del iluso y exigente Yo hacia especies más antiguas de animación, más dependientes de las circunstancias y del clima grupal (clan, tribu), y cuyos vestigios tal vez podamos entrever en el autismo y la esquizofrenia.

Sloterdijk anota la eficacia en la praxis psicoanalítica de un resto de holismo ético: "sólo quien pudiera liberarse de la fijación en una estructura defensiva, la neurosis, habría cumplido las condiciones para el regreso a una percepción total, no desfigurada, de su situación existencial y, con ello, se supone, para la salud psíquica" (Esferas III. Espumas, "Fin del excurso"). Sea como fuere, es dudoso que la verbalización de la latencia interior sea otra cosa que una invención deseable, intencional o interesada. La función catártica del goce estético y de la fantasía, a través de los procesos de identificación con per­sonajes del drama, de la comedia, de la tragedia (o con las figu­ras de un icono o un ídolo mediático), fue ya muy bien comprendida por Aristóteles. Más modernamente, el premio Nobel Francis Crick y el ma­temático Mitchison han llegado a la conclusión de que soñamos para olvidar, los sueños serían algo así como la basura de la mente, un excedente desechable de la memoria, que elimina­mos para desocupar su "archivo", esto explicaría que sean los recuerdos más inestables del día los que se expresan en forma de sueños...

El sueño es un arte poético involuntario. Puede que su poesía esté basada en el simbolismo de las imáge­nes, más que en el sentido de las palabras; de ahí la inutilidad ociosa -y costosa- de querer hacer hablar al inconsciente. Freud ensayó una hermenéutica, una lógica de la interpretación de los sueños, probablemente en vano. El arte o la pretensión poética de interpretar los sueños es tan antiguo como la humanidad. El profeta Daniel interpretaba los sueños del rey persa Nabucodonosor, y Artemidoro de Daldis (siglo II) fue el Freud de la Antigüedad, su manual de interpretación de los sueños es el más antiguo que se conserva y sin duda fue conocido por el doctor vienés. Si bien Artemidoro destacaba la importancia del símbolo onírico, era consciente de su valor relativo y dependiente de quien lo sueñe. Sueños tuneados, personalizados. 

Freud aspiraba a convertirse en un "Galileo del mundo interior de los hechos" (Arnold Gehlen). Sloterdijk valora positivamente el cambio "revolucionario" de acento entre lo central y lo periférico: "lo que trastoca la seriedad y revisa lo decorum transforma la cultura en su totalidad". El romanticismo preparó la rehabilitación del sueño como fuente de significados, y en el psicoanálisis confluyeron las sospechas de Nietzsche (un profeta posromántico), así como las críticas a la "superestructura" tanto marxistas como positivistas...

"El nuevo arte de la lectura de signos, apenas perceptibles, de contextos tanto íntimos como públicos de sentido integró las ocurrencias, tics, desviaciones y actos fallidos más privados en supuestos significativos subversivamente ampliados. En tanto que esa revisión trazó nuevamente las fronteras entre sentido y no-sentido, seriedad y no-seriedad, proporcionó al espacio cultural una conformación decididamente diferente. Ahora lo no-significativo podía saldar viejas cuentas con lo significativo. Desde entonces los sueños ya no son espumas; señalan, en todo caso, un espumar endógeno de los sistemas psíquicos y suscitan la formulación de hipótesis sobre las leyes a las que están sujetos el desarrollo de síntomas y la efervescencia de imágenes interiores"
Sloterdijk. Esferas III, Espumas, Prólogo: "Interpretación de la espuma".

Las ideas de Freud y sus colegas, como el disidente y místico Jung, han influido poderosamente en la iconografía contemporánea del Surrealismo, y aún en los medios comunicativos de masas, en el kitsch y en la publicidad, que utiliza deliberadamente la simbología de las referencias a una sexualidad latente y omnipresente para hacer más atractivos o excitantes sus produc­tos. Por referirnos a lo próximo, recordaremos que Dalí entendió su trabajo como acción paralela al llamado "descubrimiento del inconsciente por el psicoanálisis"ese mito científico que en los años veinte y treinta fue recibido como motivo y tema de maneras diversas tanto por las vanguardias artísticas como por el público culto y al que Lacan, un admirador y rival de Dalí, volvió a dar prestigio entre los años cincuenta y setenta, al reanimar el lema surrealista de "vuelta a Freud".

La recepción surrealista del psicoanálisis vienés confirma que el freudismo consiguió sus primeros éxitos entre artistas y ciudadanos cultos, no como método terapéutico, sino como estrategia de interpretación de signos y de manipulación del trasfondo. Si bien el psicoanálisis reveló la importancia de la sexualidad en tiempos en que la hipocresía de las costumbres la ocultaba (ese es sin duda su mérito histórico), su divulgación y vulgarización ha contribuido a un exceso contrario. Hoy la Internacional Publicitaria de un mercado en trance de globalización funciona mejor espoleando pulsiones que reprimiéndolas. Hasta el punto de que las personas se identifican preferentemente más por su orientación sexual, incluso por sus parafilias, que por sus profesiones u oficios, más por lo que lucen entre las piernas, que por lo que bulle en sus cabezas. Como dice Sánchez Vadillo, la descarga sexual resulta hoy tan fácil, la pornografía tan a mano, que nadie necesita ya recanalizar su libido sublimándola en arte, religión o filosofía. "El acto sexual se ha convertido en religión, sus creyentes ascéticos acuden al gym de fitness a rezar".

La iconología tradicional representa al sueño como a un león dormido (entre los griegos), un joven coronado de amapolas adormideras (romanos), por un lagarto o un lirón, también como a un mancebo dormido sobre un cuerno de la abundancia del que salen vapores y figuras oníricas...
¡Sueño de una sombra es el hombre! Pero si llega la gloria, regalo de los dioses, hay luz brillante entre los hombres, y amable existencia, cantó Píndaro.


martes, 21 de junio de 2016

EL COMPAÑERO DESCONOCIDO



El primer volumen de la trilogía Esferas, titulado Burbujas de Peter Sloterdijk es una caja de sorpresas. Destila ironía, con un estilo literario brillante y recurso a dobles y triples sentidos Sloterdijk describe las burbujas en que vivimos los humanos. La amplitud de la cultura de este filósofo alemán es ilimitada. Trae a colación las leyendas egipcias que la vida de Lao Tsé 81 años antes de nacer en el vientre de su madre, que las visiones y predicaciones de Margarita Poreta, una mística medieval quemada por bruja. Por no hablar de su conocimiento intenso y extenso de los desarrollos trinitarios en los escritos de los padres de la iglesia o de los inicios del mesmerismo,   precedente del psicoanálisis del que escribí para inaugurar este blog hace cinco años.

sábado, 4 de octubre de 2014

INOCENCIA, REFLEXIÓN, CORRUPCIÓN



El filósofo Peter Sloterdijk ya trató el tema de las generaciones en su libro “Has de cambiar tu vida” (2009). Al comienzo del capítulo “Psicología de lo superior” recoge la recomendación del Zaratustra nietzscheano a los hombres superiores, los hijos que se asemejen a sus padres serían superfluos. La procreación no debería ser repetitiva sino ascendente.

Nietzsche estaba convencido de que el movimiento de la reproducción es de menor valor que una línea ascendente que va de los padres a los hijos. Tras la muerte de Dios, no hay ser superior al que parecerse o al que imitar. El artista es la figura del hombre que se supera a sí mismo.
Sólo el acróbata se atreve a salir de lo rutinario y superarse haciendo cosas imposibles para la gente normal. El que está en lo alto es un “monstruo” que amonesta, inspira, advierte a los espectadores.

domingo, 20 de julio de 2014

HAS DE CAMBIAR TU VIDA

Escrito por Ana Azanza


Peter Sloterdijk, Has de cambiar tu vida, Pre textos, Valencia 2012. (en alemán, Frankfurt am Main 2009)

Estamos ante una obra difícil en principio por el modo de expresión que utiliza, pero merece la pena sumergirse en su lectura y consideración.

El planteamiento de este grueso volumen, casi 600 páginas, parte de un fenómeno social: se dice que hoy la religión vuelve a estar de moda. Sin embargo Sloterdijk desconcierta con una doble objeción: no vuelve la religión y la religión propiamente hablando no existe, es un espantajo conceptual.

martes, 14 de mayo de 2013

Fantasía filosófica sobre el origen

Autora: Ana Azanza 
Me ha llamado la atención el ensayo que Sloterdijk le dedica al tema de la evolución humana que llama con heideggeriano título “La domesticación del ser. Por una clarificación del claro”.  

Son interesantes los hallazgos de restos humanos, la clasificación y datación de diferentes especies, de sus utensilios, de lo que se puede inferir a partir de lo poco que se ha encontrado sobre el modo de vida de nuestros antepasados. Pero el demasiado empirismo en estas cuestiones me deja con ganas de saber más, porque es difícil pensar que el hombre venga de la tierra, que las formas de vida netamente más desarrolladas y abiertas, procedan sin más como quien deja que el moho salga en el pan y se propague.

Una idea poderosa de las muchas que formula es que como especie biológica surgida tardíamente “nadie nos estaba esperando”. Así es como interpreto el tono y el modo de esta “fantasía filosófica”.


La antropotecnia a la que se entrega Sloterdijk parte de la base de que el hombre es en el fondo un producto, que sólo puede ser entendido examinando sus métodos y relaciones de producción. Sería la parte marxista de la explicación. El hombre es una magnitud que jamás podrá darse de manera puramente natural y que sólo ha podido producirse por efecto de mutaciones técnicas espontáneas y en convivencia con cosas y animales en prolongados procesos de producción en los que se ve una tendencia paranatural. La condición humana es producto y resultado, producto de realizaciones que no se han descrito como tales y resultado de procesos de los que se sabe poco.

La propuesta está a medio camino entre la ontología heideggeriana y la antropología. La situación del hombre es una producción, un sacar afuera un ente que antes estaba oculto. El puesto del hombre en el mundo es una situación tecnógena además de ex_tático. El hombre ha salido desde la naturaleza al lugar de peligro que es el claro.

Sloterdijk llama a su escrito “fantasía filosófica”, es una reconstrucción fantástica que no olvida el punto de partida en el claro y el estado actual de la civilización. Se cimenta en que el hombre se da cuenta de que está en el mundo, con el ser.

El positivismo empequeñece al hombre en sus determinaciones. Pero el hombre no es sólo un simple mono bajado del árbol sino la transformación del protomundo en mundo, y eso no se puede entender si estamos atados al Ser Uno y la Verdad Una. No se puede proceder como normalmente procedemos, presuponiendo al hombre para luego encontrarlo en niveles prehumanos. No es que el hombre llega a un mundo que le está esperando, sino que hay que empezar en una prehumanidad con su premundanidad.

Lo complicado es que la explicación sobre el origen del hombre debe girar en círculo, un círculo antropotécnico, la técnica hace al hombre y el hombre hace la técnica. Y esto desde siempre, no sólo en los últimos tiempos con los avances de la ingeniería genética y lo cyborgs. Me gusta ese experimento mental tan difícil que exige no suponer al hombre para luego fingir que se lo deriva de la evolución. El concepto “hombre” encierra una complejidad inmensa.

El planteamiento de Sloterdijk es posible por la situación postmetafísica que vivimos, a nuestras espaldas queda la izquierda hegeliana con su subrayado de la praxis humana, primera lección, Darwin, con su  mostrarnos nuestro parentesco con lo viviente, segunda, Nietzsche, el psicoanálisis, la fenomenología, los extremismos filosóficos y las antropologías empíricas de un Louis Bolk, un Schindelholf, Garstang, P. Alsberg), la paleontología, la lingüística histórica, la narratología, la antropología estructural y la investigación de la conducta. Si hay alguien que se atreve a juntar todos esos ingredientes en el mismo plato sin que se le indigesten es Sloterdijk.

La idea es que para saber la historia del hombre, o sea nuestra historia, hay que acercarse a las cosas, a la materia. Se trata de ver al hombre como producto de condiciones exclusivamente terrenas, porque ya no hay bloqueo teológico que lo impida. Pero todavía hay quien piensa al hombre como producto de fuerzas que por su rango ontológico están por debajo del resultado. Atrapados en hechos culturales e históricos no ven al hombre en su ser formador del mundo.  El claro mismo es un resultado de la historia, algo prehumano tomó el camino que conduce al hombre, el claro y la hominización serían lo mismo. Sólo el hombre se pregunta por la verdad, y en el preguntarse se hace hombre. Es más circular de lo que parece.

El hombre sería una esencia arrancada del parentesco con la animalidad, nuestros antepasados se incorporan al parentesco con los seres de éx.tasis, con la consecuencia de que ahora estamos más cerca de los dioses que de los animales. Los animales son pobres en mundo, porque están reducidos a su Umwelt, su mundo circundante y sin lenguaje. Mientras que el hombre sale de la jaula ontológica y tiene mundo. La onto-antropología pregunta por ambos, por el éxtasis humano y por el estatus del que fuera animal. Los animales salen del huevo o son paridos pero no vienen al mundo. El animal se orienta a acertar en dos campos procreación y comportamiento frente a sus depredadores. El hombre se orienta a la verdad como respuesta adecuada a las condiciones de existencia de individuos y culturas.

El hombre metafísicamente desilusionado, nosotros hoy, estamos en condiciones de reflexionar sobre nuestra propia enormidad como los griegos cuando explicaron el mundo como un compromiso de lucha entre titanes y los dioses del Olimpo.

Lo monstruoso ha ocupado el lugar de lo divino. Sloterdijk llama monstruosa a la capacidad para la verdad del hombre, esta capacidad es inquietante y  monstruosa. Y se ha mostrado en dos fechas claves, en agosto de 1945 momento de la bomba atómica, y en febrero de 1997 con el primer animal clonado. Esos acontecimientos muestran la capacidad de la técnica humana para ser usada en contra del propio hombre. Las “monstruosidades” humanas no son sólo culpa de la “modernidad” y del mito del progreso ilimitado. El claro de la verdad es el mundo en el que se vio el relámpago de Hiroshima y en el que se oye el balido de Dolly. El Apocalipsis del hombre es algo cotidiano, ¿tenemos o no tenemos culpa de los Apocalipsis? Solterdijk dice que no, pero me parece que si hay Apocalipsis provocados por el hombre somos responsables. De estar jugando en el filo de la navaja, puede que no, amamos el riesgo, pero de caer del lado de la navaja que nunca se debería haber caído somos responsables, y hay culpables.

La producción del mundo es el mensaje
El hombre es producto pero no sabemos de qué, no es un producto que pueda ser llevado a cabo intencionalmente por hombres. La pregunta es de qué manera un animal entre el pospiteco y el presapiens inició el camino que le llevo a la “casa del Ser”. La respuesta está en ver el drama de la hominización como un asunto doméstico en sentido propio.

La casa o espacio más antiguo que toda dimensionalidad usual, un espacio que como la jorá platónica puede constituir una matriz.

Sloterdijk ha propuesto la esfera como matriz del hombre. La forma de coexistencia transforma a los coexistentes, de ahí el interés de examinar los “lugares” de habitación. Los lugares esféricos son comparables a invernaderos en condiciones climáticas creadas por los propios habitantes. Al mismo tiempo tenemos la facialización del homo sapiens, que en resonancias esféricas, se deshizo del hocico. La esfera llena la laguna entre circunmundo y mundo. El hombre ni está confinado en su circunmundo ni está ante el puro temor de lo indeterminado. Las esferas son intermundos, membranas entre lo exterior y lo interior. Lo esférico es el término medio entre el denso habitar del animal y el diáfano Apocalipsis del ser. Las esferas pueden funcionar como intercambiadores entre formas de existencia animal y humano simbólicas. Ellas comprenden contactos físicos, metabólicos, procreadores y las intenciones que apuntan a cosas lejanas e inteligibles como el horizonte y los astros.

El habitar es más antiguo que la casa y el recinto más antiguo que el hombre. Son situaciones antes del hombre en su devenir que eran medios de producción y de relaciones de producción.

Las casas son instalaciones de aislamiento que ofrecen a sus moradores la ventaja de asegurarse y reproducirse en un espacio interior. Hace más de un millón y medio de años en Olduvai el homo habilis habitaba espacios rodeados por empalizadas contra el viento. Antes del homo sapiens ya había muros.



Garganta de Olduvai en Africa oriental, lugar de la más cultura más antigua

Para llegar al hombre cuatro mecanismos se han engranado dando lugar a causalidades circulares:
Mecanismo de insulación
Mecanismo de exclusión corporal
Neotenia
Mecanismo de transferencia, el hombre está en camino hacia el lenguaje.

En su “fantasía filosófica” sobre el “camino al claro”  Sloterdijk prescinde de la cerebralización para no complicar.

  1. La insulación

Individuos marginados en la periferia producen el efecto de un muro viviente en cuya cara interior se crea una ventaja doméstica para los individuos que están en el centro. La madre y sus crías se benefician. El resultado de la insulación  es que la cría se transforma en infante, así se desarrolla el espacio madre-hijo, y la relación se prolonga en el tiempo. Es imposible niños que perduren sin un aumento de la seguridad. Las formas de vida sociales de orden superior tienden a desarrollar e papel del circunmundo, no se desarrollan en un nicho ecológico sino que producen el nicho. Empiezan las formas lujosas, como lo es ser niño. Ser infante tanto tiempo es un lujo que los animales no se lo permiten. Y últimamente en nuestra sociedad española desarrollada la infancia se va prolongando de manera no sé si peligrosa para la especie.

En estos espacios en los que se crean las condiciones de seguridad para la crianza, hay un aumento de sensibilidad y comunicatividad entre los beneficiarios del mismo. La presencia de niños modela la sociedad humana como ninguna otra. Los niños fueron los verdaderos renovadores del comportamiento humano.

  1. La exclusión corporal

Fue Alsberg en 1922 quien habló de ella. Al principio hay un uso casual de instrumentos. El homínido se emancipa de la necesidad de adaptación orgánica, se evade de la prisión del circunmundo. Con el homínido que coge una piedra y la lanza o golpea algo se abre en la naturaleza el nicho ecológico del hombre. Ese homínido carroñero, bípedo por tendencia, de robustos pies de corredor coge una piedra, y con la piedra está cogiendo la oportunidad de salir “al claro”. El hombre no viene ni del mono ni del signo, viene de la piedra, el uso de la piedra abrió el horizonte de la prototécnica. En el uso de la piedra para lanzar y golpear se averigua que no hay que estar en contacto corporal con presencias del circunmundo. No hace falta huir, se puede dominar la cosa que amenaza. Los límites de mis lanzamientos son los límites de mi mundo. La mirada que observa una piedra que se tira es la primera forma de teoría. El homínido tiene un proyecto: dar una pedrada a algo o a alguien. El sentimiento de acierto es el primer peldaño hacia la verdad ¡le dí!

Al arrojar, golpear, cortar aparece lo que resulta. Algo muy diferente al nacer de animales y plantas. El homínido lanzador, golpeador es un cooperador del claro. La acción supone el éxito, el éxito remite a la acción que lo produjo. El tiro certero es la primera síntesis de sujeto (piedra) cópula (acción) y objeto (animal o enemigo). El corte completo prefigura el juicio analítico. Las frases son mímesis de lanzamientos, golpes y cortes en el espacio de los signos, las afirmaciones imitan lanzamientos, golpes, cortes exitosos. Las negaciones nacen de las acciones erradas. Las piedras hablan del poder que se puede tener sobre lo que hay enfrente.

El hombre viene de la piedra


Nace el lazo entre éxito y verdad. En este espacio se ejercita el carácter de blanco de las verdades. Nace para el ojo que acompaña al lanzamiento, el horizonte. Desde entonces hay verdad, desocultamiento, conformidad, acierto, corte justo. Sólo en contraste con la propia acción y producción se vuelve la mirada al horizonte. El horizonte es el anillo inalcanzable en torno a todo. El horizonte confiere a todo lo que existe y sucede una síntesis última. Es lo que ningún lanzamiento alcanza. A partir de aquí se puede desarrollar el ser que engloba la sustancia patente y latente parcialmente alcanzable común a todas las cosas.

Todos los hombres aspiran por naturaleza a saber, que es éxito. Se produce el acontecimiento decisivo, la retroalimentación entre las producciones culturales de los homínidos y la canalización del gene flow hacia el hombre. El uso de la piedra en el paleolítico creó una situación evolutiva particular. Los cuerpos de los homínidos comienzan a ostentar notas lujosas, la cabeza o más bien cabezón por lo desproporcionado al nacer, se humanizan, que es avanzar en dureza hacia fuera y en refinamiento. La selección es cada vez más relativa al “invernadero” en vez de adaptarse al “Umwelt”. Se recompensan cualidades que permiten al sapiens un mayor distanciamiento del “Umwelt”. El hombre, animal orquídea que se cría en un invernadero.

  1. Neotenia

Este factor es el de efectos más dramáticos y misteriosos. En el invernadero humano sobrevive no el más apto, sino el que mejor aprovecha las oportunidades del invernadero. El hombre se encamina hacia variaciones estéticas, muchas variaciones genéticas del hombre son selectivamente neutrales, no importan para “sobrevivir” ¿qué más da el color de ojos? ¿forma de la nariz? O cualesquiera variaciones físicas a las que nos tiene acostumbrados la observación de cuerpos de nuestros congéneres. El hombre se encamina hacia la belleza, un premio bioestético a la distinción que se puede observar en las formas femeninas o en el despejamiento de los rostros no peludos.

El hombre presenta características intrauterinas en situación extrauterina. Como efecto de la técnica primitiva tenemos un criadero o invernadero de hombres. Lous BOLK dio el teorema de la fetalización. Nacemos prematuros por el aumento del tamaño del cerebro, hay causalidad circular.

Antes de aparecer el lenguaje fueron los gestos (golpear, lanzar) los que produjeron la incubadora humana. El lenguaje es sólo la segunda casa del ser, la primera es el recinto. El lenguaje con sus símbolos, leyes, religión, costumbres, conserva la incubadora humana. Nace el tiempo existencial dentro del espacio humano. Primero el espacio, recordemos la insolación, el habitar, el recinto. Dentro del espacio por tanto surge la prehistoria u hominización, la cultura, y la historia, que es el tiempo de la competencia entre culturas, de las guerras.

Los hombres son previsores que viven más en el pasado y en el futuro que en el presente del animal. El hombre es ontológicamente lujoso porque lo es fisiológicamente, y lo es fisiológicamente porque vive en un invernadero. Estos invernaderos de grupos humanos se llamarán culturas, el tiempo del aseguramiento del lujo y los fracasos en tal empeño conforman la historia.

Muchas características de  la fisiología humana muestran esa “claridad” del hombre, como la cara, una frontalidad que mira, o los órganos sexuales femeninos no detrás sino en posición subcentral que hace de la sexualidad humana también un encuentro cara a cara, la cara es el claro del rostro, la delgadez de la piel , el claro de la epidermis.

El cerebro es el órgano general del claro. La capacidad de aprender es una prueba de la realidad del mundo exterior. El desarrollo enderezado al lujo halló en la mano el medio más perfecto. La mayor parte del desarrollo cerebral se produce fuera del útero, el hombre está abierto a la expectativa, a la información no innata, el cerebro adquiere supremacía sobre lo instintivo. Es el taller donde se relaciona lo a priori con lo a posteriori, es la condición orgánica de la posibilidad de la experiencia.

Es preciso liberar la capacidad de habitar de toda fijación en casas construidas para concebir la primacía del convivir creador del espacio antes de la arquitectura. Heine llamó a la Biblia la patria portátil, no es el territorio lo que hace posible la comunidad sino la convivencia hablante y cooperativa. Ese es el lugar o la incubadora simbólica en la que las convivencias crean su manera específica de estar dentro de ella. El lugar entre nosotros es más antiguo que la tierra en que vivimos. La conversación que somos es más fundamental que el suelo sobre el que estamos.

Las técnicas que modelan al hombre conforman la antropotécnica: lenguas, historias de la fundación, reglas del matrimonio, lógica del parentesco, técnicas educativas, normalización de roles por sexo y edad, división del trabajo.

A esa antropotecnia hubo de preceder la domesticación del hombre, y esas técnicas de domesticación sólo indirectamente y de forma inconsciente produjeron el hombre al abrir el espacio en el que el hombre pudo seguir la deriva genética hacia sus formas anatomicamente y cerebralmente lujosas con sus extensiones simbólicas.

El filósofo se atreve a vaticinar a la larga una situación “posracista” en el mundo, por la evidencia de que la variación entre los individuos humanos es mayor que entre las etnias. Pero de evidencias racionales que nadie ve estamos sobrados. Ojalá se diera en verdad el posracismo como una etapa de la historia de la humanidad.

  1. Transferencia

La hominización es una hiperinsulación que tiene sus riesgos. Cuando llegan las catástrofes naturales el hombre paga el precio más alto por su refinamiento biológico y su éxtasis ontológico. Ese espacio interior y su organismo hipersensible acaba implosionando. Con las catástrofes el hombre se ve desnudo, inerme. De ahí la importancia de poder recurrir al mito, a recuerdos y rutinas que permitan una repetición de estados anteriores de orden e integridad. Aquí se dibuja la inmunología simbólica y la psicosemántica de la regeneración sin las cuales sería impensable el sapiens en medio de tantas penalidades.

De ahí las religiones reparadoras, el mito del renacimiento, la demanda de regeneración se inicia cuando los hombres son amenazados por el “Umwelt” de otros hombres, es el período, imperial, político y culturalmente desarrollado de la historia. Los hombres interpretan el acostumbrarse a lo nuevo como una transferencia de hábitos. Las mismas palabras, costumbres, hábitos, “Sitten” vienen del habitar, “setzen”.
Hacerse adulto implica amoldarse a lo no propio. Las relaciones adultas entre los sexos se basan en que uno de los dos acepta renunciar a su casa y a su inmadurez. El deseo endogámico toma caminos exogámicos (Freud). Se busca a la madre o a la hermana y se encuentra mujer en otro lugar.

El lenguaje, casa del ser, es el órgano universal de la transferencia. No es tanto poner nombres a las cosas como  que con el lenguaje aproximamos lo extraño y lo inquietante. Lo incluimos en una esfera habitable, inteligible. El lenguaje hace vivible la exposición al mundo abierto. Asimila lo desemejante a lo semejante. El lenguaje “encasa” la totalidad de las cosas.

Hoy en el mundo tecnificado otras técnicas de acercamiento han tomado la delantera. La “casa del ser” desaparece entre andamios, la situación actual del mundo es tal que la cultura técnica lleva al lenguaje y a la escritura a un nuevo estado.

Pero esa parte de la fantasía filosófica de Sloterdijk se escapa del estudio del camino que nos ha traído hasta aquí.


jueves, 6 de diciembre de 2012

Globalización. Formación. Europa y su legado.



Autora Ana Azanza

En este vídeo Sloterdijk trata el tema de la globalización, entendida en el sentido propio, globalización se da cuando se hace del mundo un todo esférico, un globo. Así los presocráticos, los filósofos griegos y en especial los estoicos que pensaron el mundo como un todo y se dieron por satisfechos. Habían encontrado el “truco” de Dios, cómo funciona el mundo y cómo Dios actúa en él, su entusiasmo dio lugar a la llamada ilustración griega. La inteligencia humana como sucursal de la divina. El modelo de la esfera como representación lógica y racional de la totalidad conforma la primera globalización.

Hubo que esperar siglos para que algunos intrépidos europeos, casualmente españoles y portugueses, se pusieran a construir barcos e hicieran posible dar la vuelta a ese “esfera”. Ellos proporcionaron la prueba fehaciente de que lo del “globo” no era sólo una construcción intelectual. Pero las primeras circumnavegaciones fueron una aventura demasiado arriesgada como para repetirlas alegremente. La segunda globalización dejaba la enormidad de la tierra en su punto.

La tercera y actual globalización, se caracteriza por introducir velocidades inhumanas en el mundo humano, y por lo que no sin cierta ironía descubre Sloterdijk, hoy todo el mundo es vecino de todo el mundo. No sabemos muy bien las consecuencias que se van a seguir de esta situación de vecindad global.

Consideraciones sobre la educación, la formación o “Bildung” alemana, y cómo esa formación se incrementó y difundió en Europa con instituciones inventadas para hacerlo a partir del siglo XVI. La formación está en el centro de nuestras sociedades modernas. La formación que da lugar al “estar en forma”, obsesión de nuestro mundo. Es difícil el juego de palabras que hace Sloterdijk en español por la diferencia “ser” y “estar”. “Ser” se ha convertido en “estar en forma”, en francés e inglés, el verbo es el mismo y el juego de palabras queda más redondo, de “être” hemos pasado a “être en forme”. Alude por supuesto al “souci de soi” foucaultiano.

El tema del crédito que no se puede devolver es dolorosamente actual. Las culturas sobreendeudadas favorecen la visión apocalíptica de las cosas. Esa visión crece en especial en los países islámicos que sueñan con el Apocalipsis de Occidente. Inquietantes pronósticos de Sloterdijk sobre las promesas de felicidad para los africanos que ven la prosperidad en la televisión sin poder disfrutar de ella.

Rémi Brague por su parte, se centra en Europa, su “ser” histórico, su misión ya cumplida de crisol de culturas y fermentación del pensamiento antiguo. No comparto su visión negativa de su propia generación, la de la posguerra, ni la visión de Europa como un estudiante poco capacitado que si hace horas extra es capaz de llegar a algo. Tampoco me parece muy justo decir que es la iglesia la que empujó al nacimiento del poder civil independiente de lo religioso. Cuando los papas medievales querían monopolizar lo sagrado, defendían su propio territorio de ingerencias.

Compara las grandes civilizaciones de la Edad Media, la curiosidad que ha caracterizado a Europa antes que a nadie por los demás pueblos y culturas. Los sucesivos renacimientos europeos han sido posibles por haber guardado esa herencia griega y judía.  España como lugar de transmisión jugó su  papel en la Edad Media con los traductores de Toledo.

La separación de lo político y lo religioso, de lo práctico y lo religioso la ve Remi Brague como una aportación del cristianismo. Incluso cuando Constantino lanzó como él dice su OPA sobre la iglesia hubo resistencias al poder político en los monjes que se retiraban al desierto. 

domingo, 12 de junio de 2011

Las tres psicologías

Autora Ana Azanza


Continuo con el Tractatus psychologico-philosophicus de Sloterdijk que dejé a medias.

Peter Sloterdijk
El hombre es un animal abierto. Posee todos los rasgos de un ser vivo sin terminar al que la idiosincrasia y la educación dan solo un bosquejo a grandes rasgos de la forma en que debe desarrollarse. Él debe ir hacia una culminación desconocida e incierta. Quien desee trazar una psicología para este ser ha de saber que no podrá hacerlo sin continuar la tarea de la evolución humana, aquí enlazo con el anterior artículo de Biedma sobre la evolución. Porque es imposible hablar de la psique del hombre sin hablar de su desarrollo, independientemente de si éste toma la forma del crecimiento o la del perfeccionamiento.

Distingue el filósofo alemán tres psicologías. 
La primera es la del animal, el ser-alma puro, es decir, un alma que no está marcada por la división y su única relación con el mundo es la adaptación y la armonía vigilante con el alma. El niño humano tiene un atisbo de esta psicología. Por lo demás, el reino animal está presente en nosotros sólo en modo de privación, como una  pérdida, como un absoluto y doloroso Nunca Más.

Estamos condenados a estar más cerca de Dios que de la divinidad. Los antepasados del hombre daban prueba de sagacidad al adorar a ciertos animales como dioses, para no perder la proximidad con el animal. Pero el comportamiento del hombre con el animal no permite formar una opinión muy halagüeña acerca de los hombres. Los hombres se conducen con el animal como el sobrino de Rameau lo hacía con el mundo civilizado. Del mismo modo que Rameau pisotea a los grandes con los que está irremisiblemente emparentado sin poder ser igual a ellos, así los hombres en general maltratan al animal divino que está inseparablemente unido a su destino pero cuya perfección original se ha hecho inalcanzable para ellos.

La segunda que tratamos como si fuera la única y verdadera trata del dilema del alma humana. Pero psicología humana en statu quo no puede haberla, psicología propiamente dicha sólo puede haberla del animal o de un dios. Para el hombre la psicología llega a destiempo, tarde porque no posee la simplicidad del animal, o pronto porque el hombre no es completo.
Por ello no puede habar psicología del individuo sino a lo sumo psicopatología, psicomecánica, psicodinámica, psicofísica. Por ello la segunda psicología sólo podrá ser una ciencia de las disculpas objetivas: por qué el hombre no es como podría ser. 

Así que la psicología humana forzosamente tiene una relación con su objeto sesgada, contrita o acusadora. La  segunda psicología se mantiene en una zona de penumbra moral. Siempre corre el peligro de convertirse en un factor en el engranaje de la mecánica psicopática. Si sucumbe a este peligro -imposible no sucumbir, dice Sloterdijk-, no adelanta ni un paso en los problemas que tiene planteados. Si no sirve para el perfeccionamiento del hombre la psicología no será más que una continuación de la psicopatía humana por otros medios.

Espero que no haya psicólogos leyendo estos propósitos, recuerdo que el libro de donde se han sacado estas ideas es una novela, no  un tratado. De hecho puede que lo que Sloterdijk está exponiendo aquí sea sólo el pensamiento del protagonista de la novela, el joven médico Van Leyden interesado por novedosos métodos de curación psicológica.

Sólo la tercera psicología (en el caso de que un día existiera) sería la verdadera ciencia del ser humano (en el caso de que un día existiera). Sería la psicología de la vida completa, una contemplación de la psique que ha superado la división provocada por la civilización. La tercera psicología encierra la utopía de la libertad real. Que no se alcanzará hasta que cada uno haya comprendido que se debe a sí mismo una libertad real. En esa etapa se habrá disipado la ilusión del Yo central que se ha introducido como un nudo en la relación de la vida consciente consigo misma.
El alma ya no sería la relación privada individual con un exterior sino el Acto de Ser que brotaría a través de mi cuerpo vacío. El pleno existir en sí misma del alma, exento de autorreflexión, el puro derramarse de una fuerza vigilante. Sólo entonces el alma se reconciliaría con su naturaleza meteórica, doliente e incandescente. Pero a esta reconciliación debe anteponerse el sometimiento del Yo doliente y pasivo a todo el peso de la propia vitalidad.

Sólo con la supresión del "yo pienso que soy así" con todos los imperativos de superación y oposición que conlleva, podría ese ser dividido convertirse en un ser completo de orden superior. Cuando se diluye en el Yo su vida rebasa los límites de la superación y la oposición para convertirse en una armonía infinita. 

El hombre sería impulsado a una existencia más alta y más consciente. Y desde esta tercera psicología "divina" se ve mejor el problema fundamental de la segunda psicología. El Yo está siempre en guerra consigo mismo. O bien es un rebelde condenado a la eterna revolución, o bien un tirano condenado a maltratarse a sí mismo. En cada caso, el sujeto es el reverso activo de su predisposición pasiva; un sojuzgador sojuzgado, un aislador aislado, un golpeador golpeado, un enloquecedor loco, un explotador explotado. Por consiguiente el sujeto, por su esencia más íntima, siempre será un eslabón de la cadena de las agresiones y las defensas. Donde quiera que se manifieste tiene que hacerlo para proseguir irremediablemente con la proliferación del dolor.

Por lo tanto la psicología es esencialmente psicología social, es decir, psicología del engaño y del abuso mutuos. Y he de reconocer que mi primer contacto real con la psicología social fue por mi interés en indagar el porqué de ciertos abusos de tipo laboral y vital que yo misma sufrí. Así que en este punto me parece que entiendo bastante bien lo que quiere decir Sloterdijk. La tercera psicología empieza allí donde termina el salón de los espejos de la psicología social, con su mecánica y su pedagogía. En la segunda psicología, con los espejos por medio, cada cual es otro y nadie es uno mismo. 

Pero en la tercera psicología no hay reflejos ni reacciones, sino pura espontaneidad. No hay pasiones, sino entusiasmo. No hay locura, sino comicidad. No hay problemas ni soluciones, sino el matrimonio de la transparencia con el secreto. Cuando los hombres empiezan a ser hombres totales renuncian a determinarse mediante sus relaciones. No más relaciones ni más disculpas. Sólo saludos lejanos en las encrucijadas del infinito, saludos de meteoro a meteoro. Un intercambio de destellos de incandescencia a incandescencia y un cauto caminar con los pasos inaudibles del amor.

Saludos de incandescencia a incandescencia.
Choque de galaxias

lunes, 6 de junio de 2011

La psicología, hija "fantasmal" de la filosofía

Autora Ana Azanza

En la novela "Der Sauberbaum", "El árbol mágico" de Peter Sloterdijk se describe la historia de un joven médico austríaco que viaja a París para conocer a Mesmer, pionero de la psicología. Mesmer, personaje que existio realmente,  http://es.wikipedia.org/wiki/Franz_Anton_Mesmer,
utilizaba la hipnosis para curar a sus pacientes. La trama en sí no me ha gustado especialmente, pero me ha parecido una pequeña joya el breve Tractatus psychologico-philosophicus que hay en la última parte del libro.


La única novela de Sloterdijk (1985)


"La filosofía moderna está maldita. Por sus ambiciones científicas está condenada a comprender toda la historia de todo el mundo y, sin embargo, no conoce ni la Historia, ni el mundo, ni lo que representan. La filosofía sólo puede saber que la historia del mundo ha de ser la historia de un despertar. De otro modo, ¿cómo sería posible que en lo infinito apareciera un ser vivo que, en las pausas y los vacíos de su vida, se asoma sobre el borde de lo inmediato? Pero tan pronto como el ser vivo da la espalda al presente inmediato, comprende que el mismo se escapa en todas las direcciones. Sabe que, más allá del horizonte, existen las montañas y mares invisibles y que, detrás de todo lo visible, se abre un espacio enorme que es dominado por coexistencias invisibles. ...."

Sloterdijk describe la vida consciente como un fenómeno meteórico que brota de lo inmenso e incandescente. Fugaz. El hombre es un meteorito pensante. Sólo en contacto con lo existente se inflama su envoltura. Yo ardo, por lo tanto no puede ser que no haya nada. Si yo ardo es que estoy aquí para coexistir con los demás que aquí están.

¿Qué es esa incandescencia? el mismo preguntar eso es infantil. La incandescencia está unida al preguntar, no hay posibilidad de averiguar el secreto de la incandescencia preguntona. Mientras ardemos pensamos y preguntamos, pero llega un día en que la incandescencia se extingue y las cosas ya no nos afectan. Sólo un loco puede plantearse las cosas como pensaría los muertos del Más Allá.

En la incandescencia no hay un más allá, el destino del espíritu humano se decide entre los polos de "contra" y "dentro". Los filósofos de todos los tiempos han intentado hablar como si estuvieran fuera de esas leyes. La filosofía moderna ha llegado a engullir el mismo concepto de ser para atribuirle el contenido de su imaginación. El yo pienso cartesiano acaba tragándose todo, incluido Dios y el Ser. "Pienso luego existo" significa en realidad "pienso que existo". Desde que este pensamiento se abrió paso, la vida humana se ha convertido en un baile de fantasmas que aparentan ser lo que se imaginan que son.

Y cuando los fantasmas predominan empieza la época de la Psicología. Asegura Sloterdijk que psicología es la filosofía que hace penitencia, tiene que pagar las consecuencias fantasmales del "yo pienso". La psicología es la filosofía negra de la edad moderna. Las incandescencias extintas, el Ser muerto por el pensamiento entran ahora por la puerta excusada del consciente: cuanto más se arman los hombres del yo pienso, más psicología tiene que surgir en esta sociedad para regular el tráfico de los fantasmas. La psicología está sometida al dominio de los fantasmas, y nadie puede garantizar que la psicología no termine en un círculo absurdo, en el que unos fantasmas pretenden ayudar a otros fantasmas a desembarazarse de su fantasmal condición. Si un día llega esta situación, la psicología regresará a su punto de partida, el "pienso luego soy" moderno. Que la psicología vuelva a la filosofía, y que la filosofía renuncie a su falsa perspectiva de verlo todo "desde arriba".  Así podrá recibir a la hija pródiga.

Nada de esto va a pasar mientras los propietarios de consultorios sigan ganando dinero.

Todo "yo pienso" se presenta como un "yo pienso que soy así y de esta manera". Nos presentamos en la pose del yo masivo que está en el mundo firmemente, en plena posesión de sí mismo. Este Yo se llena de fuerza y de un sentido prestados. Todo Yo total se parece a un loco que se cree otra persona y por lo tanto se halla en camino de convertirse en aquello que imagina ser. El que quiere ser plenamente dispone de todo el guardarropa de las grandezas humanas.

Cada uno de nosotros que escenifica un positivo "este soy yo" también padece cierta paranoia en la medida en que nos identificamos con nuestro yo interior como con una misión. Mi nombre no me pertenece, es un préstamo, un equívoco que delata solamente como me nombran los otros. Nombrar significa en este caso "producir" o "suprimir".

La contrafigura del yo paranoico la constituye el depresivo. La infinita melancolía del rey destronado que sueña con la felicidad perdida. El depresivo es víctima de una idea de sí mismo, que no es una imagen plena idéntica a sí mismo, sino la imagen de la desolación, de la infinita carencia. El depresivo quiere salirse del mundo para afrontarlo como una nada. Todo se resume para él en claudicación y pérdida. No conoce más que abrumadores recuerdos y privaciones del ser inalcanzable. El escenifica el "yo pienso que soy así" en sentido negativo, como un ser rechazado, despojado, alienado.

El loco poseedor del yo y el depresivo negador del yo son dos gemelos antagónicos. En el transcurso de la vida tantas personas pasan de un extremo al otro. Empiezan en la euforia y terminan en el pasmo. O empiezan en la insignificancia y acaban en caudillos esforzados del bien. Presentan la versión positiva y negativa de la identidad psíquica. Lo importante es mantenerse en la escala entre el Yo iluso del paranoico y el Yo negado del deprimido. Sólo en el delicado término medio se halla la salud psíquica que es, el lugar de la verdad filosófica, el filo del equilibrio.

El depresivo se cura con excitación y participación en cosas importantes, el paranoico con el relajamiento y liberación de grandes tareas. El abatido tiene que aprender a respirar hondo y dejar circular por su cuerpo el viento hinchado de una inspiración existencial. El paranoico por el contrario debe aprender a espirar y advertir que el viento de los grandes problemas no se preocupa de su Yo hinchado.

CONCLUSION POR HOY
Una de las grandes paradojas de la mente humana es que la fuerza y la verdad se han situado en campos opuestos y encajan entre sí perfectamente. Nadie tiene más energía que el que está empujado por el delirio y nadie está más cerca de la verdad que el sumido en el pasmo de la depresión. En uno realiza vuelos grandiosos y trascendentales. El otro mira el mundo como si no tuviera nada que ofrecerle.
Pero allí donde la FUERZA y la VERDAD se encuentran se crea el clima propicio para el milagro de la vida lograda.

Equilibrio sería poder decir ni esto ni lo otro. El ser vivo nunca se deja forzar a elegir porque intuye que él no es ni alguien ni nadie. Tiene algo de todo y no es nada de todo. El que ha encontrado el ojo del ciclón se funde con la vitalidad absoluta que no se disipa en naderías beligerantes, con sus posiciones, sus valores, sus intereses y sus razones. Hace de su vida una expedición a las regiones inexploradas del Ser que se encuentran entre la sinceridad y el don de la inventiva. Profundiza más y más en la auténtica tierra de la verdad. Es una tierra sin mentira ni pasado. Sólo en este mundo virgen puede producirse lo nuevo. Cuando aumenta la percepción y disminuyen las figuraciones, salimos al cielo del presente, errantes como nómadas, extáticos como derviches, quietos como árboles.

Dejo para otro día las tres psicologías.