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jueves, 14 de abril de 2016

Apología del recogimiento


Todos los excesos son malos. Vivimos en mitad de una utopía de la comunicación, o de una "comunicracia". Sociedad del espectáculo incesante; parece que estemos obligados por imperativo mediático al infierno de los otros, incesantemente. Pero los otros no inquietan demasiado, no amenazan con su presencia real, porque no se ofrecen ya aquí en persona, en cuerpo y alma, sino virtualmente, en imagen, como fantasmas. 

Oír, ver, salir, entrar, participar, vender, comprar, tratar, reunirse, entre el ruido y el humo, con sombras... Vivimos en una sociedad que prolonga la niñez, una sociedad adolescente en la que nadie sabe estar quieto ni solo, consigo mismo, entretenido en sentir sencillamente el rumor de sus propios pensamientos.