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martes, 17 de julio de 2012

Talentos diversos (resiliencia y pedagogía)

Inteligencias múltiples de Gardner
En este blog ya me referí en general a la resiliencia. Pero hete aquí que el término también se emplea en pedagogía con un sentido más específico. Alumnos "resilientes" son aquellos que, proveniendo de entornos socioeconómicos desfavorecidos (pobres, miembros de familias desestructuradas, hijos de inmigrantes con baja competencia lingüística...) obtienen buenos resultados escolares y no repiten en la secundaria.

Los defensores de la Logse y del modelo "comprehensivo" de enseñanza afirman que no todo es desastre y fracaso escolar en la educación española. Parece ser que España es uno de los países con mayor número de alumnos resilientes. Luego su sistema es bastante equitativo. La estadística dice que suele ser alumnado autóctono, más bien niñas que niños, y que el hecho suele suceder en centros privados más que en públicos, lo cual parece contradecir el argumento de que los centros privados y concertados obtienen mejores resultados sólo porque escolarizan a un alumnado de un nivel socioeconómico más alto.

La característica más sobresaliente del alumnado resiliente es su afición a la lectura. No leen sólo por obligación, sino por gusto. Evidentemente, la heterogeneidad de las aulas favorece al alumnado de nivel socioeconómico bajo o muy bajo. Pasaba en la mili cuando era obligatoria. Las personas que llegaban a ella con estudios superiores tenían la sensación de estar perdiendo el tiempo; las que llegaban a ella con niveles bajos de conocimientos y estudios podían aprender a leer y a escribir, sacarse el carnet de conducir, o ganar "mundología" conviviendo con otras mentalidades diversas y más cultivadas...

Muchos pedagogos defensores de la heterogeneidad abrumadora que fomentó la Logse se niegan por principio a reconocer -sin duda resulta vergonzoso o doloroso hacerlo- que el beneficio de los que padecen retraso educativo causa perjuicios al resto, pues el tiempo que el profesor dedica a unos no puede dedicarlo a otros, ni tiene el don de la ubicuidad. El problema de la heterogeneidad es que si no queremos que la equidad resulte incompatible con la promoción de la excelencia y su reconocimiento, hemos de asignar importantísimos recursos económicos y personales para hacer posible una enseñanza personalizada. Y no me refiero sólo a recursos materiales, ordenadores y pizarras digitales, sino sobre todo a profesionales: profesores de refuerzo, de apoyo, pedogogos terapeutas, logopedas, educadores sociales; más imprescindible reducción de la ratio, formación continua del profesorado, etc. Donde las desigualdades se incrementan, también tendrían que incrementarse dichos recursos, si queremos compensar sin perjudicar a los académicamente mejores.

Un método en el que podríamos insistir sin excesivo coste es el fomento del placer de la lectura, tanto en las aulas como fuera de ellas.

El fenómeno de la resiliencia tiene la virtud de probar que nadie está determinado a ser ignorante porque sus padres o su entorno lo sea. Los estudios siguen ofreciendo una oportunidad de promoción personal y ascenso social, aunque el éxito académico no garantice esto último tan seguramente como sucedía en el pasado.

En relación con todo esto, me interesa insistir particularmente en el error de muchas personas -y de demasiados profesionales de la educación- acerca de la naturaleza de la inteligencia. Piensan equivocadamente que nacemos con un número fijo de "talentos", como una especie de maldición o bendición heredadas.

Pero, ¿qué es la inteligencia? Nadie lo sabe. He conocido a compañeros míos que, nulos para las matemáticas, se convirtieron en excelentes músicos o competentes empresarios. A otro que, fantástico en física, resultó un desastre en sus relaciones sociales, tanto públicas como privadas. El psicólogo Howard Gardner desarrolló una teoría de las "inteligencias múltiples", que son muchas más de dos. El cuadro de Gardner no creo que agote los tipos. Desgraciadamente, nuestro sistema académico entroniza sólo dos: la lógico-matemática y la lógico-lingüística, las cuales sin duda son relevantes, importantísimas, pero con ello se niegan otros tipos de inteligencia. Los chicos o chicas sin duda poseen aptitudes que la escuela actual -cuyo anticuado modelo es la producción estandarizada, industrial- no desarrolla, porque simplemente las desconoce, inhibe o desdeña. Este es uno de los tópicos que ejemplifica muy bien El Elemento de Ken Robinson (v. Bibliografía).


Desde luego, la inteligencia humana contiene mucho más que palabras y números. Pronto acusamos de hiperactividad a muchos estudiantes que sólo se sienten interesados cuando usan su cuerpo, entonces les recetamos drogas para que se tranquilicen. Los hemos bombardeado desde chicos con billones de estímulos mediáticos, y ellos se han acostumbrado a dispersar su atención en función de la intensidad o naturaleza de esos estímulos externos. Pero nos sorprendemos porque se aburren en la escuela cuando les pedimos que concentren su atención en algo que carece de atractivo alimenticio, de connotaciones seductoras o sexuales, de ritmo pegadizo o colores supersaturados...


Las personas modifican su inteligencia y el modo en que la aplican según  su entorno y según sus intereses y necesidades. Los test miden cierto tipo de inteligencia pero no toda la inteligencia. Se puede hablar de estilos personalizados de inteligencia, porque es diversa, polifacética, dinámica, y está viva. Por eso corre el riesgo de atrofiarse si no se la alimenta, y se despliega como la cola de un pavo real si halla su "elemento", aquello que la emociona. Puede dejarse ver en cosas que nada o poco tienen que ver con los números o las palabras, ¡y no sólo me refiero al fútbol! Es peculiar en cada persona, flexible y, por supuesto, más flexible aún en un adolescente.


El necesario, vocacional idealismo del buen maestro, del profesor excelente, y en todos los centros los hay, consiste en la capacidad para ver a las personas como podrían ser si no fueran como son. El maestro no sólo debe contagiar buenos hábitos, como el gusto por la lectura, sino también ayudar a desaprender los malos, y esto resulta trabajoso en una sociedad plagada de "niños malcriados" por el incesante halago de los Media, con la complicidad o el abandono de los padres.


Bibliografía
Feito Alonso, Rafael. "¿Educación de excelencia antes de la Universidad?". Cuadernos de Pedagogía, jul-ag- 2012, nº 425, pg. 80ss.
Robinson, Ken & Aronica, Lou. El Elemento, Mondadori, Barcelona, 2009.
Zancajo, Adrián & al. "Desigualdad social y resiliencia académica". Cuadernos de Pedagogía, nº 425, jul-ag., 2012.