Zubiri siempre pensó que una teoría de la realidad y una teoría de la intelección no
eran sino perspectivas diferentes y necesarias del problema metafísico nuclear:
la realidad como fundamento de todo. Encontró profundamente erróneo el
principio fundamental de la filosofía moderna, esto es, que no es
posible dar cuenta de lo real sin antes justificar la posibilidad del
conocimiento, pero tampoco aceptó el llamado realismo ingenuo, que concede prioridad
a la realidad sobre el saber. Idealismo y realismo ingenuo habían sido los dos
errores entre los que había oscilado la historia de la filosofía. Zubiri
pretendió corregirlos abriendo una nueva vía cimentada en un principio básico:
no hay prioridad intrínseca del saber sobre la realidad ni de la realidad sobre
el saber. “El saber y la realidad son en su misma raíz estricta y rigurosamente
congéneres” (IRE. 10). La relación entre realidad e inteligencia es
constitutiva porque no hay realidad independiente de la
intelección humana (realidad como formalidad, en el sentido que expuse aquí), ni el hombre puede constituirse como tal aislado de la
realidad: lo exterior al sujeto no es un “añadido” suyo, sino que es
constitutivo de su estructura ontológica.
El futuro hunde sus raíces en una historia natural (antropología) y en una historia del espíritu (psicología). En este blog reflexionamos sobre los vínculos y los desencuentros entre esos dos polos, en dirección a una anhelada armonía que unifique felizmente lo que somos. No sólo aquello de que estamos hechos, sino aquello a lo que aspiramos soñando y obrando.
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domingo, 17 de diciembre de 2017
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