Mostrando entradas con la etiqueta aprendizaje. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta aprendizaje. Mostrar todas las entradas

lunes, 16 de marzo de 2020

PRIMER APRENDIZAJE DE LA LENGUA

Imposible hablar sin gramática: 

 Cuando hablamos no juntamos las palabras de cualquier manera. Más bien ocurre que cada idioma sigue unas sistemáticas y determinadas reglas. Los bebés dominan algunas de ellas. Es lo que ha demostrado un experimento en la universidad Descartes. Un bebé de 8 meses puede diferenciar entre las palabras que tienen una función y las que tienen contenido.

domingo, 6 de septiembre de 2015

IDENTIDAD Y SOCIEDAD



David Precht (1965) se ha convertido en uno de los filósofos más populares de Alemania, con sus libros ya traducidos a 26 idiomas “¿Quién soy yo?” (2015), “Amor, un sentimiento desordenado” (2011), “El arte de no ser egoísta” (2014). Con el primero de los libros mencionados pretendía explicar la filosofía a los más pequeños, y consiguió escribir una obra superventas. Precht que estudió germanística y filosofía nació y creció en un hogar alemán “multicultural”, con hermanos adoptados de otros continentes. Su tesis versó precisamente sobre la obra de Musil “Der Mensch ohne Eingeschaften” y sus implicaciones filosóficas. Hoy sigue siendo conocido por dirigir un programa mensual en la televisión alemana que consiste en una entrevista “a fondo”, un verdadero cara a cara, con filósofos, escritores, pensadores y autores de todos los ámbitos.

viernes, 30 de agosto de 2013

Qué podemos hacer por mejorar nuestra herencia genética


Traducción de la entrevista: Ana Azanza 

 Para ir abriendo boca ante el nuevo curso que se acerca y los nuevos retos que se van a presentar traigo esta entrevista a un científico sobre epigenética y genética.
 

Jörg Blech es un autor de libros de ciencia al alcance de no iniciados, con títulos tan interesantes como "Los inventores de enfermedades" (2005), o "Medicina enferma" (2007). Le hacen una entrevista excelente sobre asuntos tan corporales y cotidianos como los dolores de espalda y sus causas perfectamente evitables: Movimiento, movimiento, movimiento.

Intento remediar a mi ignorancia científica en la que incurriría seguro según los criterios de Michel Serres. No se puede vivir sólo de lecturas  filosóficas. Es preciso salir de la disyuntiva ciencias-letras, o como él dice los “expertos incultos por un lado, y los cultos ignorantes por otro”. Ya lo propuso en su libro “El tercero instruido”:

 “Todo aprendizaje consiste en mestizaje. Extraño y original, mezcla de los genes de su padre y de su madre, un tercero entre los dos, el niño no evoluciona más que por nuevos cruces. Toda pedagogía repite la generación y el nacimiento de un niño: nace zurdo, aprende a escribir con la derecha, sigue siendo zurdo, renace diestro, en la confluencia de los dos sentidos: nace gascón, sigue siéndolo y se hace francés, mestizo de hecho; nace francés, se hace español, italiano, inglés o alemán si aprende esa cultura y esa lengua, conservando la suya propia, y se hace cuarterón, alma y cuerpo mezclados. Su espíritu se parece a un traje de Arlequín. Esto vale para enseñar y para criar los cuerpos.">El mestizo, en el libro “Le tiers instruit” se llama el tercero instruido. Científico por naturaleza entra en la cultura porque la ciencia se encuentra hoy con las cuestiones que por sí sola no puede prever del dolor y del mal. Basta saber dos cosas: hay razón exacta y hay males injustos; se sigue por tanto la libertad de invención, de pensamiento. Esto vale para la conducta y para la sabiduría, para la educación. Es y pretende casarse con la alteridad más extraña, quiere renacer mestiza. Ama al otro que engendra en ti, una tercera persona, el espíritu.”

La entrevista es un intento de caminar hacia el tercero instruido.

domingo, 31 de marzo de 2013

¿Invención cerebral del yo?


 
Rodolfo R. LLinás
En defensa del monismo

Roberto R. Llinás ha sido director del Departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad de Nueva York y es miembro de prestigiosas academias científicas de todo el mundo. Su libro El cerebro y el mito del yo es una excelente obra de divulgación científica con prólogo de Gabriel García Márquez.

Para Llinás, la mente o “el estado mental” es producto de los procesos evolutivos que han tenido lugar en el cerebro de los organismos dotados de movimiento. Cree que Occidente debe superar ese dualismo que, desde los pitagóricos y modernamente con Descartes, supone o postula un “fantasma en la máquina”. La expresión del título, “el mito del yo”, alude precisamente a ese concepto –equivocado- de un yo separable de las funciones cerebrales. Mi cerebro y yo no somos dos cosas diferentes. La mente tiene una naturaleza neurobiológica, y no es una sustancia distinta del cerebro, sino que emerge de la sustancia física del sistema nervioso central. Lo que llamamos “yo” resulta una función de la estructura geométrica y del flujo de interconexión de las neuronas, donde juega un importantísimo papel la sincronía, o sea, el tiempo.

El hombre debe enfrentarse cara a cara con su verdadera naturaleza. No es necesariamente preferible creerse un fantástico ángel menor que un real animal extraordinario con una mente portentosa[1]. Desde la perspectiva monista, cerebro y mente son eventos inseparables. La mente, o el estado mental, constituye tan sólo uno de los grandes estados funcionales generados por el cerebro. Por su parte, los estados mentales conscientes -que como ya apuntó Hume son discontinuos- pertenecen a una clase de estados funcionales del cerebro en los que se generan imágenes cognitivas sensomotoras (cualias[2]), incluyendo la autoconciencia.

Naturalmente, hay estados mentales sin conciencia, como el estar dormido, drogado, anestesiado, en coma, o sufriendo una crisis epiléptica. El cerebro puede seguir funcionando sin conciencia y sin autoconciencias, sin preocupaciones, esperanzas o temores, en el olvido total. Sin embargo, soñar es también un estado cognoscitivo, aunque no respecto a la realidad externa, pues no está regulado por los sentidos.

viernes, 30 de septiembre de 2011

La pedagogía de Coetzee


En su reputada novela Verano, el escritor sudafricano J. M. Coetzee se refiere a su filosofía de la enseñanza como una filosofía del aprendizaje, procedente de Platón. El autor explica a una brasileña, Adriana, que está preocupada por el entusiasmo que el profe ha provocado en su hija adolescente, de qué manera, "antes de que se produzca el verdadero aprendizaje, el estudiante debe tener cierto anhelo de verdad, cierto fuego en su corazón. El auténtico estudiante arde por saber. Reconoce o percibe en el profesor a una persona que se ha acercado más que él o ella a la verdad. Desea hasta tal punto la verdad encarnada en el profesor que está dispuesto a quemar su yo anterior para alcanzarla. Por su parte, el profesor reconoce y alienta el fuego en el estudiante, y reacciona a él ardiendo con una luz más intensa". De este modo, ambos, profesor y alumno, se elevan a una esfera superior.

Por supuesto, la teoría no tranquiliza en absoluto a Adriana. Todo ese idealismo no casa muy bien con su sentido práctico. Y de nada sirve que el profesor se enamore de ella y le escriba interminables cartas de amor. La teoría arriba expuesta parece más radical y personal que la de Platón; para el ateniense, el proceso de aprendizaje (paideia) no implica tanto una renuncia al yo anterior, cuanto su  liberación de la ignorancia o del apego a la apariencia, o sea una conversión del alma a la verdad, del alma con todas sus potencias, sensibles, anímicas, emotivas e intelectuales.
Más adelante, un colega de Coetzee se refiere a la enseñanza como una especie de contagio:
"Los alumnos pronto descubren si lo que les estás enseñando te importa. En caso afirmativo, están dispuestos a considerar la posibilidad de que también les importe a ellos. Pero si llegan a la conclusión, acertada o no, de que no te importa, no hay nada que hacer, sería mejor que te fueras a casa".

No cabe sublimación de la profesión docente: "las filas de la profesión docente están llenas de refugiados e inadaptados", de gentes que nada más buscan la seguridad de un sueldo mensual. Eso sí, ser profesor permite estar en contacto con una generación más joven.

Adriana, que no ve en el profesor sino a un débil y peligroso soñador, recuerda una carta en que Coetzee, que se ha enamorado locamente de ella, le habla de cómo había aprendido los secretos del amor escuchando a Shubert: "cómo sublimamos el amor a la manera en que los químicos del pasado sublimaban sustancias innobles". La brasileña, maestra de danza, busca el término "sublimar" en el diccionario de inglés. Sublimar: calentar algo y extraer su esencia. En portugués tenemos la misma palabra, "sublimar", aunque no es corriente. A la brasileña, más atenta a cuestiones prácticas, tanta sublimación le parece una solemne tontería, pues cree que, "por debajo de las bonitas palabras, lo que un hombre quiere de una mujer suele ser muy básico y muy simple". Pero Coetzee insiste en que Schubert le había enseñado a sublimar el amor. Sin duda, para él, esta sublimación forma parte del proceso de aprendizaje.

Coetzee da voz y protagonismo a Adriana como a otros personajes que en la novela Verano desmitifican sistemáticamente su figura de premio Nobel de literatura, así que no deja de ser paradójico que quien desmitifica así sostenga en la narración -como alter ego de sí mismo- una postura platónica y sublimatoria. La brasileña le reprocha haber divorciado el alma del cuerpo...
"Para él, el cuerpo era como una de esas marionetas de madera que mueves mediante cordeles. Tiras de este cordel y se mueve el brazo izquierdo, tiras de ese y se mueve la pierna derecha. Y el auténtico yo está allá arriba, donde no puedes verlo, como el tirititero que tira de los cordeles".
Para Adriana, maestra de danza de profesión, nadie que disocia así el cuerpo del alma puede bailar bien, porque la danza es encarnación. No me extraña que diga esto una brisileña, fueron los brasileños quienes añadieron al fútbol el ritmo de la danza. En la verdadera danza -explica Adriana Nascimento-, el cuerpo manda, el cuerpo dirige, formando con el alma un todo. "¡Porque el cuerpo sabe! ¡Sabe! Cuando el cuerpo siente el ritmo en su interior, no necesita pensar". La marioneta no puede bailar, porque la madera no tiene alma ni puede sentir el ritmo.

Esa disociación del alma y el cuerpo puede tener que ver con la educación calvinista holandesa, que aspira a formar a los niños como el artesano da forma a un recipiente de arcilla, según una imagen predeterminada. Por el contrario, su madre -la madre real o imaginaria de Coetzee- creía más bien que la tarea del educador debería ser la de identificar y estimular las aptitudes naturales del niño o la niña, las aptitudes innatas que les convierten en seres únicos. Si imaginamos a la niña o al niño como una planta, el educador debería alimentar las raíces de la planta y observar su crecimiento, en lugar de podar sus ramas y "darle forma", como predican los calvinistas.

En una nota inserta en el capítulo final del libro, Coetzee se propone desarrollar una teoría de la educación original, cuyas raíces estarían en Platón y Freud, y cuyos elementos serían la condición de "discípulo" como aspiración del alumno a ser como el profesor, y el idealismo ético del profesor que se esfuerza por ser digno del estudiante. Y cuyos peligros son: la vanidad o complacencia del profesor por el culto que le rinde el estudiante y, en segundo lugar, el sexo, el sexo como atajo hacia el conocimiento. Al final de la nota se reconoce como incompetente en asuntos del corazón.

A lo largo de la novela, el protagonista indirecto de la misma, el personaje J. Coetzee, se muestra torpe en este campo, de ahí el carácter simbólico que adquieren las palabras de la bailarina y de "lo femenino", como una "rarefacción superior de la mujer, hasta el punto de convertirse en espíritu" (J. M. Coetzee. Verano, trad. de Jordi Fibla, Debolsillo, abril, 2011).