Río Borosa, Sierra de Cazorla, 20, sept. 2008. |
Tuve oportunidad de viajar a Francia adolescente por intercambio familiar de estudiantes, en el tren Puerta del Sol, que cambiaba la distancia entre sus ruedas en la frontera pirenaica. Atravesé la meseta en verano, seca, inhospitalaria, y me sorprendió el verde acogedor de “La douce France”, pero sobre todo el amplio caudal de sus ríos. Allí no escaseaba, como entre nosotros, el líquido elemento, el agua germinal. No me cansaba de contemplar aquellas riberas, hembras feraces. Por eso es verosímil la leyenda de que el doctor Laurentius recetaba la contemplación de determinados tramos de ríos contra la melancolía, que era el mal psíquico de su época; como de la nuestra, el estrés.