Autora: Ana Azanza
Me ha llamado la atención el ensayo que Sloterdijk le dedica
al tema de la evolución humana que llama con heideggeriano título “La
domesticación del ser. Por una clarificación del claro”.
Son interesantes los hallazgos de restos humanos, la
clasificación y datación de diferentes especies, de sus utensilios, de lo que
se puede inferir a partir de lo poco que se ha encontrado sobre el modo de vida
de nuestros antepasados. Pero el demasiado empirismo en estas cuestiones me
deja con ganas de saber más, porque es difícil pensar que el hombre venga de la
tierra, que las formas de vida netamente más desarrolladas y abiertas, procedan
sin más como quien deja que el moho salga en el pan y se propague.
Una idea poderosa de las muchas que formula es que como especie biológica surgida tardíamente “nadie nos
estaba esperando”. Así es como interpreto el tono y el modo de esta “fantasía
filosófica”.
La antropotecnia a la que se entrega Sloterdijk parte de la
base de que el hombre es en el fondo un producto, que sólo puede ser entendido
examinando sus métodos y relaciones de producción. Sería la parte marxista de
la explicación. El hombre es una magnitud que jamás podrá darse de manera
puramente natural y que sólo ha podido producirse por efecto de mutaciones
técnicas espontáneas y en convivencia con cosas y animales en prolongados
procesos de producción en los que se ve una tendencia paranatural. La condición
humana es producto y resultado, producto de realizaciones que no se han
descrito como tales y resultado de procesos de los que se sabe poco.
La propuesta está a medio camino entre la ontología
heideggeriana y la antropología. La situación del hombre es una producción, un
sacar afuera un ente que antes estaba oculto. El puesto del hombre en el mundo
es una situación tecnógena además de ex_tático. El hombre ha salido desde la
naturaleza al lugar de peligro que es el claro.
Sloterdijk llama a su escrito “fantasía filosófica”, es una
reconstrucción fantástica que no olvida el punto de partida en el claro y el
estado actual de la civilización. Se cimenta en que el hombre se da cuenta de
que está en el mundo, con el ser.
El positivismo empequeñece al hombre en sus determinaciones.
Pero el hombre no es sólo un simple mono bajado del árbol sino la
transformación del protomundo en mundo, y eso no se puede entender si estamos
atados al Ser Uno y la Verdad Una.
No se puede proceder como normalmente procedemos, presuponiendo al hombre para
luego encontrarlo en niveles prehumanos. No es que el hombre llega a un mundo
que le está esperando, sino que hay que empezar en una prehumanidad con su
premundanidad.
Lo complicado es que la explicación sobre el origen del
hombre debe girar en círculo, un círculo antropotécnico, la técnica hace al
hombre y el hombre hace la técnica. Y esto desde siempre, no sólo en los
últimos tiempos con los avances de la ingeniería genética y lo cyborgs. Me
gusta ese experimento mental tan difícil que exige no suponer al hombre para luego
fingir que se lo deriva de la evolución. El concepto “hombre” encierra una
complejidad inmensa.
El planteamiento de Sloterdijk es posible por la situación
postmetafísica que vivimos, a nuestras espaldas queda la izquierda hegeliana
con su subrayado de la praxis humana, primera lección, Darwin, con su mostrarnos nuestro parentesco con lo
viviente, segunda, Nietzsche, el psicoanálisis, la fenomenología, los
extremismos filosóficos y las antropologías empíricas de un Louis Bolk, un Schindelholf,
Garstang, P. Alsberg), la paleontología, la lingüística histórica, la
narratología, la antropología estructural y la investigación de la conducta. Si
hay alguien que se atreve a juntar todos esos ingredientes en el mismo plato
sin que se le indigesten es Sloterdijk.
La idea es que para saber la historia del hombre, o sea
nuestra historia, hay que acercarse a las cosas, a la materia. Se trata de ver
al hombre como producto de condiciones exclusivamente terrenas, porque ya no
hay bloqueo teológico que lo impida. Pero todavía hay quien piensa al hombre
como producto de fuerzas que por su rango ontológico están por debajo del
resultado. Atrapados en hechos culturales e históricos no ven al hombre en su
ser formador del mundo. El claro mismo
es un resultado de la historia, algo prehumano tomó el camino que conduce al
hombre, el claro y la hominización serían lo mismo. Sólo el hombre se pregunta
por la verdad, y en el preguntarse se hace hombre. Es más circular de lo que
parece.
El hombre sería una esencia arrancada del parentesco con la
animalidad, nuestros antepasados se incorporan al parentesco con los seres de
éx.tasis, con la consecuencia de que ahora estamos más cerca de los dioses que
de los animales. Los animales son pobres en mundo, porque están reducidos a su
Umwelt, su mundo circundante y sin lenguaje. Mientras que el hombre sale de la
jaula ontológica y tiene mundo. La onto-antropología pregunta por ambos, por el
éxtasis humano y por el estatus del que fuera animal. Los animales salen del
huevo o son paridos pero no vienen al mundo. El animal se orienta a acertar en
dos campos procreación y comportamiento frente a sus depredadores. El hombre se
orienta a la verdad como respuesta adecuada a las condiciones de existencia de
individuos y culturas.
El hombre metafísicamente desilusionado, nosotros hoy, estamos
en condiciones de reflexionar sobre nuestra propia enormidad como los griegos
cuando explicaron el mundo como un compromiso de lucha entre titanes y los
dioses del Olimpo.
Lo monstruoso ha ocupado el lugar de lo divino. Sloterdijk
llama monstruosa a la capacidad para la verdad del hombre, esta capacidad es
inquietante y monstruosa. Y se ha
mostrado en dos fechas claves, en agosto de 1945 momento de la bomba atómica, y
en febrero de 1997 con el primer animal clonado. Esos acontecimientos muestran la
capacidad de la técnica humana para ser usada en contra del propio hombre. Las
“monstruosidades” humanas no son sólo culpa de la “modernidad” y del mito del
progreso ilimitado. El claro de la verdad es el mundo en el que se vio el
relámpago de Hiroshima y en el que se oye el balido de Dolly. El Apocalipsis
del hombre es algo cotidiano, ¿tenemos o no tenemos culpa de los Apocalipsis? Solterdijk
dice que no, pero me parece que si hay Apocalipsis provocados por el hombre
somos responsables. De estar jugando en el filo de la navaja, puede que no,
amamos el riesgo, pero de caer del lado de la navaja que nunca se debería haber
caído somos responsables, y hay culpables.
La producción del
mundo es el mensaje
El hombre es producto pero no sabemos de qué, no es un
producto que pueda ser llevado a cabo intencionalmente por hombres. La pregunta
es de qué manera un animal entre el pospiteco y el presapiens inició el camino
que le llevo a la “casa del Ser”. La respuesta está en ver el drama de la
hominización como un asunto doméstico
en sentido propio.
La casa o espacio más antiguo que toda dimensionalidad
usual, un espacio que como la jorá
platónica puede constituir una matriz.
Sloterdijk ha propuesto la esfera como matriz del hombre. La forma de coexistencia transforma
a los coexistentes, de ahí el interés de examinar los “lugares” de habitación.
Los lugares esféricos son comparables a invernaderos en condiciones climáticas
creadas por los propios habitantes. Al mismo tiempo tenemos la facialización
del homo sapiens, que en resonancias esféricas, se deshizo del hocico. La
esfera llena la laguna entre circunmundo y mundo. El hombre ni está confinado
en su circunmundo ni está ante el puro temor de lo indeterminado. Las esferas
son intermundos, membranas entre lo exterior y lo interior. Lo esférico es el término
medio entre el denso habitar del animal y el diáfano Apocalipsis del ser. Las
esferas pueden funcionar como intercambiadores entre formas de existencia
animal y humano simbólicas. Ellas comprenden contactos físicos, metabólicos,
procreadores y las intenciones que apuntan a cosas lejanas e inteligibles como
el horizonte y los astros.
El habitar es más antiguo que la casa y el recinto más
antiguo que el hombre. Son situaciones antes del hombre en su devenir que eran
medios de producción y de relaciones de producción.
Las casas son instalaciones de aislamiento que ofrecen a sus
moradores la ventaja de asegurarse y reproducirse en un espacio interior. Hace
más de un millón y medio de años en Olduvai el homo habilis habitaba espacios
rodeados por empalizadas contra el viento. Antes del homo sapiens ya había
muros.
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Garganta de Olduvai en Africa oriental, lugar de la más cultura más antigua |
Para llegar al hombre cuatro mecanismos se han engranado
dando lugar a causalidades circulares:
Mecanismo de insulación
Mecanismo de exclusión corporal
Neotenia
Mecanismo de transferencia, el hombre está en camino hacia
el lenguaje.
En su “fantasía filosófica” sobre el “camino al claro” Sloterdijk prescinde de la cerebralización
para no complicar.
- La
insulación
Individuos marginados en la periferia producen el efecto de
un muro viviente en cuya cara interior se crea una ventaja doméstica para los
individuos que están en el centro. La madre y sus crías se benefician. El
resultado de la insulación es que la
cría se transforma en infante, así se desarrolla el espacio madre-hijo, y la
relación se prolonga en el tiempo. Es imposible niños que perduren sin un
aumento de la seguridad. Las formas de vida sociales de orden superior tienden
a desarrollar e papel del circunmundo, no se desarrollan en un nicho ecológico
sino que producen el nicho. Empiezan las formas lujosas, como lo es ser niño.
Ser infante tanto tiempo es un lujo que los animales no se lo permiten. Y
últimamente en nuestra sociedad española desarrollada la infancia se va
prolongando de manera no sé si peligrosa para la especie.
En estos espacios en los que se crean las condiciones de
seguridad para la crianza, hay un aumento de sensibilidad y comunicatividad
entre los beneficiarios del mismo. La presencia de niños modela la sociedad
humana como ninguna otra. Los niños fueron los verdaderos renovadores del
comportamiento humano.
- La
exclusión corporal
Fue Alsberg en 1922 quien habló de ella. Al principio hay un
uso casual de instrumentos. El homínido se emancipa de la necesidad de
adaptación orgánica, se evade de la prisión del circunmundo. Con el homínido
que coge una piedra y la lanza o golpea algo se abre en la naturaleza el nicho
ecológico del hombre. Ese homínido carroñero, bípedo por tendencia, de robustos
pies de corredor coge una piedra, y con la piedra está cogiendo la oportunidad
de salir “al claro”. El hombre no viene ni del mono ni del signo, viene de la
piedra, el uso de la piedra abrió el
horizonte de la prototécnica. En el uso de la piedra para lanzar y golpear
se averigua que no hay que estar en contacto corporal con presencias del
circunmundo. No hace falta huir, se puede dominar la cosa que amenaza. Los
límites de mis lanzamientos son los límites de mi mundo. La mirada que observa
una piedra que se tira es la primera forma de teoría. El homínido tiene un
proyecto: dar una pedrada a algo o a alguien. El sentimiento de acierto es el
primer peldaño hacia la verdad ¡le dí!
Al arrojar, golpear, cortar aparece lo que resulta. Algo muy
diferente al nacer de animales y plantas. El homínido lanzador, golpeador es un
cooperador del claro. La acción supone el éxito, el éxito remite a la acción
que lo produjo. El tiro certero es la primera síntesis de sujeto (piedra)
cópula (acción) y objeto (animal o enemigo). El corte completo prefigura el
juicio analítico. Las frases son mímesis de lanzamientos, golpes y cortes en el
espacio de los signos, las afirmaciones imitan lanzamientos, golpes, cortes
exitosos. Las negaciones nacen de las acciones erradas. Las piedras hablan del
poder que se puede tener sobre lo que hay enfrente.
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El hombre viene de la piedra |
Nace el lazo entre éxito y verdad. En este espacio se
ejercita el carácter de blanco de las verdades. Nace para el ojo que acompaña
al lanzamiento, el horizonte. Desde entonces hay verdad, desocultamiento,
conformidad, acierto, corte justo. Sólo en contraste con la propia acción y
producción se vuelve la mirada al horizonte. El horizonte es el anillo
inalcanzable en torno a todo. El horizonte confiere a todo lo que existe y
sucede una síntesis última. Es lo que ningún lanzamiento alcanza. A partir de
aquí se puede desarrollar el ser que engloba la sustancia patente y latente
parcialmente alcanzable común a todas las cosas.
Todos los hombres aspiran por naturaleza a saber, que es
éxito. Se produce el acontecimiento decisivo, la retroalimentación entre las
producciones culturales de los homínidos y la canalización del gene flow hacia el hombre. El uso de la
piedra en el paleolítico creó una situación evolutiva particular. Los cuerpos
de los homínidos comienzan a ostentar notas lujosas, la cabeza o más bien
cabezón por lo desproporcionado al nacer, se humanizan, que es avanzar en
dureza hacia fuera y en refinamiento. La selección es cada vez más relativa al
“invernadero” en vez de adaptarse al “Umwelt”. Se recompensan cualidades que
permiten al sapiens un mayor distanciamiento del “Umwelt”. El hombre, animal
orquídea que se cría en un invernadero.
- Neotenia
Este factor es el de efectos más dramáticos y misteriosos.
En el invernadero humano sobrevive no el más apto, sino el que mejor aprovecha
las oportunidades del invernadero. El hombre se encamina hacia variaciones
estéticas, muchas variaciones genéticas del hombre son selectivamente
neutrales, no importan para “sobrevivir” ¿qué más da el color de ojos? ¿forma
de la nariz? O cualesquiera variaciones físicas a las que nos tiene
acostumbrados la observación de cuerpos de nuestros congéneres. El hombre se
encamina hacia la belleza, un premio bioestético a la distinción que se puede
observar en las formas femeninas o en el despejamiento de los rostros no
peludos.
El hombre presenta características intrauterinas en
situación extrauterina. Como efecto de la técnica primitiva tenemos un criadero
o invernadero de hombres. Lous BOLK dio el teorema de la fetalización. Nacemos
prematuros por el aumento del tamaño del cerebro, hay causalidad circular.
Antes de aparecer el lenguaje fueron los gestos (golpear,
lanzar) los que produjeron la incubadora humana. El lenguaje es sólo la segunda
casa del ser, la primera es el recinto. El lenguaje con sus símbolos, leyes,
religión, costumbres, conserva la incubadora humana. Nace el tiempo existencial
dentro del espacio humano. Primero el espacio, recordemos la insolación, el
habitar, el recinto. Dentro del espacio por tanto surge la prehistoria u
hominización, la cultura, y la historia, que es el tiempo de la competencia
entre culturas, de las guerras.
Los hombres son previsores que viven más en el pasado y en
el futuro que en el presente del animal. El hombre es ontológicamente lujoso
porque lo es fisiológicamente, y lo es fisiológicamente porque vive en un
invernadero. Estos invernaderos de grupos humanos se llamarán culturas, el
tiempo del aseguramiento del lujo y los fracasos en tal empeño conforman la
historia.
Muchas características de
la fisiología humana muestran esa “claridad” del hombre, como la cara,
una frontalidad que mira, o los órganos sexuales femeninos no detrás sino en
posición subcentral que hace de la sexualidad humana también un encuentro cara
a cara, la cara es el claro del rostro, la delgadez de la piel , el claro de la
epidermis.
El cerebro es el órgano general del claro. La capacidad de
aprender es una prueba de la realidad del mundo exterior. El desarrollo
enderezado al lujo halló en la mano el medio más perfecto. La mayor parte del
desarrollo cerebral se produce fuera del útero, el hombre está abierto a la
expectativa, a la información no innata, el cerebro adquiere supremacía sobre
lo instintivo. Es el taller donde se relaciona lo a priori con lo a posteriori,
es la condición orgánica de la posibilidad de la experiencia.
Es preciso liberar la capacidad de habitar de toda fijación
en casas construidas para concebir la primacía del convivir creador del espacio
antes de la arquitectura. Heine llamó a la Biblia la patria portátil, no es el territorio lo
que hace posible la comunidad sino la convivencia hablante y cooperativa. Ese
es el lugar o la incubadora simbólica
en la que las convivencias crean su manera específica de estar dentro de ella.
El lugar entre nosotros es más antiguo que la tierra en que vivimos. La conversación
que somos es más fundamental que el suelo sobre el que estamos.
Las técnicas que modelan al hombre conforman la
antropotécnica: lenguas, historias de la fundación, reglas del matrimonio,
lógica del parentesco, técnicas educativas, normalización de roles por sexo y
edad, división del trabajo.
A esa antropotecnia hubo de preceder la domesticación del
hombre, y esas técnicas de domesticación sólo indirectamente y de forma
inconsciente produjeron el hombre al abrir el espacio en el que el hombre pudo
seguir la deriva genética hacia sus formas anatomicamente y cerebralmente
lujosas con sus extensiones simbólicas.
El filósofo se atreve a vaticinar a la larga una situación “posracista”
en el mundo, por la evidencia de que la variación entre los individuos humanos
es mayor que entre las etnias. Pero de evidencias racionales que nadie ve estamos sobrados. Ojalá se diera en verdad el posracismo como una etapa
de la historia de la humanidad.
- Transferencia
La hominización es una hiperinsulación que tiene sus
riesgos. Cuando llegan las catástrofes naturales el hombre paga el precio más
alto por su refinamiento biológico y su éxtasis ontológico. Ese espacio
interior y su organismo hipersensible acaba implosionando. Con las catástrofes
el hombre se ve desnudo, inerme. De ahí la importancia de poder recurrir al
mito, a recuerdos y rutinas que permitan una repetición de estados anteriores
de orden e integridad. Aquí se dibuja la inmunología simbólica y la
psicosemántica de la regeneración sin las cuales sería impensable el sapiens en
medio de tantas penalidades.
De ahí las religiones reparadoras, el mito del renacimiento,
la demanda de regeneración se inicia cuando los hombres son amenazados por el
“Umwelt” de otros hombres, es el período, imperial, político y culturalmente
desarrollado de la historia. Los hombres interpretan el acostumbrarse a lo
nuevo como una transferencia de hábitos. Las mismas palabras, costumbres, hábitos,
“Sitten” vienen del habitar, “setzen”.
Hacerse adulto implica amoldarse a lo no propio. Las
relaciones adultas entre los sexos se basan en que uno de los dos acepta
renunciar a su casa y a su inmadurez. El deseo endogámico toma caminos
exogámicos (Freud). Se busca a la madre o a la hermana y se encuentra mujer en
otro lugar.
El lenguaje, casa del ser, es el órgano universal de la
transferencia. No es tanto poner nombres a las cosas como que con el lenguaje aproximamos lo extraño y
lo inquietante. Lo incluimos en una esfera habitable, inteligible. El lenguaje
hace vivible la exposición al mundo abierto. Asimila lo desemejante a lo
semejante. El lenguaje “encasa” la totalidad de las cosas.
Hoy en el mundo tecnificado otras técnicas de acercamiento
han tomado la delantera. La “casa del ser” desaparece entre andamios, la
situación actual del mundo es tal que la cultura técnica lleva al lenguaje y a
la escritura a un nuevo estado.
Pero esa parte de la fantasía filosófica de Sloterdijk se
escapa del estudio del camino que nos ha traído hasta aquí.