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miércoles, 12 de febrero de 2025

DEL "SIEMPRE TUYA" A "EL AMOR ES UN MITO"

Ilustración creada para el artículo por Bing IA


por MAR CRUZ

Los monjes budistas no están obligados a renunciar al amor ni a la sexualidad, así me lo comentó Mushin, un amigo de juventud que ha cambiado la filosofía occidental por el budismo, pero ¿cómo ama un monje budista? ¿Qué relatos tiene el budismo sobre el amor? ¿No amamos todos de la misma forma?

Recordé el libro El Profeta que él mismo me había regalado hace bastantes años. “El amor os trillará hasta dejaros desnudos, os tamizará hasta liberaros de lo inútil, os molerá hasta dejaros como el campo en la nieve…”. Así lo relataba Kahlil Gibran en lo que ya se considera un bestseller de todos los tiempos. ¿Seguirá Mushin esperando un amor así, que lo trille, que lo tamice, que lo muela…?

La filosofía postmoderna nos dice que cualquiera amará en función del lenguaje y los relatos que hayan ido calando culturalmente en él: porque el lenguaje nos instruye sobre el modo de ver la realidad. En nuestra forma de hablar subyace siempre un tratado de psicología popular. Así, nos dice J.A. Marina, cuando aprendemos el léxico sentimental asimilamos un saber ancestral sobre los sentimientos humanos y se nos instruye acerca de los afectos y las relaciones.

¿Elegimos nuestra forma de hablar sobre las cosas? ¿Soy libre al menos cuando me hablo a mí misma sobre lo que siento? Para los estructuralistas como Lévi-Strauss, Lacan o Foucault, la respuesta es un rotundo No. El lenguaje es un fenómeno social y como tal está controlado por la estructura social y a ésta no le queda otra que mantenerse y transmitirse a través de él.

Derrida, uno de los que llegó más lejos con su interpretación, habla de la erradicación de la subjetividad individual en el proceso de la comunicación. Así cuando Julie Lespinasse, una mujer culta e ilustrada, amiga de D’Alambert escribía esto a Jacques de Guibert: “Os amo como hay que amar, de una manera exagerada, con locura, arrebato y desesperación”, no es que Julie hubiese decidido voluntariamente amar así, sino que la mitología grecorromana o textos como “Romeo y Julieta” habían hecho mella en ella y seguían perpetuándose a través de ella.

De la misma manera, cuando yo digo, en broma, que me sentí flechada (aquí el mito de Cupido) por Darío Sztajnszrajber, el rockstar de la filosofía en Argentina, fue algo que sucedió fuera del campo de mi consciencia. Yo no fui dueña de esa emoción, fue el discurso de Sócrates en el Banquete, el que hizo su trabajo. Platón argumenta que el amor a alguien es una excusa para llegar a un amor más profundo, el amor por el saber en el sentido de búsqueda de un sentido. Es decir, mi inclinación por Darío es sólo una excusa para desplegar mi verdadero amor, que es el amor a la filosofía –palabra que aparece por primera vez como sustantivo en ese texto.

Este relato que configura nuestra subjetividad provoca que el amor a alguien exceda a ese alguien y siempre esté queriendo ir mucho más allá. Darío diría algo así como “siento una relación erótica por el todo, pero llegué al todo porque me enganché con Vos”.

Hablando con Mushin me percaté que desconocía el movimiento queer, la idea del sexo no binario… y andaba in albis sobre el poliamor. Se ha hecho budista, pero es un hombre occidental maduro. Todo apunta a que los textos clásicos se apoderarán de él y está esperando que una mujer le diga: “¿Hasta cuándo, dónde, si no contigo? Y qué, sino tuya” como dice Elisabeth Barrett a Robert Browing en sus cartas.

Al final, siempre dependemos de vivir en una tribu inteligente con relatos inteligentes, incluso para amar.

lunes, 23 de marzo de 2020

SENSUALIDAD NO ES BELLEZA


SENSUALIDAD NO ES BELLEZA

EVA ILLOUZ expone en Por qué duele el amor (2012) interesantes consideraciones sobre los cambios operados en lo que ella llama mercado matrimonial, estrategias de ambos sexos en las relaciones. El estudio se basa en las novelas que desde hace 200 años sirven como muestrario de cómo ha evolucionado la sociedad en este aspecto.

lunes, 21 de marzo de 2016

"EL AMOR Y EL ODIO" CON ALAIN BADIOU

"L'AMOUR, LA HAINE"

Ana Azanza

Alain Badiou (1937) quizá uno de los más grandes filósofos actualmente vivos, no es un pensador mediático. Es un pensador comprometido que no teme reconocer su adscripción marxista en medio de la atmósfera neoliberal dominante que disfrutamos, fue maoísta en su juventud y no aparca ninguna de sus ideas políticas. Al mismo tiempo es un gran conocedor y "amante" de Platón, hasta el punto de haber reescrito una República adaptada a nuestros tiempos que fue editada en 2012.

En esta entrevista hecha por un canal dirigido a un público juvenil, tenemos una muestra de su magisterio. En 2009 escribió un “Elogio del amor” y en enero de 2016 publicó la conferencia que impartió sobre los asesinatos del 13 de noviembre. Esos dos escritos marcan los dos temas de la entrevista, el amor y el odio.

lunes, 2 de noviembre de 2015

AMOR, UN SENTIMIENTO DESORDENADO



AMOR, UN SENTIMIENTO DESORDENADO (2011)
Recensión de Ana Azanza

Un tema manido, que parece de revista femenina, de teleserie, de consultorio. Importante para la vida como para la filosofía. Richard David Precht se atreve con él y el resultado es impactante.
 
El amor entre hombre y mujer no suele ser un tema de filósofos, salvo excepciones. Sólo algunos heterodoxos de la filosofía han osado escribir sobre él: Kierkegaard, Schlegel, Schopenhauer, Foucault, Luhmann.
Probablemente hay muchos más libros filosóficos comentando las categorías kantianas que el amor “de género”.

 



Y sin embargo es un asunto esencial, encrucijada de las ciencias de la naturaleza y de las ciencias del espíritu, o del espíritu y el cuerpo.

Empezando por el principio Precht ataca los manidos tópicos de la literatura popular: las mujeres pensamos con la mitad derecha, los hombres con la izquierda, los hombres buscan sexo, las mujeres nos contentamos con el amor. Pero en realidad no se sabe mucho sobre la relación hombre-mujer.

En este campo de estudio los filósofos se encuentran hoy con una gran competencia: psicólogos, antropólogos, etnólogos, sociólogos, genetistas, biólogos y sobre todo psicólogos evolucionistas. Cada cual da su explicación diversa, cada uno ha realizados sus experimentos, sus observaciones. A veces se han sacado las conclusiones más peregrinas sobre el origen del amor entre nuestros antepasados, aquellos que no dejaron nada escrito. El problema es que son explicaciones que no se mezclan entre sí y el gran mérito de Precht es haber hecho un recorrido por todas ellas para intentar establecer los puentes, la interdisciplinariedad, la visión de conjunto o síntesis que desde Platón es trabajo específico de la filosofía.

En principio la aventura no puede ser más arriesgada, un abismo insuperable separa a los “químicos del amor” de los “sociólogos” del mismo tema. El abismo es lo que interesa, esa distancia que el filósofo va a colmar partiendo de sus intereses básicos. El primero una pasión que comparto, la zoología, Precht dice que sus vivencias cuasi-religiosas tienen base zoológica. La zoología genera la chispa mística en su conciencia, más bien, la observación detenida y contemplativa del comportamiento de esos seres sensibles a los que los filósofos no atendemos “pues no están dotados de razón”. Y sin embargo, el estudio de la conducta animal se ha revelado muy fructífero para la comprensión de lo que somos en el último siglo.
No sólo de los primates vive el conocimiento de nuestra naturaleza, en este libro hay ecos de pájaros estranguladores, sapos sólidos, monógamos campañoles de las praderas y sus primos los disolutos campañoles de la montaña.
Campañol de la pradera




Al filósofo y presentador televisivo Precht le molestan tanto las afirmaciones extravagantes de los biólogos sobre el sexo como las especulaciones de algunos psicólogos norteamericanos sobre “nuestras costumbres amorosas cuando vivíamos en la sabana”. Por su parte se interesa por el espíritu desde la perspectiva  científico-natural y por la naturaleza desde la perspectiva científico-social.
La filosofía sin la ciencia natural está vacía y la ciencia natural sin la filosofía está ciega. Y de entrada quede claro que hombres y mujeres usamos los mismos cerebros, sino seríamos hemipléjicos o algo peor.

Entre los filósofos que le han inspirado, J. Butler, Riley, William James, Foucault.
Entre los biólogos, W. Hamilton, Desmond Morris, R. Thrivers, R. Dawkins.
Los sociólogos, Fromm, Beck, Luhmann.

La primera parte del libro investiga los fundamentos biológicos y culturales de nuestros papeles de género. Seguidamente pasa al amor mismo, cuya función biológica es bastante discutible, incluso cabe hacerse la pregunta desde ese punto de vista ¿por qué existe el amor en sentido biológico? Más interesante es aprender qué sucede en el cerebro cuando amamos y aquí figura la interesante investigación sobre los campañoles. Las diferencias entre hombre y mujer tienen menos que ver con la química que con las ideas recibidas y las huellas que deja la niñez en cada uno de nosotros.

El amor no es desinteresado y no es el compañerismo, a pesar de algunas benevolentes afirmaciones de algunos clérigos alemanes y norteamericanos que se han manifestado sobre la cuestión. El amor es otra cosa, es un sentimiento que tiene mucho que ver con las expectativas. Precht muestra que en los últimos doscientos años las expectativas de hombres y mujeres en el amor se han disparado, con el resultado de que las decepciones son también mayores.

Por ello tras examinar la parte biológica y genética de nuestras emociones y sexualidad, llegan los capítulos filosóficos, Precht se embarca en el tratamiento de las cuestiones habituales en las revistas para adolescentes pero desde la atalaya del pensador. Y estimo que lo logra, porque pone a la vista lo insondable de nuestra psique. Algo de lo que ya se había dado cuenta Heráclito hace 2.500 años.  Precht se pregunta:
¿Cuáles son las posibilidades y los fundamentos del amor romántico hoy?
¿Ha degenerado el amor en mercancía?
¿Cuál es la dificultad de unir el ideal y la realidad?
¿Cuáles son las dificultades del sentimiento más desordenado de todos?

Como ejemplos del proceder de este libro, me he fijado en la discusión de PRECHT de algunas de las tesis más controvertidas sobre el amor defendidas por investigadores sobre todo del ámbito anglosajón.


ESTRANGULADORES ACAUDALADOS, SAPOS SÓLIDOS.


El estrangulador es un ave que vive en Europa, Norteamérica y Asia Central. Al estrangulador gris le gusta devorar ratones y musarañas. Cuando hace buen tiempo caza en el aire, cuando hay mala visibilidad, anda a brincos por el suelo. El estrangulador gris es un pájaro normal, pero para la psicología evolutiva es un ave superstar.

Alcaudón meridional o estrangulador con presa en espeto




Los estranguladores grises son agresivos, matan presas de su mismo tamaño, abundan en gestos amenazantes y son capaces de amedrentar a pájaros mucho mayores como los milanos. El estrangulador gris espeta su presa en los endrinos o la empotra en la horquilla de una rama. Si un macho descubre una hembra seductora inicia su exhibición volante. Se eleva, planea, remite claramente a su presa espetada y hace propaganda de su despensa. Si tiene éxito la hembra se abandona a sus cuidados, se introduce en el nido y mendiga el alimento de su cónyuge.
Es fácil adivinar porque gusta este pájaro a la psicología evolutiva.
Pero zoólogos israelís averiguaron ya en 1980 que lo que a la hembra le importaba era una cosa, la despensa repleta. Cuanto más lleno y decorado el espetaje, con plumas o hilachos, más deseable parecía el macho para las hembras.
Un investigador como D. BUSS dijo encantado: “las hembras examinan a todos los machos y deciden por el que más provisiones tenga.”

¿NO hacen lo mismo las hembras humanas? Lo que es justo para los estranguladores lo es para las hembras del ser humano, la codicia de la mujer tiene una larga historia. Da igual la apariencia del hombre, siempre será elegido el que tenga más recursos.
Pero los psicólogos evolucionistas tienen mala suerte con esta buena idea. En 2004 TRYJANOWSKI y HROMADA publicaron un estudio de muchos años. Las hembras de los estranguladores no hacen cola para pasar revista a los espetos de diversos machos. Les basta con un par de muestras. Tampoco hay prueba de que se impongan las despensas más llenas. Sólo es seguro que una despensa arrasada hace poco atractivo a su propietario. Para colmo descubrieron que de monogamia nada, y de vez en cuando tanto macho como hembra copulan con vecinos.

¿Por qué el estrangulador habría de ser nuestro primo en el espíritu? A pájaros diferentes, costumbres diferentes. En el caso de las aves de rapiña son las hembras las que proveen más durante la incubación y en el caso los antropoides, nuestros próximos parientes ni siquiera hay despensa. Pero la psicología evolutiva inasequible al desaliento, sigue sacando comparaciones con el reino animal, con la mantis, cuyas hembras se comen al macho tras el apareamiento o con cocodrilos, cuyos machos se comen a sus propios hijos.
Por no hablar de los bonobos, unos pequeños monos que se pasan la vida en juegos sexuales en todas las posturas posibles.

Los psicólogos evolutivos se han empeñado en demostrar que a la hembra tanto humana como animal le importa una inversión que merezca la pena. TRIVERS fue el creador de esta teoría, en los años 80 precisó que hombre y mujer se diferencian por un riesgo de inversión fundamentalmente distinto. Una mujer produce en total unos 400 óvulos, un hombre hasta 300 millones de espermatozoides, por eso dejar una mujer embarazada es para un hombre un acto relativamente hablando. En teoría puede seguir su camino y encontrar un nuevo objetivo para su afición a reproducirse. Pero para una mujer la cosa es mucho más dramática, posee menos materia prima y si el óvulo ha sido fecundado, le espera un embarazo de 9 meses. Durante ese tiempo está fuera de combate para la reproducción y no es receptiva a ningún espermatozoide. En el lenguaje económico esto significa que la mínima inversión necesaria es superior en el caso de la mujer a la mínima necesaria en el caso del hombre.

Si Trivers tiene razón los hombres están siempre dispuestos a mantener relaciones y las mujeres sólo ocasionalmente.
Ya Darwin en la época del estado imperial colonial de la reina Victoria, ávido de riquezas, trasladó la imagen de la lucha por la existencia a la biología de la reproducción. A finales del siglo XX en la época de las transacciones financieras globales, Trivers habla de “transacciones sexuales”. Quizás nada tiene que ver una cosa con la otra, pero tampoco puede ser pura casualidad.

Todos nosotros, pensaba George Eliot, recibimos nuestras ideas en un ropaje de imágenes y actuamos fatalmente bajo su dirección.

Trivers realizó una investigación sobre otro asunto que al parecer no influye para nada en la reproducción como es el orgasmo femenino, y para consultar sus resultados y conclusiones el capítulo 4 de “Amor un sentimiento desordenado”. Tras ellas Precht se pregunta si tiene sentido decir que los hombres genéticamente más interesantes, o sea los más guapos y sanos, son en verdad los mejores amantes, y si van realmente unidas las cualidades ópticas y las artes sexuales.

A pesar de ello siguen los investigadores anglosajones profundizando en la “guerra de los espermatozoides”, intentan demostrar como los mejores de entre ellos imponen su estrategia. La estrategia militar, la teoría económica y la psicología evolucionista se alían para explicar que la guerra de todos contra todos y la guerra entre los sexos son modos de comportamiento biológicamente programados en un mundo muy belicoso.
Un tal Diamond, experto en aves inicialmente, asegura que esa lucha no es broma, es un hecho cruel y causa de la miseria humana.

Pero ¿no reside precisamente la atracción entre los géneros en lo que este zoólogo llama miseria humana? Y ¿no hay en esa tensión una serie de motivos que nada tienen que ver con la reproducción y la crianza de los hijos? Si no fuera así hombres y mujeres que sin intenciones reproductoras no podrían sentir atractivo mutuo

DESEOS MASCULINOS

David BUSS es un psicólogo social que se ha empeñado en demostrar que los comportamientos e intereses de hombres y mujeres son diferentes biológicamente más que social o culturalmente. En 1989 publicó los resultados de un estudio que había hecho con todo tipo de personas, más de 10.000, sobre la cuestión de qué criterios utilizaban para elegir su pareja y con quien les gustaria iniciar una relación duradera. El resultado confirmó las sospechas de Buss, en el polo norte o en el desierto, los hombres eligen a sus compañeras según el criterio de la fitness: jóvenes, labios rellenos, piel suave, ojos claros….Todo eso y mucho más indica fertilidad.
Esta idea está basada en el supuesto del gen egoísta. Vino a redondearla otro investigador: GREENSTEIN, “el hombre es en primer lugar un fecundador de mujeres. Su impulso a inseminar genes es tan grande que dura toda su vida, desde la pubertad hasta la muerte…”
Si como dice Greenstein la producción y reparto de espermatozoides es el único fundamento de la existencia del hombre, los hombres que no tienen hijos serían candidatos al suicidio o locos homicidas.
Pero ni siquiera los chimpancés ni los bonobos piensan sólo en reproducirse.

Con estos presupuestos es difícil explicar por qué hay todavía pocos donantes de semen. Trivers respondío que en la Edad de Piedra, cuando se fijaron nuestros circuitos cerebrales, no había bancos de semen. Tampoco había cine porno ni sex shop ni ropa interior, cosas que gustan a los hombres actuales.

Hay motivos comprensibles que nada tienen que ver con la biología ni los genes para que los hombres no quieran tener innumerables hijos. Allman sólo se le ocurre que si los hombres no van por ahí fecundando sin control como los genes exigen es por miedo a la reacción de sus mujeres.  No se le ocurre que los hombres pueden tener motivos de otro nivel, los hombres siempre quieren… y todo lo demás no encaja.

Sobre los gustos e ideal de belleza femenina se han hecho otros estudios, uno de Canadá mostró que en 62 culturas diferentes los gustos varían. En la mitad de ellas, las mujeres gordas pasan por atractivas. Sólo el 20% se inclina por la delgadez. Se refuerzan pues las dudas sobre la psicología evolucionista como cuando quiere demostrar que hay una fórmula para la repartición de la grasa que incide en qué gusten las pelvis generosas pero no las cinturas rollizas.
Pero ¿están más sanas las mujeres con cintura de avispa? Y ¿han preferido los hombres ese tipo de cintura en todas las épocas? En el Barroco de Rubens, época de carestía, todas las diosas y ninfas eran rollizas.
Habría que explicar por qué los hombres buscan atributos de la fertilidad que no lo son, por ejemplo un pecho femenino grande o bien formado. Del total de los actos sexuales sólo una ínfima proporción busca procrear.  


 




Las encuestas de los psicólogos evolutivos plantean muchos enigmas ¿por qué en todo el mundo los hombres tienden a un gusto muy semejante respecto a las mujeres si el deseo sexual, la voluntad de relación y el objetivo de la procreación son tres cosas completamente diferentes?
Los psicólogos contestan que se debe a que en la Edad de Piedra esas tres cosas coincidían. Pero tampoco sabían cuál era su rol sexual, ni conocían la función de sus espermatozoides, ni tenían idea de fórmulas para la repartición de la grasa corporal en compañeras potenciales

DESEOS FEMENINOS

Davi BUSS preguntó a las mujeres: a las mujeres les gustan los hombres algo mayores, acomodados y poderosos, saludables y fuertes. Eso es lo fácil de comprender, lo difícil, las mujeres buscan un hombre fiel y amable, dispuesto a la crianza de los niños, gobernado por la testosterona, deseable en todos los aspectos y audaz.
Pero este hombre es biológicamente impensable. Las mujeres son muy complicadas y es difícil satisfacerlas, las mujeres tienen que examinar con lupa a sus parejas potenciales.
A ojos de los psicólogos evolucionistas la mujer está a la búsqueda de la propagación óptima, lo mismo que el hombre.

Pero en nuestros parientes más próximos, los antropoides, no existe esa búsqueda. Gorilas, chimpancés, orangutanes dominantes toman a sus hembras sin elegir. Y las hembras bonobo no son exigentes por naturaleza. Hay que ir a buscar más lejos para comprender.

Bonobo





La rana gladiador es otro testigo principal en esta historia. Vive en el fango centroamericano. Los machos excavan hoyos y defienden los huevos. Si un macho pretende una hembra, deja que su potencial compañera le golpee. A veces ella pega tan fuerte que el macho cae fuera del hoyo, entonces el macho pierde su crédito, sólo los más sólidos tienen una oportunidad. David BUSS concluye de aquí que también a las mujeres humanas les gustan los hombres fuertes, capaces de proteger la descendencia. Pero esta generalización ni siquiera sirve para las ranas, que se comportan así en casos contados, como cuando hay escasez de recursos.
Rana gladiator, Hypsiboas Rosenbergi

¿Por qué las mujeres a diferencia de la rana gladiador no les gusta el macho más fuerte? Otro biólogo, Victor JOHNSON se empeña en demostrar que gustan los rasgos de testosterona en la cara: cejas pobladas, boca estrecha, mentón anguloso. Serían signos de salud. En 2007 unas psicólogas escocesas descubrieron precisamente lo contrario: las mujeres prefieren caras mixtas tanto masculinos como femeninos. Estas psicólogas pensaron que el motivo era que los rasgos de “testosterona” indicaban infidelidad y escasa preocupación por la descendencia. Curiosa deducción pues a las mujeres del estudio no se les preguntaba si querían casarse con los hombres que les mostraban, sólo que indicaran el atractivo sexual.

La simetría como criterio de atractivo sexual por parte de la mujer es uno de los mitos más persistentes de la psicología evolucionista. La simetría, una idea tomada del mundo de los insectos, es indicio de buena salud. Y un rostro asimétrico sería señal de que el individuo ha sido presa de los parásitos. Pero todas estas deducciones sobre simetrías son simplemente grotescas, no hay ninguna prueba de que la simetría del cuerpo humano tenga que ver con los parásitos.
También David BUSS preguntó a las mujeres sobre las cualidades más importante del carácter del hombre: simpatía e inteligencia. Parece que las mujeres piensan que un compañero amable está más dispuesto a invertir en la familia. Se pregunta Precht si eso significa que las mujeres que han elegido no tener hijos o que han sobrepasado la edad fértil se entienden mejor con paletos desabridos.
Que seguridad y poder atraigan a muchas mujeres no es nada extraño. Pero por delante de esas cualidades las mujeres colocan otra: ¡el humor! Los psicólogos evolucionistas no tienen explicaciones para ello. No sabemos nada sobre el humor en la edad de Piedra, la explicación del psicólogo evolucionista iría en la línea del que el humor es sano, fortalece nuestras defensas psíquicas y estabiliza el sistema inmunológico.

Es un poco peligroso el juego de las conclusiones de BUSS, como cuando deduce de sus encuestas que a los hombres les gustaría tener por término medio 18 compañeras sexuales a lo largo de su vida y a las mujeres sólo 4. Tanto hombres como mujeres tienen gustos parecidos: un compañero atractivo, simpático, amable e inteligente. Si además tiene dinero, mejor. Cualquier otra generalización especulativa es peligrosa. Hay mujeres como hay hombres a los que parece que les gusta decidirse por el falso o la falsa. Hay seres humanos que encuentran atractivos a otros seres humanos pero que nunca querrían convivir con ellos. Hay avidez sexual y sensatez razonable. Hay seres humanos que se enamoran de una sonrisa sin saber nada del otro. Hay hombres que aman a mujeres mayores y mujeres que aman a hombres más jóvenes.

En pocas palabras de hace más de cien años: “El ser humano analiza con escrupuloso cuidado el carácter y el árbol genealógico de sus caballos, vacas y perros antes de aparearlos. Pero cuando se trata de su propio matrimonio rara vez hace lo mismo.” El autor de esta frase no era un filósofo sino el biólogo Charles Darwin.





domingo, 7 de octubre de 2012

Luc Ferry, espiritualidad laica



Autora Ana Azanza

Llevo tiempo interesada por la obra de Luc Ferry, especialmente me resultó útil su “Aprender a vivir” que es una visión original, fácil, asequible y a la vez profunda de la historia de la filosofía. Lo utilicé el curso pasado en primero de bachiller y me sirvió para aclararme y aclarar a los alumnos de ese curso sobre la “esencia” de la filosofía acompañada de su visión histórica inevitable. En “Aprender a vivir” Luc Ferry se ha esforzado por hacer una selección de las enseñanzas más sabias y perennes de los filósofos de cada época. Me parece una de las formas más acertadas que he conocido de hacer la filosofía pertinente en la actualidad.

En cada capítulo sigue un mismo esquema: teoría, ética, sabiduría. Así recorre los antiguos, la filosofía medieval, la Ilustración, Nietzsche y llega hasta la deconstrucción. Incluso finaliza con una propuesta teórica, ética y “salvífica” postdeconstructivista. Y es que Luc Ferry defiende la filosofía como un saber de salvación sin Dios, porque si pensamos y reflexionamos es para salvarnos de nuestros miedos. Miedo a la contingencia, a la muerte, a la enfermedad, a la desgracia vital, a la pérdida de un ser querido. Asuntos constantes en la vida de las personas, contingencias de las que ni la ciencia ni la técnica nos pueden salvar. De ahí la necesidad de la filosofía.

Por eso me he molestado en descargar y subtitular este vídeo entrevista. Son cincuenta minutos de contenido útil, se sea o no filósofo, profesor de filosofía, o estudiante de filosofía. Me parece que Luc Ferry tiene la virtud de devolver a la filosofía esa dimensión de sabiduría al alcance de todos los que quieran molestarse en reflexionar sobre esas cuestiones de la vida nada fáciles. Las religiones ofrecen una respuesta o muchas respuestas, pero la filosofía también ha dicho y sigue dando ideas, es cuestión de pararse a pensar en esas preguntas.

Es destacable su espiritualidad laica, bien diferenciada de la moral. Personifica a la moral en dos nombres conocidos el uno por su defensa de los derechos del hombre, Bernard Kouchner, fundador de Médicos sin fronteras, y Soeur Emmanuelle, célebre por su trabajo con marginados. Derechos del hombre y benevolencia, respeto al otro y compasión activa, en eso consiste la moral.

Pero la espiritualidad es otra cosa. Esta entrevista tiene lugar en un canal católico, la entrevistadora lo recuerda y le pregunta a Ferry sobre la fe que él reconoce no tener. Hay que destacar que siendo agnóstico y sin ningún afán de conversión por su parte, pone de relieve enseñanzas bíblicas que lamentablemente hoy no parecen estar en el centro de interés de la predicación eclesial.

El cristianismo no es una filosofía, pero Ferry descubre en él enseñanzas filosóficas convenientes a las personas sin necesidad de la fe. También me ha llamado la atención su observación sobre el cristianismo como una religión para la gente “pequeña”, en el sentido de capas bajas de la sociedad y no intelectuales. La predicación evangélica habla al pueblo. La observación de Ferry está muy en consonancia con el tipo de personas que protagonizan el evangelio, gentes del campo, pescadores del lago, habitantes de las aldeas, leprosos, viudas, mujeres. Lo despreciado de la sociedad en general. Da la impresión de que cuando la gente rica y poderosa se interesó por ser cristiana se empezó a estropear el invento.

Pertinente distinción la de Luc Ferry entre fe y creencia, puesto que frecuentemente son dos conceptos que tienden a usarse indistintamente. Hay que diferenciar la fe de la creencia. Especialmente divertida es la parte en la que el filósofo Ferry se defiende de los afanes apostólicos que hacia él muestran personas creyentes.
Tocan temas religiosos, incluso se menciona al actual Papa y su primera encíclica sobre el amor. Pero lo que a Ferry le interesa es lo “secularizable” del mensaje cristiano. Eros, filia y ágape, vida después de la muerte, necesidad de amar lo inmortal en el otro, y necesidad de un proyecto común para que el amor funcione. ¿Por qué se rompen los proyectos amorosos?

La filosofía como espiritualidad laica ayuda a desplazar el miedo que nos atenaza y nos impide vivir. “El miedo nos vuelve egoístas y tontos” dice Luc Ferry y si queremos pensar hace falta libertad. Sería una de las enseñanzas de la filosofía. El sabio es el que ha vencido sus miedos. Todas las grandes visiones filosóficas consistirían en espiritualidades laicas, remedios contra nuestros miedos. Ferry es consciente de que también en la filosofía hay  modas, hace veinte años, era impensable que los estudiantes se interesaran por la espiritualidad, la política lo ocupaba todo. Pero en la actualidad las tornas han cambiando, en eso coincide con el diagnóstico de Michel Serres.

San Agustín acusa a los filósofos de soberbios por querer salvarse con la sola razón. Ferry se defiende recordando la leyenda de Ulises y Calipso, cuando Ulises prefiere ser mortal y envejecer, a la vida inmortal que le ofrece la ninfa de la isla Ogigia. ¿Por qué esos 20 años de Ulises dando vueltas constituyen un viaje filosófico? Ferry desvela que ese viaje simboliza nuestra vida, y explica porqué la solemos echar a perder. A partir del minuto 30:00.

Charlan sobre el amor al enemigo ejemplificado en una experiencia cotidiana para el que tiene hijos, y “ágape”, amor incondicional.

De ahí pasan a la infancia comparada con la vida adulta, del culto a la infancia que hace inútil la educación, puesto que si lo mejor es ser joven madurar no tiene ningún interés.
Menciona la transformación de lo “sagrado” en nuestras sociedades, ¿qué es hoy lo sagrado?  según la etimología ¿qué es aquello por lo que estaríamos dispuestos a sacrificar la vida? Lo sagrado paradójicamente da sentido a la vida.

Su paso fugaz por el ministerio de educación le sirve para exponer las dificultades del político al tener que elegir entre lo malo y lo malo, lo que Weber llama “trágico de la razón histórica”.
Sus demonios nunca dominados e incluso la forma de morir y la evolución que ha sufrido en relación a la muerte aparecen al final de la entrevista. El problema de la vida que plantea Luc Ferry se puede resumir en cómo combinar amor y muerte.

jueves, 23 de junio de 2011

MAL DE AMORES


El amor está sobreapreciado. Es un abradacabra para las cancioncillas pegadizas, las hembras estrechas y los varones ingenuos, tipo festival de eurovisión. Deberíamos de ponernos de acuerdo sobre qué sea el amor antes de entregarnos a esa acracia amatoria propuesta por San Agustín: “ama y haz lo que quieras”.

-Me querrás mucho, vale, pero tú no harás conmigo lo que te dé la gana. O dirás que me querrás, pero “obras son amores y no buenas razones”. O mejor: “no me quieras tanto, pero colabora, ¡tío! (¡tía!)”

Cierta literatura pedagógica se empeña hoy en distinguir el “querer” del “amar”, con el argumento de que el “querer” implicaría deseo de dominio o posesión, mientras que el “amar” sería más desprendido y generoso… Pero, por mucho que nos empeñemos, la conjugación española de “amar” suena bastante cursi; y, por otra parte, es inocente creer que el amor no entrañe algún tipo de dependencia o sometimiento. No puede haber verdadero amor sin virtudes tan olvidadas como la humildad, la piedad o la compasión. Ya lo dijo el poeta (Cernuda): no conozco más libertad que la de estar preso en el corazón del otro (parafraseo). Pero ir de humildes, por una vida repleta de narcisos soberbios, es sumamente arriesgado. Así que la humildad, hoy, tendría que conjugarse con el disimulo gracianesco.

Dejarse querer está chupado, pero querer de verdad es otra cosa. Amar puede ser fácil, pero conseguir ser amado por quien amamos, y en la forma que nos gusta ser amados, es un milagro. Querer a una mascota es una cosa, querer a una persona fea, enferma, tarada o inútil, es otra. Afines pero distintos… El otro siempre tiene algo de infierno, siempre molesta a veces. Su presencia es querida, pero fastidiosa. Su ausencia es dolorosa, pero me deja libre.

Apego, cariño, afecto, admiración, confianza, complicidad, placer, interés, ilusión, imaginación, memoria, deseo, confidencia, confesión, conversación, belleza, compasión, vivencias compartidas… ¿en qué proporción se mezclan en la coctelera del “amor” todas estas acciones y afectos? Muchas veces, como pasa en la amistad, lo que la provoca (la simpatía) se confunde con la cosa misma, donde la cosa misma es una construcción moral, técnica, y por supuesto artística, una construcción cultural que requiere tiempo y habilidad. El amor es la obra de arte que fabricamos con el material de una fuerza tan salvaje como ciega.

La amistad, como el amor, requieren los delicados cuidados de una planta de interior: temperatura, luz, agua y abono, todo en su justa medida. El amor puede ser extenuante, agobiante, perverso. Y su contrario, el odio, puede estar más que justificado, pues existen personas y actitudes odiosas. De hecho, el odio tiene una mala prensa que no se merece. Para empezar, puede ser un pegamento tan eficaz como el amor en las relaciones humanas, aunque más triste…

Hay amores que matan y otros que enferman. Malas querencias inducidas por el oscuro interés de los genes; antes se decía: malas pasiones de la carne. “La carne” sabe lo que le conviene a ella, no a mí. Y a ella lo que le va es reproducirse. Yo amo el tabaco, pero parece que mis bronquios no. El espíritu puede estar tan equivocado como la carne necia. Por eso, las más tontas, fieles a la carne, acaban preñadas antes de tiempo, y, muchas veces, por quien menos lo merece. ¿Les equivocó el instinto? El instinto está preso de atavismos inútiles. O no tan inútiles: los pueblos más ignorantes se reproducen más y mejor que los pueblos cultos. Corolario: el vigor amatorio parece ser inversamente proporcional al grado de refinamiento civilizatorio. Los pueblos jóvenes ven eclipse de los deseos de la carne donde en realidad puede haber solo desprecio. Ser la preferida del canalla podía dar juego en un mundo de leones de diente de sable, pero se vuelve bastante inservible en el universo de las redes sociales, de donde el chuleta-de-a-peseta queda excluido por alcohólico. Cuanto más pesan las entrañas, menos la cabeza, aunque no todas nuestras decisiones merezcan ser racionales. Nada verdaderamente creativo e inteligente procede de la mera razón.

Mas lo interesante es hacer de tripas corazón; y de corazón, espíritu. Cuando el deseo se sublima, su satisfacción gana. Aunque lo nuestro sea padecer eternamente insatisfechos. El amor muestra así su origen patológico, una unión casi imposible, la de Carencia e Ingenio. Nunca se reflexionará lo bastante sobre el hecho de que el amor exija cierta penuria, cierto paso por la escasez. El amor se pervierte o desaparece en medio de la opulencia. Su regocijo siempre acaba mal, en fraude para el individuo. Su fuerza será eterna, pero el individuo no. Ese ‘palpito dell’universo intero, misterioso, altero’ no sólo es la delicia, sino también la cruz del corazón (croce e delicia al cor), según la partitura de La Traviata.

¿Cómo se doma a un gigante?, ¿cómo se cabalga a un tigre?, ¿cómo enseñarle pulcritud a un cerdo? ¿No es la Locura el lazarillo del Amor?

De un modo u otro, el amor, si demasiado fuerte, extravía. Como la libertad, también ella un licor de alta graduación. Por razones pedagógicas, hay que mostrar a qué tipos tan extremos de degeneración mortal nos puede llevar el amor, a qué enfermedades de la carne y del espíritu, antes que ideales rousseaunianos (que tan poco tienen que ver con lo que fue la verdadera vida de Rousseau, por cierto).

He aquí un catálogo, bien resumido, de desvaríos eróticos:

1)    Celopatías. Es natural no sólo querer lo que percibimos o estimamos como bueno, hermoso, atractivo, sino desear apropiárnoslo en exclusiva. Sin embargo, el celoso patológico es otra cosa; su paradigma, Otelo, ese moro de Venecia que mata a su inocente esposa, acusándola de una falsa infidelidad... Otelo no es una antigualla shakespearana u operística. Hoy abundan los nenes que intentan enjaular a sus novias, y algunas se dejan. Y culturas enteras, en que la mujer usa jaula portátil.

2)    Por amor maníaco entendemos el excesivo deseo de agradar de quienes gastan todo su arsenal erótico en provocar, ellos o ellas: un gusto por la atracción desmesurado. Lo peor es que quien tanto gusta de atraer, no consigue retener.

3)    Narcisismo morboso. Cada vez más frecuente en una sociedad dominada por los espejos mediáticos, que le devuelven al espectador un reflejo consolador o desproporcionado de sus prerrogativas. Ya sabemos cuál será el destino de Narciso… convertirse en el reflejo del espejo, ahogarse en el monitor, existir solo en la tele.

4)    El síndrome de Catulo es propio de la criatura que no sabe amar sin odiar, ni odiar sin amar. Los extremos se tocan aquí más de la cuenta, se puede decir que chocan. Es difícil esperar tranquilidad y alegría de una relación así.

5)    Por bovarismo (término procedente del famoso personaje de Flaubert, Madame Bovary) se entiende una exageración irracional de las virtudes del amado o la amada, más allá de toda sublimación razonable. La fantasía suplanta a la memoria.

6)    La que padece el “síndrome de Wendy” ve a su amante como un hijo al que somete a cuidados agobiantes. Si bien es cierto que todas las formas de amor sexual remiten en su génesis al amor de madre, o materno filial, en este caso la madre no asume roles de hija y permuta el origen con la finalidad.

7)    Luego estaría los del amor imposible y obsesivo, convertido en acosadores o vampiresas. Atracción fatal.

8)    Los del “síndrome de Cyrano” no se atreven a declarar su amor y disfrutan a través de un tercero. Acaban de voyeurs o voyeuses.

9)   Síndrome angelical. Llamo así al que padecen quienes tienen una idea tan pura del amor que sienten fobia por el cuerpo a cuerpo.

10)  Quienes padecen amor fóbico persiguen y huyen, huyen y persiguen al amado o amada, porque temen patológicamente el rechazo.

11)  Y por último, y sin pretender ser exhaustivos, estaríamos ante el amor disociado, lo que algunos psicólogos llaman el “síndrome de Agar y Sara”. La primera es la esposa santa y pura, que no merece sexo, y la segunda es la mujer seductora y sensual, que sólo merece sexo.

 Cipris nos oriente y su hijo, el ciego, nos olvide, cuando decide disparar saetas envenenadas.