Zubiri siempre pensó que una teoría de la realidad y una teoría de la intelección no
eran sino perspectivas diferentes y necesarias del problema metafísico nuclear:
la realidad como fundamento de todo. Encontró profundamente erróneo el
principio fundamental de la filosofía moderna, esto es, que no es
posible dar cuenta de lo real sin antes justificar la posibilidad del
conocimiento, pero tampoco aceptó el llamado realismo ingenuo, que concede prioridad
a la realidad sobre el saber. Idealismo y realismo ingenuo habían sido los dos
errores entre los que había oscilado la historia de la filosofía. Zubiri
pretendió corregirlos abriendo una nueva vía cimentada en un principio básico:
no hay prioridad intrínseca del saber sobre la realidad ni de la realidad sobre
el saber. “El saber y la realidad son en su misma raíz estricta y rigurosamente
congéneres” (IRE. 10). La relación entre realidad e inteligencia es
constitutiva porque no hay realidad independiente de la
intelección humana (realidad como formalidad, en el sentido que expuse aquí), ni el hombre puede constituirse como tal aislado de la
realidad: lo exterior al sujeto no es un “añadido” suyo, sino que es
constitutivo de su estructura ontológica.
El futuro hunde sus raíces en una historia natural (antropología) y en una historia del espíritu (psicología). En este blog reflexionamos sobre los vínculos y los desencuentros entre esos dos polos, en dirección a una anhelada armonía que unifique felizmente lo que somos. No sólo aquello de que estamos hechos, sino aquello a lo que aspiramos soñando y obrando.
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domingo, 17 de diciembre de 2017
lunes, 17 de abril de 2017
LA CONCEPCIÓN ESTRUCTURISTA DEL SER HUMANO Y EL PROBLEMA DE LA RESURRECCIÓN Y LA INMORTALIDAD DEL ALMA.
La ciencia y la filosofía contemporáneas obligaron a revisar la concepción antropológica tradicional que sostiene que el ser humano está compuesto de dos sustancias: el cuerpo y el alma. Esta revisión afectó tanto al dualismo radical platónico -versionado después por Descartes, quien estableció la distinción entre Res cogitans y Res extensa- como al al hilemorfismo ariostotélico-tomista que apeló a dos principios ontológicos complementarios: el cuerpo como materia y el alma como forma informante de esa materia.
A los pensadores cristianos que no aceptaron ni el dualismo radical platónico-cartesiano ni el hilemorfismo aristotélico se les planteó entonces el problema de intentar armonizar ideas y creencias. Uno de ellos fue el filósofo Xavier Zubiri, que se enfrentó con la dificultad de conciliar su fe con su concepción del ser humano como unidad estructural de cuerpo y psique; entendida esta unidad no como el resultado de la adición de dos sustancias, el cuerpo y el alma, sino como estricta unidad psico-orgánica. Esta concepción antropológica conduce necesariamente a la idea de "muerte total", es decir, a la idea de que al morir, todo en el hombre muere, lo que implica la negación de un alma inmortal.
A los pensadores cristianos que no aceptaron ni el dualismo radical platónico-cartesiano ni el hilemorfismo aristotélico se les planteó entonces el problema de intentar armonizar ideas y creencias. Uno de ellos fue el filósofo Xavier Zubiri, que se enfrentó con la dificultad de conciliar su fe con su concepción del ser humano como unidad estructural de cuerpo y psique; entendida esta unidad no como el resultado de la adición de dos sustancias, el cuerpo y el alma, sino como estricta unidad psico-orgánica. Esta concepción antropológica conduce necesariamente a la idea de "muerte total", es decir, a la idea de que al morir, todo en el hombre muere, lo que implica la negación de un alma inmortal.
lunes, 14 de marzo de 2016
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