Espejo de Neón, JBL 2021 |
San Jerónimo le dio forma latina al griego del Eclesiastés, libro sapiencial del Antiguo Testamento. La primitiva versión hebrea se nos ha perdido y se titulaba “Qohélet”, que significa predicador. Su “prédica” se puede resumir en el segundo y rotundo versículo mil veces repetido y comentado en nuestra historia cultural: “Vanitas vanitatem et omnia vanitas”, Vanidad de vanidades y todo es vanidad. Y sigue preguntando e inquietando el sabio Cohélet: “¿Qué saca el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo de la capa del sol?” (Ec. 1, 2-3).
Quien nos habla desde hace dos milenios y pico ha perseguido la sabiduría, la ciencia, pero ¡ay!, también ha llegado a la conclusión de que el conocimiento trae consigo desazones, porque quien acrecienta el saber, también acrecienta el trabajo y, por cierto, que por mucha diferencia que haya entre el iluminado y el que yace en tinieblas, el aprendiz de sabio aprende pronto que “una es la suerte que afecta a todos” (Ec. 2, 14) y que la única certidumbre es que morirán igual el sapiente que el necio, porque nada hay estable en este mundo (2,11).