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martes, 17 de noviembre de 2015

ATAQUES TERRORISTAS EN FRANCIA



A pocos días de los atentados de Francia me gustaría tratar el tema aquí, a pesar de que Espíritu y Cuerpo no es un blog periodístico ni de "actualidad", como se dice, sino un espacio de reflexión. Y como sabemos la urgencia periodística y la inmediatez de lo actual suelen conspirar en contra, justamente, de la reflexión. Sin embargo, el carácter emblemático del caso amerita, creo, traerlo a la "mesa". Si bien los atentados terroristas casi siempre son emblemáticos, éste tiene una carga semántica particular sobre la cual me gustaría hablar. 

Como argentino recuerdo el ataque a la mutual judía de la Argentina, en el cual voló un edificio entero en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires y murieron 85 personas. Y si bien todos los argentinos de buena voluntad, y mucha gente del exterior, se sintieron entonces profundamente conmovidos e indignados, no dejaba de ser a los ojos de muchos un problema entre el extremismo islámico y los judíos. Casi dos décadas después, y omito muchos atentados ocurridos en el ínterin en diversos lugares del mundo, ocurrió el ataque a las torres gemelas. Pero, otra vez, si bien el repudio al atentado y la indignación fueron generales, no dejaba de ser a los ojos de buena parte del mundo un problema entre el Oriente Medio y el imperio norteamericano. Visto así,  en un caso los terroristas habían atacado a los judíos y en el otro a los imperialistas. Y esa lectura permitió que mucha gente, aún sin dejar de lamentar sinceramente lo sucedido, se mantuviera más o menos al margen de la tragedia. Eran cosas penosas, por cierto, pero les sucedían a otros.  

Ahora, después de lo de Francia, ¿qué vamos a decir? Yo propongo una lectura. Me pregunto ¿cuál es el emblema agredido en este caso?  

En lo personal no me convence lo que leído por ahí acerca de que Francia fue atacada por ser el símbolo de la democracia moderna. Pues esa manera de pensar, a fuerza de elevar el caso a su máxima expresión simbólica termina por desdibujar los hechos. Para mí hay algo que es igualmente emblemático pero más cercano a lo realmente sucedido: la violencia terrorista atacó a gente común y corriente que disfrutaba de las características distracciones en una sociedad moderna, como la música, el fútbol, las comidas fuera de casa y la reunión en el café. 

El emblema odiado, entonces, no es tanto la democracia, no al menos entendida como puro concepto, sino la gente; gente como nosotros. El terrorismo islámico odia a nuestra gente. Odia a quienes viven en los cientos de ciudades modernas y secularizadas que desde Santiago de Chile hasta Tokyo albergan a gente igual a la que murió en París el viernes pasado. 

Si nos preguntamos por las causas profundas del fenómeno y tratamos de responderlas con rapidez caeremos sin duda en alguna clase de generalización abusiva. Pues se trata de una cuestión compleja que requiere estudio, reflexión y un diálogo abierto desde distintas perspectivas. Hecha esa reserva,  quiero compartir con Uds. algunas nociones provisionales y sujetas a mayor profundización...

En principio me parece que hay que atreverse a poner en duda ciertos clisés que impiden pensar adecuadamente el tema: 

1. No me parece cierto que los terroristas sean víctimas de alguna injusticia social que los induzca al odio y la violencia. Pues, sin negar que las injusticias existan, la respuesta del extremista trasciende los factores psicológicos y ambientales y deviene una cuestión de principios. En el terrorismo se pone en juego un sistema de valores, una ideología y un programa de acción. Eso no es lo mismo que sucede con un joven marginado y sin esperanza que consume droga o que delinque para ser parte de una pandilla y darle "sentido" a su vida. Los pandilleros y los drogadictos no leen el santo Corán ni tienen ideas definidas acerca de cómo debe ser el mundo y cómo lograr que lo sea.

2. No me parece cierto que el mundo islámico no tenga nada que ver con el terrorismo. Y pienso que mientras los musulmanes pacíficos sigan filmando videos con el slogan "this is not my Islam", y limitándose a tomar distancia del extremismo, la semilla del mal va a seguir viva. 

Con esto no estoy diciendo que el problema sea el Islam en sí mismo. El Islam es vasto y profundo, y yo estoy muy lejos de subestimarlo o condenarlo. Pero lo que sí afirmo es que existe una extendida interpretación del Islam que es responsable indirecta del fenómeno que comentamos.  Y mientras no haya una seria e igualmente extendida autocrítica en el mundo islámico, el caldo de cultivo del terrorismo va a seguir siendo fértil. 

Pues es cierto que hay intelectuales reformistas importantes como Mohamed Talbi en Tunez, Soroush en Irán,  y otros semejantes. Y es cierto que el Islam también es Rumi e Ibn Arabí y todo lo que deriva de ellos. Y es cierto que el santo Corán es susceptible de lecturas múltiples y de sentido ascendente hasta llegar a la máxima altura metafísica. Pero si bien todo eso es cierto, lamentablemente a nivel de las estructuras de poder y educativas de varios países musulmanes se cultiva y se transmite una interpretación de la religión que demoniza la secularización, la modernidad y el Occidente. Y eso es real y comprobable independientemente de que algunos, como los cínicos de la casa Saudi, mantengan relaciones cordiales con todo el mundo a fin de proteger sus negocios. 

3. No me parece que la cuestión se reduzca a causas geopolíticas, aunque de hecho las hay. En general quienes argumentan así tienden, ya sea consciente o inadvertidamente, a culpar al Occidente por los conflictos con el mundo islámico. Circula y se ha instalado en la mente de muchos, especialmente en los países periféricos y entre los intelectuales "progre" de los países centrales, un estereotipo argumentativo según el cual todo lo que sucede al respecto es orquestado por algunos poderosos, EEUU a la cabeza, que quieren asegurarse el abastecimiento de petróleo a precios convenientes. Por supuesto las luchas por el control del petróleo y el territorio existen, pero ese tipo de explicación no alcanza para dar cuenta de un fenómeno como el terrorismo islámico.

Por supuesto habría mucho más que decir sobre este tema. Pero aquí sólo quise proponer una crítica de mínima que facilite el trabajo de pensarlo más seriamente. Pues si seguimos atados a clisés que tocan la sensibilidad sin pasar por la cabeza, tenemos pocas posibilidades de avanzar. Y si en este tema no avanzamos culturalmente, terminará por ser un problema exclusivamente militar...

Por último, y por si alguien cree que al hablar me mueve alguna clase de islamofobia, quiero citar las palabras de alguien a quien admiro y que, a mi juicio, representa lo más noble y elevado del Islam:   

Yo soy la Verdad, soy la creatura; soy el Señor, soy el servidor

Soy el Trono y soy la estera bajo los pies; soy el infierno y la eternidad bienaventurada

Soy el agua, el fuego, el aire y la tierra

Soy el cuándo y el cómo; soy la presencia y la ausencia

Soy la esencia y el atributo; soy la proximidad y la lejanía

Todo ser es mi ser; soy el Solo, soy el Único* 

Es un poema del Emir Abd al Qadir al Yaza’ri, conocido a veces como Abdelkader, quien combatió a los franceses pero por razones legítimas. Pues no hizo sino resistir en sus propias tierras  la invasión militar colonialista de aquellos. Y luego, sin rencor, supo negociar y hasta hacer buenos amigos en Francia. El poema transmite la característica visión, elevada a integradora,  del llamado sufismo. Es decir del corazón del Islam, del verdadero Islam.   

*) Traduje de la versión francesa de Michel Chodkiewicz (en Ecrits spiritueles, Abdelkader).