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sábado, 8 de octubre de 2016

MIEDO A LA SOLEDAD

   
                
“Era la playa metafísica de las grandes soledades. Allí la arena se mezclaba al polvo siniestro del cemento y de todo lo torpe, hasta formar un plano de infinita desdicha. El mar era sólo una espesa materia corporal simulando el movimiento de las olas, y la luna una mancha de empobrecidos grises”
                                       Rafael Pérez Estrada. Los oficios del sueño, Madrid, 1992.

Quizá no haya un miedo tan general, cerval y tan traicionero para la especie humana como el miedo a la soledad. De cómo se trenza con el miedo a la libertad tal vez dé cuenta el popular libro de Erich Fromm. No lo recuerdo.

La celda de aislamiento es el peor castigo para el castigado, la más temible prisión para el preso. La soledad conduce a la locura y Robinson Crusoe perdería por completo la razón si no fuera por la compañía de Viernes. Y esto, a pesar de la necesidad que todos tenemos de soledad y recogimiento, la necesidad visceral y mental de estar solos de vez en cuando, de reservar y conservar una intimidad. Tu corazón –decía Balzac- es un tesoro, vacíalo de golpe y quedarás arruinado. Elegir vivir solo un tiempo está bien. Muchos rituales de tránsito de diversas culturas así lo imponen. Pero no poder sino estar solo continuamente es un infierno.

sábado, 20 de febrero de 2016

INITIUM SAPIENTIAE


'Initium Sapientiae Timor Domini' es el lema de la Universidad de los Andes en Mérida (Venezuela). Este proverbio latino u otros similares versionan el Salmo 111:

"Principio del saber, el temor de Yahveh;
muy cuerdos todos los que lo practican.
Su alabanza por siempre permanece"

La idea del miedo como principio del saber siempre me ha producido escalofríos, mucho más si ese saber tiene por fin último el conocimiento de Dios.

Por una parte, no parece presentable un amor a Dios basado en el miedo, ni mucho menos una búsqueda de Dios -aun entre sombras- que tenga por origen el espanto.

Mas por otra parte, ese temor se asocia a la alabanza, al reconocimiento de que por encima de lo humano hay algo superior, más poderoso e incontrolable, de lo cual dependemos, bajo lo cual existimos y ante lo cual no cabe más que la humildad del reconocimiento de nuestra menesterosidad, reconocimiento que algunos grandes filósofos de la religión sitúan como fundamento de esta.

domingo, 7 de octubre de 2012

Luc Ferry, espiritualidad laica



Autora Ana Azanza

Llevo tiempo interesada por la obra de Luc Ferry, especialmente me resultó útil su “Aprender a vivir” que es una visión original, fácil, asequible y a la vez profunda de la historia de la filosofía. Lo utilicé el curso pasado en primero de bachiller y me sirvió para aclararme y aclarar a los alumnos de ese curso sobre la “esencia” de la filosofía acompañada de su visión histórica inevitable. En “Aprender a vivir” Luc Ferry se ha esforzado por hacer una selección de las enseñanzas más sabias y perennes de los filósofos de cada época. Me parece una de las formas más acertadas que he conocido de hacer la filosofía pertinente en la actualidad.

En cada capítulo sigue un mismo esquema: teoría, ética, sabiduría. Así recorre los antiguos, la filosofía medieval, la Ilustración, Nietzsche y llega hasta la deconstrucción. Incluso finaliza con una propuesta teórica, ética y “salvífica” postdeconstructivista. Y es que Luc Ferry defiende la filosofía como un saber de salvación sin Dios, porque si pensamos y reflexionamos es para salvarnos de nuestros miedos. Miedo a la contingencia, a la muerte, a la enfermedad, a la desgracia vital, a la pérdida de un ser querido. Asuntos constantes en la vida de las personas, contingencias de las que ni la ciencia ni la técnica nos pueden salvar. De ahí la necesidad de la filosofía.

Por eso me he molestado en descargar y subtitular este vídeo entrevista. Son cincuenta minutos de contenido útil, se sea o no filósofo, profesor de filosofía, o estudiante de filosofía. Me parece que Luc Ferry tiene la virtud de devolver a la filosofía esa dimensión de sabiduría al alcance de todos los que quieran molestarse en reflexionar sobre esas cuestiones de la vida nada fáciles. Las religiones ofrecen una respuesta o muchas respuestas, pero la filosofía también ha dicho y sigue dando ideas, es cuestión de pararse a pensar en esas preguntas.

Es destacable su espiritualidad laica, bien diferenciada de la moral. Personifica a la moral en dos nombres conocidos el uno por su defensa de los derechos del hombre, Bernard Kouchner, fundador de Médicos sin fronteras, y Soeur Emmanuelle, célebre por su trabajo con marginados. Derechos del hombre y benevolencia, respeto al otro y compasión activa, en eso consiste la moral.

Pero la espiritualidad es otra cosa. Esta entrevista tiene lugar en un canal católico, la entrevistadora lo recuerda y le pregunta a Ferry sobre la fe que él reconoce no tener. Hay que destacar que siendo agnóstico y sin ningún afán de conversión por su parte, pone de relieve enseñanzas bíblicas que lamentablemente hoy no parecen estar en el centro de interés de la predicación eclesial.

El cristianismo no es una filosofía, pero Ferry descubre en él enseñanzas filosóficas convenientes a las personas sin necesidad de la fe. También me ha llamado la atención su observación sobre el cristianismo como una religión para la gente “pequeña”, en el sentido de capas bajas de la sociedad y no intelectuales. La predicación evangélica habla al pueblo. La observación de Ferry está muy en consonancia con el tipo de personas que protagonizan el evangelio, gentes del campo, pescadores del lago, habitantes de las aldeas, leprosos, viudas, mujeres. Lo despreciado de la sociedad en general. Da la impresión de que cuando la gente rica y poderosa se interesó por ser cristiana se empezó a estropear el invento.

Pertinente distinción la de Luc Ferry entre fe y creencia, puesto que frecuentemente son dos conceptos que tienden a usarse indistintamente. Hay que diferenciar la fe de la creencia. Especialmente divertida es la parte en la que el filósofo Ferry se defiende de los afanes apostólicos que hacia él muestran personas creyentes.
Tocan temas religiosos, incluso se menciona al actual Papa y su primera encíclica sobre el amor. Pero lo que a Ferry le interesa es lo “secularizable” del mensaje cristiano. Eros, filia y ágape, vida después de la muerte, necesidad de amar lo inmortal en el otro, y necesidad de un proyecto común para que el amor funcione. ¿Por qué se rompen los proyectos amorosos?

La filosofía como espiritualidad laica ayuda a desplazar el miedo que nos atenaza y nos impide vivir. “El miedo nos vuelve egoístas y tontos” dice Luc Ferry y si queremos pensar hace falta libertad. Sería una de las enseñanzas de la filosofía. El sabio es el que ha vencido sus miedos. Todas las grandes visiones filosóficas consistirían en espiritualidades laicas, remedios contra nuestros miedos. Ferry es consciente de que también en la filosofía hay  modas, hace veinte años, era impensable que los estudiantes se interesaran por la espiritualidad, la política lo ocupaba todo. Pero en la actualidad las tornas han cambiando, en eso coincide con el diagnóstico de Michel Serres.

San Agustín acusa a los filósofos de soberbios por querer salvarse con la sola razón. Ferry se defiende recordando la leyenda de Ulises y Calipso, cuando Ulises prefiere ser mortal y envejecer, a la vida inmortal que le ofrece la ninfa de la isla Ogigia. ¿Por qué esos 20 años de Ulises dando vueltas constituyen un viaje filosófico? Ferry desvela que ese viaje simboliza nuestra vida, y explica porqué la solemos echar a perder. A partir del minuto 30:00.

Charlan sobre el amor al enemigo ejemplificado en una experiencia cotidiana para el que tiene hijos, y “ágape”, amor incondicional.

De ahí pasan a la infancia comparada con la vida adulta, del culto a la infancia que hace inútil la educación, puesto que si lo mejor es ser joven madurar no tiene ningún interés.
Menciona la transformación de lo “sagrado” en nuestras sociedades, ¿qué es hoy lo sagrado?  según la etimología ¿qué es aquello por lo que estaríamos dispuestos a sacrificar la vida? Lo sagrado paradójicamente da sentido a la vida.

Su paso fugaz por el ministerio de educación le sirve para exponer las dificultades del político al tener que elegir entre lo malo y lo malo, lo que Weber llama “trágico de la razón histórica”.
Sus demonios nunca dominados e incluso la forma de morir y la evolución que ha sufrido en relación a la muerte aparecen al final de la entrevista. El problema de la vida que plantea Luc Ferry se puede resumir en cómo combinar amor y muerte.

jueves, 7 de julio de 2011

Vivir sin miedo

Autora Ana Azanza


Parece que nos estamos preguntando últimamente sobre el tema ser feliz. Tema filosófico desde los inicios de esta disciplina y que hoy parece poco serio para los cultivadores de la filosofía, màs preocupados por el comentario de sofisticadas teorías y textos que por el hecho simple de pensar y poner ese pensamiento al servicio de la comunidad.


Me hizo feliz, por lo inesperado, en la Nava del Espino

Me he topado con un libro cuyo título me va mucho, "Vivir sin miedo" escrito por el piscólogo Joan Corbella, lástima que no lo haya escrito un filósofo... pero no me interesan tanto las peleas entre gremios. Sólo recoger y aprender de quien sabe por haber dedicado tiempo a ayudar a la gente a sobrellevar sus problemas.

La vida transcurre inexorablemente, nos ofrece experiencias y reacciones anímicas de impacto e intensidad variable. El ser humano es por su condición capaz de intervenir en esos acontecimientos que llenan su existencia, como en la actitud vital que le permite "sentir" su realidad con forma de estímulo agradable, desagradable o neutro.

En ciertos círculos intelectuales ha estado de moda mofarse de quien proponía la felicidad como objetivo alcanzable. ¡Ingenuos! la vida simplemente se soporta, y vivir consiste en poner a prueba la capacidad de resistencia a lo insoportable...La respuesta al problema del vivir si no es compleja no puede ser verdadera...Esta forma de ver me recuerda lamentablemente a muchos filósofos. Pero sigo.

Existe la infantilización que nos llega de Estados Unidos, con los recetarios para todo, para triunfar en una empresa, en las relaciones personales, para vencer la timidez...Simplicidad que cae en la simplonería, vivir es un arte, no seguir un manual de instrucciones.

No tengo a mano las citas, pero si el recuerdo borroso de que, ¿es quizás Gracián el que asegura que el conocimiento ahoga las posibilidades de ser feliz?, para ser feliz más vale no saber demasiado... En la actualidad la acumulación de teorías y datos sobre todas las catástrofes que se ciernen sobre la humanidad justifica el cinismo, el descontento, el pesimismo existencial. Con tanta información propia y ajena, y tanta experiencia propia y ajena de la maldad lo más racional es la absoluta desconfianza sobre nuestra condición.

Pero además de almacenadores de conocimientos tenemos sentimientos. Frente a los cínicos desencantados, diremos que la vida puede suponer una experiencia apasionante si existe el propósito de vivirla a pesar de todo.

Dos grandes obstáculos se opondrán a quien enfrente la vida con ánimo de superar el simple paso inexorable de los días: las ideas y las posesiones.

Los ideólogos de actitud vital que viven de y para sus ideas, fieles a los libros, a los líderes de pensamiento, troquelan sus posiciones según un patrón ideológico. Lo cultural y lo científico son una gran posibilidad de riqueza personal; pero, si estos elementos se convierten en aniquiladores o inhibidores de sentimientos personales, de emociones y reacciones, entonces la cultura, la ciencia, las ideas en general y los ideólogos en particular, pueden convertirse en el freno más poderoso que puede tener una sociedad para acceder a lo vital, a la vitalidad entendida como la expresión personal de la actitud con que afrontamos la vida. Solo puede justificarse el culto a lo intelectual cuando sirve para el conocimiento de uno mismo, el conocimiento más interesante, como tuve ocasión de experimentar con el filósofo denostado por muchos intelectuales  por no ser lo suficientemente sofisticado: Oscar Brenifier.

El segundo gran freno a la posibilidad de ejercer como ser vivo es la posibilidad de tener y poseer. Un objetivo lógico para la mayoría de los seres humanos. La riqueza abre puertas. Pero si lo "económico" se convierte en el eje del comportamiento y en el alimentador de todas las motivaciones, se produce un freno en las emociones y sentimientos y con él una limitación de la vitalidad.

Las ideas o las posesiones, dos inhibidores de la fuerza de lo humano. Silencian lo más vital que hay en el hombre y la respuesta a los requerimientos vitales deja de ser personal para ser culta o útil.

El miedo ya sabían los clásicos que es necesario para mantenerse vivo, aporta el grado de dependencia, previsión y contención necesarios para evitar que nuestros comportamientos pongan la vida en peligro. Una cierta dosis de miedo es una condición incuestionable de la vida.

Desde el pánico incontrolable, paralizador, a las reacciones temerosas que nos ponen en alerta, hay toda una escala de miedos: miedo fóbico o simple miedo provocador de respuestas de ansiedad más o menos aparatosas.

El miedo contribuye a situarnos en un punto de tensión vital necesario e imprescindible para un comportamiento gratificante y a su vez, vencer el miedo, vencer los obstáculos. Se necesitan obstáculos que vencer para que la vida tenga sentido. Es lo que hoy alguna psicopedagogía pretende quitar a los educandos, no nos damos cuenta de que allanando tanto el camino quitamos de paso la posibilidad de maduración. Tan anquilosante resulta el sentirse bloqueado por la ansiedad como la falta de motivación, la indolencia. Hay un grado adecuado de tensión vital que, si nos falta, la vida se nos convierte en una sucesión gris de acontecimientos en los que no tomamos parte activa. Sólo soportamos lo que nos llega.

Vivir supone que aspiramos a una felicidad razonable. Pero frente a ella se abre la posibilidad del miedo a no conseguir lo que nos proponemos. Hay miedos inespecíficos, el malestar psíquico del que sin saber por qué no encuentra alicientes para ser feliz y los miedos hacia cosas, hechos, personas concretas. El miedo y la ansiedad bloquean iniciativas y decisiones que acaban imposibilitando enriquecerse viviendo.

Nos solemos distraer del miedo a vivir "haciendo" para obtener cosas. Creo que nuestros gobernantes no se dan cuenta de lo inhumano que resulta una economía basada en el consumo. Consumir a destajo hace que la economía funcione, bien. Pero consumir como único fin en la vida puede ser uno de los factores de infelicidad más extendido entre la población. Lo que le va bien a la economía no le tiene porqué ir bien a la psicología, o mejor dicho, al ser humano como tal ser humano. El estímulo consumista provoca la necesidad de hacer, trabajar, ahorrar e invertir para poseer y sentir la propiedad sobre cosas. Una forma de distracción existencial  como otra cualquiera. Tener dinero, ahorrarlo y gastarlo resulta gratificante, nos valoramos y valoramos a los demás por las posesiones. (Comparación entre coches de profesores en las puertas de un IES cualquiera...).

Poder y fama, otros dos grandes estimulantes para nuestro "hacer". Cuando dinero, poder y fama entran a formar parte del objetivo primordial nuestro "ser" queda diluido en la acción encaminada a esos tres objetivos. Algo de dinero, algo de poder y algo de fama nos son imprescindibles. No somos insensibles a la posibilidad de alcanzar alguno de los tres o los tres a la vez.

Fue Gabriel Marcel el filósofo que habló de la diferencia entre "ser" y "tener". Evidentemente hacer nos hace poseer y poseer nos hace ser. El tener al servicio del ser. Cuando el camino hacer-tener-ser se interrumpe y tener cobra una dimensión prioritaria nos desprendemos de nuestras capacidades afectivas, personalizadoras e identificadoras.

El tener no nos deja vivir. Afectividad, creatividad, gozo, ilusiones son apartadas por el afán de las cosas. Cuando el tener dejar de ser un ideal y se pone al servicio del ser, se disfruta de aquello que se ha conseguido.

Hoy en las sociedades occidentales tenemos más oportunidades de disfrutar que nunca. Las máquinas nos alivian del trabajo físico y doméstico, tenemos más tiempo para acceder a libros, espectáculos, diversiones, deportes, aficiones. Hace un siglo todo esto era impensable para nuestros abuelos. Sin embargo nunca se había visto la felicidad como algo tan inalcanzable, con tanto cinismo y descreímiento. Nunca se había mirado al que habla de "ser feliz" con tanta falsa compasión, "pobre ingenuo". El desencanto surge en la medida en que las cosas carecen por sí mismas de la posibilidad de proporcionar felicidad.
La felicidad está en la actitud, en como uno se toma la vida, no en las cosas que poseemos. Para que ellas nos den felicidad es necesario dar importancia a lo trascendente que tiene el ser uno mismo.

No precisamente dar la imagen que pensamos que los demás esperan. Si la sensación de felicidad se vincula a las cosas que se pueden perder, control, orden, salud, bienestar, dinero, surge el miedo, la inseguridad. Si por el contrario la felicidad se vincula a lo que soy, los demás elementos contribuyen a enriquecer esa sensación de felicidad y equilibrio. Pero no son la base, y si pierdo alguno de ellos, habrá contrariedad, pero el mundo no se hunde.

Para vivir sin miedo y que el temor no bloquee el comportamiento Joan Corbellá propone el intento de vivir con la adecuada tensión vital que nos permita tener la sensación de estar vivos y apreciar la máxima capacidad de goce, placer y felicidad. Esa tensión vital surge de la propia voluntad y necesita de un estado de ánimo.

Es nuestro reto como seres humanos, porque estamos permanentemente tentados a dejarnos llevar por los acontecimientos y a desvincular el ánimo de la voluntad.