Presento una breve síntesis de los dos
conceptos fundamentales de la filosofía de Zubiri: realidad e inteligencia
sentiente.
En
mayo de 1983, pocos meses antes de su muerte, en la presentación de Inteligencia y logos e Inteligencia y razón recordaba Zubiri el propósito que
había guiado su quehacer filosófico.
"Mi
vida intelectual ha transcurrido como una corriente bordeada y encauzada por
dos riberas. Una, la idea de liberar el concepto de realidad de su adscripción
a la sustancia. Las cosas reales no son sustancias, sino sustantividades. […]
La otra ribera es la de liberar la intelección, la inteligencia de la
adscripción a la función de juzgar".
En
cuanto a la intelección humana no aceptó la distinción entre sentir e inteligir,
afirmando que ambos constituyen momentos de un solo acto de aprehensión de lo
real. Sentir e inteligir constituyen estructuralmente una sola facultad, la
“inteligencia sentiente”. Pues bien, según Zubiri, es la intelección sentiente
la que confiere a la mente humana su carácter absolutamente singular: el ser
humano es el único con capacidad de sentir las cosas reales en tanto que
reales. Por la intelección sentiente las cosas quedan en el hombre como
realidad. Por el puro sentir las cosas
quedan en el resto de animales como estímulo. Zubiri, pues, no identifica lo
real con lo existente, sino con lo que es percibido como realidad. ¿Qué
significa percibir las cosas como realidades?
El
sol existe, está ahí, iluminando y calentando nuestro planeta desde hace miles
de millones de años, mucho antes de que apareciera la vida y
mucho antes de que apareciera la especie humana. Existe, sí, pero
"estricta y formalmente" no es realidad si no es inteligido por el
hombre. El sol existe y como cosa que existe puede ser percibida de
distintos modos. Un perro, por ejemplo, no percibe al sol como realidad. ¿Cómo
lo percibe entonces? Siente, entre otras cosas, el calor del sol que le
calienta a él. Siente que existe un objeto exterior independiente de él de
donde proviene el calor, pero sólo en cuento que le impone un modo de conducta
(p. ej., ponerse a la sombra). Para el perro sólo hay sol porque le provoca
ciertos estímulos. El hombre, sin embargo, siente el calor y siente que ese
calor proviene del sol, de una realidad externa a él. Siente el sol como objeto
que existe por sí mismo, no en función del calor que le proporciona a él; lo
siente como algo independiente de él. El hombre, animal de realidades, siente
el sol como una cosa real “en propio”, con unas propiedades y características
que le pertenecen al sol, que no son sólo un estímulo para un sujeto
perceptor. A esas propiedades Zubiri las llama “notas”, porque además de
ser propias de la cosa, de ser suyas, nos notifican lo que la cosa es (su
dimensión talitativa) y nos notifican que esa cosa es real (su
dimensión trascendental). Las notas del sol nos notifican cómo es el sol
(un disco amarillo, abrasador, cálido, luminoso, deslumbrante, etc.) y nos
notifican que el sol es real. El perro sólo siente el sol como estímulo, no
como realidad objetiva independiente del sujeto que la percibe. El hombre sí lo
siente como tal realidad objetiva e independiente del sujeto perceptor. El
hombre hace real a la cosa, la “reifica”.
Las cosas existentes, sólo en “formalidad de realidad”, es decir,
quedando en nuestra percepción como cosas reales, son formalmente reales.
Además, sólo es estrictamente real lo la realidad que se hace presente en la
percepción humana por las notas que posee “de suyo”. El sol queda en
nosotros como realidad gracias a sus notas, esto es, por su brillo, por su
calor, etc. pero además de “tal” contenido propio de la cosa, percibimos algo
más: ese más es su inespecífico carácter de realidad, su carácter
trascendental. Concebir el sol como una divinidad a la que ofrecer sacrificios,
como una estrella de tamaño medio alrededor de la cual, en órbita elíptica,
giran la tierra y los demás planetas del sistema solar, o de alguna otra manera
según la mitológia, la religión o la ciencia, está fundado en el quedar el sol
en la impresión como realidad. Concebir o juzgar o razonar no son actos
primordiales y radicales de la intelección humana, sino que son ulteriores a la
aprehensión primordial de realidad que nos sitúa en la realidad para, a partir
de ahí concebir, juzgar o razonar. El astrónomo que estudia la actividad de las
manchas solares puede realizar su actividad científica porque ha percibido al
sol como una realidad; lo mismo ocurre con el sacerdote que abre el pecho de un
hombre para arrancarle el corazón y ofrecerlo al sol. Si el astrónomo y el
sacerdote aprehendieran el sol como estímulo nunca podría darle sentido. La
razón humana, la mitología, la religión, la ciencia, todo lo que da sentido al
mundo se funda en la aprehensión primordial de realidad. El hombre es primero
animal de realidades, y después, y sólo por serlo, todo lo demás.
Este es el puesto del hombre en el cosmos: notario y
testigo de la realidad. Solo en la percepción humana el sol es por sí mismo
real. Parece una paradoja, pero no lo es. En un mundo sin seres humanos no
habría realidad porque no habría ningún ser que percibiera las cosas como
realidades. Habría un cosmos: una riquísima y variada infinidad de cosas
existentes conectadas entre sí que, como mucho, no pasarían de ser estímulos
para las demás cosas. Nunca serían realidad, nunca algo independiente del
perceptor, nunca realidad “en propio” o “de suyo”, porque eso sólo lo son en la
percepción humano. No habría mundo, porque sólo el hombre tiene un mundo,
sólo el hombre percibe la realidad en tanto que real. Si despareciera del
cosmos el único animal dotado con la capacidad de aprehender las cosas como
realidades, de percibir la dimensión trascendental de la realidad, desparecería
también la realidad estricta y formal, de la misma manera que desparecerían los
colores si desaparecieran los animales dotados de sentido visual. Este es el
sentido radical de la definición zubiriana de hombre como animal de realidades.
José Javier Villalba Alameda
Excelente síntesis de la idea zubiriana de hombre como "animal de realidades". A mí esto de que la inteligencia siente ante todo el ser me recuerda, claro, a Aristóteles, su noción de ousía como soporte de todas los demás modos de ser, como categoría sustancial. Y también a Tomás de Aquino cuando repite que lo primero que capta la inteligencia teórica es el ser, igual que lo primero que capta la práctica es el bien. En efecto, aquello que apetecemos es sentido como bueno y aquello que conocemos es sentido, ante todo, como real.
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