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13 febrero 2023

Mi otra sonrisa horizontal

Por razones que no vienen al caso, hoy he acabado buceando en este blog en estado embrionario - o sea, cuando escribía en docus de word que leían tres o cuatro (caramba, qué coincidencia). Buscaba el docu que da título a este divague (en aquella época no existían los divagues, como tampoco existía Di) y al abrirlo, otra coincidencia: resulta que fue el 13 de febrero de 2002 cuando ocurrió el evento, por llamarlo de alguna manera, que lo inspiró. Veintiún anios hoy. Me lo acabo de leer y he dudado si publicarlo, no por la extensión -de eso ya estamos curados de espanto-, sino tal vez por una especie de pudor, tanto por el contenido tan personal como por sacar a pasear a la pre-Di de 30 anios, con -21 de experiencia escritora. Pero pero como dice Sábato que "las casualidades no existen", no podía dejarlo pasar, me entiendan. Eso sí: enter at your own risk. 

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No todo está dibujado con el mismo detalle. Más bien, lo atractivo de este cuadro es el juego de enfoque: zonas borrosas de neblina espesa, y zonas serpenteadas por una brocha mediana, nunca por el pincel fino. Tengo recuerdos similares a los que acostumbro, bien delimitados, con los bordes abrillantados, de esos con los que nos engañamos diciéndonos “fue así”. Como si la memoria, incluso la de lo cotidiano, fuera de fiar; como si no fuera la traidora engañosa y juguetona que es. Pero también hay otros recuerdos nuevos, de esos de noche de marejada en las tripas de un camarote de cuarta en el mar de los Sargazos, de despertar confuso en algún sitio del verano tras una siesta de tres horas, de ese segundo que precede a la lipotimia bajo la perpendicular del sol del mediodía.

Uno de esos primeros recuerdos bien delineados tiene la intensidad de un portazo en una casa de techos altos. Mediados de Octubre. Aquel genio de la medicina -también conocida como terrorista sunita en nuestra casa- se empeña en confundir lo que resultó ser una proliferación benigna de la pared de mi útero con un embarazo de 20 semanas. Pese a no haber faltado a las citas rojas con pereza a intervalos irregulares y siempre mucho mayores que 28 días, pese a explicarle que se tomaron precauciones siempre y en todo lugar, pese a que el test de embarazo, tozudo, repite como un niño harto con los brazos cruzados: negativo, esta kamikaze del curar, insiste durante toda una mañana en que prepare la canastilla. Llega a describir casos en los que el parto ha sido el pregonero del embarazo. Cuando se ha ganado a pulso su afiliación a Sendero Luminoso, tal vez Al Qaeda decide manchar un papel blanco con estas palabras: “ecografía de urgencia”.

El 13 de febrero de 2002 se me va borrando en la memoria a medida que avanzan sus horas como una cámara programada para un desenfoque progresivo, hasta adquirir tonalidades puramente oníricas, pasando del relámpago a la inconsciencia. 7 am: me lavo el pelo por si acaso aquella tarde es La Tarde. No es que cuente The Guardian que el NHS (National Health Service) no funciona sólo por fastidiar a Blair. Es que igual es cierto: 8 am, marco el número del hospital y con los dedos cruzados espero que la respuesta no sea “cancelación”, el fantasma con el que me había desayunado el día anterior, en el preoperatorio. Algunos afirman que es una técnica para tranquilizar: humor negro. Mr Bruce, el ginecólogo al que le gusta el Rioja, nos obsequió entonces a tenor del tema con un discurso de esos que nos gustan a los que presumimos de no ser tan bourgeois como para entender de vinos. “Esto es lo que los gerentes llaman eficiencia: que los numeros brillen a fin de año en los libros caiga quien caiga. Y para ello, no hay que escatimar en recortar recursos: camas, personal, lo que sea”. Y eso que estamos en el país que inventó la Seguridad Social. La más vieja de Europa, concebida para una población de 20 millones de habitantes que se ha triplicado. No sé si ésto o la influencia yanki -la ley de la selva, sálvese quien pueda, si no pagas te mueres- son los culpables de que este sistema se esté colapsando. Pero ésto es lo que viene. Y da miedo. Tras el mitin no se cantó la Internacional como colofón -pero casi-, como no se entona ningún otro himno cuando cuelgo el teléfono tras las noticias: hay quirófano, anestesista, camillero, ginecólogo… y cama. 9 am: los tres miembros del equipo de apoyo y la que firma se personan en la Unidad Edward II del Nottingham City Hospital. Empieza la cuenta atrás.

En realidad la cuenta atrás había empezado mucho antes, justo tras el portazo, cuando aún retumba el eco en las paredes y tiemblan los cristales de las ventanas. En una sala de ecografías de color gris, una chica sonriente aplica un gel congelado por debajo de mi ombligo para que conecte su pantalla con mi útero. El techo de la habitación no ofrece gran interés, la pantalla me recuerda a las prácticas de radiología, desde el borde de la silla se escurre mi pañuelo de seda y cae al suelo. Y sigue el eco. Miro el monitor: es un mioma, no un embarazo. Un tumor muy común, benigno, que se encuentra en el 25% de las autopsias de mujeres sanas. Llueve cuando salgo del hospital. Mujeres sanas, como yo: completamente asintomática hasta una mañana de agosto, en que una superficie dura, muscular, tensa se asoma a la carpa invertida que es mi abdomen. Sin hemorragias, ni dolor. Simplemente la duda invisible en medio de los dos mástiles de mis huesos pélvicos.

La niebla empieza a caer con paciencia, lentamente. Desde que llego a la unidad me dedico a cultivar un terror pequeño, de estar por casa, de esos manejables para hacerlo todo más llevadero. Lo elijo subconscientemente al azar, como quien saca una bola de la bolsa. El ayuno obligado me lo sirve en bandeja: decido temer morirme de hambre y sed en las horas que preceden a la operación, un miedo controlable y conocido. Me pego a una botella de agua mineral cual naúfrago rescatado, improvisado objeto transicional, como el osito de peluche con el que el hermanito de Wendy se paseaba por el País de Nunca Jamás. De esa guisa me siento a esperar en lo que sería el lecho del dolor a que el teatro comience jugando, a falta de otra cosa, con las palabras: teatro, theatre, quirófano.

Aunque para jugar siempre nos queda la memoria, lo único que tienen los presos, los naúfragos y los que sufren de amor. Me paseo distraidamente, o mejor dicho, los últimos meses se pasean decididamente por mi cabeza: la primera visita a Mr Bruce -tras la carta urgente de la terronista sunita-, el anciano respetable que lleva el pañuelo en la solapa a juego con la corbata. La nueva incursión por la gelatina fría, esta vez con el radiólogo, que confirma la naturaleza de la proliferación. No tengo el libro de gine: hablo con mis amigas médicas, patólogas, navego por internet. El origen de los miomas es en principio desconocido. Se sospecha de los estrógenos -la hormona sexual femenina- como presuntos implicados, pues tienden a crecer durante los embarazos -época de pico estrogénico- y a disminuir en la menopausia -cuando la hormona se jubila. La segunda visita a Mr Bruce: “Hay, como sabrás, un mínimo riesgo de histerectomía”. Conduzco hacia casa como una autómata. Llueve, paso por la explanada verde que me encanta, pero hoy no me importa. Histerectomía, resuena en mi cabeza. Viene del griego: el sufijo es extirpar, hister es útero, matriz. Ni la etimología me distrae. Nuevo intento, semáforo en rojo: la palabra "histeria", qué bonita, acuñado en esa época en la que se consideraba que la misma provenía de trastornos uterinos y por ende, sólo era propia de las mujeres. Verde: como si no conociera a más de un histérico. Avanzo por las calles mojadas, pensando, pensando. Intentando no sentir pena por mí misma. Todo va a ir bien. Pensando: pero, ¿y si histerectomía? Desmontando los catastrofismos: no, es muy improbable. Pero catastrofizando: ¿y si me toca a mí? Racionalizando: no tiene porqué ser maligno. Dejándome llevar: ¿y si lo es? Sintiendo: triste, desorientada, perdida.

El City Hospital es victoriano, de ladrillos rojos y arcos por los pasillos. En cada planta hay alrededor de 30 camas separadas por cortinas que penden de un entramado de railes que cuelgan del techo. Pienso, desde la cama, en el cielo de Lisboa, atravesado por los cables de sus tranvías. Las cortinas son de relajantes motivos floreados típicamente ingleses (¿y aún dicen que hay que poner anestesias?) Es mediodía, y una enfermera negra las corre sin previo aviso tras dejar claro que se llama Florence y que los tres miembros del equipo de apoyo se quedan fuera. Me pone una pulsera con mi nombre y muchos números. Deja una especie de camisón con nudos que casi recuerda una camisa de fuerza encima de la cama. Sale, me peleo con ello. Cómo se ata ésto. Vuelve: No, es que te lo has puesto del revés, los lazos van por detrás. Pregunta si he hecho lo que la Lulú del libro como me dijeron el día anterior. Asiento. A ver. Aprobado. Los recuerdos empiezan ahora a difuminarse: me veo desde fuera, como en un escenario con esa bata quirúrgica, fuera de contexto. Florence, que dice cuatro cosas en castellano porque tuvo un novio cubano, me pone una especie de medias para prevenir trombosis y toma constantes. Entonces abre el telón y, metida en la cama como un pajarito petrificado, me encuentran los tres miembros del equipo de apoyo.

Falta menos de media hora para el momento del pánico con mayúsculas: bajar en camilla a los infiernos. Llevo intentando doblarle esquinas a esa imagen desde mi segunda visita a Mr Bruce, el ginecólogo con aspecto de dandy, cuando abrió su agenda y dijo: 13 de febrero. Lo logro con bastante éxito. Primero, hablándolo, sacándolo fuera, por teléfono, por ordenador, in situ, como sea. Segundo, preparando la mochila hacia la desconexión que en este caso se llama Bangkok, una semana después de que Mr Bruce pusiera fecha a lo inevitable. Y allí desconectando verdaderamente, porque en Tailandia… aún no había empezado la menopausia.

Huida temporal: Parque nacional acuático
Ang Thong Ko Wa Ta Lab, Tailandia

Dentro de la cama, embozada en una sábana blanquísima hasta el cuello, y mirando el cielo de Lisboa me encuentra un chico de mi edad, vestido de verde y con algo en la mano que debe ser mi historial clínico. Es moreno, probablemente pakistaní, dice su nombre. Me siento en la cama y contesto a sus preguntas. Es el Senior House Officer de anestesia, pienso, como mucho el Specialist Registrar. Es simpático, y muy didáctico. Me habla como si fuera tonta, explicándome lo que me van a meter. La verdad es que lo agradezco, dada mi lentitud de procesamiento de datos en ese punto. Utiliza palabras aburridas, políticamante correctas. Asiento. Las traduzco a mi propio idioma: dice que no debo tratar de ser una heroína, porque ésta va a ir directa a la vena. El eufemismo pasa por “diamorfina proporcionada a través de un sistema llamado PCA" (Patient’s Control Analgesia), un dispositivo que libera el opiáceo cuando el paciente aprieta un botón. Guau: heroína en vena, totalmente legal y gratis; tengo delante de mí al dealer ideal, al que miro con un fervor que raya lo místico. “Cuando te duela, aprietas… y no te preocupes por la sobredosis, esta arreglado para que no ocurra”. Descuida, se hará lo que se pueda… cualquiera que me conozca sabrá que las oposiciones a mártir no estuvieron nunca en mi mente.

No sé si justo antes de que llegara el chico de verde yo acababa de tener lo que se daría a conocer como un “flush” (sofoco). Y es que en Tailandia no había empezado la "menopausia", pero ésta estalló de improviso en enero cuando ya llevaba más de un mes tomando el Nafarelin, un spray nasal con el que Mr Bruce aspiraba a reducir el tamaño del alien que habitaba mi útero. El Nafarelin es algo así como un secuestrador de aviones que embarca en Fosas nasales con vuelo a Ovario, haciendo escala en Hipófisis. Mientras todos los pasajeros esperan el transfer, el miembro del comando Naf-Ar-Elin toma como rehén al pasajero GNRH, cuya misión al llegar a la República bananera Ovario es informar a los indígenas de que liberen Estrógenos. Sin el pasajero GNRH, todos en Ovario se dedican a la samba, en lugar de a trabajar. Tanto carnaval lo que logra es una “menopausia virtual”, caracterizada por síntomas tan agradables como estos flushes, que me volvieron loca y que me hicieron, sólo por una vez en mi vida, desear que acabara el carnaval y viniera cuanto antes la cuaresma.

Cuando más interesantes están los negocios con mi dealer, el Granjefe Camello se persona a los pies de mi cama. Un Pablo Escobar de estar por casa, que tras saludarme comienza a discutir el caso con el aprendiz de brujo. En algún punto la palabra epidural se cae de la conversación, así como se escurre a veces un papel pequeño en medio de mil folios. “Excuse me?” Se vuelven hacia mí sorprendidos. Intento expresar que no estoy interesada en una epidural, gracias, con la mayor contundencia y claridad de la que soy capaz - bastante, si me lo propongo. Afortunadamente para ellos, no me preguntan en qué está basada mi decisión: muchas horas de vuelo cuando era estudiante me ayudaron a entender que el paciente es la última persona que quiere estar presente cuando inciden en su abdomen. Inyección lumbar, los focos del quirófano, los beeps de las máquinas, toda esa gente (cirujano jefe, residente, anestesistas, enfermeras, estudiantes de medicina, estudiantes de enfermería, asistentes, y en el Clínico, de fondo la Cadena 100) preparando el campo operatorio, pululando, hablando de su última noche… No. Lo siento, la heroína no voy a ser yo.

Cuando Granjefe se va, terminamos los tratos con el camello de barrio: entraré a un cuarto “más amigable” para ser anestesiada. Pienso en una de esas consultas de pediatría. “Sí, un cuarto con ositos de peluche”. No me podía imaginar que ésa es la última frase que pronunciaría semiconsciente cayéndome por la espiral de la anestesia un rato más tarde. Nos reimos. Y lo más importante: cerrar trato final, que se llama Temazepam 10 miligramos, dos pastillas circulares blancas que en Glasgow funden los chicos malos y se inyectan en vena. Eso por lo que se paga bastante en las esquinas de mi barrio. Le pregunto si me ve muy ansiosa para los estándares preoperatorios. Él, con su mejor cara de póker, niega para luego añadir: “como no lo lleves por dentro...” Me recuerda a cómo doy el pego en exámenes orales, presentaciones y demás parafernalia en las que el mundo afirma que parezco suelta y controlando, y en absoluto nerviosa. Pero esto es algo nuevo, y una pobre benzo no va a hacerme ningún mal, aunque dudo si algún bien. Me veo repitiendo lo de siempre: sólo usarlas para crisis, y ésta es una. Los 20 mgrs caen en mi estómago, y con asombrosa rapidez llegan a mi cabeza.

A partir de aquí ya no recuerdo nada con claridad, todo pertenece al mundo de los sueños, a la nebulosa sideral por la que se mece la confusión, al dulcísimo placer de dejarse caer, y no saber cómo, ni quién, ni cuándo. Y empieza la proyección de diapositivas. Sentada en un cuarto oscuro, su luz me ilumina a intervalos cada vez mayores, precedido por su sonido de tercer grado: clas, clas. Una camilla negra y metálica se acerca a mi cama, y un pijama verde vuelve a cerrar las cortinas. Pero aquí mis sentidos están ya bloqueados. Clas-clas. Una silla pegada a la rueda, dame la mano, sube aquí. Ningún tipo de resistencia. Otra vez el cielo de Lisboa, Alfama y sus sábanas blancas tendidas al sol. Metal que choca: suben los laterales de la camilla. Clas-clas. Estoy esperando a la entrada de la unidad para ir hacia quirófano. Los techos son muy altos. Los tres miembros del equipo de apoyo alrededor de los barrotes. Me miran desde la barrera. Al día siguiente me recordarán con una mezcla de estupor y risa mis palabras de entonces: “dadme besitos”, y mis abrazos, como en esas fiestas donde el alcohol hace sentir ese estado de fratenidad universal. “El momento más mono de tu vida”, afirman. Clas-clas. Pasillo, supongo, y una puerta: quirófanos. Creo que el camillero va hablando, y éste no me recuerda al día siguiente ningún estado de fratenidad universal, así que supongo me comporto y no pido besos a nadie más. Clas-clas. Una habitación muy pequeña, llena de gente alrededor. El cuarto “amigable” de anestesia, deduzco. El chico pakistaní de verde a mi derecha me da la mano. Clas-clas. Me llaman por mi nombre, que suena hueco, los ecos otra vez. Creo que sonrío. Clas-clas. Al fondo a la izquierda el consultant le indica a una chica temblorosa cómo cogerme una vía. No me importa. Clas-clas. Dicen que calor o frío en la mano, que el pinchazo. No noto nada. Clas-clas. El chico pakistaní me dice cualquier cosa, a lo que yo contesto: “No veo ningún osito en esta habit…” Fin de la proyección.

Empieza otra nueva, más bien una película, igual o más confusa, pero con una sensación extraña aún no identificada a muchos kilómetros al sur del ombligo. Repiten mi nombre a gritos, el cuarto de reanimación no cumple desde luego su cometido, dicen los que esperan en el pasillo que sonrío al verles y que me quejo en castellano: “Me duele mucho”. Un miembro del grupo se marea un poco. Nadie sabe cómo vuelvo a la cama. Mi primer embrión de recuerdo es una cara sonriente con pelo rizado que de nuevo repite mi nombre. “Ahora te dejo aquí”. Ha pasado mucho rato conmigo, por lo visto. Veo a los tres miembros del equipo que sonríen. Pero me duermo, me duermo… intentan despertarme, me llaman… yo mientras, navego en un puré espeso, y pese a la confusión, aprieto la bomba que libera diamorfina para controlar el dolor. Tengo sed, pero sólo me dejan mojar los labios. Y a las ocho, suena la campana: han de irse. La costumbre española de pasar la noche en el hospital no existe aquí, les explican que “no tienen facilities”… no les dejo que protesten, sólo quiero quedarme sola y dormir, dormir. Tal vez soñar.

Pero gritos y más gritos. Alguien canta en el fondo, alguien delira. “I don’t know, I don’t know”. Las enfermeras la intentan calmar, y la llaman “Alice”. Está en la cama al lado de la de enfrente. Suenan timbres que llaman a las enfermeras. Yo sólo quiero dormir. Sigo apretando la bomba, bebiendo agua a intervalos largos, y no debo. Ya no hay luz, pero Alice, que debe tener 80 años, sigue cantando. Una mano toca mi brazo derecho, y me dice que se llama Sarah, y que va a ser mi enfermera. Durante toda la noche pasa cada hora y me toma la tensión, el pulso, la temperatura, me da antibióticos, me tapa. Siempre sonríe y dice “darling”. En medio de la confusión de la primera noche sólo logro concretar una especie de sensación de gratitud immensa. Es exactamente ese mito del “ángel guardián” que debe ser una buena enfermera, una de las tres hadas buenas de la bella durmiente. Tal vez Flora, o Fauna, o Primavera. Durante el resto de las noches, perfilo un poco más a Sarah: es rubia, con un recogido francés y un uniforme azul. Va de azul, luego es Primavera. Sigue sonriendo, me dice lo mal que estaba la primera noche, lo que he mejorado. Le gustan mis rosas amarillas y mi pijama de lunas y estrellas. Debe tener mi edad: somos las más jóvenes de toda la unidad.

Amanece, y me cuesta saber quién soy y qué hago allí. La cabeza me da vueltas por el chute de la noche. Empiezo a recordar, estoy en medio de un cuento de hadas, donde las princesas se duermen tras morder una manzana roja y brillante. Pero yo no estoy en una urna de cristal. Me revuelvo en la cama, y me cuesta reconocerme: en el dorso de mi mano izquierda se clava el huso que me hizo dormir cien años. Debí subir a una torre dando mil vueltas por una escalera de caracol, y encontrarme allí a Maléfica distrafazada de anciana que hilaba en la rueca. Y quise probar yo también. Los ojos se me cierran, oigo muchos pasos a mi alrededor. Hago un esfuerzo descomunal por abrirlos, porque quiero seguir el sendero de la aguja que sale de mi mano. Un tubo transparente, que acaba en un aparato complicado: una especie de jeringa gigante donde la diamorfina duerme líquida y transparente, dejando ver su color tostado. No puedo mantener abiertos los ojos, estoy varada en esta cama. Durante el resto de la mañana, las olas me golpean y por una vez el sonido del mar está de más. Es como oír la embestida de la ola sin su retirada más suave a los tres segundos. Sólo quiero dormir. A media mañana aparece otra hada buena, vestida de rosa: Flora, y dice que va a lavarme. Es un proceso curioso, imagino que es lo que deben sentir los bebés continuamente. Cuando termina, mientras recoge todo, una sombra aparece dibujada en las cortinas. Un juego de luces que me impresionaría si Nosferatu no hubiera sido ya filmada a principios de siglo. La cortina se corre, y aparece La Matrona.

El hada buena no palidece de terror, como hizo mil años antes cuando Maléfica entró en la fiesta a la que no había sido invitada y lanzó su maldición somnífera sobre la hija del rey. Éste mandó entonces quemar todas las ruecas del reino, pero olvidó la de la torre: quedaba una, siempre queda una. Porque las maldiciones tienen que cumplirse, no vale con sortearlas: hay que superarlas. Y su intrincado camino pasa por desobedecer, subir a la torre, coger el huso, pincharse, y dormir para siempre hasta que se rompa el hechizo. Supongo que el hada buena simplemente se despide y me deja con aquella aprendiz de mala de serie B, porque a ésta no le da para el papel de Maléfica.

La Matrona es el contrapunto del ángel protector, aunque como digo, tampoco le da para ser Abbadón El Exterminador. Es la señorita Rottelmeiher de la enfermería. Alta y de forma campaniforme, con caderas amplias a las que el uniforme no hace ningún favor. Sus ojos son oscuros, afilados; los labios contraídos; la coleta donde recoge su melena, reprimida. Si la mirada es el espejo del alma, la voz lo es del carácter: agria, altanera, intransigente. La Matrona podría haber elegido cualquier otro trabajo, como funcionaria en cualquier ventanilla de cualquier ministerio del no-vuelva-usted-nunca. Pero eligió ser enfermera para tratar a seres humanos que están en la situación más límite de la debilidad: la enfermedad. Tal vez por éso.

La Matrona y la menda se disgustan de entrada. Mal rollo a primera vista, para que luego digan que no existe. Los sicoanalistas dirían que nos recordamos mutuamente a seres del pasado con los que hubo conflicto. Muy posiblemente. Lo llamarían transferencia. Lo que quieran. Jueves por la tarde, ni 24 horas tras la operación, La Matrona corre las cortinas junto con una estudiante de enfermería. Por Dios: este espacio es demasiado pequeño para nosotras dos. “Te vamos a quitar el drenaje y la sonda”. ¿Qué? -no doy crédito- Mira, el drenaje pase, la sonda no, por favor. La Matrona ni se inmuta: “Será mejor así, ¿te importa que lo haga la estudiante?” No, claro que no. Sólo le falta que se le pose el cuervo en el hombro. Ella le va explicando. El drenaje sale, y debo poner cara acorde. La Matrona levanta la mirada hasta mis ojos: “Eres médica, ¿verdad?”. La miro con indiferencia. Mientras, la estudiante retira la sonda.

Llegar al baño es la mayor odisea de mi vida, arrastrando el gotero y mi cuerpo deslabazado de saldo. Afortunadamente, una miembra del equipo de apoyo se dedica en sus ratos de ocio a este arte aún no reconocido de la decoración meticulosa de recipientes de cartón usados para recoger orina en el NHS, a base de mariposas, flores y muñequitos. Esto hace, sin duda, mis incursiones al baño infinitamente más amables, pese a la angustia inicial de sospechar que entro en retención urinaria. Justo pasa por allí, siempre dispuesta a ayudar, mi amiga de la voz agria, aspirante a hada mala, quien al verme salir con las flores, mariposas y dudoso éxito en el fondo del recipiente apostilla: “Si sigues así, te sondo de nuevo”. Eso es tacto. No le negaré a esta mujer un poder de persuasión fuera de lo común. A partir de ese momento, comienzo a hacer pis regularmente, y la primavera de florecillas y mariposas llega así a la Edward II con más de un mes de adelanto.

La comida del hospital es algo así como una mezcla de comedor de escolapias, barracón militar y comida de avión de Aeroflot. Patatas en sus múltiples versiones, pudding de natillas. Inasequible al desaliento, empiezo a comer desde el segundo día. La primera comida dura unos 20 segundos porque sentada en la cama, acabo prácticamente colapsando, y no precisamente por la visión de la comida, sino más bien por el cóctel molotov que me corre por las venas. No me extraña que los que se meten drogas no se preocupen por la comida. Pero tengo que comer: soy una verdadera dama decimonónica, con anemia y todo. La Matrona aspira a que pasee continuamente por la planta, pero una sólo está dispuesta a mostrar su palidez y fantasmagórica apariencia en películas de James Ivory, así que me resisto. A partir del viernes comienzo a leer compulsivamente, y desaparece el cordón umbilical que me ataba a la analgesia. Entra el sol por las ventanas. Mis rosas amarillas se están abriendo. El equipo de apoyo, cada vez más animado. El sábado, por fin, escapo del hospital victoriano, pues se rumorea que hay un casting en el que voy a competir con Helena Boham-Carter para una adaptación de Henry James. 

Al llegar a casa, la debilidad me puede, y la risa me mata de dolor. Pero tengo ganas de reírme. Miro mi nuevo abdomen, que se presenta explicándome que ahora tiene una sutura continua, a 10 cms al sur del ombligo, atravesando la carpa invertida que es mi abdomen de lado a lado sin llegar a los dos mástiles de mis dos espinas ilíacas. A la semana siguiente, cuando Mr Bruce, el anciano respetable que solo sabe decir “un martini por favor” en castellano la ve, la califica de “surgical beauty”. La herida me sonrie en forma de parábola de hueso pélvico a hueso pélvico. Por sus comisuras se escapa un hilo, como una pajita en la boca de un granjero. Una semana después, la enfermera estira mientra yo respiro profundamente. Ya está, ni me he enterado. Vuelvo a casa sin los puntos sonriendo doblemente: porque ahora tengo una nueva sonrisa. Mi segunda sonrisa horizontal.

14 enero 2013

Juan Carlos: gracias por los servicios prestados, pero vete ya

El otro día hubo una entrevista con Juan Carlos de Borbón por la tele, cuyas revelaciones lamento tanto haberme perdido. Pero entonces recordé "20 años ya", y se me puso  una sonrisa en la cara.

Para explicar lo que es "20 años ya" tengo que remontarme, como otras veces, al Pleistoceno. El lector que sabiamente quiera zambullirse en esas líneas sin falta de su hilarante contexto, proceda a darle a la rueda y se lo encontrará, en cursiva, al final del divague. Pero volverá, seguro.

Yo hice BUP en el cole de monjas donde había estado toda la vida-craso error-, pero mi hermanita Fashion huyó a tiempo, siguiendo mis consejos. De algo tenía que servir ser tantos años más vieja-digo experta. Total que Fashion fue a un Instituto donde Todo Un Mundo que yo me perdí se cocía desde el primer timbre hasta casi la noche. Al entrar a Primero, una buena noticia fue su profe de ética, un tipo de lo más interesante que los hacía simplemente hablar de lo que hoy llamamos "temas de buperos". Es triste acabar en una cena con amigos debatiendo "temas de buperos" ("el aborto, la eutanasia, la pena de muerte, la religión"... ese rollo) a los 40 palos, pero hay que ser bupero y hacerlo. Been there, done that.

Fashion en aquella época en que se volvió grunge, proceso por el que 1. se caían las Hello Kitties y los Backstreet Boys de la carpeta y salían las pegatas "A" de anarquía, Che, Insumisión y demás, y 2. las camisetas iban superpuestas -una de manga corta siempre en la parte exteriorUna de las muchas actividades en las que se metió fue en la "militancia" en un grupo de la Casa de Juventud: un grupo radikal, revolucionario y que iba a cambiar el mundo. Algún miembro hasta llevaba rastas y parecían todos muy "peligrosos", con sus carpetas y palestinos. La principal acción de este grupo fue editar un fanzine llamado "2mun2" (dos mundos, el norte el sur, los privilegiados y los apaleados, esa dicotomía. Por si nos lee algún joven que no entiende nada). Este fanzine era enternecedor: se hacían fotocopias de hojas de DinA4 y se grapaban por el centro. 

En aquella época, la joven Di, estudiante en la facultad, comenzó a frecuentar al que luego acabaría siendo El Pedalista (otro "peligroso", hoy uno de los personajes más rocambolescos del divlog) y le propuso que escribiera un artículo para "2mun2". Con motivo del 20 aniversario de la monarquía, el embrión de Pedalista redactó un articulito todo candor titulado "20 años ya". Pero, ay,  cuando la ejecutiva editorial de "2mun2" leyó el escrito, como vulgarmente se dice "se lió parda". En asambleas furibundas hubo discusiones sobre lo inapropiado de su publicación ya que estos radikales buperos consideraban que era "demasiado provocadora, que nos iban a cerrar la revista, que vendrá la poli a la Casa de Juventud". 

Hablamos de un fanzine que se fotocopiaba en los pasillos de un instituto. De la tirada, mejor no recordar. 

Esa historia siempre nos hace reír. Y "20 años ya" ha pasado a ser un clásico entre nuestra familia: aquella vez que el Peda pudo haber sido detenido por apología de la República, por invitar al monarca a largarse. Y hoy nos causa aún más hilaridad, porque en algunos medios de comunicación se está empezando a decir algo de lo que ha hecho y está haciendo el tal Juan Carlos y su familia y nosotros casi podemos otorgar al Peda, retransmitiendo desde 1995, los laureles de ser un pionero...


VEINTE AñOS YA

"La celebración del vigésimo aniversario de la restauración monárquica sin ningún tipo de vergüenza política indica la nula significación del barniz democrático que supuso la Constitución aprobada en 1978. Si verdaderamente el rey fuera un demócrata celebraría sus años de reinado a partir de diciembre de 1978 que es cuando, con todos los peros del mundo y como postrera legitimación de hechos consumados, el pueblo español aceptó la monarquía. Todas estas celebraciones lo son de una imposición franquista a un pueblo que tampoco podía aceptar otra cosa. Son celebraciones que ponen al descubierto que el “verdadero” cambio se produjo hace 20 años cuando se pasó de la dictadura a la monarquía y ahí el pueblo no tenía ningún papel. No nos engañemos, transición viene de transigir, ceder a los deseos u opiniones de otra persona, en contra de los propios. A este rey lo nombró un dictador y lo coronaron unas cortes reaccionarias. ¿Qué es lo que hay que celebrar? Ahora resulta que la libertad se la debemos a Juan Carlos quien en un acto de generosidad desmesurada la concedió a un pueblo que por lo visto no hizo nada por conseguirla. ¿Para cuando la restauración republicana? Veinte años son muchos para una institución tan caduca ¿No repugna a la razón que tengamos príncipe y no princesa heredera?  Juan Carlos, gracias por los servicios prestados, pero vete ya".

20 marzo 2012

Crisis matrimonial (cont): Por qué, oh Señor, unos crocs azul azulete

Como decíamos ayer (mis semanas de hikikomori mediante), parecía que las flip-flops de la Quinta Avenida habían conocido su final en  las imponentes ruinas de Tikal, plena jungla guatemalteca, pero, ah... no hubo suerte. Al llegar a su siguiente destino, Antigua, los Pedalistas se lanzan a la búsqueda de un zapatero, en los intrincados pasillos del mercado local. No imaginen La Boquería o el Borough Market, esto es un mercado de verdad, sin turistas ni brownies a doblón, un mercado con tripas abiertas y tubérculos extraños, únicamente para los guatemaltecos, donde solo pioneros y trailblazers como nuestros héroes los Pedalistas se aventuran a buscar servicios. Las mejores fotos, con todo el color de ese país mágico, se pueden encontrar en las esquinas de este trozo de vida del país. Pero no hay tiempo, Di, tenemos una misión. 


Y por fin, ahí está: un hombre que rondará los 70 años saca su cabeza por agujero roñoso que es su mostrador. Nuestro Mr Wolf-soluciona problemas-, es un indio de verdad, de esos cuya serenidad te impide siquiera robarles una foto al alejarte, y no habla castellano. Los Pedalistas sacan la flip-flop, y se la entregan, con cara de niños que han hecho una trastada. El hombre la mira por todos los lados negando preocupado con la cabeza: parece que la cosa está muy malita. Nos miramos: tal vez no haya solución? Pero finalmente, el zapatero levanta la vista, asiente y continúa haciendo ruidos guturales y movimientos con las manos, que inferimos significan para cuándo. Los Pedalistas hacen también un movimiento con su mano derecha en forma de círculo de detrás adelante que parece ser el universal para “mañana.” El hombrecillo les enseña dos manos abiertas, significando, esperan, las 10 de la mañana, y por último, muestra una mano abierta, significando cinco quetzales. Al día siguiente, acuden puntualmente a la cita de recolección de la Banana Republic flip-flop. El hombre hace un giro con su mano, esta vez más pequeño, alrededor de la region temporal de su cráneo que indica “se me olvidó ponerle esto” (esto es un detalle decorativo sin importancia.) Los Pedalistas sonríen, dicen que no importa, pagan, y se llevan su chancla en la mochila. El Peda está exultante.

Pero… oh, infausto destino: ayer hablaba de la injusticia poética como causante directa del nuevo varapalo, pero también pudiera ser obra de mi compa de viaje haciendo algún tipo de vudú. Esa misma tarde, vagamos por las empedradas calles de Antigua en busca de La Foto: hay mil detalles de los que la cámara se cuelga, y sufro casi una sobredosis de belleza (Síndrome de Stendhal, que dirían los cultos). Tanta es mi enajenación, que, ay, en un mal paso en los adoquines, mi sandalia (perfectamente atada al tobillo, no flip flop) se rompe. O sea, la fortuna muestra su mala cara y se ceba en un ser inocente a todas luces: la cándida y siempre apropiadamente calzada Di, que no ha llevado sus sandalias al Machu-Pichu, ni al Himalaya ni al Aconcagua, sino que pasea con ellas en una ciudad turística. El Pedalista playero vuelve a opinar (la segunda vez en tres días) que “Dios existe” y hace participe de su cachondeo a otros transeúntes. Vuelve a estar exultante.

A la mañana siguiente, el honrado zapatero palidece al vernos aparecer frente a su puesto. No puede imaginar que le traemos OTRA sandalia. Ya imaginaba una queja porque la Banana no había durado. Pero no, es MI sandalia esta vez. De nuevo, negociaciones corporales, 5 quetzales, y el día siguiente a las 10 am. Nos vemos.

Al alejarnos, el Pedalista me envuelve en su teoría conspirativa: es la tercera vez que vamos allí en tres días. Seguro que hay poli ya al loro, qué pintan dos guiris venga a visitar a una remendón que habla quechua. Todo el mercado sabe ya que somos informadores del hombrecillo, que es por supuesto agente de la CIA. O tal vez un capo del narcotráfico y nosotros sus camellos, con alijos de coca en la suela de las flip-flops. El cuarto día, recolección la última sandalia malograda, lo hacemos con gafas oscuras, esperando lo peor: un escuadrón de los Navy SEALs se agazapa bajo el mostrador. Pero, una vez más, los Pedalistas salen victoriosos de este nuevo reto.

Pasados los años, mirando atrás… hay que ver el resultado que dio el zapatero de Antigua: tan minucioso su trabajo que el Peda pudo disfrutar de sus flip-flops apañadas hasta el verano del 2009 (hablamos de cinco años, CINCO). Aquel Septiembre, los Pedalistas paseaban sus huesos por la civilizada Croacia con una Mini de año y pocos meses. Y fue en la isla de Hvar, la isla azul por su alfombra de lavanda y supongo que por todos los yates atracados en su puerto, donde la flip-flop sucumbió y, exhausta, dijo "aquí me quedo".

Todo muy bonito, pero esto nos situaba bastante lejos de la Fifth Avenue para encontrar otro calzado veraniego a gusto de mi compa de andanzas. Cojeando se arrastra de nuevo hasta una tienduca donde venden todo tipo de enseres para la diversión playera, desde aletas hasta patatas fritas caducadas, pasando por bolsitas de lavanda con bordado. Y allí, en una esquina, un stand de Crocs, esperándonos.

Si yo adquiriera algún día unos Crocs (que no haré, porque ya sé que causan rozaduras en pies como los míos), el color sería verde lima. Pero en una isla donde todos se llevan la indumentaria directa de Milano o Bond Street, no hay opción de ponerse estupendos: se trata de survival. Y más si se tiene un número como el de mi compa de viaje, al que le irían bien unas piraguas. Estamos de suerte: les queda un par. La pena, el color: azul azulete.

Y desde entonces, están con nosotros. Y el Peda los luce. Con un par.

10 enero 2011

Folletín decimonónico por entregas-IV. Hipótesis

Sí, la serie termina hoy. Puedo oír los nooooooo a millas de distancia, pero mejor id asumiéndolo. Diva está al llegar y como se dé cuenta de este desaguisado (recuérdese que desprogramó esta serie en mis vacaciones de Septiembre) me plantea el divorcio bloguero. Ahí va el final, escrito un día cualquiera de 2003... y puede ser un spoiler, para los futuros lectores.

¿DÓNDE ESTARÁ LA REGENTA UN AÑO DESPUÉS DEL FINAL DE LA NOVELA?

Esta es la pregunta que ha planteado P. Lo estuve pensando anoche, cuando apagué la luz al terminar el libro y...creo que tendré que hacer varios párrafos, con los distintos finales: con lo que yo querría personalmente que fuera el caso, y con la hipótesis de lo que es más probable que sea, dada su personalidad y su comportamiento anterior.

El final feminista
Evidentemente, a mí me gustaría ver a Ana fuera de Vetusta. Es fundamental, porque es Vetusta y sus habitantes lo que por lo menos ella cree que la ahogan (habría mucho que escribir sobre lo que desde fuera un observador ve que la ahoga), lo que considera vulgar e indigno. Ana nunca se ha integrado en esa sociedad, no es parte de ella, y en mi opinión salir de allí es el primer paso hacia el cambio, aunque no el único. Pero ¿cómo?

Fácil es decirlo, pero Ana sólo ha sido esposa, aunque le gustaba mucho leer. Personalmente me gustaría verla en una ciudad más grande y trabajando en algo, ¿quizás de maestra?, la única opción de la época para las mujeres independientes. Además así sublimaría de alguna manera su frustración por no haber tenido hijos. Sin embargo, al final del libro Ana acepta la pensión de viuda que le arregla Frígilis, en un acto de derrotismo o tal vez pasotismo hacia el futuro. Esta misma actitud la lleva a alejarse de los libros y dedicarse a coser. ¡Qué tristeza! En aquella época las mujeres que leían eran llamadas “literatas” con desdén. ¡Cuánto han cambiado las cosas! ...¿o tal vez no? Hay aún muchos hombres a los que les asustan las mujeres inteligentes.

El final fou imposible
Esta versión es completamente loca, pero dictada por mi irracional relación de amor-odio con el Magistral. Un ser tan pasional como él sólo podría canalizar ese volcán que le hierve dentro de una manera digna por la vía del amor (el poder, la ambición están sólo logrando que se pierda en la venta de su alma al diablo). Final loco, imposible: que tenga el valor de quitarse los hábitos de una vez y huyan de Vetusta. Pero hay dos inconvenientes: uno que Ana es incapaz de verle como un hombre; para ella Fermín es un ser asexuado. Otro -el más determinante en mi opinión- el hecho de que éste es un amor imposible, y el día que se sentara en la misma mesa y en el mismo sofá perdería su sentido. Es un amor por parte de él basado en el poder obsesivo que quiere ejercer sobre ella. En cuanto la tuviera, esa obsesión desaparecería. Su encanto es la no-posesión. Unirlos sería matar la relación.

La última escena en la catedral me plantea muchas dudas. ¿Por qué vuelve ella a confesar? ¿Quiere realmente el perdón de Dios, volver a sentir la religión? ¿O es ella también una adicta de Fermín de Pas (o de esta relación vertiginosa), pero no osa siquiera a reconocérselo a sí misma? Y la reacción de Fermín: se ilusiona al principio, pero a su vez no puede resistirse a querer estrangularla. ¿Qué quiere él? ¿Tiene miedo a ser engañado una vez más, la estrangula por haber puesto de nuevo la duda en él?

El final de libro de texto
“Nada predice el comportamiento como el comportamiento”, dice la máxima. Por ello, el final que veo más probable es que Ana permanezca en Vetusta, arropada por Frigilis, inmersa en su mundo interior.

Ana plantea de nuevo el eterno tema de la dualidad ideas/acciones. Así como es importante para conocer a una persona desentrañar sus sueños, al final son nuestros actos los que nos definen. Ana tiene un interesantísimo mundo de las ideas, anhela trascenderse y trascender Vetusta, se plantea la insatisfacción y el borreguismo. No es una más.

Sin embargo, en cuanto a sus actos, Ana no demuestra iniciativa, siendo un ser eminentemente pasivo. Ella vive a merced de las decisiones de los hombres: Frigilis la casa con Don Víctor, con la mejor intención. Ripamilán, su anterior confesor la “transfiere” al Magistral porque su complejidad le sobrepasa. El Magistral decide dominarla y ella es objeto paciente en su relación con él (para una cosa que decide, la escena de semana santa, buena la arma!). Mesía la elige por su belleza y su dificultad: es un reto, un trofeo. Ana está en el océano dejándose llevar por las olas de estos hombres que deciden por ella. Puede dar una brazada inesperada, pero lo veo improbable. Lo suyo es la resistencia pasiva, no hay que negar que demuestra gran fuerza de voluntad ante la tenacidad de Mesía. Gana pequeñas batallas, lucha pero no obtiene la victoria en esa guerra.

Sin embargo, hay que reconocer que la novela no peca de determinista. La salida de Don Víctor, tan alejada de lo que él pensaba que haría en estas circunstancias demuestra que no todo está escrito en nuestro libro de la vida, que podemos alterar nuestro destino. Ojalá la Regenta, con la que es tan fácil empatizar debido a su pasado atroz y presente de marejada sin amor, pudiera seguir haciéndonos sentir cercanos a ella por sus decisiones valientes del futuro.

**FIN**

09 enero 2011

Folletín decimonónico por entregas-III: Análisis psiquiátrico

Así como los dos divagues previos de esta serie pueden ser peligrosos para el que no ha leído la novela y aspire a hacerlo pronto, éste creo que no causará problemas, pues desde el principio se sabe que Ana Ozores es un personaje descontento, desorientado, como sus paralelas europeas, una hija de su época, tocada por la enfermedad mental.
 
Influencias de la psiquiatría de la época en Clarín
Clarín fue un hombre culto de su tiempo. ¿Cuánto fue influido por las ideas que empezaban a filtrarse desde Europa entonces sobre el sicoanálisis? En 1885 (un año después de la publicación de La Regenta) Freud marchaba a París a trabajar con Charcot, quien usaba hipnotismo para tratar la histeria. Freud publica con Breuer “Estudios de la histeria” en 1895.

Ana lee a Henry Maudsley, el famosisímo psiquiatra inglés que da nombre a uno de los hospitales más prestigiosos del mundo. Su aproximación es organicista, muy biológica, como la de la psiquiatría seria de hoy en día, más de cien años más tarde. Cuando ella adopta esta manera de ver sus problemas (y no la supersticiosa ayuda que le ofrece el Magistral) mejora considerablemente. Clarín estaba bastante bien informado de las tendencias psiquiátricas del fin de siglo y crea, como Tolstoi y Flaubert, una mujer azotada por la enfermedad mental.

De cómo la psiquiatría llamaría hoy al mal de Ana Ozores
Hoy en día clasificaríamos los trastornos de Ana como un desorden disociativo o de conversión (esto alude a la transformación en síntomas de afecciones psicológicas en origen), lo que Freud describe como “histeria” (la historia de la histeria- qué bien suena- es curiosa; su nombre viene del latín hister= útero, porque se creía que era una afección puramente femenina que se originaba en el útero).

Hay distintos tipos de desordenes disociativos, pero tienen en común una parcial o completa pérdida de la integración entre las memorias del pasado, la conciencia de la identidad y de las sensaciones inmediatas, y el control de los movimientos corporales. Se presume que son psicológicos en origen, y se asocian con eventos traumáticos, problemas insolubles o intolerables, o relaciones problemáticas. El comienzo y final de los trastornos de conversión son repentinos, y tienden a remitir tras semanas o meses. Pacientes con estos desórdenes suelen mostrar negación de los problemas. Uno de los tipos de estos desórdenes son los de “trance y posesión” (F44.3) en los que se pierde temporalmente la identidad personal y la conciencia completa de los alrededores. En algunas ocasiones se actúa como si tomado por otra personalidad, espíritu, deidad o fuerza. Sólo los trances no queridos e involuntarios se incluyen aquí.

**Mañana termina la serie con mis hipótesis-respuesta a la pregunta: ?Dónde estará "La Regenta" un año después del final de la novela? **

08 enero 2011

Folletín decimonónico por entregas-II: Magistral o Mesía

LAS OTRAS DOS ARISTAS DEL PENTÁGONO. El Magistral o Mesía: ¿difícil elección?

Ambos polos aparecen objetivamente como deleznables por distintas razones. El Magistral, Fermín de Pas, es malvado; Alvaro Mesía simplemente un cantamañanas despreciable. Me pregunto cuál es la posición de la gente cuando lee la novela, de lado de quién están, si es que se posicionan. ¿O tal vez se pueda ser imparcial, y leer desde fuera, sufriendo con Ana, pero deseando firmemente que no caiga en manos de ninguno de los dos bandidos?

Mi posición, totalmente irracional por otro lado (tal vez por eso más interesante?) es clara. Desprecio profundamente a Mesía, por su manera de entender la vida, por su habilidad para ser “listo” pero no inteligente, porque lo que le corre por las venas es linfa. Sin embargo, siento una especie de fascinación por el Magistral (quién me pensó anticlerical?). Tratando de recomponer el puzzle, creo que lo que hace de Fermín un personaje atrayente es su pasión, en todos los sentidos. Este sí que tiene sangre que le hierve en las venas. Su personalidad, atronadora, altanera, “roba la escena” a cualquiera que se ponga a su lado. Su descripción física es absolutamente abrumadora: puedo imaginarlo con su capa, su manteo, su sombrero de teja, y ese ruido de la tela dura, almidonada a cada paso que da decidido por las calles mojadas de la ciudad heroica, la primera Vetusta. Para colmo, de las pocas cosas que recordaba de una serie de televisión de hace años, era la interpretación de Fermín de Pas que hace Carmelo Gómez, que físicamente parece haber nacido para el papel (como su madre, la implacable Doña Paula, representada por Amparo Rivelles).

Mesía es apuesto, es el galán, pero ya desde el principio del libro De Pas demuestra ser físicamente más potente. Al final del libro, Clarín introduce además las “economías amatorias” de Mesía que lo hacen parecer aún más triste, todavía más patético en su galanteo barato. Fermín, sin embargo, tiene sólo 35 años y su problema son… !las faldas! Me ha encantado la metáfora continua de las ropas de De Pas a lo largo de la novela. De cómo al principio son causa de orgullo y se llevan con gracia y bamboleo de faldones, pero cómo al final, cuando por fín se admite la verdad, cuando tiene el valor de poner nombre a lo que siente por Ana (amor!!!!), esas ropas son motivo de escarnio, es lo que le separa de ser un hombre y poder así demostrárselo a Ana, que lo ve como un ente espiritual, sin las esclavitudes del cuerpo.

El Magistral acaba amando a Ana de esa manera novelesca que nos encanta leer. Esa manera que es la propia de los amores inconclusos, lentamente incubados, nunca consumados y por ello eternamente idealizados. Basta leer sus arrebatos de pasión, que son las partes del libros que más he disfrutado, incluso al final cuando enloquecido piensa en matar a la Regenta:
 


“Idiotas, ¿por qué mato? Porque me han robado a mi mujer, porque me ha engañado mi mujer, porque yo había respetado el cuerpo de esa infame para conservar su alma y ella (…) me roba el alma porque no le he tomado también el cuerpo (…) olvidé que su carne divina era carne humana (…) la creí cuerpo santo y su podredumbre me está envenenando el alma… Mato porque me engañó, porque sus ojos se clavaban en los míos (…) mato porque debo, mato porque puedo, porque soy fuerte, porque soy hombre… porque soy fiera”.
Buah! La pasión que transmite este fragmento es difícil encontrarla en toda la novela, ni siquiera en los arrebatos místicos de Ana, y es prácticamente poesía. Salvaje y desgarrada, como la poesía debe serlo. Y sí, es cierto que su amor no es puro, cierto que es casi obsesión, insania, que se basa en la carencia, en la no posesión…!pero qué párrafo! Esto es literatura.

Y, por último, pasión en su maldad. No sé porqué incluso se le respeta más en su postura atroz al final, manipulando a Don Víctor (y así llevándole a la muerte), que a Mesía, que primero mata como un cobarde, y luego huye igual. Mesía es un malo venido a menos, un aprendiz: solo se ama a sí mismo, y Ana es un mero trofeo más en su chimenea. Es débil, pura fachada. Encuentro muy difícil empatizar con él. Cada vez que hace un avance en su carrera hacia la Regenta pienso en mi interior “tonta!!! No te dejes engañar”.


Pero en el fondo, el pobre sólo quiere su cuerpo. El Magistral quiere su alma, y eso es lo verdaderamente terrorífico. Sin embargo, tanto de Fermín como de Ana (de hecho, los dos únicos personajes) sabemos de su niñez, de su pasado, de las experiencias que los han llevado ahí. Son casi historias clínicas, y por eso los acabamos entendiendo y en ciertas partes nos acabamos identificando. Sin embargo, el resto de los personajes-presentados por Clarín como tabulas rasas-sin pasado, invitan muy poco a esa comprensión, y son analizados -diseccionados, diría yo- de una manera implacable, como cuando leemos un periódico.


***No se vayan todavía aún hay mas****

07 enero 2011

Folletín decimonónico por entregas- I: La Regenta, el marido

¿DÓNDE ESTARÁ LA REGENTA UN AÑO DESPUÉS DEL FINAL DE LA NOVELA?

Hay gente aún por ahí que no ha leído "La Regenta", pero seguro que todos saben vagamente de qué va: más que triángulo, un pentágono amoroso, perfectamente enmarcado en un ambiente opresor: la verdadera Vetusta, inspiradora de mis Vetustillas.

Por mi interés en los personajes femeninos de la literatura descritos en profundidad (eso sí, tristemente vistos desde la perspectiva de un hombre la mayor parte de las veces), primero leí “Madame Bovary”. Emma me resulto antipática, y nada cercana. Luego pasé a "Ana Karenina", con dudas formales (ya se sabe, la traducción) pero a grandes trazos me gustó, ya que creo que Tolstoi plasma bastante bien lo que era la mente de esa mujer partida en tantos trozos. La enfermedad mental aparece, igual que en Emma Bovary.

Pero nada que ver con la Regenta. La idea de leerla surgió supongo tras haber terminado a la otra Ana, la Karenina. Es curioso que las dos se llamen igual, y que la malvada protagonista de otra novela de Clarín (“Su único hijo”) se llame Emma como la de Flaubert. Total que me adentro por primera vez la novela con 32 años, lo cual según se mire no está tan mal. Ana tiene 28 al comienzo del libro, y debe andar por los 31 al final. En un párrafo se describe un cuadro en el que “una mujer hermosa, de unos treinta años, aspiraba con frenesí y oprimía contra su rostro una flor…la última…”. Supongo que entonces ya sabía lo que es tener 30 y, con todas las salvedades, temer que queden pocas flores que oprimir. La Regenta anhela y sueña con otro mundo fuera de la Vetusta pacata e hipócrita. Para autoconvencerse de que pecar es lícito, usa ese mecanismo conocido: “que más da, se vive sólo una vez”. Ya lo decía Garcilaso, “coged de vuestra alegre primavera/ el dulce fruto antes que’l tiempo airado/ cubra de nieve la hermosa cumbre”.

En este folletín por entregas, refrito de lo que escribí tras leer una de las novelas para mí más grandes de la literatura española, quiero contar algo de los personajes: como los vió Di cuando Di aún no existía. Y cortar y pegar lo que el embrión de Di escribió sobre lo que diría la psiquiatría hoy en día del mal de Ana Ozores. Y quiero, con los osados divagantes que lleguen hasta el final, hipotetizar donde estaría Ana una año después de terminar la novela.

Hoy, para empezar, dos de los personajes:

Don Víctor , ¡ay mísero de mí, ay infelice!
Don Víctor (el marido de Ana) es otro personaje con el que Clarín no tiene ninguna piedad. Es un hombre sin personalidad que opina lo mismo que el último periódico que ha leído. No sé hasta qué punto se le puede acusar de convivir con su impotencia sexual de la manera que lo hace (llevándose por delante la juventud y la vida toda de la pobre Regenta) porque en aquella época esos temas eran más tabú aún que ahora. Es un personaje que me inspira compasión. Pero nada más.

La Regenta, o la histérica venida a beata
Ana, la gran protagonista, esa mujer vacía que busca y no encuentra. Creo que la descripción de la Regenta es, valga la redundancia (pues luego hablaré de él), magistral. Recuerdo como la descripción de la Karenina no llegó a los estándares que esperaba y lo eché en falta. Clarín empieza por describir con detalle su infancia y su familia: una madre de dudoso pasado para calentar los rumores de Vetusta (aunque fue virtuosa, eso sí), un padre distinto, librepensador. La madre muere, con lo que predispone a Ana a la enfermedad mental en general, la depresión en particular. La infancia dura con sus tías y con la institutriz, sin amor ni afecto. Caldo de cultivo para la Regenta adulta.

***Continuará... es que es un folletín por entregas! ***

31 agosto 2010

Sobredosis de refrito

A todo cerdo le llega su San Martín, y también les tenía que llegar a los divagantes. Pues sí, por fin llegó ese aciago momento en que, por unos días, los fanáticos del divlog tendrán que aplacar su sed de continuo estímulo intelectual con cutres refritos, escritos quién sabe ande, el cielo sabrá cuándo y bajo la influencia de qué sustancias.

Pero, oh lector, nuestra crueldad sí conoce límites, y este castigo ocurrirá únicamente a días alternos: la sin par Diva, mentora y musa de ésta mi parte fritanga del blog, estará cocinando a cuatro fogones a lo Berasategi para quitaros el empacho de los restos recalentados del dí-a anterior.

Importantes asuntos nos reclaman allí donde (los ángeles temen y) no hay sartenes, ni ollas, ni siquiera yogurteras. Allí donde la única opción para la abstinencia bloguera será darnos a los excesos y a la perversión.

Pero volveremos, y lo que no esté prohibido, engorde o sea delito, lo contaremos.

Salud y tantos besos.

27 agosto 2010

Mineros de Chile: si por lo menos pudiera rezar...

La historia de los mineros atrapados en Chile ha estremecido al mundo. Como no soy nada original en esto del estremecimiento, a mí también. Escucho la BBC4 mientras me ducho, y cada maniana hablan de cómo esta historia "ha capturado la imaginación de la gente" a lo largo y ancho del globo, entrevistan a los de la Antártida y el cura de "Thought for the day" (el momento del día para poner el secador) dice lo esperable. Qué suerte, si yo pudiera rezar... pero qué nos queda a los ateos en estas circunstancias? Esperar que la física y la tecnología y la teoría de sistemas funcione como suele? Qué fragilidad la nuestra.

Una vez estuve en una mina: en Potosí (Bolivia), una ciudad a mas de 4000 ms sobre el nivel del mar y como turista. Sí, como leen: hacen tours guiados. Todo lo sabía antes de bajar al agujero, toda la rabia la había sentido ya. Vivirlo en primera persona fue otra cosa. Y así es como lo vi el 22 de Octubre de 2004.
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“En la planta 14 del pozo minero, de la tarde amarilla tres hombres no volvieron…” Esta canción ha estado resonando en mi cabeza durante gran parte de nuestra visita a una de las minas cooperativas de Potosí, hoy por la mañana. Y es que gran parte de la visita han sido recuerdos, flashbacks, porque la mina es oscura, y nada te distrae de los túneles, todos iguales, casi ni tus propios pensamientos. Estos vienen en forma de música, “Soy minero”, “El abuelo fue picador, allá en la mina, y sacando negro carbón, quemó su vida” o de imágenes: el padre de Billy Elliott (Stephen Daldry, 2000) en la jaula q los baja tras la claudicación en la huelga contra la Thatcher; los mineros de Germinal (Claude Berri, 1993), con sus brazos levantados, y el anarquista q termina boicoteándolo todo con una explosión; Indiana Jones en el Templo Maldito (Spielberg, 1984) escapando en una vagoneta a toda velocidad a la vez que libera a miles de niños q trabajaban en aquella mina imaginaria.

Eso es cine, pero en Potosí, la mano de obra infantil en las minas es una realidad. El gobierno tiene escrito q nadie menor de 18 años debe trabajar en las minas, nos cuenta Edui, nuestro guía, pero la realidad es q hay niños de 14 años dejándose la piel allí, enterrándose en vida. La esperanza de vida para estos mineros no supera los 55 años: silicosis, exposición a los asbestos, desprendimientos, y gracias q en esta montaña no hay grisú, el gas criminal q recuerdo estudiábamos en E.G.B. Claro q uno podría contentarse pensando q la sociedad da pasos hacia adelante, si se tiene en cuenta q los españoles tenían indios 6 meses sin salir de la mina trabajando prácticamente hasta morir.

Esta montaña a la q se le conoce con el nombre de “Cerro Rico” (Sunaj Orcko), que estuvo llena de plata, zinc, cobre, estaño… tiene aún veta para un siglo más. Hay trabajando en ella entre 6000 y 8000 mineros. Tienen distintos salarios, según su posición: los picadores son los q más ganan, por ser el trabajo más duro, y el más arriesgado: 1200 bolivianos al mes (cada boliviano, la moneda del país, son 17 pesetas, así que saquen sus cuentas). Cobran 900 bolivianos los que llenan y arrastran la vagoneta, “pq es menos duro,” nos dice Edui, q es minero en época baja de turistas, y cuyo padre y hermano son también mineros. La vagoneta pesa media tonelada, y la llenan con una tonelada. Ello quiere decir que dos hombres empujan por los raíles una tonelada y media. Por no llega a 17.000 pesetas mensuales. Las vagonetas no son mecánicas, sólo lo fueron alguna vez en la mina del gobierno (q luego se privatizó), "porque es muy caro", nos dice Edui. Sale más barato que los hombres la empujen, y que le den vueltas a un torno para subir material de niveles inferiores. La electricidad es cara. Y por fin, los q están al aire libre cobran 600 bolivianos, pq su trabajo solo consiste en separar el mineral. Cobre. Plata. Etc.

Antes de meternos en la mina nos ponemos un traje de mineros, claro, con nuestro casco de topo y todo. La luz lleva una batería q se ata a la cintura, y q sólo cuando te la quitas te das cuenta de lo q pesa. Las botas son katiuskas, y cuesta un poco aprender a moverse con semejante equipo. Ya disfrazados vamos al mercado de los mineros, a comprar “regalos” para ellos. Ponemos 10 bolivianos por persona (ni 200 pts), y compramos botellas de refresco, y bolsas con hojas de coca. Otra gente compra alcohol de 96 grados y tabaco. Nunca había visto algo de semejante gradación que no fuera alcohol de quemar. Pero se lo beben. Y las bolsas con las hojas de coca, q empiezan a masticar (quitándole en nervio central) hasta q tienen una bola enorme q les ocupa todo el carrillo, y q les sirve durante varias horas. Eso les da “energía” para continuar. Trabajan de lunes a sábado, con descanso dominical, a turnos. No es de extrañar q necesiten de la coca, y del alcohol para seguir picando, bajo tierra.

Cuando llegamos a la mina, con sólo ver a los de fuera, los de 600 bolivianos, se me cae el alma a los pies. Pienso en la suerte q hemos tenido nosotros, de lo inhumano de este trabajo, de si merece la pena llevar una pulsera o exhibir un marco de plata en tu casa, cuando el precio q hay q pagar es la carne y la sangre de esta gente. El mundo no es justo, y cada vez q pienso esto me recuerda q una de las primeras frases q aprenden los niños ingleses para quejarse es “it’s not fair” (no es justo). El mundo es una mierda.

Entramos por el túnel siguiendo los raíles de las vagonetas. Vamos con Edui y un japonés, Taca, q no comunica demasiado salvo para pedir q le hagamos fotos. El suelo está a veces mojado, y hay muchos charcos. Nos iluminan sólo los focos del casco. El padre del Billy Elliott bajando al agujero con lágrimas en los ojos: la Thatcher estaba ganando. A veces nos damos en la cabeza con las vigas atravesadas, pero el casco cumple su misión (no rompernos la crisma). En nuestra mina, menos mal, podemos andar de pie todo el rato. En otras, hay gente q agacharse e ir a gatas.

Atravesamos muchas bifurcaciones, y por fin llegamos a un punto donde hay dos hombres haciendo agujeros en la pared, en el final del pasillo. Edui nos da un poco de plástico para q nos pongamos en los oídos. Están metiendo una broca gigante, y luego aire comprimido para secarlo. El agujero tiene q estar seco, porque cuando tengan muchos hechos, le meterán la dinamita, junto con manganato de sodio (no estoy segura, podría ser sulfato amónico, o cualquiera otra sal de esas de química), q hará la explosión más fuerte.

Edui nos cuenta q todos en la mina tienen un mote, y q son nombres en Quechua q no nos puede traducir (y sonríe picaronamente). A el le llaman “Cara de llama”, y entonces llegan Chupila y Orotes. Estos nos acaban contando q el primero significa “agujero” (y hace con las manos el conocido símbolo abortista, “nosotras parimos, nosotras decidimos”), y es segundo “las bolas de los hombres”. Nos reímos con la sofisticación de las bromas aquí bajo tierra.

Seguimos caminando por otros pasillos hasta llegar a un punto donde hay una escalera q sube a otro nivel superior. Escalamos como podemos, y llegamos a un pasillo estrecho donde un hombre esta dándole a la pared con un pico. Nos sentamos un rato, y mientras hablamos jugamos con las piedras. Todas ellas brillan cuando les ponemos el foco de nuestra frente encima y al chocarlas se rompen en polvo de plata. “Llévese de regalo”, nos dice Edui, y cogemos un par. Vemos la limpieza de la veta en la pared del pasillo, habría hecho las delicias de un geólogo. Edui nos explica cómo los ingenieros se encargan de ponerles sobre aviso de las zonas peligrosas. Según el, ganan como los picadores. Me extraña.

Bajar por la escalera aquella tiene su complicación, pero tenemos q ir a ver al "Tío" antes de mediodía. El tío es el diablo, al q los mineros veneran y hacen ofrendas para q les de buena suerte. Según Edui, vino con los colonizadores españoles, y q le llaman el tío pq los quechuas no sabían pronunciar la “d”, y de ahí, dios-tío. Me recuerda al Maximón de Guatemala (el santo malo). Los mineros también le ofrecen tabaco, alcohol y hojas de coca. Está excavado en la pared, es rojo, y con todas las pintas de un demonio, de los q nos pinta la iglesia, claro q éste, además de los cuernos, sufre de un priapismo digno de preocupar. Todos los viernes, los mineros van a hacerle sus ofrendas. En Febrero hay un carnaval en la mina del q aún quedan banderillas en el pasillo q conduce al tío.

Seguimos caminando hasta llegar a otro pasillo muerto. Hay tres o cuatro mineros cargando una vagoneta, y nos ofrecen alcohol de 96 grados (pero algo rebajado con agua). Puaggg, q asco. Uno de ellos lleva una buena, o eso me parece. Mas tarde, se les sale la vagoneta del rail, y colocarla de nuevo es toda una odisea. Los turistas miramos como imbéciles. Ya al final de la mañana, volvemos al punto donde estaban los picadores, que ya han puesto la dinamita. Solo falta encender la mecha. Cuando lo hacen, empezamos a caminar en dirección opuesta durante unos 50 metros. Entonces oímos las explosiones: bom, bom, bom. Impresionantes, parece q la montaña entera se va a caer. Edui dicen q han sido “muy buenas”. Seguimos nuestro camino hacia la salida. Los mineros tendrán q entrar mas adelante a recoger las rocas q ha sacado la explosión.

Seguimos caminando, y por los largos pasillos, Indiana Jones escapando en la vagoneta, en la Planta 14 del pozo minero, y Germinal de Zola. Y los españoles matando indios aquí para hacer bandejas de plata para el rey de turno. Y los chinitos que Indiana Jones libera saltando de júbilo. Pero para nosotros, sólo queda desolación: no hemos liberado a ningún niño, tan sólo hemos regalado unas bolsas de coca a estos pobres hombres, para q bajo su efecto sigan picando sin ver la luz del sol. A quien le quedan ganas de, una hora más tarde, comprar una pulserita de plata como souvenir?

16 agosto 2010

Qué son para ti las Itacas? Así lo vieron ellos...

Como decíamos ayer en "Itaca, Cuba", durante el viaje iniciático de los Pedalistas re-descubrimos el poema de Kavafis. Durante esos meses no había blog, pero me escribía mucho con mis amigos, y un día les pregunté qué eran para ellos las Itacas. Uno de los que me contestó fue Diva, por aquella época sólo amiga del Pedalista, pero empezaba a ser lectora de mis cro(ni)quetas. Luego hubo otros, y los he pegado aquí.

Hay premio para quien adivine quién es Diva... y quién es el embrión de Di.

Mr Pink
Creo que hay dos maneras (hay más, pero para el caso que nos ocupa, que es esta perversión de lo que es una interpretación, digamos que hay dos) de interpretar la poesía. La sensata, que consiste en leer un poema y una vez leído todo él analizar globalmente lo que pensamos que quiere transmitir el poeta y cómo nos sentimos ante ese ¿pensamiento?. Y luego la insensata, que como se habrá adivinado es la que más me divierte y que consiste en analizar la forma, las frases, el porqué de la forma del poema. Por qué el poeta ha dicho eso así y no de otra forma. Es decir... que se destripa la poesía. Al fin y al cabo, los conceptos ya se expresan en la prosa, en el ensayo. En la poesía adquiere importancia la forma... pues desvariemos sobre ella. 

Análisis uno: Como perfecto y experto desconocedor de la mitología griega (es que últimamente voy poco al cine), no tengo ni idea de lo que significa Ítaca mitológicamente. Creo que es algo así como una isla, en la que hay algo que todo el mundo quiere (supongo que la utopía, no sé si para cada uno la suya o una utopía utópica que contentara a todas-os). Y es que Ítaca en esta poesía puede ser (en mi análisis) dos cosas: un objetivo definido y concreto que necesite tiempo y dedicación o algo más abstracto, la vida en sí misma, aunque Ítaca no sería la vida, sino el objetivo que uno se pone en ella o si el camino es la vida e Ítaca es el fin del camino, Ítaca sería el final, la muerte. En cualquiera de los dos casos, la enseñanza que el autor quiere expresar (sí, efectivamente, es una poesía pedagógica) sería algo así como: aprende a disfrutar y a exprimir cada momento y no deposites tus anhelos en un objetivo futuro, sino en tu presente. Si buscas algo, disfruta de la búsqueda. Si vives en el futuro, aplazando las cosas para cuando... te encontrarás que el tiempo pasado no vuelve y que el futuro buscado una vez en él, puede no satisfacer tus aspiraciones. Y la valoración que hago: en general no me gustan mucho las poesías con una moraleja tan expresa. Es como un sermón, demasiado pedagógico y evidente el mensaje, aunque es cierto que el tema es profundo y por supuesto es interesante reflexionar sobre él. Creo que todos podemos estar más o menos de acuerdo con el mensaje pero que nadie lo practica en su vida particular. Por cierto, formalmente, me sobran los Lestrigones, cíclopes y poseidones, los emporios de fenicia y los voluptuosos y delicados perfumes, por no hablar del "invertir" que les precede. 

 PD1: Puede parecer muy negativo, pero lo cierto es que la poesía me gusta, aunque el segundo párrafo se podría quitar entero y los lestrigones también me han tocado un poco los... La moraleja me gusta y el tema que trata merece ser tocado en profundidad y rigor incluso al margen de esta poesía concreta. Análisis dos: Tenemos un caminante (viajante o viajero en realidad, pero no quiero equivocar conceptos), un fin del viaje, el destino (¿la palabra es ambigua o me lo parece?), el viaje considerado en si mismo y un maestro consejero que nos advierte sobre cuál debe ser nuestra disposición en el viaje. Por lo tanto el viajero, el caminante, que en realidad es navegador, pero que ya está asimilado en mi cerebro a caminante y no pienso apearle del título, es el lector: "si vas (tú, claro) a emprender el viaje hacia Ítaca..." "pide que tu camino sea largo, rico en experiencias, en conocimiento..." Ya en el primer verso, en la segunda línea, el autor se permite darnos un consejo. Muestra sus cartas al instante (lo de la intención pedagógica del poema) reflejando quizás un poco de falta de humildad (yo es que no le conozco de nada y ya empieza así, sin vaselina). Por cierto, a quién me recuerda lo de la humildad (falta de )... Luego te dice que seas valiente, que no tengas miedo de los reveses del camino, que el camino no tiene dificultades si tú no las llevas dentro de tu alma... Vayamos por partes: desconozco (yo soy así, fundamentalmente desconocedor y estoy en el curro y no tengo posibilidades hoy de enterarme)... decía que desconozco la época en que fue escrito el texto, pero obviamente es preJoseMari. Lo que pasa es que antes que Jose Mari hubo otros (Patxi, etc), como antes de Bush2, hubo Bush1 y antes Reaganes y ... por eso escama lo de "no hallarás tales seres en tu ruta si alto es tu pensamiento y limpia la emoción de tu espíritu y tu cuerpo". A qué se refiere con eso. ¿A que según tu disposición de espíritu el objetivo de tu viaje va a ser uno u otro? ¿A que si buscas un objetivo elevado, noble... no encuentras dificultades? ¿A que si eres buena-o tu camino es "feliz"? ¡Vamos anda! Y por supuesto el lector no puede ser africano paterista, ni parado, no joven o no tanto sin casa propia, ni okupa (o es que todos estos ya no pueden tener objetivos nobles y se van a encontrar sus caminos libres de dificultades). El único camino que tiene libre de dificultades el ciudadano medio del mundo es el camino a la tumba. Y estoy imaginando tiempos modernos para los caminantes, que es cuando la humanidad está más con mayor grado de bienestar de la historia (quien lo diría). Si nos retrotraemos a caminantes de otras épocas, los JoseMaris, Patxis, Bushes, etc que he mentado antes se quedan cortos. Fundamentalmente el mundo ha sido una mierda, con los poderosos (así en género masculino, como ha correspondido hasta ahora) aprovechándose y machacando a los débiles. Así que lestrigones, cíclopes y poseidones han sido el pan de cada día para la parte débil de la humanidad. (Igual me estoy pasando, pero vaya... eso pienso) "Si no los llevas dentro de tu alma, si no es tu alma quien ante ti los pone" (está hablando de los lestrigones, cíclopes y poseidones… por si no tenéis el poema delante). Insisto: El tono optimista del profesor-autor, choca con mi visión de la realidad. Sea Ítaca la vida entera o un objetivo más concreto, para el ser humano medio los objetivos vitales están muy caros, llenos de lestrigones sean éstos lo que sean. Y llegamos al tema del alma: ¿Qué es el alma? ¿Existe? Es un ente separado del yo, o es una maleta, un baúl que está dentro de uno. ¿Es un baúl ordenado, siempre con las mismas cosas, o es un caos, un remolino de ideas, cosas y sentimientos que afloran a la superficie un momento y luego son tragados por el remolino y se hunden en el abismo del baúl, para no asomarse? Y en este caos de alma que yo me imagino, si es que existe algo que podemos llamar alma (¿nos entendemos al llamar alma a algo que no sabemos qué es?) cómo no llevar miedos que aparezcan y desaparezcan y nos engullan y sean engullidos… Un ser humano noble, bondadoso: ¿No debe tener miedo a nada? Y no en una cosa cualquiera: en la búsqueda de su utopía, en la construcción vital de su vida (valga la rebuznancia). Creo que era Benedetti (corro el riesgo de meter la pata, una vez más) quien decía que un pesimista es un optimista bien informado y creo paradójicamente que es la mejor definición del ser pesimista (Benedetti) pero también realista. Y así me considero yo. Eso de que "Si alto es tu pensamiento y limpia la emoción de tu espíritu y tu cuerpo a lestrigones… hallarás nunca" es de una ingenuidad, de una bondad si se quiere… sorprendente. El ser noble y bondadoso, el que no lleva malicia en sus intenciones, ése es el que se ahostia una y otra vez en la vida ante la cruda realidad, ante la falta de escrúpulos de los fuertes y poderosos, ante la injusticia que reina en la sociedad… Llegamos al segundo párrafo, ése que no me gustaba, ya no en sentido, sino en la forma: lo de los "invertir en voluptuosos y delicados perfumes" me parece un poco de mal gusto y más en medio de un poema pedagógico… Formalmente es como un párrafo respiro, un nexo entre el verso uno y tres que perfectamente podría ser suprimido y la poesía se entendería igualmente y no perdería significado. Por ello deduzco que intenta que el lector se tome una pausa entre el primer verso, los primeros consejos y el verso final, la gran enseñanza… Luego dice que tengas a Ítaca siempre en la memoria, sin apresurar el viaje y llegues con lo que has ganado en el camino. ¿Y si el camino, como ya hemos intuido antes, es difícil y lleno de lucha? Si Ítaca es un objetivo concreto, ¿lo debemos aplazar para alargar el viaje, para que nos dure toda la vida? ¿o lo debemos conseguir y fijarnos nuevos objetivos? ¿No es conformismo, comodismo incluso lo primero? Creo que estas preguntas anulan la posibilidad de que Ítaca sea un objetivo concreto y refuerza la idea de que sea la vida misma o un objetivo final, global, no "cositas" intermedias. Y si el objetivo, la meta, no te enseña nada… ¿de verdad es necesaria para emprender y aprender del camino? Si sólo aprendes del viaje, y el viaje es la vida y no otro, y partes de un espíritu puro y noble que va a evitarte dificultades en el camino… ¿entonces qué coño es la vida? Pero no la vida metafísica, filosófica. Digo la vida real, la que vivimos. O simplemente hay que deducir que no somos caminantes, o que no somos nobles y puros, con altos pensamientos y limpias emociones… Parece que he terminado de destrozar el poema. La verdad es que leído de carrerilla no me parece merecedor de tanta caña, pero es lo que tienen los análisis de la opción dos: son duros con el autor… 

PD: Este segundo análisis del poema no ha sido realizado bajo los efectos de ningún producto psicotrópico, aunque pensándolo bien, se abren aquí perspectivas a un tercer tipo de análisis literario, aunque ahora no me siento capaz de intentarlo, por estar mediatizado por estos dos análisis previos…


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Mr Blue
En cuanto a Itaca os diré que no he podido digerir aún el comentario de I al respecto de la poesía. Me desborda, prefiero el encanto de la vida simple. Y es que uno puede disfrutar un vino o hacer de enólogo e ir a ver qué defectos tiene, que el vaso puede estar medio lleno o medio vacío pero siempre tiene x centilitros... Simplificar, esa es la palabra. Trataré yo de simplificar lo que significa Itaca para mí: Itaca (Ulises y otras islas aparte) debería ser como el edén, la tierra prometida: justicia, armonía, salud y buenos alimentos. Que no importa si existe o no. Lo que en realidad es importante es nuestra decisión de llegar a ella, los esfuerzos que hagamos nosotros para alcanzarla, por lograr Itaca donde vivimos, ya que lo mejor del viaje NO está al final esperando con las puertas abiertas. Lo mejor, lo vamos encontrando en el camino, en las personas que nos acompañan, las situaciones con las que nos enfrentamos, la lucha por entender y querer cambiar las cosas, las actitudes y con ellas a nosotros mismos. Es en ese "viaje" donde hallamos la satisfacción. Me gustaría que fuese cierto y que Itaca existiera de verdad. Partir en su busca, ¡que felicidad! Dejando las tormentas en puerto. Tener un objetivo y la ilusión, de resolverlo todo con un viaje: regresar invictos, con nuevo traje haciendo cuenta nueva y borrón. Pero está en el mismo sendero que forjas en el día, al caminar luchando por lo que crees verdadero. Al sentir, al amar, al creer, al callar... Así se hace Itaca compañero. que no se te vaya a olvidar. 


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Mr Blonde
De kavafis sólo sé que era poeta preferido de aquel vicepresidente tan sui géneris y literato él que tuvimos en los ochenta, que era homosexual y que trabajó de funcionario burócrata para vivir (kavafis, no Guerra. O bueno, quién sabe). Sé que vivió en Alejandría pero no sé si nació en Grecia o en Egipto, y me suena que tuvo algo que ver con el Imperio Británico. De Ítaca sé que es una isla mediterránea (¿o jónica?) sin mucho interés turístico actualmente, pero que era el destino de Ulises en su odisea, aquel por el que Penélope esperaba tejiendo y destejiendo día y noche. Para mi el poema es un canto al carpe diem, al momento presente, un toque de atención para que nos paremos un poco a disfrutar del ahora, y como todo poema que se precie, tan amplio en sus metáforas que se le pueden buscar muchos sentidos. Creo que todos tenemos nuestras Ítacas particulares y comentando este poema con diferentes amigos y personalizándolo uno se da cuenta que da mucho juego, que no deja de ser fácil equiparar Ítaca con objetivos más o menos vitales. Igual es ser demasiado prosaico pero para unos su Ítaca es licenciarse, para otros conseguir una pareja, para los de aquí simplemente sobrevivir, para los de allí lograr ese ascenso, para estos conseguir que sus hijos se conviertan en adultos de los que estar orgullosos, para aquellos curarse de una enfermedad. Para mi (y para kavafis), en contra de lo que comentáis vosotros, Ítaca existe, ese es el quid del poema, el que le da todo el sentido último. Por definición la utopía no existe y por eso no equiparo a Ítaca con la utopía, el problema del poema es que Ítaca existe y, lo que es peor, a Ítaca se llega. Lo que hace el poeta es avisarte, advertirte contra esa Ítaca tan deseada. En palabras de Oscar Wilde, “sólo hay una cosa peor que no conseguir un deseo anhelado, conseguirlo”. A mi ese poema me habla de la idealización de los objetivos, de la mitificación de las ilusiones, del creerse que cuando lleguemos a Ítaca nos invadirá la felicidad absoluta. Nos previene de que igual al final encontramos pobre a Ítaca, que igual no nos colma como habíamos soñado, que la realidad final es siempre más pobre que nuestra idealización, nos advierte contra el desengaño, contra la desilusión, y en ese sentido creo que es positivo. Disfruta del aquí y ahora pero también lucha aquí y ahora, no pongas todas tus esperanzas de felicidad en Ítaca, busca ser feliz por el camino, porque ¿quién sabe? Si lo queréis en un lenguaje socio-religioso, no confíes toda tu felicidad al cielo y busca ser feliz aquí en la tierra, y no porque el cielo no exista, sino porque igual no es tan maravillosos como nos lo han contado. En el sentido en que pone el acento en el día a día, en que es hedonista, en que se vale de la mitología pero es desmitificador, la forma en que siembra la duda en el lector viajero, me gustan y me parecen mensajes positivos. Traduciendo, podría decirse que el poeta te llama a disfrutar de tus rutinas, y aún más, a que te busques rutinas que puedas disfrutar. Sin embargo, (y esto lo he discutido mucho) ahí os den todos los caminos que yo me quedo con las Ítacas. El poema se puede enteder como dos visiones de la vida: una, en la que lo más importante es la ilusión por algo, el momento previo al instante añorado, el camino más que la meta; la otra, en la que lo que cuenta es conseguir ese algo, disfrutar del instante, llegar a la meta. Si queréis, una romántica, la otra telúrica. Banalizando (para que me entienda I), todos conocemos a gente que al comer se guardan lo que más les gusta para el final, gente para la que lo mejor del fin de semana son los viernes por la mañana y odian los domingos por la tarde, que cuando más les gustan los regalos es cuando están envueltos, que el mejor sexo lo tienen antes de darse el primer beso. Esa gente es la que llevan el poema de kavafis hasta el límite y yo, puestos a elegir, (llamadme materialista) me quedo con las realidades antes que con las promesas, con las metas antes que con las carreras, con el haber llegado antes que con el camino. Ponedme los ejemplos que queráis, empiezo el huevo por la yema, me encantan los domingos, prefiero el placer al deseo, siempre abro los regalos antes de tiempo, estar en la cima a escalando, y, sin duda, haber llegado a las doce horas de autobús que me esperan mañana. Por último, kavafis (odio las k mayúsculas…) no habla de los que no llegan a Ítaca, no habla de los que se quedan por el camino, no sé si porque no le interesan o porque verdaderamente cree que llegar a Ítaca es una maldición. ¿Lo es? ¿Es el éxito peor que el fracaso? En cuanto a la forma, y más que nada por llevarle la contaria a I, ya lo he dicho antes, creo que el poeta hace un uso inteligente de los cíclopes y lestrigones, del lenguaje mitológico, para desmitificar Ítaca, es un guiño, una paradoja que tiene su efecto. De los voluptuosos y delicados perfumes decir, primero, que cada día se me hacen más insoportables los sustantivos pre-adjetivados (en poesía me temo que no me queda más remedio que tragar, en prosa no los tolero…), pero también que todo ese verso es un canto al hedonismo y al materialismo: pocas palabras hay en castellano más onomatopéyicas que voluptuoso, y hasta el propio I se escandalizó del “invertir”, referencia materialisma donde las haya. Y por eso me gusta. Por lo demás coincido en que el autor utiliza un tono pedagógico imperativo, pero a mi no se me hace tan agresivo o violento como a I. Igual es que como ya he dicho que los caminos me traen un poco sin cuidado no me lo acabo de creer… Respecto al segundo análisis e I sólo un apunte. ¿Y si en vez de aplicar la lucha de clases verticalmente al poema lo hiciéramos horizontalmente? (I estás mediatizado por tus ideas políticas, y eso que todavía no has leido a Marx…) ¿Y si los Poseidones no fueran los poderosos sino precisamente el compañero de turno en la cadena o el cuñado insoportable o el vecino envidioso? Para mi cobra mucho más sentido el “no hallarás tales seres en tu ruta / si alto es tu pensamiento y limpia / la emoción de tu espíritu y tu cuerpo.” PD: Mi materialismo (¿o es prosaicismo?) es voraz: Ítaca existe y está a una distancia ideal de las Baleares para ir en una travesía marítima en un par de semanas de verano. Ahí, sin duda, lo importante es el camino (parafraseando a Unamuno, “¿y si me contradigo qué?”), cargado de sol, mar y amigos. ¿Quién se apunta a divagar sobre Ítaca camino de Ítaca? ¿Sería eso metapoesía? 

 PD: Releyendo a C y a k al día siguiente se me ocurre otro análisis. Llegar a Ítaca, conseguir el objetivo, hacer cima, es mucho más etéreo, más perecedero, más diminuto que la propia ida y vuelta a Ítaca, que la propia subida y bajada a esa cima. Por eso igual es más romántico Ítaca, ese instante en que se cruza la meta, en que se consigue lo deseado, en que sale el aprobado, que el camino, la lucha, el esfuerzo por conseguirlo y, sobre todo, el haberlo conseguido. Ulises se pegó toda una vida intentando llegar a Ítaca, pero una vez que llegó, el resto de su vida fue un “haber llegado”. Con el monte es más fácil: la subida cuesta, la cima (Ítaca) es cosa de minutos, luego hay que bajar; las Ítacas son momentáneas, son primero ilusiones y luego recuerdos, las Ítacas son segundos en nuestras vidas, que se pueden idealizar y mitificar a priori pero también a posteriori, y he ahí otro peligro, otro tipo de Poseidones, quedarse anclados en esas Ítacas que ya no existen, que existieron apenas unos segundos. (Bueno, quizá tendré que retocarlo un poco más…)

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Mr Brown
Cuando leo esta poesía me habla sobre todo de la no traición personal: cuando llegues a Itaca ya no hay vuelta atrás y ya te queda poco tiempo. Si a Itaca además la encuentras pobre y esto nunca será de otra manera- es decir, llegar a hacer dinero, haber sido un medico sin fronteras, haberte pegado toda la vida dedicado a la crianza de tus hijos en si mismo no da la felicidad- ¿que te queda? la única respuesta es echar la vista atrás y estar satisfecho con lo recorrido y con el recorrido, sentir que has llegado más o menos a donde te propusiste al partir. que nunca dejes tu navio completamente a la deriva, que quizas no llegues a Itaca exactamente sino a Lesbos o a Sicilia. De ahi la exhortación de disfruta del camino porque el "acto" no da la felicidad según mi opinión. ¿qué pensais sobre esto? Lo de los lestrigones entiendo que es coñazo para la gente que no conoce, pero para los que tenemos ese imaginario su poder efectista, metafótrico e incluso visual no tiene precio (que no me toquen las clásicas!! decir yo esto....) 

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Mr White
¿Qué es Ítaca para mí? Cuando leí el poema, hace unos días, dos pensamientos vinieron a mi mente inmediatamente, no recuerdo cuál primero:

Ítaca es la muerte. Ítaca es España. Antes de continuar, y para que no haya suspicacias prematuras (por eso de que si A es B y B es C se deduce que... ¿España es la muerte?!?), voy a presentarme. Me llamo JA y vivo en Monterrey, Nuevo León (México). Creo que soy el primero que aparece a la vez entre los lectores de los Pedalistas y en el documento de fauna del viaje, ya que aunque conozco desde hace años a los pedalistas, tuve la suerte de poderlos atraer para el norte de México, una zona de este país muy diferente del altiplano central o del exuberante sur, y sin embargo, según creo, no menos interesante. Llevo cuatro años en México, y antes de eso viví tres años en China. Ah, se me olvida lo principal. Nací en Zaragoza y viví en tierras mañas durante más de dos décadas de forma continua, y durante los siguientes años a ratos. Últimamente digo que España es mi “país natal” (con lo cual se ofenden algunos amigos al saber que ya no lo considero como “mi país” sin otros adjetivos, a lo cual yo respondo que si paso once meses del año en México y uno en España, ¿soy más español o mexicano? Ya no sé). Mi relación con España es curiosa. Lo más que puedo decir es que no entiendo aquel país ni a su gente, sensación que comparto con otros españoles que viven desterrados o auto-exiliados como yo. Sí, eso es; España me produce perplejidad. A veces creo que la gran mayoría de los españolitos se han vuelto absolutamente gilipollas, y otras veces creo que no sólo en España se vive mejor que en ninguna otra parte del mundo, sino que su gente es de lo mejor que nunca he conocido. Esto puede llevar a dos diferentes interpretaciones. La primera (obvia) es que quizá esté esquizofrénico perdido (pero, ¿quién no está loco en el mundo de hoy?). La segunda es que probablemente ambas cosas no son incompatibles. En España hay muchas personas gilipollas que se creen el centro del mundo, que ya se acaban de creer que España es el primer mundo y que meten en el mismo saco a todos los países de Asia, Africa y Latinoamérica (puaj, Tercer Mundo), que creen que “en España se vive mejor que en ninguna otra parte del mundo” (ay, horror, creo que eso he manifestado yo mismo hace unas cuantas líneas...) y en general que se meten en un tren de vida, como lo de aprovechar las más mínimas vacaciones para salir a cualquier lugar de viaje, o la casa a pagar en treinta años, o cosas así, que yo no sólo no comparto sino que no entiendo. Y por otra parte, eso no quita para que me sienta identificado tremendamente con la gente española. Sólo alguien que ha vivido mucho entre gente diferente puede llegar a darse cuenta de lo parecidos que somos. Y en este sentido, quizá porque es mi cultura (quizá no; seguro), me siento más cómodo entre españoles que entre gentes de cualquier otro lugar del mundo. ¿Y dónde ha quedado Ítaca en este discurso? Ítaca es el objetivo final del viaje, es el faro que guía en la adversidad. Y así siento yo a España. Creo que voy a volver, a largo plazo (antes decía a medio o largo plazo, ahora ya he eliminado lo del medio, aunque como la vida es puro cambio, podría volver mañana; pero en estos momentos siento que mi lugar está aquí). Amo México (esta frase causó sensación a los Pedalistas, por cierto). Realmente, siento que este país es maravilloso, que estoy aprendiendo muchas cosas que ni por asomo aprendería en la fría, estable, segura y aburrida España, en esta odisea de la vida (adelantando la segunda hipótesis sobre Ítaca, de la que hablaré después). A veces tengo la sensación de que en Europa la gente se está perdiendo algo importante de la vida, el espíritu de la sorpresa, el misterio y la magia. En aras de la seguridad y la estabilidad, se ha perdido espontaneidad y naturalidad. En fin, vaya sarta de tonterías que estoy escribiendo, os diréis algunos. Bueno, pues sí, pero si venís a vivir a un país de Latinoamérica o aunque sea de Asia o de África durante unos años, quizá me comprendáis mejor. O quizá no, quién sabe. Lo que está claro es que últimamente tengo la extraña sensación de que vivo exactamente como querría vivir, de que no quiero estar en otro sitio. Eso es fantástico. México me ha dado una oportunidad que España no me ha dado.

Pero un viaje como la Odisea no tiene sentido sin la vuelta a Ítaca, aunque sea al final de la vida. Por eso, creo que volveré a España, el mejor de los mundos posibles. ¿El mejor de los mundos posibles? Eso sí que tiene gracia. En fin, Kavafis lo dice en su poema. Aunque pobre la encuentre, España no me engañó. Volveré rico en experiencias y en historias que contar. Y lo que tengo muy claro es que sin España no estaría donde estoy. Qué curioso país el nuestro, que nos lo da todo y sin embargo no nos permite retribuirle como merece. “A veces madre y siempre madrastra”, como dice la canción. Bueno, la verdad es que estoy hablando por una parte de la población pequeña y posiblemente poco representativa (la de los universitarios que quieren dedicarse a la investigación o la enseñanza en la universidad). Pero en mi caso, yo así lo siento. El estado español se ha gastado un montón de dinero en mi educación de excelencia, y ahora no puedo trabajar en España para devolverle el favor. Así, yo siento que realmente “España me regaló un hermoso viaje, sin ella el camino no hubiera emprendido, mas ninguna otra cosa puede darme”. Bueno, quizá una vida cuando sea viejo y pensionado. O quizá no. Posiblemente al final de mi vida encuentre una España pobre, pero que no me habrá engañado, como señala Kavafis. Al final de mi vida... ¿Y si Ítaca es precisamente el final de la vida, es decir, la muerte? Esa es la segunda idea que se me ocurrió al leer el poema. Llevo tiempo preguntándome por el sentido de la vida (qué gracia, sólo los filósofos y los locos se hacen de forma continua esa pregunta; espero caer en la primera categoría mejor que en la segunda). Y si interpretamos el poema de Kavafis de esa forma, resulta algo muy obvio: hay que aprovechar la vida. Aquí cabrían ahora todos los tópicos de siempre, que si “carpe diem”, que si sólo se vive una vez, que si dentro de cien años todos calvos, y bla bla bla. Mejor no sigo por este camino y me voy a ir a otros derroteros. Por ejemplo, me voy a Morelia, la capital del bellísimo estado mexicano de Michoacán. La vida hay que exprimirla totalmente, la vida es entrega, me decía. Es una obra de teatro, un juego, donde uno puede perder, pero al menos ha jugado. Y sobre todo, se puede ganar mucho, riqueza en saber y en vida, como dice Kavafis. Vuelvo al mismo tema inicial; me da la impresión de que en Europa la gente se pierde algo de ese misterio y juego y pasión y gozo y dolor que es la vida. Todo es tan light... Pero claro, si uno puede apresurar el viaje, si uno puede hacer caso a Kavafis para que de forma voluntaria y consciente alargue la vuelta a Ítaca, entonces, ¿cómo puede ser el final de la vida? Se supone que excepto en casos muy raros (suicidio, se podría decir), uno no elige cuándo se muere. Pero entonces, ¿el viaje a Ítaca podría ser no la vida, sino un tipo de vida? Un tipo de vida bohemia, o quizá un tipo de vida vivida con pasión. A veces me da la impresión (volviendo otra vez a lo mismo del principio, joder, parezco una mosca cojonera) que mucha gente se mete en la vida y hace las cosas “porque tocan”, y aquí vuelvo a España. Ahora hay que estudiar, después trabajar en algo lo más estable posible (el sueño es ser funcionario, de ahí el culto a las oposiciones en España). Después toca tener novia o novio, pasar unos años y finalmente el bodorrio, el piso a pagar durante el resto de la vida, los niños... Los niños, los niños, ¿es que nadie piensa en los niños?!? Ya dudo de todo. A veces me da la impresión de que todo esto que pienso y escribo no es otra cosa que una pataleta por no poder llevar ese tipo de vida cómoda y regalada que mucha gente disfruta. Ese tipo de vida “sosa y aburrida” no es otra cosa que Ítaca, ya después de haber llegado, después de haber terminado ese fantástico y enriquecedor viaje antes de tiempo. Ítaca pobre, que me regaló un hermoso viaje pero lo dejé a medias y volví cuanto antes. Ese tipo de vida implica renunciar para siempre a visitar bahías nunca vistas, a no visitar nunca Fenicia ni Egipto, a dejar de invertir en voluptuosos y delicados perfumes (con la hipoteca del piso de por vida, ¿cómo va uno a poderse permitir esos lujos?). Eso es Ítaca. La vida sosa y aburrida. Casi casi, la muerte. Y el colmo de esa vida-muerte es la llegada de los hijos. Pero entonces, todo se tambalea. ¿Qué puede haber más fundamental y más rico que criar a un hijo? ¿Qué viaje, qué odisea puede ser más enriquecedora que ver cómo un ser nacido de una célula tuya va creciendo y se va convirtiendo en otro ser humano distinto a ti? ¿Qué mayor responsabilidad, qué mayor “faro de vida” puede haber que la crianza de un hijo? ¿Es eso una vida “light”? ¿No será más “light” una vida de viajes, de emociones, de no asentarse, una vida de desarraigo como pudo tener Ulises hasta que llegó a Ítaca? Ahora, ¿cuál es la vida del viaje y qué es la llegada a Ítaca? En mi caso particular, al identificar la vida de emociones y falta de compromisos serios como el camino a Ítaca (que según Kavafis, debemos hacer lo más largo posible), ¿no estaré haciendo como en la fábula de la zorra que no podía alcanzar las uvas y se consolaba pensando que “están verdes”? Qué barbaridad, cuántas preguntas. Y qué pocas respuestas. ¿Es que no hay nada seguro y firme a lo que agarrarse, aunque sea un clavo ardiendo? Una posibilidad puede ser el vivir en la realidad y en el momento, sin importar si uno lleva años viviendo en distintos países y adquiriendo experiencias riquísimas, o si es funcionario en España con tres hijos y una hipoteca a treinta años. Ya lo decían los maestros taoístas hace más de dos milenios, no es más válido un tipo de vida que otro si uno actúa conforme a su naturaleza. Cada cual es como es, lo que hay que hacer es fluir, no ir contra uno mismo, porque entonces es cuando todo se fastidia.

Bueno, vale. Empecé a escribir esto hace más de una semana, y conforme fueron llegando las otras ideas sobre Ítaca se me fue yendo la motivación para subir esto al grupo. Estoy de acuerdo con C en que la simplicidad es un valor importante, pero esto que acabo de escribir es cualquier cosa menos simple… En fin, espero al menos que hayáis llegado al final y que pueda suscitar todo esto un debate posterior. Saludos. 

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Mr Orange
Itaca te regaló un hermoso viaje, sin ella el camino no hubieras emprendido, mas ninguna otra cosa puede darte. Caminante, no hay camino, Se hace camino al andar Y al volver la vista atras Podras ver el sendero Que no has de volver a pisar Caminante, no hay camino Solo estelas en la mar. Desmontando a ITACA
 
Los actos, ¿fallidos? 
He escrito alguna vez sobre Itaca, aunque he hablado mucho mas. He buscado en el portatil y, significativamente, no guarde aqui nada de lo que sobre ella escribi en el pasado. No se si por la sospecha de que lo que escriba durante este viaje o tras él va a ser distinto, y no queria que se contaminase. En todo caso, ahora estoy “contaminada” por los analisis de I, C y P. Solo decir que no coincido con I en su disgusto por los aspectos formales de Kavafis. Introito Para mi, Itaca habla del deseo y de su consecucion. De lo que pasa cuando por anhelar mucho algo no nos paramos en las pequeñas cosas, y lo mas terrorifico, lo que nos pasa cuando llegamo a esa supuesta Itaca. Cuando escribo, el resultado es esa Itaca que estaba en mi mente antes. Lo que me ha pasado mientras escribia esto (porque este parrafo es el ultimo que paradojicamante he escrito), resume muy bien lo interesante de los PROCESOS por contraposicion a los resultados, a los fondos. 

El deseo (directamente del P's Psicological Tractatus-que ustedes pueden adquirir por un modico precio en el link instalado en el hall del teatro) 
Dicen que el hombre es una maquina de desear, tanto a niveles concretos, como mas elevados. La famosa piramide descrita por Maslow indica muy claramente como para poder aspirar a metas o deseos mas elevados, hay q tener satisfechos los mas primarios (cobijo, comida, seguridad). Es de logica que uno solo se podra interesar por la filosofia cuando tenga el estomago lleno, etc. La clave para conocer si una persona tiene una enfermedad llamada trastorno depresivo mayor (y no hablo del “hoy tengo la depre” tan banalizado-igual creen q barro para casa, pero aunque parezca increible aun hay gente hoy en dia q muere por este trastorno) es saber si tiene un sintoma conocido como anhedonia, del griego no-placer. Incapacidad para experimentar placer en nada de lo que se hace y, lo que es aun mas importante, incapacidad de siquiera desear hacer aquello que antes era fuente de diversion y felicidad (aunque fuera momentanea). Sin embargo, este deseo, que tanto estudian los psiquiatras de corte cognitivo, es un terreno muy complicado. Si yo supiera qué puede hacer “hacer click” a la persona que tengo enfrente, que es eso que le va a “hacer emprender ese viaje” de nuevo, seria la mejor psiquiatra del mundo. El problema es que la respuesta no la tiene nadie: como mucho la persona en cuestion, pero cuando llegan a la consulta ni ellos lo saben. Y ahi estas tu, intentando guiar ese barco, muchas veces por caminos equivocados, prueba y error, a ver si consigues, esquivando a Ciclopes y Lestrigones, saber en que direccion esta su Itaca particular. 

Otras filosofias que no adjetivare y de las que no ofrecemos posibilidad de compra 
Esta capacidad de desear o inquietud no es de todas maneras igual en todo el mundo. Para los budistas, el deseo es algo negativo. Es mejor no anhelar nada, estar feliz con lo que se tiene, porque de ese anhelo vienen las miserias humanas, la competitividad, la desgracia. Esta filosofia puede resultar util para alguna gente en materias irresolubles: mejor aprender a resignarse y vivir con esa enfermedad, o esa perdida. Cada uno ve lo que mas le ayuda y esto puede ser una via. Como filosofia general, evidentemente a mi me convence muy poco. Si todos nos resignasemos a todo, todavia estariamos tirando de piedras para construir piramides. El anhelo de mejorar (idealmente como colectivo, en lugar de individualmente) ha sido el motor de la historia, y yo aun soy de las que creen q se vive mejor hoy que hace 100 años, y que se vivira mejor dentro de 100 que ahora. Unos pocos, me diran, pero no puedo meterme en eso ahora, pq no pertenece a este tema. 

Politica del deseo (a la espera de referencias de nuestros Professors Sutilis e Integrus) Cada uno, segun su vision sociopolitica de la jugada decidira que es licito o no desear. Y cuándo el deseo se convierte en avaricia, y quita parcelas de deseo en sus vecinos. A mi ese deseo no me interesa en un analisis a Itaca. A mi el deseo que me interesa es aquel que para mi representa Itaca: algo q no se puede ver ni tocar, que es un motor, pero que luego en si mismo igual no vale nada. 

Itaca materialista o idealista? (a la espera de referencias de nuestro Catedratico en Filosofia de la Ciencia JA) Itaca es, como se ha dicho, un canto al carpe diem, al vive ahora, no guardes para mañana, no importa perder lo que el mundo llama todo si ganas tu todo. Por ello, Itaca es profundamente materialista, y eso me gusta. Sin embargo, Itaca es a su vez profundamente idealista, porque sabe Kavafis que, por definicion, la consecucion de un deseo, por excelso que sea, nunca llega a ser como la imaginacion lo ha creado, madurado, trabajado. Y lo que es peor: no dura. El hombre es un animal de costumbres, pero a la vez… como ama el cambio!! El que diga que comeria todos los dias de su vida su plato favorito sin hartarse, o no se conoce o esta en algun punto del espectro autista. Cuando uno llega a la cima, tras los pocos minutos que la presion y el oxigeno te dejan estar alli, hay q iniciar la bajada, y luego preguntarte, y ahora que? O lo que es lo mismo, buscar una nueva Itaca. 

El deseo es dinamico (que diria Freud) Si el deseo fuera una linea recta: deseo-busqueda-encuentro-resolucion, poco nos habriamos movido y tal vez aun estariamos en la caverna (ni siquiera currando en las piramides). Por eso es mas bien un circulo, en el que tras la resolucion, ya estamos deseando de nuevo. Es un mecanismo de supervivencia, como todos los demas con los que nos hemos adaptado al medio. 

Itaca conductista: que nos lleva a hacer la idea de Itaca? (que diria Beck) Una de las cosas que mas me gustan del existencialismo es aquello que decia Sartre de que un hombre se define realment por sus actos. Como psiquiatra, me interesan mucho los sueños, los anhelos, las Itacas de la gente, pero realmente donde nos cortamos el traje de lo que somos es con nuestras acciones. Todos estamos hartos de conocer a gente “que le encantaria hacer esto, ir a tal sitio, mover tal montaña.” En mi experiencia, la gente siempre acaba haciendo lo que realmente quiere, y quien “no se apunta a una hora de yoga semanal porque no tiene tiempo” es porque no lo quiere lo suficiente (y hablo en el ambiente burgues de clase media donde nos movemos todo el rato.) Itaca nos deberia mover en su busqueda, como hemos dicho antes, pero a su vez: queremos de verdad ciertas Itacas que nos planteamos o vendemos al mundo? O quizas hay itacas confesables y otras con las que nos sentiriamos juzgados por el vecino? Itaca es el sueño, la utopia, lo que nos mueve pero… se ha escrito algo de aquel que soño mucho y no hizo nada? A que nos lleva Itaca si no la compartimos y la vivimos? 

Y para terminar, Machado (obras completas que pueden adquirir en el link instalado en el hall del teatro) He añadido al principio del documento estos archiconocidos versos de Machado por razones obvias. Un poema tambien precioso, pero mucho mas aterrador que Itaca, porque habla igualmente del viaje, del camino, pero te previene casi con tecnicas terroristas: El sendero Que no has de volver a pisar. No hay dos oportunidades, solo se vive una vez. Pero pese a todo, que fugaz es la vida, por mucha Itaca, por mucho camino glorioso que nos labremos, en el fondo, no nos tomemos tan serio y relativicemos: todo son estelas en la mar. 

Conclusion Tal vez, la mayor grandeza de Itaca, despues de todo lo dicho, es que dados todos sus matices y posibilidades de interpretacion, tendre que retractarme de todo lo escrito, e iniciar un discurso nuevo en cuanto me pongais un ejemplo en el que no me sirva. Porque los hay. Se me antoja que este viaje que he emprendido con vosotros para “por fin comprender que son las Itacas” va a ser un camino largo, rico en experiencias, en conocimiento.