Ya dicen los chinos que crisis es igual a oportunidad. De hecho utilizan la misma palabra para decir una cosa u otra. Yo, soy de la opinión de que lo importante en cualquier momento y más en una crisis es actuar, hacer cosas, moverse, prepararse para el devenir, porque al final llega, y cuando llegue lo mejor es que te coja preparado, con cierta ventaja con respecto a la competencia.
Si no avanzas, no te estancas, retrocedes.
Desde esta humilde posición, una a veces también se acojona, aunque no lo diga. Sufre en silencio sus "hemorroides" pero intenta tirar adelante, tener proyectos, ideas, en una palabra: avanzar. Aunque ello suponga que tengas que enfrentarte a tu enemigo, morder, suplicar o dar el coñazo ante cien estamentos.
Hay que tener ideas, aunque sean malas, ilusiones aunque se trunquen y proyectos para tener futuro.
Ocurre a veces (pocas) que lanzas una idea, una caña de pescar, al mercado y éste (que no se equivoca nunca) te la devuelve diciendo: Ya era hora, menos mal, por fin alguien hace algo y en el anzuelo te encuentras un pescadico. Entonces mientras recoges el sedal piensas: si pongo 10 cañas este año, recogeré 10 peces, si pongo 20 más el que viene, ya serán 30 al año y te emocionas porque por fin, ves que algo es viable, que da fruto, algo en lo que vale la pena concentrar esfuerzos y te pones contenta. Lo normal.
No siempre sucede así, por lo que hay que aprovechar la ocasión. Pero, para poder llevar a cabo el proyecto, debes contar con el beneplácito del Sr. K. Gau.
El Sr. K. Gau es de ese tipo de gente,
Mamerto, que siempre tiene miedo. ¿A qué? Da igual, a... TODO. Cuando actúa siempre lo hace en base al miedo. Es el canguelo lo único que le mueve o le adocena. Si quieres que reaccione dile "Ojo que viene el coco". Ante la crisis actual está más agazapado que nunca, esperando que no le roce demasiado y que pase pronto, mientras se resguarda en su madriguera. Ha optado por no hacer y vigilar que no le quiten.
Hasta aquí no habría ningún problema, si ese miedo, lo paralizara de verdad, no le permitiera ni idear, ni hablar, ni salir de casa. Eso sería fantástico. Son el tipo de gente que habría que pagar para que no pensara siquiera. Yo lo haría encantada: toma tu sueldo, una conexión a internet y tranquilico... Ya que no hacen nada, por lo menos que no molesten.
Pero volvamos al proyecto. Voy a tener un plan que desarrollar, que me ilusiona, que voy a dominar porque lo veré crecer y para el que además encuentro financiación y hasta socios que me he permitido el lujo de descartar. ¡Qué mas se puede pedir! ¡Adelante! Con el viento a favor y las olas por las amuras, marco el rumbo y despliego velas. Todo empieza a fluir. Que si esto, que si datos, que si aquello, que si proyecciones, que si reuniones, que si la competencia... Ya se sabe, el enemigo es capaz de reaccionar rápidamente, así que hay que ser veloces.
Ocurre muchas veces, que al hablar del enemigo, uno lo imagina lejos, en el mercado pero lejos, en otra empresa, en otra fábrica, en otra ciudad... Precisamente a ese enemigo es al que no hay que tenerle ningún miedo. Ese, es el único rival que ves venir, predecible. Existe un adversario mucho más difícil de detectar. Es silencioso, actúa y no lo ves venir porque juega en casa, te sonríe cada día y hasta te pregunta por el proyecto. Te deja hacer porque tiene la esperanza de que no fructifique.
Hace dos semanas toreaba yo en una buena plaza. Iba preparada para todo, buena tarde, mejor cuadrilla, buen ganado, una gran afición y buen temple. Estábamos seguros de salir por la puerta grande. Sin embargo, en cuanto hicimos el paseíllo no nos dejaron ni recibir al toro. Ni media verónica. No entendíamos nada. Por más que pensábamos, revisábamos, no encontramos en que habíamos fallado.
Ayer me enteré, de que el Sr. K. Gau, que en este caso tenía la sartén por el mango, nos dio la estocada definitiva.
Hoy me ha invitado a un cortado y todo. Hay que joderse...