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26 septiembre 2022

"Me llamo Lucy Barton", donde Elizabeth Strout nos da consejos al oído a los que queremos escribir

Hace un poco más de doce años me pasé varias semanas del horror en un hospital porque una apendicitis traicionera terminó en peritonitis. Hacía unos meses que había comenzado esta aventura del divlog -impulsada por mi ex-cobloguera Diva- y ambas leíamos y comentábamos religiosamente en un pequeño círculo de blogs, de los que quedan muy pocos. Algunas noches en aquel lugar estuve convencida de que me iba a morir, y no ayudó que sin saberlo, la autora de uno de los blogs que ya no existen escribió de una compañera suya que acababa de morir de lo que me aquejaba. “Odio el colon”, puso, y yo ahí, sola -aquí no dejan quedarse a los familiares-, enmedio de la noche -me daba tanto miedo la noche- , mirando la Blackberry -era esa época-, cuyo acceso a internet era lentísimo.  “Odio el colon”.

Cuando me dieron el alta tuve pesadillas durante mucho tiempo, pero enseguida me puse a escribir: eso sí, no pude hacerlo en primera persona ni contar esas semanas de postoperatorio. Me inventé un personaje llamado Judi (Ju-di) que contó aquí el via crucis del preoperatorio, en el postoperatorio ni entré. Hoy, con la distancia, me da rabia no haber escrito desde "aquel lugar oscuro", que dirían los intensos, más que nada por tener acceso a mi mente en esos momentos y, sobre todo, para desde él poder maravillarme cada día solo con el milagro de andar por la calle .

Pero Lucy Barton, la protagonista de "My name is Lucy Barton" de Elizabeth Strout, sí que se atreve a escribir sobre este tiempo, desde exactamente el mismo lugar, el mismo postoperatorio de peritonitis que la deja débil, delgada, y echando de menos a sus hijas pequeñas. Volver ahí ha sido para mí un "tour de force", tantas de sus frases aunque no las escribí las recuerdo perfectamente como ideas, el recurrente "tú estás en el hospital, y la vida sigue normal, allá afuera". Y tantas situaciones: cuando la obligan a pasear con la barra metálica con ruedas donde están colgadas bolsas de lo que te están metiendo en vena. Recuerdo esos ejercicios, yo los odiaba, no quería salir de la cama, no solo porque era duro físicamente sino porque el único beneficio de esa situación era poder estar ahí emboscada detrás de mi libro -"Los detectives salvajes", idóneo para una situación salvaje- a jornada completa (por supuesto, fui "la paciente favorita" de enfermería, como me dijeron al final). Lucy en sus paseos se siente triste de ver a los otros pacientes enganchados a las teles como a las vías que les entran por la venas, ninguno lee; yo no estaba en tristezas tan elevadas, tenía bastante con la mía y aún siento una pena inmensa de mí misma al recordar la imagen de ese despojo que era yo al que sacaron en silla de ruedas al pasillo para ver a Mini, en su carrito de bebé. Y, la última situación (y ya paro la catarsis esta que me está saliendo, en serio), cuando la bajan al escáner enmedio de la noche, y yo tengo un flashback de los pasillos vacíos con eco a las 2 am, fluorescentes palpitantes, el camillero nigeriano que empujaba mi silla de ruedas que había vivido en Córdoba. Así que por ir terminando con este lúgubre comienzo -que para mí ha sido un breve ejercicio de exposición-, anotar que aunque el lector no haya estado en aquel pequeño infierno hospitalario y existencial, hay mucho más en esta novela que les va a tocar, como me ha ocurrido a mí. Da igual que esos otros  temas no nos hayan pasado en primera persona: de eso va la empatía, para eso se lee, para conocer otros mundos si te los cuentan bien. Y de algunos de esos temas quiero escribir.

~~

Lucy Barton viene de una familia pobre -muy pobre, en algunos momentos viven en un garaje- de un pueblo de Illinois, en el medio oeste americano (un lugar con tanto cielo: al llegar a la ciudad su madre le pregunta: "cómo puedes vivir aquí, sin cielo?" y Lucy sabe exactamente a lo que se refiere). Pasa su infancia hambrienta, sucia, con frío, sin estimulación ni física ni intelectual. Por ello encuentra su refugio en el colegio, donde se queda por las tardes leyendo, porque hay calefacción, y como es lista termina con una beca para la universidad con la que logra salir de ese agujero. Estas historias de gente pobre que logra escapar gracias a la lectura y su capacidad intelectual siempre me causan cierta ambivalencia: por una parte, tremenda adhesión y refuerzo sobre la necesidad de un sistema público fuerte y, por otra, también me pone de frente con la intrínseca injusticia que es la vida: el hermano y la hermana de Lucy no son tan espabilados y se quedan anclados para siempre ahí. Tantas loterías vitales. 

Lucy pierde el contacto con su familia en la universidad, pero su pasado pesa: no sabe de lo que hablan en muchas de las conversaciones de cultura (“el arte es síntoma de una mundo sofisticado”), se considera a sí misma “trash” y se sorprende cuando un profesor de escritura en la universidad le dice que no use el adjetivo “barato” (“la mujer llevaba un vestido barato”). Termina en Nueva York, casada y con dos hijas, y en el comienzo de la novela, como he dicho, ve el mundo desde una cama de hospital que tiene como única luz las vistas al Chrysler Building, que es aún más mágico de noche (“un faro de de las mejores esperanzas y aspiraciones de la humanidad y su deseo de belleza”). Pero entonces viene su madre, a la que no veía hacía muchos años y así aprovecha Strout para explorar la compleja relación de Lucy con su madre y con su pasado.


Las relaciones madres-hijas han sido siempre muy literarias y, mi impresión es que, hasta hace poco, en general cargadas de desconexión. Pero últimamente esto está cambiando -por que leo y escucho por ahí, igual me equivoco: las chicas de treintayalgo parecen tener mejores relaciones con sus madres, y me alegro mucho. Por supuesto, hay un tema de personalidad (te puede caer mal tu madre y viceversa, la puedes querer igual), pero mi hipótesis es que tal vez haya también un tema generacional y en España en concreto, esto se explicaría simplemente leyendo los libros de historia: el mundo en el que crecieron las madres de mi generación y la siguiente ya era otro. En el caso de Lucy Barton, a la complejidad de este combo personalidad (su madre tiene serios problemas para expresar sus sentimientos: no sabe o no puede decir "te quiero" y si lo dice Lucy, mira por la ventana, azorada) y generación, se une la culpa por ambos lados y el hecho de que Lucy, ya no “pertenece” culturalmente a esa familia: se han convertido en marcianas una para la otra.

Lucy tuvo una infancia tan carente de cariño que tuvo luego que confiar en "la amabilidad de los extraños" y esto se plasma en la novela: cuántas veces dice cómo quiere a gente que han pasado por su vida, un vecino gay, amigos y en particular, el médico que la trata en el hospital. Esa relación es tan preciosa que yo aconsejaría a cualquier estudiante de medicina que leyera “Me llamo Lucy Barton”: esa es la razón por la que la mayoría se meten en esa carrera. Yo no tuve esa relación personal con ninguno de los cirujanos que pasaban por la planta, siempre con prisa, siempre seguidos de una pequeña corte de plebeyos que tomaban notas cuando ellos hablaban, pero sí que la tuve con alguna enfermera y un asistente de enfermería. Cuando estás en situación de máxima vulnerabilidad, como es la enfermedad, esas personas son ángeles que aparecen y te salvan.

Igual que te puede salvar la literatura: la parte que más me ha gustado -siempre me gustan estas partes- es en la que Lucy explica sus ansias y sus primeros pasos como escritora. Usa además, para hacernos llegar estas ideas a otro personaje, Sarah Payne, una escritora que Lucy conoce un día en una librería (“me encanta Nueva York por el regalo de estos encuentros”, dice Lucy, Nueva York, ese lugar de sofisticación donde la gente anda obsesionada con los restaurantes, pero “la comida nunca ha ejercido una atracción sobre mí como para la gente de esta ciudad”). Me gusta cómo describe a Payne, una mujer de 50 que “era tan bella por dentro como por fuera (...) Tenía la apariencia de una mujer de la que los hombres aún se enamoraban”. Todas nos enamoramos un poco de Payne al leer este libro. Ella rompe "la cuarta pared del libro” (me encanta, no es mío) y dice lo que piensa sobre el clarificar cosas a los lectores: “no es el trabajo del autor hacer saber a los lectores lo que es la voz narrativa y lo que es la visión privada de un tema del autor”. Tus personajes pueden decir cosas con las que no estás de acuerdo, o hacerlas, pero tus personajes ya son del lector una vez que “sueltas” tu escrito. “Never ever defend your work” (nunca jamás defiendas tu trabajo) es el otro consejo de Sarah Payne a Lucy, aunque la gente te diga que no entiende por qué su madre no puede decir "te quiero", no lo expliques, que lo haga esa persona que habla todo rato en el "club de lectura". “Escribirás tu única historia de muchas formas. Nunca te preocupes por la historia. Solo tienes una”. O “si hay una debilidad en tu historia, encárala de frente, cógela entre tus dientes y encárala, antes de que el lector se dé cuenta. Esto te dará autoridad”. O “tienes que ir a la página con el corazón abierto”. Todos estos consejos de Payne a Lucy, o a sus alumnos de escritura creativa nos los está dando Strout a sus lectores que aspiramos a esto de escribir. No recuerdo haberme encontrado esto en otra novela así de explícitamente, y me dan ganas de ponerle un mensaje que diga gracias. 

Luego he leído entrevistas a Strout en las que explica lo arriesgado de crear un personaje que es una escritora que narra en primera persona: todo el mundo iba a pensar que Lucy era ella. Strout dice exactamente lo que yo pienso: “siempre hay autobiografía en toda ficción, hay trozos de mí en cada uno de los personajes, sea hombre o mujer, porque ese es mi punto de partida, soy la única persona que conozco (...) No puedes escribir ficción y ser cuidadosa”. De todas formas, Strout dice que al principio no tenía mucho que perder porque “bueno, probablemente nunca nadie lea esto, lo voy a escribir”. 

También dice: “I will never see the world except through my own eyes, and that was a remarkable thing to realise. I think many people live their whole lives and don’t realise that” ("Nunca veré el mundo excepto que a través de mis propios ojos. Hay gente que pasa toda su vida sin darse cuenta"). Para mí esta idea debería ser un motor, que cualquiera podría aplicar a su vida. Yo tengo una similar para instigar cambio, cuando tengo miedo, o pereza, o dudas: “en mi lecho de muerte pensaré en esto o aquello que no hice, o en aquello que hice mal”, y eso me saca de mi "zona de confort". Nadie lo va a hacer por ti: tú puedes animar, instigar, en última instancia, obligar, pero lo que no sale de ti misma, no va a servir para nada: esa parte del mundo no la vas a ver con tus propios ojos, y será una pena. 

Hay muchos detalles que nos muestran a Lucy la escritora: una sola frase en un momento de un noviete le hace ver que nunca se casará con él, o sea, de cómo fijarse en un detalle pequeño te puede cambiar la vida. “Recuerdo una punzada en mi cabeza, no supe por qué. Nadie sabé por qué hasta luego”. O la sensación de que la escritura salva a Lucy tanto como ese buen médico en el hospital (“mis dos o tres horas de escritura al día eran terriblemente importantes para mí”). Nunca hay suficiente tiempo para todo, y para escribir hay que ser “ruthless”, implacable, despiadada, como le dice Payne, te has de poner a ti primera en muchas ocasiones, y que las mujeres lo hagamos nunca ha sido bien visto. “But really. The ruthlessness comes in grabbing onto myself, in saying: This is me, and I will not go where I can’t bear to go”.

Termino la novela un sábado por la mañana en la cama, con el sol entrando por la ventana. Busco la foto de Strout en internet: es ella, esa mujer rubia con gafas la que ha escrito lo que yo no pude y la que me ha dado todos esos consejos escondidos en conversaciones de dos personajes. No hace falta ser de una determinada generación que no ha conectado con la anterior, ni haber tenido peritonitis, ni siquiera intentar escribir para sentir la generosidad con la que ha escrito este libro, y para que te dé alas, en cualquiera de los caminos de la vida que tengas por delante.  



07 febrero 2013

Noches de tramadol y morfina

Hace no llega a tres años pasé unas semanas de lo menos edificantes en un  hospital de Londinium. Los días transcurrían entre el hastíocabreo existencial y la ridícula rutina de la planta -ahora pasan los que limpian, ahora el carrito de la medicación, ahora el cirujano con su corte de bufones, ahora el cura-, que te impedía continuar con tu Bolaño.

Las noches... las noches eran otra cosa. Cuando se acercaban las ocho y tus seres queridos se iban abriendo... entonces te quedabas sola en una planta llena de octogenarias postoperadas, y una especie de pera moderna para llamar a la enfermera si entrabas en parada cardiorespiratoria. El tiempo medio de respuesta por parte del equipo eran unos 20 minutos: suficiente, a fe mía, para que te encontraran tiesa. 

Pero tratabas de no pensar. Y para ello ayudaba bastante la bomba de morfina que me iba directa a la vena (self-service, un primor) y el tramadol oral. Apagaban todas las luces, había algo parecido al silencio (nada que ver con la magia de mis primeras noches con Mini en St. Thomas) solo perforado por los beeps de algún monitor y entonces... entonces el tramadol me jugaba malas pasadas.

Las alucinaciones más conocidas son las auditivas: el psicótico al que las voces le dicen que no es buena gente, las hipnagógicas o hipnopómpicas, etc. Las visuales tambien cuentan con su público, sobre todo en estados orgánicos. Las olfativas, epilepsia del lóbulo temporal... Pero lo mío con el tramadol era mucho más bizarro y desconcertante. Alucinaciones de novela de aventuras.

Al final de Moby-Dick (y quien no sepa aún cómo termina Moby-Dick, que se salte este párrafo, o que se lo haga mirar: va de una ballena), decía, al final de Moby-Dick Ishmael se salva porque se mete en el ataud que construía el indio Queequeg y, enmedio de las olas es llevado a la deriva hasta que... vale, no contaré el final.

Pero el principio de mi deriva personal comenzaba por sentir un vientecillo que pronto pasaba a huracanado en breves instantes, alrededor mío. Me tapaba hasta arriba y no lograba con ello aplacar el temporal. Me convertía en un gusanito de seda con la sábana blanca del NHS  y me sentía verdaderamente como Ishmael, enmedio de las aguas enfafadas, de olas inmensas que daban bandazos, y el viento, otra vez en mis oídos, como una peli de miedo de serie B. Quería bajarme, quería parar, y aunque sabía que estaba en ese estúpido hospital donde la anciana de al lado gritaba en sueños, no podía hacer nada.

Leyendo "Infinite Jest", esas noches de tramadol y morfina se me han hecho menos solitarias. Hay alguien que no sé si las ha vivido, pero que las describe mucho mejor que yo. Y esta es mi cita de hoy...

"It's one of those unpleasant opioid feverish half-sleep states, more a fugue-state than a sleep-state, less a floating than like being cast adrift on rough seas, tossed mightily in and out of this half-sleep where your mind is still working and you can ask yourself whether you're asleep even as you dream. And any dreams you do have seem ragged at the edges. gnawed on, incomplete (...)

I am coming to see that the sensation of the worst nightmares, a sensation that can be felt sleep or awake, is identical to those worst dreams' form itself: the sudden intra-dream realization that the nightmares' very essence and center has been with you all along, even awake: it's just been... overlooked; and then that horrific interval between realizing what you've overlooked and turning your head to look back at what's been right the all along, the whole time"




22 julio 2011

Huérfanos: literatura, cine, imaginario colectivo

Un día cualquiera, una se sienta inocentemente con su hija a ver una peli y se encuentra con Mowgli, de "El libro de la selva", el niño abandonado en el bosque del que se cuidan animales y alimañas. Al día siguiente, se va a la estantería a ver qué libro leer ahora y el primero que se postula (léeme, léeme!) es "Oliver Twist". Qué fascinación han tenido los escritores con esto de la orfandaz, concluimos.

"Oliver Twist" se publicó en 1847 y bueno, lo de Dickens es casi patológico: Pip y Stella en "Grandes esperanzas" son ambos huerfános, y también David Copperfield. Esa época particular en Londinium -donde los niños sin familia en las calles eran una plaga tipo los de las favelas de Brasil actuales- dio lugar a que diversos benefactores fundaran organizaciones de acogida, algunas de las cuales existen aún hoy en día, como Coram y Barnardos. En el mismo año que "Oliver Twist", pero cambiando la hacinación urbana por la bucólica campiña inglesa, se publica "Jane Eyre" de Charlotte Bronte, otra clásica huérfana de la literatura, y unos años más tarde (1876), al otro lado del charco otra novela que para siempre grabó en nuestra retina el Mississipi: "Las aventuras de Tom Sawyer"... vaya, otro huérfano.

El tema de la orfandad, tal como lo plantean estas obras, siempre me había sobrecogido de niña. La palabra "orfanato" era terror auténtico. De hecho, uno de los sonidos e imágenes con los que, año tras año, hago aún un reflejo condicionado de nudo en la garganta es el de los "niños de San Ildefonso". Yo no sé si estos niños son aún huerfános, pero desde que me lo dieron como un hecho de pequeña, simplemente me rompe el corazón. Claro que todo este terror habla de lo que era mi visión como hija. Y si me pasara a mí, y si se murieran mis padres. Pero ahora, existe un miedo mucho más atroz, un pánico todavía mayor: y si le pasara a Mini, y si se quedara sin padres.

Hace un tiempo, cuando en alguna noche de lo menos edificante me planteé por algún instante que Mini se pudiera quedar sin madre (la evolución de cierto postpoeratorio no iba precisamente viento en popa), hice primero lo que haría todo el mundo: desesperarme, llorar, y cabrearme un montón, sin saber bien con quién. Una vez terminado con esto, con el beep beep de los monitores de uno y otro de fondo, comencé a pensar en las múltiples muestras de orfandaz en la literatura y el arte, y en concreto, la orfandaz de madre. No voy a entrar en los cuentos de hadas, donde las pobres Cenicientas, Blancanieves, Bellas (antes de Bestias), etc, no tienen ninguna madre, aunque sí padre, que en las dos primeras se casa con una arpía. Pero es que Disney sigue con la tradición años después: la narrativa de "Finding Nemo" pasa por cargarse a la madre en la primera escena, dejando a un padre neurótico y asustado en esto de educar (más bien proteger del mundo cruel) él solito a su hijo que quiere nadar libre.

Una de mis pelis favoritas es "Novencento" (Bertolucci, 1976), que tiene como protagonista a uno de los personajes más carismáticos de la historia del cine, Olmo Dalcó, un partisano que le da el contrapunto a Ricardo, el señorito interpretado por De Niro. Olmo tiene una mujer tan cañera como él, una de esas maestras con ideas revolucionarias, que muere de parto. Olmo educa a su hija Anita en los valores de ambos. Es una peli imprescindible, como también lo es "Tasio" (Montxo Armendáriz, 1984). Tasio es un hombre que se niega a doblegarse trabajando para el rico dle pueblo y también pierde a su mujer cuando su hija tiene 6 años. Y qué decir de la madre de "Billy Elliot" (Stephen Daldry, 2000), que tiene un corto papel en la peli: hace de su fantasma. Otro ejemplo reciente del que podré hablar cuando Mini tenga edad de merecer y me haga partícipe de las pelis o los libros que desconozco es Harry Potter.

La orfandad en la literatura infantil tiene como misión el hacer que los niños se identifiquen con otros que, partiendo de unas circunstancias muy duras, logran tener éxito.  Niños que, en el fondo, no lo son tanto porque tienen que tomar decisiones que tal vez no son propias de un niño. La función en literatura/cine de adultos varía. Olmo tiene una relación muy especial con su hija que pasa, de alguna manera "a sustituir a la madre" en el aspecto intelectual. La madre de Billy Elliot sería la única que apoyaría su pasión por el baile, contrapunto del mundo ultra-masculino de su padre y hermano mineros. O yo-que-sé, estos son mis análisis, cada uno interpretará la función según lo vivido, que es al fin y al cabo lo que hace que un libro o una peli te haga "tocado-y-hundido" o que te resbale.

Cuántos años resbalándome, sin prestar particular atención a este batallón de huérfanos en la literatura. Hasta que un par de beeps en la noche los trajo a todos de golpe.

10 junio 2010

Judi en el teatro

El quirófano, ese lugar que la gente imagina como un templo de concentración, paz y silencio únicamente interrumpido por el "blip blip" de algún monitor, es en realidad un cuarto algo más limpio que el resto del hospital donde suena, de fondo, Cadena 100. Al menos en la península. Al menos en el hospital universitario de Vetusta. En el Reino Unido es diferente pero tiene un nombre que no invita en absoluto a la paz: "theatre" (teatro), que viene de aquellos días en los que los cirujanos operaban en una mesa rodeada por un anfiteatro, donde se sentaban los estudiantes (o incluso miembros del público) para ver las operaciones. Para los interesados en la historia de la medicina, en cualquier visita a Londinium no puede faltar el paso por The Old Operating Theatre en Guy's Hospital. Si no podéis esperar, aquí tenéis un viaje virtual. Está muy cerca del famoso London Dungeon, que es una especie de cueva del terror donde, curiosamente, uno de los apartados es el "operating theatre".

Pero divago. He de centrarme: hoy me he sentado al teclado para contar la última entrega de las aventuras de Judi, a la que dejamos esperando una laparoscopia pues nadie lograba identificar porqué le dolía la tripa (podía ser una somatización de niña de siete años para no ir al cole?) y tenía fiebre. Pero enfocar va a ser complicado, y por el Maelstrom cerebral que me acompaña, sospecho que igual me queda un divague todo corrientedeconciencia y monólogointerior, esas cosas experimentales que no entiende ni el autor tras unas horas, y que sólo es digerible y disfrutable si el mismo es irlandés y con sentido del humor. Y lo peor será que si me lanzo a este remolino y aún queda algún incauto lector de esta serie (Diva, Diva, da una señal, tú al menos estás ahí, que por eso se te paga) pensará, errónea e injustamente, que la que firma es una pretenciosa, una snob del teclado (de la pluma, antes era todo más chic), va de Diva (lejos de mí querer suplantar a mi co-, media (sandía) y mitad) o pertenece a los Real Visceralistas.

Pero lo cierto es que ese día Judi lo vivió más como una serie de fotografías en blanco y negro, con alto contraste y continuidad quebrada, que como una película cuyos fotogramas pasteles se deslizan suavemente uno sobre otro, con música de Kitaro de fondo. Fotografías que no se presentan en un amable álbum o powerpoint, sino como diapositivas de las antiguas proyectadas en un cuarto oscuro, donde si hay una música, debe ser los momentos donde enloquece el piano en la Appassionata, casi a ritmo con el clack, clack, clack, cada vez más rápido, del proyector. Fotos algunas quemadas que le obligan a cerrar los ojos por tanta luz, clack, clack, clack, paisajes que le obligan a abrir las pupilas de tan oscuros, clack clack clack.

8:30 am. Pasos, gente que viene y va. El móvil: diversos mensajes. Clack.

El anestesista. De unos 60, pero aún pecoso. Un día debió ser pelirrojo. Sonríe, explica algo, Judi no recuerda. Le cae bien. Clack.

El porteador. Gordo, con barba a lo geek. Arrastran la cama. Judi no recuerda nada del que debía ir en cabeza, ni del pasillo. Clack. Ni del ascensor. Clack.

La sala pre-anestesia. Clack-clack-clack. Hay un niño de unos dos años en una cuna, su padre al lado. Judi rompe a llorar. Dos enfermeras le sonríen y supone tratan de animarla. Clack.

El teatroquirófano. El anestesista vuelve. Judi recuerda disculparse por las lágrimas: "Soy una drama queen" mientras la ayudan a pasar de la cama a la mesa. "Aquí nos gusta siempre un poco de drama", sonríe él. Entonces, el foco. Clackclackclack. "Y ahora, en que termine con ésta (inyección que va metiendo en el dorso de su mano) te deberías dormir". CLACK.

No sé con qué querría haber estado soñando Judi entonces, así que la foto es de donde querría haber estado yo: el Lago Titicaca, desde la Isla de la Luna, lado boliviano, con la Cordillera Real nevada al fondo. Para mí el Titicaca es ese lugar donde verdaderamente sientes estar tocando el cielo, donde los azules hacen palidecer a cualquier otro color, donce quiero llevar a todos los que quiero (Mini, prepárate en unos años). Es mi lugar mágico, es mi "lugar en el mundo" (Aristarain, 1992).


-Judiiiiiiiiii, Judiiiiiiiiiiiiiiii, soy Carlosssssssss, llevas mucho rato dormida, vengaaaaaaa

Judi abre los ojos y se encuentra con un enfermero de reanimación filipino en su cara. Gritando. No puede hablar. Pasa de hablar. 

-Judiiiiii, no cierres los ojosssssssss , despiertaaaa

Entonces, la tabla de salvación, una figura amable en medio de ese caos: el anestesista. Qué ha pasado? Qué tenía? 

-Todo ha ido bien, Judi, no te preocupes. Quién lo iba a decir: tenías apendicitis 

-Apendicitissssssss???? 

-Sí, con presentación atípica, había sido envuelta por otros órganos, por eso no se veía con las pruebas de imagen... 

-Pero todo este tiempo??? Se habrá perforado? 

-Me temo que sí... pero está todo controlado. Irá todo bien. 

Everything's gonna be allright. Everything's gonna be allright. Judi se sube en una montaña rusa de emociones mientras se reanuda la proyección de diapositivas. Inmenso cabreo. Desconcierto. Pero al final, alegría: estoy aquí para contarlo. No es una enfermedad crónica. Algún día me reiré de esto. Porque, como dice el dicho, al final, todo estará bien. Y si no está bien, es porque no es el final.

...Y todo está bien. Así que por fín, de esta historia, aquí escribo el final.


08 junio 2010

Hey Jude, don't be afraid

Comenzamos esta serie echándole la culpa a Judi , pasamos la primera noche surrealista con ella en el hospital eduardiano y hasta nos metimos con ella en el escáner. Usando excusas baratas del tipo "ha habido un tiroteo y estarán muy ocupados", me arrastró a casa, pero ya entonces la suerte estaba echada: Judi volvía a lucir el conjunto "gown-for-hospital-use-only," (con sus medias blancas antitrombosis a juego) el 27 de abril.

El oráculo (a.k.a. escáner) había por fín hablado, dictaminando: "areas de inflamación en zona pélvica", pero todavía muy inespecíficas. Se barajaban distintas posibilidades, pero nadie sabía. Como la otra vez, la bienvenida al hospital fue un "Nil by mouth" que suele hacer poca gracia cuando has pasado el día anterior soñando con donuts.

Como siempre, la noche del ingreso está llena de anécdotas blogueables (sinceramente Judi, te deberías abrir un blog) que me cuenta a la mañana siguiente. No tengo tiempo ni ganas de bloguear, pero escucho aparentando interés. Y es que Judi ha compartido sala con tres mujeres de armas tomar: a babor, una señora de unos 70 con enfermedad pulmomar obstructiva crónica, que a todos los efectos significa tener el equivalente de un generador de feria taladrando tu trompa de Eustaquio cuatro veces al día. No por su respiración, que también tiene lo suyo, sino por el aparato que la ayuda. Mientras me cuenta esto me traslado a aquella vez que vimos, en el parque, a una familia de picnic con un generador de todos los demonios. En lugar de llevarse la tortilla de patata y el bocata, habían optado por llevarse al parque, es un decir, sopa de cocido, con todos sus anexos: microondas y generador.

Pero divago: la segunda señora, a estribor (en imagen) parece no tener ningún problema a simple vista. La médica que viene a verla nos saca de dudas (hay que ver lo aburrida que es la vida en un hospital, esto supone el momento de máxima emoción matinal): "Así que, Señora Fairland, cuando sintió por primera vez el dolor precordial estaba usted jugando al bingo?" Me encantan los ingleses.

La tercera compañera parece muy mayor y frágil. Casi todo el día lo pasa con las cortinas corridas. Judi se levanta a medianoche con doble objetivo: uno, apagar la luz de la respiración a babor, que le está haciendo un tercer grado. Cuando llega dispuesta a apagar el maldito foco, se encuentra con 35 enchufes y acaba desviándolo (en su cara, hubiera querido) porque a saber de qué interruptor hay que apretar para no apagar el respirador, el oxígeno, el suero, en fín... De paso hacia el baño, Judi oye lo que parece un susurro de cadencia regular que la asusta bastante: bladibladibladibladiblá. El ruido sale de las cortinas de la anciana frágil. La curiosidad mató al gato, pero es que Judi sólo iba al baño, diría ante un tribunal. Bladibladibladibladiblá. Y mira por un resquicio la cortina y, arghhh! es un cura, dándole lo que supone que es la extrema unción!!! Pero qué mal rollo! Judi corre a su cama a esconderse debajo de las sábanas, como cuando era peque.

A la mañana siguiente aparezco yo, con un globo de "Get well" (nooo, es broma) y el nuevo equipo de cirujanos. Hay que admitir que ganan de entrada un montón de puntos tanto para Judi como para mí por el mero detalle de aparecer a las 8:30 am en lugar de a medianoche. Enseguida Judi me pone al día con las jerarquías (que están perfectamente delimitadas en este mundo también). En el pódium con laureles en la cabeza se sitúa el Consultant (un tipo de unos 45, mezcla interesante de negro y oriental, risueño y tranquilizador). En segunda posición, el Registrar avanzado (a punto de terminar su formación y llevar laureles), turco, griego, no sé. En tercera, el Registrar pipiolo, un indio tremendista que se ve en la obligación de detallar todos los posibles diagnósticos infames, y sus posibles terroríficas consecuencias cuando pasa luego él solito. Por debajo, las distintas variantes de juniors. Vamos, un mogollón de personal que escriben, debaten y al final nos echan el jarro de agua fría: mañana, a primera hora, laparoscopia. Dependiendo de lo que encuentren, se procederá.

Se procedequé???? Bramo cuando se van. Judi, siempre tranquilizadora, me explica: primero meten una fibra óptica por el ombligo, ya que no se ha visto en ninguna prueba qué pasa ahí adentro. Según lo que encuentren, pueden operar y entonces... hago como que escucho, pero mi mente está ya en otro sitio. Judi parece como si estuvieramos en una terraza, se come un yogur, y comenta el libro que estoy leyendo. Ella vio la peli, que le gustó. El libro está genial, digo, pero es, pienso, totalmente inadecuado para la ocasión: Fight Club. Existencialismo puro y duro.

Judi se duerme, miro por la ventana: veo una pared de ladrillo del que puso Eduardo VII, una cañería negra, por la que crecen hierbas salvajes, y una ventana que no se ha abierto en décadas. La desolación en tan inmensa que me deleito pensando en las fotos que saldrían en ese rincón infame. Encuentro unas florecillas minúsculas azules entre los hierbajos. Me vuelvo y Judi sigue durmiendo. Pienso que mañana por fín tendremos respuestas, y unas notas musicales me secuestran: Na na na, na na, na na na na... Y creo que esta letra fue escrita para ella...

Hey Jude, don't be afraid
You were made to go out and get her
The minute you let her under your skin
Then you begin to make it better

And anytime you feel the pain, hey Jude, refrain
Don't carry the world upon your shoulders
For well you know that it's a fool who plays it cool
By making his world a little colder






Hey Jude, don't make it bad
Take a sad song and make it better
Remember to let her into your heart
Then you can start to make it better

Hey Jude, don't be afraid
You were made to go out and get her
The minute you let her under your skin
Then you begin to make it better

And anytime you feel the pain, hey Jude, refrain
Don't carry the world upon your shoulders
For well you know that it's a fool who plays it cool
By making his world a little colder

Na na na, na na, na na na na

Hey Jude, don't let me down
You have found her, now go and get her
Remember to let her into your heart
Then you can start to make it better

So let it out and let it in, hey Jude, begin
You're waiting for someone to perform with
And don't you know that it's just you? Hey Jude, you'll do
The movement you need is on your shoulder

Na na na, na na, na na na na, yeah

Hey Jude, don't make it bad
Take a sad song and make it better
Remember to let her under your skin
Then you begin to make it better

Better, better, better, better, better, oh!

03 junio 2010

Judi. Los malos. Iguazú. El donut.

Lo peor de los días en que desaparecí de la blogosfera para estar con Judi a mediados de abril fue la incertidumbre (lo de las noches ya lo he empezado a contar). Ninguna radiografía (ni las hechas con nocturnidad) y ninguna ecografía alevosa mostraba nada. La única que iba a cara descubierta era la sangre: leucocitos y proteína C reactiva elevados. Judi me contaba, flashbacks del Harrison's Principles of Internal Medicine, que ambos son marcadores de inflamación. Inespecifícos, eso sí, como el dolor. Nada concreto: todo parecía tener como último objetivo despistar a los hombres de celeste.

Precisamente por tanta inespecificidad, y porque la sangre se doblegó ante tanto antibiótico en vena, Judi acabó siendo dada de alta sin diagnóstico, pero con una cita para meterse en el donut. No se sabe si usar los donuts como metáfora del TAC (tomografia axial computerizada, o escáner) es apropiado o más bien responde a la imaginación calenturienta, hambrienta, o simplemente asustada de nuestra heroína.

Yo insistí en que no era buena idea irse sin respuestas, pero Judi me acabó convenciendo de que estaría mejor en casa ("there is no place like home"). Ya la empezáis a conocer: casi me canta "El mago de Oz" entera, y luego me intentó despistar (consiguiéndolo) con el debate "todas estas niñas de la literatura o el cine clásico siempre se van de aventuras trepidantes, pero siempre quieren regresar, o al final todo ha sido un sueño". Aquí al lado, sobrevolando Westminster, hace un siglo, la propia Wendy le pide a Peter Pan volver de "Nunca Jamás". A Alicia, Lewis Carroll le deja probar el "País de las Maravillas" por un ratito, y luego... todo ha sido un sueño. Lo mismo que a Dorothy, breve paseo por Oz y luego... "no hay ningún lugar como tu casa". Pero es tan verdad!

Pasados unos días, en los que Judi hizo vida más o menos normal, llegó la cita del escáner. 26 de Abril a las 7 de la tarde, y hacía sol. La escena que nos encontramos al llegar al departamento era de esas del primer Almodóvar. Ay, "la belleza de vivir al filo de la navaja, me encanta Londres" (Judi), "esto dará para bloguear" (Di). Tomamos asiento pretendiendo que es absolutamente normal compartir sala de espera con varios policías armados con metralletas custodiando a un malo. Malo no al uso: sentado en silla de ruedas, luciendo un gown.

(Nota: El gown es uno de los basics o "must have" hospitalarios, la prenda que esta temporada todos debemos tener en nuestro armario. Se trata de una especie de camisón que se ata por detrás, permitiendo soltura de movimientos, y viene en varios colores. Algunos tienen el detalle de llevar escrito "for hospital use only", por si acaso alguien tiene dudas).

Durante la espera, y como preparación para meterse al donut, Judi tiene que beberse Iguazú. Yo tengo una asociación de lo más primaria: los Waterboys. Pero el caso es que el Fisherman's Blues se me pega y permanece como una intrusión no bienvenida el resto de la tarde. Light in my head/ You in my arms.

Judi se va con el técnico radiógrafo que le coge una vía, con cierto chapucerismo: tanto que el tipo murmura "bloody mess" (nunca fue "bloody" mejor usado) mientras busca maneras más o menos dignas de achicar la sangre apasionada, juguetona y de factor Rhesus negativo de mi querida amiga. Su segundo descuido, me cuenta luego Judi, es por omisión. El pobre debía estar nervioso con tanta metralleta y olvida comentar los efectos secundarios del contraste. Judi, ya metida en pleno donut siente alguna sensacion extraña, que ahuyenta con los Waterboys, que le he logrado pasar. Light in my head/ You in my arms.

Al salir, veo a Judi hablar con el técnico. Y es que Judi se cree que por pertenecer a este mundo en el que se creen todos elegidos, la clase médica, va a recibir trato de favor. Alucino: le está pidiendo ver el resultado! Di, discreta, hace como que escruta detalladamente un cuadro medio impresionista. Increíble: el radiógrafo le dice que llama al médico para que le explique. Judi me guiña el ojo. Cuando aparece, veo a Judi debatir con él unos minutos. Yo leo interesadísima un folleto sobre lavado de manos exhaustivo para terminar con las infecciones hospitalarias.

Pero su gozo en un pozo: el médico es junior, no se puede mojar sin supervisión, y su jefe está liadísimo en urgencias con el tiroteo. Miramos de reojo las metralletas y al pobre malo que está bebiendo pozales, esperamos que por castigo. Judi me habla muy deprisa, un tiroteo, un rollo de peli de acción, en cualquier momento explota un helicóptero. Judi, tenemos que ir a urgencias, tienes fiebre. Pero en urgencias no tienen aún el resultado, está lleno de malos heridos. Salimos y, en la puerta de urgencias, mil tocineras, menudo despliegue.

Judi me da una mano y con la otra, para un taxi.

Light in my head
You in my arms


01 junio 2010

La extraña primera noche de Judi en el edificio de 1909

Siguiendo con el divague en el que culpábamos de todo a Judi, nos quedamos con mi amiga "controlando" en aquel hospital, y conmigo intentando hacerle los días algo más cortos. Pero las noches... para entender porqué cada noche me la tuvo que contar ella a las mañanas siguientes, hay que conocer ciertas particularidades de los hospitales ingleses, que trataré de resumir hoy. Sin embargo, para comprender lo que en aquellas noches aconteció, tendremos que recurrir a métodos menos convencionales que las diferencias culturales, la razón, o la lógica... 

  El edificio fundado en 1909 por Edward VII 
Quien haya visto "Atonement" (Expiación), la película basada en el libro del mismo tít
ulo de Ian McEwan (recomiendo ambos, es difícil llevar a la pantalla un libro que hable sobre el proceso de la escritura), tal vez pueda hacerse una remota idea de lo que era un hospital británico en la Segunda Guerra Mundial: con sus salas grandes con cortinas separadoras de cada cama (ver los raíles en la foto y detalles abajo), y sus normas: aquí nadie se queda por la noche porque "no tenemos facilities". En líneas generales, y quitando el glamour de los uniformes de las enfermeras, siguen igual. 

 A tenor del susodicho hospital, y aunque esto suponga una ruptura cronológica en la narrativa, pecaré: no puedo resistirme a incluir aquí una conversación que escuchó Judi, días después en la cama de enfrente. La que se acabaría convirtiendo en nuestra heroína, Vera, 96 años, señora encantadora que nos sonreía siempre al menor indicio de contacto visual, sufría una de esas entrevistas para ver si hay signos tempranos de Alhzeimer. Y tres hurras por Vera: 
-Enfermera: ¿En que año estamos, Vera? 
-Vera: 2010 
-E: Muy bien, Vera. ¿Y quién es nuestro Primer Ministro? 
-V: Pues no lo sé, aún no está claro... 
-E: Muy bien Vera, nadie lo sabe (eran esos días de incertidumbre post 6 de mayo). ¿Y dónde estamos? 
-V: En... un edificio 
-E: Bien, Vera, pero ¿en qué clase de edificio? 
-V: Un edificio... grande 
-E: Sí, Vera, muy grande, pero ¿qué tipo de edificio es éste exactamente? 
-V: Emmmmm 
-E: ¿Es un colegio? ¿Es una oficina de correos? 
-V: Emmmmmm... no, es algo... médico.
-E: Muy bien, Vera, un hospital. 

 Bien por Vera la perifrástica: Edward VII puso el primer ladrillo del "edificio grande y médico" en el que nos encontramos, en 1909 y, aunque tiene alas nuevas, tiene otras en las que realmente parece que la enfermera de arriba va a aparecer de un momento a otro a hacerte un "bloodletting" medieval... 

  Las cortinas separadoras o rasssssss a medianoche 
Rasssss es la onomatopeya de una cortina que se corre/descorre, en cualquier sitio. En un hospital inglés, rassssss suele ser malas noticias: el paciente las ha cerrado por algún motivo (dormir, dormir, tal vez soniar?) y alguien las abre con la mayor brusquedad - aunque algunas almas amables dicen "nok nok" (y más onomatopeyas). Y hete aquí que, a eso de la medianoche, cuando Judi está profundamente dormida, esas cortinas se abren cual Teatro Nacional, y una luz le hace un tercer grado. Judi, con dificultad, logra recordar dónde está, quién es y qué hace allí. El siguiente nanosegundo lo pasa identificando a los diez tíos vestidos de celeste (ya no van de verde, ya no es lo que era) alrededor de su cama. Los cirujanos. 

  Los cirujanos, esos seres superiores 
Los cirujanos merecen un capítulo/divague aparte, y no quiero ni exaltarme, ni dedicárselo. Para los no-iniciados, los cirujanos pertenecen a una progenie especial del genérico médicos. Los cirujanos son odiados por los médicos porque "sólo entienden el cuchillo", y ellos, a su vez, desprecian al resto, porque ellos son Dios. 

 La división historica entre médicos y cirujanos está bien documentada. Estos últimos pertenecían al gremio de los barberos en la Edad Media, y tanto afeitaban, como sacaban muelas, como cortaban tripas. Una descripción (patético best seller) se encuentra en "The physician" de Noah Gordon. El caso es que, hasta el día de hoy, los cirujanos no usan el titulo "doctor", sino "mister/mistress/miss". Porque al principio los médicos no los consideraban médicos (dr.), y ahora porque les da cierto aura ir de Míster en un mundo en el que todos, hasta los pobres anatomopatólogos, son doctores. 

Entrevista con el vampiro 
Tras esta anotación al margen, volvamos a la medianoche de Judi, rodeada de cirujanos de distinto nivel (hay que ver todos los múltiples grados de residentes y residentillos que le siguen al cirujano máximo). Máximo debe tener 103 años (tanto tiempo de formación...) y no se ha quitado ni el ridículo gorro de quirófano. Judi piensa, a ver, chato, que si vuelves al quirófano te tendrás que quitar ese pijama, hace mil horas ya no-estéril, por no hablar del gorro, pero qué pintas. Máximo le dispara a Judi a bocajarro: 
-M: ¿Tienes hambre? 
-J: Estooooo (Nota: Judi lleva "Nil by mouth" -sin comer ni beber- desde la mañana, pero repasemos: es medianoche y lleva cuatro horas dormida)... pues ahora... no 
-M: ¿Puedo explorarte la tripa? (los otros escriben como posesos) 
-J: Bien... ouch... ouch... ouch... ouchhh (ay, ay, ayyyyy
-M: Bueno, sigan con los antibióticos intravenosos y ahora mismo una radiografía abdominal 
-J: Gracias (¿¿¿¿ahoraaaa???? ¡¡¡Pero si llevo aquí desde el mediodía!!!) 

  El porteador nigerano de Córdoba 
Las 2 a.m. Judi se ha vuelto a dormir, y cuando la despierta un nuevo rasssss se pregunta si la visita de los de celeste ha sido el prólogo de una pesadilla. El que la requiere ahora es el porteador (di-adaptación de la palabra "porter" que me gusta mucho más que la horrible "celador") para bajarla, en silla de ruedas, a rayos. 

 El funcionamiento del edificio de Edward VII está supeditado a este grupo de personal, tan vital como el de los cirujanos. Los susodichos porteadores están increíblemente solicitados, y siempre toca esperarles. Porque aunque Judi pueda caminar al departamento de radiografía, en el mundo institucional que es el hospital, el paciente ha de ir sobre ruedas (y el grado de inclinación del medio de transporte dependerá de cuánto esté uno echando las tripas). En el caso de Judi: 90 grados, luego no está tan mal. Judi me cuenta que, por primera vez, entiende cómo se sienten los bebés en las sillitas de paseo. El porter gira que es un primor, y la muy finolis casi se marea. Cierra los ojos e intenta seguir la conversación: es nigeriano, vivió quince años en Córdoba, donde aún tiene su familia. Habla castellano perfectamente, con acento andaluz, y es que "como en ehpaña no ze vive en ningú zitio". 

 Las 3 a.m. Judi alucina y piensa que seguro que esto es la parte amable del sueño... pero a la vez ... 

I see the bad moon arising 
I see trouble on the way I
 see earthquakes and lightin' 
I see bad times today...

28 mayo 2010

Échale la culpa a Ju-di.

Antiayer, que dicen los colombianos, se intentó dar alguna pista sobre los pasos (perdidos) de Di en estas últimas semanas. Pero dejemos de marear la brújula blogosferil. Ha llegado el momento de desenmascarar la verdad a los ínclitos divagantes: la culpa de todo la tiene una tal Ju-di.

Don't blame it on sunshine
Don't blame it on moonlight
Don't blame it on the good times
Blame it on Ju-di

No culpes a los rayos del sol
No culpes a la luz de la luna
No culpes a los buenos ratos
échale la culpa a Ju-di








Introito: O quién es Judi

Cómo empezar. Judi es una amiga de toda la vida, de esas que siempre está contigo, aunque no esté. Somos similares y muy diferentes: me enervo cuando veo en ella mis errores, y le doy palmaditas en la espalda cuando hace algo que me parece bien. Nos complementamos a ratos, pero a la vez hay demasiadas aristas como para que, de nosotras dos, saliera un puzzle perfecto. Alguna vez nos entendemos, y a menudo nada de lo que la otra dice tiene el menor sentido. Judi es Jeckyll cuando Di es Hyde, es mi superego cuando tengo un ataque de id, es mi Tyler Durden que me pide tocar fondo. Cuando Di es Sancho, Judi quiere pelear contra todos los molinos. Cuando Judi es la serena Jane Eyre, yo soy la loca del ático. Si Di está centrípeta, Judi se siente centrífuga. Es la nuestra una relación tempestuosa, cálida, pasional, impaciente.

Medio: Judi "controla"

Tal vez algún divagante notó, en algún punto impreciso de Abril, que Di se separaba de la blogosfera como de puntillas, un par de breves ratitos. La culpa ya era de Judi: y es que una tarde me llamó, con fiebre y dolor abdominal, pero tú tranquila, eh? ... está todo controlado, porque 1. bla, 2. bla y 3. bla. Se me olvidaba anotar que en su otra vida, a Judi le pagan por ejercer el oficio de Galeno: ello implica que ya tenía una serie de diagnósticos diferenciales en su cabeza, ninguno digno de alarma, nada preocupante. Todo estaba bajo control.

Me intenté resistir a tanta flema británica. Resultado: uno de nuestros famosos pulsos rituales, que esta vez gané yo. Porque "tan bajo control estaba todo, que acabaste en el hospital" me daban ganas de espetarle. Ella insistía en que sólo estaban investigando, y probablemente no fuera nada más que 1. bla. Recuerdo muy vagamente aquellos días primaverales de larguísimas conversaciones - conversaciones que versaban principalmente sobre las idas y venidas de la vida cotidiana. El divlog era parte de algunos de nuestros ratos juntas, y cuando descubrí que podía comentar desde la blackberry, fue mucho más divertido. Cuando Judi volvía de la ecografía, de la radiografía, del enésimo análisis de sangre, alguien había publicado, y lo leíamos, y reíamos (o llorábamos), y Judi comentaba comentarios, y yo se los rebatía, y de aquella amalgama salía algo más o menos coherente. Pero siempre sin tildes y sin eñes.

In crescendo: Confesiones (Diva me excomulga)

Aunque hubiera querido divagar desde la blackberry, estaba claro que iba a ser complicado. Como en aquel punto (aún) no quería molestar a Diva, se me ocurrió la genial idea de pedirle al Pedalista que colgara "Friday I'm in love" un viernes cualquiera. Con terribles consecuencias, porque el Peda, armado de blogger, hizo de su capa un sayo y se lanzó al mundo del plagio bloguerístico: la primera vez, lo habéis adivinado, fue aquel "Sunday morning" (amenazaba con Manic Monday cuando le tocara un lunes). Ya completamente sumido en la espiral del divague, tuvo el nervio de publicar aquella famosa entrada sobre las inclinaciones sexuales de la repipi de tirabuzones borbónicos.

Entiendo que el divlog está tomando unos derroteros que pasan de la doble a la múltiple personalidad, porque si ya los descreídos no dan un duro porque aquí divaguen dos, y apuestan porque Diva y Di son realmente Diva no-medicada, qué pensarán de los nuevos fichajes: nuestra por ahora, febril hospitalizada Judi y el Pedalista-negro (ghost writer como McGregor en la peli de Polanski)? Pero tranquilos: a partir de ahí se invitó al Pedalista a abrirse un blog propio para hacer su terapia/incendio/boikotvital, y quién sabe si lo ha hecho (lo del blog, terapia está claro que no).

Finale: Escribir. No hay elección

Pero divago. Desde Judi y Di pegándose por la blackberry en abril hasta hoy han pasado muchas cosas. El que las tengo que escribir... de eso no hay dudas. El cómo ya es más complicado. Desconozco si el humor, ese gran compañero y mecanismo de defensa, va a funcionar en situaciones que se vivieron como límites. Ignoro si abrirme en canal va a ser publicable, por mero pudor (recuerden que en ciertos temas una ya es medio inglesa). No lo sé.

He oído a muchos escritores decir que escriben "para que les quieran". Yo, sin embargo, escribo para los que me quieren, y para mí misma. Escribir es una necesidad, no se elige.

Como no se elige en el amor. Pero él os lo cuenta mucho mejor que yo...

"Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque-la-aman, yo creo que es al vesre. A Beatriz no se la elige, a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un concierto".


Si jugáis a la Rayuela, cosas como estas y más en el Capítulo 93

26 mayo 2010

Es un pájaro? Es un avión? Es Di!!!!

Las yemas de mis dedos sobre el teclado. No pulso, contengo la respiración y disfruto del momento con el que llevo soñando varias semanas. Ahhh, escribir. La pantalla limpia o "el terror del folio en blanco" que no suelo sentir.

Pero ay, ahora, qué difícil. Cómo convertirme en una Ariadna eficaz en eso de densenrollar el ovillo, para guiar a los que se aventuren a seguir leyendo? Cómo lograr que no se pierdan aquellos que se lancen a coger el hilo, cuando todo está todavía medio nebuloso para mí? Qué les deparará a los que se arriesguen a meterse, tal vez perderse, en este laberinto?

Lo de vender no es lo mío, así que sólo diré que, quién sabe, tal vez merezca la pena leer cómo se juegan las batallas con el Minotauro. Algunos, a esto, lo llaman catarsis.

Pero antes, imposible comenzar sin mandarle todos los cariños y las gracias y los besos y las mañanas soleadas a mi codiva y mentora, la divina Diva. Ella ha mantenido este barco a flote solita, con tempestades terribles. Ella ha sido de las/los que me han ayudado a acabar con el susodicho Minotauro. Ella ha tenido clavarios, malos viernes, claudicaciones paviles y mucho más en esta "Primaverus Horribilis", pero ha resistido. No me la merezco. Y por supuesto, muchas gracias a los divagantes, divagautas, divagadores: está claro que somos mucho más que dos.

Así que la mejor manera de darle(s) las gracias que se me ocurre es tirarme a la piscina con el cuestionario aquel en el que se hipotetizaba sobre mis posibles coordenadas - "di algo"- (cómo me reí: mala es Diva y los divagantes)
Y mañana será otro día...

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A) Di está confinada en una habitación, aislada, sin conexión al mundo virtual. Entre otras cosas, está dedicando tiempo a meditar, a pensar y a tribular. Mmmmmmmmm caliente caliente, sobre todo por lo de tribular... (ha estado en chirona??? como el Peda???)

B) A Di le han llamado para escribir críticas de cine los de la revista Empire y está muy atareada. No puede dedicar tiempo a este mísero blog ahora... Firmará como Maléfica. Una nunca se vendería a tamaña burda publicación mainstream. Maléfica sólo escribe para blogs de éxito o publicaciones de vanguardia.

C) A Di, le ha caído un clavico un poco gordo, una estaca y tiene que digerirla. Está atravesando un momento "reposo". :):) Esto de "reposo" me suena a "Clínica Mental El Reposo", a las afueras de nuestro querido DF donde acaba un personaje de "Los detectives salvajes" (gran libro). Qué mas quisiera yo que las Divas hubiéramos estado en nuestro mítico DF.

D) Se ha fugado con el El Chico de la Consuelo y no los localizo. Me parece que van a franquiciar las tiendas de "El Mañico" all over the world. Si alguien sabe algo que avise. Seguiré la línea de Consuelo's echando balones fuera. No quiero hablar, pero se prepara algo gordo. Y hasta aquí puedo leer.

E) Se ató a una verja para defender los derechos de la mujer en el medio rural británico y no encuentra la llave del candado. Claro, asumimos que a la pobre Maléfica le va el rollo bondage, barrotes, esposas y cadenas. Pero es más bonito: Di siempre atada a ciertas causas, aunque sea metafóricamente, y siempre a saco y sin llave (violines y ronquidos en el background).

F) El Basajaun la ha raptado y se la ha llevado a los bosques donde ni la blackberry le funciona.
Ay, ser raptada por un monstruo salvaje, qué romántico. Nota: la blackberry ciertamente no funciona en ciertas junglas, por mucho que digan los de la City.

G) Di ha sufrido un cambio en sus percepciones, lo que le ha ocasionado una avalancha de ideas para el blog y las tiene que digerir. No puede con tanto material. Totalmente cierto. Prepárense para la catarsis, pequeños saltadivagantes.

H) Después de varios intentos, ayer la pude localizar en el teléfono del Pedalista. Fue la primera vez que oí a Di por teléfono. Tiene una voz muy bonita. Diva, tu voz aquel día me iluminó la noche.

I) En su nuevo trabajo le han prohibido bloguear desde la oficina porque todo el contenido de su ordenador es de alto secreto y temen infiltraciones. Nunca blogueo desde mi trabajo. El MI5 hizo algunas preguntas incómodas, pero les quedó claro que soy la única de toda la blogosfera que tiene un trabajo-que-conlleva-trabajar.

J) Su novio la vio divagando con los hombres a través del este blog. Y ahora la tiene que ir a ver al hospital y le susurra cuánto le quiere... Falso. Mi novio ha visto a mil hombres divagarme en la cara y él ni se inmuta.

K) El día 3 de mayo fue su cumple y un punto de inflexión en su vida. Como consecuencia de eso está preparando una macro celebración, lo cual la tiene muy atareada. El peor cumple de mi vida. Inflexión? Más bien intentando tocar fondo. Las celebraciones, mejor micro: soy de distancias cortas.

L) Di ha estado muy ocupada con la campaña electoral Británica. Se ha convertido en la mano derecha de Nick Clegg, el joven y magnético líder del Partido Liberal Demócrata. La veréis pronto en todas la tv y en ocasiones especiales. Vuelve Lady Di. Agrrhhh, no: no soy ni su mano derecha (en todo caso la izquierda) ni su cacareada esposa española.

M) Ha decidido montarse un blog ella solita, con dominio propio y todo http://www.malefica.com/ Diva, qué haría yo sin ti? Pero además es que Maléfica no necesita dominios, ella domina.

N) Pelea de Di-vas. Diva y Di se han peleado por el asunto del tigre y su comentario mordaz. Como las dos son muy testarudas ninguna quiere dar su brazo a torcer. ¡Ea! Por un tigre, las Divas, enfadarse?

Ñ) Hicimos una apuesta sobre si alguien notaría la ausencia de Di en el blog si dejaba de escribir y obviamente una de nosotras ha perdido. Ya sabes que la mitad piensan que somos una, con trastorno de personalidad múltiple, o que yo soy tu lado oscuro, o que tú eres mi lado glamurosaejecutiva...

O) Se ha hecho del "Betis". Le ha dicho su preceptora que mejor no bloguee. Está todo el día encomendando. Esto debe ser falso, porque es un código indescifrable para mí...

P) Está bien, Di nunca ha existido. Estoy cansada de fingir que somo dos. Yo creé el personaje y yo me lo he cargado, ja, ja, ja, jaaaaaa (risa de Maléfica) Claro que he existido, Norman, y ahora vengo a tomar lo QUE ES MÍOOOOOOOOOOOO!!!

Q) Di ha descubierto que Mini tiene un don especial para la flauta travesera y la está preparando para dar el golpe en "Britain's got talent" al estilo de Susan Boyle y así vivir de rentas el resto de su vida. Al estilo de Susan Boyle???? Tú quieres que discutamos no?

R) Hemos decidido escribir una cada mes. Lo hicimos a suerte y me tocó empezar a mí con mayo. Quién me ha robado del mes de mayo?

S) Di se ha dado a la vida mala, drogas, alucinaciones, miedos nocturnos... No sé como acabará.
Di, me estás dando mala vida, yo pronto me voy a escapar, gitana mía por lo menos date cuenta, gitana mía por favor, ve y déjame respirar... Di, me estás dando mala vidaaaaa

T) La familia real ha vetado a Di en el blog. Tiene prohibido escribir hasta que Leonor cumpla los 18 años. Falso, más bien al revés: igual que hay que saber elegir a los enemigos, hay que saber elegir a los divangantes. Son un punto negativo en nuestro curriculum.

U) Tal y como se veía venir, Di y su suegra han acabado en el hospital. No podía ser de otro modo. Quién dijo miedo habiendo hospitales?

V) La última vez que hablé con ella me dijo que se iba a Islandia a hacer unas fotos preciosas a nosequé volcán. Ahhh, qué maravilla. Imaginen: Islandia, no salen los aviones, incomunicados en esta época del año: leyendo, divagando, haciendo fotos y mirando el sol de medianoche desde los baños geotermales... alguien se apunta?

W) Ayer hablé con el Peda y está desolado. El viernes pasado Di le dijo que se iba a buscar tabaco y hasta hoy... Cree que le ha abandonado. A Diva le crece la nariz por momentos...

X) Di ha descubierto que Cortázar sigue vivo y ha decidido irse a vivir con él a Paris. Ahhh, Julio, un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas... andábamos sin buscarnos sabiendo que andábamos para encontrarnos...

Y) Mi cobloguera ha decidido tomarse un año sabático y viajar por medio mundo. Cada 6 años toca. Es cada 7, numero mítico. Y anda que no bloguearía furiosamente ni nada desde mi eee PC...

Z) Di ha sucumbido a la influencia de su fashion gurú y ahora publica videos en you tube bajo el pseudónimo de "la Danenna". Tiene muchos seguidores. Sucumbo en presente continuo con la Fashion siempre, pero youtube! Aprendices! Lo que hay es varios magnates del petroleo peleándose por hacernos un contrato.