an

Mostrando entradas con la etiqueta México. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta México. Mostrar todas las entradas

01 diciembre 2024

"Los recuerdos del porvenir" de Elena Garro y vino especiado en el Foyles de Charing Cross Road

En Foyles
En un año en el que he leído varios libros que me han encantado, decir que
"Los recuerdo del porvenir" es mi mejor libro del año es decir mucho. No había leído nada y apenas me sonaba su autora, la mexicana Elena Garro, que lo escribió en 1953 - aunque fue publicado por primera vez en México en 1963. Creo que la primera vez que se publicó en España fue en 1994 y el pasado septiembre la reeditó Cátedra, que es siempre un festival de anotaciones y con introducción de Yannelys Aparicio y Ángel Esteban (111 páginas).  Este mismo año otra mexicana, Jazmina Barrera, ha publicado un libro sobre la autora titulado "La reina de espadas", que no he leído, pero sí que me he empapado de todo lo que ha caído en mi mano sobre Elena Garro. 

Sin embargo, cuando me he puesto frente al divague, me he dado cuenta de que no podía escribir sobre la autora y sobre el libro, porque recordemos qué paso con el divague de Charmian Clift, hace unos meses - al intentar hablar de su libro "Mermaid singing" y su vida tan llena de, precisamente, vida-, o con Shirley Jackson y "We have always lived in the castle", o incluso Patricia Highsmith y "The talented Mr Riley": en todos los casos la cosa se fue de mano y me salieron divagues tirando a tesinas -solo que sin supervisión. 

Así que hoy voy a hacer todo lo posible para no escribir sobre su biografía (ahora, en relectura, me doy cuenta que he fracasado, aunque hey, hay que valorar la intención), pero enlazo un podcast en el que hablan de su "azarosa" vida [nota: todo en este podcast llamado "Grandes infelices" es deprimente -por lo menos no engañan con el título-, no solo por su contenido, sino por la forma: atención a la música, el tono y las inflexiones de voz del narrador] y un documental "La cuarta casa". Tras verlo, confieso que me ha hipnotizado totalmente esa ancianita frágil que me acababa de dejar KO con la lectura de su novela, diciendo cosas como - con ese acento delicioso-, "si pudiera le daría un borrón a toda mi vida, ¿no has visto que solo hice tarugadas?". Me ha recordado a aquel otro documental literario sobre otra ancianita de manos expresivas, "El centro cederá", Joan Didion. Me ha enternececido muchísimo -mirad el tráiler abajo y me entenderéis- a la vez que me ha costado encajar a esa persona con todo lo que he leído sobre ella después, que me ha llevado a pensar que todas esas "tarugadas" a las que se refería eran tal vez la expresión de un trastorno de la personalidad límite (no me hagáis entrar en qué es eso, pero pobre: cuánto sufrimiento), que encima se casó con un piezas como el poeta y Nobel Octavio Paz, según todas mis lecturas un ser tirando a deleznable: machista, controlador, mentiroso, tirano -no será casual que un personaje de la novela diga: "No me gustan los poetas, no piensan sino en ellos mismos". Mi conclusión es que chocaron dos asteroides en llamas y de ahí salió lo peor de cada uno.

Hall de Foyles,
Charing Cross Road

Antes de comenzar con el libro, una nota aparte: las fotos de hoy son de una tarde esta semana en Foyles, una de las librerías fantásticas en las que me encanta perderme. Era una evening de música, "mulled wine" (vino especiado caliente), "mince pies" (unos pastelitos que, como el mulled wine, son aquí típicos de Navidad) y un montón de autores firmando libros esparcidos por rincones de sus cinco plantas. Me llevó a varias reflexiones: 1. con lo duro que es que te publiquen y luego puedes estar ahí sentado esperando tú sola (esos autoresm me daban pena, y después de un par de encontronazos intenté evitar contacto visual o hubiera acabado comprando el libro para animarles), 2. la fila que daba varias vueltas era para una chica joven que había escrito algo titulado "Todo lo que sé sobre las fiestas, citas, amigos, trabajos, vida, amor" (sin palabras) y 3. me topé de frente con Rick Astley, que debía ir al baño y está con el mismo tupé que en los 80 pero ya no pelirrojo. Se cierra el inciso, rebobinemos 70 años y volvamos a México. 


Esta es la autora por la que siento profunda envidia
no-sana, dada la gran fila de chicas que quieren
conocer todo lo que ella sabe del amor, fiestas y citas.

Como decía, Garro escribió "Los recuerdos del porvenir" en 1953, durante una enfermedad en la que empezó a recordar su infancia en Iguala, ciudad a unos 200 kms del DF: alguna vez dijo que le costó un mes (alucino). Muchos la consideran una de las precursoras del realismo mágico, término que no le gustaba, le parecía una estrategia comercial; y mejor no entremos en el concepto del "Boom", un club solo de señoros. Esteban y Aparicio cuentan en la introducción que hay una diferencia clara de estilo en García Márquez pre y post "Cien años de soledad", la novela paradigmática del realismo mágico, publicada en 1967. Las anteriores ["La hojarasca" (1955), "El coronel no tiene quien le escriba" (1961), "La mala hora" (1962)] no tienen elementos mágicos y la hipótesis es que Gabo leyó "Los recuerdos del porvenir" que había sido publicada en 1963 y le influyó en su literatura posterior.  Yo no me acuerdo mucho de "Cien años de soledad"  -y eso que es de los pocos libros que he releído- aparte del mítico principio y Rebeca [no Amaranta, eskerrika asko Nati por la correción y por esto, que me ha dado ganas de volverla a leer: "llegó a Macondo con un saco que contenía los huesos de sus padres muertos y les contagió la enfermedad del insomnio"], la niña que tiene pica, que en aquella época yo todavía no sabía que se llamaba así ni que podía ser indicativa desde de déficits de micronutrientes hasta otros desórdenes: en esos momentos para mí solo era una niña rara que se comía la cal de la pared. Re-escribo: Yo no me acuerdo mucho de "Cien años de soledad"  porque en aquella época no tenía blog, ni existían los docus de word y no escribí sobre ella como estoy haciendo ahora, pero para eso están los académicos: para explicar que Dorotea, uno de los personajes al que desde que los zapatistas le quemaron la casa, se le queman los frijoles o las nubes de mariposas amarillas que cruzan los jardines, son precursores de cosas que pasan, 14 años después, en la novela del colombiano. Hasta Ixtepec es visto como el origen de Macondo. 

No pidan hoy relación entre el texto y las fotos:
no me da la vida (solo va la autora con éxito
saber de parties o qué?)

Ah sí, Ixtepec (qué nombre más bonito, sera porque tiene "x"?) es el pueblo donde transcurre la acción y que además es el narrador de la historia. Y describe nada menos que así:
"Mis casas son bajas, pintadas de blanco, y sus  tejados aparecen resecos por el sol o brillantes por el agua según sea el tiempo de lluvias o de secas. Hay días como hoy en los que recordarme me da pena"
"La noche estaba inmóvil, se oía el respirar pesado  de las montañas secas que me encierran, el cielo negro sin nubes había bajado hasta tocar tierra, un calor tenebroso volvía invisibles  los perfiles de las casas". 

 "Los reflejos alargaban el tiempo. En los rincones se instalaron  formas extravagantes y el olor de las cucarachas gigantes llegó a  través de las rendijas de las puertas. Una humedad viscosa se untó a las paredes y a las sábanas. Afuera se oían caer las hojas podridas  de los árboles. El ir y venir de los insectos produjo un ruido  sofocante. La noche de los trópicos devorada por miles de alimañas  se agujereaba por todos los costados y los esposos oían mudos la  invasión de agujeros".

 ...y el verbo "recordar" de la primera frase (que es del potente primer párrafo del libro), nos avisa de uno de los temas de la novela, también explícito en el título (recuerdos y porvenir), que sugiere un tiempo circular: "Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga". Tantas veces luego hemos oído o repetido versiones de esta frase para indicar que ese ser querido que nos ha dejado seguirá vivo mientras le recordemos. El tema del juego entre tiempos y espacios (que mis académicos llaman "instancias cronotópicas") es constante: "cargado de recuerdos no vividos", "¿Y si estuviera viviendo las horas de un futuro inventado?", o...

Algunos de esos días  habían quedado aparte, señalados para siempre en la memoria,  colgados de un aire especial. Luego el mundo se volvió opaco,  perdió sus olores penetrantes, la luz se suavizó, los días se hicieron  iguales y las gentes adquirieron estaturas enanas. Quedaban todavía  lugares intocados por el tiempo como la carbonera con su luz negra.
Aquí ya me había fundido la mince pie, 
pero el vino estaba infumable

Aunque Ixtepec es un narrador masculino, las mujeres tienen un papel muy importante en la novela: Julia Andrade, guapísima, distante, inalcanzable: "No podían perderla: bastaba seguir la  estela de vainilla dejada por su paso. En vano la condenaban cuando estaban alejados de ella, pues una vez en su presencia no podían escapar al misterio de mirarla. (...) Las noches en que Julia no salía de su hotel, la plaza languidecía". E Isabel Moncada, rebelde, independiente,  con facilidad para "improvisar la alegría", desafiante de la sociedad patriarcal: "A Isabel le disgustaba que establecieran diferencias entre ella y sus hermanos. Le humillaba la idea de que el único futuro para las  mujeres fuera el matrimonio. Hablar del matrimonio como de una  solución la dejaba reducida a una mercancía a la que había que dar  salida a cualquier precio". Los estudiosos han comparado a Isabel con la Virgen de Guadalupe, por lo de etérea y admirada, y a Isabel con la Malinche (la intérprete y luego amante de Hernán Cortés, vista por algunos como la traidora máxima y por otros como la madre del mestizaje mexicano), por un giro de guión que no desvelaré. Cuando me he enterado que Garro dijo que su obra no era feminista y se declaró anti-feminista en alguna ocasión, no me lo podía creer: la novela fue escrita hace 71 años y es adelantadísima en ese aspecto . Claro que en otra entrevista dijo que si una mujer es rebelde, es feminista, y que los personajes de sus novelas lo son. Como ella misma, que fue siempre a contracorriente, no solo de la sociedad, sino de la intelligentsia de la época, con la que se enfrentó tras la Matanza de Tlatelolco (esto daría para otro divague, está en el podcast). 

A la salida del metro en Tottenham Ct. Rd. han puesto
unos cubos con proyecciones: me encantaron


En primer lugar, Garro venía de una clase acomodada, y en algunos lados he leído que era políticamente conservadora, muy opuesta al comunismo a la vez pero una gran luchadora por los derechos de los campesinos, los indígenas y los oprimidos en general, lo que queda clarísimo en "Los recuerdos del porvenir" y es parte de lo que, en cuanto a contenido, la hace tan atractiva (dice un personaje: "Hay que ser pobre para entender al pobre" o "Los  pobres, «montoncitos de basura» como los llamaba Dorotea, se  contentaban con la generosidad de los balcones abiertos y ansiosos recogían los pedazos de la fiesta").  Garro no era popular con los intelectuales que hoy llamaríamos "woke": en 1937 estuvo en una conferencia en plena guerra civil en Valencia, junto con muchos intelectuales, como "esposa de" (Paz) y no encontró su sitio: le parecían de una hipocresía terrible, supongo que para ella el defender ciertas ideas debía conllevar vivir en un barril á la Diógenes Laercio. Fue simpatizante de revoluciones como la cubana inicialmente, pero luego se decepcionaba (la realidad es lo que tiene, nunca puede llegar al nivel del sueño).  Además, era católica, de misa en latín y creyente en los milagros -me pregunto si esto puede perdonarse por el contexto mágico latinoamericano que dio lugar precisamente al realismo mágico. 



La Guerra Cristera forma el fondo de la novela: en 1926 comenzó esta guerra porque el entonces presidente, Plutarco Díaz Calles, quería ejercer control sobre los bienes de la Iglesia y establecer el número de curas por circunscripción. Para ello clausuraron iglesias y conventos, las gente se revolvió y murieron unas 70.000 personas. Se hace rarísimo leer que los militares llegan a Ixtepec a intentar poner en práctica este control, cuando al menos en España, estos dos estamentos, iglesia y ejército, siempre van de la mano. Así llega el implacable general Francisco Rosas con su séquito de militarzuelos de distintos rangos y sus "queridas" (así llaman a las amantes de esta panda, muchas de ellas prostitutas que se alojan en un hotel, donde la vida es "apasionada y secreta") a Ixtepec. Militares que están, como siempre, en contra del pueblo, pero choca que estén persiguiendo a los curas.


Rosas tiene por "querida" a la guapísima Julia Andrade, claro, y está locamente enamorado, pero ella pasa millas y muestra una indiferencia que para mí es más dolorosa que el rechazo frontal («Mientras más la quiere, ella se le va más lejos. Nada la entretiene: ni las alhajas, ni las golosinas. Anda ida. Yo he visto sus ojos aburridos cuando él se  le acerca. También lo he visto a él sentado al borde de la cama, espiándole el sueño»). Por supuesto formas de violencia que hoy nos parecen intolerables son presentadas con total naturalidad (recordemos, escrito en 1953): una de las queridas le dice a su amante que ojalá que Rosas le "dé una buena" porque "Es muy rejega. Merece unos fuetazos y luego su azúcar, como  las yeguas finas". Y cuando él le pregunta por qué a Julia no la quieren las mujeres dice, con amargura "tal vez porque a ninguna de nosotras nos quieren como a ella". Mentira: hemos crecido con ese cuento, pero quien bien te quiere no te controla, no te monta números, no se hace el atormentado... si lo está, es su tema, nada tiene que ver contigo. Dijo Garro que Julia, rosa de hielo, era su personaje favorito de todos los que escribió en su vida: "Se le  escapaba brillante y liquida como una gota de mercurio y se perdía  en unos parajes desconocidos, acompañada de unas sombras  hostiles. (...) Julia no andaba en este pueblo. No pisaba tierra. Vagaba  perdida en las calles de unos pueblos que no tenían horas, ni olores,  ni noches: ".

Como no voy a contar  la trama de la novela, no diré lo que pasa con esa relación, aunque los estudiosos han podido ver metáforas con la historia de México (a veces me pregunto si muchos autores no se sorprenden cuando leen lo que la crítica literaria hace de sus textos-en algunos casos seguro que ha sido muy planeado, pero en otros, cuando los análisis son psicoanalíticos, me echo a temblar), pero sí quiero explicar que los militares no salen precisamente bien parados en esta novela. Decir militares siempre es volver a lo funesto, lo desagradable, lo que queremos lejos, pero en Latinoamérica mucho más. Aquí no es diferente y Garro lo describe a la perfección:
Así volvimos a los días oscuros. El juego de la muerte se jugaba con minuciosidad: vecinos y militares no hacían sino urdir muertes e intrigas.

Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de calores de que están hechos los colores.

La muerte de los demás es un rito que exige una precisión absoluta. El prestigio de la autoridad reside en el orden y en el despliegue de fuerzas inútiles.

«Se lo llevaron» era peor que morir
 La noche avanzaba difícilmente, llevando a cuestas los crímenes del día. 
 ¿Te acuerdas del tiempo en que no teníamos miedo?
«No todos los hombres alcanzan la perfección de  morir; hay muertos y hay cadáveres, y yo seré un cadáver», se dijo con tristeza; el muerto era un yo descalzo, un acto puro que alcanza el orden de la Gloria; el cadáver vive alimentado por las herencias, las usuras, y las rentas. 

 He puesto todas estas citas porque creo que reflejan mucho mejor de lo que pueda explicar yo el ambiente de la novela. Si la estoy recomendando encarecidamente por ahí no es por la historia que cuenta Ixtepec, que puede interesar más o menos, sino precisamente por esa manera de contarla, tan maravillosa. He subrayado tanto el libro, he puesto tantas "d" metidas en un círculo (que es la manera como me digo que ahí hay una descripción) que me resulta imposible explicarlo con mis propias palabras que se quedan tan pequeñas, tan mediocres a su lado.

Un nuevo ritmo presidía la casa: el aire estaba hueco, los pasos inaudibles de las arañas se mezclaban al impasible tictac que corría sobre la cómoda. Una presencia inmóvil dejaba quietos los muebles y muerto el gesto de los personajes en los cuadros.

En el salón las consolas quedaron en suspenso y los espejos impávidos se vaciaron de sus imágenes. Nunca más la casa de los Moncada escaparía a ese hechizo. El tiempo sin pianos y sin voces empezaba. En la cocina los criados velaban al silencio con silencio.

De  noche la sierra es estrecha y no deja pasar a los fugitivos, lanza  rocas a los caminos y las almas en pena se pasean aullando por sus  crestas negras. 
La tristeza de Julia pareció contagiarse a todo su grupo y de allí  extenderse a la plaza entera. En los rostros de los militares, repentinamente tristes, los encajes negros de las sombras de las  ramas escribían signos maléficos.  Grupos de hombres vestidos de blanco, recargados en los  troncos de los tamarindos, lanzaron ayes prolongados que  desgarraron la noche. Nada más fácil entre mi gente que esa rápida  aparición de la pena. A pesar de las trompetas y los platillos que  estallaban dorados en el kiosco, la música giró en espirales  patéticas.

Esto ya es paseando por Londinium-la-nuit

No sé si he leído por ahí, o es cosa mía lo de que la novela es profundamente sensorial: «¡Ah, no estar nunca más  en el olor de este cuarto!», dice un personaje. Pero eso es mucho más que una descripción sensorial, es demasiado potente para ser solo eso. O lo visual: "y el cuarto se llenó de lianas y de hojas carnosas": cómo, por qué no se me ha ocurrido eso nunca a mí? Qué preciosidad es esa, que me transporta a esa misma estancia, con toda su opresión que es gelatina que se me pega por todo el cuerpo. 



"«¡Qué vida, mejor se acabara!» y caminábamos los días que ya no eran nuestros", dice otro de los personajes, y me recuerda a la ancianita que se duele de todas las "tarugadas" que hizo en el video de abajo. Antes, otro hace una pregunta que "venía de un mundo en el que todavía contaban las acciones y existía la esperanza", un mundo que desaparece y la desolación parece que se intuye, es salvaje: "Sin saber por qué, les dijimos adiós como si se fueran para siempre".

La cita del principio "Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga" enlaza perfectamente con esta otra de más adelante en la novela: "Cuando llega el olvido es que ya acabó la vida". De nuevo, el tiempo circular, que a través de las décadas ha traído a mi vida a esta autora,  como uno de esos terremotos mexicanos. Como una ola, la describió Octavio Paz, "que sube y baja, que viene y va, incontrolable, y a la que no hay que preguntar el origen y sentido de sus vainenes", analizan los críticos; como un txunami, Elena Garro, llegó tu escritura a mi vida. 


20 junio 2020

"Desierto sonoro" de Valeria Luiselli: Frontera, tormentas, niños perdidos


He encontrado que, cuando un libro te cae del cielo, sin saber quién ni porqué te lo ha enviado (más datos aquí), la experiencia lectora es distinta. Inevitable intentar encontrar mensajes cifrados en el texto, pistas entre líneas, pero nada. Una vez, cuando a los 17 me llegó una rosa anónima, las floristeras a las que fui a investigar me dijeron "no te preocupes, quien te manda una rosa algún día se manifestará". Me pregunto si esta regla sirve para los libros?


Así empecé "Desierto sonoro", la novela de Valeria Luiselli, una autora joven mexicana que vive en Nueva York. Pese a su misteriosa aparición, enseguida atraída por el imán del título: me llevaba al desierto de Sonora, y con él a uno de mis libros favoritos "Los detectives salvajes" (Roberto Bolaño, 1998). Luego estaba la América profunda, ese animal mitológico para mí y para tantos, que se intuye va a pintar el fondo de esta novela-road-movie (pista: las polaroids de la tapa). Quién no ha soñado con alquilar un Ford Thunderbird como el de Thelma & Louise y recorrer las carreteras secundarias de ese país, parando a dormir en moteles con puerta a la calle, como en las películas-algunas de miedo. Ese país que ya hemos visto a través de los ojos de otros, aquellos fotógrafos de carretera (las fotos de este divague son de ellos) Robert Adams, Ilf y PetrovRobert Frank, Walker Evans, Stephen Shore. Oh, justamente ayer, tuve un pequeño flashback de nuestro mes por las américas en 2014 (no precisamente en un Thunderbird, sino en el famoso Chíncue), cuando encontré un jabón del "Motel 6", una cadena donde debimos pasar una noche. El pobre ya no olía a nada: dónde han ido estos 6 años. El de los protas es un viaje en el que se intuye que tienen tiempo "para mirar las cosas, en lugar de imponer tu punto de vista", esos en los que también se pierde la noción del tiempo: parece que saliste ayer, o hace media vida. Esos viajes maravillosos que supongo solo existen en la juventud y espero en la jubilación, fuera de los corsés de tres semanas de vacaciones. Pero divago: también el título me ha llevado a novelas "de frontera" como "Manual de senioras de la limpieza" de Lucia Berlin: cómo me gusta todo lo sensorial que tiene esa zona, esa luz que transmite, esa pereza. Y por supuesto, al monstruo "2666" y su letanía de mujeres muertas, particularmente en una parte de la novela en la "Caja V", cuando la autora nos incluye unas cuantas páginas de "Reporte de mortalidad de migrante", un listado de características de los niños que se quedan en el desierto, antes o después de cruzar la frontera. 

Walker Evans


Porque ese es el tema principal que recorre la novela, y le da título en inglés "Lost Children Archive" (El archivo de los niños perdidos, suena a Peter Pan, pero en terrible). Es la primera novela de Luiselli en inglés, que ha contribuido a su traducción al español (no digo castellano, porque es español de México), y la verdad es que es uno de esos pocos libros que no te dueles en la traducción. La protagonista está obsesionada con los niños perdidos, su marido con los apaches, y los hijos que llevan detrás en el coche acaban, si no obsesionándose, sí siendo pequeños expertos en niños migrantes y apachería. A veces me hace gracia cómo los hijos acaban siendo mini-entendidos de los grandes temas de sus padres: un día, ante un vídeo de dos cacatúas en el respaldo de una silla, una bailando como loca, y la otra pasiva y levantando una pata para que la marchosa no se le acerque, Mini dictaminó: "una tiene TDHA (Trastorno de Hiperactividad e Inatención) y la otra autismo". Señor. Yo, intentando devolverle la infancia perdida, pregunté: "quién crees que es el aitá y quién la amá?"



El libro tiene varias partes, distintas voces y unas seis cajas que en realidad son una excusa de la autora para poner referencias: libros, folletos, música, mapas. Se supone que llevan esas referencias consigo en el capó del coche, aunque no dice nada de "los bultos", la bolsas, ese pandemonium que se acaba montando en el maletero en un viaje largo. Aunque intente imaginar uno de esos coches gigantes americanos, no me entran las cajas. Tampoco me entra una de las voces: la del niño. Desde la mitad del libro en la que deja de hablar la madre y se pone un niño de 10 años a contarnos la historia, para mí pierde el interés. La principal razón es porque las reflexiones que tanto he disfrutado, tanto en contenido como en forma de la narración de la madre desaparecen: un niño no puede pensar ni hablar aún así -a no ser que seas Ian McEwan y hagas hablar a un feto como un profesor de universidad de 55. Pero además de aburrir su voz, tampoco te la crees. Así que ese ha sido el bajón que no esperaba porque la primera parte del libro... cómo no emocionarse con una autora que de repente, dice cosas como:

"Yo no llevo un diario. Mis diarios son las cosas que subrayo en los libros"

Yo conozco a alguna gente que se niega a subrayar los libros, "porque los quieren mantener limpios". Puedo llegar a entender a los que no subrayan porque no se les ha ocurrido, pero ser un lector ávido y no subrayar por eso? Para qué, para quién esa limpieza? Tal vez, como la autora, porque entonces sienten que no pueden dejar el libro prestado a nadie, porque ese alguien leerá el interior de su alma? No sé, yo no concibo leer sin subrayar ni anotar. La lectura es un diálogo con el escritor, con tu novio, cada uno de un color (la autora y su pareja cuando aún se quieren subrayan el mismo libro furiosamente), luego lo será contigo misma cuando releas, y con suerte, algún día, será un diálogo con tus hijas, tus nietas, tus sobrinas, las hijas de tus amigas, y quién sabe qué compradora de libros de segunda mano que lo encuentre en una librería de viejo-si es que eso en el futuro existe.  Y si existen los libros en papel como producto masivo.



Como la prota, diarizo la novela y anoto en el margen de un capítulo titulado "tormentas" la palabras "vuelta de Fuendetodos", tal vez para recordarme que debo escribir aquí lo bonito que describe "el gran vacío de estas llanuras. Todos dicen: vastas y yermas. Todos: hipnóticas. Nabokov probablemente en algún sitio: indómitas. (..) Las tormentas que desgajan el cielo de las mesetas. Se ven a kms de distancia. Inspiran miedo y aún así conduces de frente por la autopista, con la tenacidad estúpida de los mosquitos, hasta alcanzarlas (...) funden tu mirada observante y lo que observa (...) Y la lluvia, que naturalmente cae, parece que asciende". Una vez, en el verano de los 15 años, cuatro amigas partimos, un día cualquiera de Agosto (oh, esos veranos sin tiempo), en bicis de aquellas BH, sin cambio de marchas ni soportes de botellas de agua, de Vetustilla de la Torre a Fuendetodos (sí, el pueblo donde nació el mayor genio etc). Lo que venían siendo unos 25 kms enmedio del desierto. Salimos pronto por la mañana, y una vez en Fuendetodos, pasamos la mayor parte del día en una taberna, que recuerdo muy oscura, toda madera. Literalmente, no se podía salir, y mientras caía fuego del cielo, lo que sí recuerdo es una conversación interesantísima, donde las cuatro nos contamos cosas que nunca habíamos hecho, compartimos sueños, ideas, vulnerabilidades, lo que fuera: nada recuerdo, pero sí la intensidad y la felicidad del momento. Una de nosotras ya no está desde hace unos años, y con la distancia que da vivir aquí en la isla, cada vez que pienso en ella me cuesta creérmelo, no ha pasado. Ya hacia el final de la tarde hubo que subirse a las bicis para el retorno, y como Luiselli, vimos las nubes negras al fondo pero éramos esos mosquitos suicidas, tal vez. Foto fija de la llanura sobre la que pedaleábamos, una línea recta que moría en un horizonte borroso y que se rompía en un crack de relámpagos. Cuando empezó a llover, con una furia de esas que tanto gusta ver desde tu ventana, fue épico, en el mal sentido de la palabra (Mini estaría en desacuerdo): tuvimos que tirarnos a la cuneta, nada con que cubrirnos, no toquemos las bicis, volvamos a las bicis, la goma de las ruedas nos protege... esa clase de intercambios, gritando en contra del viento, ya por fin enfrentándonos a una bajada de vértigo en la que una cayó, y por fin llegar al siguiente pueblo donde nadie vio llegar a cuatro zombies directas de la peli de Romero. Aunque nunca alquile el Thunderbird en Arizona, he estado allí, aunque en la España de mitad de los 80 no vimos los carteles propaganda que hoy parece que pueblan las carreteras de nuestros protagonistas: "El adulterio es un pecado", "Feria de armas de fuego, este fin de semana". 



Ah, los diarios en sus múltiples formatos: diario que-es-un-blog, que-es-un-libro-anotado, que-es-un-cuaderno-que-dice-diario-en-su tapa. Mini tiene uno de esos últimos y la otra noche la pillé, antes de dormir, leyéndolo. Me acerqué, tono didáctico: "Mini, sabes lo que decía un escritor llamado Oscar Wilde?". Y contesta, toda seria: "sí, mummy, decía que siempre viajaba con su diario porque quería siempre tener a mano algo fascinante que leer". Plonk. "Mummy me lo has contado un montón de veces". En serio soy tan pesada?



Pero divago, volvamos al desierto de Sonora. Como decía, la madre tiene un montón de ideas interesantes, y sobre muchas de ellas ya hemos escrito (sin duda, peor), aquí en el divlog: "Las conversaciones en una familia se convierten en arqueología lingüística: erigen el mundo que compartimos". Ah el famoso tubalé, al divagante Lux le encantaba. En esa familia tan precaria -también es la crónica de un amor que se ha acabado-, se pregunta la protagonista dónde irán esas conversaciones. Igual que los besos no dados, dónde van? Y esa sensación de estertores finales se tiene durante todo el viaje, y se sufre con ella, no por el amor de la pareja, ya que él es un ser si cara ni carácter, silencioso y con presentido malhumor, sino por los niños, hermanos de alquiler, que no permanecerán juntos, turnándose con los padres, ya que el niño es hijo biológico solo del padre y la niña de la madre. Familias reconstituidas. Aquí sabes que la ruptura de la pareja implica abrir una grieta entre los hermanos, que tal vez solo se recordarán por fotografías. Es como cuando habla de las pertenencias, que "a menudo sobreviven a su dueño, y podemos imaginar un futuro en el que existan las cosas y no las personas que queremos". Guardarán esos ninios algo de su hermano efímero para cuando ya no sea más? "Un souvenir del camino que no tomé"?



Igual solo las fotografías, que "crean su propio recuerdos y suplantan al pasado". Cuánta verdad dice Luiselli: pasa el tiempo y cierras los ojos muy fuerte, conjurando la imagen de esa persona, ese lugar y al final, se va todo borrando y solo quedan las fotos. Les quedarán a esos niños las polaroid quemadas de los moteles de tres al cuarto, de sus rizos clareados por el verano saliendo del sombrero de cowboy, de aquella lagartija que salía por el ojo vacío de una muñeca abandonada? (gracias Bigas Luna por la imagen) Esas fotos donde salen haciendo muecas, haciendo el tonto, como salen los niños, en contraste con los adultos: "los adultos posan para la eternidad, los niños para el instante". Nosotros, y nuestros estúpidos selfies, intentando parecer interesantes, misteriosos, atormentados: "con gestos solemnes, mirando al horizonte con vanidad patricia o directo al lente con la intensidad de una estrella del porno". Yo suelo intentar la última, pero tras haber introducido la imagen de estrella del porno (gracias, Luiselli), ya no podré volver a posar así. O me entrará la risa floja y acabaré apareciendo como los niños de la prota: haciendo el monger para el perfil de Linkedin.

"No, no es interesante, solo es guapo, y su belleza es del tipo más vulgar: indiscutible". Esta frase no sé bien dónde meterla, así que admito aquí el uso del calzador. Quiero no olvidarla porque expresa bonitamente algo que pienso, y me autoexplica: el porqué he preferido otra cosa a los guapos de libro, de belleza indiscutible. 



Luiselli, como yo (y supongo que aquí compartimos el ser emigrantas hispano-parlantes en países anglosajones) se plantea si ha sido colonizada culturalmente por categorías occidentales, blancas, anglosajonas. Y como ella, yo también me rebelo contra el lenguaje académico, ese corsé que hay que ponerse para publicar en investigación o, en su caso, crítica literaria, que ella define como "autoindulgente, rizomático, anfetamínico y tantas veces vacío". Eso me recuerda a un párrafo ya famoso de la crítica Judith Butler, y cómo la academia muchas veces falla en lo principal: comunicar. 


Otras reflexiones que me han interesado orbitan sobre el contenido mismo del proyecto documentalista de la protagonista: ?es justo convertir la vida de esos niños que intentan cruzar solos la frontera entre México y los EE.UU. en contenido mediático? Con qué objetivo? No nos damos cuenta que los que lo leen o ven o escuchan sienten rabia pero,nanosegundo después, siguen con su vida? Cómo su trabajo va a cambiar las cosas? Volvemos al porqué escribimos los que lo hacemos, Ese Tema: 

"Lo único que los padres pueden darle realmente a los hijos son los pequeños saberes: así es como te cortas las uñas, ésta es la temperatura de un verdadero abrazo, así es como se desenreda el pelo, así es como te amo. Y lo que los hijos pueden darle a los padres es algo menos tangible, pero a la vez más grande y duradero, algo así como el impulso para aceptar la vida plenamente y comprenderla para ellos y tratar de explicársela, comunicársela con «aceptación y sin el más mínimo rencor», como escribió James Baldwin, pero también con una cierta furia y valentía. Los niños obligan a los padres a buscar un pulso específico, una mirada, un ritmo, la manera correcta de contar una historia, a sabiendas de que las historias no arreglan nada ni salvan a nadie, pero quizás hacen del mundo un lugar más complejo y a la vez más tolerable. Y a veces, sólo a veces, más hermoso. Las historias son un modo de sustraer el futuro del pasado, la única forma de encontrar la claridad en retrospectiva"

Y una vez más, otro de los puntos en los que me encuentro en Luiselli. Quizás esto sea una loca carrera intentando sustraer el futuro del pasado. La primera mitad del libro que cayó del cielo, como una tormenta de verano salvaje,  era definitivamente para mí. Gracias, quienquiera que fuese que conjuró la lluvia. 




08 febrero 2017

"2666" de Roberto Bolaño: No hay vuelta atrás

"Un oasis de horror enmedio de un desierto de aburrimiento"
Charles Baudelaire
(epígrafe de "2666")




El día de Nochebuena en Vetusta, perdida en el subterráneo de una librería, uno de esos momentos maravillosos de vacaciones. Perdida de mis compinches, los tres, cada uno por su lado. Por fin nos reencontramos, y compartimos el botín: Mini presenta "Poesía Espaniola para ninios" (me encanta que le guste la poesía, a mí a su edad me hacían memorizar muchas), que incluye poemas de ALberti, Fuertes, García Lorca, populares..."Entrevistas breves con hombres repugnantes" de David Foster Wallace para el Naúfrago Ro es el mío, y el Peda nos aparece con "2666", la novela póstuma de Roberto Bolanio, el chileno que nos enamoró hace anios con "Los detectives salvajes". En serio? Hacía tiempo que le tenía ganas. Lo peso: fácil más de un kilo y medio. Cómo lo vamos a llevar, malditos aviones? Te das cuenta de cómo van las maletas?

El día de Navidad, inopinadamente, meto un dedido del pie en la piscina. Sin ninguna intención de baniarme, eso está clarísimo, "yo soy quería probar" ("prueban esto, prueban aquello, aprendan de Warren, al que nunca le han podido probar nada!"-disculpen la broma solo-para-iniciados): hojeo las primeras páginas, sin saber que, desde allí, me voy a tirar al agua, al principio voy a tener algo de frío (al fin y al cabo, es el día de Navidad), voy a preguntar por ahí si hay toalla, pero al final voy a seguir nadadando... hasta nada menos que el final. Increíble. 


Pero han pasado bastantes cosas raras durante este lectura: en primer lugar, esta novela ha convertido a una lectora lenta en una Correcaminos o tal vez Speedy Gonzáles de las páginas-qué apropiados ambos personajes, uno por su hábitat desierto, otro por México.  Un libro de 1216 páginas leído en 36 días: termino el 30 de Enero. El que haya tenido el libro entre sus manos, entenderá además porqué esto es, además, físicamente un gesta (de la emocional hablaremos luego): no es un "portable", imposible sacarlo de casa en el fondo del bolso, este libro pide una dedicación espacial como pocos. Y la experiencia de leer "2666" en horizontal (mi estado basal lector) es dolorosa, y no metafóricamente. Pasado un rato, te quitas el tocho del pecho y notas cierto dolor precordial, que no te preocupa porque ahí a tu lado has dejado el ladrillo.

Practicalidades aparte, pasemos este párrafo aburrido que se puede encontrar en cualquier web cuanto antes: el libro está dividido en cinco partes, y es una "novela río": cada parte es independiente, pero tienen algo en común, como los afluentes, de ahí lo de río, lo pillan? Bolanio estaba ya muy enfermo cuando lo escribía, y su deseo fue que se publicara en cinco novelas, para ayudar a sus herederos. Estos, sin embargo, reunidos con el editor de Anagrama tras su muerte decidieron publicarlo como una novela total. Una vez terminado el párrafo aburrido, una confesión: no quería hacer un título de cada una de las partes, sino más bien un divague-haiku. Ya me conoce el divagante fiel, yo soy muy concisa, sucinta diría. Así que no quería el monstruo en el que se está tornando este divague, pero al final, parece que la hidra va a tener cinco cabezas, y que no voy a poder cortar ninguna, sino abrazarlas. Pero divago: yo estaba metiendo un dedito en la piscina congelada:


1. La parte de los críticos
Lo que más me gusta de Bolaño es que su Gran Tema es siempre la Literatura, el proceso de escribir, lo que consume al escritor, lo que supone escribir, de placer y de dolor. Y la primera parte, "La parte de los críticos", nos pone ya en bandeja esta obsesión del autor: se trata de una "novela de campus", donde cuatro críticos literarios europeos se encuentran, unidos por una pasión, la de un escritor de culto medio esotérico alemán llamado Benno Von Archimboldi (gran nombre, por supuesto un seudónimo). Nadie conoce a Archimboldi, nadie le ha visto, pero para sus fieles escribe como los ángeles.

Los cuatro críticos -que durante el capítulo se encuentran y desencuentran en diversas ciudades europeas- quieren, valga la redundancia, encontrar a Archimboldi. Entre tanto, congresos, ponencias, mesas redondas, paseos por calles empedradas de la vieja Europa (en estos días post-brexit, un cierto pang desolado aquí, tras el esternón), hablan por teléfono de madrugada, follan, se enganian, se presentan sin aviso en la ciudad de otro, se sinceran... En un punto deciden volar a México, en concreto al desierto de Sonora, porque en los círculos archimboldianos se comenta que tal vez el viejo alemán, del que ya saben es altísimo, esté por allá. 


Yo, mientras leo esta primera parte, me encuentro al principio confusa: de momento no me arrebata, y me impaciento porque yo lo que quiero es que salgan Belano y Lima y todo el movimiento del realismo vsceral si es necesario. Dónde está mi Bolanio? El que escribía cosas como "un amor desesperado, un amor que los anios no podían aplacar, aunque sí volver más indigno, más innoble, más atroz" y que llevan a decisiones monumentales tipo "teníamos que separarnos, nos estábamos devorando". Quién se lo ha llevado? Va a seguir así, correcto, pero sin hacerme saltar mil páginas? (Ingenua, pienso ahora). No seguiré con el Libro Gordo de Petete si no cambia. Recurro a NaN, que me anima a seguir, "lee un poco más y sigues igual, lo dejas".

Continúo, y, vaya, cada vez las "fulguraciones" bolanianas empiezan a iluminar más mi lectura. Aunque no estoy en trance por los críticos y sus aventuras de académicos privilegiados, en otro planeta, empiezo a interesarme por su búsqueda: Archimboldi, yo también quiero ahora encontrarte.

"Para ella la lectura estaba relacionada directamente con el placer y no directamente con el conocimiento o con los enigmas o con las construcciones y laberintos verbales como creían Morini, Espinoza y Petellier"


él, como Schwob en Samoa, ya había iniciado un viaje, un viaje que no era alrededor del sepulcro de un valiente sino alrededor de una resignación, una experiencia en cierto sentido nueva, pues esta resignación nón no era lo que conmúnmente se llama resignación, ni siquiera paciencia o conformidad, sino más bien un estado de mansedumbre, una humildad exquisita e incomprensible que lo hacía llorar sin que viniera a cuento (…) como un árbol que se quema en el horizonte sin saber que se está quemando”.


2. La parte de Amalfitano
Cuando la primera parte termina, te deja tirada en el norte de México, desierto de Sonora, en la zona fronteriza con los EE.UU. Qué momento de mayor actualidad, Roberto, quién te iba  a decir que habría lectores en 2017 que combinaban la lectura de tu novela con las noticias de la construcción de un muro en esa zona frontera, en ese territorio comanche donde mayoritariamente transcurre la acción de "2666"?

No importa quién es Amalfitano, ni su hija, ni la madre que les abandonó para visitar a Leopoldo María Panero en el manicomio de Mongragón, flechada de amor por su poesía. Lo que me importa conservar es, por ejemplo, esta reflexión de Amalfitano sobre los gustos literarios de los pusilánimes:


“Escogía La Metamorfosis en lugar de El Proceso, escogía Bartleby en lugar de Moby Dick, escogía Un corazón simple en lugar de Bouvard y Pécuchet, y Un cuento de Navidad en lugar de Historia de dos ciudades o de El Club Pickwick. Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de entrenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los grandes maestros luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez”. (p. 289)

“Estas ideas o estas sensaciones o estos desvaríos, por otra parte, tenían su lado satisfactorio. Convertían el dolor de los otros en la memoria de uno. Convertía el dolor, que es largo y natural y que siempre vence, en memoria particular, que es humana y breve y que siempre se escabulle. Convertía un relato bárbaro de injusticias y abusos, un ulular incoherente sin principio ni fin, en una historia bien estructurada en donde siempre cabía la posibilidad de suicidarse. Convertía la fuga en libertad, incluso si la libertad sólo servía para seguir huyendo. Convertía el caos en orden, aunque fuera al precio de lo que comúnmente se conoce como cordura” (p261)

O esta otra, me ha hecho sonreir... "Me encanta la palabra follar, qué bonito hablan los españoles" (p. 445)

3. La parte de Fate

Fate es un periodista negro que vive en EE.UU. y comienza entrevistando en la desolación de Detroit a un ex-miembro de los Panteras Negras. Esta reflexión política me puso en pie:

"Lo inútil se impone no como calidad de vida sino como moda o distintivo de clase, y tanto la moda como los distintivos de clase necesitan admiración, pleitesía. Por supuesto, las modas tienen una esperanza de vida corta (...), y después pasan por todas las etapas de la degradación. El distintivo de clase, sin embargo, solo se pudre cuando se pudre el cadáver que lo llevaba encima.", y "mi casa tenía clase y la suya solo tenía estilo"


Fate viaja al desierto de Sonora a cubrir un combate de boxeo, y esta parte, tal vez mi favorita, valdría la pena aunque solo fuera por esta imagen:
"El masajista  (..) es un tipo ciego que se pasa todo el día (...) tirado en el suelo de su habitación leyendo libros en el idioma de los ciegos, (..) Braille. Fate se imaginó al masajista leyendo en una habitación completamente a oscuras y tuvo un ligero estremecimiento. Debe ser algo parecido a la felicidad, pensó".

Se acaba la parte tres y te das cuenta que lo que es común a las dos últimas es una nube negra que se ha instalado en el cielo. Hay una amenaza ominosa, hay bandadas de pájaros enloquecidos, hay inquietud... todo ello entre líneas.
 

4. "La parte de los crímenes"

Y nos metemos entonces en la página 475, cuando empieza "La parte de los crímenes", capítulo que termina en la página 861. Casi 400 páginas de capítulo. Y aquí es cuando de verdad me meto en la montania rusa. 

Bolaño parece que se obsesionó con una historia real, la de los asesinatos de mujeres que comenzaron en 1993 en Ciudad Juárez (llamada aquí Santa Teresa, el lugar de frontera al que me vengo refiriendo). Leyó todo lo que había que leer, llamó a policías, periodistas... y siguió sin respuestas sobre por qué la friolera de más de 700 mujeres fueron salvajemente violadas y asesinadas en Ciudad Juárez, durante casi 20 años. Las víctimas eran casi siempre trabajadoras de las "maquiladoras", fábricas estadounidenses en la zona de frontera, a las que el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994 entre México, EE.UU. y Canadá ayudó a proliferar. Aquí llegaban mujeres de todo el país, muchas chicas solas de zonas rurales empobrecidas. (Nota: Desde la frase anterior tengo un conflicto conmigo misma sobre qué tiempo verbal utilizar, solo pasado no, tristemente). En las maquiladoras las trabajadoras cobra(ba)n un sexto de lo que se cobraría en el país de origen. Las condiciones laborales eran (son) pésimas, y también las físicas: llegar al trabajo suponía (supone) a menudo ir caminando por caminos no pavimentados y sin iluminación. Estas mujeres, dentro de su pobreza, en el fondo estaban (están) retando a una sociedad tan machista como la mexicana: son independientes dentro de la precariedad extrema, y eso al machista, no. Además, en la frontera también tenemos el factor último para enturbiar y paralizar: el tráfico de la droga, las mafias, la corrupción policial y política. Un caldo de cultivo para la mejor novela de terror, solo que esto no es solo una novela. 


"Aquí casi todas las mujeres tienen trabajo. Un trabajo mal pagado y explotado, con horarios de miedo y sin garantías sindicales, pero trabajo al fin y al cabo, lo que para muchas mujeres llegadas de Oaxaca o de Zacatecas es una bendición" (p. 771)


Así que comienzo por la citada página 474 a leer la parte de los crímenes. La nube negra que ya nos había pintado Bolanio indirectamente en los otros dos capítulos, donde un profe de la uni (Amalfitano) teme por su hija, y un periodista negro (Fate) que esta de paso se empieza a interesar por un tema que parece aceptado como una plaga contra la que nada hay que hacer, cubre ya todo. Una chica trabajadora de una maquiladora aparece muerta tirada en un barranco, se describe su aspecto físico, la ropa que lleva, y los datos gores de lo que queda claro ha sido tortura y violación, anal y vaginal. La descripción, de estilo periodístico, termina con "la investigación no llegó a nada y el caso se cerró".


Tras el primer cadáver nos presentan a algunos de los actores secundarios -el principal está claro que son los crímenes- del capítulo: unos cuantos policías judiciales que investigan los casos, la psiquiatra jefe de un hospital, que se lía con un poli (el sino de l@s psiquiatras en el cine/literatura, follar con pacientes, polis, quien sea), una política del DF cuya amiga desparece, una abogada de un sospechoso que finalmente acaba en la cárcel... leyendo estas historias te vas haciendo idea del mundo que es Ciudad Juárez, fuera de los asesinatos, donde queda claro que es una ciudad sin ley. 

Pero son solo un par de páginas de presentación del actor de reparto: en un momento ahí tienes, otro asesinato, con todo detalle. Bolaño nos da de nuevo el nombre de la mujer, su descripción detallada, circunstancias, detalles gore, violación vaginal y anal, y el caso se cerró. Sigues avanzando en la lectura, intercalando las investigaciones y relaciones entre los distintos investigadores. Más muertas, con exhaustivas descripciones (si es que están reconocibles, no siempre, uno de ellos es tan bestia que un policía comenta que "aunque, claro, para hacer eso había que estar muy taras bulba" (p.624))  pero lo que es una constante es :"no se encontraron más pruebas, el caso se cerró", "nadie reclamó a la víctima, el caso se cerró". Supones que los asesinatos teminarán en un punto: pero llevas 100 páginas de esta cadencia. Cien. 



En ese momento, le pregunto a Nan. Qué pasa con los asesinatos? Nan dice que se tuvo que forzar para terminar con esa parte. Yo sigo leyendo, en estado de perplejidad, porque llevo ya 150, 200 páginas de muertes sin descanso, llevo todo eso de mujeres con distintos nombres y apellidos, con las caras desfiguradas, algunas irreconocibles, torturadas y violadas, y algo de investigación (incluyendo un tío que se mea en las iglesias). En ese momento cojo así, a ojo, otras 100 o 150 páginas, y miro de reojo porque simplemente no puedo creerme que Bolanio se vaya a pegar las 400 páginas de los crímenes describiendo hasta la saciedad, repitiendo hasta la naúsea lo mismo: la crónica de un periódico local del descubrimiento de un cadáver tras otro. En un punto habrá dejado claro su punto, valga la redundancia, me digo. Para mi sorpresa: sí, 200 páginas más adelante y la novela parece tener una estructura similar: tal vez cuando vaya por la página 750 sabré algo más del affair del poli bueno con la siquaitra, pero lo que parece claro es que se siguen matando mujeres con el mismo patrón, y que Bolanio me lo va a seguir contando. Hasta que no pueda más.

De hecho, leyendo una crítica alguien admitía que no había podido aguantarlo y lo había dejado en este punto. Una conocida tampoco pudo soportarlo. Lo cierto es que las descripciones son del infierno, directamente, y es imposible que no te afecten. Pero claro, lo que el lector imagina: te afecta igual que te tocan esas imágenes en el cine pero es que no es solo eso. La regularidad del horror en cantidades industriales consigue mucho más, o al menos algo diferente, que lo sentirá el lector de este divague al que se lo he contado en un par de párrafos. Pero cuesta mucho entenderlo, y de hecho yo no hice hasta la parte de los chistes, que no es un nuevo capítulo, aunque yo la llame así: son tal vez tres páginas para helarte la sangre. Porque como se suele decir, es peor el silencio, la complicidad de los "buenos" que la maldad de los malos. 



Inciso: Yo siempre he tenido mis dudas con los límites del humor. Por supuesto, nunca encarcelaría a nadie por tener pésimo gusto, pero en ciertos contextos yo no haría ciertas bromas. Aunque, como dice la frase, "daría mi vida porque quien quiera, las haga"-claro que, si estoy delante, también tendrán que atenerse a mi comentario, no sere cómplice. En todo caso, lo que siempre digo es que, por encima de lo anterior, el peor pecado de un chiste es no ser gracioso. Y a menudo, hay humor que llamaré "humillante" (del otro, claro, el reírse de uno mismo viene siendo de lo más saludable que hay) que es todo menos gracioso. Bien: inciso hecho. 

Cuando llevas decenas-cientos!- de páginas de asesinatos terribles contra mujeres que no le importan un pepino a nadie, mujeres pobres que han dejado a su familia para ir a ser explotadas laboralmente en una fábrica yanki, mujeres a las que nadie que puede hacerlo se molesta en proteger, entonces Bolaño te hace asistir a una quedada de policías en un bar. Y uno de ellos se arranca y se dedica a contar "chistes de mujeres". Chistes tipo "en cuántas partes se divide el cerebro de una mujer? Pues depende de lo duro que le pegues", o "qué hace una mujer fuera de la cocina? esperar que se seque el suelo", o "cuánto tarda una mujer en morirse tras un disparo en la cabeza? 8 horas, lo que le cuesta a la bala encontrar el cerebro", o "por qué tienen las mujeres una neurona más que los perros? pues para cuando estén limpiando el váter no se beban el agua", o "en qué se parece una mujer a una pelota de squash? en que cuanto más fuerte le pegas, más rápido vuelve". Se pilla el nivel?

Estas bromas duran tres páginas, y su lectura se me hace más dura que todo lo anterior. Es furia lo que siento, y aquí es cuando se me abren los ojos. La sangre, las vísceras, las unias y los dientes de todas las mujeres asesinadas tienen por fin una explicación. No hace falta, como en una vulgar pelicula de misterio yanki, que nos desvelen la cara del sicópata que va matando por su cuenta. Aquí está claro quien mata, y son todos. Como decía antes, mis dudas sobre los límites del humor me visitan de nuevo y me confirmo en que cada uno elige las bromas que hace, los chistes que cuenta, y que ellos te definen, hablan de ti, en lugar de la mujer, el negro, el minusválido, el pobre del que te intentas reír, a costa del que quieres brillar, con tu chiste. Que haga un policía estos chistes, y sus companieros se los rían (sin romperle la cara, que es lo que a mí me llama) ilustra el estado de una sociedad. Explica la misoginia, y lo nada que importan las mujeres. Cuando termino esta parte de los chistes, se me ha ido acumulando una ira de proporciones descomunales. Bolanio ha escrito un libro profundamente feminista, y no un ensayo académico, sino que te lo hace sentir. Rabia y desesperación, pero no la usual, intelectualizándolo; esta está en tus tripas. 



5. "La parte de Archimboldi"
En un estado de descompresión tal te deja este capítulo, que entonces cuando llega el último, "La parte de Archimboldi", alguien se acuerda del escritor de culto que cuatro académicos europeos buscaban denodadamente? No? Pues así me sentía yo en este punto: exhausta mentalmente, aún preocupada, dándole vueltas y vueltas al infierno aquel por el que he pasado los últimos días o par de semanas , y de que aún creo que no he salido. 

Así que no sé si estoy demasiado lista para leer la infancia de un ninio muy alto, y mucho menos para empaparme  con extremo detalle su tiempo como soldado en la Guerra Mundial (nunca he leído novela de guerra, creo, y aquí me aburre inmensamente). Todo lo que quiero hacer es acabar el libro, auqnue luego, contradictoriamente, termino huérfana de él. 

Cuando Archimboldi comienza a escribir (Además, la fama era reductora. Todo lo que iba a parar en la fama y todo lo que procedía de la fama inevitablemente se reducía. Los mensajes de la fama eran primarios. La fama y la literatura eran enemigas irreconciliables” p. 1003), y en particular la descripción de su relación con la Baronesa Von Zumpe ("Una mujer que a pesar de los años conservaba intacta su determinación, una mujer que no se aferraba a los bordes del abismo sino que caía al abismo con curiosidad y elegancia. Una mujer que caía al abismo sentada.), que acaba siendo su editora, hace que recupere mi interés por el ladrillo que cada día pesa más y que he de leer de lado, apoyado en una almohada. Perlas bolañanas las hay por doquier, por poner un ejemplo, Archimboldi y la baronesa están en la habitación del primero en Venecia y en un punto le pide a ella que calle, que si puede oír el silencio. Ella se ríe de semejante idea de escritor, cuando él se va a la ventana y la llama: está empezando a nevar en Venecia. Precioso. Pero luego, te pone de nuevo en tu sitio: “La historia que es una puta sencilla, no tiene momentos determinantes sino que es una proliferación de instantes, de brevedades que compiten entre sí en monstruosidad” (p.1078)


Y cómo terminar el divague sin incluír una cita que me ha apelado como bloguera, como aspirante a escritora menor que un día fui, idea que tuve incluso la clarividencia de abandonar antes de haber leído lo que nos dice Roberto al respecto:

"Pobre mi padre mío. Fui escritor, fui escritor, pero mi indolente cerebro voraz me comía las entrañas. Buitre de mi propio Prometeo o Prometeo de mi propio buitre, un día me di cuenta de que podía llegar a publicar excelentes artículos en las revistas y en los periódicos, e incluso libros que no desmerecían el papel en que estaban impresos. Pero también supe que jamás lograría acercarme o internarme en aquello que llamamos una obra maestra. Me dirá usted que la literatura no consiste únicamente en obras maestras sino que está poblada de obras, así llamadas, menores. Yo también creía eso. La literatura es un vasto bosque y las obras maestras son los lagos, los árboles inmensos o extrañísimos, las elocuentes flores preciosas o las escondidas grutas, pero un bosque también está compuesto por árboles comunes y corrientes, por yerbazales, por charcos, por plantas parásitas, por hongos y por florecillas silvestres. Me equivocaba. Las obras menores, en realidad, no existen. Quiero decir: el autor de una obra menor no se llama fulanito o zutanito. Fulanito y zutanito existen, de eso no cabe duda, y sufren y trabajan y publican en periódicos y revistas y de vez en cuando incluso publican un libro que no desmerece el papel en el que está impreso, pero esos libros o esos artículos, si usted se fija con atención, no están escritos por ellos. (...) Quien en verdad está escribiendo esa obra menor es un escritor secreto que sólo acepta los dictados de una obra maestra.

(...)

Disculpe las metáforas. A veces me excito y me pongo romántico. Pero escuche. Toda obra que no sea una obra maestra es, cómo se lo diría, una pieza de un vasto camuflaje. Usted ha sido soldado, me imagino, y ya sabe a lo que me refiero. Todo libro que no sea una obra maestra es carne de cañón, esforzada infantería, pieza sacrificable dado que reproduce, de múltiples maneras, el esquema de la obra maestra. Cuando comprendí esta verdad dejé de escribir. (...)

Ya sabía que escribir era inútil. O que sólo merecía la pena si uno está dispuesto a escribir una obra maestra. La mayor parte de los escritores se equivocan o juegan. Tal vez equivocarse y jugar sea lo mismo, las dos caras de la misma moneda. En realidad nunca dejamos de ser niños, niños monstruosos llenos de pupas y de varices y de tumores y de manchas en la piel, pero niños al fin y al cabo, es decir nunca dejamos de aferrarnos a la vida puesto que somos vida. También se podría decir: somos teatro, somos música. De igual manera, pocos son los escritores que renuncian. Jugamos a creernos inmortales. Nos equivocamos en el juicio de nuestras propias obras y en el juicio siempre impreciso de las obras de los demás. Nos vemos en el Nobel, dicen los escritores, como quien dice: nos vemos en el infierno." (p1066)

~~~~~~~~~

Huérfana, he escrito antes. Así me he quedado desde que no me peleo con el ladrillo cada noche. 


"Hay que volver ya mismo, se decía, pero adónde?" (p 270), me digo, como uno de los personajes de "2666".