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04 octubre 2019

"Mi corazón de traidor" ("My traitor's heart") de Rian Malan: Por favor, no interfiera con nuestros mitos liberales

Creo que nunca antes se me había literalmente caído un libro en la cabeza. Desde luego, no uno de 519 páginas, con todo su peso real- que no es nada en comparación con su peso metafórico, su contenido. Esto ocurrió la noche del sábado 28 de Septiembre. Estaba profundamente dormida y empecé a gritar. Hasta ahí nada inusual, esto ha pasado otras veces, y siempre termina con el Peda sujetándome a los gritos de "Di, Di, una pesadilla, una pesadilla". Pero hoy había algo más, algo físico,: ahí estaba el libro junto a mi almohada. Al apagar la luz, lo había dejado en la estantería detrás de la cama, sobre una pila y, se confirma: la tierra gira. Pasado un rato, tomó vida propia, pero afortunadamente, mi versión es la maravillosa de tapa blanda (tendría traumatismo craneoencefálico con la dura) de Vintage Classics de Random House, con una portada que me he quedado mirando muchas veces al cerrar el libro: un corazón acribillado.

Esa anécdota me va muy bien para comenzar el divague porque "My traitor's heart" (que he visto en castellano han traducido como "Mi corazón de traidor") es un libro que, aunque no se te caiga literalmente en la cabeza, te golpeará, lector: no hay escapatoria. Michael Herr, el corresponsal de guerra dijo "nadie que lo lea podrá nunca olvidarlo". Yo lo terminé hace un par de días y tengo la sensación de que va a ser así.  

Yo llegué a Malan por recomendaciones de una sudafricana (la ex-profe de Mini) y un compa del curro interesado en racismo. Ninguno me engañó: era una "harrowing experience" (me encanta la palabra harrowing; harrow significa "grada", el instrumento para allanar la tierra después de arada: así te deja). Pero en mi afán de lectura de libros que me ayudaran a entender la historia y la realidad del país que iba a visitar, Sudáfrica, decidí "venga, lo que me echen". 

El título completo del libro es "Mi corazón de traidor: un sudafricano explora la locura en su país, su tribu y en sí mismo" y en su mayoría se basa en sus experiencias como reportero (trabajo que, como la medicina, te acerca verdaderamente a la realidad de un país), pero antes de nada nos da un paseo por su historia familiar, que sitúa el libro y el porqué de su "traición". 

Malan nació en Johannesburgo en 1954 y comienza el libro diciéndonos que su apellido lleva en Sudáfrica desde que el primer Malan, un hugonote que huyó a Holanda de la Francia de Luís XIV para evitar la muerte por su fe protestante. Los holandeses lo pusieron en un barco en 1688 y lo mandaron al continente oscuro, a la "ruda colonia holandesa" de la Península del Cabo. La poderosa "Compañía holandesa de las indias orientales" (The Dutch East India Company) tenía aquí una base importante, donde los barcos que venían de Holanda paraban para repostar en su camino hacia la India donde iban a por especias y demás. Poco a poco, los holandeses fueron expulsando a los africanos que allí vivían, los hotentotes, hacia el interior, lo mismo que a los elefantes y a los leones.  Hacia ese mítico interior también tuvo que huir uno de sus antepasados que se enamoró de una criada negra: escándalo. Este era un hombre, se supone, no extremadamente racista, pero tras años viviendo en "lo salvaje", volvió hecho un supremacista blanco, de esos que ahora otra vez tristemente abundan. Algo le había hecho la "Africa profunda", que lo transformó en aquello.

Esa zona que yo he llamado "lo salvaje" en aquella época no estaba ni en los mapas (hic sunt dracones, otra vez) y en ella nadie sabía quién vivían, aparte de bestias terribles, indígenas y algunos blancos "de la frontera", que se vestían con pieles, y su regla era la del Viejo Testamento y la pistola.  Muchos eran analfabetos y su holandés estaba degenerando en un dialecto que luego sería el Afrikaans. Habían hecho de los totenhotes que no habían matado sus sirvientes. Eran los rubios de ojos azules descendientes de holandeses, los Boers. En 1779 empezó una guerra con los Xhosa, los negros indígenas, desarmados pero para qué si tenían brujería-obviamente fueron machacados. Y así empezó una guerra entre blancos y negros en Sudáfrica, que según Rian Malan, sigue hasta el día de hoy.  

Es importante contextualizar: en es época comenzaba la democracia en los EE.UU. y en Francia la Revolución Francesa y la Ilustración. En contraste, en Sudáfrica, estos descendientes de europeos, los Boers, decidieron apostar por la oscuridad.  Se llamaron incluso a sí mismo "Doppers", que quiere decir ese capuchón de hierro que se usaba para extinguir las velas. Para ellos, Rousseau & company eran una amenaza: ellos seguían siguiendo el ojo por ojo, y sobre todo, creyendo que los negros eran como animales, y como a tal había que tratarlos. 

Aquí es donde se encontraron con los británicos que, alucinemos, fueron aquí "los buenos" de la película. O mejor dicho, los menos malos, porque fue aquí donde se inventaron los campos de concentración, donde ponían a mujeres y niños boers: sí, los inventaron los ingleses y luego, como todo, los "perfeccionaron" los alemanes. Pero a mi isla de adopción parece que las burradas de los boers con los negros les parecían "inappropriate" y así se comenzó otra guerra sangrienta entre boers e ingleses, que estos últimos ganaron.  Otro de los antepasados del autor, Daniel Francois Malan con su Afrikaner National Party llegó al poder en 1948 con la promesa de dar una patada a los ingleses y solucionar el "tema de los nativos". La "solución" fue apartheid, y el resto... ya se sabe. 

Rian Malan es guapo
He incluido toda esta parte de la historia porque es fundamental para entender  lo que pasa hoy en Sudáfrica, y el germen de que a mitad del SXX se inventara esa atrocidad, el apartheid, que se basaba en la mentira "separados, pero iguales". Malan nos cuenta cómo en su casa, los criados (negros, por supuesto) no podían beber en los mismos vasos que los blancos, y cómo les hablaban con un inglés tipo Tarzán (pidgin). El padre de Malan era un Afrikaner (boer) y su madre era inglesa. El creció en un barrio del norte de Johannesburgo donde la mayoría de la gente eran blancos liberales, que hablaban inglés (vs. Afrikaner), y estaban en contra del apartheid,  pero eran tan pocos que no importaban al gobierno. Malan terminó siendo un joven con pelo largo, de izquierdas, y que fumaba maría.  Y que sin pasar por la uni, se puso a escribir informes de crónica negra para un periódico. Ahí es donde ve toda la miseria que nos cuenta en el libro, y su propia ambivalencia. En un punto, harto, asqueado, se va a EE.UU., donde vive 8 años. Sin embargo, vuelve, para escribir este libro. Piensa que hay una lápida bajo la que no quiere estar en Los Angeles que diga "Huyó". Además, tal vez moriría de aburrimiento: en Sudáfrica se vive en el límite.

De las historias que cuenta Malan en el libro, hay varias que me gustaría repetir aquí para que no se me olvidaran. Todas comparten un tema: intentar instalar la duda en la cabeza del lector. Malan nos dice que lo que se espera que un blanco liberal de izquierdas escriba sobre Sudáfrica es el mito, la historia simple de que hay buenos y malos: todos los negros son bondadosos y víctimas, de esos blancos opresores y malvados.  Pero Malan se atreve a romper un mito, y el libro está lleno de estas historias. 

En 1986, 32 mujeres ancianas negras fueron quemadas vivas acusadas de brujería, pues con ella "estaban interfiriendo con la lucha de liberación racial". Fueron quemadas por otros negros, que a su vez luchaban con otros negros, todos en esta lucha totalmente justificada para liberarse del blanco. Pero mientras tanto, se machacaban entre ellos, tan cruelmente como quemar a ancianas en vida. A mí todos los partidos y facciones me han recordado a la izquierda, históricamente incapaz de negociar y cooperar. También está la historia de Alcock, un boer que se salió del rebaño, inicialmente vendiendo a bajo precio los excesos de leche a los negros de su granja (en lugar de tirarlo al mar porque el excedente bajaría los precios), y que al final acaba viviendo en el Africa profunda, hombro con hombro con los zulú, siendo verdaderamente como ellos, en condiciones infrahumanas, todo por la pasión por su proyecto, y por su amor a Africa. Aún así, tras muchos años, los zulús le acaban asesinando. 

Pero la opinión internacional blanca liberal no quiere oír esto: según Malan, cualquier cosa que se separe del discurso blancos-malos y negros-buenos, te lleva a una etiqueta de racista, como se le dieron a su libro. Quieren fotos de negros sufriendo, y ciertos blancos saldrán con sus cámaras para dárselas. Los blancos en el mundo, por norma, suelen respetar por las culturas no occidentales, pero no es así  con los blancos en Sudáfrica. Pero para esta elite liberal blanca sudafricana, la salida de Mandela de la cárcel, el fin del apartheid y el terminar con los nacionalistas afrikaaners fue ver su sueño dorado cumplido. Sin embargo, pronto se fueron poco a poco del país: no podían vivir allí por la violencia y la inseguridad. 

Yo no creo que este libro sea racista, sino más bien valiente y reflexivo. No puedo entender el nacionalismo, porque dentro de grandes grupos humanos como son los países, habrá siempre gente con empatía y generosidad, y gente cruel y egoísta. Una tal vez pueda generalizar en ciertos grupos, y por ejemplo estimar que, por ejemplo, en el Ku Klux Klan o Vox la mayor parte de la gente está en el segundo grupo, pero no en naciones enteras, solo por serlo. Por eso claro que habría también zulús malvados y blancos buena gente. Y Malan simplemente lo describe. Esto supone cruzar muchas líneas rojas.

Tras escribir "Mi corazón de traidor" dice Malan que casi no escribió nada, porque  sentía que se había vaciado allí. Tras leerlo, no me extraña. Se ha vaciado y al lector le ha dejado del revés.  He aprendido muchas cosas, por ejemplo que, así como la policía echaba agua tenida de verde en contra de los blancos en las revueltas, con los negros este agua debe ser roja o tirando a violeta, y la llaman "Purple Rain" (Prince, no volveré a escuchar la canción nunca como antes). Ha sembrado la duda en mí de si Mandela fue un mito blanco, vs. Steve Biko.  Que había misioneros irlandeses que decían que el apartheid no era nada en comparación con lo que los ingleses les hicieron a ellos (pero no dudaron en echar a los Alcock, que daban anticonceptivos a los negros). O que las Revoluciones no vienen en tiempo de opresión intensa, sino en épocas de liberalización y  reforma. Que lo que el apartheid quería es que los negros volvieran a su "tierra de tribus" (Pero, esta era su tierra!!!-parece que la serie ochentera "V" tuvo en Sudáfrica mucho éxito, y en la metáfora está claro quienes eran los lagartos), pero al final su verdadero objetivo es que hasta los blancos pobres tuvieran piscina privada, porque contaban con privilegios que nadie de su escala social tendría en ningún otro país, pero sí en Sudáfrica.  Me suena muchísimo a Trump, y su "make America great again", es lo que todos los rednecks que le votan quieren: que se vayan los negros y los latinos, y así ellos podrán tener piscinas. 

 Además, está bien escrito, y tiene para ser una crónica, frases con las que la misteriosa belleza de Africa  te llega sin darte cuenta: "after midnight, lonely gay men threw lonely shadows as theys stalked rent boys across it floodlit floor". El libro dejará sombras oscuras también en la cabeza y en el corazón de quien lo lea. El corazón acribillado. El corazón de traidor. 

01 septiembre 2019

"Absolución" de Patrick Flanery. Intentando coser Sudáfrica

Gran parte de la literatura sudafricana se puede considerar anglosajona: era extraño que yo solo hubiera leído a un autor (J.M. Coetzee, Disgrace). Así que antes de embarcarme hacia este país investigué entre mis "mavens" de lo literario y terminé con cuatro libros. Comencé por "Absolución", recomendación de Elena Rius, que terminé hará una semana en una cabania en un parque natural, las antípodas desde donde hoy me lanzo a intentar escribir.  

Para mí, leer "Absolución" antes de, y a llegar a Sudáfrica, ha sido otra manera de encontrarme con el país, y a medida que viajaba, ir corroborando lo que Flanery nos cuenta, desde las cosas pequeñas -la sana obsesión que tienen con el ahorro de agua, el spray desodorante en todos los banios- hasta las enormes. Porque cuando una piensa en Sudáfrica, una piensa Apartheid, y de hecho, todas las novelas en el fondo, hablan de este horror. 

Me resulta muy difícil escribir este divague porque todavía no he "procesado" Sudáfrica. Cuando una llega de viaje, tiene varias montañas de colada que hacer, emails que contestar, últimos detalles para el comienzo del cole (Mini cambia a secundaria!) y una nevera que llenar. Eso sin hablar de ese pequeño show lateral que tenemos algunos llamado "trabajo a tiempo completo", con sus fantasmas habituales, algunos que ya han tenido a  bien aparecerse en sueños en las últimas noches del viaje. De repente, la vida al aire libre, la extraña libertad y desconexión del viaje desaparecen y aquí estás, de vuelta a la rutina y todos los días pasados quedan resumidos en unas cuantas imágenes, que sabes que, poco a poco, irán desapareciendo, y al final quedarán solo las fotos. Por eso desde siempre los viajeros han escrito sus periplos: porque cuando estás "ahí fuera" todo es excepcional y memorable, de alguna manera. Con esto quiero decir que, poco a poco, iré volviendo atrás a aquellos días para intentar contar(me) lo que pasó, lo que yo creí que pasó. 

Lo que creí que pasó, lo que los personajes de "Absolution" creyeron que ocurrió, cómo se lo cuentan a sí mismos y a otros, tanto en conversación como en forma narrativa. Porque la protagonista de la novela, Clare Wald, es una autora consagrada en el país que está ofreciendo entrevistas al narrador, un periodista que ha estado obsesionado con ella desde la infancia y que está componiendo su biografía, y además, en paralelo, está escribiendo ella misma una novela de "ficción" (con todas las comillas), titulada "Absolución" que tal vez tenga más de verdad que la historia oficial que le da al periodista. Completando el dicho de "la realidad a veces supera a la ficción", añado que en la ficción nos atrevemos tal vez a admitir cosas que no haríamos en la así-llamada-realidad. En todo caso, Wald es lo suficientemente sabia como para no intentar una autobiografía, esa imposibilidad, porque hay cosas que uno teme decirse incluso a una misma. 

Aparte de esta estructura de distintos narradores, la novela ocurre en dos tiempos: el presente, cuando las entrevistas ocurren, y los años 80, cuando el apartheid estaba en su apogeo. En la tapa lo describen como "thriller literario" y tal vez se refieran a que hay misterios por resolver en la vida tanto de Wald como del periodista, que las casualidades no existen, y que las cosas no son como parecen. Hay mucha muerte en la novela, lo que nos da una idea de lo que ha sido vivir allí en las últimas décadas. Hay tortura supuesta, no confirmada, solo expresada en los peores suenios y duermevelas de Wald, pero la descripción te deja atormentada por varias noches,

Para entender Sudáfrica hoy no solo hay que entender la historia más proximal de la que estoy hablando, sino remontarse más distalmente, a los primeros holandeses (boers) que llegaron a la Península del Cabo, más tarde los ingleses, lo que les hicieron a los africanos que allí vivían, y lo que se hicieron entre ellos. No voy a entrar en esto hoy, porque seguro que tendré oportunidades cuando ordene mi Sudáfrica particular en los divagues, o cuando escriba sobre "My traitor's heart" ("Mi corazón de traidor"), la biografía de Rian Malan, descendiente tanto de boers como de ingleses, que lo explica muy bien. Solo lo quería anotar porque remanentes de esa historia quedan plasmados en las relaciones interpersonales de la novela, donde los descendientes de anglosajones son más progresistas-dentro de estar perfectamente integrados en el sistema de abuso e injusticia-y descendientes de los boers (holandeses) son reaccionarios, lo que hoy llamaríamos "blancos supremacistas". Esto mismo se puede ver dentro de una misma familia, y es el caso de la de Wald: la rivalidad infantil con su odiosa hermana se acrecienta con su matrimonio con un boer.

Así que la complejidad del país es enorme, y la separación racial muy evidente. Hoy en día, y este es otro aspecto de Sudáfrica que queda claro tras leer a Flanery, esta grieta no solo se siente: se ve en los enormes muros con pinchos levantados entre los ricos y los pobres. Las empresas de seguridad florecen allí, y continuamente ves carteles de "casa protegida por". Los ricos viven en lo que en Brasil llamaban "condominios", grupos de casas con muros y guardias de seguridad en las puertas. Wald, progresista, siempre se ha negado a meterse en uno de estos, y de hecho, con su cambio de casa tras un asalto comienza la novela. Hay muchas reflexiones sobre lo que eso significa: 

"le disgustaba la idea de pagar por su propio encarcelamiento, pagar para que la observara una empresa de seguridad que muy bien le podría pasar su espionaje al gobierno o, peor, a una empresa que reuniría sus hábitos de consumo y comportamiento, que a su vez vendería esta información a otra empresa que le intentaría vender sus productos; productos manufacturados por las mujeres, hijas y hermanas de los ladrones de poca monta de los que se trataba de proteger con esta compañía de seguridad".

Se cierra el círculo, pero como dice un amigo del periodista, "es el precio que hay que hay que pagar por vivir en la plantación". Este amigo calcula que al año da el equivalente de 650 euros a gente que le pide dinero por la calle. Esto sin contar lo que paga por "servicios" a jardinero, criada, canguro, todos negros. Y acepta pagar así su privilegio, o mala conciencia. Eso sí, Flanery habla en otro punto de los frigoríficos con candados, que vienen así de fábrica, para que el "servicio" no se pase: esto no lo he llegado a ver en mi viaje. 

La novela toca muchísimos otros temas, como la culpa, la censura (y autocensura), las expectativas sobre las mujeres tras la maternidad en un país tan retrógrado como ese. De cómo la sorpresa y el escándalo y el enfado dan poco a poco paso a la resignación, a simplemente tratar de pasar el resto de tu vida tan poco afectado por el mundo como sea posible. Además, está escrita muy bien y para ilustrarlo, antes de terminar quiero poner una metáfora del mundo de la costura que me ha gustado particularmente

"this feeling runs like under-stitching through the fabric of the dreams, invisible but holding firm the lining that keeps everything else tidy, the seams obscured, the construction masked under a shimmer of subconscious satin".

He logrado que el divague me quede hilvanado y a la vez, largo, lo peor de ambos mundos. Pero espero tener cierta absolución porque en mi cabeza domina una jauría de imágenes y de ideas, y me espera la falda del nuevo uniforme de Mini para cogerle los bajos.

27 agosto 2019

Se acaba Sudáfrica con un Big Bang (Theory) (SA16)

Martes, 27.08.19- De Ciudad del Cabo a Doha a Londoninium (SA16)

Hacer un divague sobre casi 24 horas de vuelos y aeropuertos es lo que vulgarmente se conoce como "más moral que el Alcoyano", porque si ni siquiera se vuela con la pintoresca "Ethiopian": a quién puede interesar? 

Pero claro, una se lía en esto del divagar: porque lo primero habrá que contar lo que es despertar en el racional Hotel Verde, donde el agua sale en espirales tan finas que una sopesa si pasar luego para rematar en una de esas duchas para mochileros sucios del aeropuerto. Luego, y aquí me descubro, mano en el pecho: El Desayuno Verde. Oh Senior, por dónde empezar a describir el buffetverde: barra con persona que maneja todo tipo de petición que envuelva huevo: desde tortilla campera, hasta escalfados, pasando por fritos. Diversa sección de calientes cuyo highlight son las espinacas con bechamel (por un momento -son las 9 am- dudo; pero hemos venido a jugar). Cereales de todo tipo, yogures, zumos, frutos secos, bollería... es el paraíso y yo creo que todas las fans del blog que me han abusado sobre las opciones gastronómicas sudafricanas (recordemos, ya en la nebulosa, aquel etíope que nos comimos hasta el mantel) se verán contentas de que por una vez, ya a punto de salir del país, comemos por lo menos cantidad. 

Con gran dolor nos encaminamos con nuestras escuálidas maletas de mano a la furgoneta ("shuttle" le dicen, y yo imagino una nave espacial), donde está "la extraña familia" con su enorme equipaje y cara de pocos amigos. Ya digo yo que es mejor viajar ligero. Hoy volamos con Qatar, una compañía sobre la que Fashion se he deshecho en elogios (cabe anotar que ella ha viajado con el curro, luego business, luego durmiendo en horizontal, con azafata arropándote mientras se lleva tu tercera copa de champán, y ya amas la vida y te da igual todo), y hacemos escala en el aeropuerto de Doha, sobre el que Fashion también ha cantado loas, "el mejor que nunca he estado" (claro que nuevo apunte: si una llega bien dormida, o borracha, todo le parece lo mejor). De entrada, nuestro "viajar ligero" no es entendido aquí y no nos dejan subir a cabina nuestras pequeñas maletas de equipaje de mano por nosequé norma absurda. Ergo, tenemos que hacer comedias sacando "básicos" que necesitamos para el vuelo como libro, tapones, antifaces, crema hidratante y demás. Nota: que ya sé de antemano las lectoras del divlog diferirán, hay salvajes que no usan hidratante!

Del primer vuelo no recuerdo demasiado, solo que entro en cierta barrena al constatar en el mapa de pantalla lo que ya sabía: Doha está muy al este y eso explica la cantidad de horas de vuelo que nos esperan. Me quejé de Addis Abbeba, y eso que no hubo ni que comerse las servilletas: ahora reflexiono sobre lo niña malcriada que fui en aquellos primeros divagues. En fin, en el vuelo veo una peli titulada "Red Joan", sobre una inglesa que espió para los comunistas en la época de la guerra fría, con Judy Dench (go Joan!) Y alguna otra sobre la que tal vez mi mente, en su amabilidad infinita, haya hecho un olvido activo. Pasan un par de bandejas, y no duermo nada. 

Ni idea de la hora que es en Doha cuando llegamos, puede ser que hacia la medianoche en nuestros cuerpos (decido no cambiar relojes y seguir en sudafricano, que es como en la península) , allí debe ser las 3-4 de la madrugada. Aún así, la actividad es frenética y esto parecen las rebajas. Multitud de gente que baja de un vuelo y busca otro, y tiendas super-brillantes de todas las marcas más reputadas, consume-carroña-consume, Toblerones gigantes, y a cuánto estará aquí el rimel de Clarins, y buy-more-shit-or-we-are-all-fucked, y hay que coger un trenecillo para ir a nuestra puerta porque el lugar es inmenso. En la puerta de embarque, alto ahí, el-terrorista-más-buscado: el Peda, y le hacen esa cosa que nunca entiendo de explorar la mochila con trocitos de tela pinchados en un palo (qué buscarán? restos de cocaína?). Luego nunca pasa nada. 

En el segundo vuelo ya no tenemos a "la extraña familia": me pregunto a qué extraño país vuelan, y si les habrán investigado con la tela y el palo. Porque eran culpables. O secretas, nunca me queda claro. Este vuelo pasará a mi pequeña historia de tiempo perdido porque, pese a tener un gran libro por leer ("My traitor's heart", divagado aquí), descubro una serie. Aburrida de pasar por las películas, hay una sección de "series" que es donde yo he visto los pocos capítulos sueltos de "Friends" de mi vida. Tras el capítulo de rigor, detecto un título atractivo: "The Big Bang Theory". Solo me suena por haber leído algún artículo en el que se hablaba de uno de sus personajes, un tal Sheldon, como alguien claramente en el espectro autista. Así que le doy al capítulo, a ver qué es... y me engancho.

Parece que este serial ha estado 12 años en antena (yo dónde he vivido? en un monasterio?) y los capítulos sueltos que hay en el avión son de la temporada última. Más que reírme, que a veces lo hago, me encantan la manera de hablar totalmente encorsetada de Sheldon. Yo querría hablar siempre así, pero me doy cuenta que en ciertos círculos no sería entendida, y en casa cuando lo hago, el Peda, dice muy serio: "risas enlatadas". Lo cierto es que la vida sería mucho mejor si tuviéramos risas enlatadas de fondo; propongo tener un aparato, que si activamos con una "pera" (sí, ha de ser un conmutador de pera, y si no sabes lo que es, quiere decir que tu edad nos ofende en este blog) sale la risa. Así el resto de comensales sabe que es momento de reír. Y tal. 

Por fin, milagrosamente, llegamos a Londinium en lo que parece que son las 7 o las 8 de la mañana de un miércoles. Siempre es una sensación de irrealidad: cómo es posible estar aquí de nuevo, tras haber estado en esa cápsula de espacio-tiempo que es el avión. Hace 24 horas estábamos aún dormidos en el verde que te quiero Hotel Verde, ajenos a los efectos de las espinacas con bechamel para el desayuno, Teoría de la Gran Explosión. Y ahora ya estábamos en esta dirty mean old town, and you are so far away from me.... los elefantes folladores, el frutti di mari, las dunas blancas sin ostras, las ballenas, las tarántulas ajusticiadas, las noches en casitas de árboles que no eran tales, el frutti di mari, el Sex Shop de Ronnie, el Rey de la Espinaca en la favela, el frutti di mari, el Cabo de Buena Esperanza, el ver ponerse el sol desde una cabaña de madera, los vinos (hip!) en Falcon Crest, la Table Mountain, los amigos X y R que recomendaron y con los que cenamos frutti di mari, Robben Island, Nelson Mandela... todos tan lejos, y ahora tan cerca, gracias a los maravillosos ratos que he pasado en el divlog escribiendo sobre ellos. Otra cosas sois vosotras, divagantas. Pero toda sádica encuentra su masoquista. Os quiero. 

Y, como decían antes, "un viaje no se acaba hasta que se revelan las fotos", yo digo "un viaje no se acaba hasta que se escribe el último divague". Así que hoy, 21 de Octubre... se acaba nuestra aventura sudafricana. Hasta la próxima, babies. 




26 agosto 2019

De mamuts, óperas y vuelos internos (SA15)

Lunes, 26.08.19- De Addo a Port Elizabeth a Ciudad del Cabo (SA15)
Monito que viene a visitarnos a la cabaña
Esta noche no ha habido murciélago: no sabemos qué habrán hecho los limpiadores, pero claramente envolvía al ventilador de aspas del techo, porque se lo dejan encendido. Cuando llegamos la noche anterior no había manera de apagarlo, y nos enfrentamos por un rato a una noche con la esquizofrenia del radiador y el ventilador a todo trapo a la vez. Imagino una de las noches más frías de mi vida, ríete de la Laguna Colorada, pero al final, mis compas logran lo que no consiguieron con batman. Así que la noche pasa sin incidencias y a la mañana nos hemos de lanzar de nuevo (yawn) a la busca del animal exótico. 



No aburriré con los bichos que vemos y fotografiamos hasta la saciedad, porque ya lo hice ayer. Lo único para contar es el susto del mamut. Salimos por uno de los desvíos de la carretera, a un camino menor y cuando estamos en una curva (luego no vemos el horizonte) sale el mayor elefante del mundo, caminando a bastante velocidad hacia nosotros. Estooo... de qué va? Las amables imágenes de ayer quedan eclipsadas por comentarios de gente tipo "son muy malos los elefantes". Nos metemos con el coche hacia un ladito, y subimos las ventanillas: yo no sé si nos va a embestir, pero la verdad, sería algo mucho más glamuroso que reportar al seguro que la verdad, "se nos cerró una puerta encima". Me veo en la devolución del coche: "esta raya es el colmillo del mamut, este bollo la trompa dando al techo, esta cicatriz en mi mejilla, resultado de mi lucha hasta que conseguí reducirlo..." En fin, que el tío pasa como si nada a nuestro lado, muy cerca, y entonces vemos a otros cuantos, menores, siguiéndole. Oh, no me hablen, así es la jungla. 


Mamut viene hacia nosotros

Mamut duda

Mamut pasa

Salimos ya al final de la mañana porque según el mapa, el parque se extiende también por la costa, y hay una zona llamada "Colchester" donde podremos pasar un rato en la playa. Pero al salir nos anuncian que no está abierto, así que no nos queda otra que ir a Port Elizabeth, a pasar el resto de la tarde. La profe de Mini (mastermind de este viaje) ya había dicho que "PE no merece la pena"  realmente es otro de esos lugares que refuerza la idea de "Sudáfrica parece siempre las afueras" que dice Mo. Yo creo que los países pobres ("en vías de desarrollo", eufemismo donde los haya, yo me pregunto si no estamos nosotros "en vías de desastre") siempre parecen las afueras. Sudafrica es un país pobre donde hay una minoría de ricos, que casualmente son blancos, y que viven detrás de alambres de espinos. El resto, como en Marrueco, India y Brasil, son "las afueras".


Ejemplo comercios con encanto- Port Elizabeth
Aparcamos con cierta ansiedad porque está la calle desierta, aparte de un hombre uniformado que duerme la siesta sobre el césped del Museo de Arte Nelson Mandela. Bajamos hacia el centro, que tiene atracciones tipo "la ópera", y una se pregunta cuándo la imagen se va a plegar, como en "Inception", y aparecer otra realidad de la que estamos. Porque en esta calle es creo la primera vez que paso algo de miedo en Sudáfrica: locales cerrados, grupos de hombres que claramente no tienen nada que hacer en las esquinas, tiendas de esas sin género en los estantes. 

Por fin llegamos a una plaza-parque, la Donkin Square, con su faro, silueta de Nelson, y de gente que va a votar en las elecciones de 1994. Mucho viento. 


Donkin Sq


Bajamos hacia el mar, y hay una plaza llamada Market Square, con una estatua de la Reina Victoria, con eso lo digo todo. De vuelta al coche pasamos por "la ópera": aquí lo único que puedo añadir es, si pudiera, el emoji de uno al que le explota la cabeza.



En el aeropuerto tenemos que devolver el coche, y a la preocupación de siempre sobre medidas y peso de equipaje (en los vuelos internos operan distintas reglas que en los internacionales) hay que añadir la de devolver el coche con el tema del elefante. Afortunadamente no se lo toman personal, como aquella vez que yo rayé un coche de alquiler nada más llegar al UK por el típico error de conductor continental de pegarnos demasiado al lado derecho. Aquí simplemente toman los datos, y además son majos y nos imprimen la tarjeta de embarque. Del vuelo a Ciudad del Cabo qué puedo decir: que hacía tiempo que no volaba interno y es una gozada en comparación con las molestias de los vuelos internacionales (aún tengo flashbacks de la pesadez extrema de revisión de pasaporte en Marruecos). Mientras escribo esto, ya bien entrado Octubre, y con la amenaza del Brexit ahí en Halloween, se me cae el alma a los pies.


Vuelo Port Elizabeth-Cape Town

Como volamos mañana a mediodía, esta noche dormimos en el hotel del aeropuerto, así que antes de salir, por lo que pueda pasar, comemos una pizza. En la furgoneta que nos lleva de la terminal al hotel vamos con "la extraña familia", que al día siguiente cogerán nuestro mismo vuelo, hasta Doha. La madre es una señora negra muy alta y obesa. El padre, un blanco delgado y pequeño, con una gorra hacia atrás, así como el "Príncipe de Bel Air". Y llevan dos niños, cuyo fenotipo aún no aclara qué broma les depara la genética. Su equipaje es monstruoso.  Al llegar al hotel, agradable sorpresa porque ni de lejos podía imaginar lo chulo que es. Hotel Verde, se llama, porque todo en él es ecológico y sostenible. Y sin murciélago. Me estaré aburguesando?










25 agosto 2019

Sobredosis de La2: murciélagos junto a tu cama, elefantiasis en el lodo y cuidado con los leones-fantasma (SA14)

Domingo, 25.08.19- Addo (SA14)
Este va a ser un divague-haiku porque, qué se puede escribir de un día pasado íntegramente en el coche yendo para arriba y para abajo de una parque natural con el único objetivo de ver bichos entre los matorrales?

Pongamos las cartas sobre la mesa: nunca me gustó "El hombre y la tierra". En aquella época de pantalla única,  como mi padre era fan (también "Jara y Sedal" o cualquier otro documental de la 2: sí, habéis encontrado a la única persona en la península que ve esos documentales de la siesta), alguna vez de pasada veía a los saurios devorándose y otras lindezas, y nunca me llamó quedarme. No recuerdo haber ido a un zoológico con uso de razón, y nunca iré, porque pobres animales, pero además porque pobre Di, se aburre. Para Mini, sin embargo, este día y medio que pasamos intentando encontrar elefantes, cebras y leones en este inmenso parque es la pera, y el primer día nos hace levantar al alba porque parece que algunos de ellos van a cazar a esas horas. Señorrr. A mí, mi religión me impide madrugar (qué causa de fuerza mayor puede haber?) y además tengo flashbacks de una vez que nos despertaron de noche para ver el famoso cóndor (pasa) del Valle del Colca. El Peda y yo siempre lo recordamos ahora como aquella excentricidad de juventud, que nunca mais: "te acuerdas de cuando nos levantamos para ver el p... cóndor (pasa)?" Pues bien: hoy reincidimos, un ejemplo más de los extremos a los que puede llegar el amor de madre.

Pero ver bichos, ver bichos...  ya habíamos tenido nuestra inmersión la noche anterior. Nota: lo dejé para hoy porque el divague de ayer se me estaba haciendo largo, y el de hoy estaba claro que no iba a tener mucho tomate. Como contexto, las cabañas de dentro del parque tienen el techo de paja (detalle a la izquierda). Tras los restos de las salchichas que no quedan pegadas a la sartén y el yogur, ya a punto de ir a dormir, de repente sale un ser de la noche que revolotea por entre las vigas, y se esconde quién sabe dónde: un murciélago! Mini está aterrorizada, se pasa a nuestra cama y asegura que no va a dormir nada, que tenemos que capturarlo como sea. Pero qué dice? Nunca hemos sido capaces de capturar al Ratón Caramelón de turno que periódicamente visita mi casa (pero ni siquiera Bernardo, un amigo colombiano que ya se sabe son duchos), así que, cómo hacerlo con un ratón volador? Intentamos tranquilizarla, pero yo también estoy asustada: quién no ha oído esas historias de murciélagos que se pegan a tu cabeza? Díganme que es una leyenda urbana! A mitad de noche, parece que Mini lo oye en la viga sobre mi cabeza y se vuelve a su cama con cajas destempladas. 

A las 6 am, cuando nos levantamos, nos hace ir a recepción a ver si pueden hacer ellos algo. Allí nos encontramos con unos blancos haciendo el check-in, y una mujer muy alta y segura de sí misma le dice que no se preocupe, que son buenísimos para comerse los mosquitos, que había muchos en su internado, y que venga, vale de tonterías. Así que, tras nuestra primera aventura superada, nos vamos a explorar el parque. 

Lo primero que vemos son elefantes, por algo se llama Addo Elephant Park. Admito que quedo fascinada con cómo comen con esa trompa esos matorrales tan duros. Hay bastantes bebés, que son muy monos, y cruzan las carreteras por las que vamos los coches como Pedro por su casa. En un punto, mucho más allá durante el día, los vemos en una especie de lago-lodazal donde algunos se están bañando y un par "juegan". No colgaré el video porque dudo que sean apropiadas en un blog familiar como este: yo sinceramente creo que esos dos elefantes se estaban enrollando duro, con posibilidad de sexo oral (sin confirmar, no sé bien cómo será esto en elefantes). Y yo ahí, con Mini, la inocencia personificada, con cara de póker.



Comiendo

Papá, mamá, Goldilocks

Cortejo elefantil?
Eso en cuanto a elefantes. Luego, mi animal favorito de la selva, decido, es la cebra. Hay un montón y son preciosas, esa piel es una locura verla de cerca. Como pequeño homenaje, me compro un fular de cebra-print en el aeropuerto (recordemos placer culpable-siempre he tenido debilidad por el animal print, en especial de cebra).  Allí también vemos una pareja de yankis comprar una piel de cebra entera real como alfombra!! Eso no, veis? Tener al pobre animal ahí a mis pies... no. Aunque dirán que han muerto bajo los dientes de un león, y confirmo que vemos la carcasa del tórax de una por ahí tirada. O sea: hay acción cazadora en este parque, algunos animales mueren porque el rey de la selva necesita su ración. Suena como a capitalismo.

 


Este de los cuernos se llama kudu (antílope), y el de abajo, tan poco agraciado, es un warthog (en castellano, atención, un "jabalí verrugoso"). A mí me suena de haberlo conocido primero como dibujo animado. En las avestruces ni entro, tenemos en este blog un máster. 
Kudu
Jabalí Verrugoso


No todo es conducción por la estepa esta: también puedes ir al "campamento principal", que está hacia la parte norte, y tomarte un "desayuno inglés" tras tres horas de incansable búsqueda, o no comprar nada en la tienda de quincalla africana pija donde, eso sí, tienen sellos para nuestra postal al Naufrago de las Ostras (que luego nunca llega). También puedes parar en unas zonas así en lo alto, donde hay carteles edificantes como el de abajo: "Cuidado con los leones. salga de; vehículo bajo su propio riesgo" (cómo no salir y jugarse la vida para hacerse la foto, así como rugiendo?). Luego está la "zona de picnic de Jack", que es exactamente eso (y baños), y que está perfectamente vallada, con gente dentro equipada para las madres de todas las barbacoas (no entiendo cómo no hay filas de leones al otro lado de la valla). Aquí tenemos un incidente: la puerta corredera de hierro por la que se entra se nos cierra encima y nos raya el lateral del coche, y casi levanta el espejo. Me siento como en una peli de Indiana Jones o en aquella de La Guerra de las Galaxias con una pared que se te aproxima, sin salida, va a aplastarte.


Durante el día vemos muchos más animales: bufalos, tortugones, monos, tal vez un lince, diversos tipos de antílopes o ciervos y según un folleto que nos dan, un montón de bichos intraducibles, entre los que se encuentran algún otro de los dibujos animados (el meerkaat), pero que no vemos. Tampoco tristemente vemos ningún felino, y eso es una pena: ni leopardo, ni león, ni tigre. Ya lo imaginábamos, que para esto hay que ir al Kruger, pero hay malaria. 


Volvemos a la cabaña a leer un poco y que el Peda tome su chute diario de dopamina via el maldito correr. Mini y yo nos quedamos tiradas y recuerdo conversaciones interesantes en las que Mini parece sorprendida de que yo también fui un día niña, y tuve amigas, y hubo "dramas". Escucha como quien está suscrito a un podcast de historia: veamos cómo estos seres de la antiguedad solucionaron problemas.

Aún salimos un poco más para ver el atardecer: es totalmente la imagen de Africa que todos tenemos en la cabeza. Los bichos, eso sí, están todos ya durmiendo. 





24 agosto 2019

El timo de las ostras (SA13)

Sábado, 24.08.19-De Plettenberg Bay hacia Addo: Oyster Bay (SA13)

Hoy es nuestro último día en la Ruta del Jardín, siguiendo por la N2 hasta llegar a dormir a Addo Elephant National Park. Por la mañana, antes de dejar el alojamiento, disfrutamos un poco de la terraza y luego del parque infantil, donde hacemos sube-y-baja con Mini, como psicópatas que tras un asesinato se van a cenar como si nada hubiera pasado. Porque allí dejamos el cadáver de la tarántula, que pasa factura, porque luego resulta imposible no ir pendiente del retrovisor: veo a los ecológicos del alojamiento en un pick-up con armas para ajustar cuentas. No exagero su hippismo, inserto foto de la ducha mosaico para vaga idea: mirad qué fantasía, la primera el pasillo que te lleva y la segunda ya dentro, con techo solar. (Nota: divaganta Anna, van para ti, busco y no tengo más!) Pero les damos esquinazo. 





Nuestra primera parada es el puente del Río Storms, el mismo en el que estuvimos ayer en su desembocadura. Hay un café con una terraza que mira al puente en el que admito tomamos algo. Quién que no esté en el espectro autista o ingenieros de de caminos, canales y puertos, o yo, interesada en los puentes, decide que esto puede ofrecer una panorámica? En fin, que no contentos con verlo de lejos, también lo cruzamos, y admiramos la garganta allá abajo. 


El Naufrago Ro nos había dicho que había que ir a "Oyster Bay", para comer ostras. A mí las ostras no me gustan, pero al Peda sí, y mantengo una conversación por whatsapp con el Naufrago que enfatiza no solo lo buenas que están, sino que "es interesante ver cómo ese pueblo ha hecho de las ostras su manera de vida". Así que decidimos desviarnos de la autopista para salir a este cabo famoso por sus ostras. No aparece nada en la guía pero, no son esos los mejores lugares?

Nada más salir de la N2 nos damos cuenta de que la carretera pasa a ser un camino de tierra. Mirando en el mapa lo que nos queda hasta Oyster Bay, le planteo al Peda si tirar para atrás. Los cachondos de los sudafricanos ponen señáles de tráfico tipo "límite de velocidad 80", madre mía qué pedrada. El viaje es interesante, cuando no pesadísimo, pero vemos cultivos, negros en tractores, vacas... cosas que no se ven desde la N2 y tampoco en ninguna de las otras zonas por donde hemos pasado. Esto es la auténtica Sudáfrica rural. Aún así, no damos crédito a lo lenta que va la bolita azul de googlemaps-esto ya nos pasó el otro día en nosequé otra carretera de ripio. 






Por fin, ahí al fondo está nuestro destino. Ya creo que hasta me van a gustar las ostras: tenemos hambre, sed... Oyster Bay!!!! Lo primero que vemos son unas dunas blancas, enormes, bestiales, que casi recuerdan a las de Merzouga (he dicho "casi"; afortunadamente no hay quads aquí). Al fondo, el mar, otra de esas playas desiertas a las que pese a ver una casi cada día, todavía no nos hemos acostumbrado. 






Uuuu-juuuu. Subimos corriendo la primera duna, empinadísima. Arriba, nos quitamos las deportivas y hacemos todo lo que tú, lectora, haría allí: gritar con los brazos abiertos, fotos, volteretas laterales, tirarte corriendo a la siguiente duna (Mini). La playa es inmensa, es como un espejismo. El listón está altísimo con las playas que hemos visto este verano, pero esta es la mejor playa de Sudáfrica y una de mis Top 5 (compite con aquella playa de Itaka, por ejemplo, aunque es un concepto del todo diferente). 




 Eso sí: ni rastro, en la playa ni en sus límites de nada parecido a "locales ganándose la vida con esto de las ostras", pero quien sabe... somos incultos, igual esto se hace en otra zona, aún por encontrar. Bajar de la primera duna gigante para volver al coche es, de nuevo, no apto para los que tienen vértigo: es tan empinado, y no queda otra que tirarte y dejar que se te hundan los pies, y seguir hacia abajo. Me recuerda a la bajada del Volcán Pacaya





De vuelta al coche, tiramos hacia el interior del pueblo que está completamente desierto. El silencio. Pasamos calles arriba y abajo, y cómo puede ser esto el famoso lugar de las ostras? Por fin, un grupo de niños negros en bicis por la calle, y en la puerta de su casa, un hombre muy pálido de pelo blanco, al que asaltamos: dónde está el restaurante de aquel sitio. El hombre sufre hablando en inglés, se nota que su lengua materna es el afrikaans. Se arrodilla al lado de mi ventanilla, para explicarme mejor. Como le veo así contrito (tal vez metafóricamente arrepentido por ser boer?), ya me lanzo y le planteo la verdadera Duda Existencial: cómo se sale de ese pueblo, que aún no puedo creerme que la única manera de llegar a esas dunas maravillosas sea esa carretera de Centauros del Desierto, tiene que haber otra manera. Pero no: incluso hacia el este, que es a donde vamos, para salir de nuevo a la N2 tendremos camino de tierra. Pero cómo se hacen aquí casas de veraneo toda esa gente, si llegar es como con diligencia?

Llegamos donde dice que está el restaurante. Nos metemos en un antro que ríete del Sex Shop de Ronnie en cuanto a autenticidad: se trata de una sala rectangular dividida por estanterías centrales, que se hace llamar supermercado. Estanterías prácticamente vacías, congelador al fondo que da miedo verlo y, lo mejor, un mostrador a la derecha según entras que se autodefine como "oficina de correos". Allí compramos una postal para el Naufrago Ro, de un surtido de tres, todas descoloridas por el sol, rizadas, y con grafía ochentera: llevan allí unos días. Sospechosamente, en ninguna figuran ostras, o "la manera de vida de esta gente de las ostras", solo las dunas. Lo mejor es que cuando queremos poner un sello nos indican que no tienen. Sí, en una oficina de correos. No hay sello: nos tenemos que llevar la postal. Estoy atemorizada de pensar que el restaurante está en la esquina al fondo, tras el congelador, pero la que atiende explica que hay que rodear la casa y lo encontraremos. 

Por lo menos tiene una terraza a las dunas donde ponderar cómo hemos llegado hasta allí. Solo hay una mujer tras la barra, y, sabios como somos, antes de pedirle ostras le preguntamos "dónde está todo lo de las ostras en este pueblo, la manera de vivir y tal" (Rosendo resuena en mi cabeza). La mujer nos mira perpleja: no sabe de lo qué hablamos. Allí no ha habido nunca ni un mejillón, y el Oystercatcher es un maldito pajarraco que coge ostras, igual por eso. Plonkk, hacen nuestras mandíbulas al pegar con el suelo: nos hemos desviado y aquí no hay ni hubo nunca jamás ostras. El Naufrago Ro o está senil, o se ha confundido de país. Pedimos algo rápido de comer, porque se nos está echando la tarde encima y hemos de dormir en casadios. 

De vuelta a la peli de John Ford, nos encontramos otra vez con los campos verdes y sobre todo los molinos de viento. Por fin llegamos a la R330 a la altura de St Francis Bay, y se acaba el ripio. Oh loado seas  Senior, eres bueno! Además nos pones un Spar enfrente en el que por fin puedo hacer una compra en condiciones, porque en el parque natural evidentemente, tendremos que cenar en casa! Soy feliz. De ese supermercado recuerdo las fresas (somos grandes consumidores en Londinium, y llevamos todas las vacaciones sin), y las enormes tartas. Hoy, además, me dejan comprar salchichas para braai! La vida me sonríe.









Y ya vamos del tirón a Addo porque el check-in cierra a las 6, y se nos ha hecho tardísimo. Addo es uno de esos parques naturales inmensos (38 kms de largo) y entramos por su parte sur, donde está nuestro campamento, Matyholweni. La casita donde se hace el check in tiene el tejado de paja (thatched), como luego lo tendrá la nuestra. En la parte de arriba juegan dos monos: ese es mi primer recuerdo de Addo


Lo de arriba son monos
Nuestra cabaña está muy bien, pero a partir de las 18:30 ya no puedes salir, no vaya a venir un tigre. La cabaña de al lado monta una braai en condiciones, nosotros no tenemos equipo, y tenemos que hacer las salchichas en una sartén, que se pegan miserablemente. Los Pedalistas y su espíritu de la aventura, como decíamos ayer. 


Nuestra cabaña