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24 enero 2025

"Los pazos de Ulloa": Donde te ríes, te cabreas y aprendes conceptos como "trasconejado"

Hoy toca usar “Los pazos de Ulloa” de Emilia Pardo Bazán para hablar de lo que yo quiera -que bien pueda ser hasta del libro. Pero antes referir al divagante a la entrada de "Insolación" -que me quedó ingobernable pues me dediqué en gran parte a hablar de la autora- así que hoy me lo ahorro.  [Disculpas si te he vuelto a pegar la canción del mismo título de Albert Pla para el resto del día: a mí me pasa siempre- y no se va fácil]. Decía, que en ese divague podrán leer lo del feminismo de Pardo Bazán y lo de la imbecilidad de los escritores de la época (sí, todos: Clarín, Baroja, Pla, Pereda...) metiéndose con la autora por gorda y por hacer lo que le daba la gana. También hablamos allí del Naturalismo, de "La cuestión palpitante" y de su relación, tan moderna, con Galdós. Una anécdota, a saber si apócrifa es cuando se cruzaron en una escalera y ella le dijo: “Adiós, viejo chocho”; a lo que él contestó: “Adiós, chocho viejo”.

De nuevo, su sentido del humor
Decir eso a un antiguo amante con el que te has seguido escribiendo 20 años es un ejemplo más del sentido del humor de esta mujer - lo que más me gustó de "Insolación". Expresiones loquísimas ["después de echárselo al coleto"- esta es de “Los pazos”], algunas que me parecían incluso modernas y con las que me he reído releyendo aquella entrada. Eso sí, en "Los pazos" hay mucha menos irreverencia [recordemos que "Insolación" comienza con la heroína recuperándose de una resaca], aunque sigue habiendo expresiones muy graciosas: "unos catedráticos acatarrados y pergaminosos", "y en cuanto al cabello, dormían en él capas geológicas", "dijo que al capellán le había dado algo; que estaba como difunto", "Julián sacó del libro del abad una jaqueca tremebunda", "y dejó para siempre jamás amén a su capellán", “aquella papelería trasconejada” (que significa “perdido, extraviado”: no puedo esperar a usarla), "tan currutaco y tierno", “engolfado en la lectura”, “ir hechas unas fachas” y si pensabas que “facineroso” la había inventado aquel del jacuzzi, pues no.

Contexto robado
Tras leer la novela escuché su podcast de “un libro, una hora”, y luego el de su segunda parte, “La madre naturaleza” (que no he leído). Este es un podcast en el que su narrador -de voz imperiosa- te cuenta la novelas de cabo a rabo, y un par de veces sale una mujer que da un poco de contexto y análisis. No lo suelo escuchar porque yo querría eminentemente pasarme una hora entera de disección escuchando a la mujer, en lugar de al que te destripa la novela con el látigo chasqueando de fondo. Pero bueno, hoy los he escuchado y la mujer dice que, cuando se publica esta novela, 1886, hace 40 años que Emily Bronte ha publicado "Cumbres borrascosas" (1847). Que plantea el conflicto entre cultura e instinto y el interrogante de si son lo mismo, expresado en Nucha, la chica joven que llega de la ciudad a vivir en un pazo decadente, tras casarse con el señorito don Pedro, que es su primo. Es la contraposición entre lo primitivo y lo civilizado, cultivada por Valle Inclán postmodernísticamente, por Cela tremendísticamente en su Pascual Duarte y por Torrente Ballester en "Los gozos y las sombras". A esta última le tengo ganas.

El cura, un soseras que no mete mano
Hay varios personajes centrales, pero para divagar psicológicamente me quedo con el cura Julián, que llega a los pazos al principio de la novela (“qué triste país de lobos que antecedía al valle de los pazos”) para llevar los libros del señorito, y a través de sus ojos nos adentramos en el contraste rural-urbano y en especial en la suma decadencia en la que vive la así-llamada aristocracia de la zona. Se podría decir que la novela es un bildungsroman por lo que tiene de “novela de aprendizaje” para Julián.

El pobre es continuamente objeto de mofa por lo "afeminado" que es -el abad de Ulloa le desprecia y apoda "Mariquitas" porque se lava, se corta las uñas y bebe agua [imaginen, lavarse!]. Además es pusilánime y soso ["renegaba Julián de su sosera; ¡cuánto daría por ser elocuente!"], y hasta reconoce él mismo que "soy muy apocado y... así, como las mujeres, que por todo se afectan". O sea, lo femenino asociado con lo débil, retraído, pasivo.

En todo momento yo, lectora de 2025, esperaba que fuera a salir con algo sexual pero no: cuando describía su amor incondicional por Nucha, al final era para él algo así como un icono gay, una Evita Perón gallega. O cuando quería besar a Perucho, el hijo bastardo del señorito, lo mismo: todo sin malicia. Con lo que me he reído es con que el crío "pone los pies en polvorosa antes de que pudiese lograrlo": alguien recuerda esa infancia española en la que la gente quería besar a los niños? Yo lo odiaba, y una vez una anciana venerable con la que me resistía  me preguntó la razón y solté, con todo mi papo: "porque huele mal". La señora amenazó con decírselo a mi padre.  Es una de mis anécdotas memorables:  mi madre aún la cuenta negando con la cabeza y diciendo que "pasó mucha vergüenza". Apuesto a que apestaba. 

El psicópata acomplejado
El señorito es el contrapunto del cura Julián: representa lo salvaje, lo rudo, lo masculino, lo sucio, lo sexual. Es un personaje sumamente desagradable con “un fondo de crueldad sostenido por su vida grosera” y al que también Pardo Bazán le hace un retrato al óleo. No me ha interesado ni por su lado psicópata -ya saben que es un interés especial de la que firma [cuida con lo que deseas: leyendo sobre la inauguración de Trump, parece que voy a tener un “field day” de 4 años sobre el tema]. Como el nuevo presidente, este es déspota de poner pelos de punta, cree que es dueño de los que trabajan para él “por quién soy os pongo a cuatro a todos a cuatro patas y me lleváis a caballo hasta Cebre”, “ese es tan mío como los perros que llevo a cazar no le mando que ladre y que porte porque no se me antoja”, o está seguro de que les puede dar una manta de palos, sin que el juez "me venga a empapelar".

En un punto de la novela se presenta a las elecciones locales, pese a no tener ideas políticas: “se inclinaba al absolutismo creyendo inocentemente que con él vendría el restablecimiento de cosas que lisonjeaban su orgullo de raza como los vínculos y mayorazgos”. Aunque yo a esto lo llamo ideas políticas: muéstrame un "apolítico" y te demostraré que es de derechas. Pero en el fondo, lo que le asola es un tremendo complejo de inferioridad, por ejemplo le sofocaba la atmósfera intelectual propia de las ciudades universitarias -como Santiago- “porque él no estaba fuerte ortografía”. Claro.

Y como todos los machotes, es violento con los débiles, y se ceba con las mujeres: su amante tiene hasta un trozo de una oreja cortada y su esposa una moradura en la mano. Cuando Julián le llama la atención, el tipo responde que sí, que ya sabe que no hay que pegar a las mujeres, pero que depende de la mujer, "según sean ellas... hay mujeres y mujeres". Es que vamos provocando.

Para las mujeres, cualquier tiempo pasado fue peor
Pero es que lo de las mujeres en la novela es deprimente, infuriante, asqueroso. Cuando nace una niña: "el angelito es hembra; habrá que resignarse". Al ama de cría la llaman "vaca humana". El mismo padre de Nucha que, ante todo, quiere casar a las hijas: "Entre los numerosos ejemplares de padre que quiere colocar a sus niñas, ninguno más vehemente que Don Manuel Pardo". Pero no con cualquiera: “Ahora, mejor que se queden para vestir santos antes que casarse con el comerciante que medra vendiendo paño, con el médico que toma el pulso; eso sería, vive Dios, profanación indigna!". Así son la aristocracia, ni siquiera las profesiones liberales les sirven... La vida de casadas era entendida "a la manera calderoniana sobre eso del honor conyugal: española neta, indulgentísima para el esposo e implacable para la esposa". La verdadera función femenina era la gestación y alumbramiento, y parece que “las del medio rural están mejor dotadas que las de la ciudad”. Inspiro fuerte.

Hoy, a tenor de un podcast feminista que le envié, he tenido una conversación con una amiga médica, de esas que te vas dejando mensajes de voz en whatsapp a lo largo del día. En el último suyo, a las siete de la tarde, me contaba que volvía agotada a casa tras doce horas de trabajo. Ya sabía ella que no iba a estar yo de acuerdo, pero concluia con que si ahora su marido ganara una pasta, ella dejaría de trabajar. Y seguía con la narrativa de que "nos han engañado a las mujeres con eso de que podemos con todo". Yo creo que nos han engañado a todos con el consumo, las experiencias y la tontería, pero solo lee “Los pazos”, amiga, solo lee cualquier cosa que te cuente cómo era la vida las mujeres antes de que tuviéramos independencia económica. Que ahora es complicada, sí, pero nada igual. Espero que Mini nunca se olvide de lo que le dijo mi suegra cuando le preguntó un día “de qué se arrepentía más de su vida” y ella le contestó, “de haber dejado de trabajar cuando me casé”.

El naturalismo por el médico
Dado el conservadurismo de la clase médica actual, da gusto ver que en “Los pazos”, el cientifismo y el progreso viene representado por el médico Máximo Juncal. Alguien habla de “su manía de la higiene y su culto de la salud; culto infundido por librotes modernos que sustituyen al dios de Sinaí con la diosa Higia”. Empieza quejándose de que se use a la así-llamada “vaca humana” sin tener en cuenta “su libre albedrío”, solo por ser hija de uno de los trabajadores del señorito.

Luego me encanta su anticlericalismo cuando le dice al cura Julián: "usted tiene que estar por el feudalismo y la teocracia" y, aunque el cura se declara "apolítico", le dice una de las mejores frases de la novela: "todos los pájaros de pluma negra vuelan hacia atrás". Maravillosa Pardo Bazán - y eso que era católica devota, lo que no le impide poner en boca del doctor Juncal más perlas sobre los curas que “pueden tener intereses bastardos, pueden querer vivir holgazanamente explotando la tontería del prójimo, pueden darse buena vida con capones y cabritos de los feligreses". Vivir de la tontería del prójimo, hay tanta gente que vive de eso…

Es todo un figura: atiende un parto "paladeando sorbos de ron" y contando batallitas -entre cabezadas "ayudadas por el ron": parece que su profesor cuando llegaba a un parto y veía a la gente rezar o con "estampas de santo y sus candelicas" gritaba furioso: "A ver! O sobra el santo o sobro yo!". Solo por esa última frase merece la pena leer la novela. Yo siempre he pensado que si un día entro en una consulta médica y tienen un crucifijo, me levanto y me voy. Ahora, además tengo frase: "A ver! O sobra el santo o sobra usted!".

Así que Pardo Bazán usa al médico para filtrar sus ideas naturalistas, que intentan explicar desde un ángulo materialista la etiología de los problemas sociales, llegando a una crítica social profunda desde el determinismo: es que no hay nada que hacer. Ni Dios existe, ni la moral, y para que unos pocos ganen, muchos han de perder. Coincidencia, que sobre el determinismo estoy leyendo el último Sapolsky's ("Determined"): en unos meses el divague en su quiosco.

La forma
Y ya termino con algún subrayado que tal vez sirva para ilustrar lo bien que escribe esta autora: "con pegajosa dulzura de animal doméstico", “Nucha no pesaba más que un ramo de flores”, “con el decoro propio de un paso de minueto”, “callaron todo el camino porque los oprimía la tristeza inexplicable de las cosas que se van”, “cayéronsele a don pedro las alas del corazón”, “detenida ante esas lóbregas puertas que llaman de la muerte con un pie en el umbral como diciendo entraré no entraré”.

Una maravilla, Emilia Pardo Bazán: feminista, irreverente, contradictoria y llena de risas e ironía. Qué trasconejados nos tenían en la época escolar que solo nos daban a leer a los señoros.

15 enero 2025

Buscando a Felisa desesperadamente (II)

Cuando salimos de Santo Domingo de la Calzada ya es de noche, y en el trayecto hacia Burgos me siento como adentrándome en la boca de un lobo. Por un desvío de la E-80 que une Burgos con Palencia se llega a Castrojeriz, nuestro destino de esta noche. Cuando nos salimos de la general la oscuridad lo envuelve todo, imposible no recordar aquella vez en Rodas en la que pasamos tanto miedo. Cayó la noche y pensábamos que no nos llegaría la gasolina hasta el otro lado de la isla, era luna nueva y flasheamos a ciervos enormes -esos ojos- que se paraban en la carretera, pensando que nos íbamos a parar nosotros. Esto no llega a tanto, pero además de al Peda, objeto transicional anti-miedo donde los haya, llevo a mi padre, que pese a sus 84 es alguien que nunca dejará que me pase nada malo. Aún me hace sonreír que, hace muchos años en Egipto, estando yo absorta mirando una pirámide, me había rodeado una especie de enjambre de chicos locales; él me vio desde fuera, les pegó un grito y se fueron todos corriendo.

Cuando por fin llegamos a Castrojeriz nos cuesta un poco encontrar el apartamento que hemos alquilado, que es parte de un hotel. El apartamento está al fondo del jardín y tiene una de esas acogedoras estufas de pellets en el salón-cocina, pero no veo radiadores en ninguna de las dos habitaciones o el baño. Conjuro imágenes de meterme luego en esa cama con semi-horror. Este proceso lo sufro cada principios de enero cuando vuelvo a Londinium tras vacaciones de Navidad [lo de este año ha sido inenarrable, con la casa a 11 grados] y no lo aconsejo. Total que dejo la estufa a tope y nos vamos a cenar al único sitio que a esas horas -como 9 de la noche- tiene la cocina abierta. No tienen morcilla de Burgos que era el antojo del Peda - pero nadie dijo que esto fuera un tour gastronómico, aunque se ha comido "bacalao a la riojana" en Santo Domingo. El restaurante está bastante animado, pero a la vuelta la calle está desierta y, un clásico, nos equivocamosde puerta al entrar al apartamento. El meterme en la cama minutos después es el trauma esperado: las sábanas se sienten como mojadas y me pongo todas las mantas que ahí se ofrecen. 


Menos mal que desde la cama se ve la estufa de fondo, te da una alegría, pero dormir bajo una montaña de mantas (la última el revenant) es agotador. Por la mañana, añádase a la desolación que no hay agua caliente. Le pongo un mensaje al dueño: "deje el grifo abierto, que tiene que pasar por todo el jardín hasta llegar". Señorrr: la España seca, la España húmeda. 


Desayunamos tostadas con aceite, empanada de carne, café y yo Cola-Cao (lo abrazo como mi bebida del viaje). Entran unos peregrinos que parece que están subiendo al K2. Queda claro que llevan unas horas andando y que, ahí afuera, hace frío. Una viene de Alicante, pero no andando: van a hacer tramos por falta de tiempo. También hay un extranjero que va solo y que se santigua mientras cruza la puerta de salida. Aún hay gente que hace esto por motivos religiosos. 



Castrojeriz tiene ahora 803 habitantes y está a 804 metros sobre el nivel del mar. Es una de las paradas del Camino de Santiago Francés. Me he puesto a leer de los distintos caminos, las rutas, leyendas y lo que sea y me he tenido que contener para no meterlo aquí. Pero voy a poner los mapas porque me encantan y para que el divagante pueda localizar dónde estamos.




Corolario: tal vez un día, fuera de temporada, con bici y con muchos tiempo me veréis por aquí. Hay agencias que te lo organizan todo: qué rollo. Yo querría llegar a todos los sitios y encontrármelos como este pueblo: amaneciendo despacio mientras levanta la niebla, a rebosar de arte en cada esquina, y casi sin nadie. 

Por fin salimos a conocer Castrojeriz y esta es la Iglesia de Santo Domingo, que dentro tiene un "centro de interpretación del Camino", pero que estaba cerrada (tanto pedir que no hubiera gente, igual me he pasado). 


Y atención que hoy en día está todo digitalizado: lo siento, yo quiero llevar una libreta rizada donde me pongan sellos. 
Lo que más me llama la atención desde fuera es el osario, un recinto donde se echaban los huesos que se sacaban de sepulturas de la iglesia para enterrar a otros.  Incluyo abajo las dos calaveras con sus tibias con la leyenda "oh, Mors oh Eternitas". En la cenefa superior hay un mensaje del libro de Jeremías en latín: "Vosotros todos los que pasáis por el camino mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta con el que el señor me ha herido el día de su ardiente cólera".  Muy sencilla, Jeremías. 





Estas son casas en la calle Real de Ote.




Constanza de Castilla hija de Pedro I El Cruel nació aquí en 1354. Curioso que se casó con John de Gaunt, el tercer hijo del rey Eduardo III de mi isla de adopción, y fue así duquesa de Lancaster (murió en Leicester en 1394). De Castrojeriz a Leicester: y todo en carretas, que aún no estaba la Ranier. 


Me gusta hacer de turista en Ejpein porque siento la misma ilusión al ver cosas bonitas que si estoy lejos. 


 En la provincia de Burgos da gusto escuchar a las personas [siempre mayores] que encontramos por la calle: un castellano perfecto, sin una entonación ni acento de ningún tipo. Con esto no quiero decir que me disgusten los acentos (algunos me gustan más que otros), pero esta neutralidad también es bonita. 


En esta casa que se está cayendo quiero montar mi base lectora y bloguera.  Pero la acaba de comprar seguramente alguien que quiere hacer un albergue cuqui para peregrinos. 



En un punto de la calle encontramos una carnicería y comprarmos... bingo!: Morcilla. 



Al final de esa calle, que es muy larga, está la Plaza Mayor, que tiene arcos a un lado. A las 10:20 llamo al cura con el que había quedado para que nos enseñara los libros, y justo ahí enfrente está su casa -que es una antigua casa señorial donada por una mujer al fallecer y que hoy además alberga al consultorio médico y a la "asociación de amigos del patrimonio".


El caserón está bastante desordenado, lleno de polvo y cachivaches: más bien parece un almacén. Entramos en una sala en la planta primera con una gran mesa en el centro y el cura nos saca libros parroquiales del SXIX, a ver qué encontramos. 


Se trata de buscar si Felisa murió en el pueblo donde habían nacido sus padres, Castrillo Mota de Judíos, que está a 5 kms de Castrojeriz y es aquí donde se guardan los registros de los pequeños pueblos de alrededor. El Peda y mi padre a un lado de la mesa, yo en el otro con el cura: vamos pasando páginas y más páginas de grafía imposible escrita a pluma. Si no hubiera que descifrarla, sería un placer solo mirarla, como quien mira un cuadro. Aquí una página al azar.


No encontramos nada: una vez más, Felisa se nos escapa. El cura se va un momento y vuelve con otro cargamento. Esta vez son los censos, donde aparecen las familias listadas en sus casas: primero el padre -cabeza de familia, claro-, luego la esposa, y depués los hijos. Se puede ser seguir la trayectoria de las familias: quién nacía, quién se iba, quién se casaba y formaba otra familia. Aquí localizamos a los abuelos paternos y maternos, y al padre y a la madre de Felisa, pero no a ella [ya sabíamos que ella había nacido en Santo Domingo, donde emigraron sus padres]. Pensaba que sus tres hermanas mayores habían nacido aquí, pero no hay registro de que sus padres formaran casa aquí. 

Lo más curioso de estos censos es que, además del nombre y apellidos de las personas se indicaban otros datos frecuentes como su edad, su estado civil o su profesión. La gran mayoría eran "jornaleros" o "braceros", pero para nuestro shock había algunos de profesión "pobres" e incluso "pordioseros"-el cura nos indicó que eran los que pedían limosna "por Dios" para vivir.  Qué pobre ha sido España, qué dolor. Y eso que en estos pueblos se ven casas con escudos de armas y cierto abolengo: qué no sería en pueblos como Vetustilla donde, por no haber, no había ni "rico del pueblo". 

Las últimas columnas tampoco tenían desperdicio: si estaban bautizados, confirmados y en las observaciones, en algunos ponía "no cumplió". El cura nos explica que era obligatorio comulgar para Pascua, y de quien no lo había hecho... se tomaba nota.  Hay que recordar que no son censos del franquismo, estos son de principios del SXIX, y anotaban este tipo de datos en el censo civil. Ahora que he visto sus nombres, me cuesta imaginar que mi tatarabuelo nació cuando estaba pintando Goya a la familia de Carlos IV.


Cuando cerramos los libros, a la impresión de qué pobre era España se suma la de qué pena ser mujer. Aún los hombres eran braceros, pero ellas? Invisibles. Imposible no recordar a Virginia Woolf:
“La historia de Inglaterra es la historia de la línea masculina, no de la femenina. De nuestros padres siempre sabemos algún hecho, alguna distinción. Fueron soldados o fueron marinos, ocuparon ese puesto o hicieron tal ley. Pero de nuestras madres, nuestras abuelas, nuestras bisabuelas, ¿qué queda? Nada, si no la tradición. Una era hermosa, otra era pelirroja, a otra la besó una reina. No sabemos nada de ellas, excepto sus nombres y las fechas de sus matrimonios y el número de hijos que tuvieron”.

Por eso quiero encontrar a Felisa: saber siquiera dónde está enterrada, aunque no sea mucho.

Pasamos allí más de dos horas y media. No nos quitamos los abrigos porque hace más frío que en la calle, pero le damos al final muchísimas gracias al cura por su amabilidad: no solo nos ha dejado mirar, sino que nos ha ayudado él mismo. No quiere venir cuando le invitamos a un café porque "están preparando un recital de villancicos" -esa debe ser la vida de un cura en esos pueblos. Nos pregunta si vamos a acercarnos a Castrillo,  por supuesto que sí. 




Pero antes de irnos paramos en la Iglesia de Nuestra Señora del Manzano, también muy impresionante-también cerrada. Al castillo arriba en la montaña no subimos: la próxima vez. 





Y termino con unas cuantas fotos del pueblo de mis antepasados, Castrillo Mota de Judíos, que se llama así desde 2015. Antes era Castrillo Matajudíos y hay varias explicaciones de lo misterioso de su nombre hasta en la wikipedia. Probablemente el "Matajudíos" no fuera antisemita al final (se dice que venía de "arboleda", hay muchos pueblos que empiezan con "Mata" indicando eso) pero ahora hay un museo homenaje a la cultura sefardí-que también está cerrado. Pero la torre de la iglesia del pueblo me parece muy diferente de lo que llevamos viendo estos días. Más bien parece de una iglesia europea, tal vez.


Con mi imaginación calenturienta, me lleva a un ala del Castillo de Bran, el de Drácula -salvando todas las distancias. Hasta me sale una foto con pájaros ominosos sobrevolándola, y me siento un poco en Transilvania. 


Pero estamos en mitad de la meseta, a muchas leguas de donde dormiremos esta noche y por lo que parece, aún a muchas más de encontrar a Felisa. 








30 diciembre 2024

"Esto es ridículo", una frase para casi todo últimamente [Ya lo dijo Vivian Gornick en "Apegos feroces"].

"Fierce attachments" ("Apegos feroces")
de Vivian Gornick es uno de esos libros que tiene todos los ingredientes para que me guste [autora judía neoyorquina, verbosa y feminista]. Sin embargo, me ha costado empezarlo: lo he tenido en casa tal vez un año, hasta me lo llevé de paseo a Vietnam (allí lo leyó el Peda, a mí no me dio tiempo) y al final, este mes de diciembre fue su San Martín. La principal razón de mi gato-y-ratón con este libro ha sido una de las palabras de su título: "attachments" (apegos). Este sustantivo me hace martillar el revólver al leerlo o escucharlo porque se suele usar mal: cuando lo constato, con dificultad contengo la urgencia de disparar. En estas memorias (porque este es el subtítulo de la novela, "a memoir"), "apego" está mal usada, por supuesto, pero por lo menos no la repite demasiadas veces, en contra de lo que yo predecía. Y en compensación, la otra palabra del título, "fierce" (feroz) es un adjetivo que me encanta: me lleva a la infancia (¿quién teme al lobo feroz?), a atroz (otra palabra que mola) y a Trasmoz (un pueblo con brujas, qué más se puede pedir a un pueblo?).

Este libro fue publicado en 1987, antes de que se usara el término “autoficción” para indicar despectivamente “algo que ha escrito una mujer tomando elementos biográficos” (como si no escribiéramos tod@s desde la biografía). Podría haber escrito más sobre política, Nueva York o el proceso de escritura, pero Gornick se centra en el tema “relaciones”. Divertida, feminista, socialista, a reventar de ideas… a ver si lo consigo explicar.

La madre
Cómo no, su madre es la típica mamma judía con todos sus estereotipos. Empecemos con el chiste clásico: qué le dice una madre católica y una judía a su hijo tarambana? La católica: "si haces X, te mato". La judía: "si haces X, me mato". En psiquiatría hasta hace poco se trabajaba mucho el concepto de "Alta Emoción Expresada" (High Expressed Emotions) como, si no causante, sí factor relevante para el desarrollo de enfermedades mentales severas como la esquizofrenia. Supongo que para los pobres anglosajones todas las familias de origen cultural católico o judío seríamos "alta emoción expresada", pero no por ello tenemos más incidencia de psicosis -aunque el concepto de judío neurótico nos lo ha machacado Woody Allen durante décadas. En fin, que la madre de Gornick es la sede de la Alta Emoción Expresada.


Y es un personaje de esos para hacer libro fórum: el Peda opinó que "es malísima" pero yo a ratos me reía con ella (el libro tiene bastante humor, ese factor tan bienvenido en la literatura). "Huérfana! ay, Dios, eres huérfana!", gritaba a intervalos regulares en el velatorio de su marido señalando a su hija, en el que la madre adoptó siempre el papel central. O cuando le intentan vender otra religión por la calle: "Joven: soy judía y socialista, creo que eso es ya suficiente para una vida, ¿no?"

Cuando habla con su hermana, la conversación es "agresión entretenida de observar". Con extraños puede ser seductora y encantadora de serpientes cuando quiere, pero este encanto es "peligroso y del que no se puede confiar". Es narcisista de alto nivel, y sin ningún tipo de auto-conocimiento: "¿haces esto para ponerme triste?" (no, mamá, el mundo no gira alrededor de ti, lo hago porque quiero).

Lo que hace cuando se queda viuda a los 50 también habla mucho de ella: toma la decisión activa de no recuperarse nunca de esa pérdida -simplemente, no le da la gana. Gornick se maravilla de que "nunca se cansase, inquietase o aburriese de esa seriedad" y pienso que es lo contrario de lo de un personaje de Isabel Allende que "no tenía paciencia para la tristeza". Siempre recuerdo esta frase leída hace 30 anios porque creo que te cae la lotería si eres así [algún beneficio tenía que tener la impaciencia]. Y no creo que esto implique que hayas querido menos que alguien que se mete en ese exceso performativo: la madre de Gornick llega a casa y se echa en el sofá con las luces apagadas, adopta una nueva manera de estar en el mundo tras ese evento. Y si alguna vez alguien le sugería que su actitud resultaba opresiva a los demás, se sorprendía: hay una metáfora fantástica cuando la madre abraza a la autora demasiado fuerte contra su pecho y Gornick dice: "tenía problemas para respirar, pero ahí estaba segura".


Eso sí, tiene claro que su hija va a tener educación, y cuando alguien le pregunta qué cree que va a sacar en claro su hija de ir a la universidad afirma "no lo sé, es lista y se merece una educación. Esto es América. Las chicas no son vacas en el campo esperando emparejarse con un toro". Claro que a cualquier pico le sigue su valle: cuando la autora vuelve de clase hablando con la jerga de los estudiantes de literatura, su madre no la entiende: "Habla inglés en esta casa!". Gornick queda estupefacta, porque no era tan complicado: todo lo que tenía que hacer su madre es "adorar en lo que yo me estaba convirtiendo, pero ahí estaba ella: rechazándolo".

Para mí la anécdota que mejor resume su narcisismo y egocentrismo es esta: Gornick da una charla ante una gran audiencia entre la que está su madre que es un éxito. Al día siguiente, cuando ve a su madre por primera vez tras el evento, Gornick la mira llena de expectación, esperando oír lo bien que estuvo en la charla pero su madre abre la boca, toda ilusionada y suelta: "¿Sabes con quién soñé anoche? Con Fulanita!" y comienza un largo monólogo sobre Fulanita en el que Gornick ya directamente disocia y supongo ve pasar su vida por delante. Esta divergencia de prioridades nos ha pasado a tod@s, en distinto grado y con distintos temas, algunos menores. Pero si cuando un libro te toca muchísimo y el recomendado te dice "meh, sin más", y ya casi físicamente te duele, no digamos en temas más personales, y venidos de tu propia madre.



Ah, y cómo no: su madre también destroza los libros que ella le recomienda. El patrón es siempre comenzar con un "escucha...", al que sigue un "¿Qué me puede enseñar este autor que yo no sepa? Nada". Gornick psicoanaliza el proceso y concluye que cuando su madre no entiende algo siente miedo y lo refleja siendo hipercrítica y desdeñosa.

Psicoanálisis y otras malas hierbas
Una bonita interpretación la de arriba, a saber si cierta. Para escribir no necesitas ser psiquiatra, ni siquiera psicólog@ [aunque con Franzen a veces me pregunto si ha hecho un curso de ccc], pero necesitas tener un mínimo de nociones sobre el alma humana, que Gornick desde luego tiene. Además, como buena persona dedicada a las “liberal arts” en Nueva York, Gornick ha estado en psicoanálisis (de ahí ha cogido prestado el concepto innombrable del título) y hace bastantes interpretaciones que se nota que vienen de ahí. 

Pero una cosa es una interpretación psicoanalítica sacada de tu kipá, y otra un concepto estudiado por la neurosicología. Por ejemplo, en un momento describe que de repente, se siente increíblemente triste (usa "miserable, desolated, defeated, speechless", todas en una misma frase-y decir que se queda sin palabras alguien con tantas como ella, es decir mucho). Esto que está describiendo es un NAT (Negative Automatic Thought o Pensamiento Negativo Automático). Los NAT son pensamientos que pasan rápido por nuestra mente, instigados por elementos que no nos damos ni cuenta, pero que te dejan con una sensación negativa. En terapia, te ayudan a intentar desentrañarlos, pero si tienes un mínimo de introspección sobre ti misma, lo puedes hacer tú. A mí es un concepto que me resulta muy útil y lo uso cuando Mini me dice que de repente está triste y no sabe por qué... entonces hacemos de investigadoras para ver qué ha pasado en el último rato que ha podido activar un NAT. El NAT es un concepto que viene de neuropsicología, una disciplina seria que nada tiene que ver con esoterismos como el psicoanálisis, pero entiendo que la población general se líe.  


Gornick según Gornick
Con la personalidad de Gornick me resulta a ratos muy fácil identificarme: ella no sueña "con amor o con dinero, sino con ella misma dando charlas elocuentes que llevarían a diez mil personas a sentir sus vidas, y a actuar". Aborrece cocinar: "no podía asumir su valor social" [creo que cocinar y comer está sobrevalorado - "dijo ella enmedio de Navidades"]. Y aprecia ir bien vestida, pero no soporta comprar y siempre lleva la misma ropa, en contraste con otras mujeres que planean lo que lucen- coincidimos también en ese tema.

Su expresión más habitual es "¡Eso es ridículo!", aplicable a casi todo [la entiendo: yo ya he tenido mi oportunidad de esoesridículo esta misma mañana leyendo un artículo de un "tren de lujo de Donosti a Santiago que dura 7 días comiendo tipo Michelín al módico 18.500 euros por pareja"-si vas sola, 16.000]. Necesito esa camiseta ya: “ESTO ES RIDÍCULO”.


Relaciones amorosas
Gornick tiene un ensayo titulado "El fin de la novela de amor" que leeré, y habla mucho de amor y sexo en estas memorias. El Amor con mayúsculas parece hacer sido el motto de la vida de su madre, que aunque "no odiaba el sexo, parecía que simplemente lo soportaba", como muchas mujeres de esa generación.

A los 16, la virginidad de la autora "estaba bajo cerco", o sitiada, ella en las trincheras. Al poco tiempo de casarse con un pintor, se da cuenta de que él era un ser sin palabras (qué sorpresa en un artista visual), mientras que a ella le sobran - para criticar, analizar, diseccionar. Ella adora la claridad de pensamiento y él, la revelación mística: ¿qué podía ir mal? Su madre no había aprobado que se casara con un "goy" (no judío): me parto cuando Gornick le dice: "pero mamá, no éramos comunistas?". Describe muy bien el proceso degenerativo de la relación, desde la "horrible amabilidad" (quién no dice más por favor y gracias cuando está enfadado?) hasta la "consideración forzosa". Y la mejor reflexión: lo que les mantuvo juntos más tiempo es que, lo que era en realidad "tensión", ellos lo llamaban "intensidad" [ah, la importancia de la narrativa, la historia que nos contamos a nosotros mism@s de lo que sea].

También describe otras dos relaciones intensas que tuvo con un par de tipos muy diferentes: uno se enloquece con la religión del psicoanálisis y me he reído porque durante unos párrafos he estado preguntándome si estaba psicótico o era solo jerga psicoanalítica. El psicoanálisis se convirtió en "el gran drama de su vida. Absorbió su lenguaje y sus verdades como leía Gran Literatura: se hizo sabio, pero al vacío". El otro era un sindicalista con el que, si no fuera por el pequeño detalle de que estaba casado, hubiera tenido una relación muy chula: "él nunca dejaba de llevarle la vida a la puerta de su casa" ("he never stopped delivering life to me, for me, at me"). Ah y olvidé el otro nimio detalle o nube en la relación: el sindicalista le entra a una amiga de Gornick y cuando ella le confronta el tipo sale con que el amor "es una relación adversaria. No hay amistad en el amor". Gornick se revuelve, "si el amor es solo apego romántico, que se joda", para llegar a la conclusión de que era inevitable que, al final, ella se convirtiese en la mujer engañada también.

Total que los hombres estaban "asustados de una mujer como ella". Ella buscaba hombres con “la combinación de vulnerabilidad y fuerza adecuada para poder generar aquello de la tensión sexual”. Resumiendo, un fracaso: “si eran listos, su apariencia era rara, si eran viriles, eran estúpidos”. Más introspección: si un hombre era "bajo o tonto o sin educación o extranjero, me sentía lo suficientemente superior como para arriesgarme a la ternura". Con potenciales parejas que crees tu inferior, tienes la libertad de mostrarte más como eres y de cometer errores. Es fascinante lo del balance de poderes en las parejas.



New York, NewYork
Ya he comentado que claro que el libro es Nueva York, pero podría haberlo sido mucho más. Gornick-niña va en bici por el Bronx Park East, o de adolescente se sienta en el borde de la ventana, con sus pies colgando en la escalera de incendios. El tráfico, el ruido, la urgencia de Delancey Street. Enfrentarse al "outpouring of lovely human bustle at noon, a density of human appetites and absorptions" en Lexington Avenue. Todas estas imágenes me han traído a la Nueva York de las pelis con el Rhapsody in Blue de George Gershwin del comienzo de "Manhattan" de Woody Allen y el puente de Williamsburg de fondo y me han puesto aún más expectante en el cuenta-atrás del super-regalo de Mini este año. En 46 días estaremos paseando por La Gran Manzana, y prometo buscar algunos de los lugares vibrantes, urgentes, confusos, llenos de palabras e ideas que son y que describe Gornick. Si me la encuentro le diré que no ha usado bien el concepto "apego" pero que, por favor, siga siendo tan feroz.

Lean “Apegos feroces”, no lo dejen tanto tiempo como yo.

14 diciembre 2024

"La mala costumbre" y "Emilia Pérez": El enemigo del feminismo es el patriarcado.

El enemigo del feminismo es el patriarcado. Pero de un tiempo a esta parte hay un grupo de personas que creen que hay otro enemigo y, en nombre del feminismo, buscan que una minoría que ha sido marginalizada y discriminada desde siempre (las personas trans) siga igual. 

El otro día leí una entrevista a Judith Butler -la famosa teórica del género- que atacaba a estas feministas anti-trans. Ayer, un artículo de Najat El Hachmi llamándola por ello manipuladora. Otro día, otro artículo en el que Owen Jones era atacado por Suzanne Moore, una histórica feminista a la que yo leía y admiraba en The Guardian, pero que lo dejó precisamente por no estar de acuerdo con la línea editorial del periódico sobre este tema. De ahí pasé a un podcast entrevista con dos Julies, a las que también yo leía y de las que aprendí: Bindel y Burchill, y a JK Rowling, que está también en esa misma línea. Son todas mujeres a las que respeto y que me influyeron: qué desastre todo. Y luego el congreso del PSOE, quitando letras  al LGTBQ+ por lo mismo. 

El enemigo del feminismo es el patriarcado, y nos hemos distraído. El enemigo se frota las manos: divide y vencerás.

Estos últimos días he terminado un libro y he visto dos pelis: "La mala costumbre", "Emilia Pérez" y la segunda la omito porque sería spoiler. Claramente "el género" (no sé cómo llamarlo) es El Tema últimamente. En este divague voy a hablar sobre todo del libro, pero creo que quien se anime a leerlo debería mirar antes el divague titulado "Los complejos factores que influyen en nuestras preferencias sexuales y nuestra identidad sexual". Sé que las personas trans no quieren ser medicalizadas, pero entender la biología no es medicalizar. A mí no me gusta el picante, el ruido y soy impaciente y todo eso tiene componentes biológicos como lo que mido, que tengo pelo liso y el color de mis ojos. Dediqué a las bases biológicas del comportamiento una serie llamada "Unique: La Nueva Ciencia de la Individualidad Humana"  el pasado noviembre que solo leyó Muinovello. 

Me pregunto si todas esas mujeres del primer párrafo conocen algo de las bases biológicas de nuestros comportamientos, en particular de la identidad sexual ("las feministas que creemos en la existencia del sexo", dice El Hachmi), y/o se molestan en leer libros como del que voy a hablar.  En fin, empiezo:

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Alana Portero
"La mala costumbre" es la primera novela de Alana S. Portero, una mujer trans a la que escuché en Carne Cruda hace un tiempo y, aparte de por recomendaciones de un par de amigos, por esa entrevista decidí leer su libro. Me gustó cómo articulaba un pensamiento de izquierdas muy claro ("clase obrera" decía!) no meramente el tema identitario enmarcado en novela-de-crecimiento, que ya daría como gran tema solo para una novela. Pero no: Portero creció en 
tremenda precariedad pero con la suficiente inteligencia como para no tragarse los discursos de la derecha de que otros (e.g. los inmigrantes) son los causantes de su miseria. Ella sabe quienes eran los culpables en su infancia y quienes lo siguen siendo ahora: con el gran éxito de su novela, ha salido de los contratos basura pero sigue volviendo a su piso de alquiler en Móstoles en metro + bus, tras haber estado en un photocall con Almodóvar y Dua Lipa. 

Un ejemplo de lo cañera que es la autora políticamente es la descripción de los padres de Alex, la niña trans protagonista de "La mala costumbre": son clase trabajadora de los que se han deslomado currando desde los 10 años. Metiendo horas en la fábrica sin conocimiento -y privándose así de tiempo con sus hijos- y fregando y restregando la mierda de una familia bien. Alex no esconde la rabia por esto, y por cómo llegan a la vejez, sus cuerpos destrozados y ella señala sin dudas: el responsable es el capitalismo. 
... [mi padre] proviene de generaciones enteras de hombres y mujeres que se han dejado el cuerpo en la faena. Sus piernas delgadas también contaban la historia de la malnutrición endémica de las familias que no han conocido otra cosa que trabajar así.
Nadie puede salir indemne de una vida entera dedicada a reventarse el cuerpo para mantener un hogar en pie. 
Eso sí, les queda el amor: durante toda la novela queda claro cuánto los quiere, y cuánto la quieren. Aunque esto no facilita que les diga lo que le está comiendo por dentro y destrozando la vida: Alex es a la vista de todos un niño, pero se siente niña. Sus padres tal vez hayan hecho alguna vez algún comentario despectivo sobre los homosexuales o similar, y Alex sabe que eso no es algo que pueda comentar con ellos. Ni con nadie: y ese es el problema. Que la "oscuridad, me iba creciendo dentro".

Verdaderamente hay que leer la novela para entender lo de "se siente niña": si al leer esto piensas "tonterías, una moda", seguramente es porque no has vivido un caso similar de primera mano, y que no te has molestado en vivirlo de segunda [e.g. ver "20 mil especies de de abejas" de Urresola, leer "Middlesex" de Eugenides, o a Jan Morris...]. Esta cita es de Morris:
Tenía 3 o 4 años cuando me di cuenta que había nacido en el cuerpo equivocado, y que debería ser realmente una niña. Recuerdo el momento bien, es el primer recuerdo de mi vida.
Todo lo que nos haga ver otras perspectivas, nos abre la mente, y de esta manera nos ayuda la ficción a vivir más vidas que la que nos ha tocado en (mala) suerte. Si cuando piensas en "se siente niña", automáticamente te viene a la cabeza "Frozen" y otras princesas, lazos, rosa y vestidos, no estás sol@. Pero la autora no se explaya en esto -aunque habla de su gusto por Madonna y demás- pero sí en un tema mucho más bonito: la sororidad. 

Pastas griegas
Alex crece en el barrio obrero de San Blas y allí asiste a las relaciones, que en muchos casos son redes de apoyo, que montaban las
 vecinas de su alrededor. Hay una escena salvaje que describe las reacciones de las mujeres de la escalera tras una de las palizas de un tipo a su familia: sabiendo de la indiferencia de la policía, cuando el bestia se iba, ellas pasaban a llevarle un caldito, a sentarse un rato con ella, a estar. Para Alex, las mujeres tenían una manera distinta de estar en el mundo y con la que ella claramente se identificó desde el primer momento. Esta sororidad es uno de los ejemplos que usa Portero para explicar la disforia de la protagonista; las razones son muchas más y mucho más complejas, pero siempre terminan en una: esto no es un capricho de un rato, esto no es un juego, ni siquiera es una elección. 

Portero es también muy feminista, y describe muy bien las humillaciones y desprecios que sufrimos las mujeres en el día a día, que a ella creciendo como niño le dolían: desde cosas pequeñas, como atiplar la voz para imitarnos diciendo algo de contenido bobo, o temas más bestias como un grupo de tipos que dicen que "preferirían un disparo a que se la metieran por el culo": "a todas las mujeres nos explotaba un desprecio así en la cara de vez en cuando, ese desdén por el individuo al que se penetra entendido como femenino y débil, dando a entender que era preferible morir que rozar la feminidad". Es jodido ser mujer: imagina mujer trans. 

Vivir en el cuerpo equivocado supone un sufrimiento continuo. Eso, antes de que nadie lo sepa: mirarte al espejo y odiar lo que ves, y es otro nivel de si no te gusta tu nariz o tus orejas. Odiar a nivel de identidad. De niña Alex empieza a jugar a maquillarse, siempre bajo cerrojo en el baño, con el temor de que alguien quiera entrar. "Vivir en el armario", como ella dice, lo hace todo mucho peor, pero cuando decide salir vestida de mujer en ámbitos donde nadie le conoce, entonces se lleva el tortazo de la sociedad. De toda su vida ha visto en el barrio a mujeres trans mayores que no se han podido dedicar a nada más que a trabajos marginales, generalmente la prostitución: ya he visto cómo las tratamos. El dolor que siente Alex está tan bien contado que no creo que ninguna de esas personas que las detestan y que hasta hacen monólogos de humor de ello no pudieran entenderlo si leen esta novela: 
La tristeza era cada vez más honda (...) no dejaba lugar para nada más. En los estudios era brillante, en todo lo demás un desastre. Imaginaba más que vivía pero no tenía dotes artísticas para sacar la pena, ningún desahogo me asistía, no sabía pintar mi desgracia ni se me ocurría escribirla para no dejar pruebas. (...) Escapaba sobre todo a través de la literatura, del cine y de la música. Era una espectadora de todo pero no podía a tocar nada.
No es un juego: hoy en día sabemos que los adolescentes con disforia de género tienen el más alto riesgo de suicidio. Van a tener que hacer ese viaje interior que no es nada fácil, pero si la sociedad continúa solo dejándoles únicamente los márgenes de la prostitución o el esperpento para vivir, va a haber más en las vías del metro:
Solo era otra maricona amargada, otra transexual derrotada demasiado pronto, otras travesti trágica, otra historia sin importancia a la que nadie querría ni sabría ayudar. Carne de las vías del metro. 
A la vez que trágica, la novela tiene momentos graciosos, sobre todo por las expresiones de la autora, que no sé si son suyas, o parte de cierto argot que desconozco: "maquillada como una capilla" , "la movida madrileña, esa cosa que daban por la tele" o "lo que la noche quiera hacer conmigo y yo con ella", y momentos formales muy bonitos, porque Portero viene de escribir poesía, y se nota:
de su inconmensurable desgracia hacían una caldera de furia 
vivo entre dos mundos, sin que nadie me espere en ninguno de los dos 
con la confianza propia de quien adora su cuerpo 
recorría las posibilidades de mi cuerpo de la peor manera 
Una frase que en su tranquilidad puso un clavo más en el armario y una costura más en mi cadáver andante.

Portero deja claro que las personas trans, como no podían (ahora pueden?) contar abiertamente a su familia lo que les comía por dentro, bien por miedo al rechazo o por "dar el gran disgusto" ("no le digas papá, que sabes que está del corazón"-esto es verídico), terminan haciendo familia con quienes creen que les van a aceptar como son. Se lo dice un camarero que conoce de adolescente: "estas son las fotos de mi familia, la que yo escogí, como vosotros tendréis una que ya os está buscando por ahí afuera". En el caso de nuestra prota son tres mujeres trans mayores del barrio, muy castigadas por la vida, pero a la que Alex miraba con fascinación y de las que aprendió muchas cosas, no solo prácticas, sino también emocionales. El cariño con el que Portero habla de esas mujeres que un día fueron prostitutas y luego fregaron escaleras -esos son los tipos de trabajos que les dejamos- es enternecedor. Y muy bonito cómo la protagonista cuida a la mayor de ellas en sus últimas semanas, con amor y gratitud. Al fallecer, le lava el cuerpo, le pone crema hidratante... me ha llevado a un momento personal y a la escena que mejor recuerdo de "La casa de los espíritus" de cuando una de las protagonistas hace estos rituales de la muerte con la tía Férula, que su marido -hermano de Férula-, había echado de casa. Esa es otra historia de sororidad y a modo de homenaje, Férula se llamó el personaje de uno de mis relatos.

La novela se escucha, y no solo por la música que le gusta a Alex, sino por "la eterna radial de fondo de los barrios obreros", y dice Portero que la novela no es estrictamente autobiográfica, pero todas escribimos desde lo que hemos vivido, en primera, o en tercera persona, del singular o plural. Yo querría pensar que lo que le pasa a Alex no le ha pasado a la autora, porque rompe el corazón desde la primera página, pero mucho me temo que sí. Y si no a ella, a gente con la que se ha cruzado por la vida. 

La combinación de la experiencia de Alex con el fuerte componente político es lo que más me ha gustado: Portero tiene la carga de rabia adecuada para escribir sobre este tema, que considera aún más importante que el tema de género: por ejemplo, habla de cómo la heroína destruyó su barrio en los 80, una manera de control más desde el poder hacia la clase trabajadora: "Varias generaciones de criaturas de la clase obrera crecimos así, imaginando mundos enteros en las nadas que podían terminar siendo nuestros lechos de muerte".

Y de la heroína que mató a muchos jóvenes de una generación al capo de un cártel de la droga en México, que tampoco se ha encontrado nunca en su piel, y que contrata a una abogada para que le ayude a un cambio de sexo. Este es el punto de partida del argumento -que sé suena enloquecido- de "Emilia Pérez", la última peli de Jacques Audiard. Y no solo eso, aún hay más: es un musical. 

Pero, milagrosamente, funciona: es una de esas pelis vibrantes, llenas de energía, con coreografías espectaculares, y un par de panoramas nocturnos del DF, "la ciudad de la eterna primavera", por las que merece verla. Y luego está el contenido, todos los temas en los que te hace pensar además del más aparente-en este caso los desaparecidos en México. Las feministas del primer párrafo dicen que las mujeres trans son impostoras que lo que quieren es meterse en cárceles de mujeres para seguir violando: aquí tenemos a una mujer trans que podría querer un cambio de sexo para cambiar su identidad para protegerse, y sin embargo, lo quiere porque, igual que Alex, igual que Jan Morris, y tantas otras, "es el primer recuerdo que tiene de su vida".

"La mala costumbre" y "Emilia Pérez" son ambas piezas políticas: combinan contarte el sufrimiento personal de dos personas que no han elegido y por tanto no tienen ninguna culpa de su situación, con otros asuntos más claramente sociales, en el caso del libro usando conceptos para algunos tan anticuados como "clase obrera". Lo personal es político, como decían en la segunda ola del feminismo, porque todas nuestras decisiones son, al cabo, políticas. 

Y el enemigo del feminismo es el patriarcado.