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07 abril 2018

Pasión en Vetusta (G4)

Atrenizadas en Vetusta un Martes Santo de madrugá (las 6:30 am, y era de noche), dos días y medio antes de lo previsto (adaptaremos la famosa cita de Hitchcock: "nunca viajes ni con niños, ni con animales ni con Charles Laughton"), nos queda el resto de la Semana de Pasión en "la Sevilla del Norte". Como tras todas las semanas disfrutadas en La Ciudad del Viento, solo queda una vaga sensación de excesos hasta en la calma, de esos que solo pueden engendrar la verdadera raison d'être de este blog: divagar con mayúscula, perdiéndose una y perdiendo al personal. 




No voy a hablar de torrijas, aunque evidentemente en el Marigold (residencia de la difamily, mucho mejor que el original Best Exotic Marigold Hotel) se hicieron demasiadas torrijas; ni de ver a amigos y naufragos por allí varados; ni de las luchas con Mini por los deberes (y debates sobre quién hará la "Colonia Marciana" que hay que preparar como nueva manualidad escolar); ni de las horas de terraza lectora, que siempre deberían ser muchas más. No. Hablaremos del país extraño donde dicen que viví 25 años (miedo: dentro de unos pocos habré vivido más en la isla del tesoro que en la península del tambor-y la pandereta).

En la prehistoria del divlog ya salimos del armario: molan las procesiones. A ver, a sus debidas dosis, esta semana vi dos y ya tuve suficiente. No voy a repetir lo del culto a la muerte y Lady Gaga que ya está aquí, pero ahí van unas cuantas ideas sin orden ni concierto. 

El miércoles por la noche fuimos a ver la procesión de la "Cofradía de Jesús de la Humillación, María Santísima de la Amargura, San Felipe y Santiago el Menor" (sic). Ya con el nombre me vengo arriba, me descubro y les digo, aúpa campeones! (ahora así, en bajito, en serio que creen que es posible que les tomemos en serio con ese nombre? Humillación, amargura... es que soy la única que no se puede quitar de la cabeza ecos sadomasoquistas, porno del chungo). A los observadores ateos con gafas de antropólogos amateurs y amantes de la fotografía nos parece un espectáculo impagable y como tal, adelante, sigan en el equivalente de tribu con taparrabos danzando alrededor del fuego dándole al tambor por las calles de la ciudad, pero el tema así de fuera es muy severo.

La motivación del público en bloque no es, de todas formas,  la que describo. Gran parte de la peña lleva dos horas y media esperando para ver cómo se las arreglan para sacar el paso de la iglesia los portaleros, porque es muy estrecho y han de salir de rodillas y tal. Hay que gente se emociona con que pasos pasen (nunca mejor dicho) por angosturas. Es lo mismo en Sevilla, dice Fashion luego. Yo no recuerdo haber visto nunca un paso donde los portaleros estuvieran debajo, en una caja, sino siempre llevándolo al hombro. Por ese lado, estos de la Humillación y Amarguras me impresionan, porque en un punto paran, y luego un senior le da a una manivela y se ponen a andar, pasito a pasito, y con cuidado que hay una giro con escalón justo donde estamos nosotras. Esto conlleva airadas palabras del senior de traje que les grita a través de una tela como mosquitera por donde, supongo, respiran. Detrás del paso van más portaleros, con apariencia de rudos leñadores, como una toalla en la cabeza y-atención-parte son chicas muy jóvenes. No puedo entender bien su motivación, porque yo no creo que toda esta gente vaya a misa dominical: hay demasiados. Por lo que me dicen, quedan pocos clientes en las parroquias menores de 75. 

La otra curiosidad personal de esta procesión es ver la reacción de Mini, que yo creo que no ha visto nunca una, aunque mi madre asegura lo contrario. Al principio creo que le da un poco de miedo (nada como el terror de Fashion hace décadas: "buaa, los capuchos!!"), pero luego se limita a comentar, en su hieratismo preadolescente que "no le gusta Dios", en especial el olor (recordemos el inefable "aquí huele a Yísus"). Pero lo principal que me llevo es ese barrio de lo viejo de Vetusta que casi no conozco y que está lleno de rincones interesantes, antiguos palacios reformados a los que les han dejado los casquetes de las balas de la Guerra de la Independencia, antiguos solares rehabilitados por la gente "esto no es un solar", y hasta un museo inmenso del origami que no tenía ni idea existiera en Vetusta. 

El Jueves Santo sale La Piedad, que es la cofradía de la gentebien vetústica. Todo el mundo conoce al doctor tal o al empresario cual que está muy metido en esto de la penitencia y la caridad. Porque lo suyo empezó siendo caritativos con las mujeres que quedaron viudas en la Guerra Civil (de ambos bandos? me pregunto, ya que son tristísimas las historias de niños robados de esas madres que precisamente este tipo de gente no consideran apropiadas, y hace tan poco como un par de décadas estaban arrebatándoles bebés ginecólogos y monjas). Su causa con la mujeres desfavorecidas no les lleva a plantearse que, en pleno siglo dieciveinte (gracias Les Luthiers) todavía no permitan mujeres en la cofradía-aparte de las pobres Manolas que van al final, todas de negro, con su teja y blonda, y taconazos que sinceramente, me parecen más punición que los que van descalzos. Las Manolas siempre me han fascinado: yo hoy las veo y pienso en Cospedal o bien en votantes-del-PP, tanta perla, mucha perla. 


Es todo tan friki, pero a mí me lleva a mi infancia, la noche aquella misteriosa que salíamos tan tarde a pasar miedo y, principalmente, a disfrutar de los tambores. Tienen en su página los redobles, así que si hay alguien ahí que le pongan la mitad que a mí, entren en el enlace. Mi favorito es Metro, aunque había uno del pasado que me gustaba más y no lo encuentro. 





Este año logramos un buen sitio en la Calle Alfonso, enfrente de un Doner Kebab. Las fotos son impagables, y comienzo a pensar en conceptos como "fusión",  "mestizaje", los capirotes y el kebab, las virgen sufrientes y el moro. Es todo fantástico. Pero lo que me deja especialmente tarada-y aún, a más de una semana, intuyo que esa imagen no se va a borrar facilmente de mi retina-es la escena de los caballos. Así como las Manolas salen al final, muy al principio, osea, eones antes (hablamos de 1200 cofrades) desfilan unos 5 ó 6 a caballo. Hace tiempo que no veía a caballos tan limpios, tan bonitos, tan perfectos. Pacientes, con todo ese estruendo de tambores y de cuando en cuando trompetas apocalípticas por detrás, no se inmutan: ojalá uno se desbocara, piensa mi pequeño yo anarquista. Las botas de los jinetes brillan en la noche. Son el poderío, el porque-yo-lo-valgo. Arrepintámonos, hermanos, pero seguro que no saben bien porqué. Entonces, le veo: un hombre de unos 60 años, gordo, vestido de calle sin desaliño, pero sin pertenecer, se arrastra tras los caballos con unos utensilios recogiendo las potenciales heces. Su cara lo dice todo: hablábamos antes del "cristo de la humillación"? Qué tiene que ser para ese pobre hombre recorrer las calles de su ciudad recogiendo la mierda de los caballos que llevan los tan-arrepentidos jinetes? Señores hermanos, tan virtuosos que son: no podrían haber tenido la caridad de darle un capirote-aparte de los seguro pocos euros- a este pobre hombre, para tapar su vergüenza? O es que un "hermano" no debería ser visto en esta acción? No les da vergüenza a ustedes, fuerzas vivas de la ciudad? 

Es de madrugada en Vetusta, las calles están hasta arriba, las terrazas de la zona vieja al completo. Voy de la mano de mi hija, con la que intento compartir-a su nivel-estos pensamientos, y convencida de que el mundo es una mentira y una mierda. Pero mira, Mini, qué maravilla puede también llegar a ser Vetusta de noche... y le enseñó este palacio.




04 abril 2018

El Orient Express, sin asesinato ni maderas nobles, pero a fe mía tren fantasma (G3)

Lunes, 26 de Marzo de 2018
Todos nos despertamos muy tarde: si pensamos en la hora británica de hace un par de días, podría ser razonable, pero así es más de media maniana. Maldito Cambio de Hora, viruses y jet lag.  Y lo peor: tras la granola,  Mini se vuelve a la litera. Qué hacer con una ninia  enferma los días que nos quedan? Tenemos el Transiberiano-txiqui hacia Vetusta a las 7 am del jueves (ah sí, no he dicho que el plan es  hacer un triángulo? Londinium-Galicia-Vetusta. Recordemos las interminables vacaciones escolares de Mini, hay que dejarla con abuelos).

Por fin, en un punto conseguimos persuadir a Mini para salir a airearnos, y cogemos el barquito a Vigo. Lo que normalmente es una diversión, no lo disfruta, y al llegar a Vigo se empieza a marear. Está muy pálida. No es plan y me acerco a la estación, por ver si habría billetes hacia Vetusta algún día antes. En la ventanilla, una seniora busca y busca y todo "completo". Ni el "directo" (ehem, que para mil veces!) ni el AVE via Madrid. Son malas fechas, claro... al final, "un momento! aquí hay dos butacas gran confort a las 17:55 esta noche!" No nos va a dar tiempooo. Mi mente calcula: son las 4, habría que coger el barco a y media, empacar, volver por tierra rodeando la ría... y no podemos arriesgarnos a cogerlas porque... y si no llegamos?

Aquí comienza una carrera frenética: lo vamos a intentar. No sé cómo lo hacemos todo tan rápido, pero por fin, casi sin respiración y en ventanilla, me presento ante la misma empleada que anuncia que "ya no están esas butacas confort". En serio? Es un tren nocturno que hace mil paradas y al que le cuesta, literalmente, 12 horas y media llegar a Vetusta. Pensemos en vuelos a Tokio, Vancouver, etc. Ese pelo, pero en tren, que a mí me encanta y que íbamos a hacer de día el jueves en todo caso, para leer y leer, y ver pasar las Castillas por la ventana. Pero tanta gente hay dispuesta a chuparse la friolera de un vuelo intercontinental a través de la península? O será que cogen tramos yo que sé, de 2 a 4 am en medio de la estepa castellanoleoneosa?). En todos esos pensamientos estoy cuando (todo con dulcísimo acento gallego que a mí se me pega un montón): "espera que miro, tengo aquí algo, te puedo encontrar una promo, pero mira... a ver, tengo un compartimento en litera, pero has de abonar tanto".

Whatever.


Nos despedimos de J., sentimos lo enloquecido de este viaje, el cambio de planes, mil gracias por todo, incluido lo que hemos cogido de tu casa, la barra de pan, el queso, las mandarinas. Corremos y al llegar al andén nos encontramos con el tren y un tipo de unos 30 y tantos con acento-este catalán -que nos abre el compartimento. Mini está exultante y no se puede creer lo que lee en las puertas de cristal entre los compartimentos: "GRAN CLASE". Pero mummy, es posible? (los Pedalistas, en otra clase que no sea "tirados"?). La ninia se pregunta si está viviendo un suenio.

Yo he viajado alguna noche en tren-cama y me ha parecido (casi) siempre mágico: una vez de Hendaya a París, otra de Bangkok a Surat Thani (genial, de mochileros, conocimos gente), la terrorífica en India (no recuerdo los destinos, pero sé que fuimos prácticamente en la clase-intocables para evitar el altísimo aire acondicionado y... no comments). Se lo cuento a Mini como la plasta que soy, y cómo vamos a hacer algún día el Transiberiano y lo que sea, y al abrirnos el hombre el compartimento, Mini aún alucina más: es un cuartito con dos butacas, espejo, colgadores, tele, y un banio a todo plan!!! (con sus neceseres completos que ya querría cualquier compania aérea, buena ducha y tal). El joven nos indica que a las 9:30 vendrá a bajarnos las literas y que cualquier cosa... tenemos un interfono, que aún emociona más a Mini... "interfono para tu madre", indica.


Por supuesto nos toca el compartimento con la puerta atrancada y al salir para una exploración inicial nos damos cuenta que no podemos entrar. En fin: demos un voltio y ya nos enfrentaremos al pobre hombre luego. Vamos paseando por vagones y llegamos a la cafetería, y a su lado hay una sala con mesas donde puedes ir a comer. Nada que ver con el Glamour del Orient Express (quién no fue leyó a Agatha Christie con 12 anios?) donde hay manteles y lamparita en cada mesa, y las paredes eran de madera de roble oscuro. Hay muchos vagones con compartimentos como el nuestro, donde la gente está sentada con la puerta abierta, lo que nos da mucho juego para el análisis antropológico con vistas al blog: una pareja de cierta edad, llenos de bolsos, y seguro que cestas tal vez con animales vivos. Un hombre solo al que llamo en mi cabeza "el viajante". Y poco más. Luego están los vagones con las famosas "butacas confort" que se las han llevado calentitas, según la empleada de Vigo, pero lo cierto es que hay más vacías que con gente. Parecen muy cómodas, pero claro, nada que ver con dormir en horizontal. Siempre me horroriza cuando se visitan castillos y las camas de los reyes eran tan cortas y te explican "es que dormían sentados". Yo soy incapaz, y cuando estuve en el hospital ya me dijeron que era más saludable y demás, pero lo odiaba, dormir en cualquier grado superior a 180. No.

Volvemos al compartimento, que logramos abrir tras un forcejeo. Mini se ducha y hablamos por teléfono con interferencias con la familia. Intentamos ver una peli, sin éxito. Leemos. Pero ante todo, llamamos al joven catalán antes de las 9. Cuando nos baja las literas (que tienen colchón y la cama hecha perfectamente con unos arneses para sujetarlo) le pregunto, así impulsivamente: "hemos de atarnos?" (en serio, este ser puedo ser yo a veces, cuando sobre-excitada). El tío me mira de arriba abajo y espeta: "Esto me lo han preguntado alguna vez los japoneses, pero de ti no me lo esperaba". Oh dear, cómo explicarle que soy medio japonesa.

Mini por supuesto quiere la litera de arriba, a la que se sube por unas graciosas escaleritas que salen de la pared. En un nanosegundo logra medio caerse por las escaleras, así que acordamos que se quede debajo, por si ha de salir al banio. Por supuesto también, cae como un ceporro y no se levanta en toda la noche. La sufrida Di, sin embargo, en litera superior, ha de bajar repetidas veces, al banio, a por algo de comida, a por agua, a por una manzana... leer arriba ("Farenheit 451", próximamente) es una gozada, y hacia la medianoche apago la luz, y disfruto del traqueteo. Con el chacachá del tren. Al final he de tomar una melatonina que se ha hecho polvo y a saber si sobredosis.

A las 6 AM el joven catalán llama a nuestra puerta, en los trenes nocturnos no anuncian las estaciones. "Ya vamos". Me pregunto cuánta gente se pasará a lo largo del anio de estación. Nos dice que su trabajo consiste en asegurarse que nos bajamos. Nos comenta que hemos sido el único compartimento de ese vagón. En serio? Pero si nos decían que estaba todo completo? La llevan buena con los ordenadores. Hemos viajado en un tren fantasma, prácticamente sin pasajeros-que pudiéramos ver, al menos.

Y a las 630 estamos en Vetusta: aún es de noche, y Mini habla con los tiempos verbales cambiados el resto del día. 

03 abril 2018

Cabo Home, el bosque animado y los lunes al sol (G2)

Domingo, 25 de Marzo 2018

Domingo, y me despierto demasiado pronto.  Quién soy, dónde estoy, ah en mi litera de abajo. He soñado cosas. Entre las rendijas intuyo que sale un día soleado. J. es tan detallista: nos ha preparado un desayuno de lo que recuerda que nos gusta, basado imagino en estos divagues en los que hablo de aquellos desayunos griegos de granola y yogur y demás. Como los días de diario no me siento a desayunar (voy bebiendo té y como muesli con fresas mientras hago cosas), valoro mucho hacerlo tranquila los días festivos. 


Hoy vamos al Cabo Home, la punta más occidental de la ría de Vigo, justo enfrente de las Cíes, pasando Cangas. La carretera bordea el mar, y es precioso. "Mira Mini eso es un hórreo", recuerdo la ilusión que me hacía a mí verlos cuando venía por aquí de adolescente, "es para guardar el grano porque aquí hay mucha humedad". Mini, sabrá lo que es grano? Niña de ciudad. J. mientras da su particular visión de la esquina del mundo donde nació, "es una tierra de siervos; el gallego no protesta, el gallego emigra". "Así como en Euskadi o Catalunia sus idiomas fueron mantenidos y llevados con orgullo por la burguesía, en Galicia se ha visto como de aldeanos hablar gallego", cuenta. "Pontevedra es una ciudad sin interés, la han dejado bonita, y qué, conservadora al máximo, nadie se sale de la línea ni un milímetro". 




En Home dejamos el coche y lo primero subimos por unas piedras para ver mejor las Cíes: qué ilusión, 31 años después, y tenemos billetes para el barco el martes! (y el rollo de permiso requerido de la Xunta). Nos lanzamos a explorar hacia arriba, por el Monte O Facho (qué nombre), el bosque animado de Fernández Flórez nos arropa y Mini es nuestra guía entre eucaliptos, caminos por los que bajan riachuelos y gorritos de minúsculas bellotas. En la cima hay yacimientos arqueológicos y la vista es aún más espectacular: el sol se esconde, y sale, y ese juego de luz nos echa una mano con las fotos, y me quedaría allí todo el día. Parece que se pone a llover, luego para, esto es Galicia. Bajamos y a Mini le duele la cabeza.



En una terraza con vistas pedimos unas croquetas que le quitan el dolor instantáneamente. Es una receta que tal vez me dé por patentar, o tal vez solo funciona con Mini, el monstruo de las croquetas? El caso es que no se encuentra demasiado bien el resto de la tarde. Vamos a Vigo y subimos a un monte, que J. llama "uno de sus dos pulmones", donde hay una iglesia y grandes vistas de la ría, con las Cíes de fondo y los astilleros donde se filmó "Los lunes al sol" (Fernando León de Aranoa, 2002) en primer plano. Hace siglos que vi esa película sobre las consecuencias del cierre de los astilleros de la ciudad: la misma amargura de "The full Monty" pero sin las risas. En el cartel de la peli los personajes van en el barco que une las dos partes de la ría de Vigo, el que cogeremos mañana. Pero nosotras somos turistas y yo no he olvidado la desolación de las escenas finales, con los personajes de la peli al sol los lunes, y los martes, y todos los días. Eso cuando no llueve. 


Nos han invitado a hacer merienda-cena en casa de los padres de J. Tengo muchas ganas de conocerles, tras haber hablado bastantes veces por teléfono. En el camino, pasamos por una pastelería llena de monas de Pascua, Mini se queda extasiada y J. le quiere comprar una (evidentemente, no lo permito: para qué estamos las madres, sino para ser castradoras, Tio Sigmund?). Sus padres son iguales: nos han preparado una merienda impresionante y les cuento que en Vetusta hay un dicho que va algo así como "esto es como una boda gallega"  (donde es mala senial si no sobra comida). También viene su hermana y pareja, y hablamos de cine. Ya veo de dónde le viene a J. su erudición sobre cine clásico, ya que su padre también parece ser otro entendido. Me faltan muchas horas de filmoteca, o incluso de Días de Cine, donde la otra noche vi un programa sobre Howard Hawkes y su predilección por las mujeres fuertes" (oh Lauren Bcall, diosa).







Los astilleros están en pleno incendio del atardecer cuando cogemos de nuevo el coche hacia el otro lado de la ría, qué maravilla... Mini no está demasiado bien y no quiere ni siquiera un yogur al llegar a casa. Se mete en la (mi) litera de abajo, y allí leemos un rato el libro que en el cole recomiendan leer con un adulto: "El niño del pijama de rayas", porque están estudiando la Segunda Guerra Mundial, el "Kindertransport", la "Kristallnacht", y todo lo demás. Llevamos más de la mitad del libro y hasta ahora ningún ninio con ningún pijama ha aparecido y solo hay un alemancito quejándose por irse de su casa de Berlín a una mucho peor. De verdad, no voy a hacer un divague de este libro infatil, que hasta Mini se queja de su estilo, dice: "la próxima vez que diga "puso su boca en forma de O", gritaré".



Mini se duerme y me pregunto cómo se despertará mañana...

02 abril 2018

Primera entrega del anti-viaje: (A veces, cambio de plan) Galicia 1 (G1)

Sábado, 24 de Marzo de 2018

La verdad es que no sé cómo enfocar esto: normalmente, durante o al terminar cada viaje, sin ningún tipo de remordimiento, someto al pobre divagante a series interminables que vienen a ser los cuadernos de bitácora que antes escribía en cuadernos de espirales. Afortunadamente para el mundo, en aquella época no existía nada como esto, y nadie jamás ha hecho mención de querer leerlos-ni yo misma (algún día, jubilada frente al Egeo?). Pero ahora no sé cómo enfocarlo porque esta última semana ha sido tan caótica que llamarlo "viaje" me parece directamente arriesgado, así que me quedaré con anti-viaje, y comenzaré con contexto-una cucharada de azúcar ayuda a que entre la medicina, que decía esa bruja de Mary Poppins.  

Hace año y medio J. vino a Londinium. Quería ver los museos y constatar que, tras más de 20 anios sin vernos, yo existía y no era una suerte de bot de esos que producen hoy en día las máquinas. J. es el mayor ludita que conozco y el tiempo le está dado -y sospecho que le dará cada día más -la razón. Ro me decía ayer que cada vez más los ejecutivos piden el Nokia ladrillo que me dio No (tras perder el anterior ladrillo en el Trápalas con ella y Txelos) para uso en la península. En la isla tengo uno de esos llamados "inteligentes" pero me jacto de no haberme comprado nunca un móvil: o rescato viejas glorias de familia y amigos o me los dan en el curro-no me engaño, para que trabaje más-y por supuesto lo consiguen.

Pero divago: J. vino a Londinium un Noviembre y nos pasamos un fin de semana de peripatéticos, no por aristotélicos sino por nuestro caminar conversando por la ciudad. Prometimos no dejar pasar otros 20 y así surgió el embrión de mi retorno a Galicia tras décadas (qué vieja me siento, qué vieja soy). Di strikes back por cuarta vez. 

Mi primera vez fue el verano mítico de 1986, campamentos en Porto do Son; tan flipada quedé de aquella tierra que al verano siguiente repetí quincena, esta vez acampada en las maravillosas Islas Cíes, donde conocí a J. y a otra tanta tropa de chavales de Vigo y algún que otro portugués. En 1989 estuve en Santiago con un grupo de creyentes para ver si Voytila me daba un impulso en eso de la fe que hacía aguas a lo bestia por aquellos 18 años míos (visualícese a la joven Di intentando achicar cerrando los agujeros del barco-obviamente infructuosamente). 

Y esta era la cuarta: Mini y yo (el Peda no pudo unirse) cogíamos un avión muy tarde un sábado hacia Santiago de Compostela, donde nos esperaban unos días más de peripatetismo por las Rías Baixas. Pero justo al principio de esa semana me habían elegido los virus para dejarme muy tirada, y hacia el final Mini eligió a los suyos a fuerza de ir desabrigada en el "campamento de aventura", en el que estuvo 4 días antes con el cole. Así que nos metimos en ese avión ciertamente con "espíritu de aventura".

El aeropuerto de Santiago me impresiona por grande y moderno y por el desparpajo del personal. El poli de seguridad lee el nombre de Mini con un leve interrogante, o será el acento de la tierra. "Sí, es griego", dice mi hija, y él le enseña la parte frontal de su muñeca donde está tatuado su mismo nombre, en masculino. "Te llamas así?", "No, es mi hijo el mayor, si llega a ser chica le ponemos como a ti". Confraternizando con la madera,  lo que faltaba-parece que oigo a su padre. 

Al salir nos espera J., gran alegría, y al salir-salir, llueve, cómo no. Hay 80 kms de Santiago a Vigo por la autopista, y J. nos ha traído una bolsa enorme llena de bocadillos, fruta y galletas. "J. te dije un bocata para Mini y una fruta para mí". Mini sentencia: "es un festín", mientras recorremos el diluvio universal.

J. vive en un pueblo enfrente de Vigo, al otro lado de la ría. Se cruza por un barquito si no se quiere rodear por el puente de Rande. Su apartamento es muy mono, típico de artista, sus paredes forradas de cuadros o de carteles de películas. En nuestro cuarto está el de "The tribe", la peli de 2014 de Myroslav Slaboshpytskiy. Mini se hace con la litera de arriba: estamos agotadas, debe ser mucho más de la media noche (hora de las meigas), pero encima cambian la hora, así que a la mañana siguiente el jet-lag se hará notar: vamos con 2 horas. 

La humedad del mar y la lámpara que cuelga como de camarote me hace sentir en un barco. Me cuesta muchísimo dormirme, pese al cansancio.


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Una semana después, conversación:
-Peda, esta semana ha sido tan rara que no sé si hacer divagues separados para el diario de viaje como siempre, o todos en uno. 
-Todos en uno.
-Vale. 

Un rato después, en la semana después: "Publicar".  Yo me entiendo: ha sido todo tan caótico en este anti-viaje, que nada tendrá sentido. Mejor en breves dosis. Supongo. Haikusdivagues. Eso. Nos vemos. O no: quién os puede culpar?