Lo que sigue no lo he contado en el divlog y ahora me pregunto por qué. Podríá fácilmente haberle hasta dedicado una etiqueta y haberos frito con el tema pero, por lo que sea, no lo hice. Hasta hoy. Sí que he hablado de las cosas que me han salvado de esta pandemiajaputa que tal vez son más importances y merecedoras, pero no de una cosita pequeña que ha contribuído a muchos momentos de felicidad: mi bici.
Cuando llegué a Londinium, conocí la ciudad en metro. Un día, descubrí los autobuses y de repente, las piezas del puzzle empezaron a encajar: esto es lo que hay por encima de esta parada y aquella? Esto y esto está mucho más cerca de lo que pensaba! Me encontré con otra ciudad y recomiendo esto a cualquiera que venga por aquí. No están las cosas tan lejos, ni en este monstruo, y lo que hay por arriba es un festival. Pero con la pandemia, he descubrierto Londinium en bici.
Todo porque si la bici me suele poner algo hiperactiva y maníaca de normal, hoy ha sido un rato tan lleno de emociones montaña rusa, que he llegado con la necesidad de contar(me)lo. Para que se entienda, contexto: esta ha sido la primera vez que pedaleo en un mes, tras el covid puñetero que me había dejado exhausta. Cuando me he subido al sillín, no sabía hasta dónde iba a llegar, ni siquiera si lograría acercarme al río y cumplir mi objetivo, lo de los test. Sí, simbólicamente, llevaba en mi mochila los test que has de hacerte a los dos días de aterrizar y la idea era llegar a Waterloo, donde hay unos buzones para dejarlos.
Era un día perfecto de invierno: frío con un sol fantástico. Esto ya es para mí la vida, y entre eso, y la música, y ver que realmente llegaba al río y mucho más, me han dado un chute de adrenalina, de esos de "amo a la humanidad". Entonces, nada má dejar los test, lo he visto: el Big Ben, que llevaba años cubierto por las obras, estaba por primera vez parcialmente descubierto. En el puente de Westminster le he hecho fotos al reloj, que parecía que me saludaba desde el año nuevo. No recuerdo qué canción sonaba en ese momento: a veces me planteo si hay un algoritmo que relaciona mi lista aleatoria con mis pensamientos. No podría poner un ejemplo, pero a veces da miedo cómo puede sonar esa canción justo ahí.
En lugar de subirme a la bici y tirar hacia el oeste del río por la calle paralela, me la he colgado del hombro y he bajado las escaleras que conducen a un paseo peatonal que tiene a la izquierda una pared detrás de la cual está el hospital de St. Thomas y a la derecha, el Támesis, con las Casas del Parlamento al otro lado. Esa imagen que estáis cansados de ver en cada reportaje o noticia de Londinium. Este trocito lo he hecho andando, venía mucha gente. Y entonces ha pasado.
"The National Covid Memorial Wall". Nunca te olvidaremos, te quiero, eres la mejor madre, estás conmigo cada día, y fechas, y nombres y corazones y más corazones que no terminaban nunca. Mi aleatorio musical no ha ayudado: probablemente la canción más triste que tengo, y de las más bonitas, ha saltado: "Aunque tú no lo sepas", y me he puesto a llorar sin consuelo posible. Me han caído estos casi dos años, las ausencias, el miedo, el cansancio, y las últimas horribles semanas encima, pero sobre todo me han caído todas esas historias metidas ahí en corazones, toda esa gente que, aunque yo no lo sepa, están ahora sentados en su casa, mirando por la ventana, con el corazón roto.
(...) Y al llegar la mañana
No me di ni cuenta
De que ya nunca estabas
Y como esto es una ventana abierta donde cualquiera, también los que sufren por un corazón con nombre y fecha dentro, puede tropezar, si así fuera... solo decir que, aunque no haya consuelo posible, y aunque yo no lo sepa, lo siento.
Hacia el otro lado me saludaba otra vez, soleado, sonriente, el Big Ben. He seguido caminando mucho rato, sin separame del río. En un punto, me he subido a la bici y ha saltado una canción alegre. Y he girado a la izquierda, al sur, y he vuelto a casa.