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24 enero 2025

"Los pazos de Ulloa": Donde te ríes, te cabreas y aprendes conceptos como "trasconejado"

Hoy toca usar “Los pazos de Ulloa” de Emilia Pardo Bazán para hablar de lo que yo quiera -que bien pueda ser hasta del libro. Pero antes referir al divagante a la entrada de "Insolación" -que me quedó ingobernable pues me dediqué en gran parte a hablar de la autora- así que hoy me lo ahorro.  [Disculpas si te he vuelto a pegar la canción del mismo título de Albert Pla para el resto del día: a mí me pasa siempre- y no se va fácil]. Decía, que en ese divague podrán leer lo del feminismo de Pardo Bazán y lo de la imbecilidad de los escritores de la época (sí, todos: Clarín, Baroja, Pla, Pereda...) metiéndose con la autora por gorda y por hacer lo que le daba la gana. También hablamos allí del Naturalismo, de "La cuestión palpitante" y de su relación, tan moderna, con Galdós. Una anécdota, a saber si apócrifa es cuando se cruzaron en una escalera y ella le dijo: “Adiós, viejo chocho”; a lo que él contestó: “Adiós, chocho viejo”.

De nuevo, su sentido del humor
Decir eso a un antiguo amante con el que te has seguido escribiendo 20 años es un ejemplo más del sentido del humor de esta mujer - lo que más me gustó de "Insolación". Expresiones loquísimas ["después de echárselo al coleto"- esta es de “Los pazos”], algunas que me parecían incluso modernas y con las que me he reído releyendo aquella entrada. Eso sí, en "Los pazos" hay mucha menos irreverencia [recordemos que "Insolación" comienza con la heroína recuperándose de una resaca], aunque sigue habiendo expresiones muy graciosas: "unos catedráticos acatarrados y pergaminosos", "y en cuanto al cabello, dormían en él capas geológicas", "dijo que al capellán le había dado algo; que estaba como difunto", "Julián sacó del libro del abad una jaqueca tremebunda", "y dejó para siempre jamás amén a su capellán", “aquella papelería trasconejada” (que significa “perdido, extraviado”: no puedo esperar a usarla), "tan currutaco y tierno", “engolfado en la lectura”, “ir hechas unas fachas” y si pensabas que “facineroso” la había inventado aquel del jacuzzi, pues no.

Contexto robado
Tras leer la novela escuché su podcast de “un libro, una hora”, y luego el de su segunda parte, “La madre naturaleza” (que no he leído). Este es un podcast en el que su narrador -de voz imperiosa- te cuenta la novelas de cabo a rabo, y un par de veces sale una mujer que da un poco de contexto y análisis. No lo suelo escuchar porque yo querría eminentemente pasarme una hora entera de disección escuchando a la mujer, en lugar de al que te destripa la novela con el látigo chasqueando de fondo. Pero bueno, hoy los he escuchado y la mujer dice que, cuando se publica esta novela, 1886, hace 40 años que Emily Bronte ha publicado "Cumbres borrascosas" (1847). Que plantea el conflicto entre cultura e instinto y el interrogante de si son lo mismo, expresado en Nucha, la chica joven que llega de la ciudad a vivir en un pazo decadente, tras casarse con el señorito don Pedro, que es su primo. Es la contraposición entre lo primitivo y lo civilizado, cultivada por Valle Inclán postmodernísticamente, por Cela tremendísticamente en su Pascual Duarte y por Torrente Ballester en "Los gozos y las sombras". A esta última le tengo ganas.

El cura, un soseras que no mete mano
Hay varios personajes centrales, pero para divagar psicológicamente me quedo con el cura Julián, que llega a los pazos al principio de la novela (“qué triste país de lobos que antecedía al valle de los pazos”) para llevar los libros del señorito, y a través de sus ojos nos adentramos en el contraste rural-urbano y en especial en la suma decadencia en la que vive la así-llamada aristocracia de la zona. Se podría decir que la novela es un bildungsroman por lo que tiene de “novela de aprendizaje” para Julián.

El pobre es continuamente objeto de mofa por lo "afeminado" que es -el abad de Ulloa le desprecia y apoda "Mariquitas" porque se lava, se corta las uñas y bebe agua [imaginen, lavarse!]. Además es pusilánime y soso ["renegaba Julián de su sosera; ¡cuánto daría por ser elocuente!"], y hasta reconoce él mismo que "soy muy apocado y... así, como las mujeres, que por todo se afectan". O sea, lo femenino asociado con lo débil, retraído, pasivo.

En todo momento yo, lectora de 2025, esperaba que fuera a salir con algo sexual pero no: cuando describía su amor incondicional por Nucha, al final era para él algo así como un icono gay, una Evita Perón gallega. O cuando quería besar a Perucho, el hijo bastardo del señorito, lo mismo: todo sin malicia. Con lo que me he reído es con que el crío "pone los pies en polvorosa antes de que pudiese lograrlo": alguien recuerda esa infancia española en la que la gente quería besar a los niños? Yo lo odiaba, y una vez una anciana venerable con la que me resistía  me preguntó la razón y solté, con todo mi papo: "porque huele mal". La señora amenazó con decírselo a mi padre.  Es una de mis anécdotas memorables:  mi madre aún la cuenta negando con la cabeza y diciendo que "pasó mucha vergüenza". Apuesto a que apestaba. 

El psicópata acomplejado
El señorito es el contrapunto del cura Julián: representa lo salvaje, lo rudo, lo masculino, lo sucio, lo sexual. Es un personaje sumamente desagradable con “un fondo de crueldad sostenido por su vida grosera” y al que también Pardo Bazán le hace un retrato al óleo. No me ha interesado ni por su lado psicópata -ya saben que es un interés especial de la que firma [cuida con lo que deseas: leyendo sobre la inauguración de Trump, parece que voy a tener un “field day” de 4 años sobre el tema]. Como el nuevo presidente, este es déspota de poner pelos de punta, cree que es dueño de los que trabajan para él “por quién soy os pongo a cuatro a todos a cuatro patas y me lleváis a caballo hasta Cebre”, “ese es tan mío como los perros que llevo a cazar no le mando que ladre y que porte porque no se me antoja”, o está seguro de que les puede dar una manta de palos, sin que el juez "me venga a empapelar".

En un punto de la novela se presenta a las elecciones locales, pese a no tener ideas políticas: “se inclinaba al absolutismo creyendo inocentemente que con él vendría el restablecimiento de cosas que lisonjeaban su orgullo de raza como los vínculos y mayorazgos”. Aunque yo a esto lo llamo ideas políticas: muéstrame un "apolítico" y te demostraré que es de derechas. Pero en el fondo, lo que le asola es un tremendo complejo de inferioridad, por ejemplo le sofocaba la atmósfera intelectual propia de las ciudades universitarias -como Santiago- “porque él no estaba fuerte ortografía”. Claro.

Y como todos los machotes, es violento con los débiles, y se ceba con las mujeres: su amante tiene hasta un trozo de una oreja cortada y su esposa una moradura en la mano. Cuando Julián le llama la atención, el tipo responde que sí, que ya sabe que no hay que pegar a las mujeres, pero que depende de la mujer, "según sean ellas... hay mujeres y mujeres". Es que vamos provocando.

Para las mujeres, cualquier tiempo pasado fue peor
Pero es que lo de las mujeres en la novela es deprimente, infuriante, asqueroso. Cuando nace una niña: "el angelito es hembra; habrá que resignarse". Al ama de cría la llaman "vaca humana". El mismo padre de Nucha que, ante todo, quiere casar a las hijas: "Entre los numerosos ejemplares de padre que quiere colocar a sus niñas, ninguno más vehemente que Don Manuel Pardo". Pero no con cualquiera: “Ahora, mejor que se queden para vestir santos antes que casarse con el comerciante que medra vendiendo paño, con el médico que toma el pulso; eso sería, vive Dios, profanación indigna!". Así son la aristocracia, ni siquiera las profesiones liberales les sirven... La vida de casadas era entendida "a la manera calderoniana sobre eso del honor conyugal: española neta, indulgentísima para el esposo e implacable para la esposa". La verdadera función femenina era la gestación y alumbramiento, y parece que “las del medio rural están mejor dotadas que las de la ciudad”. Inspiro fuerte.

Hoy, a tenor de un podcast feminista que le envié, he tenido una conversación con una amiga médica, de esas que te vas dejando mensajes de voz en whatsapp a lo largo del día. En el último suyo, a las siete de la tarde, me contaba que volvía agotada a casa tras doce horas de trabajo. Ya sabía ella que no iba a estar yo de acuerdo, pero concluia con que si ahora su marido ganara una pasta, ella dejaría de trabajar. Y seguía con la narrativa de que "nos han engañado a las mujeres con eso de que podemos con todo". Yo creo que nos han engañado a todos con el consumo, las experiencias y la tontería, pero solo lee “Los pazos”, amiga, solo lee cualquier cosa que te cuente cómo era la vida las mujeres antes de que tuviéramos independencia económica. Que ahora es complicada, sí, pero nada igual. Espero que Mini nunca se olvide de lo que le dijo mi suegra cuando le preguntó un día “de qué se arrepentía más de su vida” y ella le contestó, “de haber dejado de trabajar cuando me casé”.

El naturalismo por el médico
Dado el conservadurismo de la clase médica actual, da gusto ver que en “Los pazos”, el cientifismo y el progreso viene representado por el médico Máximo Juncal. Alguien habla de “su manía de la higiene y su culto de la salud; culto infundido por librotes modernos que sustituyen al dios de Sinaí con la diosa Higia”. Empieza quejándose de que se use a la así-llamada “vaca humana” sin tener en cuenta “su libre albedrío”, solo por ser hija de uno de los trabajadores del señorito.

Luego me encanta su anticlericalismo cuando le dice al cura Julián: "usted tiene que estar por el feudalismo y la teocracia" y, aunque el cura se declara "apolítico", le dice una de las mejores frases de la novela: "todos los pájaros de pluma negra vuelan hacia atrás". Maravillosa Pardo Bazán - y eso que era católica devota, lo que no le impide poner en boca del doctor Juncal más perlas sobre los curas que “pueden tener intereses bastardos, pueden querer vivir holgazanamente explotando la tontería del prójimo, pueden darse buena vida con capones y cabritos de los feligreses". Vivir de la tontería del prójimo, hay tanta gente que vive de eso…

Es todo un figura: atiende un parto "paladeando sorbos de ron" y contando batallitas -entre cabezadas "ayudadas por el ron": parece que su profesor cuando llegaba a un parto y veía a la gente rezar o con "estampas de santo y sus candelicas" gritaba furioso: "A ver! O sobra el santo o sobro yo!". Solo por esa última frase merece la pena leer la novela. Yo siempre he pensado que si un día entro en una consulta médica y tienen un crucifijo, me levanto y me voy. Ahora, además tengo frase: "A ver! O sobra el santo o sobra usted!".

Así que Pardo Bazán usa al médico para filtrar sus ideas naturalistas, que intentan explicar desde un ángulo materialista la etiología de los problemas sociales, llegando a una crítica social profunda desde el determinismo: es que no hay nada que hacer. Ni Dios existe, ni la moral, y para que unos pocos ganen, muchos han de perder. Coincidencia, que sobre el determinismo estoy leyendo el último Sapolsky's ("Determined"): en unos meses el divague en su quiosco.

La forma
Y ya termino con algún subrayado que tal vez sirva para ilustrar lo bien que escribe esta autora: "con pegajosa dulzura de animal doméstico", “Nucha no pesaba más que un ramo de flores”, “con el decoro propio de un paso de minueto”, “callaron todo el camino porque los oprimía la tristeza inexplicable de las cosas que se van”, “cayéronsele a don pedro las alas del corazón”, “detenida ante esas lóbregas puertas que llaman de la muerte con un pie en el umbral como diciendo entraré no entraré”.

Una maravilla, Emilia Pardo Bazán: feminista, irreverente, contradictoria y llena de risas e ironía. Qué trasconejados nos tenían en la época escolar que solo nos daban a leer a los señoros.

30 diciembre 2024

"Esto es ridículo", una frase para casi todo últimamente [Ya lo dijo Vivian Gornick en "Apegos feroces"].

"Fierce attachments" ("Apegos feroces")
de Vivian Gornick es uno de esos libros que tiene todos los ingredientes para que me guste [autora judía neoyorquina, verbosa y feminista]. Sin embargo, me ha costado empezarlo: lo he tenido en casa tal vez un año, hasta me lo llevé de paseo a Vietnam (allí lo leyó el Peda, a mí no me dio tiempo) y al final, este mes de diciembre fue su San Martín. La principal razón de mi gato-y-ratón con este libro ha sido una de las palabras de su título: "attachments" (apegos). Este sustantivo me hace martillar el revólver al leerlo o escucharlo porque se suele usar mal: cuando lo constato, con dificultad contengo la urgencia de disparar. En estas memorias (porque este es el subtítulo de la novela, "a memoir"), "apego" está mal usada, por supuesto, pero por lo menos no la repite demasiadas veces, en contra de lo que yo predecía. Y en compensación, la otra palabra del título, "fierce" (feroz) es un adjetivo que me encanta: me lleva a la infancia (¿quién teme al lobo feroz?), a atroz (otra palabra que mola) y a Trasmoz (un pueblo con brujas, qué más se puede pedir a un pueblo?).

Este libro fue publicado en 1987, antes de que se usara el término “autoficción” para indicar despectivamente “algo que ha escrito una mujer tomando elementos biográficos” (como si no escribiéramos tod@s desde la biografía). Podría haber escrito más sobre política, Nueva York o el proceso de escritura, pero Gornick se centra en el tema “relaciones”. Divertida, feminista, socialista, a reventar de ideas… a ver si lo consigo explicar.

La madre
Cómo no, su madre es la típica mamma judía con todos sus estereotipos. Empecemos con el chiste clásico: qué le dice una madre católica y una judía a su hijo tarambana? La católica: "si haces X, te mato". La judía: "si haces X, me mato". En psiquiatría hasta hace poco se trabajaba mucho el concepto de "Alta Emoción Expresada" (High Expressed Emotions) como, si no causante, sí factor relevante para el desarrollo de enfermedades mentales severas como la esquizofrenia. Supongo que para los pobres anglosajones todas las familias de origen cultural católico o judío seríamos "alta emoción expresada", pero no por ello tenemos más incidencia de psicosis -aunque el concepto de judío neurótico nos lo ha machacado Woody Allen durante décadas. En fin, que la madre de Gornick es la sede de la Alta Emoción Expresada.


Y es un personaje de esos para hacer libro fórum: el Peda opinó que "es malísima" pero yo a ratos me reía con ella (el libro tiene bastante humor, ese factor tan bienvenido en la literatura). "Huérfana! ay, Dios, eres huérfana!", gritaba a intervalos regulares en el velatorio de su marido señalando a su hija, en el que la madre adoptó siempre el papel central. O cuando le intentan vender otra religión por la calle: "Joven: soy judía y socialista, creo que eso es ya suficiente para una vida, ¿no?"

Cuando habla con su hermana, la conversación es "agresión entretenida de observar". Con extraños puede ser seductora y encantadora de serpientes cuando quiere, pero este encanto es "peligroso y del que no se puede confiar". Es narcisista de alto nivel, y sin ningún tipo de auto-conocimiento: "¿haces esto para ponerme triste?" (no, mamá, el mundo no gira alrededor de ti, lo hago porque quiero).

Lo que hace cuando se queda viuda a los 50 también habla mucho de ella: toma la decisión activa de no recuperarse nunca de esa pérdida -simplemente, no le da la gana. Gornick se maravilla de que "nunca se cansase, inquietase o aburriese de esa seriedad" y pienso que es lo contrario de lo de un personaje de Isabel Allende que "no tenía paciencia para la tristeza". Siempre recuerdo esta frase leída hace 30 anios porque creo que te cae la lotería si eres así [algún beneficio tenía que tener la impaciencia]. Y no creo que esto implique que hayas querido menos que alguien que se mete en ese exceso performativo: la madre de Gornick llega a casa y se echa en el sofá con las luces apagadas, adopta una nueva manera de estar en el mundo tras ese evento. Y si alguna vez alguien le sugería que su actitud resultaba opresiva a los demás, se sorprendía: hay una metáfora fantástica cuando la madre abraza a la autora demasiado fuerte contra su pecho y Gornick dice: "tenía problemas para respirar, pero ahí estaba segura".


Eso sí, tiene claro que su hija va a tener educación, y cuando alguien le pregunta qué cree que va a sacar en claro su hija de ir a la universidad afirma "no lo sé, es lista y se merece una educación. Esto es América. Las chicas no son vacas en el campo esperando emparejarse con un toro". Claro que a cualquier pico le sigue su valle: cuando la autora vuelve de clase hablando con la jerga de los estudiantes de literatura, su madre no la entiende: "Habla inglés en esta casa!". Gornick queda estupefacta, porque no era tan complicado: todo lo que tenía que hacer su madre es "adorar en lo que yo me estaba convirtiendo, pero ahí estaba ella: rechazándolo".

Para mí la anécdota que mejor resume su narcisismo y egocentrismo es esta: Gornick da una charla ante una gran audiencia entre la que está su madre que es un éxito. Al día siguiente, cuando ve a su madre por primera vez tras el evento, Gornick la mira llena de expectación, esperando oír lo bien que estuvo en la charla pero su madre abre la boca, toda ilusionada y suelta: "¿Sabes con quién soñé anoche? Con Fulanita!" y comienza un largo monólogo sobre Fulanita en el que Gornick ya directamente disocia y supongo ve pasar su vida por delante. Esta divergencia de prioridades nos ha pasado a tod@s, en distinto grado y con distintos temas, algunos menores. Pero si cuando un libro te toca muchísimo y el recomendado te dice "meh, sin más", y ya casi físicamente te duele, no digamos en temas más personales, y venidos de tu propia madre.



Ah, y cómo no: su madre también destroza los libros que ella le recomienda. El patrón es siempre comenzar con un "escucha...", al que sigue un "¿Qué me puede enseñar este autor que yo no sepa? Nada". Gornick psicoanaliza el proceso y concluye que cuando su madre no entiende algo siente miedo y lo refleja siendo hipercrítica y desdeñosa.

Psicoanálisis y otras malas hierbas
Una bonita interpretación la de arriba, a saber si cierta. Para escribir no necesitas ser psiquiatra, ni siquiera psicólog@ [aunque con Franzen a veces me pregunto si ha hecho un curso de ccc], pero necesitas tener un mínimo de nociones sobre el alma humana, que Gornick desde luego tiene. Además, como buena persona dedicada a las “liberal arts” en Nueva York, Gornick ha estado en psicoanálisis (de ahí ha cogido prestado el concepto innombrable del título) y hace bastantes interpretaciones que se nota que vienen de ahí. 

Pero una cosa es una interpretación psicoanalítica sacada de tu kipá, y otra un concepto estudiado por la neurosicología. Por ejemplo, en un momento describe que de repente, se siente increíblemente triste (usa "miserable, desolated, defeated, speechless", todas en una misma frase-y decir que se queda sin palabras alguien con tantas como ella, es decir mucho). Esto que está describiendo es un NAT (Negative Automatic Thought o Pensamiento Negativo Automático). Los NAT son pensamientos que pasan rápido por nuestra mente, instigados por elementos que no nos damos ni cuenta, pero que te dejan con una sensación negativa. En terapia, te ayudan a intentar desentrañarlos, pero si tienes un mínimo de introspección sobre ti misma, lo puedes hacer tú. A mí es un concepto que me resulta muy útil y lo uso cuando Mini me dice que de repente está triste y no sabe por qué... entonces hacemos de investigadoras para ver qué ha pasado en el último rato que ha podido activar un NAT. El NAT es un concepto que viene de neuropsicología, una disciplina seria que nada tiene que ver con esoterismos como el psicoanálisis, pero entiendo que la población general se líe.  


Gornick según Gornick
Con la personalidad de Gornick me resulta a ratos muy fácil identificarme: ella no sueña "con amor o con dinero, sino con ella misma dando charlas elocuentes que llevarían a diez mil personas a sentir sus vidas, y a actuar". Aborrece cocinar: "no podía asumir su valor social" [creo que cocinar y comer está sobrevalorado - "dijo ella enmedio de Navidades"]. Y aprecia ir bien vestida, pero no soporta comprar y siempre lleva la misma ropa, en contraste con otras mujeres que planean lo que lucen- coincidimos también en ese tema.

Su expresión más habitual es "¡Eso es ridículo!", aplicable a casi todo [la entiendo: yo ya he tenido mi oportunidad de esoesridículo esta misma mañana leyendo un artículo de un "tren de lujo de Donosti a Santiago que dura 7 días comiendo tipo Michelín al módico 18.500 euros por pareja"-si vas sola, 16.000]. Necesito esa camiseta ya: “ESTO ES RIDÍCULO”.


Relaciones amorosas
Gornick tiene un ensayo titulado "El fin de la novela de amor" que leeré, y habla mucho de amor y sexo en estas memorias. El Amor con mayúsculas parece hacer sido el motto de la vida de su madre, que aunque "no odiaba el sexo, parecía que simplemente lo soportaba", como muchas mujeres de esa generación.

A los 16, la virginidad de la autora "estaba bajo cerco", o sitiada, ella en las trincheras. Al poco tiempo de casarse con un pintor, se da cuenta de que él era un ser sin palabras (qué sorpresa en un artista visual), mientras que a ella le sobran - para criticar, analizar, diseccionar. Ella adora la claridad de pensamiento y él, la revelación mística: ¿qué podía ir mal? Su madre no había aprobado que se casara con un "goy" (no judío): me parto cuando Gornick le dice: "pero mamá, no éramos comunistas?". Describe muy bien el proceso degenerativo de la relación, desde la "horrible amabilidad" (quién no dice más por favor y gracias cuando está enfadado?) hasta la "consideración forzosa". Y la mejor reflexión: lo que les mantuvo juntos más tiempo es que, lo que era en realidad "tensión", ellos lo llamaban "intensidad" [ah, la importancia de la narrativa, la historia que nos contamos a nosotros mism@s de lo que sea].

También describe otras dos relaciones intensas que tuvo con un par de tipos muy diferentes: uno se enloquece con la religión del psicoanálisis y me he reído porque durante unos párrafos he estado preguntándome si estaba psicótico o era solo jerga psicoanalítica. El psicoanálisis se convirtió en "el gran drama de su vida. Absorbió su lenguaje y sus verdades como leía Gran Literatura: se hizo sabio, pero al vacío". El otro era un sindicalista con el que, si no fuera por el pequeño detalle de que estaba casado, hubiera tenido una relación muy chula: "él nunca dejaba de llevarle la vida a la puerta de su casa" ("he never stopped delivering life to me, for me, at me"). Ah y olvidé el otro nimio detalle o nube en la relación: el sindicalista le entra a una amiga de Gornick y cuando ella le confronta el tipo sale con que el amor "es una relación adversaria. No hay amistad en el amor". Gornick se revuelve, "si el amor es solo apego romántico, que se joda", para llegar a la conclusión de que era inevitable que, al final, ella se convirtiese en la mujer engañada también.

Total que los hombres estaban "asustados de una mujer como ella". Ella buscaba hombres con “la combinación de vulnerabilidad y fuerza adecuada para poder generar aquello de la tensión sexual”. Resumiendo, un fracaso: “si eran listos, su apariencia era rara, si eran viriles, eran estúpidos”. Más introspección: si un hombre era "bajo o tonto o sin educación o extranjero, me sentía lo suficientemente superior como para arriesgarme a la ternura". Con potenciales parejas que crees tu inferior, tienes la libertad de mostrarte más como eres y de cometer errores. Es fascinante lo del balance de poderes en las parejas.



New York, NewYork
Ya he comentado que claro que el libro es Nueva York, pero podría haberlo sido mucho más. Gornick-niña va en bici por el Bronx Park East, o de adolescente se sienta en el borde de la ventana, con sus pies colgando en la escalera de incendios. El tráfico, el ruido, la urgencia de Delancey Street. Enfrentarse al "outpouring of lovely human bustle at noon, a density of human appetites and absorptions" en Lexington Avenue. Todas estas imágenes me han traído a la Nueva York de las pelis con el Rhapsody in Blue de George Gershwin del comienzo de "Manhattan" de Woody Allen y el puente de Williamsburg de fondo y me han puesto aún más expectante en el cuenta-atrás del super-regalo de Mini este año. En 46 días estaremos paseando por La Gran Manzana, y prometo buscar algunos de los lugares vibrantes, urgentes, confusos, llenos de palabras e ideas que son y que describe Gornick. Si me la encuentro le diré que no ha usado bien el concepto "apego" pero que, por favor, siga siendo tan feroz.

Lean “Apegos feroces”, no lo dejen tanto tiempo como yo.

14 diciembre 2024

"La mala costumbre" y "Emilia Pérez": El enemigo del feminismo es el patriarcado.

El enemigo del feminismo es el patriarcado. Pero de un tiempo a esta parte hay un grupo de personas que creen que hay otro enemigo y, en nombre del feminismo, buscan que una minoría que ha sido marginalizada y discriminada desde siempre (las personas trans) siga igual. 

El otro día leí una entrevista a Judith Butler -la famosa teórica del género- que atacaba a estas feministas anti-trans. Ayer, un artículo de Najat El Hachmi llamándola por ello manipuladora. Otro día, otro artículo en el que Owen Jones era atacado por Suzanne Moore, una histórica feminista a la que yo leía y admiraba en The Guardian, pero que lo dejó precisamente por no estar de acuerdo con la línea editorial del periódico sobre este tema. De ahí pasé a un podcast entrevista con dos Julies, a las que también yo leía y de las que aprendí: Bindel y Burchill, y a JK Rowling, que está también en esa misma línea. Son todas mujeres a las que respeto y que me influyeron: qué desastre todo. Y luego el congreso del PSOE, quitando letras  al LGTBQ+ por lo mismo. 

El enemigo del feminismo es el patriarcado, y nos hemos distraído. El enemigo se frota las manos: divide y vencerás.

Estos últimos días he terminado un libro y he visto dos pelis: "La mala costumbre", "Emilia Pérez" y la segunda la omito porque sería spoiler. Claramente "el género" (no sé cómo llamarlo) es El Tema últimamente. En este divague voy a hablar sobre todo del libro, pero creo que quien se anime a leerlo debería mirar antes el divague titulado "Los complejos factores que influyen en nuestras preferencias sexuales y nuestra identidad sexual". Sé que las personas trans no quieren ser medicalizadas, pero entender la biología no es medicalizar. A mí no me gusta el picante, el ruido y soy impaciente y todo eso tiene componentes biológicos como lo que mido, que tengo pelo liso y el color de mis ojos. Dediqué a las bases biológicas del comportamiento una serie llamada "Unique: La Nueva Ciencia de la Individualidad Humana"  el pasado noviembre que solo leyó Muinovello. 

Me pregunto si todas esas mujeres del primer párrafo conocen algo de las bases biológicas de nuestros comportamientos, en particular de la identidad sexual ("las feministas que creemos en la existencia del sexo", dice El Hachmi), y/o se molestan en leer libros como del que voy a hablar.  En fin, empiezo:

~~

Alana Portero
"La mala costumbre" es la primera novela de Alana S. Portero, una mujer trans a la que escuché en Carne Cruda hace un tiempo y, aparte de por recomendaciones de un par de amigos, por esa entrevista decidí leer su libro. Me gustó cómo articulaba un pensamiento de izquierdas muy claro ("clase obrera" decía!) no meramente el tema identitario enmarcado en novela-de-crecimiento, que ya daría como gran tema solo para una novela. Pero no: Portero creció en 
tremenda precariedad pero con la suficiente inteligencia como para no tragarse los discursos de la derecha de que otros (e.g. los inmigrantes) son los causantes de su miseria. Ella sabe quienes eran los culpables en su infancia y quienes lo siguen siendo ahora: con el gran éxito de su novela, ha salido de los contratos basura pero sigue volviendo a su piso de alquiler en Móstoles en metro + bus, tras haber estado en un photocall con Almodóvar y Dua Lipa. 

Un ejemplo de lo cañera que es la autora políticamente es la descripción de los padres de Alex, la niña trans protagonista de "La mala costumbre": son clase trabajadora de los que se han deslomado currando desde los 10 años. Metiendo horas en la fábrica sin conocimiento -y privándose así de tiempo con sus hijos- y fregando y restregando la mierda de una familia bien. Alex no esconde la rabia por esto, y por cómo llegan a la vejez, sus cuerpos destrozados y ella señala sin dudas: el responsable es el capitalismo. 
... [mi padre] proviene de generaciones enteras de hombres y mujeres que se han dejado el cuerpo en la faena. Sus piernas delgadas también contaban la historia de la malnutrición endémica de las familias que no han conocido otra cosa que trabajar así.
Nadie puede salir indemne de una vida entera dedicada a reventarse el cuerpo para mantener un hogar en pie. 
Eso sí, les queda el amor: durante toda la novela queda claro cuánto los quiere, y cuánto la quieren. Aunque esto no facilita que les diga lo que le está comiendo por dentro y destrozando la vida: Alex es a la vista de todos un niño, pero se siente niña. Sus padres tal vez hayan hecho alguna vez algún comentario despectivo sobre los homosexuales o similar, y Alex sabe que eso no es algo que pueda comentar con ellos. Ni con nadie: y ese es el problema. Que la "oscuridad, me iba creciendo dentro".

Verdaderamente hay que leer la novela para entender lo de "se siente niña": si al leer esto piensas "tonterías, una moda", seguramente es porque no has vivido un caso similar de primera mano, y que no te has molestado en vivirlo de segunda [e.g. ver "20 mil especies de de abejas" de Urresola, leer "Middlesex" de Eugenides, o a Jan Morris...]. Esta cita es de Morris:
Tenía 3 o 4 años cuando me di cuenta que había nacido en el cuerpo equivocado, y que debería ser realmente una niña. Recuerdo el momento bien, es el primer recuerdo de mi vida.
Todo lo que nos haga ver otras perspectivas, nos abre la mente, y de esta manera nos ayuda la ficción a vivir más vidas que la que nos ha tocado en (mala) suerte. Si cuando piensas en "se siente niña", automáticamente te viene a la cabeza "Frozen" y otras princesas, lazos, rosa y vestidos, no estás sol@. Pero la autora no se explaya en esto -aunque habla de su gusto por Madonna y demás- pero sí en un tema mucho más bonito: la sororidad. 

Pastas griegas
Alex crece en el barrio obrero de San Blas y allí asiste a las relaciones, que en muchos casos son redes de apoyo, que montaban las
 vecinas de su alrededor. Hay una escena salvaje que describe las reacciones de las mujeres de la escalera tras una de las palizas de un tipo a su familia: sabiendo de la indiferencia de la policía, cuando el bestia se iba, ellas pasaban a llevarle un caldito, a sentarse un rato con ella, a estar. Para Alex, las mujeres tenían una manera distinta de estar en el mundo y con la que ella claramente se identificó desde el primer momento. Esta sororidad es uno de los ejemplos que usa Portero para explicar la disforia de la protagonista; las razones son muchas más y mucho más complejas, pero siempre terminan en una: esto no es un capricho de un rato, esto no es un juego, ni siquiera es una elección. 

Portero es también muy feminista, y describe muy bien las humillaciones y desprecios que sufrimos las mujeres en el día a día, que a ella creciendo como niño le dolían: desde cosas pequeñas, como atiplar la voz para imitarnos diciendo algo de contenido bobo, o temas más bestias como un grupo de tipos que dicen que "preferirían un disparo a que se la metieran por el culo": "a todas las mujeres nos explotaba un desprecio así en la cara de vez en cuando, ese desdén por el individuo al que se penetra entendido como femenino y débil, dando a entender que era preferible morir que rozar la feminidad". Es jodido ser mujer: imagina mujer trans. 

Vivir en el cuerpo equivocado supone un sufrimiento continuo. Eso, antes de que nadie lo sepa: mirarte al espejo y odiar lo que ves, y es otro nivel de si no te gusta tu nariz o tus orejas. Odiar a nivel de identidad. De niña Alex empieza a jugar a maquillarse, siempre bajo cerrojo en el baño, con el temor de que alguien quiera entrar. "Vivir en el armario", como ella dice, lo hace todo mucho peor, pero cuando decide salir vestida de mujer en ámbitos donde nadie le conoce, entonces se lleva el tortazo de la sociedad. De toda su vida ha visto en el barrio a mujeres trans mayores que no se han podido dedicar a nada más que a trabajos marginales, generalmente la prostitución: ya he visto cómo las tratamos. El dolor que siente Alex está tan bien contado que no creo que ninguna de esas personas que las detestan y que hasta hacen monólogos de humor de ello no pudieran entenderlo si leen esta novela: 
La tristeza era cada vez más honda (...) no dejaba lugar para nada más. En los estudios era brillante, en todo lo demás un desastre. Imaginaba más que vivía pero no tenía dotes artísticas para sacar la pena, ningún desahogo me asistía, no sabía pintar mi desgracia ni se me ocurría escribirla para no dejar pruebas. (...) Escapaba sobre todo a través de la literatura, del cine y de la música. Era una espectadora de todo pero no podía a tocar nada.
No es un juego: hoy en día sabemos que los adolescentes con disforia de género tienen el más alto riesgo de suicidio. Van a tener que hacer ese viaje interior que no es nada fácil, pero si la sociedad continúa solo dejándoles únicamente los márgenes de la prostitución o el esperpento para vivir, va a haber más en las vías del metro:
Solo era otra maricona amargada, otra transexual derrotada demasiado pronto, otras travesti trágica, otra historia sin importancia a la que nadie querría ni sabría ayudar. Carne de las vías del metro. 
A la vez que trágica, la novela tiene momentos graciosos, sobre todo por las expresiones de la autora, que no sé si son suyas, o parte de cierto argot que desconozco: "maquillada como una capilla" , "la movida madrileña, esa cosa que daban por la tele" o "lo que la noche quiera hacer conmigo y yo con ella", y momentos formales muy bonitos, porque Portero viene de escribir poesía, y se nota:
de su inconmensurable desgracia hacían una caldera de furia 
vivo entre dos mundos, sin que nadie me espere en ninguno de los dos 
con la confianza propia de quien adora su cuerpo 
recorría las posibilidades de mi cuerpo de la peor manera 
Una frase que en su tranquilidad puso un clavo más en el armario y una costura más en mi cadáver andante.

Portero deja claro que las personas trans, como no podían (ahora pueden?) contar abiertamente a su familia lo que les comía por dentro, bien por miedo al rechazo o por "dar el gran disgusto" ("no le digas papá, que sabes que está del corazón"-esto es verídico), terminan haciendo familia con quienes creen que les van a aceptar como son. Se lo dice un camarero que conoce de adolescente: "estas son las fotos de mi familia, la que yo escogí, como vosotros tendréis una que ya os está buscando por ahí afuera". En el caso de nuestra prota son tres mujeres trans mayores del barrio, muy castigadas por la vida, pero a la que Alex miraba con fascinación y de las que aprendió muchas cosas, no solo prácticas, sino también emocionales. El cariño con el que Portero habla de esas mujeres que un día fueron prostitutas y luego fregaron escaleras -esos son los tipos de trabajos que les dejamos- es enternecedor. Y muy bonito cómo la protagonista cuida a la mayor de ellas en sus últimas semanas, con amor y gratitud. Al fallecer, le lava el cuerpo, le pone crema hidratante... me ha llevado a un momento personal y a la escena que mejor recuerdo de "La casa de los espíritus" de cuando una de las protagonistas hace estos rituales de la muerte con la tía Férula, que su marido -hermano de Férula-, había echado de casa. Esa es otra historia de sororidad y a modo de homenaje, Férula se llamó el personaje de uno de mis relatos.

La novela se escucha, y no solo por la música que le gusta a Alex, sino por "la eterna radial de fondo de los barrios obreros", y dice Portero que la novela no es estrictamente autobiográfica, pero todas escribimos desde lo que hemos vivido, en primera, o en tercera persona, del singular o plural. Yo querría pensar que lo que le pasa a Alex no le ha pasado a la autora, porque rompe el corazón desde la primera página, pero mucho me temo que sí. Y si no a ella, a gente con la que se ha cruzado por la vida. 

La combinación de la experiencia de Alex con el fuerte componente político es lo que más me ha gustado: Portero tiene la carga de rabia adecuada para escribir sobre este tema, que considera aún más importante que el tema de género: por ejemplo, habla de cómo la heroína destruyó su barrio en los 80, una manera de control más desde el poder hacia la clase trabajadora: "Varias generaciones de criaturas de la clase obrera crecimos así, imaginando mundos enteros en las nadas que podían terminar siendo nuestros lechos de muerte".

Y de la heroína que mató a muchos jóvenes de una generación al capo de un cártel de la droga en México, que tampoco se ha encontrado nunca en su piel, y que contrata a una abogada para que le ayude a un cambio de sexo. Este es el punto de partida del argumento -que sé suena enloquecido- de "Emilia Pérez", la última peli de Jacques Audiard. Y no solo eso, aún hay más: es un musical. 

Pero, milagrosamente, funciona: es una de esas pelis vibrantes, llenas de energía, con coreografías espectaculares, y un par de panoramas nocturnos del DF, "la ciudad de la eterna primavera", por las que merece verla. Y luego está el contenido, todos los temas en los que te hace pensar además del más aparente-en este caso los desaparecidos en México. Las feministas del primer párrafo dicen que las mujeres trans son impostoras que lo que quieren es meterse en cárceles de mujeres para seguir violando: aquí tenemos a una mujer trans que podría querer un cambio de sexo para cambiar su identidad para protegerse, y sin embargo, lo quiere porque, igual que Alex, igual que Jan Morris, y tantas otras, "es el primer recuerdo que tiene de su vida".

"La mala costumbre" y "Emilia Pérez" son ambas piezas políticas: combinan contarte el sufrimiento personal de dos personas que no han elegido y por tanto no tienen ninguna culpa de su situación, con otros asuntos más claramente sociales, en el caso del libro usando conceptos para algunos tan anticuados como "clase obrera". Lo personal es político, como decían en la segunda ola del feminismo, porque todas nuestras decisiones son, al cabo, políticas. 

Y el enemigo del feminismo es el patriarcado. 

07 diciembre 2024

"Mañana y tarde" de Jon Fosse: Una voz que es llovizna, pienso, y que es luz y que es, al cabo, arco iris, pienso.

"Mañana y tarde" de Jon Fosse -Nobel 2023- es una "novella", que es como llaman en inglés a las novelas cortas, de la que es imperativo hablar sin contar un punto clave de la trama. Y no es porque hacerlo sería un "spoiler" tipo "el asesino era Jack El Forastero", no: sería mucho peor que eso. Hay algunas novelas en las que hay sorpresa más allá de la mera lectura, por ejemplo pasa con "La mancha humana" de Philip Roth o "El camino de Ida" de Ricardo Piglia. Con este párrafo lo que vengo a decir es eso tan de moda de "la experiencia": tienes que vivirla. Yo no te la voy a chafar- pero cuidado con las críticas, que en una he leído el spoiler en el titular.

Jon Fosse es noruego y me lo imagino viviendo en una cabaña como la que encontraron a Ted Kaczynski, el Unabomber [si no has visto la serie "Manhunt: Unabomber", ya tardas], ahí perdida en un bosque de abetos. O en "la casa más solitaria del mundo", esa que yo pensaba que estaba en las Islas Faroe, pero buscándola acabo de descubrir que está en una islandesa llamada Elliday. Acabo de averiguar cosas sobre ella, pero eso sería irme aún más de tema, pero tengo que poner las fotos:




Pero dice la wiki que Fosse tiene una casa en Bergen, ese no-lugar donde atracan los horribles "cruceros por los fiordos escadinavos" y donde te atracan £15 por una birra [la birra más cara ever, y hace diez años]. No sé si escribe allí, entre gaviotas y turistas españoles, pero mientras leía me imaginaba al prota de esta novela, Johannes, en este pueblo, este sí, de las Islas Faroe.


Una parte que no encajaba entre la concepción del escenario y lo que Fosse me contaba es que el protagonista y narrador es un pescador jubilado que sale de su casa, baja al muelle, un rato va en barca... y como se puede apreciar en la foto, el pueblo está rodeado de acantilados y difícil será para un anciano el bajar al agua, pero así son los mundos que nos construimos cuando leemos. Y en el resto del divague voy a incluir fotos de las Faroe, porque son maravillosas -una amiga estuvo allí hace poco, lo confirma- y porque imaginarme a los personajes en esos enclaves aún hace que la novela me guste más.


A las afueras de este pueblo vive nuestro protagonista al que, por cierto, hemos visto nacer en las primeras páginas en las que su padre, Olai, le pone el nombre de su abuelo, Johannes. Y poco más, esta parte es breve, pero habla de llegar a este mundo, de nacer: "y este probablemente sea uno de los mayores esfuerzos que tiene que hacer una persona en su vida, el de salir de su origen en el vientre de su madre y entrar en su propia vida". No recordamos nuestro parto -aunque conozco a una persona que asegura que sí- pero debe ser un proceso, si no tan duro como para la madre, también intenso para el bebé: ese navegar el canal del parto sin cuaderno de bicátora para salir al mundo frío y clínico que es el quirófano, y luego ya solo frío, que es la vida. De repente, en una ffwd bestial, nos reecontarmos con Johannes, el anciano pescador que ocupa la segunda parte de la novella. 



Antes de nada, una novedad para quien me haya leído sobre libros antes: es de los pocos en los que la traducción no me ha chirriado. Su estilo es tan especial, tan corriente de conciencia y pensamiento circular, que se asume bien desde el principio ["¿no está pinchada una de las ruedas? pues sí que lo está, piensa, mira qué mala pata, piensa"]. Hay poca frase bonita formal [e.g. "una felicidad recorre todo lo suyo y se le sale por los ojos en forma de lágrimas"], pero es más el tono, el hacerte sentir verdaderamente dentro de la cabeza de ese anciano lo que hace la magia. 

Utiliza mucho -porque supongo que es así como pensamos- la repetición de una frase a modo de letanía, que recorre toda la novela. ¿Alguien recuerda el divague del libro de consejos de escritura de Chuck Palahniuk? Palahniuk sugiere insertar un coro (griego) que repite una máxima durante el libro, acorde al personaje. En su famoso y maravilloso Fight Club la frase es “La primera regla de Fight Club es que no se habla de Fight Club”. Pues aquí hay muchas, desde referirse siempre a personajes con todos sus adjetivos: "la vieja matrona Anna", "la vieja señorita Pettersen, ya sabes, la vieja señorita Pettersen", hasta frases simples como "la hija le salió buena", o "eso no hay quien lo niegue".

Al no desvelar el tema principal, voy a escribir de otros también importantes. Uno de los que me ha tocado particularmente es envejecer ["Qué pena da envejecer, dice entonces Johannes"]. Me voy dando cuenta de que, desde hace unos pocos años, con los amigos de mi edad comenzamos a hablar de esto con cierto tono jocoso: "yo ya no aguanto una noche de fiesta como antes", "claro, con 20 hoy no tiene resaca y nosotros estamos muertos". De momento estamos aún en esa fase: solo la fiesta, ni siquiera hemos entrado a deporte, porque ciertos hitos deportivos, quien los quiere, los hace [el otro día estuve con un amigo del Peda que se hace 25 mil kms al año en bici, e hizo una carrera de montaña más de 300 kms en un día]. A veces bromeamos con la "gente joven" del equipo o nuestros hijos para que hagan algo en el ordenador porque ya saben más de tecnología, pero no nos lo tomamos demasiado en serio: no somos aún como la generación de mis padres que solo se defienden, la mayoría. Pero a veces el Náufrago Ro habla de "la primera segada" de la de la hoz, que se lleva así como quien no quiere la cosa a alguien de nuestra edad, o nos da un susto de salud. Por supuesto, y dado mi historial, no soy hipocondríaca pero el tema salud me da particular miedo: menos mal que se va a legislar aquí en UK sobre la muerte digna, yo no quiero vivir a cualquier precio [el que quiera, adelante, que se lo ofrezca a Dios Vuestro Señor, pero a mí me dejen en paz].

Siguiendo con Dios, parece que Fosse se convirtió al catolicismo en 2012 y asegura que le ayudó a combatir sus problemas de adicción al alcohol. Antes era ateo, y siempre me parece curiosísimo que alguien que un día no creyó, de repente cambie [estoy calentita, que ayer vi "Cónclave" de Berger]. Sé que esa regresión puede pasar con los ancianos, a medida que se acerca el momento, así que estad atentos a este blog a ver si me ocurre, pero ahora me parece imposible que alguien con dos dedos de frente pueda llegar ahí. Los personajes de Fosse hablan bastante del tema y piensan cosas como "en este mundo manda Satanás tanto como manda el buen Dios" pero también como "pero que Dios lo decida todo y que todo lo que ocurre tenga un sentido divino, eso no se lo traga". Me hizo gracia esto del "tragar", porque ni con los niños a veces este pensamiento mágico cuela: el Peda, poco antes de la primera comunión, cuando su madre le explicó que en la consagración, “el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre de Jesucristo", él hizo un corte de mangas a la vez que un "y yo que me lo creo!". Es curiosa esta "religión a-la-carta", como la de la Yaya: no entiendo por qué no se dan de baja de todo el club, aunque a nuestro protagonista le sirve, ante todo, de consuelo:
"poco a poco se fueron haciendo a la idea de que no tendrían más hijos, así es la cosa, es lo que nos ha tocado, se decían, y daban gracias a Dios nuestro Señor por haberles dado a Magda, porque sin ella la vida habría resultado algo triste allí en el Islote al que se fueron a vivir".


 Pero el pensamiento recurrente de Johannes que más me ha dado que pensar es su viudedad. Su mujer, Erna, ha muerto hace poco y por sorpresa, él siempre pensaba que le tocaría primero y ni se había planteado lo que iba a ser la vida en soledad. Todas estas partes, que están narrada con esas mismas letanías circulares son tremendamente nostálgicas. Y a la mitad del mundo que siga en pareja le va a tocar ajustarse a eso,  un día. Observo cómo reacciona alguna gente a mi alrededor, "no me acostumbro", "nunca me acostumbraré". Cuando roté seis meses de residente por psicogeriatría escuché muchas historias: un hombre may mayor, que había vivido una vida entera, viajado por el mundo y esas cosas con su mujer que había fallecido unos meses antes, que decía "no veo la razón de seguir", y cómo no entenderle. Aquí Johannes dice cosas que parten el corazón porque, lejos de ser una pareja de Disney -como todo ciclo de relaciones, ya estaban aburridos, y a veces se peleaban- cuando vuelve de su paseo piensa cosas como "si Enna viviera, sería un verdadero gusto llegar a casa". Esto es bonito y debería ser un aviso para lo que damos por hecho. 

Porque Johannes se ha de forzar a salir pues, "ay qué pena, piensa Johannes, qué lástima da quedarse solo, es una verdadera lástima, piensa Johannes, será mejor que vuelva a salir enseguida, piensa, en casa ya no hay quien pare, piensa Johannes".

"solo que ahora ella se ha ido
para siempre
Así es la cosa, dice Johannes"
La sensación de vacío, que no se llena con todos los kilowatios del mundo-pongamos que tengas suerte y no estés en pobreza energética, como muchas familias y ancianos hoy en día:
"pero por mucho que calentara la casa nunca llegaba a calentarse del todo, y por muchas luces que encendiera tampoco llegaba a iluminarse del todo, de modo que si por eso fuera, podía quedarse en la cama holgazaneando tanto como aguantara, solo que tampoco podía darse por vencido (...) En fin, dice. Así es la cosa, dice. Tengo que ponerme en marcha, dice".
Y ver su fantasma.
"Y Johannes piensa en lo bien que estuvieron los últimos años que vivió Erna, sin apuros de dinero, sin trajines ni fatigas de ningún tipo, vivieron en paz y tranquilidad, pero de pronto un día Erna amaneció muerta en su cama ahí arriba en la guardilla, piensa Johannes, y mira hacia la ventana de la cocina donde solía apostarse Erna y ahí no hay Erna ninguna, no hay más que suelo vacío, piensa Johannes" .


Y la de "de he hacer algo", "he salir de esta cama aunque no quiera". Porque lo que de verdad quiere es morirse. Porque total, ya nadie le necesita
"pero será lo que tenga que ser, tampoco tiene mayor importancia, ahora que Erna está muerta y los chicos ya hace tiempo son mayores, no sería un drama que acabara alimentando a los cangrejos, piensa Johannes"
Esto es tristísimo y he estado en conversaciones en las que las personas mayores dicen algo de este estilo, "ya no sirvo para nada". Y qué? Las personas no estamos para servir para nada. La muerte digna nada tiene que ver con "no ser productivo", "no ser un estorbo", a la que se referían en el debate del parlamento los oponentes a la ley. No han entendido nada. 

A veces pienso en las cosas que nos sobrevivirán, en los objetos. Tengo a ratos problemas para deshacerme de ciertas cosas -no me gusta comprar y este es un factor contributivo- que considero con "valor sentimental". Esto me está llevando a acumular algunos trastos en el desván y a menudo, cuando subo, me pregunto, "quién tirará todo esto, a qué contenedor irá". Fosse también lo toca:
"basta con pensar en todas las veces que Erna usó esos barreños, cuántas coladas no haría en esos barreños antes de tener su lavadora, pues unas cuantas, y ahora Erna ya no está, mientras que los barreños siguen aquí, así es la cosa, las personas desaparecen mientras que las cosas permanecen" 

Supongo que ese pensamiento de dónde irán mis cosas es también envejecer, aunque me haga 30 kms en bici y el cuerpo más o menos aguante. Pero no hace falta tener cierta edad para leer esta novela, aunque leerla con 20, cuando se es inmortal, no debe ser lo mismo. Aún así lo recomiendo porque aunque llueva, a ratitos sale el sol: solo hay que saber encontrar el arco iris...






04 diciembre 2024

"La vegetariana" de Han Kang: tu cuerpo como arma

Algo me dice que hoy me va a salir un divague raro: va sobre "La vegetariana" de Han Kang, la coreana que solo tiene un año más que yo y ya acaba de hacerse con el premio Nobel de literatura, la muy odiosa. Lo presiento raro no porque la novela sea rara y esto un homenaje, sino porque rehúso contarla [ohmygot cuántas críticas, hasta en el Guardian que he dejado en el segundo párrafo porque veía que la resumían: críticos, get a grip, una review no es un resumen]. Intento no hacerlo nunca -y si se me escapa, aviso-, pero es que en este caso ni siquiera puedo hablar de sus temas [tal vez se entenderá luego].  Aspiro a que esto sea una anotación para recordar que leí "La vegetariana" -serlo es algo a lo que también aspiro, pero oh, la carne es débil- aunque me encantaría que me saliera algo oscuro y extraño, como le salió a Han Kang. Pero para eso hay que valer, me falta tormento y tontería: veremos. 

Antes, una cosa: toda la familia de Kang está relacionada con la literatura: son escritores su padre y sus hermanos, crítico su ex, con su hijo tenía una librería en Seúl. Esto solo lo digo por la ilusión que les habrá hecho a todos este premio, apuesto a que no lo esperaban, aunque este libro ya había ganado el Booker Internacional 2016. Y debe ser muy merecido, a tenor de lo exaltada que está la crítica [aunque generalmente solo resuman], pero yo solo digo que no me ha pasado como con Olga Tokarczuk (Nobel 2019) y "Los errantes": con este inmediatamente entendí. Y me reafirmé con "Sobre los huesos de los muertos". Aquí, no sé, pero no voy a ser tan ingenua de pensar que estas cosas se deben a razones únicamente literarias. 

Y ya por sacarme esto de encima cuanto antes: la traducción es a killer. En serio: es insportable leer traducciones y no me cansaré de decirlo y me podéis llamar loquesea y trolearme en vuestras mentes. Un ejemplo: "trasero". ¿En serio? O sea, es un libro lleno de drama, bilis, oscuridad, simas, color violeta, cuerpos, y para describir donde la espalda pierde su nombre se dice "trasero"? No voy a hacer yo de traductora, pero es que hasta culo hubiera quedado mejor, por no hablar de nalgas y hasta glúteos: ¿no sabe el traductor que "trasero" es irónico en castellano?

Sensación "otro planeta" me pasa con los orientales, tal vez por eso he leído pocos. No me gustó Murakami, y en el divague de "El templo del pabellón dorado" de Yukio Mishima lanzo la hipótesis de por qué tengo buenos recuerdos de otro libro suyo (resumen=la edad, estaba en mi veintena) y con el del pabellón se vuelve al estado natural de las cosas: me ha vuelto a parecer una jirafa cuadrada. Pues bien, Kang es marciana, como se esperaba. 

No voy a hablar de temas subyacentes porque serían muy manidos, casi da verguenza [que si patriarcado feroz, que si capitalismo extremo, que si Greg Samsa, que si Bartleby]. La percha que usa es para mí extra dolorosa, porque leer el tratamiento de la enfermedad mental en literatura lo tiende a ser, aunque esta frase me gusta: "irse sola al otro lado de los límites tras haber hundido su vida en un lodazal.". Hay gente que lo hace bien, no sé, Plath, Franzen, o Foster Wallace -el pobre, tan en primera persona, y también Sylvia, pero no es fácil. Y me exaspera lo del trauma: debe ser terrible tener una enfermedad mental hoy en día y que no te hayan abusado de niño, porque parece que todo se explica por esa palabra, "el trauma". Es perezoso hacerlo y da mucha pereza leerlo -o verlo en el cine, ay, pobrecito Joker. Dejad de hacerlo, ya hay suficientes: escribid de alguien neurótico hasta la médula nacido en una familia que se quiere, de un psicópata más frío que el pescado cuyos padres eran buena gente, de alguien con depresión clínica al que todo le fue bien. Existen, de verdad. Y sí, da mucho más vértigo asomarse a esas mentes, porque plantean dudas mucho más incómodas. Pero va, dejad el trauma, que ya aburre. 



No ha sido todo el rato así: tiene tres partes y en la primera [채식주의자] leo intentando abrazar la marcianidad con algo parecido al interés. Un personaje -sorpresa, un señoro- es desagradable, y se le enseña, como corresponde, el dedo corazón: bien hecho, aplaudo, hay que sacar más ese dedo a pasear sobre todo metafóricamente.  Y sí, lo compro: el propio cuerpo puede ser un campo donde luchar ciertas batallas, lo saben muy bien las anoréxicas que ya existían antes de Instagram y la tele: antes eran monjas iluminadas. Mi cuerpo contra__________ (añádase aquí lo que convenga). En esa parte frases como estas me animan a seguir leyendo: "¿Qué es lo que cortaré con mi cuerpo que me estoy poniendo tan afilada?" o "Tu propio cuerpo es lo único a lo que le puedes hacer daño. Es lo único con lo que puedes hacer lo que quieres. Pero ni eso te dejan hacer". 

En la segunda [몽고반점] ha sido algo mucho más visual ["Más que despertar deseo, era un cuerpo que apetecía quedarse contemplando"], un recreo de imágenes que he construido en mi cabeza con las pinceladas que da Kang y me ha quedado bastante bien. Igual estaba aún bajo el influjo de Garro y sus  "lianas y hojas carnosas", pero ha sido un festival, algo así como el invernadero de nenúfares que hay en Kew Gardens mezclado con chocolate que se derrite sobre una fresa. Debo estar muy mal porque el sexo descrito, supongo que con intenciones de asquear y sentir rechazo, medio me ha puesto. 

La tercera parte, [나무 불꽃],ya con el tema sanatorio á la Cucko's nest se encuentra con "La mujer habitada" de Gioconda Belli, como que no, claro que hay perlas como el psiquiatra que se enoja con los pacientes que no evolucionan como él querría: me he reído y es que hay pacientes que solo van a fastidiar. 

Con esta frase, que no sé de qué parte es termino: "El tiempo, que es un torrente ecuánime hasta la crueldad, se llevó en sus aguas su vida". Y con su título: es tan bonita esta grafía que estoy considerando leerlo en coreano...


 채식주의자