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07 febrero 2025

Contenido y continente: La clase trabajadora en una mansión neogótica


El contraste del continente y del contenido: el otro día estuve en una mansión que se hizo un ricacho donde había una exposición sobre la clase trabajadora británica ("Lives Less ordinary: Britain working class reseen"). Llevábamos unos días grises y encapotados, lloviendo, pero el domingo salió un solazo de esos de invierno. Otro contraste: el de ver la vida un día gris o uno soleado. 

Siempre tan fotogénicas las cabinas-
en el fondo, 2TemplePlace

 Esto es Temple: No pasen, musgo sobre piedra

El rico en cuestión -que se construyó una especie de palacete neogótico con vistas al Támesis [para el turista, está justo al lado de Temple, una de los distritos legales de Londinium que ya explicamos aquí, y acá]-  era William Waldorf Astor, el de los hoteles. Nació en Nueva York (que vamos, que vamos!) donde fue de todo (abogado, filantropista, hotelero, político, dueño de una editorial), pero sobre todo hijo de un magnate que cuando se murió le hizo el segundo hombre más rico de EE.UU (tras Rockefeller). 

"Pero quién quiere todo esto cuando tienes heroína?"
(si no pillas la ref, vete de aquí: eres demasiado joven)

Según la wiki, un conflicto con su tía Lina (quién no tiene una tía Lina?) le llevó a mudarse a Inglaterra. Por resumirlo: para fastidiarla, él construyó el hotel Waldorf de 13 plantas al lado de la casa de ella, una de esas de "brownstone" salidas de "La edad de la inocencia". La tía Lina se acabó hartando y se fue a vivir a la 5a Avenida y allí construyó otro hotel, el Astoria. Cuando ambos se unieron dio lugar a, voilá, el Waldorf-Astoria, y pasado los años, los cuando los demolieron, se construyó allí el Empire State Building -desde donde espero retransmitir pronto, ji. 

Waldorf a su arquitecto: "No mire el penique"

Pero volviendo a Londinium, el potentado se hizo construir este casoplón por el arquitecto
John Loughborough Pearson, uno de los mayores representantes del neogótico británico del SXIX, con el lema "el dinero no es óbice" [o como dice el Náufrago Ro: "antes se nos acabará la paciencia que el dinero"] y claro: un festival. 

Nota: cuando llego veo que hay otras bicis atadas a los raillings (las vallas de hierro que la rodean) y me dicen que adelante que la ate (cuando en muchos equivalente por toda la city pone eso de que las arrancarán). Esto ya es un buen punto, como lo que sienten los con-perro cuando se los dejan entrar en los cafés y hasta les ponen un bol de beber. 

Waldorf: "Antes muerta que sencilla"

Cuando tras quitarme todas las capas (ahora llevo hasta un pasamonta
ñas que ríete de los del IRA) y me transformo en medio persona, entro a la primera sala y ya me quedo algo impresionada. Claro que nada te prepara para las escaleras de madera que suben a la primera planta. Yo sé que a los españoles no os gusta la moqueta y sí, no se puede fregar con lejía a rodilla, pero esta es tan gruesa como el jersey de Navidad de tu tío Ernesto (si no tienes un tío Ernesto, piensa en Hemingway), luego de lo más "cosy" y además se traga el ruido. En la escalera hay siete figuras de caoba de "Los tres mosqueteros". Parece que los diez pilares de ébano en la primera planta son de personajes de la literatura americana de Nathaniel Hawthorne y Washington Irving- Waldorf era un amante del arte y la literatura. Le daba para todo. 

Las siguientes imágenes van para seguir ilustrando la grandéur, no perdonó ni el aseo...







La exposición sigue arriba y, por supuesto, tiene su tienda que por una vez está ahí enmedio, no a la salida (así que no puedo decir mi mantra: "Exit through the gift shop"). Creo que he dicho otras veces que en esas tiendas de museo me compraría siempre la mitad de los objetos sin sentido que tratan de enchufarte, pero entonces recuerdo mi batalla al consumo, y en particular a una señora que vi el otro día que dijo que ella "ayudaba a la gente a declutter" (quitarse objetos innecesarios)- recordemos aquel programa que me impactó, la señora Linda que llenó un hangar con sus titos. Bueno, pues esta nueva declutterer decía que "no bastaba solo con declutter, es que luego había que prevenir volver a caer". O sea, la gente vuelve a recargar su casa! En fin: que hace tiempo que no compro nada y tampoco lo hice aquí. 

Hablando de escaleras, la famosa es la de arriba, pero metiéndome por una pasillo sin gente descubrí esta otra que no puede ser más neogótica o incluso gótica: vamos, que veo por ahí bajar a Maléfica de la torre tras haber hecho pincharse a Aurora con el huso.


He olvidado decir que la casa se llama Two Temple Place. Y ahora un breve finale para la exposición, que muestra la obra de diversos artistas de distintos grupos étnicos y géneros, pero con algo en común: todos vienen de la clase trabajadora, y han querido expresar ese sentir, esa manera de ver el mundo desde esa esquina -mayoritaria- de la sociedad, a través de la pintura, fotografía, escultura, cortos y cerámica.



"This England" (1985), de Bobby Robinson. Este cuadro te puede gustar más o menos estéticamente, pero tiene un montón de elementos que lo clavan en cuanto a la clase trabajadora de este país: la camiseta del hombre, el papel pintado, la lámpara torcida, el aspirador y la posición de la mujer, impúdica y pasota. Si me lo planteo, a veces me siento así.



"Triple transformations: Monument to Working Woman" (1985), es una performance fotografiada por Patsy Mullan. En ella, tres limpiadoras le superimponen sus carteles a las glorias del señoro industrialista de la estatua de turno (como los posesivos en inglés tienen género, es más fácil que en castellano que "su" es tanto masculino como femenino: "Our work, his glory" (Nuestro trabajo, su gloria), "His benefit, her labour" (Su -de él- beneficio, su -de ella- mano de obra), "Her poverty, his reward" (Su pobreza -femenina-, su -masculino- premio). Este tipo -no pienso escribrir su nombre- está ahí por ser el "gran reformista social": uno de sus hitos, oponerse a la jornada laboral de 10 horas. Quién se opone hoy en Ejpein a la reducción de la jornada laboral? Los de siempre.  


"Baa's House" (1985), de Henain Patel. Los inmigrantes, la mayor parte de ellos, clase trabajadora. Los hijos, los nietos de algunos de ellos, particularmente indios o pakistaníes, estudian medicina. El fotógrafo va de Spiderman y posa con su abuela. Esos inmigrantes que tanto preocupan a los brexiteros son los que han estado atendiendo sus hospitales por décadas. En España, cuidan de nuestros ancianos. Algunos imbéciles les llaman "sudacas".



"Cleaner No 1" (2022) de Kelly O'Brien. La autora quiere hablar de tres generaciones de su familia, todas exhaustas de tanto trabajar. Todo mi respeto para las personas que limpian: esos ejércitos que entran de noche a nuestras oficinas. 



"Gorbal boys" (1948) de Bert Hardy. Qué simpáticos los raskales. Pero esto es una suma cero: para que algunos tengan todos esos privilegios, otros tienen que perder. Mantenerlos significa quitárselos a los demás, deberíamos tenerlo claro incluso a nuestro nivel. 


Estos chavales miran su ciudad industrial (creo que era Leeds) enmedio de la niebla desde un alto. Debían ser los 80. Hoy miran sus pantallas.  


"Frozen Pit Pond" (1974) de Jimmy Floyd. Este me gustó porque me llevó a Lowry, y sus escenas de invierno, tan de postal de Navidad. Por algo le llamaban "el pintor de la clase trabajadora".


"Hair bells" (2003), de Beryl Cook, que decía que solo pintaba cuando algo le emocionaba, y lo que le emocionaba era la alegría de vivir. Sororidad: mujericas en una peluquería. Hoy he escuchado hablar de mujeres activistas de la transición, de esas a las que obligaban a dejar su trabajo al casarse, pero que luego se unían para luchar por cosas prácticas, como coles en su zona, o ambulatorio. Estas de arriba llevan todas una activista dentro. 


"People and factories" (fecha desconocida) de Eric Tucker. Tiene un toque deprimente, pero me encanta. Tiene lentitud, reflexividad, dignidad. 


No se aprecia, pero es una paradoja: un tatuaje que se empieza a difuminar por la edad que reza "Para siempre joven". Forever young, como la canción de Alphaville...

So many adventures couldn't happen today
So many songs we forgot to play
So many dreams swinging out of the blue
We'll let 'em come true


Y otra cruz de San Jorge para terminar: ablándate un poco, machote. 

Al final, no es todo tan complicado. Como decía la admirada Maruja Torres el otro día en una entrevista, siempre hay dos bandos, uno que empuja para que las cosas vayan para adelante y otro que estira para que vayan para atrás -y de paso llenarse los bolsillos. Estos son lo que están en contra del cambio climático, de los homosexuales, del hedonismo, del ateísmo, de los de fuera, de los que sufren... siempre en contra todo. Y aún los hay más extremos, los que se llaman "patriotas" ["un patriota, un idiota"], también lo escuchaba hoy en la radio: "los de la xenofobia, el revisionismo histórico, la nostalgia de una supuesta grandeza nacional perdida, los del victimismo, la inspiración religiosa de la familia y de los derechos reproductivos, los de la cruzada ideológica contra "la ideología de género", los del antifeminismo beligerante, la desconfianza hacia la ciencia y hacia la grandes intituciones mediáticas y educativas -sobre todo universidades, ahora el Daily Hell está acusando a King College London de "wokismo", - los del autoritarismo, con una voluntad común: la de la reducción al mínimo del estado. 

Recordemos: es una suma cero. Y para que Mr Waldorf tuviera sus hoteles y su masión neogótica a orillas del Támesis, muchos, todo ellos de la clase a la que se dedica esta exposición ahí dentro, tuvieron que estar -y disculpen mi francés- jodidos. No corren tiempos propicios para este discurso, pero abracemos los contrastes.


"Import & Export" (2022), de Rene Matic,
una tienda de Peckham.

14 diciembre 2024

"La mala costumbre" y "Emilia Pérez": El enemigo del feminismo es el patriarcado.

El enemigo del feminismo es el patriarcado. Pero de un tiempo a esta parte hay un grupo de personas que creen que hay otro enemigo y, en nombre del feminismo, buscan que una minoría que ha sido marginalizada y discriminada desde siempre (las personas trans) siga igual. 

El otro día leí una entrevista a Judith Butler -la famosa teórica del género- que atacaba a estas feministas anti-trans. Ayer, un artículo de Najat El Hachmi llamándola por ello manipuladora. Otro día, otro artículo en el que Owen Jones era atacado por Suzanne Moore, una histórica feminista a la que yo leía y admiraba en The Guardian, pero que lo dejó precisamente por no estar de acuerdo con la línea editorial del periódico sobre este tema. De ahí pasé a un podcast entrevista con dos Julies, a las que también yo leía y de las que aprendí: Bindel y Burchill, y a JK Rowling, que está también en esa misma línea. Son todas mujeres a las que respeto y que me influyeron: qué desastre todo. Y luego el congreso del PSOE, quitando letras  al LGTBQ+ por lo mismo. 

El enemigo del feminismo es el patriarcado, y nos hemos distraído. El enemigo se frota las manos: divide y vencerás.

Estos últimos días he terminado un libro y he visto dos pelis: "La mala costumbre", "Emilia Pérez" y la segunda la omito porque sería spoiler. Claramente "el género" (no sé cómo llamarlo) es El Tema últimamente. En este divague voy a hablar sobre todo del libro, pero creo que quien se anime a leerlo debería mirar antes el divague titulado "Los complejos factores que influyen en nuestras preferencias sexuales y nuestra identidad sexual". Sé que las personas trans no quieren ser medicalizadas, pero entender la biología no es medicalizar. A mí no me gusta el picante, el ruido y soy impaciente y todo eso tiene componentes biológicos como lo que mido, que tengo pelo liso y el color de mis ojos. Dediqué a las bases biológicas del comportamiento una serie llamada "Unique: La Nueva Ciencia de la Individualidad Humana"  el pasado noviembre que solo leyó Muinovello. 

Me pregunto si todas esas mujeres del primer párrafo conocen algo de las bases biológicas de nuestros comportamientos, en particular de la identidad sexual ("las feministas que creemos en la existencia del sexo", dice El Hachmi), y/o se molestan en leer libros como del que voy a hablar.  En fin, empiezo:

~~

Alana Portero
"La mala costumbre" es la primera novela de Alana S. Portero, una mujer trans a la que escuché en Carne Cruda hace un tiempo y, aparte de por recomendaciones de un par de amigos, por esa entrevista decidí leer su libro. Me gustó cómo articulaba un pensamiento de izquierdas muy claro ("clase obrera" decía!) no meramente el tema identitario enmarcado en novela-de-crecimiento, que ya daría como gran tema solo para una novela. Pero no: Portero creció en 
tremenda precariedad pero con la suficiente inteligencia como para no tragarse los discursos de la derecha de que otros (e.g. los inmigrantes) son los causantes de su miseria. Ella sabe quienes eran los culpables en su infancia y quienes lo siguen siendo ahora: con el gran éxito de su novela, ha salido de los contratos basura pero sigue volviendo a su piso de alquiler en Móstoles en metro + bus, tras haber estado en un photocall con Almodóvar y Dua Lipa. 

Un ejemplo de lo cañera que es la autora políticamente es la descripción de los padres de Alex, la niña trans protagonista de "La mala costumbre": son clase trabajadora de los que se han deslomado currando desde los 10 años. Metiendo horas en la fábrica sin conocimiento -y privándose así de tiempo con sus hijos- y fregando y restregando la mierda de una familia bien. Alex no esconde la rabia por esto, y por cómo llegan a la vejez, sus cuerpos destrozados y ella señala sin dudas: el responsable es el capitalismo. 
... [mi padre] proviene de generaciones enteras de hombres y mujeres que se han dejado el cuerpo en la faena. Sus piernas delgadas también contaban la historia de la malnutrición endémica de las familias que no han conocido otra cosa que trabajar así.
Nadie puede salir indemne de una vida entera dedicada a reventarse el cuerpo para mantener un hogar en pie. 
Eso sí, les queda el amor: durante toda la novela queda claro cuánto los quiere, y cuánto la quieren. Aunque esto no facilita que les diga lo que le está comiendo por dentro y destrozando la vida: Alex es a la vista de todos un niño, pero se siente niña. Sus padres tal vez hayan hecho alguna vez algún comentario despectivo sobre los homosexuales o similar, y Alex sabe que eso no es algo que pueda comentar con ellos. Ni con nadie: y ese es el problema. Que la "oscuridad, me iba creciendo dentro".

Verdaderamente hay que leer la novela para entender lo de "se siente niña": si al leer esto piensas "tonterías, una moda", seguramente es porque no has vivido un caso similar de primera mano, y que no te has molestado en vivirlo de segunda [e.g. ver "20 mil especies de de abejas" de Urresola, leer "Middlesex" de Eugenides, o a Jan Morris...]. Esta cita es de Morris:
Tenía 3 o 4 años cuando me di cuenta que había nacido en el cuerpo equivocado, y que debería ser realmente una niña. Recuerdo el momento bien, es el primer recuerdo de mi vida.
Todo lo que nos haga ver otras perspectivas, nos abre la mente, y de esta manera nos ayuda la ficción a vivir más vidas que la que nos ha tocado en (mala) suerte. Si cuando piensas en "se siente niña", automáticamente te viene a la cabeza "Frozen" y otras princesas, lazos, rosa y vestidos, no estás sol@. Pero la autora no se explaya en esto -aunque habla de su gusto por Madonna y demás- pero sí en un tema mucho más bonito: la sororidad. 

Pastas griegas
Alex crece en el barrio obrero de San Blas y allí asiste a las relaciones, que en muchos casos son redes de apoyo, que montaban las
 vecinas de su alrededor. Hay una escena salvaje que describe las reacciones de las mujeres de la escalera tras una de las palizas de un tipo a su familia: sabiendo de la indiferencia de la policía, cuando el bestia se iba, ellas pasaban a llevarle un caldito, a sentarse un rato con ella, a estar. Para Alex, las mujeres tenían una manera distinta de estar en el mundo y con la que ella claramente se identificó desde el primer momento. Esta sororidad es uno de los ejemplos que usa Portero para explicar la disforia de la protagonista; las razones son muchas más y mucho más complejas, pero siempre terminan en una: esto no es un capricho de un rato, esto no es un juego, ni siquiera es una elección. 

Portero es también muy feminista, y describe muy bien las humillaciones y desprecios que sufrimos las mujeres en el día a día, que a ella creciendo como niño le dolían: desde cosas pequeñas, como atiplar la voz para imitarnos diciendo algo de contenido bobo, o temas más bestias como un grupo de tipos que dicen que "preferirían un disparo a que se la metieran por el culo": "a todas las mujeres nos explotaba un desprecio así en la cara de vez en cuando, ese desdén por el individuo al que se penetra entendido como femenino y débil, dando a entender que era preferible morir que rozar la feminidad". Es jodido ser mujer: imagina mujer trans. 

Vivir en el cuerpo equivocado supone un sufrimiento continuo. Eso, antes de que nadie lo sepa: mirarte al espejo y odiar lo que ves, y es otro nivel de si no te gusta tu nariz o tus orejas. Odiar a nivel de identidad. De niña Alex empieza a jugar a maquillarse, siempre bajo cerrojo en el baño, con el temor de que alguien quiera entrar. "Vivir en el armario", como ella dice, lo hace todo mucho peor, pero cuando decide salir vestida de mujer en ámbitos donde nadie le conoce, entonces se lleva el tortazo de la sociedad. De toda su vida ha visto en el barrio a mujeres trans mayores que no se han podido dedicar a nada más que a trabajos marginales, generalmente la prostitución: ya he visto cómo las tratamos. El dolor que siente Alex está tan bien contado que no creo que ninguna de esas personas que las detestan y que hasta hacen monólogos de humor de ello no pudieran entenderlo si leen esta novela: 
La tristeza era cada vez más honda (...) no dejaba lugar para nada más. En los estudios era brillante, en todo lo demás un desastre. Imaginaba más que vivía pero no tenía dotes artísticas para sacar la pena, ningún desahogo me asistía, no sabía pintar mi desgracia ni se me ocurría escribirla para no dejar pruebas. (...) Escapaba sobre todo a través de la literatura, del cine y de la música. Era una espectadora de todo pero no podía a tocar nada.
No es un juego: hoy en día sabemos que los adolescentes con disforia de género tienen el más alto riesgo de suicidio. Van a tener que hacer ese viaje interior que no es nada fácil, pero si la sociedad continúa solo dejándoles únicamente los márgenes de la prostitución o el esperpento para vivir, va a haber más en las vías del metro:
Solo era otra maricona amargada, otra transexual derrotada demasiado pronto, otras travesti trágica, otra historia sin importancia a la que nadie querría ni sabría ayudar. Carne de las vías del metro. 
A la vez que trágica, la novela tiene momentos graciosos, sobre todo por las expresiones de la autora, que no sé si son suyas, o parte de cierto argot que desconozco: "maquillada como una capilla" , "la movida madrileña, esa cosa que daban por la tele" o "lo que la noche quiera hacer conmigo y yo con ella", y momentos formales muy bonitos, porque Portero viene de escribir poesía, y se nota:
de su inconmensurable desgracia hacían una caldera de furia 
vivo entre dos mundos, sin que nadie me espere en ninguno de los dos 
con la confianza propia de quien adora su cuerpo 
recorría las posibilidades de mi cuerpo de la peor manera 
Una frase que en su tranquilidad puso un clavo más en el armario y una costura más en mi cadáver andante.

Portero deja claro que las personas trans, como no podían (ahora pueden?) contar abiertamente a su familia lo que les comía por dentro, bien por miedo al rechazo o por "dar el gran disgusto" ("no le digas papá, que sabes que está del corazón"-esto es verídico), terminan haciendo familia con quienes creen que les van a aceptar como son. Se lo dice un camarero que conoce de adolescente: "estas son las fotos de mi familia, la que yo escogí, como vosotros tendréis una que ya os está buscando por ahí afuera". En el caso de nuestra prota son tres mujeres trans mayores del barrio, muy castigadas por la vida, pero a la que Alex miraba con fascinación y de las que aprendió muchas cosas, no solo prácticas, sino también emocionales. El cariño con el que Portero habla de esas mujeres que un día fueron prostitutas y luego fregaron escaleras -esos son los tipos de trabajos que les dejamos- es enternecedor. Y muy bonito cómo la protagonista cuida a la mayor de ellas en sus últimas semanas, con amor y gratitud. Al fallecer, le lava el cuerpo, le pone crema hidratante... me ha llevado a un momento personal y a la escena que mejor recuerdo de "La casa de los espíritus" de cuando una de las protagonistas hace estos rituales de la muerte con la tía Férula, que su marido -hermano de Férula-, había echado de casa. Esa es otra historia de sororidad y a modo de homenaje, Férula se llamó el personaje de uno de mis relatos.

La novela se escucha, y no solo por la música que le gusta a Alex, sino por "la eterna radial de fondo de los barrios obreros", y dice Portero que la novela no es estrictamente autobiográfica, pero todas escribimos desde lo que hemos vivido, en primera, o en tercera persona, del singular o plural. Yo querría pensar que lo que le pasa a Alex no le ha pasado a la autora, porque rompe el corazón desde la primera página, pero mucho me temo que sí. Y si no a ella, a gente con la que se ha cruzado por la vida. 

La combinación de la experiencia de Alex con el fuerte componente político es lo que más me ha gustado: Portero tiene la carga de rabia adecuada para escribir sobre este tema, que considera aún más importante que el tema de género: por ejemplo, habla de cómo la heroína destruyó su barrio en los 80, una manera de control más desde el poder hacia la clase trabajadora: "Varias generaciones de criaturas de la clase obrera crecimos así, imaginando mundos enteros en las nadas que podían terminar siendo nuestros lechos de muerte".

Y de la heroína que mató a muchos jóvenes de una generación al capo de un cártel de la droga en México, que tampoco se ha encontrado nunca en su piel, y que contrata a una abogada para que le ayude a un cambio de sexo. Este es el punto de partida del argumento -que sé suena enloquecido- de "Emilia Pérez", la última peli de Jacques Audiard. Y no solo eso, aún hay más: es un musical. 

Pero, milagrosamente, funciona: es una de esas pelis vibrantes, llenas de energía, con coreografías espectaculares, y un par de panoramas nocturnos del DF, "la ciudad de la eterna primavera", por las que merece verla. Y luego está el contenido, todos los temas en los que te hace pensar además del más aparente-en este caso los desaparecidos en México. Las feministas del primer párrafo dicen que las mujeres trans son impostoras que lo que quieren es meterse en cárceles de mujeres para seguir violando: aquí tenemos a una mujer trans que podría querer un cambio de sexo para cambiar su identidad para protegerse, y sin embargo, lo quiere porque, igual que Alex, igual que Jan Morris, y tantas otras, "es el primer recuerdo que tiene de su vida".

"La mala costumbre" y "Emilia Pérez" son ambas piezas políticas: combinan contarte el sufrimiento personal de dos personas que no han elegido y por tanto no tienen ninguna culpa de su situación, con otros asuntos más claramente sociales, en el caso del libro usando conceptos para algunos tan anticuados como "clase obrera". Lo personal es político, como decían en la segunda ola del feminismo, porque todas nuestras decisiones son, al cabo, políticas. 

Y el enemigo del feminismo es el patriarcado. 

01 diciembre 2024

"Los recuerdos del porvenir" de Elena Garro y vino especiado en el Foyles de Charing Cross Road

En Foyles
En un año en el que he leído varios libros que me han encantado, decir que
"Los recuerdo del porvenir" es mi mejor libro del año es decir mucho. No había leído nada y apenas me sonaba su autora, la mexicana Elena Garro, que lo escribió en 1953 - aunque fue publicado por primera vez en México en 1963. Creo que la primera vez que se publicó en España fue en 1994 y el pasado septiembre la reeditó Cátedra, que es siempre un festival de anotaciones y con introducción de Yannelys Aparicio y Ángel Esteban (111 páginas).  Este mismo año otra mexicana, Jazmina Barrera, ha publicado un libro sobre la autora titulado "La reina de espadas", que no he leído, pero sí que me he empapado de todo lo que ha caído en mi mano sobre Elena Garro. 

Sin embargo, cuando me he puesto frente al divague, me he dado cuenta de que no podía escribir sobre la autora y sobre el libro, porque recordemos qué paso con el divague de Charmian Clift, hace unos meses - al intentar hablar de su libro "Mermaid singing" y su vida tan llena de, precisamente, vida-, o con Shirley Jackson y "We have always lived in the castle", o incluso Patricia Highsmith y "The talented Mr Riley": en todos los casos la cosa se fue de mano y me salieron divagues tirando a tesinas -solo que sin supervisión. 

Así que hoy voy a hacer todo lo posible para no escribir sobre su biografía (ahora, en relectura, me doy cuenta que he fracasado, aunque hey, hay que valorar la intención), pero enlazo un podcast en el que hablan de su "azarosa" vida [nota: todo en este podcast llamado "Grandes infelices" es deprimente -por lo menos no engañan con el título-, no solo por su contenido, sino por la forma: atención a la música, el tono y las inflexiones de voz del narrador] y un documental "La cuarta casa". Tras verlo, confieso que me ha hipnotizado totalmente esa ancianita frágil que me acababa de dejar KO con la lectura de su novela, diciendo cosas como - con ese acento delicioso-, "si pudiera le daría un borrón a toda mi vida, ¿no has visto que solo hice tarugadas?". Me ha recordado a aquel otro documental literario sobre otra ancianita de manos expresivas, "El centro cederá", Joan Didion. Me ha enternececido muchísimo -mirad el tráiler abajo y me entenderéis- a la vez que me ha costado encajar a esa persona con todo lo que he leído sobre ella después, que me ha llevado a pensar que todas esas "tarugadas" a las que se refería eran tal vez la expresión de un trastorno de la personalidad límite (no me hagáis entrar en qué es eso, pero pobre: cuánto sufrimiento), que encima se casó con un piezas como el poeta y Nobel Octavio Paz, según todas mis lecturas un ser tirando a deleznable: machista, controlador, mentiroso, tirano -no será casual que un personaje de la novela diga: "No me gustan los poetas, no piensan sino en ellos mismos". Mi conclusión es que chocaron dos asteroides en llamas y de ahí salió lo peor de cada uno.

Hall de Foyles,
Charing Cross Road

Antes de comenzar con el libro, una nota aparte: las fotos de hoy son de una tarde esta semana en Foyles, una de las librerías fantásticas en las que me encanta perderme. Era una evening de música, "mulled wine" (vino especiado caliente), "mince pies" (unos pastelitos que, como el mulled wine, son aquí típicos de Navidad) y un montón de autores firmando libros esparcidos por rincones de sus cinco plantas. Me llevó a varias reflexiones: 1. con lo duro que es que te publiquen y luego puedes estar ahí sentado esperando tú sola (esos autoresm me daban pena, y después de un par de encontronazos intenté evitar contacto visual o hubiera acabado comprando el libro para animarles), 2. la fila que daba varias vueltas era para una chica joven que había escrito algo titulado "Todo lo que sé sobre las fiestas, citas, amigos, trabajos, vida, amor" (sin palabras) y 3. me topé de frente con Rick Astley, que debía ir al baño y está con el mismo tupé que en los 80 pero ya no pelirrojo. Se cierra el inciso, rebobinemos 70 años y volvamos a México. 


Esta es la autora por la que siento profunda envidia
no-sana, dada la gran fila de chicas que quieren
conocer todo lo que ella sabe del amor, fiestas y citas.

Como decía, Garro escribió "Los recuerdos del porvenir" en 1953, durante una enfermedad en la que empezó a recordar su infancia en Iguala, ciudad a unos 200 kms del DF: alguna vez dijo que le costó un mes (alucino). Muchos la consideran una de las precursoras del realismo mágico, término que no le gustaba, le parecía una estrategia comercial; y mejor no entremos en el concepto del "Boom", un club solo de señoros. Esteban y Aparicio cuentan en la introducción que hay una diferencia clara de estilo en García Márquez pre y post "Cien años de soledad", la novela paradigmática del realismo mágico, publicada en 1967. Las anteriores ["La hojarasca" (1955), "El coronel no tiene quien le escriba" (1961), "La mala hora" (1962)] no tienen elementos mágicos y la hipótesis es que Gabo leyó "Los recuerdos del porvenir" que había sido publicada en 1963 y le influyó en su literatura posterior.  Yo no me acuerdo mucho de "Cien años de soledad"  -y eso que es de los pocos libros que he releído- aparte del mítico principio y Rebeca [no Amaranta, eskerrika asko Nati por la correción y por esto, que me ha dado ganas de volverla a leer: "llegó a Macondo con un saco que contenía los huesos de sus padres muertos y les contagió la enfermedad del insomnio"], la niña que tiene pica, que en aquella época yo todavía no sabía que se llamaba así ni que podía ser indicativa desde de déficits de micronutrientes hasta otros desórdenes: en esos momentos para mí solo era una niña rara que se comía la cal de la pared. Re-escribo: Yo no me acuerdo mucho de "Cien años de soledad"  porque en aquella época no tenía blog, ni existían los docus de word y no escribí sobre ella como estoy haciendo ahora, pero para eso están los académicos: para explicar que Dorotea, uno de los personajes al que desde que los zapatistas le quemaron la casa, se le queman los frijoles o las nubes de mariposas amarillas que cruzan los jardines, son precursores de cosas que pasan, 14 años después, en la novela del colombiano. Hasta Ixtepec es visto como el origen de Macondo. 

No pidan hoy relación entre el texto y las fotos:
no me da la vida (solo va la autora con éxito
saber de parties o qué?)

Ah sí, Ixtepec (qué nombre más bonito, sera porque tiene "x"?) es el pueblo donde transcurre la acción y que además es el narrador de la historia. Y describe nada menos que así:
"Mis casas son bajas, pintadas de blanco, y sus  tejados aparecen resecos por el sol o brillantes por el agua según sea el tiempo de lluvias o de secas. Hay días como hoy en los que recordarme me da pena"
"La noche estaba inmóvil, se oía el respirar pesado  de las montañas secas que me encierran, el cielo negro sin nubes había bajado hasta tocar tierra, un calor tenebroso volvía invisibles  los perfiles de las casas". 

 "Los reflejos alargaban el tiempo. En los rincones se instalaron  formas extravagantes y el olor de las cucarachas gigantes llegó a  través de las rendijas de las puertas. Una humedad viscosa se untó a las paredes y a las sábanas. Afuera se oían caer las hojas podridas  de los árboles. El ir y venir de los insectos produjo un ruido  sofocante. La noche de los trópicos devorada por miles de alimañas  se agujereaba por todos los costados y los esposos oían mudos la  invasión de agujeros".

 ...y el verbo "recordar" de la primera frase (que es del potente primer párrafo del libro), nos avisa de uno de los temas de la novela, también explícito en el título (recuerdos y porvenir), que sugiere un tiempo circular: "Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga". Tantas veces luego hemos oído o repetido versiones de esta frase para indicar que ese ser querido que nos ha dejado seguirá vivo mientras le recordemos. El tema del juego entre tiempos y espacios (que mis académicos llaman "instancias cronotópicas") es constante: "cargado de recuerdos no vividos", "¿Y si estuviera viviendo las horas de un futuro inventado?", o...

Algunos de esos días  habían quedado aparte, señalados para siempre en la memoria,  colgados de un aire especial. Luego el mundo se volvió opaco,  perdió sus olores penetrantes, la luz se suavizó, los días se hicieron  iguales y las gentes adquirieron estaturas enanas. Quedaban todavía  lugares intocados por el tiempo como la carbonera con su luz negra.
Aquí ya me había fundido la mince pie, 
pero el vino estaba infumable

Aunque Ixtepec es un narrador masculino, las mujeres tienen un papel muy importante en la novela: Julia Andrade, guapísima, distante, inalcanzable: "No podían perderla: bastaba seguir la  estela de vainilla dejada por su paso. En vano la condenaban cuando estaban alejados de ella, pues una vez en su presencia no podían escapar al misterio de mirarla. (...) Las noches en que Julia no salía de su hotel, la plaza languidecía". E Isabel Moncada, rebelde, independiente,  con facilidad para "improvisar la alegría", desafiante de la sociedad patriarcal: "A Isabel le disgustaba que establecieran diferencias entre ella y sus hermanos. Le humillaba la idea de que el único futuro para las  mujeres fuera el matrimonio. Hablar del matrimonio como de una  solución la dejaba reducida a una mercancía a la que había que dar  salida a cualquier precio". Los estudiosos han comparado a Isabel con la Virgen de Guadalupe, por lo de etérea y admirada, y a Isabel con la Malinche (la intérprete y luego amante de Hernán Cortés, vista por algunos como la traidora máxima y por otros como la madre del mestizaje mexicano), por un giro de guión que no desvelaré. Cuando me he enterado que Garro dijo que su obra no era feminista y se declaró anti-feminista en alguna ocasión, no me lo podía creer: la novela fue escrita hace 71 años y es adelantadísima en ese aspecto . Claro que en otra entrevista dijo que si una mujer es rebelde, es feminista, y que los personajes de sus novelas lo son. Como ella misma, que fue siempre a contracorriente, no solo de la sociedad, sino de la intelligentsia de la época, con la que se enfrentó tras la Matanza de Tlatelolco (esto daría para otro divague, está en el podcast). 

A la salida del metro en Tottenham Ct. Rd. han puesto
unos cubos con proyecciones: me encantaron


En primer lugar, Garro venía de una clase acomodada, y en algunos lados he leído que era políticamente conservadora, muy opuesta al comunismo a la vez pero una gran luchadora por los derechos de los campesinos, los indígenas y los oprimidos en general, lo que queda clarísimo en "Los recuerdos del porvenir" y es parte de lo que, en cuanto a contenido, la hace tan atractiva (dice un personaje: "Hay que ser pobre para entender al pobre" o "Los  pobres, «montoncitos de basura» como los llamaba Dorotea, se  contentaban con la generosidad de los balcones abiertos y ansiosos recogían los pedazos de la fiesta").  Garro no era popular con los intelectuales que hoy llamaríamos "woke": en 1937 estuvo en una conferencia en plena guerra civil en Valencia, junto con muchos intelectuales, como "esposa de" (Paz) y no encontró su sitio: le parecían de una hipocresía terrible, supongo que para ella el defender ciertas ideas debía conllevar vivir en un barril á la Diógenes Laercio. Fue simpatizante de revoluciones como la cubana inicialmente, pero luego se decepcionaba (la realidad es lo que tiene, nunca puede llegar al nivel del sueño).  Además, era católica, de misa en latín y creyente en los milagros -me pregunto si esto puede perdonarse por el contexto mágico latinoamericano que dio lugar precisamente al realismo mágico. 



La Guerra Cristera forma el fondo de la novela: en 1926 comenzó esta guerra porque el entonces presidente, Plutarco Díaz Calles, quería ejercer control sobre los bienes de la Iglesia y establecer el número de curas por circunscripción. Para ello clausuraron iglesias y conventos, las gente se revolvió y murieron unas 70.000 personas. Se hace rarísimo leer que los militares llegan a Ixtepec a intentar poner en práctica este control, cuando al menos en España, estos dos estamentos, iglesia y ejército, siempre van de la mano. Así llega el implacable general Francisco Rosas con su séquito de militarzuelos de distintos rangos y sus "queridas" (así llaman a las amantes de esta panda, muchas de ellas prostitutas que se alojan en un hotel, donde la vida es "apasionada y secreta") a Ixtepec. Militares que están, como siempre, en contra del pueblo, pero choca que estén persiguiendo a los curas.


Rosas tiene por "querida" a la guapísima Julia Andrade, claro, y está locamente enamorado, pero ella pasa millas y muestra una indiferencia que para mí es más dolorosa que el rechazo frontal («Mientras más la quiere, ella se le va más lejos. Nada la entretiene: ni las alhajas, ni las golosinas. Anda ida. Yo he visto sus ojos aburridos cuando él se  le acerca. También lo he visto a él sentado al borde de la cama, espiándole el sueño»). Por supuesto formas de violencia que hoy nos parecen intolerables son presentadas con total naturalidad (recordemos, escrito en 1953): una de las queridas le dice a su amante que ojalá que Rosas le "dé una buena" porque "Es muy rejega. Merece unos fuetazos y luego su azúcar, como  las yeguas finas". Y cuando él le pregunta por qué a Julia no la quieren las mujeres dice, con amargura "tal vez porque a ninguna de nosotras nos quieren como a ella". Mentira: hemos crecido con ese cuento, pero quien bien te quiere no te controla, no te monta números, no se hace el atormentado... si lo está, es su tema, nada tiene que ver contigo. Dijo Garro que Julia, rosa de hielo, era su personaje favorito de todos los que escribió en su vida: "Se le  escapaba brillante y liquida como una gota de mercurio y se perdía  en unos parajes desconocidos, acompañada de unas sombras  hostiles. (...) Julia no andaba en este pueblo. No pisaba tierra. Vagaba  perdida en las calles de unos pueblos que no tenían horas, ni olores,  ni noches: ".

Como no voy a contar  la trama de la novela, no diré lo que pasa con esa relación, aunque los estudiosos han podido ver metáforas con la historia de México (a veces me pregunto si muchos autores no se sorprenden cuando leen lo que la crítica literaria hace de sus textos-en algunos casos seguro que ha sido muy planeado, pero en otros, cuando los análisis son psicoanalíticos, me echo a temblar), pero sí quiero explicar que los militares no salen precisamente bien parados en esta novela. Decir militares siempre es volver a lo funesto, lo desagradable, lo que queremos lejos, pero en Latinoamérica mucho más. Aquí no es diferente y Garro lo describe a la perfección:
Así volvimos a los días oscuros. El juego de la muerte se jugaba con minuciosidad: vecinos y militares no hacían sino urdir muertes e intrigas.

Extraviados en sí mismos, ignoraban que una vida no basta para descubrir los infinitos sabores de la menta, las luces de una noche o la multitud de calores de que están hechos los colores.

La muerte de los demás es un rito que exige una precisión absoluta. El prestigio de la autoridad reside en el orden y en el despliegue de fuerzas inútiles.

«Se lo llevaron» era peor que morir
 La noche avanzaba difícilmente, llevando a cuestas los crímenes del día. 
 ¿Te acuerdas del tiempo en que no teníamos miedo?
«No todos los hombres alcanzan la perfección de  morir; hay muertos y hay cadáveres, y yo seré un cadáver», se dijo con tristeza; el muerto era un yo descalzo, un acto puro que alcanza el orden de la Gloria; el cadáver vive alimentado por las herencias, las usuras, y las rentas. 

 He puesto todas estas citas porque creo que reflejan mucho mejor de lo que pueda explicar yo el ambiente de la novela. Si la estoy recomendando encarecidamente por ahí no es por la historia que cuenta Ixtepec, que puede interesar más o menos, sino precisamente por esa manera de contarla, tan maravillosa. He subrayado tanto el libro, he puesto tantas "d" metidas en un círculo (que es la manera como me digo que ahí hay una descripción) que me resulta imposible explicarlo con mis propias palabras que se quedan tan pequeñas, tan mediocres a su lado.

Un nuevo ritmo presidía la casa: el aire estaba hueco, los pasos inaudibles de las arañas se mezclaban al impasible tictac que corría sobre la cómoda. Una presencia inmóvil dejaba quietos los muebles y muerto el gesto de los personajes en los cuadros.

En el salón las consolas quedaron en suspenso y los espejos impávidos se vaciaron de sus imágenes. Nunca más la casa de los Moncada escaparía a ese hechizo. El tiempo sin pianos y sin voces empezaba. En la cocina los criados velaban al silencio con silencio.

De  noche la sierra es estrecha y no deja pasar a los fugitivos, lanza  rocas a los caminos y las almas en pena se pasean aullando por sus  crestas negras. 
La tristeza de Julia pareció contagiarse a todo su grupo y de allí  extenderse a la plaza entera. En los rostros de los militares, repentinamente tristes, los encajes negros de las sombras de las  ramas escribían signos maléficos.  Grupos de hombres vestidos de blanco, recargados en los  troncos de los tamarindos, lanzaron ayes prolongados que  desgarraron la noche. Nada más fácil entre mi gente que esa rápida  aparición de la pena. A pesar de las trompetas y los platillos que  estallaban dorados en el kiosco, la música giró en espirales  patéticas.

Esto ya es paseando por Londinium-la-nuit

No sé si he leído por ahí, o es cosa mía lo de que la novela es profundamente sensorial: «¡Ah, no estar nunca más  en el olor de este cuarto!», dice un personaje. Pero eso es mucho más que una descripción sensorial, es demasiado potente para ser solo eso. O lo visual: "y el cuarto se llenó de lianas y de hojas carnosas": cómo, por qué no se me ha ocurrido eso nunca a mí? Qué preciosidad es esa, que me transporta a esa misma estancia, con toda su opresión que es gelatina que se me pega por todo el cuerpo. 



"«¡Qué vida, mejor se acabara!» y caminábamos los días que ya no eran nuestros", dice otro de los personajes, y me recuerda a la ancianita que se duele de todas las "tarugadas" que hizo en el video de abajo. Antes, otro hace una pregunta que "venía de un mundo en el que todavía contaban las acciones y existía la esperanza", un mundo que desaparece y la desolación parece que se intuye, es salvaje: "Sin saber por qué, les dijimos adiós como si se fueran para siempre".

La cita del principio "Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga" enlaza perfectamente con esta otra de más adelante en la novela: "Cuando llega el olvido es que ya acabó la vida". De nuevo, el tiempo circular, que a través de las décadas ha traído a mi vida a esta autora,  como uno de esos terremotos mexicanos. Como una ola, la describió Octavio Paz, "que sube y baja, que viene y va, incontrolable, y a la que no hay que preguntar el origen y sentido de sus vainenes", analizan los críticos; como un txunami, Elena Garro, llegó tu escritura a mi vida.