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20 julio 2023

¿Y si los abren?

Jueves 20 de julio de 2023
Como decíamos ayer, esta serie es en realidad un divague normal cortado en trocitos, y como no hay mucha coherencia, en lugar de culpar a la disgresión habitual que nos azota aquí, le echaremos la culpa al calor.  Barcelona fue El Calor. y por algo dicen que los calores con humedad son lo peor (no sé, piensa Manaos), pero yo siempre aguanto mejor (vamos, dos nanosegundos) la sauna húmeda que la seca, no sé si el paralelismo es válido. El calor seco (no sé, piensa Vetusta) tampoco mola, así que ya lo dejo. Pero lo de estos días en Barna me dejó exhausta y en Donosti me pegué unas siestas de aquellas de dudar de tu propia identidad al despertar. Claro que tal vez la culpa fuera de Roc. De hoy solo tres ideas.

La primera que da título al divague es en realidad una conversación recurrente con Fashion sobre un profe suyo de "Latín vulgar". Este hombre nos ha traído muy buenos momentos por ser uno de esos personajes excéntricos que tanto se valoran en la vida de una (aspiraría a ser una personaja de esas en la vida de alguien, tal vez de un notario de Burgos?). Cuando vivíamos en Nottingham, estuvo en casa y se paseaba en calzones (de esos ajustados feos de viejo) y nos acababa de conocer. Muy a favor de la comodidad por las casas: era el modelo lo que me turbó levemente, nunca pensé que alguien de treintaypocos (que es lo que tendría él en esa época) llevara ese tipo que -y han pasado más de veinte anios- recuerdo perfectamente.  Pues bien, este profe nunca se preparaba las clases y le decía a Fashion (siento que esto no sea un podcast, porque hay que escucharla imitando su voz): "yo tengo los armarios muy llenos". Y entonces pasaba a la anécdota de Luchino Visconti: el director obligaba, en las escenas de armarios, a tenerlos llenos, aunque no se fueran nunca a abrir. ¿Y-si-los-abren? contestaba preguntando, cuando algún cuadriculado se interesaba sobre la razón de meter tiempo y dinero en eso (mientras los asistentes de producción ponían loquefuera en las estanterías). Nos encanta esa frase, el tortazo general que tiene todo y en particular el concepto de "tener los armarios llenos", en el otro lado del espectro del "síndrome de la impostora" que solemos sufrir las mujeres. Pero es mi lait-motif vital:  tener esos armarios bien llenos - los otros, da igual. 

Segunda idea, las piscinitas de estar-por-casa. El jueves por la maniana llené la de Roc. Parece que lo hice en exceso, porque Un Kuñado (ese es el nuevo nombre de JAL, sigan leyendo y entenderán) ha calculado la cantidad de agua (o sea, peso), que estructuralmente el edificio puede soportar, y yo llené por encima de nuestras posibilidades. Con un simple cálculo matemático se me demostró cuántos kilos, tal vez toneladas, de presión estaba poniendo sobre el piso de abajo, y hay que dar gracias que no aparecimos en su salón-comedor. Menos mal que llegó Un Kuñado y lo solventó con cara de paciencia serena. 

Piscinita de Roc, 
un arma en mismanos
Yo había estado tirada en el sofá leyendo mi libro pensando lo calentita que estaría el agua cuando llegara Roc de la guarde (ajena a que mientras subía y subía, yo arriesgaba la integridad del edificio), y recordando las mañanas de verano en Bellver cuando era tan peque que aún no había nacido Fashion. La yaya llenaba un balde rojo que a mí entonces me parecía enorme pronto y lo dejaba unas horas al sol para que se calentara el agua, porque cuando no estaban mis padres no bajábamos al Segre. Yo me debía pasar toda la mañana preguntando si podía ya meterme y ella que no, hasta que llegaba el mediodía y me dejaba. El agua estaba congelada, como siempre en Bellver (también, como descubrí de mayor, en la que era la única piscina, la del hotel a la salida del pueblo), pero a la sirenita (o renacuajo, tal vez más apropiado) le daba igual. Lo que mejor recuerdo de esos baños es cómo terminaban: cuando tocaba salir para comer, me mecía con cada vez más fuerza hasta que lo volcaba conmigo dentro. Entonces la yaya venía con una toalla, me llamana corazonete, y se había acabado la mejor parte del día de esos veranos interminables.  

Y para terminar este divague que ya pasa a la sección "desvaríos", lo que supongo entendían por "frases motivacionales" en los conventos de monjas de siglos pasados. Mi visita al Monasterio de Pedrables la contaré otro día (tal es mi concienciación de hacer breves haikus de verano), pero ahí van tres frases que vi por sus paredes. Viene a ser como las que nos ponemos hoy en nuestros perfiles de whastapp, redes sociales, o hay gente que hasta se las enmarca. Me pregunto si encajarían en el sitio aquel espiritual del té de la tarde del otro día. Desde luego son muy estoicas, una especie de "memento mori": hermana, recuerda cada día de tu vida que vas a morir. Ya sabes, para carpe diem y esas cosas, pero venido de esta panda, a mí me da cierto yuyu. Ahora... silencio... hasta mañana.


Frase motivacional 1:
SILENCIO


Frase motivacional 2:
Es esto que la vida pende de un hilo?


Frase motivacional 3:
Considera la muerte

03 noviembre 2021

Esa terraza, El Querforadat, gratitudes varias, más librerías de Barcelona, y la gent normal.

 En el libro que estaba leyendo, el asesino empieza a escribir un diario: no es que me haya dado por aludida, eh. Sin embargo, sí por el lugar común "todo asesino vuelve al lugar del crimen": aquí estoy, una vez más, dispuesta a divagar (qué es eso, sino un diario), sobre mi último periplo fuera de esta isla. A la que he vuelto con un jet-lag espantoso, y pensarán que exagero, pero si ya tengo mis problemas con las mañanas ("early morning awakening": un síntoma, un castigo, una oportunidad?), ahora con la hora para atrás británica más la del cambio horario, esto ya es un festival. Vamos, que a las 11:30 de la mañana me comería un asado, o tal vez un Chow Mein, ya que vivo en esa franja horaria. 

En fin, que estoy un poco pasada de vueltas y, aunque el título llame a engaño (qué son los títulos, sino una vil estrategia de marketing para el pobre divagante despistado que pasa por ahí), I have to come clean: este es un mero divague de viajes (as if, ahora que no se viaja) que, si no es lo tuyo, recomiendo dejar. Ya. Volveremos algún día con escritos serios "de divulgación" como dice Fashion (en serio? yo hago divulgación? Ten fans para esto) y lo que sea que se está convirtiendo este blog. Ah sí, libros y hasta una peli tengo por ahí. Pero not tonight, Josephine.

He pasado unos diez días en la península; el divagante de pro debería saber que esta es una época de celebraciones rituales en La Nostra Famiglia: cumple la hermanísima. Específicamente en La Cerdanya (esta debilidad familiar), Barcelona (atencion, sección bibliofilia) y brevemente Vetusta (alguien ha leído al gran escritor de viajes Bill Bryson?: "I come from Des Moines, Somebody had to", pues bien: "soy de Vetusta, alguien tenía que ser").

Despertar en Bellver
De La Cerdanya, solo dos cosas (o ya me metería en una turra de esas de los verdaderos viajes, coladas y demás). Esta vez alquilamos un apartamento que querría fuera mío porque cuenta con el récord Guinnes de mayor número de horas-de-sol-en-terraza de occidente. Por mi temita este del sueño, me levantaba la primera (con caballos en el prado de enfrente, el césped aún escarchado) y me sentaba a leer (Piglia: qué maravilla de libro, esto lo cuento otro día) con el sol a la izquierda del ventanal. Luego se iba moviendo poco a poco, hacia el centro y al cielo le salían globos aerostáticos (todos a una: ohhh) e iban desfilando los compas: primero el Peda que se iba a correr, luego Fashion, según dice, también insomne (aprendiza), y ya Mini y JAL, y el Peda que venía del forn con ingentes candidades de coca (aunque lo parezca por mi escrito, no de esa) y nos poníamos a desayunar, intentando establecer qué tipo era mejor: crema, piñones o bollo (la última, hacedme caso). Y la combinación made-in-heaven: coca con turrón de chocolate, que el Peda encontró en Charter, el super local. Sé lo que se está pensando: ese turrón de chocolate infantil, del que se sale hasta las piiii en navidad, sí. Pero todos sabemos que el primero de la temporada sabe a gloria (particularmente al emigrante) y, en fin, hubo más de una tableta. Como nota curiosa, ya no pone su marca en el frontal (que omitiré, a menos que me manden aquí una caja) sino las dos palabras más bonitas en lengua castellana ("Es benigno"... noooo): "Te quiero" (blogger: dónde los emojis de corazones?). Y como en el apartamento había decoraciones navideñas (para los que suben en esas fechas: esquí de día-escatología de turno de noche), ya las sacamos y bueno, este es el resultado:

Que le suban el sueldo al de marketing

Xmas en octubre-aún sin escatología aparente

Tras ese desayuno, el sol era tan bestia que ya me podía salir a leer a la terraza, y al poco rato se iban uniendo el resto, hasta que alguien razonable (JAL) decía que había que salir a la excursión de turno. Yo podría haber estado todo el día allí, sin problemas, me entiendan: 



El segundo punto a destacar del finde va enlazado con mi gratitud a la divaganta ANNA que ya en verano (no pudimos por carretera cortada) me recomendó ir a El Querforadat, un pueblo en lo alto de la montaña.  Como estrategia de persuasión para mis compas de viaje: "hay un restaurante pichi" (ya se sabe cómo de fáciles son los foodies), claro que omití que lo llamaban "proyecto". El pueblo es el típico de piedra, muy bonito, ni un alma (15 habitantes), todo paz - también podría pasarme aquí unos días buenos con libros, chimenea, (turrón de) chocolate y un teclado. Volviendo al restaurante, nadie me cree, pero no fue mi culpa: se trataba de una foodtruck roja en un prado en pendiente, cerrada y con un cartel diciendo "ponnos un whastapp". Tal vez lo de proyecto me debería haber hecho sospechar:  unos hipsters que han vuelto a sus orígenes y ofrecen "cocina de autor en un marco incomparable" (sí, las vistas son absolutamente impresionantes). "En su cabeza, era espectacular". Pero vaya, Anna, te debo una, a mí me pareció una gran excursión, incluso con la truck cerrada (o tal vez por eso, ji). Que no se sufra porque mis compañeros encontraron restaurante en nosequé pueblo a la bajada en el que los hipsters fueron denostados por los locales, y luego me hicieron parar en otro pueblo llamado "Bar" a encontrar "un bar" (son así de básicos), que no existía. Como ir a York a preguntar por el jamón de York. 
El Querforadat


"El proyecto" foodie




En la sección Barcelona del post os ahorraré el apartado foodie (que básicamente fagocitó al resto) porque es imposible escribir sin dormir al personal de lo que a una aburre, así que me centraré en mi nuevas peregrinaciones por las librerías de la ciudad. Nota: solo citar dos pastelerías con sendas tartas, oj: "Mediterrani" de La Pastisseria -"de autor" también y doy fe-, y "Llimona" de Mauri. Tengo fotos, pero no soy tan plasta (*). 

(*) Lo que soy es fácil así que, por posterior aclamación popular, aquí van:

Es la amarilla de la derecha: decisions, decisions...

Esto es ya hacernos daño-
atención capa de mousse

Llimona

Venga, va, librerías: 

>>>La primera es Ona, de la que ya hablé en agosto, pero que estaba cerrada. Esta vez pude entrar y es una preciosidad, especialmente en la planta de arriba en la que hay textos por las paredes. Es enteramente de literatura en catalán y observé que acababan de editar "El cuarteto de Alejandría" y recordé que solo leí el primero, "Justine"



>>>La segunda es La Central del Raval, y que asocio a aquellas vacaciones con el Náufrago Ro, que hacía como que estudiaba por allí cerca. Justo ahora cumple 25, así que en aquella época haría poco que la habían abierto, y todavía no tenía un jardín muy mono que es hoy cafetería-para-guiris. Es una antigua capilla -véanse los arcos-y cuando veo estas cosas (junto con la iglesia-bar de Nottingham), creo por unos instantes en el progreso.  Leí una entrevista a una de las fundadoras que explicaba que no tenían miedo a las multinacionales porque era en esos jardincitos, o terrazas, donde ellos -o todas estas nuevas librerías- se diferenciaban. La gente viene a ellas para encontrarse con los libros, con autores vivos o muertos, y con gente a la que le gustan los libros. Siento un poco de envidia porque eso es justo con lo que incluso el mejor blog de libros no puede competir.





>>>La tercera fue "my local", La Central de Mallorca, de la que también he hablado, por la que paso varias veces en cada visita. Una mañana quedé en su terraza con ELENA RIUS y hablamos de todo un poco (el Brexit de las Pequeñas Cosas un interés común, me intentó recomendar novela negra...)  y me regaló su último libro "El camino a la publicación" con la dedicatoria más mona posible: "Para Di, que tal vez algún día escriba un libro". Gracias Elena, por el libro y sobre todo por la esperanza!! 

#mi elenarius collection





Según nuestro amigo Dp (el que me recomendó a Solá y también a Piglia), con el que callejeamos luego durante horas por el gótico, hay un relato del libro que acabo de empezar, "Exhalación" de Ted Chiang, que habla de un futuro que está al llegar con esta historia del metaverse, en el que tendremos un avatar (Maléfica es mía, desistid) que quedará con el de mi amigo, pongamos en Shibuya a cenar un ramen, mientras los dos estaremos en nuestra casa. O podrán perderse por los pasillos de las mejores librerías del mundo. Será como whatsapp, en el que tendremos conversaciones, solo que mucho más perfecto, será como estar ahí, pero sin estar. Con quién decidiremos entonces pasar el tiempo real?  Viejuno total, pero si esto es lo que viene, esta es otra de esas veces en las que me alegro de tener 50 y no 20. 

Dp, no sé si llevado por las pintas de guiri de mis compas de piso (no así yo, que soy como el Marcus Brody de Indiana Jones "habla una docena de idiomas, se mezcla con el pueblo, desaparecerá, no volverán a verle") nos lleva a comer a un puesto de La Boquería. A mí me parece un tourist trap, pero what-do-I-know. La comida está bien, aparte de una cosa de textura "interesante" llamada "capipota" que, mientras mastico, rezo para que sea seta. Pero no, uj, qué asco. Y me pierdo por algún pasillo, y parece que puedo ver a los Manel grabando el video de "gent normal" (con gente muy normal), su genial versión del "Common People" de Pulp. La canción es un himno, y ya divagamos de ella aquí hace siglos, (el "Common People" de Pulp meets "Últimas tardes con Teresa" de Marsé). 

Ah, el espíritu de Marsé, que seguro que andaba por los pasillos de alguna de las librerías de Barna y al que me hubiera llevado a hablar de libros y de la vida y de la gente normal a esa terraza de La Cerdanya al sol. 

Viure com ho fan els altres
Veure les coses que veu la gent normal


27 agosto 2021

Leyendas de Bellver: De Gustavo Adolfo Bécquer a la Niña Di

 Esto es más o menos cómo ocurrió (o, de nuevo,  "puedo explicarlo todo").

Todo comenzó como un inocente divague de libro que va de historias y de leyendas en una determinada zona del Pirineo, pero terminó conmigo escribiendo demasiado rato, demasiado largo (esto es nuevo), demasiado divagando, sobre historias y leyendas de otra zona cercana de la misma cordillera. Pero estas son en realidad leyendas de mi familia -no de ninfas de los ríos, aunque tal vez sí que haya alguna bruja- con el mismo fondo, esas montañas.  Y como no me gusta abusar (lol), los he separado: quien quiera leer sobre "Canto yo y la montaña baila" de Irene Solá, el libro en cuestión, podrá hacerlo mañana sin tener que pasar por este divague, la precuela de Maléfica: "la Niña Di, que al principio solo quería ser Heidi". 

~~~

Erase una vez... La Cerdanya. Bueno, en realidad no, en realidad "Canto yo y la montaña baila" está ambientada hacia el este de los Pirineos catalanes, en concreto entre Camprodón y Prats de Molló, pero en mi cabeza yo la he localizado en La Cerdanya, donde pasé los veranos de mi infancia. Así que podría comenzar con un "érase una vez en los Pirineos" y sería más verdad. Pero está bien salir del armario: yo he tenido a Bellver y Talló y Pi y Bor y Das y Prulláns en mi mente mientras leía, y eso ha salvado para mí la novela.  Novela de historias de amor, de guerra, de éxtasis ante la belleza del entorno, en la que he aprendido por ejemplo, la leyenda mitológica del origen del nombre de los Pirineos: parece que viene de "Pirene", hija un rey, que sufre diversos percances amorosos (según si sigues la mitología griega o la local) y al final muere en un incendio. Su amante le hace un monumento funerario con unas piedras, y son los Pirineos. Pero sobre el libro, mañana.

La Cerdanya es una zona tocada por una varita mágica: un valle horizontal, orientado de este a oeste (en contraposición a la mayoría de los valles del Pirineo, que van en vertical, de norte a sur), por eso tiene más horas de luz que otros. El Pirineo aragonés es mucho más dramático, claro, y en Broto y Ordesa pasé bastantes veranos de campamentos, pero donde de verdad recuerdo los veranos de mis pocos años es en Bellver de Cerdanya, de donde era la familia de La Yaya. Y por tanto, mis leyendas no son de duendes del agua y osos, como los de la novela, sino familiares y de ese territorio salvaje que es la niñez. Allí se aprende a mirar o se cimienta la manera de mirar que una trae de serie.  Nota: las fotos son mías, así es como lo vió, por lo menos, mi cámara.


La primera y más repetida leyenda familiar es "la vez que no reconocí a mis padres". A ellos les encanta contar esta historia, los pobres aún no han superado el trauma. Cuando tenía poco más de un año empezaron mis largos veranos en la Cerdanya. Los Yayos subían a Bellver para un par de meses, con parafernalia similar a quien se cambia de casa, y mis padres de debían quedar de rodriguez,  viviendo-la-vetusta-loca, subiendo a vernos los findes. Yo iba a la guardería allí, esto me lo contó mi madre el otro día, a la vez que la debida mención a la anécdota que nos ocupa: tras un breve lapso, bajaron ilusionados del coche, y no les conocía. Me imagino a mí misma escondida detrás de la Yaya, quién es esta gente. Para ser justos, ellos casi no me reconocen a mí tampoco: la Yaya me había rapado. Una de sus múltiples teorías era que eso "fortalecía el pelo" (lo confirmo), así que hasta que pude opinar me llevaban con el pelo corto, como un chico y Fashion, años después, también pasó por ese proceso. Y esta historia enlaza con otro viejo favorito que también les encanta: lo de que "no me gustaba dar besos a extraños". ¿Hello? ¿Tengo que pasar por niña arisca por esto? ¿A quién le gusta dar besos a la tía del pueblo? Esto alcanzó la cumbre cuando una vecina que siempre me insistía me preguntó el porqué de esa actitud (imaginen) y parece  que solté un "porque huele mal". Por eso nunca les doy besos a niños que no sean Mini, y cuando llegué a UK me di cuenta que esa es una costumbre que no existe aquí (¿quién está equivocado, eh?) ¿Aún se sigue persiguiendo a los niños por besos en la península? 



Otra leyenda top del lugar, más que familiar, es que en Bellver había una alta incidencia de "concas" - aunque no lo he oído en ningún sitio, internet asegura que la palabra existe. Allí llamaban "concas" a las mujeres solteras (lo que en esa época se remataba con el sufijo -ona con todas sus connotaciones). Las concas -entre ellas Ignasieta una prima de la Yaya y Carmeta, la que le hacía la comida a Joan, que aparecerá en breve - salían de paseo en grupo por las tardes hacia Talló. Hoy en día existe el concepto "tieta", me cuenta Fashion, que es una versión moderna, viajera, independiente, de la conca. A veces nos hemos planteado que la Yaya, pese a haberse casado, tenía en realidad alma de tieta -así como la mujer de Vázquez Montalbán decía que ella se había casado con un soltero. Pero esas son otras historias y lo que me pregunto es si la palabra existe en masculino, "conco". Desde luego el concepto sí, y nosotros la usábamos, porque le alquilábamos la casa a Joan, un conco, en una especie de cosa premonitoria de Airbnb.

Los Airbnb que alquilas con bicho son los que luego dan para mejores historias: cómo olvidar algunas aventuras de los Pedalistas, con Doña Concha en Pelion, o con Nishimoto y su armadura de samurai en Fukuyama. Aquí el bicho era Joan, un anciano a mis ojos de entonces que hablaba principalmente en catalán y conmigo se lanzaba al castellano con muchos problemas (según la Yaya, yo hablaba catalán de peque, puede ser otra leyenda). Tenía cara de hombre de montaña, toda roja, con los ojos muy pequeños, tal vez azules y una gorra como de chulapón. Las manos eran enormes y vestía como de tweed verde. Trabajaba en algo de acequias o canales -tenía unas botas de agua que le cubrían todas las piernas- y se iba al alba y llegaba siempre al anochecer. Cuando llegaba se metía en su habitación tras un saludo y no le veíamos más.

Cal Joan me encantaba porque era ser Heidi, mi máxima aspiración de la época. Tenía escaleras de madera y se hacía mucho ruido subiendo y caminando por la planta de arriba, donde había tres habitaciones. Abajo, un salón con una mesa de madera y creo que la lavadora era de carga superior, otra novedad. Los primeros años no había tele, y cuando llegó, no me dejaban verla cuando había tormenta -muy frecuentemente-, porque parece que los rayos podían ir a la antena (otra teoría de la Yaya). Así me perdí el último capítulo de la serie de Los Cinco, lo recuerdo perfectamente y creo que lloré, pero de nada sirvió. Al lado de la casa, Joan tenía una huerta con lechugas y una zona con jaulas con conejos. Cuando venían mis padres, Joan le preguntaba a mi padre para cuándo iban a tener "el hereu", cosa que les hacía mucha gracia. Cuando nació Fashion, siempre decepcionando: el pobre Joan debió pensar "siguen sin hereu en esta familia" y quién sabe si por pena, aquel año nos esperaba con una cuna. Resultó que la fallida hereu ya no cabía y esta es otra de las historias repetidas hasta la saciedad en esta familia.  

Pero todo en Bellver era Heidi: las vacas en los prados, las montañas e ir a buscar la leche por las tardes a la lechería. En las tiendas había leche normal, en botella - claro que mucho peor- y creo que la comprábamos por el ritual de la lechera, que me encantaba, luego había que hervirla y todo eso. El otro día pasé por el local donde ponían en hilera un montón de lecheras metálicas gigantes y aunque ahora no sé qué venden, esa esquina me llevó a esas filas, esperando que se acabara la lechera gigante en la persona de delante para ver el proceso de abrir otra, y sobre todo al olor.

Cerca de la lechería, en una calle de atrás, estaba el refugio donde se metían durante la guerra. Según la Yaya, a veces venía un avión al que llamaban "La Pava" (ya hablé de aquello aquí) y todos se iban a esconder, menos su padre. Hay muchas leyendas de la guerra de Bellver, de los que cruzaban la frontera y de una me salió un cuento que la Yaya tituló "Si por Dios y por España" porque así es como ella contaba esta historia. Esta parte de la zona como frontera en la guerra y posguerra es la que más me interesado de la novela de la que se suponía iba a escribir hoy....

La Yaya tenía familia por todo el valle: su padre era de un pueblo llamado Cavá y su madre de Santa Eugènia. Una de las mejores leyendas familiares es que la bicicleta del padre de la Yaya (que aún conservamos) "fue la primera bici que hubo en la Cerdanya". Tristemente no recuerdo o nunca me contó la Yaya cómo llegó allí. Solo sé que su padre tenía una herrería y que fue a hacer la mili a Marruecos. Me pregunto si estaría en la Guerra del Rif, donde Arturo Barea en "La ruta", el libro que justo estoy leyendo ahora.

Toda esta familia ingente significaba múltiples visitas, en las que la niña Di se desesperaba, muerta de aburrimiento. Se ponían a hablar durante horas y si preguntabas "cuánto falta", te echaban la bronca. La Yaya me compraba Zipi & Zape o libros de Los Cinco en una tienda que se llamaba "La botiga nova", creo. Terminé con toda la colección. Las únicas visitas interesantes para mí eran las de Francia, porque también hay Cerdanya francesa ("Meitat de França, meitat d'Espanya, no hi ha altra terra com la Cerdanya" estos versos también me los decía la Yaya- no creo que hoy sean bienvenidos en todas esas casas de la zona con esteladas en las ventanas). Las primas de la Yaya vivían en Bourg-Madame y en Ur y estas fueron mis primeras salidas del país (aparte de ahí, no salí de la península hasta los 17): me parecía el exotismo puro, estaba en el extranjero! Todo me parecía lo más: tenían el baño separado del toilet (cosa que tuve al llegar a UK y es un rollo) y cada año me daban una bebida terrible, un concentrado muy dulce de fresa que se mezclaba con agua. A ratos me dejaban salir a explorar por los jardines y hablaban en un catalán más difícil que en el otro lado de la frontera.

A veces nos quedábamos unos días en casa de otra prima, en Puigcerdá, que tenía dos hijos adolescentes. El pobre Jordi jugaba con la niña al escondite. Un día se escondió tan bien que tuve que pedir ayuda a los adultos para encontrarle, y ni ellos pudieron: se había subido a un armario. En Puigcerdá le dio a la Yaya lo que ella llamó "una punta de infarto" por no seguir las recomendaciones de mi madre: la Yaya ya había tenido un infarto de miocardio y según mi madre, la altitud de Puigcerdá no le iba bien. Cada uno en esta familia tiene sus teorías, como puede verse, pero era yo la única a la que cortaban el pelo a lo chico o no le dejaban ver Los Cinco.

Otros primos de Bellver me dejaban una bici, rosa y con cesta (pero qué iba a hacer, rechazarla?) y me iba por ahí a explorar. La niña Di tenía una vena artística - que tristemente no ha sido explotada- y me iba a dibujar iglesias a carboncillo. La de Talló, desde todos los ángulos. A veces me pillaba la tormenta y llegaba calada a casa. Era la época de la libertad con mayúsculas: tenías 11 años y te ibas sola, sin posibilidad de ser localizada. Si caía una tormenta, esperarían que te hubieras metido en algún sitio, porque total, el peligro de los rayos solo aplicaba a las antenas. Nuestros pobres hijos no vivirán eso. Y más leyendas de bici: un día, cuando Fashion tenía como dos años, insistí en llevarla en el soporte. Tras alguna resistencia aceptaron y la pobre metió el pie donde no debía. Fue un drama: al bajar, no podía ponerlo en el suelo y la Yaya dictaminó: tal vez esté roto. Recuerdo claramente el mundo cayendo sobre mí. Entonces hice lo que hacía en aquella época cuando perdía el control: rezar y rezar y rezar. Y como siempre he sido pragmática, también un pacto con Dios: si por fin no era nada, llevaría mis ahorros a San Antonio, en la iglesia de Vetusta donde se casaron mis padres. Por supuesto, Fashion no tenía nada roto, pero había que cumplir el trato -más bien soborno: entra flashback de mí misma de puntillas metiendo la pasta por una ranura detrás de la estatua del santo. Si algún día lee esta historia Mini, le parecerá de lo más alien: no reconocerá ese mundo extraño en el que se hacen tratos con alguien que no existe, y sobre todo no reconocerá a su madre. Hola Mini, si estás ahí.

Gustavo Adolfo Bécquer subió a Bellver para curar su tuberculosis y allí, en el Carrer de la Amargura, escribió una de sus leyendas, "La cruz del diablo". A ratos, las de la niña Di dan casi tanto miedo.

~~~~~Continuará con la crónica del libro, en serio....~~~~

17 agosto 2021

Que vienen los Pies Negros y otras triviales reflexiones peninsulares

 En su última versión, durante el pasado mes vacacional en la península, los Pedalistas han pasado a ser los "Pies Negros".  

Naoko. o sillón japo que se nos oculta
Ya no queda nadie en el divlog que sepa o recuerde dónde nacieron Los Pedalistas -creo que aquel divague, de los primeros, solo lo leyó una tal Diva porque le iba en el sueldo (al fin y al cabo, fue de ella esta idea del divlog)-, pero en un punto de las pasadas vacaciones nuestros héroes fueron degradados (qué mal queda en castellano, dejémoslo en demoted o downgraded) a "Pies Negros". Ni que decir tiene que fue cosa de la nombradora oficial, Fashion, que tras constatar que en Vetusta "íbamos por casa siempre descalzos, medio desnudos, con el pelo revuelto, hechos unos hippies", nos bautizó así y comenzó las preparaciones para nuestro aterrizaje en su casa la semana siguiente. Lo que viene siendo ya un clásico: cubrir un sillón dicen japonés, dicen de Habitat, dicen tan bonito, dicen tan cómodo,  con la primera tela que pillan, dicen que para evitar tener que tapizarlo luego. Yo solo puedo dar fe de lo último, porque jamás lo he visto: ni cuando no existían los Pies Negros. 

Sí, esto es Donosti

Los Pedalistas nacieron viajando, y este mes de vacaciones ha sido todo lo contrario: hacía muchísimos años que no pasaba un mes (32 noches!) seguidas en la península. Habrá gente que opinará que haber dormido en cinco camas diferentes en este mes no significa exactamente estar estáticos; aunque acostumbrados a ser nómadas de una o un par de noches, esto ha sido inusual. Pero he demostrado algo a mis compas: cuando en el pasado he planteado si podríamos alguna vez pasar un mes de vacaciones en un lugar, sin movernos, El Peda siempre aseguraba que él sí -con esa estoicidad suya, o de los vascos-, pero que yo no - con ese hedonismo o culoinquieto de los de ningún sitio. Que yo, una vez visto lo que hay que ver, querría "siguienteee!!!". Pero estas semanas se ha constatado que con libros y un teclado podría hacerme un hueco en cualquier sitio.  Con vistas ya sería la pera. 

La Zurriola-neopreno o batamanta necesarios

En este mes que hemos pasado haciendo una especie de parábola torcida del noroeste peninsular, hemos vivido casi las cuatro estaciones. Nunca nadie imaginó que allá abajo, en el mes de julio, una tuviera que ir con jersey a la playa, pero esas cosas pasaron mismamente en la Zurriola, donde la gente pasea a gran velocidad playa arriba, playa abajo. Este es un fenómeno que no se observa tanto en la Costa Brava, pongamos. En playas de ambas costas he leído y me he bañado, con olas altas de esas de saltar, y con aguas frescas, que no frías, como dice el querido Oso, "si no hay que romper el hielo para entrar, no es fría". 

La hipotermia viene a ser ya un clásico de los viajes, cuando se hacían (cuéntanos algo que no hayamos leído antes, Di), pero la novedad de este verano ha sido, -agárrense-, Comer (la mayúscula no es una errata).  Entiendo que soy rara avis: no viajo para comer, sino viceversa. Entiendo que haya gente que haga "foodie destinations" y "turismo gastronómico": viven para comer, no comen para vivir. Pero el tiempo es limitado, y aún más de viaje, y quien quiera usarlo en buscar dónde comer, aúpa; yo prefiero otras cosas. Una vez asumida esta anomalía -son hordas estos foodies, gourmets o palizas-del-buen-comer, como se llamen-, he de contar que no se puede explicar cómo y cuánto hemos comido este mes. En primer lugar: no hay comida como la de esa península, en ningún sitio del mundo. Punto, no hay debate (una vez, recién llegada a la isla un indio -que luego nos enseñó a hacer arroz- me dijo "los pakistaníes son los mejores cocineros del mundo" y yo: plonkkk, mandíbula al suelo). Además, es la comida de la infancia, -las madres, las yayas,- con la que nada puede competir,  pero luego es el País Vasco y mi suegra, esos monstruos.  Y por último, los Jekes, esos pesados cuñados -en el mal plan de la palabra- foodies o gourmets o palizas-del-comer, que se conocen todos los restaurantes y chiringuitos de la zona que sea.  Corolario: todos nos hemos vuelto con un par de kilos más (hasta el Peda, pese a sus carreras diarias, 22 kms su récord) pero el consenso ha sido que nos dejaron en el aeropuerto mucho mejor de lo que nos encontraron - creo que porque estamos supermorenos, pese al SPF50. Mucho me temo que en la isla no nos costará demasiado volver a nuestro estado basal decrépito. 

Mi bici de la uni: eclecticismo o confusión
Pasar por Vetusta siempre implica cierto grado de regresión: a mí me gusta la de Navidades cuando volvemos a la adolescencia por los antros de la ciudad con los Sospechosos Habituales. Esta vez, pandemia mediante, no hubo noches y Vetusta-sin-nuit pierde mucho, admitámoslo. Solo pudimos quedar con el mayor Sospechoso Habitual en Cálamo y en terraza; pero volveremos. Otro gran momento regresivo fue la mañana que con Fashion desempolvamos las bicis y nos lanzamos al desierto -eso es, al fin y al cabo, salir de Vetusta-, puro western. Siguiendo fiel a otra constante de mis viajes -la falta de preparación-, aquí no decepcionamos: ciclistas con sus licras, cascos ergonómicos y gafas de sol oakley psicodélicas nos saludaban pese a nuestra pésima presentación: vaqueros cortos deshilachados, camiseta pija -culpemos a Fashion- y gafas de sol Gucci. [Oh, y días más tarde, subiendo a lago a 2250 ms, todos con sus Quechuas y "nosotras con linos", Fashion dixit]. Y último inciso: enfrentarme a la confusión ideológico-estética que representa mi bici de la facultad (en imagen): ¿Pegatinas de Insumisión, Muerte al capital, Tokio y Candanchú en la misma barra?

 Y por último, no puedo concluir este párrafo sentimental sin incluir una pequeña foto que solo Fashion entenderá, así que ahí va el contexto:  

Fashion me odia
Platja d'Aro, 1977: no me pregunten cómo se permitía la explotación de cachorros de león y de guiris para foto-oportunidad. Yo no tuve nada que ver; tal vez pongan el dedo acusador sobre los padres de la niña Di, que consideraron "una buena idea en ese momento" contribuir al abuso animal a la vez que poner a su hija en riesgo con la bestia, dos en uno. El caso es que Servicios Sociales no tuvieron nada que decir y esa foto ha quedado para la posteridad y, lo que es más grave, como prueba irrefutable para Fashion de que los segundos hijos nunca gozan de los mismos privilegios. La pobre Fashion llora por los pasillos porque ella, que siempre quiso abrazar a Simba, no pudo (¿tal vez, como es joven, ya se había abolido esta práctica?). Cuando puede, me lo recuerda, verde de envidia, y este mes he sacado un momentín para hacer una foto de la foto, que ya podrá ser accedida online en cualquier momento, no solo cuando estamos en casa de mis padres. Va por ti, Fashion! Si hoy en día dejaran pasear a los leones por la playa, tu hermana te pagaría una foto, clavel!

Barcelona, I love u
Por dar una (otra) alegría a Fashion (entiendan, la pobre nunca tuvo ni foto con leoncito ni coche de pedales, como la que firma) estoy escribiendo este divague, yo no quería. Ella insistió mucho en un resumen, por aquello de las risas: han sido tantas, para que no se olvidaran. Como todo el mundo sabe que mi capacidad de síntesis es inexistente,  me declaro incapaz. Pero aquí estoy, intentándolo, porque soy buena (y de hecho, plantéate, sis, que igual es por eso que tengo también fotos en ponies, y tuve una barca hinchable y... bueno, haré más fotos al album la próxima y tal vez haga hasta un distintivo: "hermanas mayores"). Plantéate que yo exudo bondad, mientras tú, a la menor, sacas el guardil que llevas dentro: anotar la breve aparición del agente de la benemérita que late en ti preguntando "¿todo bien?" en tono amenazante (claro, "solo quería ayudar") a un hombre parado con líquido tal vez anticongelante sobre su capó en una carretera perdida de montaña- y el pobre diablo cuadrándose, todo sonrisas y asentimiento. O cuando comentaste las pobres habilidades musicales de la orquesta del Snack la noche anterior, y detrás, el manager (en serio, ¿esa gente tiene manager?). O tus broncas con los taxistas que se meten al carril-bici en Barna: "vengayá!". O tu abuso constante de los invitados, que habían de ir a Jespac, y bajar a tirar la basura. Y tus cenas, que no acaban nunca. 

Y, en serio, ya termino, pero no puedo dejar pasar un par de hitos: Conversaciones con Mini, alguien imagina preguntar a tus padres el equivalente "what is your body count?" (sí, es lo que estáis imaginando). El Peda que se lleva, una vez más sus patéticas flip flops al bosque y, como ya ocurrió en la jungla, se vuelven a romper. El maldito licor Carmelitano (esta botella siempre la he visto en mi casa, no sé quién la trajo y permanecía cerrada -al probarlo, se entiende-desde mi infancia, tenía un sello de impuestos por CUATRO pesetas). Las jarras de sangría en la montaña, al mejor estilo guiri -y nosotros sin Alka-Seltzer. Los "trifásicos" (qué nombre más gracioso) concepto por mí desconocido (he de volver a la península?). La "Cervesería DNI", en breve traspaso a Jekes como "Guacamolería DNI". 

Y aún me quedan las librerías de Barcelona, que dejo para otro día que para eso se creó nuevo distintivo, y las calas en la Costa Brava,  y la belleza de la Cerdanya, que mejor se resume en imágenes, con nuevo baño en el Salt del Molí, epítome del agua frrresca-frrresca, Oso, que no fría, porque aunque al salir una luzca labios morados, para entrar, ciertamente no hubo que romper el hielo.

Tras la poza "fresca"

PS. Postales de Di, with love:


Iglesias románicas por un tubo

La Cerdanya: qué luz


Bon día, nubes 

Talltendre, conversaciones con payés

2250 msnm, y nosotras "con linos"




Concepto bardeviejos, Barna



Casitas de playa, Badalona

Banksy estuvo aquí

En carril-bici a Badalona

Cala en Costa Brava

Algún día os turraré con este libro