jueves, 31 de enero de 2008

Electricidad las 24 horas sin cargo de conciencia


En las últimas semanas hemos sido víctimas del derroche de la campaña del Grupo ICE donde acusa al pueblo de Costa Rica de despilfarrador de la electricidad. Literalmente reza así una de las frases del comercial: “Vivís con electricidad las 24 horas, pues entonces, cuidá ese privilegio. Pará el desperdicio”.

Sólo el Gobierno, considera malo que la gente consuma. Recuerdo que hace muchos años vi en un libro sobre publicidad de cómo la empresa Coca Cola enfrentó un problema en sus inicios. Resulta que la gente no consumía el refresco en invierno. Ante tal situación, la Coca Cola lanzó el lema “La sed no conoce estaciones” y las ventas se dispararon aún en clima frío.

¿Por qué será que el Grupo ICE desea que el costarricense no consuma electricidad? Cuando se concibió el concepto de empresas públicas, el objetivo era usar la totalidad de las ganancias en mejorar la distribución de los servicios entre la clase de menor ingreso con el fin de que ellos también pudieran consumir. Debemos recordar que el desarrollo está en el consumo. La diferencia entre una persona con mejor nivel de vida y otra, es su nivel de consumo. No hace falta hacer estudio alguno para concluir que el consumo per capita de electricidad del costarricense es muy inferior al de su homólogo del primer mundo.

¿Por qué el Grupo ICE acusa al pueblo de Costa Rica de derrochador? ¿Acaso el costarricense anda buscando la forma de desperdiciar su dinero? ¿Quién de nosotros le compra al panadero que vende más caro? ¿Quién de nosotros le dice al taxista que se vaya por la ruta más larga con el fin de que tarifa sea más alta? Lo que yo veo es gente honrada que desea salir adelante haciendo el mejor uso posible de su salario. Entonces, ¿Cuál desperdicio? “Cada ladrón juzga por su condición”, dice el adagio popular. El que debe parar el desperdicio es el Gobierno cerrando instituciones que duplican la función de otras, o bien cerrando las que no cumplen función alguna o bien recortando exceso de personal. El desperdicio es de parte del Gobierno con tanto asesor, gastos en consultorías y campañas innecesarias.

¿Por qué entonces el Grupo ICE acusa al pueblo de Costa Rica de derrochador? La realidad puede ser muy distinta. El crecimiento económico implica necesariamente un mayor consumo de energía y por tanto una mayor demanda de electricidad no es necesariamente producto del desperdicio sino del desarrollo. Ahora bien, ¿Está el Gobierno en capacidad de generar la oferta de electricidad necesaria que el pueblo de Costa Rica demanda? La respuesta la encontramos claramente en los apagones sufridos el año pasado. Una cosa es decir que los apagones se deben a un desperdicio y otra muy distinta es decir que se explican a la incompetencia empresarial y administrativa del Gobierno. La razón de ser del comercial televisivo es probablemente que ante la negativa del Gobierno de aceptar su incapacidad de generar la electricidad suficiente, trata de hacer sentir culpable al pueblo de Costa Rica acusándolo de que desperdicia y que posee un privilegio cuando la electricidad es considerada como un artículo de consumo básico en toda la literatura económica.

Pero en general, ¿es el Gobierno competente en la producción de cualquier cosa? La teoría económica establece claramente que la libre competencia es mucho mejor instrumento que el monopolio y la regulación para ofrecer mejores productos, con mayor variedad, a mejor precio y por ende con mayor y mejor distribución entre la población de menores ingresos. Así lo ha lo ha demostrado claramente la evidencia empírica en particular si observamos el Índice de Libertad Económica de la Fundación Heritage que tiene más de 10 años de ser publicado anualmente. La electricidad no es excepción y si deseamos energía suficiente para poner a Costa Rica en acción es necesario que el Grupo ICE haga su retirada y le de el pase a la libre iniciativa.

Así que la próxima vez que se tome un cafecito recién hecho, encienda su televisor o se bañe con agua caliente, disfrútelo sin cargo de conciencia.

Boletín Instituto Libertad

Mundo plano, impuesto uniforme


Hace poco más de quince años, los defensores del flat tax (impuesto de tasa uniforme) tenían mucha teoría que los respaldaba, pero muy pocos hechos concretos. Milton Friedman había promovido el flat tax, y Alvin Rabushka y Robert Hall de la Hoover Institution escribieron un elegante libro detallando como un funcionaría un impuesto de este tipo, pero la clase política en gran parte ignoró dichos esfuerzos. Hong Kong tenía un flat tax, pero los críticos decían que de alguna manera era un caso aparte. Otros dos territorios británicos, Jersey y Guernsey, también tenían sistemas tributarios similares, pero el resto del mundo ignoraba (y en gran parte todavía lo hace) aquellos sistemas.

El mundo ha cambiado. Hoy, fomentado por la competencia tributaria, hay 17 jurisdicciones que tienen alguna especie de flat tax, y una nación más está por unirse al club. Con la excepción de Islandia y Mauricio, todos los países que recientemente adoptaron el flat tax son antiguas repúblicas soviéticas o naciones del antiguo bloque socialista. Esto es una señal de que hay competencia tributaria en la región y demuestra que la gente que sufrió bajo el comunismo es menos susceptible a la retórica de la lucha de las clases que aboga por “cobrarle impuestos a los ricos”.

Como se indica en la tabla, tres naciones están activamente buscando implementar un flat tax. Los prospectos son muy buenos en Albania y Timor del Este (donde hasta el FMI está apoyando la medida, aunque la burocracia internacional, como era predecible, promueve una tasa tributaria más alta), mientras que la situación es más difícil en la República Checa debido a que el gobierno no tiene la mayoría absoluta en el Parlamento. Esto desacredita un estudio del FMI del 2006 el cual aseveraba que: “Mirando al futuro, la pregunta no es tanto si más países adoptarán un flat tax sino si aquellos que ya lo tienen se apartarán de éste”.

Casi todas las naciones que han adoptado un flat tax recientemente son antiguos miembros de la Unión Soviética. Esto demuestra que las personas que sufrieron el comunismo son menos susceptibles a la retórica de la lucha de clases que aboga por “cobrarle impuestos a los ricos”. “Aún así, no solamente están los países apresurándose a unirse al club de los países con flat tax, sino que ni uno solo de los que lo ha adoptado ha vuelto al sistema viejo de tasas discriminatorias. Aún en Eslovaquia, donde un gobierno socialista/nacionalista llegó al poder en el 2006, el flat tax ha sido preservado. Hasta los políticos anti-mercado se dan cuenta de que no es sabio matar (o espantar) la gallina que pone los huevos de oro.

No solamente hay más países adoptando el flat tax, pero aquellos que ya lo tienen están compitiendo por bajar sus tasas. La tasa de Estonia ya ha llegado al 22 por ciento, y llegará al 20 por ciento en el 2009. Pero la tasa puede que caiga aún más rápido y por una cantidad mayor. El gobierno que fue elegido a principios del 2007 ha prometido reducir la tasa a un 18 por ciento y el partido del Primer Ministro quiere que la tasa eventualmente llegue a un 12 por ciento. El flat tax de Letonia también ha caído de un 33 a un 24 por ciento. La tasa de Macedonia está programada para reducirse hasta llegar a un 9 por ciento en el 2010—teniendo así la tasa de flat tax más baja en el mundo (aunque uno podría argumentar que lugares como las Islas Caimanes, Bermudas o Bahamas tienen impuestos con tasas de 0 por ciento).

Es apropiado indicar que muchos de los países que tienen flat tax alrededor del mundo no son consistentes con el modelo puro creado por los Profesores Hall y Rabushka. Países como Rusia y Letonia tienen diferencias considerables entre las tasas tributarias sobre el ingreso personal y el corporativo (y aún Hong Kong tiene una brecha pequeña). El flat tax de Serbia solo se aplica al ingreso laboral. Casi todos, sino todos, retienen por lo menos una doble tributación del ingreso que es ahorrada y luego invertida (aunque Estonia, Eslovaquia y Hong Kong están muy cercanos a tener un sistema ideal), y no parece que haya un país que permita la exención inmediata de los gastos en inversión de los negocios.

Pero sin importar cuáles sean las imperfecciones de cualquiera de los sistemas que tengan estos países, la revolución del flat tax ha logrado varias cosas considerables:

1. Incentivos más fuertes para el comportamiento productivo. Las tasas uniformes casi siempre significan un carga tributaria más baja sobre el trabajo, el ahorro, la inversión, la toma de riesgos y el emprendimiento.

2. Promueve la acumulación de capitales. Como se indicó en la sección previa, de los sistemas del flat tax llegan a lograr el objetivo de Hall/Rabushka de eliminar todos los impuestos discriminatorios sobre el ingreso que es ahorrado e invertido. Pero aún así los sistemas de flat tax alrededor del mundo han reducido las penalidades tributarias sobre el capital.

3. Ha igualado la carga tributaria para todos. Algunas naciones (como Eslovaquia, Estonia y Hong Kong) han hecho un mejor trabajo que otras, pero casi todos los sistemas de flat tax incluyen una reducción de las preferencias especiales que distorsionan las decisiones tomadas en el mercado y causan ineficiencia económica.

La creciente comunidad de naciones que ha adoptado el flat tax muestra que las objeciones relacionadas a la lucha de clases pueden ser superadas. La globalización es quizá el factor más importante ya que los políticos cada vez más comprenden que los sistemas tributarios punitivos causan que los trabajos y la inversión fluyan hacia otras naciones con mejores leyes tributarias. Esto sugiere que el flat tax se esparcirá alrededor del mundo.

Este es un escenario positivo, pero todavía hay obstáculos considerables. El más importante son las burocracias internacionales, ya que muchas veces brindan malos consejos y además buscan precisamente limitar la competencia tributaria. La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), por ejemplo, tiene un proyecto de Prácticas Tributarias Perjudiciales (originalmente, y equivocadamente, denominado el proyecto de la “Competencia Tributaria Perjudicial”) que busca socavar el flujo de trabajadores y capital de las naciones con altas cargas tributarias a las jurisdicciones de baja carga tributaria. La agencia reconoce la importancia del tema para los defensores de mayor intervención estatal: en un reporte de 1998 observó que la competencia tributaria “podría obstaculizar la aplicación de tasas tributarias progresivas y el logro de objetivos distributivos”.

El esfuerzo de la OCDE ha sido ampliamente—y apropiadamente—criticado por buscar socavar la soberanía fiscal en aras de proteger a los estados europeos poco competitivos con altas cargas tributarias, pero también debería ser visto como un ataque directo a la reforma tributaria. El proyecto anti-competencia tributaria de la burocracia con sede en Paris está principalmente enfocado en capacitar a las naciones con una carga tributaria alta a ubicar—y cobrar—impuestos sobre la fuga de capitales. Esto necesariamente significa que la OCDE quiere que los países adopten la doble tributación del ingreso que es ahorrado e invertido, e impongan una política pública mala de manera extra-territorial. Las naciones que han adoptado un flat tax son una amenaza directa al régimen global deseado por la OCDE ya que serían “refugios tributarios”.

De hecho, en estos momentos hay un concurso mundial. De un lado están las fuerzas pro-mercado que valoran la competencia tributaria como una fuerza poderosa para mejorar la política fiscal. La revolución global de la reforma tributaria es un síntoma de cómo la globalización está impulsando las políticas públicas en la dirección correcta. Por otro lado, sin embargo, están las burocracias internacionales como la OCDE y las Naciones Unidas, que también se opone a la competencia tributaria. Estas burocracias están demandando su derecho de dictar lo que ellos denominan “las mejores prácticas” de una manera que controlaría los tipos de política fiscal que un país podría adoptar.

Por ahora, gracias en parte al Centro para la Libertad y la Prosperidad, este esfuerzo de crear un cartel tributario global ha sido detenido. Asumiendo que los eventos políticos (especialmente en EE.UU.) no alteren la balanza de poder a favor de los estados de bienestar en Europa, la competencia tributaria continuará profundizándose y una “OPEP para políticos” nunca se materializará. Islandia es apenas el primer país del “primer mundo” que se ha unido al club del flat tax por ahora—pero puede que sea solo cuestión de tiempo antes de que la competencia tributaria derive en buenas políticas fiscales en el resto del mundo.

Daniel J. Mitchell

miércoles, 30 de enero de 2008

La generosidad de Chávez


Al tiempo que Venezuela pierde posiciones entre las economías del orbe, ocupando el puesto 28 entre 29 países de América y su inflación acumulada de 13,6 por ciento es la mayor del continente --lo que la ha llevado a fijar precios a los artículos básicos de la canasta familiar como la leche, el pollo, la carne y el azúcar--, el teniente coronel sigue despilfarrando en el exterior, alimentando a extremistas afines a su ideología y sustentando a sus aliados con préstamos multimillonarios. Chávez está regalando en América Latina más dinero que los Estados Unidos. The Associated Press indicó que para 2007 prometió más de 8.800 millones de dólares en donaciones y financiamientos, pero no se sabe con certeza cuánto realmente dio ni a dónde fue a parar el dinero.

La ayuda norteamericana se maneja con controles fiscales y objetivos específicos, que hacen que su cooperación no sea grotescamente visible como la del venezolano, que es usada de cartel publicitario para el régimen bolivariano. Estados Unidos es quien más aporta al BID y al Banco Mundial, que entregan los fondos a las naciones necesitadas, condonando habitualmente la deuda de los países más pobres como Bolivia, Nicaragua, Honduras, Guayana y Haití a los que les perdonaron el pago de 7.500 millones de dólares en los últimos tres años.

Mientras el militar neocomunista sigue ganando terreno afianzándose como jefe máximo de los incautos latinoamericanos, 25 por ciento de los 26 millones de venezolanos subsiste con menos de tres dólares diarios. Gran parte del capital distribuido en Latinoamérica es utilizado para sobornar a individuos con cierto liderazgo que no se vendieron inicialmente al chavismo. En Bolivia, el alcalde del pequeño pueblo de San Lorenzo, entre otros intendentes, recibió un cheque del embajador venezolano por 427.000 dólares para construir un nuevo mercado agrícola. La entrega se hizo sin condiciones, como si fuese un obsequio personal, pero en la política y en los negocios no hay almuerzos gratis, la factura, más temprano que tarde, les va a llegar a todos, y Chávez recurrirá al chantaje u otros métodos coercitivos, legales o ilegales para recuperar sus inversiones con apariencia de donativos. A quien más ha entregado hasta el momento es a la monarquía Kirchner, 5.100 millones de dólares a cuenta de bonos del estado, ante lo que el periódico Scotts News citó mordazmente: “Argentina es la mejor democracia que el dinero puede comprar”.

La nueva propuesta continental de Chávez es la creación del “Banco del Sur”. Como capital inicial para su formación piensa utilizar las reservas internacionales de Venezuela. Simultáneamente, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social venezolano (Bandes) se está expandiendo a Bolivia, Uruguay, Honduras, Guatemala, Haití y Nicaragua, brindando préstamos blandos. A los agricultores nicaragüenses les cobra sólo cinco por ciento de interés, en comparación con el 35 por ciento que exige la banca privada.

Por si sus marionetas se desploman, y sus intereses políticos y económicos llegasen a tambalear, el Stalin bananero está importando asesinos del Medio Oriente y sosteniendo financieramente a delincuentes, mercenarios, líderes barriales, piqueteros, políticos, militares de baja ralea y tropas enteras de individuos de peligroso pedigrí, con quienes está conformando células que le obedecen directamente, y serán usadas para cometer atentados terroristas, asesinatos, robos y secuestros, que desestabilizarán cualquier opción de gobierno ajeno al chavismo.

Al desbocado paso que anda el locuaz demagogo, Venezuela pronto estará en la bancarrota. Los primeros en asumir las consecuencias serán los venezolanos, a quienes les elevará sus impuestos y el 1 de enero le borró tres ceros al bolívar para disimular su desplome. Con sus hermanos árabes subirá el valor del petróleo. Exigirá mayor participación y control en las compañías en las que está de socio. Nacionalizará lo que tenga a su alcance, comenzando por los bancos españoles, continuará con las empresas rentables, y por último, para consolidar su poderío sobre sus colonias, es probable que emplee la fuerza militar, como amenazó reiteradamente, intentando defender al cada día más débil Morales, que es su adquisición más importante. 2008 se perfila como un año de peligrosos conflictos.


José Brechner

martes, 29 de enero de 2008

Seguridad vrs libertad

En este video Penn and Teller critican fuertemente la llamada Patriot Act, demostrando cómo los poderes discrecionales e ilimitados de un gobierno resultan una verdadera amenaza para los derechos individuales.


Libertad o democracia


El neosocialismo inaugurado por Hugo Chávez y Fidel Castro en América Latina no habría sido tan nefasto para los pueblos si se apoyara en la democracia liberal vigente en el mundo durante los últimos 150 años, en lugar de una “democracia mayoritaria” con poderes ilimitados, una suerte de “régimen popular” como el fantasma que se extiende por nuestro continente, desde Nicaragua a Tierra del Fuego. No es fácil encontrar por ello otra solución al temerario populismo predominante y que día a día gana impulso con los grupos de presión, si no es fortaleciendo la libertad, el derecho a la vida y la búsqueda de la felicidad, valores tradicionales del liberalismo clásico.

En Venezuela, la seudo democracia mantiene una tramposa “legitimidad moral” que le permite burlarse de las instituciones democráticas venezolanas y de la región, manejar abusivamente los fondos públicos y recursos naturales del país, dilapidar los ingresos del petróleo en medio de la miseria, extender la corrupción de un extremo al otro del gobierno y exigir a la legislatura poderes extraordinarios como la reelección indefinida. Pero ni Chávez ni sus secuaces lograrán legitimidad democrática por ser electos cabecillas de los “40 ladrones”, en un Estado corrupto hasta los tuétanos.

Los abusos de una tiranía que comienza no son diferentes a los abusos de un dictador en ciernes como Chávez, que desconoce los valores de la libertad. Solo en un gobierno estrictamente limitado por la vigencia de los derechos individuales se puede decir que hay libertad. Es inútil insistir que pueblos sometidos –como Irak, Irán, Venezuela o Bolivia– voten en elecciones limpias y transparentes, como pretende EEUU, para comprometerlos a seguir una conducta democrática.

Ninguna elección puede revertir o legitimar una represión, como creen algunos demócratas. Antes es preciso valorizar la libertad individual.

El neosocialismo ha vuelto a pervertir la función del gobierno, como la socialdemocracia anteriormente. Esta función no es simplemente la de hacer cumplir la “voluntad del pueblo”. Su función primigenia en toda República requiere proteger los derechos individuales a la vida, libertad y propiedad, no a destruirlos. Esta es la razón por la que se crean los mismos. Por eso, cuando los gobiernos no cumplen sus funciones, las personas pueden destituirlos y cambiarlos por otros que protejan los derechos individuales.

Una legislatura que para satisfacer los deseos de una mayoría ocasional decide expropiar o confiscar los derechos de propiedad de una o más personas para cumplir su “función social”, en lugar de proteger a las personas, atropella sus derechos inalienables y cae en el populismo y los abusos, como está ocurriendo con la reforma agraria de Chávez y su área de influencia ideológica. Lo mismo sucede cuando los gobernantes dilapidan los ingresos del petróleo, energía eléctrica u otros recursos naturales para subsidiar a partidarios políticos y financiar campañas electorales en otras latitudes.

En todas partes, muchos demócratas han quedado atrapados con esta maldición del neosocialismo. Pretenden legitimar todos sus resultados electorales y no pueden darle la espalda a elecciones ya realizadas supuestamente en condiciones relativamente libres. Gracias a ello, terroristas, asesinos, guerrilleros, narcos, todos se valen del sistema seudo democrático para comprometer a las potencias occidentales con establecer treguas, ayuda militar, ayuda externa.

América Latina no es un continente de libertad. No tiene una tradición libertaria. Estamos muy habituados a confundir libertad individual con democracia y a reconocer como legítimos gobernantes a caudillos, déspotas y corruptos. Si nuestro mundo latinoamericano alguna vez logra desembarazarse de las tiranías populistas, será preciso restablecer la sagrada tradición del liberalismo clásico y su defensa irrestricta de la vida, la libertad y la propiedad.

Porfirio Cristaldo Ayala

La economía chilena: 2007-2008


El inicio del 2008 no ha sido auspicioso para la economía chilena. Con nostalgia se comienza a hablar del modelo chileno, que hoy más bien podría ser objeto de estudio para historiadores que ejemplo a seguir en la región. Efectivamente, al 7,8% de inflación 2007 —que sorprendió hasta las proyecciones más pesimistas de los economistas al registrar la inflación más alta de los últimos 12 años— se suma un crecimiento de sólo un 4,8%, muy por debajo de las expectativas planteadas a comienzos del año pasado. En materia de transparencia, se descendió del puesto 20 al 22. En competitividad mundial se bajó del lugar 23 al 26, a lo que se suman caídas en rankings de competitividad minera y tecnológica.

Mientras tanto, la semana pasada la bolsa chilena cayó 15,22% registrando la mayor baja desde la crisis asiática. Si bien esta caída se debe en parte importante a la baja de las ventas minoristas en Estados Unidos y las pérdidas de Citigroup que hicieron caer los mercados mundiales, también es una señal de alerta para una estancada economía chilena. Situación preocupante no sólo por lo que ello significa para este subdesarrollado país, sino porque la duda es ¿cómo impactará a esta nación la recesión norteamericana?

Hay quienes piensan que la diversificación de la economía chilena servirá para amortiguar el impacto sin que golpee el crecimiento, y le afecte sólo en la medida que el precio del cobre caiga al igual que los términos de intercambio. En ese sentido, sí debe reconocerse que las políticas macroeconómicas y la sólida situación patrimonial de la banca chilena como sus niveles de solvencia y liquidez externa le permitirán enfrentar el ajuste a las nuevas condiciones financieras internacionales.

Sin embargo, más allá de este análisis “técnico” lo concreto es que la situación para el 2008 no se ve muy auspiciosa. El denominado “segundo tiempo” del gobierno de Bachelet tiene un escenario complicado, especialmente si consideramos las predicciones de inflación, precio del petróleo y crecimiento que acaba de entregar el Banco Central.

El instituto emisor rebajó el cálculo de crecimiento del PIB entre un 4,5% a un 5,5% para el 2008, se estimó que el petróleo se encarecerá hasta los U$93, el cobre promediará los U$2,95 y la proyección de inflación es del 4,5%.

Asimismo, el gobierno ad portas de dos años electorales —municipales 2008 y presidenciales 2009— se verá más inclinado al gasto, por lo cual las presiones inflacionarias aumentarán.

¿Qué puede desatar lo anterior? tal como señalan analistas consultados por la revista Qué Pasa, que si la inflación sube demasiado e impacta —como lo esta haciendo— en el bolsillo de la gente, resurgirán las demandas salariales a las que se sumarán los resultados que entregue la Comisión de Equidad.

El escenario es complejo y no hay luces claras por dónde encontrar una salida. El nuevo cambio de gabinete debilitó al Ministro de Hacienda Andrés Velasco, quien de paso ha defraudado con su desempeño ministerial dadas las altas expectativas que debido a su currículo avalaban su nombramiento.

Desde la oposición se proponen medidas que ayudarían a salir adelante: avanzar en reformas microeconómicas, aumentar la flexibilidad del mercado laboral, rebajas de impuestos, en definitiva, un retorno a la libertad económica que proyecto a Chile como modelo. Sin embargo, el gobierno hace oídos sordos, ha tenido una regresión en materia de ideas económicas y hoy, enfrascado en un crisis concertacionista, más parece empeñado en buscar fórmulas que le permitan mantenerse en el poder que proyectar a Chile por la senda del desarrollo.

Ángel Soto

lunes, 28 de enero de 2008

El regreso del "hijo pródigo"


Entre ayer y hoy se ha publicado en la prensa el regreso de Antonio Álvarez Desanti al Partido Liberación Nacional, luego de haber salido, hace casi 40 meses, por un aparente exceso de corrupción en ese partido. Respecto al tema, hay varias cosas que en ASOJOD queremos comentar. No nos interesa en lo más mínimo la pataleta que hizo para salir ni las razones que tuvo para regresar. De un partido como el PLN, caracterizado por la más diversa fauna política, cualquier cosa se puede esperar, hasta que le den la candidatura presidencial del 2010.

A lo que queremos darle atención es a las consecuencias del regreso. Son preocupantes las declaraciones que dio Álvarez Desanti a La Nación ayer domingo, en donde esgrime que el pluripartidismo le hace daño a la gobernabilidad del país. Arbós y Giner aportan una excelente definición de gobernabilidad: "es la cualidad propia de una comunidad política según la cual sus instituciones de gobierno actúan eficazmente dentro de su espacio de acción de un modo considerado como legítimo por la ciudadanía, permitiendo así el libre ejercicio del Poder Ejecutivo mendiante la obediencia cívica del pueblo". Urcuyo establece que la gobernabilidad precisamente se encuentra en relación directa con la legitimidad de origen y la legitimidad en ejercicio. La primera tiene que ver, de acuerdo con Coicaud, con el reconocimiento del derecho de gobernar, originada en los regímenes democráticos en la victoria en las urnas electorales. La segunda se relaciona con la capacidad de las instituciones de gobierno de satisfacer eficientemente las demandas ciudadanas en estricto apego a los valores democráticos.

Como se puede ver, el número de partidos no define per se la gobernabilidad de un sistema político, por lo que resulta extraño que su esposa, Nuria Marín, siendo politóloga, no haya corregido a Álvarez Desanti. Ella se logra precisamente manteniendo la legitimidad de origen y en ejercicio, de modo que las instituciones de gobierno actúen en una esfera que goce de la aceptación ciudadana. A ello hay que agregarle la existencia de reglas claras y la legalidad en su aplicación, la libertad de asociación política para generar representación, la existencia de fuentes alternativas de información y de adecuados mecanismos que faciliten el flujo de información bilateral entre gobernantes y gobernados. Asimismo, la gobernabilidad depende de la capacidad de negociación de los actores políticos y de la conformación de la cultura política, de modo que se institucionalicen adecuadas formas de solución del conflicto.

Esta confusión conceptual se las trae: es problemática y no precisamente porque confunda a los académicos sino porque puede influir en la opinión pública de mala manera. Ante el descrédito generalizado de la política y, en especial, de los partidos políticos como adecuados canales de comunicación entre gobernantes y gobernados, la gente ha comenzado a creer que se puede y se debe acceder al poder por medio de otras vías. Eso da lugar a lo que en Ciencias Políticas es conocido como outsiders. Se trata de personas extrañas a la arena política y, normalmente, ignorantes del teje y maneje del mundillo del gobierno democrático, en tanto pertenecen a otros ámbitos: a veces son actores, militares, deportistas, artistas, etc. Entre los más famosos outsiders que podemos recordar en este momento han estado Adolf Hitler, Hugo Cháves, Evo Morales, Abel Pacheco, Arnold Schwarzenegger, Ronald Reagan, entre otros. El problema más frecuente con los outsiders es que, si no tienen una patológica necesidad reivindicativa (como el indigenismo, el socialismo del siglo XXI o el feminismo), carecen de conocimientos mínimos para lograr llevar adecuadamente las riendas de un gobierno.

Las declaraciones de Álvarez Desanti, además de debilitar aún más a los partidos políticos como las instituciones canalizadoras de demandas por antonomasia, podrían provocar medidas antidemocráticas. Ello porque, al caracterizarse nuestra Asamblea Legislativa por el anquilosamiento parlamentario, la población podría comenzar a creer que, en efecto, reducir el número de partidos políticos produciría per se mejores condiciones para el consenso a la hora de tomar decisiones. Lo anterior haría del sistema de partidos un sistema tipo cartel, en donde los partidos ya consolidados (casi siempre con representantes en el Congreso) podrían comenzar a imponer barreras de iure y de facto para la creación de nuevos partidos. Ahí es donde entran tecnisismos como el umbral electoral, la cantidad de firmas para creación, cantidad y plazos de asambleas distritales, cantonales y/o provinciales, etc.

Este tipo de barreras no sólo se prestan para la corrupción, pues minan el control político que podrían llegar a ejercer los nuevos, sino que también comportan enormes problemas para la representación y, consecuentemente para la legitimidad, pues muchos ciudadanos dejarían de sentirse representados y, por tanto, se diluye la capacidad de exigir obediencia. Eso sí generaría un gran daño a la gobernabilidad.

domingo, 27 de enero de 2008

Alegato de Howard Roark

A continuación presentamos un fragmento de El Manantial, novela de Ayn Rand. Se trata de un extraordinario alegato de Howard Roark, personaje principal de la novela, la cual recomendamos leer.

"Miles de años atrás, un gran hombre descubrió cómo hacer fuego. Probablemente fue quemado en la misma estaca que había enseñado a encender a sus hermanos. Seguramente se le considero un maldito que había pactado con el demonio. Pero, desde entonces, los hombres tuvieron fuego para calentarse, para cocinar, para iluminar sus cuevas. Les dejó un legado inconcebible para ellos y alejó la oscuridad de la Tierra. Siglos más tarde un gran hombre inventó la rueda. Probablemente fue atormentado en el mismo aparato que había enseñado a construir a sus hermanos. Seguramente se le consideró un trasgresor que se había aventurado por territorios prohibidos. Pero desde entonces los hombres pudieron viajar más allá de cualquier horizonte. Les dejó un legado inconcebible para ellos y abrió los caminos del mundo.

Ese gran hombre, el rebelde, está en el primer capítulo de cada leyenda que la humanidad ha registrado desde sus comienzos. Prometeo fue encadenado a una roca y allí devorado por los buitres, porqué robó el fuego a los dioses. Adán fue condenado al sufrimiento porque comió del fruto del árbol del conocimiento. Cualquiera sea la leyenda, en alguna parte en las sombras de su memoria, la humanidad sabe que su gloria comenzó con un gran hombre y que ese héroe pagó por su valentía.

A lo largo de los siglos ha habido hombres que han dado pasos en caminos nuevos sin más armas que su propia visión. Sus fines diferían, pero todos ellos tenían esto en común: su paso fue el primero, su camino fue nuevo, su visión fue trascendente y la respuesta recibida fue el odio. Los grandes creadores, pensadores, artistas, científicos, inventores, enfrentaron solos a los hombres de su época. Todo nuevo pensamiento fue rechazado. Toda nueva invención fue rechazada. Toda gran invención fue condenada. El primer motor fue considerado absurdo. El avión imposible. El telar mecánico, un mal. A la anestesia se la juzgó pecaminosa. Sin embargo, los visionarios siguieron adelante. Lucharon, sufrieron y pagaron por su grandeza. Pero vencieron.


Ningún creador estuvo impulsado por el deseo de servir a sus hermanos, porque sus hermanos rechazaron siempre el regalo que les ofrecía, ya que ese regalo destruía la rutina perezosa de sus vidas. Su único móvil fue su verdad. Su propia verdad y su propio trabajo para concretarla a su manera: una sinfonía, un libro, una máquina, una filosofía, un aeroplano o un edificio; eso era su meta y su vida. No aquellos que escuchaban, leían, trabajaban, creían, volaban o habitaban lo que él realizaba. La creación, no sus usuarios. La creación, no los beneficios que otros recibían de ella. La creación que daba forma a su verdad. Él sostuvo su verdad por encima de todo y contra todos.


Su visión, su fuerza, su valor, provenían de su espíritu. El espíritu de un hombre es, sin embargo, su ego, esa entidad que constituye su conciencia. Pensar, sentir, juzgar, obrar son funciones del ego.


Los creadores no son altruistas. Ese es todo el secreto de su poder. Son autosuficientes, auto inspirados, auto generados. Una causa primigenia, una fuente de energía, una fuerza vital, un primer motor original. El creador no atiende a nada ni a nadie. Vive para sí mismo.


Y solamente viviendo para sí mismo, el creador ha sido capaz de realizar esas cosas que son la gloria de la humanidad. Tal es la naturaleza de la creación.


El hombre no puede sobrevivir, salvo mediante su propia mente. Llega desarmado a la Tierra. Su cerebro es su única arma. Los animales obtienen el alimento por la fuerza. El hombre no tiene garras, ni colmillos, ni cuernos, ni gran fuerza muscular. Debe cultivar su alimento o cazarlo. Para cultivar, necesita un proceso de su pensamiento. Para cazar, necesita armas y para hacer armas necesita de un proceso de pensamiento. Desde la necesidad más simple hasta la más alta abstracción religiosa, desde la rueda hasta el rascacielos, todo lo que somos y todo lo que tenemos procede de un solo atributo del hombre: la función de su mente razonadora.


Pero la mente es una propiedad individual. No existe tal cosa como un cerebro colectivo. No hay tal cosa como un pensamiento colectivo. Un acuerdo realizado por un grupo de hombres es sólo una negociación de principios o un promedio de muchos pensamientos individuales. Es una consecuencia secundaria. El acto primordial, el proceso de la razón, debe ser realizado por cada persona. Podemos dividir una comida entre muchos, pero no podemos digerirla con un estómago colectivo. Nadie puede usar sus pulmones para respirar por otro. Nadie puede usar su cerebro para pensar por otro. Todas las funciones del cuerpo y del espíritu son personales. No pueden ser compartidas ni transferidas.
Heredamos los productos del pensamiento de otros. Heredamos la rueda. Hicimos un carro. El carro se transformó en automóvil. El automóvil ha llegado a ser un avión.

Pero a lo largo del proceso, aquello que recibimos de los demás es el producto final de su pensamiento. La fuerza que lo impulsa es la facultad creativa que toma ese producto como un material, lo usa y origina el siguiente paso. Esta facultad creativa no puede ser dada ni recibida, compartida, ni concedida en préstamo. Pertenece a un ser único y singular. Aquello que se crea es propiedad de su creador. Las personas aprenden una de otra, pero todo aprendizaje es solamente un intercambio de material. Nadie puede darle a otro la capacidad de pensar. Sin embargo, esa capacidad es nuestro único medio de supervivencia.


Nada nos es dado en la Tierra. Todo lo que necesitamos debe ser producido. Y aquí el ser humano afronta su alternativa básica, la de que puede sobrevivir en sólo una de dos formas: por el trabajo autónomo de su propia mente, o como un parásito alimentado por las mentes de los demás. El creador es original. El parásito es dependiente. El creador enfrenta la naturaleza a solas. El parásito enfrenta la naturaleza a través de un intermediario.


El interés del creador es conquistar la naturaleza. El interés del parásito es conquistar a los hombres.


El creador vive para su trabajo. No necesita de otros hombres. Su fin esencial está en sí mismo. El parásito vive de otros. Necesita de los demás. Los demás se convierten en su motivo principal


La necesidad básica del creador es la independencia. La mente que razona no puede trabajar bajo ninguna forma de coerción. No puede ser sometida, sacrificada o subordinada a ninguna consideración, cualquiera sea esta. Exige una independencia total en su función y en su móvil. Para un creador todas las relaciones con los hombres son secundarias.


La necesidad básica del parásito es asegurar sus vínculos con los hombres para que lo alimenten. Coloca las relaciones en primer lugar. Declara que el hombre existe para servir a los demás. Predica el altruismo.


El altruismo es la doctrina que exige que el hombre viva para los demás y coloque a los otros sobre sí mismo.


Pero nadie puede vivir para otro. No puede compartir su espíritu, como no puede compartir su cuerpo. El parásito se vale del altruismo como arma de explotación e invierte los principios morales del género humano. Les enseña a los hombres preceptos para destruir al creativo. Les enseña que la dependencia es una virtud.


Quien intenta vivir para los demás es un dependiente. Es un parásito en su motivación y hace parásitos a quienes sirve. La relación no produce más que una mutua corrupción. Es imposible conceptualmente. Lo que más se aproxima a ello en la realidad –el hombre que vive para servir a otros- es el esclavo. Si la esclavitud física es repulsiva, ¿cuánto más repulsivo es el servilismo del espíritu? El esclavo conquistado tiene un vestigio de honor, tiene el mérito de haber resistido y de considerar que su condición es mala. Pero aquel que se esclaviza voluntariamente, en nombre del amor, es la más baja de las criaturas. Degrada la dignidad humana y degrada el concepto de amor. Esta es la esencia del altruismo.

A los hombres se les ha enseñado que la virtud más alta no es crear, sino dar. Sin embargo, no se puede dar lo que no ha sido creado. La creación es anterior a la distribución, pues, de lo contrario, no habría nada que distribuir. La necesidad de un creador es previa a la de un beneficiario. No obstante, se nos ha enseñado a admirar al parásito que distribuye como regalos lo que no ha producido. Elogiamos un acto de caridad. Nos encogemos de hombros ante un acto de realización.

Se nos ha enseñado que la primera preocupación debe consistir en aliviar el sufrimiento de los demás. Pero el sufrimiento es una enfermedad. Si uno se la encuentra, intenta dar consuelo y asistencia. Hacer de eso el más alto testimonio de virtud es considerar al sufrimiento como lo más importante de la vida. Entonces el hombre debe desear ver sufrir a los demás para poder ser virtuoso. Tal es la naturaleza del altruismo. El creador no tiene interés en la enfermedad, sino en la vida. Sin embargo, la obra de los creadores ha eliminado una enfermedad tras otra, en el cuerpo y en el espíritu humanos, y ha producido más alivio para el sufrimiento que lo que cualquier altruista pueda jamás concebir.


Se nos ha enseñado que es una virtud estar de acuerdo con los otros. Mas el creador es alguien que disiente. Se nos ha enseñado que es una virtud nadar con la corriente. Pero el creador nada contra la corriente. Se nos ha enseñado que estar juntos constituye una virtud. Pero el creador está solo.


Se nos ha enseñado que el ego es sinónimo de mal y el altruismo el ideal de la virtud. Pero mientras el creador es egoísta e inteligente, el altruista es un imbécil que no piensa, no siente, no juzga, no actúa. Esas son funciones del ego.


En esto la reversión de los valores básicos es más mortífera. Toda virtud ha sido pervertida y al hombre no se le ha dejado libertad alguna. Como polos del bien y del mal, se le ofrecieron dos concepciones: altruismo y egoísmo. El altruismo se define como el sacrificio del yo por los otros. El egoísmo, como el sacrificio de los otros por el yo..... Esto ató al hombre irrevocablemente a otros hombres y no le dejó más que una elección de dolor: su propio dolor en aras del bien de los demás, o el dolor de los demás en aras de su propio bien. Cuando se agregó la monstruosa idea de que el hombre debe encontrar felicidad en el sacrificio, la trampa quedó sellada. El hombre se vio forzado a aceptar el masoquismo como su ideal, con el sadismo como alternativa. Este es el fraude más terrible que se ha perpetrado en contra de la humanidad.


Este es el sacrificio por el cual la dependencia y el sufrimiento se perpetuaron como los fundamentos de la vida.


No se trata de elegir entre el auto sacrificio y dominación, sino entre independencia y dependencia. El código del creador o el código del parásito. Esta es la cuestión básica, cuestión que descansa sobre la opción de la vida o la muerte. El código del creador está construido sobre las necesidades de la mente que razona y que permite al hombre sobrevivir. El código del parásito está construido sobre las necesidades de una mente incapaz de sobrevivir. Todo lo que procede del ego independiente es bueno. Todo lo que procede del parásito dependiente es malo.


El verdadero egoísta no es quien sacrifica a los demás. Es el que no tiene necesidad de usar a los demás de ninguna forma. No obra por medio de ellos. No está interesado en ellos en ningún aspecto fundamental. Ni en su objeto, ni es su móvil, ni en su pensamiento, ni en su deseo, ni en la fuente de su energía. El verdadero egoísta no vive para ninguna otra persona y no le pide a nadie que viva para él. Esta es la única forma de fraternidad y de respeto mutuo posible entre los seres humanos.


Los grados de capacidad varían, pero el principio básico es siempre el mismo: la medida de la independencia de alguien, su iniciativa y su amor por su trabajo determinan su talento y su valor. La independencia es la regla para evaluar la virtud y el valor humano. Lo que vale es lo que el hombre es y hace de sí mismo, no lo que haya o no haya hecho por los demás. No hay sustitutos para la dignidad personal. No hay más parámetro de la dignidad personal que la independencia.


En las relaciones adecuadas no hay sacrificio de nadie hacia nadie. Un arquitecto necesita clientes, pero no subordina su obra a los deseos de ellos. Ellos lo necesitan, pero no le encargan una casa sólo para darle trabajo. Las personas comercian por libre y mutuo consentimiento, y en beneficio mutuo, cuando sus intereses coinciden y ambos desean el intercambio. Si alguno no lo desea, no está obligado a tratar con el otro, entonces ambos siguen buscando. Esta es la única forma posible de relación entre iguales. Cualquier otra es una relación de esclavo y amo, de víctima y verdugo.


Ningún trabajo se hace colectivamente por la decisión de una mayoría. Todo trabajo creativo se realiza bajo la guía de un único pensamiento individual. Un arquitecto necesita muchos hombres para levantar un edificio, pero no les pide que sometan a votación su diseño. Trabajan juntos por libre acuerdo y cada uno es libre en su función respectiva. Un arquitecto emplea acero, cristal y cemento que otros han producido. Pero esos materiales siguen siendo sólo acero, cristal y cemento hasta que él los utiliza. Lo que él hace con ellos es su producto y su propiedad como individuo. Esta es la única forma de cooperación entre los hombres.


El primer derecho en la Tierra es el derecho al ego. El primer deber del hombre es para consigo mismo. Su ley moral consiste en nunca hacer de los demás su objetivo principal. Su obligación moral es hacer lo que él desee, siempre que su deseo no dependa primordialmente de los demás. Esto incluye las acciones del creador, el pensador y el verdadero trabajador. Pero no incluye las del gángster, el altruista y el dictador.


Una persona piensa y trabaja sola. Pero no puede robar, explotar ni gobernar sola. El robo, la explotación y el gobierno presuponen la existencia de víctimas. Implican dependencia. Corresponden a la jurisdicción del parásito.


Los que gobiernan no son egoístas. No crean nada. Existen, enteramente, a través de los demás. Su fin está en sus súbditos, en la actividad de esclavizar. Son tan dependientes como el mendigo, el trabajador social o el bandido. La forma de dependencia carece de importancia.


Pero se nos ha enseñado a considerar a los parásitos, tiranos, emperadores y dictadores, como los exponentes del egoísmo. Mediante este fraude fuimos obligados a destruir al ego, a nosotros mismos y a los demás. El propósito del fraude fue destruir a los creadores, o someterlos, que es lo mismo.


Desde el principio de la historia, los dos antagonistas han estado frente a frente: el creador y el parásito. Cuando el antiguo creador inventó la rueda, el antiguo parásito respondió inventando el altruismo.


El creador, negado, combatido, perseguido, explotado, continuó, siguió adelante y guió a toda la humanidad con su energía. El parásito no contribuyó en nada, más allá de los obstáculos. La contienda tiene otro nombre: lo individual contra lo colectivo.


El bien común de una colectividad, una raza, una clase, un Estado, ha sido la pretensión y la justificación de toda tiranía que se haya establecido sobre los hombres. Los mayores horrores de la historia han sido cometidos en nombre de móviles altruistas. ¿Acaso alguna vez algún acto de generosidad altruista ha igualado a todas las carnicerías perpetradas por los discípulos del altruismo? ¿El defecto reside en la hipocresía humana, o en la naturaleza del principio? Los carniceros más temibles han sido los más sinceros. Creían en la sociedad perfecta alcanzada mediante la guillotina y el pelotón de fusilamiento. Nadie cuestionó su derecho a asesinar, porque asesinaban con un propósito altruista. Se aceptó que el hombre debe ser sacrificado por otros hombres. Cambian los actores, pero el curso de la tragedia se mantiene idéntico: un humanitario que empieza con declaraciones de amor hacia la humanidad y termina con un mar de sangre. Continúa y continuará mientras los hombres crean que una acción es buena si no es egoísta. Eso permite que el altruista actúe y obliga a su víctima a soportarlo. Los líderes de los movimientos colectivistas no piden nada para sí mismos pero miren los resultados.


El único bien que los hombres pueden darse recíprocamente y la única declaración de su correcta relación es: ¡Déjenme en paz!"

Estado de Derecho


Estos son tiempos muy especiales para América Latina. Varios de los dictadores que en décadas recientes gobernaron nuestros países con brutalidad, finalmente están siendo sentados en el banquillo de los acusados, para que respondan por los crímenes cometidos. En Chile, pasó por los estrados Agusto Pinochet; en Argentina y Uruguay, las cúpulas militares; y en estos días en el Perú, Alberto Fujimori debe enfrentar a la Justicia.

A simple vista, parecería que todos los que estamos en contra de las dictaduras de cualquier signo, estamos de parabienes. Finalmente habrá una señal clara hacia todos los potenciales tiranos, para que sepan que sus excesos no quedarán en la impunidad.

Pero, ¿es realmente así?

La nota distintiva de la cultura Occidental, con respecto a las otras civilizaciones, es el Estado de Derecho. Esa es su creación más original y el sustento de su grandeza. Es el “secreto” de su éxito, aunque otras cosas que aparentemente “brillen” más, como por ejemplo, el espectacular desarrollo económico alcanzado.

El Estado de Derecho se funda en una concepción de la Justicia muy específica. Ante todo, la despersonalizó para hacer de ella una institución. Eso significa que los derechos de las personas ya no son una “concesión” de los transitorios “dueños” del poder político sino que, por el contrario, son considerados como “inherentes” a la personalidad humana. Trascienden a las personas y circunstancias históricas.

Filosóficamente, el concepto de Justicia se basa en los siguientes fundamentos: la igualdad ante la ley; la presunción de inocencia hasta que se demuestre lo contrario; la no retroactividad de la norma jurídica; y el derecho a un proceso rápido, justo y con garantías, llevado adelante por tribunales imparciales.

Justamente, estos elementos son los que nos permiten distinguir a una forma de gobierno democrática de una tiranía. En estos días, el continente está dando abundantes y claras muestras de ello.

Recientemente Juan M. Bordaberry, el ex presidente uruguayo que disolvió las Cámaras, dando inicio formal a la dictadura de los años 70, y su canciller Juan C. Blanco, fueron procesados como co-autores de algunos de los crímenes perpetuados durante su mandato. El dictamen no se habría fundado en pruebas, sino en el razonamiento siguiente: “alguien en su posición institucional no podía no saber qué estaba pasando en los años de una represión cruel y sangrienta”.

Asimismo, el ex presidente de facto, teniente general (r) Gregorio Álvarez fue enviado en estos días a la cárcel, imputado de reiterados delitos de desaparición forzada. Según informes de prensa, la responsabilidad penal -al igual que en los casos anteriormente citados- se fundó en deducciones lógicas, porque de los interrogatorios “no surgieron elementos que permitieran sindicarlo como conocedor de los secuestros y desapariciones investigados”.

Simultáneamente con la notificación de la resolución judicial, los abogados defensores tomaron conocimiento que el juez les había denegado su pedido, para analizar el expediente y citar a los testigos que habían propuesto, antes de que el magistrado dispusiera el procesamiento. En esas circunstancias, los letrados renunciaron porque según sostuvieron, habían carecido de salvaguardias para ejercer la defensa. Adujeron, que en los hechos, “la defensa resulta meramente nominal”. Y que en un proceso de “proyección histórica”, no era su intención “cohonestar una actividad jurisdiccional viciada de nulidad y sin garantías.”

Este ambiente hizo surgir en nosotros serias interrogantes. Si vamos a combatir la injusticia con más arbitrariedad, el terror con otro tipo de intimidación, a violar los derechos individuales en nombre de los derechos humanos, entonces, ¿cuál es la diferencia entre un régimen y el otro? ¿Es realmente justicia o tan sólo revancha? ¿Estaremos poniéndole punto final a la tragedia latinoamericana que ha jalonado nuestras respectivas historias, o tan sólo estaremos alimentando las venganzas del mañana, con otras víctimas y otros “justicieros”?

Hana Fischer

Ya se me ocurrirá algo


A menudo, cuando un reto inesperado se le presenta a una persona y un amigo le pregunta “¿qué piensas hacer?”, la contestación suele ser: “ya se me ocurrirá algo”.

Esa contestación y la actitud detrás de ella caracteriza la manera de analizar y resolver problemas en una sociedad libre. Contrario a la actitud prevaleciente en el estado nodriza, que requiere inmensas burocracias para planificar supuestas soluciones, en una sociedad libre la solución de problemas se deja en manos de los ciudadanos, quienes individualmente o en colaboración con otros encaran los problemas, grandes y pequeños, que confrontan. Esta manera de hacer las cosas suele lograr mucho mejores resultados, entre otras cosas porque el conocimiento en el sitio es mucho más útil que el de los burócratas en un ministerio o en la capital, con sus enredadas teorías sobre lo que le conviene a la sociedad entera.

Pero si uno cree que la respuesta a los retos requiere de una bien establecida fórmula y de la fuerza gubernamental en su aplicación, eso de “ya se me ocurrirá” es totalmente inaceptable. Claro que la historia y la experiencia personal respecto a la manera de actuar de los gobiernos nos deja claro que (a) los burócratas no saben cómo hacerlo o no se molestan en resolver los problemas y (b) esos funcionarios tienen sus propias prioridades, por lo cual suelen aportar soluciones –no a los problemas comunes de los ciudadanos- sino a lo que ellos consideran realmente importante.

Esta es la esencia de la teoría de la adopción de decisiones económicas y políticas por la que el profesor James Buchanan recibió el Premio Nobel de economía en 1986. Los llamados servidores públicos tienden a dedicarse a resolver los problemas particulares de grupos específicos, aquellos que interesan a los políticos y a los candidatos.

Hay muy pocos problemas que todos confrontan. Más bien, grupos e individuos diferentes confrontan problemas diferentes, en medidas diferentes y con diferentes niveles de urgencia, por lo que no existen soluciones aplicables a todos, que es lo que el gobierno suele proponer.

No es que los políticos y los burócratas son mezquinos, sino que tienen sus propios intereses, algunos con buenas pero a menudo equivocadas intenciones, por lo que no conviene encargarlos de resolver nuestros problemas.

Inclusive cuando se trata de funcionarios dedicados y trabajadores que logran algún bien, los resultados suelen lograrlos a un costo excesivo. Pienso en ello cuando una familia de ingresos limitados se ve obligada a utilizar sus ahorros en pagar impuestos, en lugar de comprar cauchos nuevos para su viejo auto, por lo que todos mueren en un accidente.

Claro que cuando la gente se acostumbra a ver al gobierno y a los políticos como sus salvadores, el “ya se me ocurrirá algo” desaparece y la gente prefiere acudir a solicitar favores a las autoridades municipales y a los congresistas. Pero, a fin de cuentas, no hay mejor solución que la iniciativa individual porque allí suele concentrarse el conocimiento necesario para encarar los problemas.

Tibor Machan

sábado, 26 de enero de 2008

La verdadera virtud


El ateo es aquella persona que niega la existencia de dios, no por rebeldía o resentimiento, sino simplemente por la imposibilidad de conocerlo ante la falta de toda evidencia racional de su existencia. El ateo suele ser visto como un nihilista ético por aquellos que han logrado “conocer” a dios: alegan que, al fin y al cabo, si no hay un ser allá arriba que nos mire y nos castigue ¿por qué los seres humanos hemos de encontrar límite a nuestras acciones y deseos? Como Iván Karamazov decía en Los hermanos Karamazov, la célebre novela de Fiódor Dostoyevski: “si Dios no existe, todo es permitido”.

Por supuesto esta concepción es totalmente absurda, la negación de dios no lleva consigo la negación de la ética: no significa un cheque en blanco para obrar como se antoje. El ateo, a diferencia del hombre temerario a dios, es alguien que ha elegido sus valores por el valor mismo y no como una transacción comercial para obtener las llaves del cielo y librarse del infierno; el ateo elige su moral a partir de la razón, la escogencia y la comprobación, no a partir la obediencia y la revelación. Elige no por el miedo sino por la convicción. El ateo sabe bien que la virtud es un estado de constancia en la vida y no algo que se alcanza por el mero arrepentimiento durante los santos oleos.

Evidentemente el ateo es un hombre verdaderamente libre, pues actúa no para lograr la gracia de un ser superior ni su salvación en el paraíso, sino para si mismo. Al ser libre inmediatamente pesa sobre él la responsabilidad, una de las virtudes más detestadas por los hombres. Al ser responsable no tiene chivo expiatorio a quien culpar o deidad a quien acudir: todas las consecuencias de sus actos y omisiones, las buenas y las malas, son suyas única y exclusivamente, por lo que el ateo no busca refugio en frases vacías como: “si dios quiere”, “dios sabe porque hace las cosas” o “dios tiene cosas mejores preparadas para mí”. El ateo disfruta de este mundo plenamente porque sabe que el tiempo perdido jamás podrá ser recuperado, que lo dejado de vivir jamás podrá ser experimentado. El ateo tiene el reto de cultivarse plenamente en este mundo, de alcanzar sus metas en esta tierra ante la inexistencia de una segunda oportunidad más allá de la muerte.

Por todo ello el ateo tiene la difícil tarea de descubrir el arte de vivir, de no enajenarse de su realidad, de alcanzar la felicidad por sus propios medios en el hoy y en el ahora, sin acudir a seres fantásticos que le deparen la salvación. Ante esto ¿quién es el verdaderamente virtuoso?

Manuel Echeverría

Institucionalidad y desarrollo


¿Por qué los emigrantes generan más divisas en sus países de destino que en sus países de origen? ¿Por qué un emigrante boliviano no puede generar en su país las ganancias que logra en España? ¿Es que acaso era flojo en Bolivia y de repente le nació una valentía inusitada y un amor al trabajo al arribar a España? Dudo que este sea el caso, el emigrante, es tan trabajador en su país de origen como en su país de residencia, y sin embargo por alguna razón gana mucho más en su país de residencia.

Es por tanto menester estudiar este fenómeno para entender las condiciones que impiden países subdesarrollados generar suficientes trabajos con adecuada remuneración.

Este ejercicio requiere un análisis comparativo entre los países que generan migración (Latinoamérica, África, Turquía, etc.) y los que captan la migración (básicamente Unidos y Europa occidental).

¿Qué tienen Estados Unidos y Europa para ser tan atractivos a los emigrantes? La respuesta es libertad, democracia, respeto a las leyes e institucionalidad, es decir, tienen un sistema liberal. Estos son los países que menos restringen el libre mercado y dan mayor libertad al individuo. Son países democráticos, donde se cumplen los derechos civiles mucho mejor de lo que se cumplen en los países generadores de emigrantes. Son estables; España, por ejemplo, es una monarquía parlamentaria desde 1978, Francia es una república desde la II guerra mundial y Estados Unidos desde su independencia en 1776 nunca ha tenido un golpe de estado y mantiene básicamente la misma constitución desde 1787. Son países donde se cumple la ley: en Estados Unidos, si uno no paga la renta, el dueño puede expulsar al inquilino en cuestión de días, sin la necesidad de un engorroso juicio que puede durar años y dinerales como sucede en Bolivia. Son países con instituciones sólidas, con baja corrupción, con reglas de juego claras y estables. Estas son las condiciones que hacen que estos países crezcan y atraigan emigrantes de otras latitudes.

Por otro lado ¿qué características tienen los países que generan la migración? Inestabilidad política, corrupción, amor loco por el estatismo, leyes y reglas de juego que varían de forma caprichosa, trámites engorrosos y eternos, irrespeto a los derechos civiles, restricciones al individuo, a la prensa y al mercado.

Ante esta comprobación, lo prudente ¡lo lógico! sería que imiten a aquellos países exitosos. Los tigres asiáticos han seguido ese camino y están experimentando un crecimiento asombroso e incluso la misma China se mueve en dirección al libre mercado con excelentes resultados. ¿Y sin embargo qué hace Latinoamérica?... Se empecina en sus defectos, toma la dirección diametralmente opuesta y revive sistemas que no pasan ni el dictamen de la historia ni del sentido común. Mira hacia una Cuba en la que no quiere vivir nadie, ni siquiera los mismos cubanos, vuelve al estatismo que logró que los ochentas sea denominada “la década perdida” y no se escapa de ese caudillismo y populismo idiota cuyo final predecible es la repetición de la historia, de una historia que no vale la pena repetir.

Javier Paz

viernes, 25 de enero de 2008

La idea de dios es antiliberal


En muchas ocasiones hemos tenido debates con personas respecto a la existencia o no de dios. Más aún, hemos departido con liberales que justifican la existencia de dios. La intención de este artículo no es ofender a nadie; somos defensores de la libertad, incluida la religiosa, por lo que consideramos que cada quien tiene derecho a entregar su vida a una entidad divina si así lo desea. Pero también creemos en la libertad de expresión, lo que significa que podemos esgrimir nuestros argumentos contra dios y contra la religión (en ambos casos, en cualquiera de sus formas y denominaciones). No creemos en la existencia de dios pero si existiera, dios sería lo más antiliberal del mundo.

¿Por qué la idea de dios es antiliberal? Existe una gran y principal razón de índole epistemetodológica. El liberalismo tiene como uno de sus ejes fundamentales el individualismo metodológico que, grosso modo (para una explicación más amplia del individualismo metodológico recomendamos leer nuestro artículo "La fatal arrogancia"), significa que la única manera de estudiar al ser humano y sus actividades, en cualesquiera de los campos en que se desempeña, es reduciendo los fenómenos a los individuos. En otras palabras, sólo puede estudiarse al ser humano partiendo de su condición de individuo y entendiendo que su actuación siempre será en función de sus propios intereses. Cuando los intereses de varios individuos coincidan, se puede hablar de cooperación social, cuya vida útil durará lo que dure la coincidencia antes mencionada. Nótese que en este caso el individuo no se subordina definitivamente a nada ni nadie, sino a sí mismo y a sus intereses, por lo que es posible decir que sólo en el individualismo, el ser humano es un fin en sí mismo.

El colectivismo, corriente contraria al individualismo, pregona que existe una entidad superior a la que el individuo responde y en función de la cual actúa. Así pues, algunos le llaman sociedad, otros pueblo, otros patria, otros historia y otros dios. A ese ente místico le asignan características humanas y lo ven como un organismo monolítico que provoca que los individuos no sean más que medios para el cumplimiento de un determinado fin. Probablemente hemos escuchado, visto o leido frases como estas: "Moriré por Francia", "La historia progresa, indefectiblemente, hacia un estadio superior de la humanidad: el comunismo" o "Dios, hágase tu voluntad y no la mía". Todas ellas representan la subordinación del individuo respecto a un colectivo. El ente metafísico, llámese como se llame, define una meta a la cual hay que llegar y constriñe a los individuos para que olviden sus metas particulares. Esa meta, o destino, se convierte en la razón de ser de las personas y desobedecer los designios del ente místico acarrea serias consecuencias: si el ente se llama patria, acarrea la deshonra; si se llama raza, acarrea el rechazo, si se llama sociedad, acarrea la crítica al egoísmo y si se llama dios acarrea el fuego eterno de los infiernos.

Como se puede observar, la idea de dios presupone la subordinación del individuo a la voluntad de un ente supremo. La persona no es libre de pensar como desee porque si sus ideas son incompatibles con las de dios, entonces estará condenado al castigo. Mucho menos puede discrepar con dios o cuestionar sus mandatos. El individuo, en ese esquema, no puede usar la herramienta fundamental que posee para su supervivencia: la razón. Debe asumir que su base epistemológica es, sencillamente, la revelación. Está absolutamente sometido a los designios que de él provengan y su rango de decisión es totalmente dicotómico: o hace lo que manda dios y es premiado, o lo desobedece y es castigado. Si el estado es el aparato social de compulsión y coerción, dios no es muy diferente a él. También cobra impuestos (votos de castidad, pobreza, hambre), diezmos, rosarios, golpes en el pecho, etc.; también tiene burocracias parásitas e inoperantes conformadas por curas, pastores, apóstoles, consejeros, etc. Y también interviene en todas las esferas de la vida humana: determina con quién se puede ir a la cama, lo que hay que enseñar a los hijos, lo que hay que comer, como hay que vestir, cuales actividades productivas son buenas, etc.

Una segunda razón por la que dios es antiliberal es una razón política: sistema de gobierno. La idea de dios es, por antonomasia, totalitarista. Castiga a todo aquel que le desobezca (las llamas del infierno son el mecanismo preventivo y punitivo del sistema judicial de dios), no permite que se le cuestione, ordena la actuación de las personas y su jerarquía es absolutamente vertical. Si bien es cierto que esa jerarquía tiene estamentos intermedios (santos, arcángeles, vírgenes, etc.) entre dios y los humanos, esa "nobleza" está también supeditada al "creador". Incluso podría verse a cada santo, virgen u otro como un señor feudal con sus respectivos siervos de la gleba y que rinde cuentas sólo al rey. En el sistema político divino, el ser humano no tiene voz ni voto. Su opinión no vale para dios: el esclavo no puede hacerle recomendaciones al amo.

Una tercera razón es económica. La idea de dios es la antítesis del mercado y del concepto del orden espontáneo. De acuerdo con Hayek, el orden espontáneo es un estadio en el que las preferencias de los individuos tienden a alcanzar acuerdos sin necesidad de que una instancia superior haya tenido que intervenir para ello. Pero en el esquema de los creyentes, dios define las metas y como titiritero que es, maneja a los humanos para conseguir dichas metas. Dios ordena el sistema económico asignando puestos: bendice a algunos y maldice a otros; les da dones a unos y defectos a otros. Para los protestantes, especialmente calvinistas, los ricos eran ricos porque dios los había bendecido. Para los islámicos fundamentalistas, los occidentales han de ser eliminados porque dios los ha maldecido. Dios ordena el "caos" del mercado para hacerlo más "humano". La gente reza a dios para que le ayude en su negocio, para que su equipo de fútbol finiquite el fichaje estrella, para que encuentre zapatos baratos o para que sus hijos sean aceptados en la universidad. Entonces no es cada quién el que se procura su éxito en función de ser eficiente, inteligente, esforzado o visionario, sino que es dios el que define quién gana y quién pierde; ergo, define la asignación de recursos.

Hugo Chávez ha dicho una sóla cosa razonable y verdadera en su vida: "Jesús fue el primer socialista de la historia". Según los católicos y cristianos, Jesús es igual a Dios Padre en virtud de la Santísima Trinidad (concepto que, dicho sea de paso, viola las reglas lógicas del principio de identidida), por lo que si Jesús era socialista, por derivación dios lo sería también. Ahora, todas las religiones dicen que su dios es todopoderoso, lo cual implica que no puedan existir tantos dioses como los que se dice. Ello porque si son todopoderosos, podrían eliminar a su competencia. El dios cristiano debería poder deshacerce de Alá y viceversa, pues si no pueden no serían todopoderosos. Para salvar esa paradoja habría que pensar que todas las religiones adoran al mismo mono pero con diferente traje, perdón, al mismo dios pero con diferente nombre y que los antagonismos son producto de diferentes interpretaciones. Bajo ese supuesto, si habíamos acordado que, por derivación, dios es socialista, toda religión adoraría a un dios socialista. Y tiene sentido porque todo dios promete la dicha eterna en el paraíso, la eliminación del dolor, la eliminación de la incertidumbre y el riesgo. Todo dios promete un paraíso donde no habrá distinciones respecto a sus habitantes. Este sistema es constante: lo que pasó ayer pasa hoy y pasará mañana. Acá no hay novedades porque ya de nada sirve la razón. Todo está hecho, ya no hay qué inventar o descubrir. Por eso, si el cielo existiera y es así, preferimos no ir a él.

ASOJOD

Dios en las elecciones estadounidenses


A Barack Obama, que desde hace veinte años está seriamente afiliado a la Trinity United Church of Christ, sus enemigos políticos, sin la menor prueba, le imputan haber sido musulmán en su niñez. Creer o haber creído en el Corán es un grave inconveniente para cualquier político occidental en estos tiempos. A Mike Huckabee, en cambio, como fue predicador bautista, lo acusan de fundamentalista cristiano. Acepta las Escrituras literalmente y pone en duda la teoría de la evolución. Es un creacionista y a sus adversarios eso les parece ridículo. ¿Cómo —se mofan de Huckabee— se puede ser presidente de una nación guiada por el culto a la ciencia y al progreso y, al mismo tiempo, pensar que la vida y la existencia de la materia son consecuencias del ''diseño inteligente'' de un ser todopoderoso?

Contra Mitt Romney la hostilidad proviene de los cristianos. Romney es mormón y, aunque los mormones reconocen la deidad de Cristo, esa creencia no forma parte del mainstream religioso americano, como también les sucede a los testigos de Jehová. Los mormones suscriben cierta forma de politeísmo y sus orígenes son demasiado recientes. Los cristianos están dispuestos a creer que el arcángel Gabriel se le apareció a la Virgen María hace dos mil años, pero dudan que el ángel Moroni se le apareciera a Joseph Smith exactamente el 21 de septiembre de 1823. Casi todos los cristianos les reconocen a los mormones una fuerte ética de trabajo y un comportamiento, en general, decente y solidario, pero les inquieta el secretismo y las camisetas y calzoncillos especiales que suelen utilizar bajo la ropa. Desde su perspectiva, son buenos ciudadanos, pero raros.

Hillary Clinton y Rudy Giuliani —ella protestante, él católico— no son famosos por sus creencias religiosas, sino por el escaso relieve que éstas tienen en sus vidas. El hecho de ser ambos pro-choice —como también lo es John McCain—, es decir, de admitir el derecho de las mujeres embarazadas a decidir el destino del feto, y de defender los derechos de homosexuales y lesbianas, los convierte en sospechosos ante los ojos de quienes colocan los juicios morales ortodoxos de inspiración religiosa por encima de cualquier otra consideración. Para la autoproclamada ''mayoría moral'' —ese inmenso grupo de cristianos intensamente practicantes, especialmente en el llamado Bible Belt del sur del país— tener que elegir entre Hillary y Giuliani o McCain será como escoger entre un dolor de muelas y una patada en la canilla.

¿Tiene sentido este debate religioso? No mucho. En realidad, los mejores presidentes norteamericanoestadounidenses no han tenido una militancia religiosa sectaria. George Washington fue un hombre reservado en las cosas del espíritu. Esa no era una preocupación central en su vida. John Adams, Thomas Jefferson, James Madison y Abraham Lincoln creyeron, pero de esa manera intelectualmente cómoda con que creían los deístas. Estaban dispuestos a aceptar que existía un supremo hacedor, un arquitecto del universo, pero les parecía difícil admitir que ese Dios omnipotente y eterno realmente hubiera encarnado en una figura humana o en una religión organizada, y mucho menos que vigilara meticulosa y constantemente los actos personales con el objeto de castigarlos o premiarlos.

Tal vez el único presidente estadounidense que confundió la misión religiosa con la política fue William McKinley. La razón principal por la que ordenó la ocupación de Filipinas en 1898, tras una noche de agónica meditación religiosa en la Casa Blanca, fue para cristianizar a esa pobre gente, hasta entonces bajo la influencia del bárbaro catolicismo español o del paganismo precolonial. El disparate le costó a Estados Unidos varios miles de muertos y medio siglo de una onerosa presencia imperial en un complicado rincón del planeta que nunca comprendió y en el que nada tenía que ganar.

En rigor, tener creencias religiosas no garantiza nada, y mucho menos el buen gobierno. Jimmy Carter y George W. Bush han sido dos presidentes profundamente creyentes —ambos born again Christians— y la historia no los tratará muy bien. Sin embargo, los dos Roosevelt, Teddy y Franklin, acaso los mejores presidentes norteamericanos del siglo XX si nos guiamos por el inmenso apoyo popular que tuvieron en su tiempo, fueron ''cristianos de baja intensidad''. Creían, sí, y asistían esporádicamente a las ceremonias religiosas, pero sin aspavientos y sin golpes de pecho. Tal vez eso sea lo más conveniente: excluir del debate las creencias religiosas. Dios no tiene vela en este entierro.


Carlos Alberto Montaner

jueves, 24 de enero de 2008

Más carroña de Chávez


Después de la absurda teatralización de un tema tan espantoso como es el secuestro de personas, realizado sistemáticamente por las FARC en territorio colombiano, uno se pregunta como es posible que un gobernante como el venezolano pueda hacer alarde de liberaciones cuando, simultáneamente, canta loas al régimen tiránico de Cuba cuyo gobierno a contribuido en todo momento a organizar guerrillas terroristas en diferentes partes del mundo. No solo eso, sino que el coronel bolivariano concuerda con los sistemas colectivistas-totalitarios patrocinados por las bandas terroristas de marras.

No es posible admitir payasadas en asuntos graves donde le va la vida a la gente pacífica y honrada. Toda persona de bien debe celebrar el fin de cautiverios inauditos pero no puede tomarse seriamente un hipócrita y paranoico doble discurso rayano en el escupitajo a la inteligencia.

Ahora se aclara la situación con las declaraciones formuladas por el mandamás del Orinoco, nada menos que en la Asamblea Legislativa a raíz de su informe del año que acaba de finalizar. En esa ocasión manifestó que deben borrarse a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) como guerrilleros terroristas ya que eso constituiría un invento grotesco de Estados Unidos.

Textualmente sentenció que “no son ningún grupo terrorista, son verdaderos ejércitos que ocupan espacio en Colombia, hay que darles reconocimiento, son fuerzas insurgentes que tienen un proyecto político, un proyecto bolivariano que aquí es respetado” a lo que naturalmente le replicó el ministro del interior colombiano al afirmar que la calificación de terrorista no es caprichosa sino que deriva de los actos terroristas de las mencionadas bandas criminales. Lamentablemente hay otros gobierno cómplices del terrorismo que apoyan directa o indirectamente al estridente patrocinador del inaudito y reiterativo socialismo rebautizado como “del siglo xxi”.

La droga producida en la zona de influencia de las FARC sale a Europa vía Venezuela y el gobierno de este país entrega armas al grupo terrorista. El coordinador venezolano del operativo para liberar a dos de las rehenes, Ramón Rodríguez Charín, les ha dicho públicamente a las FARC: “mantengan el espíritu... cuenten con nosotros”, al tiempo que Chávez insiste en que las relaciones diplomáticas con Colombia solo se regularizarán si abandonan la tipificación de terrorista para catalogar al mencionado grupo.

Tras todos estos episodios está presente la macabra idea de imponer las asfixiantes mortajas para beneficio de una casta de sicarios que pretenden manejar a sus congéneres como despreciables esperpentos y resacas destinadas al subsuelo mas horripilante y degradante que pueda concebir la imaginación. Este es el “proyecto político” del terrorismo. El respeto recíproco tan caro a la sociedad abierta es completamente desconocido por esta lacras subhumanas que se regodean con el padecimiento ajeno.

El eje central de una sociedad de hombres libres es la tríada reconocida desde tiempo inmemorial: el derecho a la vida, a la propiedad y a la libertad. La propiedad privada entrelaza los otros dos derechos ya que no hay vida si no hay la posibilidad de sustentarla ni hay libertad si no resulta posible usar y disponer de lo propio (ni justicia, ya que según la célebre definición de Ulpiano consiste en “dar a cada uno lo suyo”). Es por esto que Marx y Engels en el Manifiesto Comunista de 1848 escribieron que “todo el programa se puede resumir en esto: la abolición de la propiedad”. En esto se está precisamente en Venezuela . Tenemos que ejercitarnos en el espíritu independiente y no adoptar el triste rol de simple eco que demandan los Hugo Chávez del momento, porque como ha dicho Viktor Frankl “el fanático no posee opinión: es la opinión la que lo posee a el.”

Alberto Benegas Lynch