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miércoles, 21 de mayo de 2008

Mercado de órganos humanos


Es un hecho que la cantidad de riñones e hígados que se donan de manera altruista no son suficientes para cubrir las necesidades de transplantes. De acuerdo al Centro Nacional de Transplantes de México, durante el año de 2006 4.822 individuos estaban en espera de un riñón, pero únicamente se realizaron 1.916 transplantes. En transplantes de hígados hubo un faltante de 242 donantes. Si el altruismo cubriera las necesidades no habría necesidad de cambiar el sistema actual que restringe los transplantes a órganos donados, tanto en vida como los provenientes de cadáveres.

La restricción impuesta de que los órganos para transplantes solo pueden provenir de actos altruistas, en vida o después de la muerte implica que el precio efectivo de órganos es cero, lo que en consecuencia genera un exceso de demanda: las donaciones no alcanzan y mucha gente muere esperando un órgano que nunca llega. Ante esta situación, ¿debe permitirse la venta de órganos humanos? En el caso de riñones un individuo puede, con los cuidados médicos adecuados, vivir una existencia prácticamente normal con solo un riñón, mientras que en el caso del hígado sólo se toma una parte del órgano del donante que, al ser transplantado, crece dentro del cuerpo del recipiente, mientras que en el donante su órgano se regenera.

La principal objeción a que haya un mercado de órganos es que daría el incentivo para que los pobres vendieran sus órganos y los ricos serían quienes podrían pagar por ellos. No hay duda que legalizar un mercado de órganos incrementaría la disponibilidad de estos para individuos que los necesitan para sobrevivir y el precio que establecería el mercado eliminaría el exceso de demanda que existe.

Claramente no tiene por qué haber algún problema si la venta del órgano se pacta previamente y se traspasa cuando el individuo muera y el pago se hace a los herederos. Ambas partes del intercambio saldrían beneficiados si no hay compulsión alguna.

Pero ¿qué sucede si el pobre vende en vida uno de sus riñones o parte de su hígado? Obviamente al venderlo incrementa su bienestar personal; prohibirle que venda sus órganos no mejora su posición en nada. Todos pierden con la prohibición: el pobre sigue siendo pobre y la gente que requiera de un órgano, rica o pobre, seguiría muriendo por falta de órganos para transplantes. Es tiempo de evaluar esta posibilidad.

Issac Katz

domingo, 26 de agosto de 2007

TLC y comercio de órganos


Como todo costarricense consciente de lo que el país se juega en el próximo referéndum sobre el TLC, he tratado de seguir los numerosos debates, entrevistas y artículos relacionados con el tema. Hasta ahora lo he hecho como observador. Sin embargo, recientemente se planteó un tema que me toca de forma directa, y por el cual voy a dar mi opinión.

Trasplante de hígado. Se trata del supuesto comercio de órganos y materiales anatómicos que según denuncian de manera superficial y alarmista, se daría tras la aprobación del TLC. El tema me toca directamente porque a principios de los años 90 organicé y coordiné el equipo de profesionales que llevó a cabo el primer trasplante de hígado realizado en nuestro país, el 5 de febrero de 1993. El esfuerzo necesario para lograr este objetivo demandó seleccionar 27 especialistas, promover su capacitación, conseguir los recursos materiales necesarios, establecer y aprovechar en beneficio de los costarricenses una serie de contactos internacionales y requirió también revisar cuidadosamente la legislación vigente. Los primeros trasplantes de hígado se realizaron en el Hospital Calderón Guardia y para ello contamos con el apoyo valioso e insustituible del Pacific Presbyterian Medical Center, de San Francisco, California, y específicamente del apoyo del Dr. Carlos Esquivel, cirujano costarricense que desarrolló su carrera profesional en los EE. UU. y dirige uno de los equipos de trasplantes más exitoso del mundo.

El intercambio con profesionales e instituciones de aquél país tuvo efectos muy positivos en una diversidad de campos que van más allá del procedimiento quirúrgico que mencioné. Algo fundamental porque un país como Costa Rica requiere del intercambio intenso con sociedades más desarrolladas para impulsar su propio progreso; y esta necesidad no se deriva de la incapacidad de los costarricenses, sino de nuestra limitación de recursos materiales y de la necesidad de aprovechar mejor nuestras energías, conociendo sus experiencias, y evitando así errores que otros países ya superaron.

Hablo de lo que sé. Al mismo tiempo, y antes de referirme de manera específica al tema, debo hacer una aclaración. Soy cirujano y aparte de mi trayectoria de 39 años en el Hospital Calderón Guardia, fui gerente de la División Médica de la CCSS de 1998 al 2002; cuento con una amplia experiencia en salud pública y, por mi edad y actividad profesional, he tenido además el privilegio de participar en la construcción del sistema de seguridad social y salud pública de Costa Rica; sin embargo, no soy ni conocedor ni especialista en comercio internacional. Esto no me impide hablar del tema, pero me obliga, si quiero tomar parte en el debate expresando opiniones que aspiran a ser tomadas con seriedad, a informarme, combinando mi conocimiento y mi experiencia con aquellos propios de los especialistas.

A manera de ejemplo, así como no aceptaría que un ingeniero o un abogado cuestionen, con pretensiones de autoridad en la materia, procedimientos quirúrgicos o tratamientos médicos, sin informarse primero con los especialistas, tampoco me lanzaría a opinar sobre el contenido del TLC exclusivamente desde mi profesión y especialidad, aplicando a aquel categorías y consideraciones propias de la medicina y la salud pública. Si lo hago así, promuevo la desinformación e instrumentalizo mi prestigio con fines propagandísticos, que es lo que hacen los que han promovido la denuncia que nos ocupa.

Dicho lo anterior, debo hacer cinco aclaraciones en relación con el argumento del supuesto comercio de órganos y materiales anatómicos que algunos colegas y un obispo han utilizado para promover la oposición al TLC. Me sorprende que personas que han alcanzado tan altas posiciones en la jerarquía nacional, por defender ideas políticas saquen de contexto la realidad de la situación y tergiversen la verdad de la posición de los negociadores.

Cinco razones de peso. Primero: aclarar que en un tratado, la materia comercial se regula de dos formas, mediante prohibiciones específicas en el ordenamiento jurídico de las partes, o por medio de aranceles. Si se trata del primer caso, no van a establecerse estos últimos para el respectivo bien o servicio y evidentemente carece de sentido incluirlo en una lista de exclusiones.

Segundo: insistir en que la Organización Mundial del Comercio establece clasificaciones para una diversidad de bienes y servicios que no por ello son legales universalmente, es decir, aunque ella los reconozca, un país puede legítimamente prohibirlos.

Tercero: aclarar que, al contar con una clasificación específica, un bien o un servicio pueden estar enumerados en el Tratado sin que por ello se derogue una prohibición expresa anterior y establecida por ley. Este es el caso de los órganos, huesos y materiales anatómicos humanos en Costa Rica. La Ley n° 7409 del 12 de mayo de 1994, denominada “Ley de Autorización para Trasplantar Órganos y Materiales Anatómicos Humanos”, establece una prohibición expresa en su artículo 27. Se trata, como es obvio, de una norma fundamentada en la Constitución Política y en convenios internacionales de derechos humanos. La Sala IV en la resolución que estableció la constitucionalidad del instrumento comercial que nos ocupa, trató específicamente el tema de la prohibición de fabricar y exportar armas en nuestro país, a pesar de que en el convenio se enumera la correspondiente clasificación de la OMC. Existe claramente un paralelo con el tema del comercio de órganos, huesos y materiales anatómicos humanos.

Cuarto: como en Costa Rica está prohibido y el tratado que nos ocupa no cambiará esto, decir lo contrario no es serio, y saltar de decirlo a citar los abusos que se cometen en otros países con el comercio de órganos, es simplemente demagógico.

Quinto y final: rechazo de forma vehemente la superficialidad con que se ha manipulado este tema, porque de manera colateral afecta esfuerzos realizados en Costa Rica para crear una cultura que acepta y promueve la donación de órganos. El eslogan que el Hospital Calderón Guardia utiliza precisamente para estimular esta decisión es el siguiente: “NO TE LLEVES TUS ÓRGANOS AL CIELO, EN LA TIERRA ALGUIEN LOS NECESITA”. Esta frase habla por sí misma. Mientras los ticos pensemos con la limpieza, la solidaridad y el amor de este pensamiento, no debemos preocuparnos de lo que pasa en otros países, pero sí debemos defender lo que tenemos y evitar desviar la atención de la gente con pensamientos tan alejados de nuestra idiosincrasia


Fernando Ferraro Dobles, tomado del periódico La Nación