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domingo, 10 de junio de 2007

A marchar el domingo 11

Se equivocaron las coordinadoras, los frentes y toda la restante legión del no, en planear la marcha para el lunes 26 de febrero.Dicha actividad tenía que haber sido el domingo 11 de marzo, por las siguientes razones.

1) Los domingos, como nos lo enseñaron en el catecismo, junto con el amor al prójimo, son fiestas de guardar. Para ese día quedan reservadas las conmemoraciones más importantes, y la marcha lo es.

2) Los domingos es cuando los costarricenses manifestamos nuestro fervor religioso. Y, si algo pudiera alcanzar en rango de solemnidad a ese fervor religioso, es el fervor cívico que se desprende de todas las manifestaciones vertidas en torno a la actividad del próximo lunes, desde la sublime proclama del Melico Salazar hasta las educativas pancartas exhibidas recientemente en el Congreso.

3) Si la marcha es domingo, no se obligaría a estudiantes y maestros a hacer lo que más les desagrada: perder clases, en el caso de los alumnos, y sacrificar la noble tarea de enseñar, en el caso de los docentes.

4) De igual forma, si marchan domingo, los trabajadores no tendrían que abandonar sus labores, lo que les es prácticamente intolerable (de paso, no habría motivo para que los patrones hagan rebajos de salario).

5) El próximo 11 de marzo es el clásico del futbol nacional: Saprissa y la Liga. ¿Qué mejor forma de demostrar la fortaleza del movimiento que hacerlo coincidir con ese partido? Cuando la patria llama a sus hijos, no hay clásico ni ninguna otra entretención dominical que valga. De hecho, los equipos jugarían a estadio vacío porque la conciencia y el deber ciudadanos se impondrían. Es decir, el referéndum y la democracia de la calle se trasladarían de la cancha a la avenida segunda.Marchemos el domingo 11 de marzo. Yo lo haría contra lo que no me satisface del TLC, por la pronta aprobación de las agendas complementarias y por que se privilegie la atención de los sectores que se vean perjudicados en alguna medida con el tratado.Pero igual marcharía contra el inmovilismo legislativo, contra la ineficiencia del sector público, contra los que siempre se oponen y nunca proponen, contra las gollerías sindicales, contra los líderes sin autoridad moral.Juanito Mora, tan mencionado estos días por bocas impuras, sin duda habría marchado un domingo.


Por Juan Fernando Cordero, tomado del periódico la Nación

Matemáticas sindicales

El ex ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels dijo en una ocasión: “miente, miente, que algo quedará… Una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. Aquella proclama de Goebbels es hoy, la misma que impulsan los bienaventurados sindicalistas costarricenses, en torno a la lucha contra el TLC. Sin embargo, es más notable de cara a la marcha del pasado 26 de febrero, donde las mentiras pululan cual mosquitos. La primera de ellas tiene que ver con la democracia: los sindicalistas se dicen defensores de la democracia y de la Constitución, pero al mismo tiempo desconocen la verdadera definición del término. Bobbio aporta una excelente definición de democracia, al considerarla como un conjunto de reglas que establecen quién puede tomar las decisiones y cómo lo hace, lo cual comporta un procedimiento que asegure que las mayorías sean las tomadoras de las decisiones y, al mismo tiempo, que garantice las libertades fundamentales de las personas (expresión, asociación, reunión, etc.). Esas reglas implican una serie de instituciones que canalizan las demandas ciudadanas, las procesan y arrojan resultados, siempre dentro de un marco que asegure que las decisiones sean tomadas por las mayorías, pero respetando las libertades fundamentales de las minorias. Así se cumple un principio básico que determina que las mayorías deciden y las minorías controlan, entendido esto último en el ámbito del control político.

Evidentemente, las últimas manifestaciones de los opositores al TLC irrespetan totalmente esta definición, pues constantemente amenazan, por medio de su vocero oficial, el pintoresco “rector de la patria”, con bloqueos y huelgas si el Gobierno se niega a retirar el TLC de la corriente legislativa. Imbuidos en su aura mesiánica, los sindicalistas se autoproclaman intérpretes absolutos de la voluntad del pueblo (recuérdese aquella triste proclama del Melico Salazar), al cual hacen alusión, como cualquier otro cliché, sin importar el lugar, el momento o la causa. Amenazan con desconocer gobiernos, romper los canales democráticos, destruir los medios de comunicación, violar la ley, pisotear la Constitución e irrespetar la institucionalidad de nuestro país con tal de imponer su visión de mundo a la fuerza.

Darle al TLC el trámite que establece la ley es considerado por esta banda de facinerosos como una ofensa hacia el pueblo, hacia sus deseos y hacia sus intereses. Para ellos, el Gobierno se empeña en provocar e irrespetar al pueblo. Interpretar las leyes y la Constitución de manera diferente a los sindicatos es visto como pecado mortal. ¡Vade retro Satanás! gritan Albino Vargas, Fabio Chávez, Jorge Arguedas y sus compinches. ¡No se atrevan a mancillar al pueblo, porque este es sabio y les cobrará su afronta! insisten. Pero ¿quién es ese tan mencionado pueblo al que los sindicalistas, defensores de la verdad, el amor, la paz, la solidaridad y la justicia social, constantemente apelan? Algo es obvio: no son cuatro gatos, pero ¿será la mayoría de los costarricenses? Basándose en los cuestionados cálculos matemáticos que hacen los defensores de los trabajadores costarricenses,en la marcha del 26 de febrero había más de 100.000 personas. Asumiendo que los sindicalistas no inflaron las cifras y sumando esa cantidad a los 452.571 votos registrados en los pasados comicios electorales para diputados a favor de los partidos que, abiertamente, se declararon en contra del TLC, tenemos la friolera de 552.571 personas. En contraste, los partidos que en campaña se proclamaron a favor del TLC suman 968.658 votos. Entonces, ¿dónde está la mayoría de costarricenses en contra del TLC? ¿Fue esa mayoría a la marcha contra el TLC del 26 de febrero? O pongámoslo más bonito, ¿supera esa “mayoría” a los votos obtenidos por un partido que, sin duda alguna para sus votantes, declaró apoyar el TLC: el Movimiento Libertario, que alcanzó los 147.934 votos? ¿En qué mundo, con qué cifras se atreven los organizadores de esta marcha a afirmar que ellos son mayoría?

“Ninguna persona o reunión de personas puede asumir la representación del pueblo, arrogarse sus derechos o hacer peticiones a su nombre. La infracción a este artículo será sedición” versa el artículo 4 de la Constitución Política de Costa Rica. Cuidado señores y señoras, parece que el fantasma de la proclama del Melico ronda aún por las calles de Costa Rica. Y lo peor, ese fantasma levanta el puño y grita con furor a favor de la “democracia de la calle”, la única en el mundo donde los votos no se cuentan y el padrón electoral lo componen únicamente los manifestantes.

Alejandro Barrantes y Manuel Echeverría