En este segundo comentario, mi objetivo es describir el análisis austriaco, mejor conocido como proceso de mercado, el cual es una alternativa al neoclásico, expuesto en mi comentario previo, si bien en algunas secciones necesariamente me refiero, de forma comparativa, al enfoque neoclásico.
La lógica de la elección en el análisis económico austriaco
En forma relativamente sencilla, la explicación austriaca de la lógica de la elección que hace el individuo, en contraste con las matemáticas que emplea el método neoclásico, es expuesta por Callahan de la siguiente manera:
“Estas ecuaciones no pueden tomar en cuenta las decisiones creativas de los humanos, basadas en las categorías de causa, efecto, de antes y de después. Lo que describen es un mundo de correlaciones atemporales, del cual está ausente la causalidad. Las intenciones de los hombres no tienen lugar en aquel modelo (neoclásico), puesto que dicho modelo asume que todos los humanos conocen todos los hechos relevantes posibles acerca de su situación, y que tan sólo pueden aceptarla como un dato.
El hecho de que las curvas de oferta y demanda nos pueden brindar una visión burda del comportamiento del mercado, es un efecto de la acción humana y ciertamente no la causa de ella. Nadie actúa con el objetivo de lograr que haya un balance entre la oferta y la demanda. La gente actúa en el mercado para obtener un beneficio, en el sentido más amplio de la palabra: llevan a cabo un intercambio porque sienten que estarán mejor después de efectuar el intercambio, comparado con lo que hacían anteriormente. Que su búsqueda por lograr un beneficio permite que se logre un equilibrio entre la oferta y la demanda, es un producto resultante de sus verdaderos objetivos.” (Gene Callahan, Economics for Real People: An introduction to the Austrian School, Auburn, Alabama: The Ludwig von Mises Institute, 2002, p. 319. El paréntesis curvo en el texto es mío).
Un problema con la concepción neoclásica basada en la maximización de la utilidad, es que suelen ser muchos los factores que definen el comportamiento humano, que a menudo va más allá del comportamiento “racional” que se presume se da en la lógica de la elección económica neoclásica. Es factible que la conducta individual de la elección no esté tan sólo determinada por un comportamiento hedonista, sino que el altruismo es posible, como también lo puede ser por otros aspectos considerados como “irracionales”. Debemos pensar en la posibilidad de que muchos otros factores, como por ejemplo, la historia, la genética, la sicología, el estado anímico del actor quien se encuentra formando parte de una economía, estén presentes en el momento en que el individuo escoge o decide cómo actuar.
No parece lógico que se considere que el individuo que elige entre alternativas, actúa de la misma manera a como lo hace una computadora: de un simple algoritmo matemático por resolver (maximizar), de fines que le son dados para el individuo que actúa en el mercado. En el acto de elegir, el individuo decide qué es lo que él o ella consideran como lo mejor, lo cual es resaltado por el análisis austriaco, en contraste con el neoclásico.
El hommo economicus del análisis neoclásico es totalmente mecanicista, predeterminado y, diríamos hoy, deshumanizado. Esta característica la retrató Veblen, quien señaló que:
“La concepción hedonista del hombre es aquella de una calculadora relampagueante de placeres y dolor, que oscila como un glóbulo homogéneo del deseo de felicidad, bajo el impulso de un estímulo que lo hace girar en toda el área, pero que lo deja intacto.” (Thorstein Veblen, The Theory of the Leisure Class: An Economic Study of Institutions, New York: Macmillan, 1899, p. 73).
En contraste, la escuela austriaca de economía, sustentada en lo que se conoce como subjetivismo (esto es, el significado subjetivo que el individuo le adscribe a sus acciones), considera que las elecciones que realiza el individuo van más allá de la posición neoclásica, en donde el individuo busca maximizar la utilidad y escoge a partir de la comparación de todas las opciones disponibles. Según el planeamiento subjetivista austriaco, es necesario ir más allá del simple cálculo neoclásico. Se trata no sólo de adoptar un conjunto de objetivos, sino también definir una serie de planes de acción que el individuo se propone llevar a cabo, de forma tal que se logre la mejor satisfacción de aquellos objetivos.
Me parece que la distinción más clara entre la visión austriaca de la economía como un proceso, en contraste con la visión neoclásica, radica en la trascendencia del subjetivismo en el campo de la elección económica. La creencia austriaca en el subjetivismo se refiere a algo más que una metodología económica, sino al estudio de la acción humana, propiamente. En lo particular, en lo económico, el inicio del análisis austriaco recae en el sentido subjetivo que los individuos le otorgan a sus acciones.
Describe Horwitz que,
“Este es el punto de vista subjetivista fundamental: las explicaciones científicas sociales deben empezar con los estados mentales subjetivos de los actores que están siendo estudiados. Esto requiere que los científicos sociales tomen seriamente los papeles del contexto y de la interpretación y que reconozcan que son las percepciones subjetivas de los actores las que impulsan sus acciones, no la realidad objetiva que puede subyacer a la situación. El subjetivismo afirma que no estaremos en capacidad de dar algún sentido a la acción humana, si intentamos describirla en términos que no hagan referencia a las percepciones y planes humanos. Los austriacos afirman que, sin referencias al significado, nuestro entendimiento del mundo social es de un carácter insatisfactorio y escaso.” (Steven Horwitz, Subjectivism, en Peter J. Boettke, ed., The Elgar Companion to Austrian Economics, Northampton, Mass.: Edward Elgar Publishing Co., 1994, p. p. 17-18).
La amplitud del enfoque subjetivista no está restringida a la introducción de esos factores subjetivos desde el lado de la demanda, tal como también lo hacen los neoclásicos, sino que la idea del costo de oportunidad permite que su aplicación se haga desde el lado de la producción. Esto faculta ir más allá de la visión de considerar los costos de producción únicamente como costos objetivos. El enfoque subjetivista al análisis económico moderno cubre no sólo las preferencias, sino también a los costos, así como como a expectativas, al tema del tiempo en la economía y a la percepción del conocimiento. Por ello, debe reiterarse la imposibilidad de que las matemáticas puedan capturar el comportamiento humano, dada la subjetividad generalizada que practican los agentes económicos en su toma de decisiones.
De acuerdo con los austriacos, el subjetivismo define su visión de la economía, al incorporarlo tanto en la percepción que los actores tienen de los bienes que adquieren; esto es, en la subjetividad del valor, sino también en la utilización que hacen del conocimiento. Este es el lado de la demanda. Pero también desde el lado de la oferta, pues los costos no son sino costos de oportunidad subjetivos. Se dice que son subjetivos porque el actor económico que encara un costo de oportunidad nunca puede saberlo objetivamente, porque, de hecho, al escoger una alternativa, dejó de lado otra que nunca escogió y que, por lo tanto, no puede haberla conocido.
En contraste con el neoclasicismo, en el análisis austriaco hay claramente un papel definido para el empresario. En este enfoque, los mercados son vistos como un proceso para la creación, la innovación, el descubrimiento y el uso que se hace del conocimiento, de acuerdo con los estados subjetivos de los individuos, tanto en el campo de la demanda como en el de la oferta.
Ese lugar claro para la función empresarial se deriva del hecho de que una característica innata del proceso de mercado son las pérdidas y las ganancias. Los intercambios, que son consustanciales a la actividad económica en un mercado, pueden no tener lugar por dos razones fundamentales. La primera, que se podría denominar de altos costos de información, porque quienes actúan en él disponen de toda la información acerca de las restricciones, alternativas y valores, y, por tanto, no hay razón para alterar la posición inicial de equilibrio. La segunda, porque puede ser que el intercambio no se lleve a cabo porque desconocen que hay una coincidencia mutua de intereses en el intercambio, en cuyo caso, sin saberlo, dejan de lado oportunidades de actuar, que habrían significado una posición mejor que la que tenían en la situación inicial de equilibrio. Sin que se tenga un conocimiento previo de este tipo de error (desconocimiento de posibilidad de mejorar de posición), para conocerlo será necesario que surja un acto que lo descubra. Ante dicho descubrimiento, los actores alterarán sus planes. A esto se le conoce como descubrimiento creativo. Descubrir inconsistencias de los planes con los datos subyacentes o bien conflictos entre los planes de algunos individuos con los de otros.
El empresario obtendrá ganancias al descubrir errores que puede capturar en su beneficio, en tanto que tendrá pérdidas cuando hay oportunidades de tener ganancias que no explota. Es decir, actúa en función de las pérdidas o de las ganancias.
Es importante exponer la definición del economista austriaco Sanford Ikeda, acerca de lo que constituye el proceso de mercado:
“… es un orden espontáneo sostenido por un marco institucional, en el cual predominan la propiedad privada y el libre intercambio, y que emana de los propósitos fundamentalmente independientes de actores individuales, que formulan planes a la luz de la ignorancia parcial y del cambio no anticipado.” (Sanford Ikeda, Market Process, en Peter J. Boettke, editor, The Elgar Companion to Austrian Economics, Northampton, Mass.: Edward Elgar Publishing Co., 1994, p. 24).
Como dentro de un orden de mercado es necesario promover que surjan comportamientos aceptables (o que aquel inaceptable sea desautorizado), surgen instituciones destinadas a lograrlo, tales como las leyes sobre la propiedad privada, la solución pacífica a los conflictos derivados del intercambio y una serie de costumbres y normas que estimulan el desarrollo de dicho orden, pero también suelen surgir instituciones que facilitan el comercio y que estimulan la coordinación de los planes individuales, tales como el dinero, las empresas de seguros y de banca, entidades crediticias, calificadoras de crédito y riesgo, entre otras. Como dice Ikeda, “De hecho, todas estas instituciones, vistas colectivamente, constituyen lo que comúnmente entendemos por el mercado’” (Sanford Ikeda, Market Process, en Peter J. Boettke, editor, Op. Cit., p. 24).
Al referirse a que se trata de un “proceso espontáneo”, es porque no ha sido objeto del diseño deliberado de alguien, que, en la mejor tradición liberal clásica, se expresa como que no surge de la intención de las acciones de aquellos involucrados o participantes, sino que resulta de consecuencias no previstas de actividades que planearon los individuos; esto es, se trata de un resultado no anticipado por los seres humanos, quienes actúan en función de sus planes individuales.
Ahora bien, al referirnos a que los actores actúan formulando planes a la luz de la ignorancia parcial, dado que no son omnisapientes, y del cambio no anticipado que puede presentarse en cualquier momento y en cualquier lugar, y que no formaba parte de alguna expectativa previa, nos permite recalar el papel crucial del empresario en el enfoque austriaco. Son las elecciones activas de los empresarios, resultantes tanto de decisiones tomadas en el pasado, como de las expectativas que tienen acerca de las decisiones futuras de los consumidores y de otros empresarios, las que guían el proceso de descubrimiento creativo que se da en un mercado competitivo.
No quiero terminar este comentario sin dejar de recordar que en el equilibrio del análisis neoclásico, no hay papel alguno para la participación activa del empresario que desequilibre esa situación finalmente lograda. Esta es lograda por un “robótico” subastador que lleva a cabo el proceso de arbitraje que finalmente se traduce en un equilibrio general de los precios. Pero no hay una explicación de cómo los precios se convierten en un fenómeno de desequilibrio, que, precisamente mediante la información que brindan, impulsa el proceso de descubrimiento que caracteriza a la empresariedad. El análisis austriaco sí nos permite explicar cómo es que se forman los precios, que son las guías que sirven para transmitir la información necesaria para quienes la requieren. Esta explicación de su formulación está más allá de lo que puede describir un equilibrio estático propio del análisis neoclásico. En esa formación de los precios explicada por el enfoque austriaco, el papel desempeñado por los empresarios es esencial. En tanto que la búsqueda de información puede resultar ser sumamente onerosa, el estado de alerta acerca de oportunidades que caracteriza al empresario no requiere del uso de recursos; esto es, no tiene costos porque no demanda tierra, trabajo o capital. Antes de que el empresario tome acción alguna, requiere que note la presencia de una oportunidad; es decir, el estado de alerta precede cualquier acción.
Concluyo este comentario con algo similar al expuesto en el anterior, transcribiendo el excelente resumen que hace el economista austriaco Sanford Ikeda, de las características del proceso de mercado:
“1. Los planes de por lo menos algunos de los actores están en conflicto y son inconsistentes con los datos subyacentes, aun cuando la coordinación parcial preserva un cierto grado de coherencia en el mercado.
2. La acción “tiene algún propósito”, en el sentido de que los actores buscan mejorar el estado que ellos perciben del mundo, aun cuando tienen conocimiento de menos que todos los medios disponibles para lograr tal cosa.
3. Siendo incompleto su conocimiento de los datos relevantes, los actores experimentan el error, el cambio impredecible, el arrepentimiento y la sorpresa.
4. Son esenciales la persistencia y la repetición de pérdidas y ganancias económicas.
5. Existen precios que no son de equilibrio, reflejando la descoordinación, pero señalan oportunidades para que haya ajustes beneficiosos a los planes.
6. La presencia del error causa una asignación de recursos ineficiente, que el proceso de mercado tiende a corregir.” (Sanford Ikeda, Subjectivism, en Peter J. Boettke, ed., The Elgar Companion to Austrian Economics, Northampton, Mass.: Edward Elgar Publishing Co., 1994, p. p. 28-29).
Jorge Corrales Quesada