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lunes, 24 de junio de 2013

Tema polémico: la distopía hecha realidad

A finales de 1948, George Orwell escribió una extraordinaria novela titulada "1984", una distopía futurista que advertía sobre los alcances del totalitarismo en una sociedad. Allí, temerosos por las revueltas y peligros, los ciudadanos permitieron que el Gran Hermano se hiciera con el poder y, prometiéndoles seguridad, acabó con su libertad. El Gran Hermano vigilaba noche y día cada espacio, cada milímetro y cada acción. Era un control absoluto sobre todos los ciudadanos, impidiéndoles resistir, discrepar y hasta pensar. Se transformaba incluso el lenguaje para vaciar de contenido el significado de las palabras y adecuárlas a los caprichos de quien detentaba el poder.

Esa novela, considerada por muchos como ficción en aquel entonces, se convirtió en realidad poco después. Los pueblos regidos por el comunismo soviético la experimentaron, con un saldo de muchísima sangre, miseria y dolor. Pero no han sido los únicos: los estadounidenses lo han vivido en carne propia especialmente después del 11 de septiembre de 2001 cuando el Patriot Act autorizó al Gobierno a pisotear todas las libertades individuales con la excusa de la protección del terrorismo.

Millones de dólares gastados y cientos de individuos cuyos derechos han sido aplastados han sido la consecuencia de una paranoia militarizada para luchar contra una amenaza (¿?) que ni está claramente identificad y muy lejos de ser controlada. Para muestra un botón con la reciente trágica muerte de varias personas en los atentados de Boston, donde un par de jóvenes con bombas hechizas (clavos dentro de ollas) lograron aterrorizar a toda una nación. 

A raíz de toda la guerra contra el terrorismo, el Gobierno de los Estados Unidos ha montado su propio 1984, interviniendo comunicaciones, arrestando sospechosos e, inclusive, espiando a la ciudadanía. Por eso, recientemente cuando un subcontratista de la CIA, Edward Snowden, reveló el programa de espionaje que se ha desarrollado a través de la NSA que va más allá de las competencias constitucionales, accesando comunicaciones y datos privados en redes telefónicas e informáticas. También se supo que el Presidente Obama estaba involucrado en un escándalo por intervención de comunicaciones de los periodistas de la agencia AP y por persecución de grupos conservadores a través del IRS para amedrentarlos y controlarlos. 

Hoy día, nadie está seguro. Ni siquiera nosotros los costarricenses, quienes nos vanagloriamos de una democracia centenaria. Desde hace años, la DIS ha venido funcionando como una policía política, obteniendo información para que luego, la maquinaria del poder, especialmente del PLN, la utilice contra los demás partidos. También Hacienda se ha prestado, investigando a personas físicas y jurídicas para utilizar esa información como mecanismo de amenaza y control. 

Estos ejemplos ponen en evidencia, hoy más que nunca, la frase de Benjamin Franklin: "aquellos que pueden dejar la libertad esencial por obtener un poco de seguridad temporal, no merecen ni obtienen libertad ni seguridad". Hemos permitido que los Gobiernos, con la excusa de nuestra protección, conviertan el paraíso que prometieron en un infierno, donde estamos sometidos al capricho de quienes tienen el poder.Las esferas público-privado de las que hablaba Norberto Bobbio se han difuminado para dar paso a una manía donde el Estado policía quiere controlar, regular, saber e intervenir sobre todas las acciones humanas. Y lo hemos permitido porque, muchos, en lugar de oponerse a esta intromisión en su privacidad, piden a gritos que el poder estatal irrumpa en sus vidas y los releve de la ardua tarea de pensar, trabajar, crear y manejar sus vidas.

El Estado, que prometía un sueño donde todos serían prósperos sin tener que esforzarse, que auguraba que la felicidad estaba al alcance de una petición, ha sacado a relucir su verdadero rostro: el de la distopía tiránica hecha realidad cual maquinaria engrasada para acabar con nuestra libertad... excepto que nosotros lo evitemos 

Necesitamos más héroes como Snowden que se atrevan a denunciar los abusos del Gobierno. Más héroes que se opongan a su intervención, que adviertan sobre los peligros de esta para la libertad, que divulguen las ideas de la libertad como medicina contra el estatismo. ¡Atrévase a ser uno de ellos y no a convertirse en un siervo menguado!

viernes, 30 de noviembre de 2007

El antiamericanismo de los estadounidenses


Es muy fácil odiar al pueblo y al gobierno estadounidenses. Todo lo que hay que hacer es tomar en serio la opinión sobre su conducta criminal descrita por algunos de sus catedráticos universitarios. Es la mejor fuente de antiamericanismo que se conoce. Transcribo un párrafo del libro Ecuador and the United States escrito por el historiador Ronn Pineo, profesor de Towson University, publicado recientemente por The University of Georgia Press:

En el período de postguerra [...] Estados Unidos alcanzó sus objetivos en Ecuador: la prohibición de los partidos políticos progresistas; la persecución de los sindicatos izquierdistas; el despido, encarcelamiento, apaleamiento, exilio y asesinato de intelectuales librepensadores (independent-minded), profesores y reporteros de periódicos; y el debilitamiento de los gobiernos que no le gustaban. Debido a estas acciones, Estados Unidos contribuyó significativamente a la inestabilidad política y debilitó el objetivo de construir la democracia en Ecuador.

Menudos objetivos. O sea, durante medio siglo, inmersos en la guerra fría, el pueblo americano, por medio de los presidentes elegidos, demócratas y republicanos, utilizando a la CIA, controlada por los congresistas y senadores, se comportaba como una mafia siniestra dedicada a atropellar cruelmente a los ecuatorianos. Supongo que cuando el señor Pineo hace estas afirmaciones no ignora que en una república que funciona de acuerdo con las normas de una democracia representativa, el responsable final de estas acciones criminales es la sociedad de asesinos y matones a la que él pertenece y describe.

¿Qué fuente utiliza el profesor Pineo para llegar a esas conclusiones tan negativas sobre su país y sus compatriotas? Fundamentalmente, el testimonio de Philip Agee, un ex agente de la CIA que se pasó al enemigo en la década de los sesenta, convirtiéndose en colaborador de la inteligencia cubana y soviética, dedicado a la identificación de sus antiguos compañeros, lo que le costó la vida a alguno de ellos. Agee, ya muy envejecido, continúa en Cuba al frente de una empresa consagrada a promover el turismo, pero periódicamente la dictadura de Castro lo utiliza para desacreditar a Estados Unidos.

Naturalmente, el profesor Pineo tiene otros enemigos, además del comportamiento de sus conciudadanos. Como muchos de los latinoamericanistas asentados en las universidades de Estados Unidos, el anticomunismo le parece una actitud injustificable. (No sé, porque no lo aclara, si ser antinazi o antifascista le suscita el mismo rechazo.) Su libro transpira esa insensibilidad ante el sufrimiento de las víctimas del comunismo. No importan el horror de esas dictaduras, sus cien millones de muertos, sus gulags implacables, la miseria y la desesperación de las personas que han tenido que sufrir la barbarie de las tiranías marxistas leninistas. Estados Unidos, en definitiva, no debió enfrentarse a la URSS y a sus satélites. Los norteamericanos exageraban los peligros de la expansión soviética y confundían los verdaderos objetivos de Moscú, comprensiblemente defensivos.

Las otras bestias pardas del historiador son el llamado neoliberalismo y el libre comercio internacional. Las privatizaciones de las empresas estatales —una tremenda fuente de corrupción, clientelismo y derroche—, la reducción del gasto público, unida a un aumento en la inversión en salud y educación, la lucha contra la inflación, el equilibrio presupuestario, los tratados de libre comercio, el fin de los controles de precios y la liberalización de los mercados, como recomiendan el Consenso de Washington, el FMI y el BM, le parecen responsables de un incremento de la miseria general. Es decir, las medidas que han convertido a Chile en la economía más pujante de América Latina, y que le han permitido reducir los índices de pobreza del 42 al 13% durante la etapa democrática (las mismas que receta la Unión Europea a los ex satélites de la URSS para entrar en el organismo), son responsables del desbarajuste ecuatoriano.

En definitiva, los norteamericanos son culpables de casi todo lo malo que sucede en América Latina. Cuando ignoran lo que ocurre al sur del Río Grande, es debido a esa negligente indiferencia que estos pobres pueblos no consiguen desarrollarse ni democratizarse. Cuando tratan de influir en su destino, con planes como la ''Alianza para el Progreso'' (más de veinte mil millones de dólares inútilmente perdidos), lo hacen torpe y arrogantemente en función de su paranoia anticomunista, y entonces se dedican al asesinato de librepensadores, impidiendo el arraigo de las ideas de la libertad.

No me extraña, pues, que en la bibliografía que cita al final de la obra no aparezca la menor referencia a Las costumbres de los ecuatorianos, un extraordinario estudio de Osvaldo Hurtado, ex presidente y director de CORDES, uno de los think tanks más prestigiosos del país. Si lo leyera, tal vez entendería mejor las raíces culturales e históricas de los problemas ecuatorianos, y acaso se atenuaría su profunda animadversión a la sociedad norteamericana. No creo que lo haga.

Por Carlos Alberto Montaner