A finales de 1948, George Orwell escribió una extraordinaria novela titulada "1984", una distopía futurista que advertía sobre los alcances del totalitarismo en una sociedad. Allí, temerosos por las revueltas y peligros, los ciudadanos permitieron que el Gran Hermano se hiciera con el poder y, prometiéndoles seguridad, acabó con su libertad. El Gran Hermano vigilaba noche y día cada espacio, cada milímetro y cada acción. Era un control absoluto sobre todos los ciudadanos, impidiéndoles resistir, discrepar y hasta pensar. Se transformaba incluso el lenguaje para vaciar de contenido el significado de las palabras y adecuárlas a los caprichos de quien detentaba el poder.
Esa novela, considerada por muchos como ficción en aquel entonces, se convirtió en realidad poco después. Los pueblos regidos por el comunismo soviético la experimentaron, con un saldo de muchísima sangre, miseria y dolor. Pero no han sido los únicos: los estadounidenses lo han vivido en carne propia especialmente después del 11 de septiembre de 2001 cuando el Patriot Act autorizó al Gobierno a pisotear todas las libertades individuales con la excusa de la protección del terrorismo.
Millones de dólares gastados y cientos de individuos cuyos derechos han sido aplastados han sido la consecuencia de una paranoia militarizada para luchar contra una amenaza (¿?) que ni está claramente identificad y muy lejos de ser controlada. Para muestra un botón con la reciente trágica muerte de varias personas en los atentados de Boston, donde un par de jóvenes con bombas hechizas (clavos dentro de ollas) lograron aterrorizar a toda una nación.
A raíz de toda la guerra contra el terrorismo, el Gobierno de los Estados Unidos ha montado su propio 1984, interviniendo comunicaciones, arrestando sospechosos e, inclusive, espiando a la ciudadanía. Por eso, recientemente cuando un subcontratista de la CIA, Edward Snowden, reveló el programa de espionaje que se ha desarrollado a través de la NSA que va más allá de las competencias constitucionales, accesando comunicaciones y datos privados en redes telefónicas e informáticas. También se supo que el Presidente Obama estaba involucrado en un escándalo por intervención de comunicaciones de los periodistas de la agencia AP y por persecución de grupos conservadores a través del IRS para amedrentarlos y controlarlos.
Hoy día, nadie está seguro. Ni siquiera nosotros los costarricenses, quienes nos vanagloriamos de una democracia centenaria. Desde hace años, la DIS ha venido funcionando como una policía política, obteniendo información para que luego, la maquinaria del poder, especialmente del PLN, la utilice contra los demás partidos. También Hacienda se ha prestado, investigando a personas físicas y jurídicas para utilizar esa información como mecanismo de amenaza y control.
Estos ejemplos ponen en evidencia, hoy más que nunca, la frase de Benjamin Franklin: "aquellos que pueden dejar la libertad esencial por obtener un poco de seguridad temporal, no merecen ni obtienen libertad ni seguridad". Hemos permitido que los Gobiernos, con la excusa de nuestra protección, conviertan el paraíso que prometieron en un infierno, donde estamos sometidos al capricho de quienes tienen el poder.Las esferas público-privado de las que hablaba Norberto Bobbio se han difuminado para dar paso a una manía donde el Estado policía quiere controlar, regular, saber e intervenir sobre todas las acciones humanas. Y lo hemos permitido porque, muchos, en lugar de oponerse a esta intromisión en su privacidad, piden a gritos que el poder estatal irrumpa en sus vidas y los releve de la ardua tarea de pensar, trabajar, crear y manejar sus vidas.
El Estado, que prometía un sueño donde todos serían prósperos sin tener que esforzarse, que auguraba que la felicidad estaba al alcance de una petición, ha sacado a relucir su verdadero rostro: el de la distopía tiránica hecha realidad cual maquinaria engrasada para acabar con nuestra libertad... excepto que nosotros lo evitemos
Necesitamos más héroes como Snowden que se atrevan a denunciar los abusos del Gobierno. Más héroes que se opongan a su intervención, que adviertan sobre los peligros de esta para la libertad, que divulguen las ideas de la libertad como medicina contra el estatismo. ¡Atrévase a ser uno de ellos y no a convertirse en un siervo menguado!