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martes, 28 de junio de 2011

La columna de Carlos Federico Smith: impuestos y lucha contra el narcotráfico


Poco después de que el Subsecretario de Estado de los Estados Unidos, Arturo Valenzuela expresó que la recaudación fiscal en los países del área centroamericana era demasiado baja y que Estados Unidos no estaba dispuesto a aumentar los desembolsos que efectúa para los programas de seguridad en Centroamérica, principalmente dirigidos al combate contra el narcotráfico, la propia Secretaria de Estado de los Estados Unidos, Hillary Clinton, propuso que los empresarios y las clases acomodadas de la región pagaran “su parte de los impuestos” para financiar la seguridad, específicamente, para la lucha contra el crimen organizado, que sabemos se refiere fundamentalmente a la lucha contra el narcotráfico.

Debemos irnos concientizando que muy difícilmente se podrá tener éxito en la lucha contra el narcotráfico, tal como lo muestran los resultados habidos hasta el momento, en tanto los Estados Unidos (entre otros países desarrollados) continúen siendo el principal consumidor y su mercado sea “ilegal”, provocando que haya enormes, pero enormísimas, ganancias a los carteles de la droga que están dispuestos a incurrir en los costos que sean necesarios, con tal de poder operar en ese hoy tan lucrativo mercado.

Muy posiblemente la difícil situación fiscal de los Estados Unidos y los pocos prospectos que hay “de ganar esa lucha”, hayan hecho que esas autoridades quieran ahora que los centroamericanos también compartan los enormes costos de ese programa de combate al narcotráfico proveniente del sur de aquella nación. No quiero ser dramático y alegar que, además de poner los muertos, como ahora sucede en México, también quieran que nuestros ciudadanos paguen su decisión de ilegalizar el consumo de drogas en los Estados Unidos, causa fundamental de las enormes ganancias del narcotráfico. Prefiero no proceder en esta línea para mi comentario y, más bien, en esta ocasión me referiré a la pretensión de que seamos los ciudadanos de Centroamérica quienes paguemos más impuestos en nuestros países, para coadyuvar a resolver las necesidades que tiene el gobierno de los Estados Unidos de solucionar sus problemas internos de consumo de drogas.

Esta nueva intención que se nos quiere imponer -albarda sobre aparejo- además de la que está en proceso en el país de parte de su Gobierno para aumentar los impuestos sobre la ciudadanía, especialmente en momentos en que la actividad económica nacional no es nada boyante, resulta inaceptable.

Llama la atención lo que dijo el señor Valenzuela, refrendado luego por la señora Clinton, de que los empresarios y los ricos centroamericanos deberían pagar más impuestos, pues su carga tributaria, en palabras del señor Valenzuela, era demasiado baja.

Me atrevo a afirmar que, cuando dijo eso, posiblemente sí tenía en mente los enormes problemas fiscales de su país, ante lo cual pretende ahora tener acceso a una nueva base tributaria –Centroamérica- que le permita financiar los objetivos de su Estado nacional, pero posiblemente no tuvo en mente que, al menos en Costa Rica, muchas empresas de su país se ubican en zonas francas en las cuales, y en contraste con el resto de las empresas ubicadas fuera de ellas -empresas tanto propiedad de nacionales como de extranjeros- no tienen que pagar el elevado impuesto sobre sus utilidades, que sí deben pagar rigurosamente las ubicadas fuera de la zonas francas.

El angurriento Estado costarricense, al exonerar del impuesto sobre la renta a las empresas de zonas francas, a perpetuidad por el momento, se le hace necesario y relativamente fácil redirigir sus ímpetus tributarios gravando aún más al resto de los costarricenses, mediante las más diversas formas imaginables. Esos recursos así obtenidos, incluso los puede emplear en sus propósitos de gasto que muchas veces incluyen el suministro de servicios y recursos demandados -afortunadamente- por las empresas que se ubican en las zonas francas. El señor Valenzuela posiblemente sabe que esas empresas exentas ubicadas en zonas francas contribuyen a que él pueda afirmar que hay países de la región en los cuales la carga tributaria es demasiado baja, pero también no dudo que tiene presente que esas mismas empresas estadounidenses ubicadas en nuestras zonas francas, sí pagan los elevados impuestos que sobre las utilidades de las empresas se cobran en los Estados Unidos, una vez que repatrían sus ganancias hacia aquella nación.

Una solución financiera parecía haber surgido en el seno de la Conferencia Internacional de Apoyo a la Estrategia de Seguridad de Centroamérica, en donde participaron diversos presidentes del área, quienes, como buenos políticos que son, rápidamente aprobaron aumentar los impuestos, pero algo les iluminó de pronto, como para que algunos afirmaran que veían poco viable el aumento de tributos allí propuesto. La solución no se hizo esperar: El Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, creo que además de otros entes similares, estuvieron dispuestos a abrir líneas de crédito multimillonarias para que los países de Centroamérica las utilizaran en la financiación de esa lucha contra el narcotráfico y el crimen organizado. Claro que, al fin de cuentas, alguien tendrá que pagar esos préstamos –principal e intereses- y sabemos que recaerá en parte alícuota sobre los futuros paganinis costarricenses. Tendremos que pagar los préstamos que se usarán en resolver los problemas derivados de una lucha que el gobierno de los Estados Unidos parece tener perdida, dadas su políticas internas sobre los mercados de drogas.

Jorge Corrales Quesada

jueves, 27 de diciembre de 2007

La centroamericanización


En relación con la primera Ronda de Negociaciones del Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (UE), la doctora Lisbeth Quesada, defensora de los Habitantes, indicaba que …es indispensable que la información fluya para todos […] para que luego los negociadores no salgan con temas que debieron haberse conversado. Pero también es importante que la sociedad civil no salga luego con temas que debieron haberse conversado.

Una de las críticas durante el pasado referendo decía que la aprobación del TLC con Estados Unidos significaría la centroamericanización de Costa Rica, lo cual acabaría con nuestro ejemplar modelo socioeconómico, y que, por lo tanto, debíamos suscribir un TLC específico entre Costa Rica y EE. UU.

Buscar semejanzas. Es un hecho que la creación de un bloque comercial con la mayor potencia mundial, donde una parte era EE. UU. y la otra era Centroamérica como un bloque, nos obligaba a buscar las semejanzas más que las diferencias con nuestros vecinos, para llegar a conformar el documento que luego se conoció como el CAFTA, y que aprobó el pueblo el 7 de octubre pasado. Extrañamente, no pensaron los detractores del CAFTA que más bien nos estadounidizaríamos , con lo cual seríamos candidatos a futuras potencias mundiales. En todo caso, alcanzar acuerdos no es lo mismo que centroamericanizarse.

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Siguiendo su propia experiencia de integración, que se remonta al Benelux, zona de libre comercio creada por Bélgica, Holanda y Luxemburgo en 1944, y que sigue en continuo ascenso hasta alcanzar su más elevado nivel de integración en el año 2002, con la creación de la zona Euro en virtud del Euro, la moneda común para 12 países, la UE está pidiendo para Centroamérica como requisito previo al Acuerdo lo que a sus ojos es básico, porque ya desde hace décadas lo implementan: la unión aduanera.

Unión aduanera. Aunque el Acuerdo de Asociación con la UE no significa la integración política de Centroamérica, la unión aduanera representaría un grado formal de centroamericanización que no existe con el CAFTA, ya que implica uniformar leyes y procedimientos. Si no, veamos la aprobación de las leyes paralelas al CAFTA actualmente en la Asamblea Legislativa: los diputados no les están preguntando a los demás centroamericanos cómo procedieron ellos con las suyas.

¿Vamos a seguir oyendo la misma cantaleta a los acordes de la soberbia, de que la participación de Costa Rica en el Acuerdo de Asociación con la UE va a centroamericanizarnos , y que en su lugar debemos proponer uno específico para nosotros, perdiendo la oportunidad de vender nuestros productos libres de aranceles y otras barreras no arancelarias, con todos los derechos que nos confiere la ley, en el gigantesco mercado de 27 países con 500 millones de consumidores de la UE, amén del fortalecimiento en diálogo político y la cooperación internacional que recibiríamos? La UE ha dejado muy claro que negociará con una región, no con países específicos.

Ahora es cuando. Este es el momento para que hablen los adversarios de la centroamericanización, pero justificando, con razones claras y convincentes, lo nefasto para Costa Rica de la conformación de bloques regionales con nuestros hermanos centroamericanos.

Sería interesante y hasta constructivo ver a los europeos haciendo ingentes esfuerzos para tratar de entender por qué Costa Rica, con su avance social y económico que debería compartir con sus vecinos inmediatos, en razón de su paz mundialmente reconocida, considera que más bien esas son las razones que la autorizan a hablar de tú a tú con ellos, menospreciando al resto de Centroamérica.

No solo ha sido largo el camino recorrido por la UE para llegar hasta donde está, sino tortuoso, marcado principalmente por dos guerras mundiales cuyos recuerdos aún persisten. Con ese bagaje histórico, sería insensato y hasta desconsiderado debatir con los europeos pequeñeces como los peligros de la centroamericanización.

Por Mario Carvajal

martes, 7 de agosto de 2007

En Guardia


Todo parece indicar que a Centroamérica le llegó su hora. Costa Rica no debe quedarse atrás.

Las economías marchan bien, hay estabilidad política, y es el mejor momento para profundizar las reformas y combatir la pobreza. Así se expresan, al menos, dos fuentes de lectura obligatoria:Centro América apunta a un crecimiento más fuerte (IMF Survey Magazine, verificable enhttp//imf.org ) y el editorial deLa Nación de ayer, tituladoLogros y retos económicos . Léanlos (tienen carnita).

El crecimiento en los últimos 3 años ha sido dinámico (5,2%), influido por la buena coyuntura internacional y el dinamismo de las exportaciones. En el 2007, el PIB crecerá un 5,8%, liderado por Panamá (8,5%), República Dominicana (8%) y Costa Rica (6%). La inflación promedio bajó a un 6% anual (sin el liderazgo de Costa Rica), a pesar del alza del petróleo. Pero la pobreza sigue elevada (48%), superior al promedio de Latinoamérica (39%). ¿Qué sugieren para combatirla?

Primero, consolidar el crecimiento, como los países asiáticos. Para ello, debe subir la inversión (financiada con ahorro interno y externo) y mejorar la productividad en todos los sectores, incluyendo el laboral (ojo, sindicatos). Y eso exige reformas importantes, incluyendo liberar mercados y fortalecer las instituciones: calidad y efectividad del Estado; cero tolerancia a la corrupción; gobernabilidad (ojo, PAC); desregular, acelerar y simplificar trámites sin sacrificar el interés público (ojo, Setena y municipalidades); rendir cuentas (ojo, Banco Central) y crear un ambiente propicio para la inversión.

También piden disminuir la deuda pública como porcentaje del PIB (en Costa Rica sigue siendo alta, pero el Gobierno no la desea reducir) y fortalecer el régimen de pensiones para evitar que el envejecimiento de la población (más pensionados; menos nuevos contribuyentes) desfinancie los fondos disponibles. Piden aumentar la carga tributaria para sostener las finanzas públicas (que se podría lograr, en mi opinión, eliminando exenciones y ampliando las bases), y reprenden a los bancos centrales por confundir sus objetivos básicos. En vez de concentrarse en estabilizar precios, intervienen en los mercados cambiarios y mantienen inflaciones mayores que las de sus socios comerciales desarrollados, con lo que minan su propia credibilidad. Esas reflexiones me impactaron. Antes, creía en dar a los bancos centrales oportunidad de fortalecer sus monedas y generar estabilidad. Pero, después de ver la manipulación monetaria y cambiaria (con la únicas excepciones de El Salvador y Panamá), pienso que, quizás, todos estaríamos mejor servidos con una moneda común, ligada al dólar o euro.

Por Jorge Guardia
Tomado de la Nación