jueves, 29 de agosto de 2024

GIORDANO BRUNO. Donde ardió la hoguera. Tercera y última Parte

 GIORDANO BRUNO. Donde ardió la hoguera. Tercera y última Parte.

Giordano Bruno. Retrato “moderno” basado en una ilustración de una obra de 1578

Giordano Bruno, nacido Filippo Bruno, en Nola; enero o febrero de 1548 y fallecido en Roma, el 17 de febrero de 1600. 

Astrónomo, Filósofo, Teólogo, Matemático y Poeta. 

Sus teorías cosmológicas superaron el modelo copernicano, pues propuso que el Sol era simplemente una estrella y que el universo debía contener un infinito número de mundos habitados por animales y seres inteligentes. 

Miembro de la Orden de los Dominicos, propuso en el campo teológico una forma particular de panteísmo, lo cual difería considerablemente de la visión cosmológica sostenida por las distintas confesiones cristianas.

Además de estos razonamientos, sus afirmaciones teológicas fueron otra de las causas de su condena, que lo llevaron a ser ejecutado por las autoridades civiles de Roma después de que la Inquisición romana lo declarara culpable de herejía, razón por la cual fue quemado vivo. Tras su muerte, su nombre ganó fama considerable, particularmente en el siglo XIX y principios del XX.

Su lugar de nacimiento, Nola, a unos veinte kilómetros de Nápoles, estaba entonces bajo dominio español. Sus padres fueron Giovanni Bruno, hombre de armas en el ejército español, y Fraulissa Savolino y fue bautizado con el nombre de Filippo.

Empezó estudiando en Nola, pero en 1562 se trasladó a Nápoles, donde recibió lecciones de Giovanni Vincenzo de Colle en el Studium Generale y de Téofilo da Vairano en el Monasterio Agustino de la ciudad. 

En junio de 1565 ingresó en la Orden de los Dominicos, en el Monasterio de Santo Domingo Mayor de Nápoles, donde se dedicó al estudio de la Filosofía Aristotélica y a la Teología de Santo Tomás (Tomismo). Este mismo año cambió su nombre de pila por el de Giordano.

En 1571 compareció ante el papa Pío V para exponer su sistema nemotécnico, dedicando al Papa su obra Sobre el Arca de Noé. En 1572 fue ordenado sacerdote y en 1575 recibió el título de Doctor en Teología.

Sus problemas empezaron durante su adoctrinamiento. Fue procesado por rechazar tener imágenes de santos en su celda y aceptar solo el Crucifijo. Más tarde se le abrió un nuevo proceso por recomendar a otro novicio que dejase un libro sobre la Vida de la Virgen y se dedicase a leer otras obras más importantes. También se le acusó de defender la herejía arriana. En marzo de 1576 huyó del convento, sin esperar a que terminase la causa contra él.

Se trasladó a Roma, donde estuvo alojado en el convento de Santa María sobre Minerva. Sus opiniones suscitaron un escándalo, y se formularon 130 artículos de acusación contra él. Por temor a la Inquisición, a los veintiocho años abandonó la «prisión angosta y negra del convento», y huyó de Roma en 1576, comenzando una vida errante y aventurera. Desde entonces pudo decir, con razón: «toda la tierra es patria para un filósofo».

Viajó por el norte de Italia: Génova, Savona, Turín, Venecia y Padua, enseñando Gramática y Cosmogonía a los niños, para ganarse la vida. Al mismo tiempo, estudió intensamente las obras de Nicolás de Cusa y de Bernardino Telesio y adoptó el sistema de Nicolás Copérnico, lo que le valió ser combatido, tanto por los católicos como por los protestantes. Expresó en escritos y conferencias sus ideas científicas acerca de la pluralidad de los mundos y sistemas solares, el Heliocentrismo, la infinitud del espacio,  el universo y el movimiento de los astros.

Se trasladó luego a otras regiones: Bérgamo, Milán. Pasó a Francia, alojado durante el invierno de 1578 en el convento de los Dominicos de Chambéry. Se le desaconsejó viajar a Lyon debido al recrudecimiento de los conflictos de religión en aquella zona, por lo que se dirigió a Ginebra donde fue recibido en 1579 por el marqués de Vico, un calvinista de origen napolitano a quien manifestó su deseo de «vivir en libertad». Allí abandonó definitivamente los hábitos religiosos y se inscribió en la Universidad de Ginebra. Poco después publicó un ataque contra Antoine de La Faye, un célebre profesor calvinista, en el que exponía veinte errores cometidos por el profesor en una de sus lecciones. Por ese motivo fue arrestado y abandonó Ginebra tan pronto como pudo. 

Volvió a Francia donde, tras pasar un mes infructuoso en Lyon, se doctoró en Teología en la Universidad de Toulouse y enseñó durante dos años (1580-1581) en esta ciudad. Escribió la Clavis magna (lulista) y explicó el tratado De Anima, de Aristóteles. Después de varios tropiezos, debidos a la guerra religiosa, fue aceptado por Enrique III —a quien fascinó la prodigiosa memoria de Bruno— como profesor de la Universidad de París en 1581.

En esa etapa de su vida publicó sus obras: Las sombras de las ideas -un tratado de memoria artificial dedicado al monarca francés, y donde plasmó, por primera vez, su adhesión a la cosmología copernicana-, El canto de Circe y la comedia en lengua italiana Candelaio (Candelero).

En 1583 viajó a Inglaterra, tras ser nombrado Secretario del Embajador francés Michel de Castelnau. Allí se convirtió en asiduo concurrente a las reuniones del poeta Philip Sidney y enseñó en la Universidad de Oxford la nueva Cosmología Copernicana, atacando las ideas tradicionales. 

Después de varias discusiones, abandonó Oxford. 

Sus escritos más importantes son: La cena de las cenizas, Del universo infinito y los mundos, y Sobre la causa, el principio y el uno (escritas en 1584). En 1585 escribió Los furores heroicos, donde, en un estilo de diálogo platónico, describía el camino hacia Dios a través de la sabiduría.

Ese mismo año volvió a París con el Embajador, para luego dirigirse a Marburgo, donde dio a la prensa las obras escritas en Londres. En Marburgo retó a los seguidores del aristotelismo a un debate público en el Colegio de Cambrai, donde fue ridiculizado, atacado físicamente y expulsado del país.

Durante los siguientes cinco años vivió en diversos países protestantes, donde escribió muchos trabajos en Latín sobre Cosmología, Física, Magia y el Arte de la Memoria; fue uno de los grandes representantes de la tradición hermética. Llegó a demostrar, aunque por métodos falaces, que el Sol es más grande que la Tierra. En 1586 expuso sus ideas en la Sorbona y en el Colegio de Cambrai, y enseñó Filosofía en la Universidad de Wittenberg. 

En 1588 viajó a Praga, donde escribió artículos dedicados al Embajador de España, Guillem de Santcliment, y al emperador Rodolfo II.

Pasó a servir brevemente como profesor de Matemáticas en la Universidad de Helmstedt, pero tuvo que huir otra vez cuando fue excomulgado por los luteranos. Todavía en Helmstedt pudo culminar sus poemas, De triplici minimo et mensura, De monade, numero et figura, y De immenso, innumerabilibus et infigurabilibus. 

En 1590 se dirigió al Convento de los Carmelitas en Francfort, ciudad en la que ganó fama de «hombre universal» y donde dio a la imprenta los poemas latinos mencionados, y después fue a Zúrich.

A instancias de Giovanni Mocenigo, noble veneciano, volvió a Italia. Mocenigo se convirtió en su protector, para impartir cátedra particular, fijando su residencia en Venecia.

El 21 de mayo de 1592, Mocenigo, «no satisfecho de la enseñanza y molestado por los discursos heréticos de su huésped», lo denunció a la Inquisición veneciana, que lo encarceló el 23 de mayo de 1592, pero fue reclamado por Roma el 12 de septiembre. 

El 27 de enero de 1593 se ordenó su encierro en el Palacio del Santo Oficio, en el Vaticano. Estuvo en la cárcel entre siete y ocho años mientras se disponía el juiciobajo el tribunal de Venecia—, en el que se le adjudicaban cargos por blasfemia, herejía e inmoralidad; así como por sus enseñanzas sobre los múltiples sistemas solares y sobre la infinitud del universo. Durante la ocupación napoleónica se perdieron la mayoría de los folios de ese juicio.

El proceso fue dirigido por el cardenal Roberto Belarmino, canonizado en 1930 por la Iglesia Católica, quien años después, en 1616, llevaría un proceso similar contra Galileo Galilei. Giovanni Mocenigo fue acusado de herejía al descubrirse que intentaba dominar las mentes ajenas, cosa que Bruno se negó a enseñarle. Nunca fue apresado ni existió proceso en su contra.

En 1599 se expusieron los cargos en contra de Bruno, recopilados por el propio Belarmino y el dominico Alberto Tragagliolo -Comisario General del Santo Oficio-. Las múltiples ofertas de retractación fueron desestimadas. 

Finalmente, sin que se tenga conocimiento del motivo, Giordano Bruno decidió reafirmarse en sus ideas y, el 20 de enero de 1600, el papa Clemente VIII ordenó que fuera llevado ante las autoridades seculares. Las alegaciones finales por escrito de Bruno, dirigidas al pontífice, «fueron abiertas pero no leídas».

Luigi Firpo lista estos cargos que fueron puestos contra Bruno por la Inquisición:

-Tener opiniones en contra de la fe católica y hablar en contra de ella y sus ministros.

-Tener opiniones contrarias a la fe católica sobre la Trinidad, la Dvinidad de Cristo y la Encarnación.

-Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación con Jesús como Cristo.

-Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación con la virginidad de María, la madre de Jesús.

-Tener opiniones contrarias a la fe católica en relación con la Transubstanciación y la Misa.

-Decir que existen múltiples mundos.

-Tener opiniones favorables de la transmigración del espíritu en otros seres humanos después de la muerte.

-Brujería.

La Inquisición lo acusó inicialmente por sus ideas antidogmáticas, que ya le habían costado el hábito dominico. Como antitrinitario, rechazó la Virginidad de María y la Transubstanciación. Sus reflexiones sobre cuestiones de cosmología y su atracción por la magia dieron gradualmente lugar a una impresionante lista de acusaciones. Al final, impugnaron el conjunto de su pensamiento. 

En febrero de 1593, Bruno fue encarcelado en las prisiones del Santo Oficio. El juicio se prolongó durante otros dos años, antes de tomar la decisión de realizar un estudio en profundidad de sus obras, que fueron censuradas y posteriormente quemadas en la Plaza de San Pedro. 

Desde su celda, Bruno terminó de escribir una declaración para su defensa, y presentó su alegato final el 20 de diciembre de 1594 ante el Santo Oficio. El juicio fue interrumpido durante seis meses, tiempo durante el cual Bruno continuó defendiendo activamente su teoría de los infinitos mundos, a veces afirmando que estaba dispuesto a retractarse, y otras declarando que era fiel a sus ideas. Por lo tanto, el Cardenal Belarmino elaboró una lista de las teorías consideradas heréticas, sobre las que Bruno de nuevo vaciló antes de negarse categóricamente a renunciar a ellas.

Las ocho proposiciones a las que el filósofo se negó a renunciar fueron las siguientes:

-La declaración de «dos principios reales y eternos de la existencia: el alma del mundo y la materia original de la que se derivan los seres».

-La doctrina del universo infinito y los mundos infinitos en conflicto con la idea de la Creación: «El que niega el efecto infinito niega el poder infinito».

-La idea de que toda realidad, incluyendo el cuerpo, reside en el alma eterna e infinita del mundo: «No hay realidad que no se acompañe de un espíritu y una inteligencia».

-El argumento según el cual «no hay transformación en la sustancia», ya que la sustancia es eterna y no genera nada, sino que se transforma.

-La idea del movimiento terrestre, que —según Bruno— no se oponía a las Sagradas Escrituras, las cuales estaban popularizadas para los fieles y no se aplicaban a los científicos.

-La designación de las estrellas como «mensajeros e intérpretes de los caminos de Dios».

-La asignación de un alma «tanto sensorial como intelectual» a la Tierra.

-La oposición a la doctrina de Santo Tomás sobre el alma: la realidad espiritual permanece cautiva en el cuerpo y no es considerada como la forma del cuerpo humano.

El papa Clemente VIII dudó de la sentencia impuesta antes de dictarla porque no deseaba convertir a Bruno en un mártir. El 8 de febrero fue leída y en ella se le declaraba herético, impenitente, pertinaz y obstinado. Es famosa la frase que dirigió a sus jueces: Tembláis acaso más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla

Fue excomulgado y sus trabajos quemados en la plaza pública.

Estatua de Giordano Bruno, por Ettore Ferrari, en el Campo de Fiori de Roma.

Lo habitual era ejecutar al acusado de herejía, siempre que este se retractara en el último momento, y después, quemar el cuerpo. En el caso de Giordano Bruno, tras casi ocho años de cautiverio, fue quemado vivo el 17 de febrero de 1600 en el Campo de' Fiori, en la ciudad de Roma.

Durante todo el proceso fue acompañado por monjes católicos. Según testigos presenciales, el nolano fue «despojado de sus ropas, desnudado y atado a un palo»; además, llevaba la lengua «aferrada en una prensa de madera para que no pudiese hablar». Antes de ser quemado en la hoguera, uno de ellos le ofreció un crucifijo para que lo besara, pero Bruno lo rechazó y dijo que moriría como un mártir y que su alma subiría con el fuego al paraíso.

Casi tres siglos después de su muerte, el 9 de junio de 1889, se erigió por suscripción internacional una estatua en el lugar de su muerte, exaltando su figura como mártir de la libertad de pensamiento y de los nuevos ideales.

Según la Enciclopedia de Filosofía de la Universidad de Stanford, «en 1600 no había una postura oficial de la Iglesia Católica sobre el sistema copernicano, y ciertamente no era una herejía. Cuando Giordano Bruno fue quemado en la hoguera como hereje, no tuvo nada que ver con sus escritos en apoyo de la cosmología copernicana». Entre sus afirmaciones teológicas que se consideraron heréticas estaban las siguientes: que Cristo no era Dios, sino meramente un mago, excepcionalmente hábil; que el diablo se salvará; y otras.

Según Isaac Asimov, su muerte tuvo un efecto disuasorio en el avance científico de la civilización, particularmente en las naciones católicas; pero, a pesar de esto, sus observaciones científicas continuaron influyendo en otros pensadores, y se le considera uno de los precursores de la Revolución científica.

El historiador de la ciencia Alexandre Koyré, considera que la «audacia» del pensamiento bruniano «causó una transformación —una verdadera revolución— en la imagen tradicional del mundo y de la realidad física», habiendo propuesto una visión del universo cercana a la posteriormente desarrollada por Newton. En definitiva, fueron sus ideas las que alertaron a la Iglesia acerca del peligro que podría suponer la nueva astronomía para la religión, precipitando las posteriores condenas sobre Copérnico (1616) y Galileo (1633).

Giordano Bruno fue ante todo un antiaristotélico. Rechaza la idea de vacío como lo entendía Aristóteles, y por tanto la ausencia de espacio más allá de la esfera de las estrellas fijas. En el Diálogo Segundo de Sobre el infinito Universo y los mundos. escribe:

Por lo cual, al asignar al vacío un nombre y un concepto que nadie le asigna, (Aristóteles) llega a edificar castillos en el aire y a destruir su propio vacío y no el de todos los demás que han hablado del vacío y se han servido de este nombre “vacío”. No de otra manera procede este sofista en todas las otras cuestiones, como las del movimiento, el infinito, la materia, la forma, la demostración y el ente en las cuales edifica siempre sobre la base de su propia definición y sobre el nombre al que asigna un nuevo significado. Por eso, cualquiera que no esté en realidad privado de juicio puede fácilmente advertir cuan superficial es este hombre en la consideración de la naturaleza de las cosas y cuan apegado se halla a suposiciones que ni son admitidas ni son dignas de serlo, más vacuas en su filosofía natural de lo que se podrían imaginar nunca en matemática.

Un ataque tan rotundo contra el que se consideraba el filósofo infalible en la Edad Media, bien pudo contribuir a soliviantar los ánimos en contra de Giordano Bruno, además de por el lado religioso, por el lado filosófico.

Bruno creía que la Tierra giraba alrededor del Sol y que la rotación diurna aparente de los cielos es una ilusión causada por la rotación de la Tierra alrededor de su eje. Bruno también sostuvo que, porque Dios es infinito, el universo podría reflejar este hecho.

[…] el universo es uno, infinito, inmóvil... No es capaz de comprensión y por lo tanto es interminable y sin límites y a ese grado infinito e indeterminable y por consecuencia inmóvil. Teófilo en De la causa, principio, et Uno, de Giordano Bruno.

Bruno también afirmó que las estrellas en el cielo eran otros soles como el nuestro, a las que orbitan otros planetas. Indicó que el apoyo de esas creencias en ninguna manera contradecía las Escrituras o la verdadera religión.

También afirmó que el universo era homogéneo, compuesto por los cuatro elementos -agua, tierra, fuego y aire-, en lugar de tener las estrellas una quintaesencia separada. En esencia —aunque el uso de este término sea anacrónico—, las mismas «leyes físicas» estarían operando en todas partes. Espacio y tiempo eran ambos infinitos. No había lugar en su universo estable y permanente para las nociones cristianas de la Creación y Juicio Final.

La cosmología de Bruno está marcada por la infinitud, homogeneidad e isotropía, con sistemas planetarios con vida, distribuidos uniformemente a lo largo de todo el universo.

Es famosa la evidencia dada por Giordano Bruno de la relatividad del movimiento, mostrando que la Tierra no es estática. Si cae una piedra desde la parte superior del mástil de un barco en movimiento, caerá aún al pie del mástil, sin importar el movimiento del barco; demostrando que uno no puede considerar el movimiento de un cuerpo en términos absolutos, solo con un sistema de referencia. Todas las cosas que hay sobre la Tierra se mueven con la Tierra. Una piedra lanzada desde lo alto del mástil volverá al final de alguna manera, aunque la nave se esté moviendo.

La cena de las cenizas (1584)

Bruno también defendió el Atomismo, recuperando los conceptos materialistas de la Antigüedad. Esto se expone en varias de sus obras, especialmente en De triplici minimo et mensura, donde sostiene que todos los compuestos físicos mutan y retornan a los mínimos o átomos, de los cuales a su vez surgen nuevos cuerpos que reconfiguran el universo una y otra vez -la conocida como «alternancia vicisitudinal», en lenguaje bruniano-, y señalando a la Aritmética, la Geometría y la Física como las tres ramas básicas del conocimiento.

En el uso común la Magia es entendida como dominio sobre las fuerzas físicas, espirituales o divinas; sin embargo, el estudio de la Magia en Bruno se muestra como la capacidad de percibir o reconocer el conjunto de relaciones vinculatorias que se suscitan dentro del reino de lo fantástico. Esto es: la práctica mágica se asienta en su teoría de los vínculos. Por ello, el «mago» debe conceder fuerte atención al trabajo de la imaginación. La imaginación constituye la puerta de acceso a todos los afectos que pueden conmover a un ser viviente.

Se requieren básicamente tres factores para lograr la vinculación:

-potencia activa en el agente;

-potencia pasiva en el sujeto o el paciente (esto es una disposición o aptitud de no resistencia);

-y la aplicación apropiada a las circunstancias de tiempo y lugar.

Los vínculos no son eternos, porque se dan en el mundo, a la vez que no todo puede vincular a todas las cosas —y, si lo hace, no se da del mismo modo—. Hay tres accesos para vincular:

-la visión, a través de formas, gestos, movimientos y figuras adecuadas;

-el oído, mediante la voz y el discurso;

-y la mente o imaginación.

Los vínculos se establecen a través de los sentidos. Sucede la «entrada», que es cuando son percibidos; la «atadura», que es cuando se empieza a formar un sentido de las cosas que entraron por la vía de los sentidos; luego sucede el «vínculo»; y, finalmente, la «atracción».

El mago o manipulador debe ser consciente en todo momento de que, para atraer a uno o más individuos, debe considerar toda la variedad de intereses de los sujetos a hechizar. Por esta razón, para la técnica mágica se requiere tener un conocimiento más que parcial del sujeto y sus deseos, pues sin tenerlo no puede darse ningún vínculo.

Su propuesta mágico-fantástica responde a los tres niveles de realidad que en su ontología señala: el mundo divino y el mundo material son conectados mediante la fantasía, de manera que ella es el intermediario en el proceso que va de la sensibilidad a la cognición.

La sensibilidad es un proceso multívoco y dinámico de asociaciones en el ascenso y descenso de los datos perceptibles. La concepción metafísica de Bruno está emparentada con las ideas de Pico della Mirandola, quien consideraba al hombre con una posición intermedia entre las partes superiores (divinas) y las partes inferiores (materiales). Del mismo modo, Bruno extiende las teorías elaboradas por Marsilio Ficino, quien, como San Agustín, distinguía tres reinos: el material, el divino y el espiritual. De modo que quien vincula alma y cuerpo es el espíritu. Es en el espíritu donde se da el ascenso y descenso de las ideas y percepciones; ahí se forma la sensibilidad del sujeto: el alma tiene contacto con las cosas materiales gracias al reflejo que de ellas se da (en imágenes) dentro del espíritu, mientras que el cuerpo accede al contacto luminoso de la inteligencia por su reflejo en el espíritu como fantasías. 

Del mismo modo, Bruno, al igual que Ficino, considera que el espíritu no es propio de los hombres, sino que es una realidad propia, un mundo en sí mismo; así, podemos hablar de un mundo de los espíritus.

En la teología platónica de Ficino puede observarse una sutil distinción entre el concepto de «imaginación» y el de «fantasía», siendo la primera aquella que da forma a lo que percibimos, mientras que la segunda emite un juicio respecto a lo ya elaborado por la imaginación. La fantasía, en cuanto que emite juicios, también ha de distinguirse del intelecto. La primera se ocupa de lo particular —esto es, traduce los universales en particulares—, mientras que el intelecto concibe los universales —por lo que posee autonomía sobre la fantasía—; pero ambos operan de manera simultánea. La capacidad del mago para influenciar y atraer reside en reconocer el vínculo que une todas las cosas: a partir del lenguaje corpóreo, el cual aporta una imagen completa sobre algo, que, vía el sentido, manda a las percepciones por el canal de los mediadores -la imaginación y la fantasía) para, de tal modo, elevarse hasta el intelecto.

Bruno advierte que las características particulares de nuestros juicios no son estéticas ni éticas en sí mismas, dado que, al ser la fantasía la función intermediaria del espíritu, ella misma establece un sentido al vincular. Así, el juicio que discierne es siempre fantástico: en cada representación tenemos un halo de fantasía.

La aportación fantástica no es un juicio racional; responde más bien a la sensibilidad, siendo esta el eje que va acomodando toda percepción interior y exterior. El reino de la fantasía es el lugar de cruce donde todo adquiere sentido; es el lugar del alma humana, de tal modo que el alma se conforma a través de los vínculos y se constituye a partir de las relaciones multívocas con que asocia cosas, arquetipos y espíritus.

La técnica de la magia consiste en descubrir el misterio del hechizo, sacando partido de la continuidad del pneuma individual y del pneuma universal. 

El amor es un mago por excelencia, pues pone a su disposición todos los medios de persuasión para apoderarse de ciertos objetos; su finalidad es atar. El mago puede ejercer su influencia sobre los objetos, los individuos, las sociedades, así como también puede invocar la presencia de aquellos seres invisibles, los demonios y los héroes. Mas, para actuar y dominar la manipulación, debe acumular el conocimiento de las redes que se entrelazan para alcanzar el objeto de su deseo. Esta operación es el vincular. De este modo, la magia como técnica sirve como instrumento de manipulación individual o en masa; el conocimiento de los vínculos apropiados permite al mago disponer de toda la naturaleza; por eso, antiguamente, mago y sabio se identificaban. Del mismo modo, reconocer las redes vinculatorias permite el dominio de uno mismo, por lo que podemos considerar el uso de la magia como una condición esencial para la acción humana en cuanto que permite una manifestación libre y no reactiva de las percepciones que nos atan. Así, cuantos más conocimientos tenga el manipulador sobre aquellos o aquello que quiere vincular, mayores serán sus probabilidades de éxito, puesto que sabrá escoger las circunstancias y el momento propicio para crear el lazo vinculante.

El verdadero operador debe ser capaz de ordenar, corregir y disponer de la fantasía, y componer sus especies según su voluntad. (Culianu, Eros y magia en el Renacimiento (1999, p. 135)).

La acción mágica a su vez se sirve de un gran instrumento de manipulación: el eros. Como ya había enunciado Ficino, todo puede definirse en relación con el amor, pues todos los afectos se reducen a uno, dos o tres: el amor y/o el odio, y/o el miedo, deseo y/o repugnancia. Lo externo se imprime en la imaginación a través de los sentidos, cargado de afectos que se atraen o se repelen. Por simpatía y antipatía nos vemos movidos hacia algo, sin olvidar que todo aquello que se nos aparece externamente no es totalmente arbitrario sino que responde al lenguaje universal, o lo que los platónicos llamarían el «alma del mundo». La técnica de toda operación mágica reside en la apropiación de la fantasía. La potencia del imaginario se explota justo cuando ella interviene porque tiene la capacidad de colorear el alma de acuerdo con el sentido que ella misma crea. 

Otro componente importante a la hora de poner en práctica la técnica del mago es la fe, pues sin ella no se puede llevar a cabo nada; así lo menciona Bruno en sus tesis de magia.

El mago o manipulador se distingue del común de los mortales en tanto que los últimos están sometidos a un sinfín de afectos o fantasías; por ello, Bruno advierte constantemente procurar no transformarse de operador a instrumento de fantasmas. Sin embargo, hay fantasías provocadas por una acción voluntaria del sujeto, como la de los artistas o poetas; y hay otras fantasías cuyo origen está en otra parte, las cuales pueden haber sido provocadas por los demonios o inducidas por una voluntad humana. De éstas justamente, advierte Bruno, hay que cuidarse. De ahí la importancia del arte de la manipulación. Hoy día se puede observar la trascendencia de la técnica mágica en actividades como la mercadotecnia y la publicidad, incluso en la actividad política y religiosa, en cuanto que son actividades dirigidas a manipular a los individuos con un fin en concreto, tomando en cuenta, sino todos, al menos sí gran parte de los intereses intersubjetivos a consideración.

Podemos sostener que la tecnología viene a ser una magia democrática que permite a todo el mundo, gozar, de las facultades extraordinarias que hasta ahora, solo podía presumir el mago. (Culianu, Eros y magia en el Renacimiento (1999, p. 149)).

Obras:

Hay obras que aún no han sido publicadas en español, otras se consideran perdidas, y hay otras de cuya atribución se duda. La obra completa de Bruno figura en el Índice de libros prohibidos de la Iglesia Católica.

1582:

Ars memoriae 

De umbris idearum 

Cantus Circaeus 

De compendiosa architectura

Candelaio o Candelajo Comedia 

1583:

Ars reminicendi Triginta Sigilli 

Explicatio triginta sigillorum 

Sigillus sigillorum

1584:

La Cena de le Ceneri 

De la causa, principio, et Uno 

De l'infinito universo et Mondi 

Spaccio de la Bestia Trionfante 

1585:

Cabala del cavallo Pegaseo - Asino Cillenico 

De gli heroici furori 

Figuratio Aristotelici Physiciauditus

1586:

Dialogi duo de Fabricii Mordentis Salernitani

Idiota triumphans

De somni interpretatione con l' Insomniun.

Centun et viginti articuli denatura et mundo adversus peripateticos

Animadversiones circa lampaden lullianan

Lampas triginta statuarum

1587:

Delampade combinatoria Lulliana

De progresu et lampade venatoria logicorum

1588:

Oratio valedictoria 

Camoeracensis Acrotismus

De specierum scrutinio

Articuli centum et sexaginta adversus huius tempestatis mathematicos atque Philosophos

De vinculis in Genere 

1589:

Oratio consolatoria 

1590:

De magia 

1591:

De triplici minimo et mensura

De monade numero et figura

De innumerabilibus, immenso, et infigurabili

De imaginum, signorum et idearum compositione 

1595:

Summa terminorum metaphisicorum

1612:

Artificium perorandi

Fecha desconocida:

Libri physicorum Aristotelis explanati

De magia - Theses de maxia 

De magia mathematica

De rerum principiis et elementis et causis

Medicina Lulliana

El cantautor cubano Silvio Rodríguez lo menciona en su canción, Cita con ángeles:

Cuando este ángel surca el cielo,

no hay nada que se le asemeje.

El fin de su apurado vuelo

es la sentencia de un hereje.

No se distraiga ni demore,

todo es ahora inoportuno.

Va rumbo al campo de las flores

donde la hoguera espera a Bruno.

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El escultor Ettore Ferrari se convertiría más tarde en el Gran Maestre del Grand Oriente de la jurisdicción francmasónica de Italia. Los masones habían apoyado firmemente la eliminación del gobierno papal de Roma y su incorporación a una República o la Unificación de Italia bajo la monarquía piamontesa de Saboya. Sus otras esculturas incluyen un monumento en Rovigo dedicado a Giuseppe Garibaldi, quien luchó por la independencia italiana.

El 20 de abril de 1884, el Papa León XIII publicó la Encíclica Humanum genus. Poco después, los masones decidieron crear una estatua del panteísta Giordano Bruno. El monumento fue financiado con donaciones privadas, principalmente una suscripción iniciada por estudiantes de la Universidad de Roma, y los Consejos Nacionales de Estado no impidieron su erección. El consejo del Municipio de Roma aprobó el 10 de diciembre de 1888, por votación de 36 a 13, la ubicación del monumento en el Campo di Fiori. Hubo una fuerte oposición por parte de la Iglesia Católica contra lo que se consideraba una ofensa contra la religión.

La estatua se inauguró el 9 de junio de 1889, en el lugar donde Bruno fue quemado en la hoguera por herejía el 17 de febrero de 1600, y el político radical Giovanni Bovio pronunció un discurso rodeado de unas 100 banderas masónicas. Dado que miles de personas y estudiantes alineados con movimientos anticlericales se habían congregado en Roma para la inauguración, el Vaticano cerró el museo y advirtió a las iglesias y parroquias locales que cerraran sus puertas para evitar confrontaciones o incidentes de lo que consideraban una turba atea. 

En octubre de 1890, el Papa León XIII emitió una nueva advertencia a Italia en su encíclica Ab Apostolici contra la masonería y comentó sobre el monumento en el siguiente pasaje:

"aquella obra eminentemente sectaria, la erección del monumento al renombrado apóstata de Nola, que, con la ayuda y favor del gobierno, fue promovida, determinada y realizada por medio de la masonería, cuyos portavoces más autorizados no se avergonzaron de reconocer su propósito y declarar su significado. Su propósito era insultar al Papado; su significado de que, en lugar de la fe católica, debe sustituirse ahora la más absoluta libertad de examen, de crítica, de pensamiento y de conciencia: y es bien sabido lo que se entiende por tal lenguaje en boca de las sectas."

1578

El Proceso de Giordano Bruno a cargo de la Inquisición Romana. Relieve de bronce de Ettore Ferrari (1845-1929), Campo de' Fiori, Roma.





Esposizione di Parigi. Giordano Bruno, statua di Ettore Ferrari, premiato.

Giordano Bruno. - … fu un giorno arrestato dai soldati della Repubblica.

«Los magos pueden lograr más por la fe que los médicos por la verdad».

«No me avergüenzo de haber incurrido en trabajos, dolores, exilio, porque con los trabajos avancé, con los dolores acumulé experiencia, con el exilio aprendí, puesto que en el breve trabajo encontré prolongado descanso, en el ligero dolor inmensa alegría, en el angosto exilio una patria amplísima». (Discurso de despedida de la Universidad de Wittenberg (1588)

«¡Y pensar que en el mismo fuego que Prometeo había robado a los dioses fue quemado Giordano Bruno!». Albaigés Olivart, José María y M. Dolors Hipólito (1997). Un siglo de citas.


Giordano Bruno murió el 17 de febrero de 1600 en el Campo de’ Fiori, en Roma. Allí fue cumplida su sentencia, primero se le colgó, desnudo y amordazado, y luego fue quemado vivo en la hoguera.

Hace 424 años, un 17 de febrero del año 1600, tuvo lugar en Roma un acontecimiento dantesco. Cientos de personas se reunieron en el Campo dei Fiori -Campo de las Flores-, en Roma para ver morir en la hoguera a Giordano Bruno por orden de la Santa Inquisición.

Nacido en 1548 en Nola, Nápoles, acabó en la hoguera por haber desafiado a la Iglesia e ir en contra de las ideas vigentes en aquel momento como, por ejemplo, negar que la Tierra era el centro del Universo.

Sin un lugar a donde ir, Bruno decidió volver a Italia después de 15 años.

Fue el peor error de su vida.

El noble Giovanni Mocenigo, con la excusa de que Bruno fuese su profesor, lo invitó a su casa pero acabó entregándolo a la Inquisición veneciana.

Ante el tribunal, el teólogo dejó de lado la arrogancia y la soberbia que lo habían caracterizado todos estos años por primera vez, pero ya no le sirvió de nada.

A pesar de decir que sus predicaciones eran filosofía y no religión, el Santo Oficio decidió que su único destino sería la hoguera.

Aunque con debate, la mayoría de científicos hoy en día está de acuerdo en que Bruno fue un visionario que apoyó teorías que solo serían comprobadas siglos después. Y su enfrentamiento con la Iglesia tenía que ver sobre todo con una lucha política, de acuerdo con Damineli: "Era una lucha entre la Iglesia conservadora (dueña del poder), y la burguesía revolucionaria (clase en ascensión), esa fue la principal razón para la persecución de la Iglesia".

El Humanismo Renacentista descubrió a Platón, Plotino y al Corpus Hermeticum, escrito en griego antiguo. También desenterró a otros filósofos y ofreció a la conciencia europea una nueva y más veraz imagen de estoicos, epicúreos y escépticos. 

La resurrección de Lucrecio, que deslumbró al sabio venezolano Lisandro Alvarado, y el descubrimiento del atomismo de Demócrito y Leucipo, que maravillaron al físico germano Werner Heisenberg, fueron determinantes en la evolución intelectual de Galileo y de Bruno, asienta Octavio Paz.

El Hermetismo de Bruno era anticristiano: Bruno quería volver a la antigua religión de los astros, creía que los cristianos se habían apoderado, sin decirlo, de un poderoso talismán de los egipcios, el signo de la cruz estaba grabado en el pecho de la diosa Isis y que los cristianos se lo habían robado. El signo de la cruz era más antiguo que el cristianismo. Para Bruno la verdadera cruz era la crux ansata y tenía poderes mágicos, una creencia que consumó su perdición.

Estas extravagantes ideas de Bruno y los hermetistas son poco conocidas. Su juicio y muerte en la hoguera han llegado hasta nuestros días por otras de sus creencias: postular un Universo infinito y la pluralidad de mundos habitados, ideas que habrán de recibir el aplauso de Stephen Hawking. Es esta una nueva concepción que se atribuye a Copérnico, Galileo, Kepler y otros y es cierto solo en parte. La verdad es que según historiadores modernos, Arthur Lovejoy entre ellos, el neoplatonismo fue el verdadero responsable del cambio. Esta corriente filosófica y espiritual que había sido reprimida durante toda la Edad Media, a fines del siglo XV renació con extraordinario vigor y conquistó a las mejores mentes del siglo XVI. 

Al negar a la Escolástica, dibujó otra idea del mundo que se enlazó con la nueva ciencia física y cosmográfica. Los grandes iniciadores científicos estaban muy influidos por el neoplatonismo. Ahora bien, lo que distingue a la imagen del mundo que desplazó al universo ptolemaico finito no fue tanto el heliocentrismo de Copérnico, adoptado más bien tarde, cuanto ciertas proposiciones que no eran, estrictamente, consecuencias y deducciones de la nueva ciencia: la infinitud del universo, la ausencia de centro del cosmos, la pluralidad de mundos habitados. Sin embargo, debemos aclarar que Bruno no postuló un universo infinito por razones que hogaño llamaríamos científicas sino ontológicas, morales y temperamentales, es una idea que contiene un eco de Platón: Todo lo que es, aun lo malo, es bueno.

Estas extraordinarias ideas tuvieron eco en el Nuevo Mundo Americano, la monja novohispana Sor Juana Inés de la Cruz las conocía a través del jesuita alemán Atanasio Kircher, un alucinante escritor barroco del siglo XVII que sufría de una egiptomanía incurable. Sor Juana seguramente supo del juicio a Bruno y Galileo, pero guardó silencio. “No quiero ruidos con la Inquisición”, solía decir esta magnífica poetisa mexicana del siglo XVII. (Luis Cortés para revistadehistoria.es).

“No me arrepiento, pues no me siento culpable de ningún crimen”

Bruno fue declarado hereje impenitente y obstinado. Se ordenó que fuera entregado al Estado para su ejecución, una práctica común en la época que permitía a la Iglesia aparentar que no era ella la que ejercía la violencia de la pena de muerte. La sentencia se interpretó como un claro mensaje a la intelectualidad de la época sobre los límites de la disidencia aceptable.

Finalmente, la mañana del 17 de febrero de 1600, Giordano Bruno fue llevado a la plaza Campo de’ Fiori en Roma. Frente a una multitud reunida, fue atado a un poste y quemado vivo. Las crónicas de la época sugieren que Bruno, de 52 años, enfrentó su destino con notable serenidad, rechazando incluso un crucifijo que le ofrecieron en los momentos finales, manteniendo así su desafío a la ortodoxia hasta el último aliento.

“Vosotros teméis más pronunciar mi sentencia que yo recibirla”.


FRAGMENTOS DEL POEMA DE GIORDANO BRUNO A SUS VERDUGOS

“Decid, ¿Cuál es mi crimen? ¿Lo sospecháis siquiera?

Y me acusáis. ¡sabiendo que nunca delinquí!

Quemadme, que mañana, donde encendáis la hoguera,

Levantará la historia una estatua para mi “...


” Mas sois siempre los mismos, los viejos fariseos.

Los que oran y se postran donde les pueden ver,

fingiendo fe, sois falsos llamando a Dios, ateos

!Chacales que un cadáver buscáis para roer! “…


...¡Más basta! … ¡Yo os aguardo! Dad fin a vuestra obra.

¡Cobardes! ¿Qué os detiene?... ¿Teméis al porvenir?

¡Ah! … Tembláis … Es porque os falta la fe que a mí me sobra...

Miradme … Yo no tiemblo .. ¡Y soy quien va a morir! “...

Del monumento a Bruno en Bogotá

Mercado del Campo dei Fiori

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miércoles, 28 de agosto de 2024

GIORDANO BRUNO. Donde ardió la hoguera: Segunda Parte: John Wycliffe y Jan Hus, previos al estudio del propio Bruno.

John Wycliffe 

John Wycliffe, en 1382 tradujo la Vulgata al inglés, por lo que es hoy conocida como la Biblia Wycliffe.

John Wyclif, Wiclef, Wycliff, Wickliffe, Juan Wiclef, en español o Johannes Vuyclevum, en latín.

Hipswell, Yorkshire, c. 1324 -Lutterworth, Leicestershire, 31 de diciembre de 1384.

Traductor, Teólogo y Reformador, que fundó el movimiento conocido como Lolardos o Wycliffismo; considerado por muchos autores como el padre espiritual de los husitas y, en última instancia, de los protestantes. También fue uno de los primeros que realizó una traducción de la Vulgata en latín a una lengua vernácula, como era el inglés medio, en 1382.

Los escritos en latín de Wycliffe tuvieron una gran influencia sobre la filosofía y la enseñanza del reformador checo Jan Hus (c. 1369-1415), cuya ejecución en 1415 provocó una revuelta y condujo a las Guerras Husitas de 1419-1434. A partir del siglo XVI sus seguidores, los Lolardos, fueron considerados como precursores de la Reforma Protestante. Wycliffe fue, en consecuencia, caracterizado como la estrella vespertina del Escolasticismo y como la estrella matutina de la Reforma inglesa.

Wyclif nació en el pueblo de Hipswell en Yorkshire, Inglaterra, alrededor del año 1320, en el seno de una familia numerosa. Los datos de su vida hasta la llegada a Oxford no se conocen.

Tras su formación personal, Wyclif viajó a Oxford a estudiar Teología, no se sabe la fecha exacta, pero para 1345 ya se tienen los primeros datos de su estancia allí. Siendo estudiante se vio influenciado por el libro La causa de Dios contra los pelagianos, de Thomas Bradwardine, Arzobispo de Canterbury. Esta obra era una recuperación audaz de la doctrina paulina de la gracia desarrollada por San Agustín.

Hacia 1370 Wyclif accedió a la Cátedra de Teología en la Universidad de Oxford, enseñando las sentencias de Pedro Lombardo al tiempo que escribía su libro De benedicta Incarnatione. Al acabar sus estudios, se sirvió de sus contactos personales para acceder en 1378 a la Corte inglesa, siendo el protegido personal del Duque de Lancaster Juan de Gante y tutor personal del rey Ricardo II de Inglaterra, desde 1367 hasta su muerte.

Es en esta época cuando Wyclif inicia sus críticas radicales y polémicas hacia la institución eclesiástica, especialmente en lo que tocaba al tributo que el rey de Inglaterra, como feudatario de la Santa Sede, debía pagar a ésta. Se pronunció abiertamente contra los censos y tributos que exigía la curia papal. Se declaró a sí mismo como clérigo peculiar del rey y en 1374 hizo una defensa oficial de los derechos reales contra las reclamaciones del papa Gregorio XI. Evitó, en varias ocasiones, y gracias a sus contactos, ser procesado; incluso cuando el propio papa lo calificó de «anticristo».

El juicio de John Wyclif, mural en el Manchester Town Hall, obra de Madox Brown

Con la idea de crear un compendio de Teología, Wyclif empezó a publicar diversos tratados como De dominio divino y De civil dominio, en 1375; y De officio regis, De veritate Sacre Scripture y De Ecclesia, en 1378. En estos documentos, Wyclif planteaba una doble exigencia a la Iglesia de su tiempo: el abandono de las riquezas y la renuncia de las pretensiones temporales, a favor de una Iglesia espiritual, conformada por los predestinados y cuya autoridad suprema fuese la Sagrada Escritura.

El 19 de febrero de 1377, Wyclif fue llamado por el Obispo de Londres, Guillermo Courtenay, para que expusiera su doctrina. El interrogatorio se terminó cuando Juan de Gante, que había acompañado a Wyclif, se encontró en medio de una refriega con el obispo y su entorno. 

Juan de Gante y su esposa Blanca de Lancaster, en un manuscrito del siglo XV, detallando la descendencia de Henry VI y Edward IV

El 22 de mayo de 1377, el Papa Gregorio XI, publicó numerosas bulas acusando a Wyclif de herejía. En el otoño de ese mismo año, el Parlamento le pidió explicaciones sobre el carácter legal de la prohibición hecha a la Iglesia de Inglaterra acerca de transferir sus bienes al extranjero por orden del Papa. Wyclif confirmó la legalidad de dicha prohibición, y a principios del 1378 fue convocado de nuevo por el Arzobispo de Canterbury, Simon Sudbury. Wyclif recibió sólo una pequeña sanción gracias a sus relaciones privilegiadas con la Corte. 

En lugar de retractarse, en 1378, Wyclif y sus amigos de Oxford empezaron a traducir la Vulgata al inglés, desafiando la prohibición de la Iglesia.

Al no ver la reforma de la Iglesia, querida por Wyclif y exigida al papa Urbano VI en 1379, el teólogo inglés comenzó a formular la doctrina del castigo divino, que el Señor infligía a la Iglesia con el Cisma de Occidente, por causa de su obstinación en el pecado. Calificó a los dos papas de «dos lobos y dos demonios que luchaban entre sí». Además, repudió la doctrina de la Transustanciación (cambio de la sustancia del pan y del vino en la sustancia del cuerpo y la sangre de Jesucristo, en la Consagración). Esta toma de posición tan atrevida suscitó tal reprobación, que Juan de Gante le retiró su apoyo y creó un profundo escándalo en la sociedad inglesa, que le supuso su expulsión definitiva de la Corte y de su Cátedra Universitaria.

Wyclif da a sus discípulos su traducción de la Biblia. Obra de William Frederick Yeames

A partir de 1380, Wyclif envió a sus discípulos, a los que llamaban los Pobres Predicadores, a las ciudades, para que dieran a conocer sus tesis religiosas igualitarias. Los Predicadores se encontraron, en todas partes, con una gran audiencia, y Wyclif fue acusado de sembrar el desorden social

Sin embargo, no se implicó directamente en la sublevación de los campesinos en 1381, aunque es probable que sus doctrinas influyeran en ellos. En mayo de 1382, Couternay, nombrado arzobispo de Canterbury, llevó a Wyclif ante un tribunal eclesiástico que le condenó por hereje y determinó su expulsión de Oxford. Wyclif se retiró a su parroquia de Lutterworth.

Sus ideas fueron propagadas en Inglaterra por los predicadores itinerantes, a quienes el pueblo comenzará a llamar lolardos. Sus ataques contra el Papado le costaron la condena de Roma y, en 1384.

El hecho de que Wyclif siguiera viviendo en libertad se atribuye al apoyo continuo de algunos de sus poderosos amigos y a la independencia del parlamento. Wyclif centralizó sus actividades en Lutterworth y continuó escribiendo e inspirando a sus seguidores. Fijó su atención particularmente en las acciones del obispo de Norwich, Henry le Despenser, que se había distinguido durante la revuelta de los campesinos por su valor y dirección en el logro de la derrota inicial de los rebeldes en Norfolk.

Este obispo, orgulloso de su reputación recién ganada, decidió participar en el Cisma Papal. En 1383 obtuvo de Urbano VI una bula que le autorizaba a organizar una Cruzada contra Clemente VII. Rápidamente reunió un ejército al prometer absolución y dar cartas de indulgencia a los que sirvieran bajo su mando

Wyclif ya se había expresado claramente sobre el cisma, y su próximo paso fue escribir un tratado titulado Against the War of the Clerg -Contra la guerra del clero. Comparó el cisma con dos perros peleando por un hueso. Sostuvo que toda la disputa era contraria al espíritu de Cristo, pues tenía que ver con ganar poderío y una alta posición en el mundo. Dijo Wyclif que prometer a alguien el perdón de pecados por participar en tal guerra se basaba en una mentira. Más bien, éstos morirían como incrédulos si caían en un combate que de ningún modo era cristiano.

La Cruzada fue un terrible fracaso, y el obispo anteriormente orgulloso volvió a Inglaterra, avergonzado.

Antes, en 1382, Wyclif había sufrido un ataque apoplético que lo había dejado parcialmente incapacitado. Dos años después, un segundo ataque lo dejó paralizado y sin habla. Murió en unos cuantos días, el 31 de diciembre de 1384, y fue enterrado en el patio de la iglesia de Lutterworth, donde sus restos permanecieron sin ser tocados,  más de 40 años.

El Concilio de Constanza declaró a John Wyclif culpable de herejía en 1414; se ordenó la quema de sus libros, así como la exhumación de sus restos para ser también quemados. Por otra parte, sentenció la persecución contra los lolardos que permitió la ejecución de John Oldcastle, junto a otros líderes del movimiento.

Exhumación y cremación del cuerpo de John Wyclif en 1428.

En 1428, de conformidad con el Decreto del Concilio de Constanza emitido 14 años antes, la tumba de John Wyclif fue abierta; sus restos fueron exhumados y quemados, y las cenizas fueron llevadas al pequeño río Swift, que fluía cerca de Lutterworth. Allí fueron esparcidas sobre las aguas para que flotaran corriente abajo al río Avon, luego al Severnn y, finalmente, al mar. Los que ejecutaron este acto no le atribuyeron ningún significado simbólico. Sin embargo, los que quisieron consolarse por esta acción de venganza la interpretaron de manera simbólica.

Establece que Dios es el único que posee el dominio y está en todas partes, lo cual es fomentado por la debilidad y el pecado del hombre, cosa que no ocurre en la sociedad perfecta e ideal. En ella, no se necesita de curas ni sacerdotes, pues según él, Dios no precisa de delegados ni intermediarios, una teoría similar a la que después usará Martín Lutero en el siglo XVI en la Reforma protestante.

Así, solamente en Dios está la salvación, pero para él, el dominio no es propiedad, ya que Dios domina y es perfecto, en tanto que la propiedad privada es imperfecta y pecaminosa, y se debe tender a suprimirla. Para Wyclif, la servidumbre y la propiedad privada son imperfectas y fruto del pecado del hombre.

En 1376 Wyclif defendió la doctrina de «la autoridad fundada en la gracia», según la cual toda autoridad viene otorgada, directamente, por la gracia de Dios y pierde su valor cuando su detentador es culpable de pecado mortal. Para él, la verdadera Iglesia es la invisible de los cristianos en estado en gracia: 

Wyclif negaba el principio de la autoridad jerárquica en la Iglesia y preconizaba la designación del Papa por sorteo. Negaba a los curas que habían cometido un pecado mortal la posibilidad de perdonar los pecados a otros. Wyclif declaró, abiertamente, que la Iglesia de Inglaterra era pecadora y culpable de corrupción.

Establece que hay dos iglesias, la visible y la invisible, esta última formada por los predestinados, y que es la auténtica, como afirmará después Jan Hus. Así, Dios es la causa de esta predestinación y él dispone de todo, según el plan divino, y este predestinado no pierde sus derechos aunque peque, pues ha sido elegido por Dios. 

Por otra parte, toda la estructura de la iglesia visible o terrenal es duramente criticada por Wyclif, donde el Papa, la Curia, el Cardenal, el Obispo, el Archidiácono, el Oficial, el Decano, el Rector, el Sacerdote, el Monje o el Clérigo, son quienes hunden realmente la iglesia. Afirma que si existe el papel del predestinado por Dios, entonces el Papa, que es electo y no eterno, no tiene ningún sentido, y no reconoce su autoridad, por lo que debe desaparecer. Por tanto, expresa una crítica radical contra la autoridad eclesiástica.

Wyclif se inclinó, resueltamente, por el realismo contra el nominalismo, en un debate muy acalorado en el que defendía la vuelta a la Biblia y al agustinismo. Decía que el verdadero y auténtico poder está en las Sagradas Escrituras –Biblia-, y no en la Iglesia. Esta es la teoría del «biblicismo», donde está la salvación, la revelación y la autoridad, de forma que la salvación viene directamente de Dios, sin intermediarios, y solamente resaltando el valor único de la Biblia, como fuente única de poder. No juzga a la iglesia, sino que, novedosamente, antepone la autoridad suprema de la Biblia a la eclesiástica, como revelación divina.

Wyclif es autor de los siguientes libros:

-De domino divino, «Sobre el dominio divino», de 1375.

-De civili dominio, «Sobre el dominio de lo civil», de 1375.

-De officio regis, «Sobre el servicio del rey», de 1378.

-De veritate scripturae, «Sobre la verdad de las Escrituras», de 1378.

-De Ecclesia, «Sobre la Iglesia», de 1378.

-De ordine Christiano, «Sobre el orden cristiano». de 1379.

-De potestate papae, «Sobre la potestad del papa», de 1379.

-Trialogus, «Trilogía», de 1382.

El comienzo del Evangelio de Juan en una copia de la traducción de John Wycliffe, conocida como la Biblia de Wycliffe

Tras su muerte, sus enseñanzas se expandieron con rapidez. Su Biblia, que apareció en 1388, se repartió profusamente por medio de sus discípulos. Sus obras influyeron de manera inequívoca en el reformador checo Jan Hus y en los anabaptistas, así como en la sublevación que él promovió contra la Iglesia. Martín Lutero reconoció, asimismo, la influencia que Wyclif ejerció en sus ideas.

El pensamiento de Wyclif representó una ruptura total con la Iglesia, en la medida en que él afirmaba que existía una relación directa entre los hombres y Dios, sin la intromisión de la iglesia de Roma. Basándose en su interpretación de las Escrituras, pensaba que los cristianos tenían derecho a dirigir sus vidas sin la intervención del Papa o de sus prelados y puso en cuestión las numerosas creencias y prácticas de la Iglesia de Roma, juzgándolas contrarias a estas. 

Condenó la esclavitud y la guerra, defendiendo la idea de que el clero cristiano tenía que seguir el ideal de la pobreza evangélica, predicada por Cristo y sus apóstoles.

La Iglesia Anglicana le considera un precursor y celebra a Wyclif el 31 de diciembre, la Iglesia Anglicana de Canadá, 30 de diciembre y los Episcopalianos de los Estados Unidos el 30 de octubre.

FIN


domingo, 25 de agosto de 2024

GIORDANO BRUNO. Donde ardió la hoguera. Primera Parte, Antecedentes: Paolo Sarpi, Tommaso Campanella, Petrus Ramus, Lucilio Vanini, Aonio Paleario, y Miguel Servet.

 GIORDANO BRUNO. Donde ardió la hoguera.

Segunda Parte: Seguirán, John Wycliffe y Jan Hus, previos al estudio, / 3ª Parte, del propio Bruno.

Domus Mazziniana, interno, primo piano, busto di Giordano Bruno

El Monumento a Giordano Bruno, creado por Ettore Ferrari, fue erigido en 1889 en la plaza Campo de' Fiori, en Roma, Italia, para conmemorar al filósofo italiano, quemado allí en 1600. Desde el principio, la idea de un monumento dedicado al hereje ejecutado, ubicado en Roma, una vez capital de los Estados Pontificios, creó controversia entre los anticlericales y los más alineados con la Iglesia Católica.

9 de Junio de 1889

A BRUNO - IL SECOLO DA LUI DIVINATO - QUI DOVE IL ROGO ARSE

A BRUNO

LA EDAD QUE PREDIJO,

ERIGIÓ ESTE MONUMENTO - AQUÍ

DONDE ARDIÓ LA HOGUERA

A lo largo de la parte superior del plinto hay ocho medallones con relieves de busto, que representan: al veneciano Paolo Sarpi, al calabrés Tommaso Campanella, al francés Petrus Ramus, al romano Lucilio Vanini, al italiano Aonio Paleario , al español Miguel Servet, al inglés John Wycliffe y al bohemio Jan Hus. 

De ellos nos ocuparemos como telón de fondo, antes de afrontar la figura de Giordano Bruno en todos sus detalles.

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Fray Pablo Sarpi

Pietro Sarpi. Venecia, 14 de agosto de 1552–Venecia, 15 de enero de 1623. Religioso, Teólogo, Historiador, Astrónomo, Matemático, Físico, Anatomista, Escritor y Polemista de la Orden de los Siervos de María. 

Superdotado intelectualmente, sostuvo no menos de trescientas dieciocho tesis en 1570 en Mantua y fue aplaudido como eminente teólogo por el duque. En su corte se quedó cuatro años estudiando lenguas orientales. 

Habiendo fallecido Clemente VIII en marzo de 1605, desde 1606 Sarpi se mostró como un formidable defensor de Venecia en sus conflictos con el nuevo papa Paulo V, a causa de los graves desencuentros y desacuerdos sobrevenidos entre ambos gobiernos; publicó escritos violentos contra Roma y el senado veneciano recompensó su celo nombrándole teólogo consultor y después miembro del Consejo de los Diez; Sarpi tuvo que sobrellevar la interdicción y la excomunión durante el conflicto y, en la Universidad de Padua, encontró a Galileo Galilei, quien, perseguido como él, se convirtió en su amigo y confidente. 

Galileo por Justus Sustermans en 1636.

La actitud del papa Paulo V se volvió aún más amenazante y agresiva al extender sus prerrogativas. En enero de 1606 un Nuncio del Papa presentó una carta en la que aquel exigía la sumisión de los venecianos. La corte romana envió contra él asesinos que le atacaron la noche del 5 de octubre de 1607 y le dieron por muerto. Curado a costa del gobierno, cuando se restableció continuó ocupándose en asuntos públicos y se encontraba meditando la separación definitiva de Venecia de la Iglesia romana cuando murió. 

Sus obras completas fueron publicadas en Nápoles, 1790; 24 vols., en octavo. Todas están en el Índice Romano de libros prohibidos. 

Era tan versado en todos los campos del saber que Girolamo Fabrizi d'Acquapendente le llamó «Oráculo de su siglo». Fue autor de la celebérrima Istoria del Concilio tridentino, pronto puesta en el Index librorum prohibitorum. Se imprimió en Londres, 1619, bajo el seudónimo de Pietro Soave Polano por el apóstata Marco Antonio de Dominis, con adiciones propias. Sin estas adiciones fue publicado en Ginebra en 1629 y traducida al latín y a todas las lenguas modernas.

Paolo Sarpi también descubrió la contractibilidad del iris, en el ojo y fue un gran defensor de la ciencia experimental, además de cerrado opositor de los privilegios e inmunidades del clero.

Fra Paolo Sarpi (1552–1623), Eviscerator of the Council of Trent - 1139719 - National Trust

Ritratto di Tommaso Campanella, Collezione Camillo Caetani, Sermoneta, Italia

Tommaso Campanella. Stilo, Reino de Nápoles, 6 de septiembre de 1568 - París, Reino de Francia, 21 de mayo de 1639. Filósofo y Poeta también citado por su nombre castellanizado, Tomás Campanella. Antes de entrar en la Orden Dominica fue Giovanni Domenico Campanella.

Escribió, entre otras muchas obras, una defensa de Galileo y el tratado utópico La ciudad del sol, compuesto durante su larga estancia en la cárcel por una conjura antiespañola -la misma causa que el economista Antonio Serra-, donde describe un Estado teocrático universal basado en principios comunitarios de igualdad.

Hijo de un zapatero analfabeto, a los 15 años ingresó en el convento dominico de Santo Domingo de Placanica, emitiendo sus votos con el nombre de fray Tommaso. Estudió Filosofía y Teología en San Giorgio Morgeto y Nicastro, mostrando especial admiración por la física naturalista y el antiaristotelismo de Telesio. En 1589, sin contar con licencia de sus superiores, se dirigió a Nápoles en compañía de un rabino judío, que le introdujo en el círculo de Giovanni Battista della Porta, en el que se practicaban curiosidades mágicas y naturalistas, por las que siempre sintió especial atracción.

En 1591 Campanella publicó en Nápoles su primera obra, Philosophia sensibus demonstrata, en defensa de Telesio, por lo que sufrió poco después, la primera sospecha de demonismo y herejía, y fué procesado por su propia Orden al año siguiente. Un cuarto proceso, tras haber pasado por Roma, Florencia, Bolonia y Padua, resultó más grave que los anteriores, pues contradecóa los planteamientos de Aristóteles, defendidos por la doctrina católica, lo que causó su reclusión en la cárcel de Tor di Nona, en Roma, por orden del Santo Oficio. 

Obtenida la libertad, se retiró al pequeño convento de Santa Maria di Gesù, en Stilo, aparentando una vida recogida y tranquila pero sin renunciar a su práctica de la Astrología.

Mientras tanto, Campanella planeaba una conjura contra la dominación española en Calabria, y la instauración de una república teocrática perfecta, similar a la utopía que formularía años después en su obra Ciudad del Sol. 

Delatado, se le abre en 1599 un proceso político y eclesiástico en el que se le acusa de rebelión y herejía, que le acarrea la pena de muerte. Para eludir el cadalso, Campanella logra fingir demencia pese a las torturas, y así el gobierno español y la autoridad eclesiástica determinan en 1602 condenarle a cadena perpetua en el Castel Nuovo de Nápoles, donde queda encarcelado 27 años. 

Durante esta reclusión Campanella compuso sus principales obras como La Ciudad del Sol, reelaboró las que en Bolonia le había arrebatado la Inquisición y mantuvo relación con estudiosos de su tiempo;  Galileo, Scoppio, Gassendi, etc., llegando a defender en sus escritos a Galileo durante su primer proceso en 1612.

A requerimiento de la propia Orden de Predicadores le fue otorgada la libertad por el papa Urbano VIII, quien deseaba aprovechar sus amplísimos conocimientos astrológicos; Campanella, se estableció entonces en Roma. 

En 1634 se descubre una nueva conspiración en Calabria dirigida por unos conocidos suyos, por lo cual planificó su huida con ayuda del embajador francés y del Cardenal Barberini. Así, el 21 de octubre de 1634, vestido de fraile mínimo, con falso nombre, Campanella huyó a Francia, donde encontró favorable acogida siendo incluso recibido en la corte de Luis XIII. Amparado por el monarca francés, fue a vivir en el convento de la Rue Saint-Honoré de París donde murió en 1639.

Campanella tenía un temperamento impetuoso, combativo; talento de amplia erudición, con una audacia intelectual desenfrenada, que le llevó a abordar todas las ciencias. Se creyó predestinado por Dios para la misión providencial de realizar la unidad de todo el mundo, dividido por luchas doctrinales, políticas y religiosas; unidad que constituyó la gran obsesión de su vida.

Inicialmente, se inspiró en Bernardino Telesio (1509-1588), aunque más tarde diferenció su pensamiento. Telesio pretendió estudiar la naturaleza a partir de sus propios principios, que para él se reducían a la acción del calor y el frío sobre lo corpóreo, alejándose de esta forma tanto de Aristóteles como de la magia. Telesio afirmaba la autonomía de la naturaleza y en consecuencia, la necesidad de estudiarla de modo independiente a la Metafísica a partir de la información que suministra la experiencia sensible. Se observa en el pensamiento de Telesio algún componente animista inspirado en los presocráticos.

Campanella, a diferencia de Telesio, se acerca algo más a la magia y al animismo. Su teoría del conocimiento afirma que todo conocimiento deriva de la sensibilidad y a ella se reduce. Entonces, el conocimiento sensorial proporciona certeza absoluta y por lo tanto no requiere pruebas de ninguna clase. El escepticismo no tiene sentido porque hay una facultad innata en el alma que nos asegura principios indudables, el primero de los cuales es que existimos, pensamos, queremos y podemos. Este conocimiento de sí mismo está presupuesto en cualquier conocimiento de las cosas exteriores. Nos conocemos, ante todo, a nosotros mismos, y sólo conocemos las cosas exteriores en cuanto nos conocemos modificados o impresionados por ellas; Campanella extiende esta conciencia a todos los seres.

Fue un comunitario utópico. Se manifestó contra la Escolástica y combinaba las ideas del sensualismo y el deísmo con concepciones místico-religiosas. Fue perseguido por la Inquisición debido a su libertad de pensamiento. Soñaba con una humanidad libre y próspera, pero confiaba en que su sueño podría tornarse en realidad con la ayuda del Papado. Fundamentó su ideal comunitario en el mandato de la razón y en las leyes de la naturaleza. Imaginó una sociedad comunitaria tanto en lo referente al régimen de la propiedad como en la pertenencia de mujeres e hijos. 

Poco tiempo después de salir de la cárcel volvió a ser perseguido y tuvo que buscar refugio en Francia. Muchas de sus propuestas filosóficas fueron semejantes a las adoptadas después por René Descartes y por Immanuel Kant. Su doctrina filosófica admite la impotencia del conocimiento sensible para conocer la realidad exterior, pero admite también la importancia del conocimiento interno para experimentarse tal y como uno es. Al modo de San Agustín, la existencia de Dios, se deduce de la existencia de su idea en el hombre, que por su perfección no puede ser un producto nuestro. En su Civitas Solis describió una utopía en la que la Iglesia Católica domina todos los órdenes de la vida, ideas que aplicó en su libro La Monarquía Hispánica, respecto al imperio realmente existente entonces, España.

Una de sus obras más destacadas fue La Ciudad del Sol, escrita en 1602 pero no publicada hasta 1623. Es una utopía en la que el autor expone su concepción de ciudad ideal. Está dispuesta en forma de diálogo entre un almirante genovés y el Gran Maestre de los Hospitalarios. El marino cuenta al caballero cómo se vio obligado a tocar tierra en la Isla de Taprobana, donde los indígenas lo conducen a la Ciudad del Sol, que está rodeada por siete murallas, dedicadas cada una a un astro. En la cima de un monte se encuentra el templo dedicado al Sol.

La organización política de esta singular República es de carácter teocrático. Se mezclan los asuntos religiosos y públicos de manera inescindible. El supremo gobernante es el Sacerdote Sol, auxiliado por los Príncipes Pon, Sin y Mor, competentes respectivamente en materia de poder, sabiduría y amor. Al príncipe Pon le corresponde conocer el arte guerrero y de los ejércitos; al Príncipe Sin, la enseñanza de la ciencia y la sabiduría, y al Príncipe Mor, las labores de la procreación y la educación de los infantes.

Los Ciudadanos de esta República filosófica, conocedores de que la propiedad privada engendra el egoísmo humano e incita a los hombres a enfrascarse en crueles luchas, han convenido en que la propiedad sea comunitaria. Todos los hombres habrán de trabajar pero los funcionarios serán los que harán la distribución de la riqueza. Hasta los actos más íntimos son en común en esta ciudad.

Trata de una sociedad comunitaria ideal en la que el poder está en manos de hombres sabios y sacerdotes. Con esto podemos ver cuan influyente fue la Iglesia sobre Tommaso Campanella. La Ciudad del Sol contribuyó a desarrollar la ideología progresista y a estimular el progreso social.

Petrus Ramus

Pierre de la Ramée, o Pedro Ramo. Cuts, Vermandois, 1515-París, 26 de agosto de 1572. Retórico, Humanista y Lógico, creador de la corriente antiaristotélica de pensamiento denominada en su honor ramismo. 

De noble familia originaria de la Picardía, pero empobrecida hasta el punto de que el padre debía trabajar como agricultor. A los ocho años huyó de casa y marchó a París; a fuerza de trabajar de día como criado y estudiar de noche en el Collège de Navarra, ingresó en la Sorbona cuando sólo contaba doce años y llegó a maestro en Artes a los veintiuno con la tesis de que dicta essent commentitia quaecumque ab Aristotele esse -todo lo que ha escrito Aristóteles no es más que falsedad-. 

Independiente, adogmático e hipercrítico, se rebeló y protestó con energía contra el excesivo escolasticismo de unas universidades en las que Aristóteles era el modelo único y la base de toda investigación filosófica, rechazando en firme cualquier aristotelismo como pura labor de higiene mental. Preconizó a cambio una lógica viva y abierta.

Se estableció como profesor en el pequeño Colegio del Ave María en Le Mans, y retomó sus ideas antiaristotélicas en dos obras de 1543, las Dialecticae partitiones y sus Animadversiones in Dialecticam Aristotelis (Críticas a la dialéctica aristotélica), que fueron condenadas por la facultad de Teología de la Sorbona y disgustaron terriblemente a los académicos, dolidos por la fuerza de los duros ataques que les dirigía, entre los que no era el más flojo enfrentar la elegancia y prestigio del sistema copernicano con el torpe almagesto ptolemaico del Estagirita.

El ataque repercutió en toda Europa y las discusiones en las universidades europeas provocaron al cabo la división general entre ramistas y antirramistas de los claustros, de forma que la Sorbona tuvo que recurrir al mismísimo rey Francisco I para que prohibiera sus obras con un Edicto -1 de marzo de 1544-, donde se afirmaba que sus ideas eran temerarias, arrogantes e impudentes, es decir, desvergonzadas.

Expulsado, además, de la Universidad, fue acogido en el Colegio de Presles en 1545, hasta que el sucesor filoprotestante del rey Francisco, Enrique II, anuló tal expulsión en 1547; entonces los Jesuitas, bien situados y poderosos en París, consiguieron poner las obras de Ramus en el Index librorum prohibitorum

Ramus esperando a sus asesinos. Retrato por Robert Fleury. Biblioteca de la Sorbona

Sin embargo la política oficial era apoyar al Humanismo y se le permitió que ocupara la Cátedra de Matemáticas del Collège de France (1551), gracias en parte a la protección del Cardenal de Lorena. En este cargo se preocupó de introducir algunas mejoras en la enseñanza y prosiguió en su empeño de publicar nuevas Gramáticas; ya había publicado una Grammatica Latina (1548) e imprimió ahora una Grammatica Graeca (1560) y una Grammaire Française (1562) y en este último año, ofreció a Carlos IX un plan para reformar la Universidad. Con todo, y dando de nuevo una muestra de la libertad e independencia de juicio, tras el Coloquio de Poissy (1561) en que protestantes y católicos trataron de hallar un acuerdo, Ramus apoyó al Calvinista Teodoro de Beza contra su protector el Cardenal de Lorena y abjuró de la fe católica para seguir la protestante. Esto le valió abandonar otra vez la cátedra universitaria y huir de París al año siguiente. 

Volvió en 1563 con la Paz de Amboise y reanudó la enseñanza, si bien en 1567 tuvo que marcharse otra vez, a causa de las Guerras de Religión. En 1568 estaba en Alemania, y, en Suiza, estuvo como profesor en Heidelberg, Ginebra y Lausana. 

La Paz de Saint-Germain (1570) le llevó otra vez a París, a la Cátedra y Rectorado del Colegio de Presles, dentro de la Universidad, a lo que se opusieron fuertemente los jesuitas desde su Colegio de Clermont. 

Allí, en Presles, le alcanzó la muerte en la tristemente famosa Matanza de San Bartolomé (1572), en la que miles de protestantes franceses fueron cruelmente perseguidos y asesinados por calles, plazas y casas. Su cuerpo fue arrastrado y arrojado al Sena.

Obra

Como humanista experimentó el influjo de Lorenzo Valla y de Rodolphus Agricola. Quería una lógica «viva» opuesta a la silogística aristotélica. Algunas de sus innovaciones tuvieron que ver también con mejoras en pequeños detalles, como la incorporación de la jota y de la uve para los valores consonánticos de la i y la u en la ortografía del latín. Fue uno de los predecesores de la Ilustración en Francia y su método de clasificación de las disciplinas según un orden lógico anuncia ya a Descartes. 

En el terreno religioso, ejerció una influencia considerable sobre la Teología del pacto -Covenant Theology-, en las iglesias congregacionalistas de Nueva Inglaterra. Los discípulos de Pierre de la Ramée, entre los que se encontraban los españoles. Francisco Sánchez de las Brozas (1523-1600) y Pedro Núñez Vela (1522-1602), elaboraron una síntesis lógico-dialéctica en sustitución del aristotelismo de los escolásticos que también se introdujo entre los platónicos de Cambridge.

Lucilio Vanini

Retratos de perfil redondo de Pierre de La Ramée y Giulio Cesare Vanini, ambos asesinados por los católicos por sus ideas "heréticas". Bajo el mentón de Vanini, se puede ver un pequeño relieve reconocido como retrato de Martín Lutero sólo en 1991 por el historiador sueco Lars Berggren. De: Ettore Ferrari (1845-1929), base del monumento a Giordano Bruno (1889), en la plaza Campo dei Fiori en Roma, Italia. Fotografía de Giovanni Dall'Orto, 4 de abril de 2008.

Lucilio Vanini. Taurisano, 1585-Toulouse, 9 de febrero de 1619. Librepensador, que en sus trabajos firmaba como Giulio Cesare Vanini. Terminó sus días quemado en la hoguera.

Estudió Filosofía y Teología en Roma. Tras volver a Lecce se centró en estudiar Física -principalmente Medicina y Astronomía-, materia que se puso de moda con el Renacimiento. Al igual que Giordano Bruno, dirigió sus ataques hacia la Escolástica. Vanini se asemejaba a Bruno no solamente en su vida errante, sino también en sus ideas anticlericales.

De Nápoles fue a Padua, donde entró bajo la influencia del alejandrista Pomponazzi. En Padua estudió Derecho, y fue ordenado sacerdote. Posteriormente se movió por Francia, Suiza y los Países Bajos, viviendo de impartir clases, componiendo escritos para otros y difundiendo puntos de vista anticristianos. En 1612 se vio obligado a huir de Lyon a Inglaterra, pero en Londres fue arrestado durante 49 días al ser sospechoso de vender un libro - donde cambió varias palabras de una obra jurídica-medieval y lo hizo pasar como suyo - a un jurista francés, utilizando el nombre de Ludovico Martinus.

De vuelta en Italia, intentó impartir sus lecciones en Génova, pero fue expulsado de nuevo a Francia, donde trató de alejar las sospechas publicando un libro contra el ateísmo, Amphitheatrum Aeternae Providentiae Divino-Magicum (1615). Aunque su definición de Dios es algo panteísta, el libro sirvió para su propósito inmediato. El autor expuso sus nuevas teorías en su segunda obra, De Admirandis Naturae Reginae Deaeque Mortalium Arcanis (París, 1616), la cual, originalmente aprobada por dos doctores de la Sorbona, fue después reexaminada y condenada por revelar algunas citas de textos privados de la Iglesia católica.

Posteriormente, Vanini dejó París, donde había estado trabajando de capellán del Mariscal de Bassompierre, y empezó a enseñar en Toulouse, bajo el falso nombre de “Pomponio Uciglio”. En noviembre de 1618 fue arrestado y empezó a descalcificarse, lo cual hizo que perdiese gran parte de su dentadura. Después de un largo juicio efectuado por el parlamento de Toulouse, no por la Inquisición, fue declarado culpable de blasfemia, impiedad, ateísmo, brujería y corrupción de costumbres y condenado a que se le cortara la lengua y a ser estrangulado y quemado en la hoguera el 9 de febrero de 1619 en la plaza de Salin.

Vanini, que utilizó profusamente las ideas de Pietro Pomponazzi, Nicolás Maquiavelo, Gerolamo Cardano o Giulio Cesare Scaligero entre otros, planteó un racionalismo radical de corte materialista y mecanicista que no dejaba lugar para los fenómenos sobrenaturales presentes en la tradición cristiana y reinterpretó las religiones desde una perspectiva política como instrumentos creados por las clases dominantes.

Aonio Paleario

Aonio Paleario (1503-1570) sostuvo concepciones religiosas próximas al luteranismo. Hombre de talante progresista y modelo de masculinidad igualitaria, Paleario se desarrolló a nivel profesional, personal e intelectual en cinco enclaves itálicos: Roma, Padua, Siena, Lucca y Milán. Formado en Filosofía y en Literatura grecolatina, Paleario no solo se singularizó por la ilustrada impartición de enseñanzas filológicas, sino también por su defensa de posturas dogmáticas de enorme trascendencia colectiva. Y aunque su proyecto de reforma eclesiástica, centrado esencialmente en la población cristiana (plebs sancta), fue desatendido por parte del Concilio de Trento (1545-1563), Paleario defendió aspectos sociales de sumo calado, promoviendo la cultura individual y comunitaria, la apertura ideológica, la libertad de conciencia, la recta educación de los hijos y la erradicación de anticuados planteamientos relativos a las mujeres y a su condición de género. 

Entre las publicaciones de Paleario, destacan: De animorum immortalitate, Della pienezza, satisfazione et sofficienza del sangue di Cristo, De Pace, Orationes ad Senatum Populumquem Lucensem, Prefatio de ratione studiorum o Pro se ipso. 

Sin embargo, de entre sus obras, cabe resaltar dos: L’actio in pontifices romanos y Dell’economia o vero del Governo della casa, volumen, este último, de incomparable valor académico para el debate de la Querella de las Mujeres. 

Paleario fue ahorcado el 3 de julio de 1570 en Roma, acusado de herético y de profesar creencias contrarias a los preceptos de la Iglesia católica.

Miguel Servet

Christoffel van Sichem, Retrato de Miguel Servet. Buril. Inscripción; Michael Servetus Hispanus de Aragonia. Firmado CVSichem fecit

Miguel Servet, llamado también Miguel de Villanueva, Michel de Villeneuve o, en latín, Michael Servetus, cuyo nombre auténtico era Miguel Serveto y Conesa, alias «Revés» (Villanueva de Sigena, Aragón, c. 29 de septiembre de 1509 o 1511-Ginebra, 27 de octubre de 1553). Fue Teólogo y Científico.

Sus intereses abarcaron muchas ciencias: Astronomía, Meteorología, Geografía, Jurisprudencia, Teología, Física, el estudio de la Biblia, Matemáticas, Anatomía y Medicina. Gran parte de su fama y reconocimiento posterior es debido a su trabajo sobre la circulación pulmonar descrita en su obra Christianismi Restitutio.

Participó en la Reforma Protestante y desarrolló una Cristología contraria a la Trinidad. Repudiado tanto por los católicos como por los protestantes, fue arrestado en Ginebra, sometido a juicio y condenado a morir en la hoguera por orden del Consejo de la ciudad y las iglesias Reformadas de los cantones, cuando en ellas predominaba la influencia de Juan Calvino.

Actualmente la mayoría de las biografías de Servet sitúan su lugar de nacimiento en Villanueva de Sigena, aunque algún investigador mantiene la opinión de que nació en Tudela, Navarra. Para ello se basa en documentos en los que Servet se atribuía un origen navarro, mientras vivía en Francia bajo la falsa identidad de Michel de Villeneuve. Sin embargo, según los partidarios de la hipótesis aragonesa, este nombre ficticio haría alusión a su auténtica localidad natal, Villanueva de Sigena, donde se conserva la casa familiar, hoy convertida en Centro de Interpretación.

Fachada de la casa natal de Miguel Servet en Villanueva de Sigena, sede del Instituto de Estudios Sijenenses "Miguel Servet"/Michael Servetus Institute y centro de investigación de su vida y obra.

Era hijo de Antón Serveto, noble infanzón y notario del Monasterio de Sigena, y Catalina Conesa, que por línea materna descendía de la familia judeoconversa de los Zaporta. 

Las biografías tradicionales le adjudican dos hermanos menores: Pedro, quien continuó con la notaría paterna, y Juan, ordenado sacerdote y rector de Poleñino. Los estudios recientes elevan el número, pues además de Pedro y Juan, el matrimonio Serveto-Conesa tuvo también a Francisco Serveto, que trabajó como escribano en la notaría zaragozana de Juan Campi; a Antón Serveto, que casó en 1543 con Ángela Ager; a Catalina Serveto, mujer del maestre Jaime Dolz, médico de Sariñena; y a Jerónima Serveto, que casó en 1540 con Jaime Cardona, notario de Sariñena.

La familia Serveto utilizaba un apodo, «Revés», aparente anagrama de su apellido cuyo origen podría deberse a que un miembro de una familia de Villanueva, probablemente antigua y distinguida, de apellido Revés emparentase con los Serveto, conservándose así ambos nombres en posteriores generaciones.

Joven con dotes sobresalientes para las letras y gran conocedor del Latín, Griego y Hebreo, Miguel abandonó su población de origen para ampliar estudios, quizá en el Castillo de Montearagón. Fue aceptado como pupilo por fray Juan de Quintana, que fue confesor de Carlos I. 

Tras una estancia para realizar estudios de Derecho en Toulouse, Francia, donde entró por primera vez en contacto con círculos próximos a la Reforma, viajó con Quintana por Italia y Alemania como parte del séquito imperial y presenció la coronación de Carlos V como Emperador en Bolonia, en 1530.

Luigi Scaramuccia. Coronación de Carlos V como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, 1661. Boceto para los frescos de la Sala Farnese del Palazzo d'Accursio de Bolonia. Género Bononiae Collezioni.

En 1520 se matriculó en Artes Liberales en el estudio general de artes de Zaragoza -no fue Universidad hasta 1583-, donde era maestro mayor su tío, el filósofo y matemático Gaspar Lax. Allí obtuvo el título de Bachiller en Artes el 17 de mayo de 1523, y a finales de 1524 el de Maestro, a la vez que trabajaba como profesor del propio estudio. Un año después ya figura como uno de los cuatro maestros de artes del estudio. 

Fue agredido por su tío Gaspar Lax en 1527, y aunque se desconoce el motivo concreto, todo hace creer que pudo deberse a las rompedoras ideas teológicas que Servet habría empezado a compartir en el estudio, y que no eran del agrado de Lax. También se apunta, aunque con menos probabilidad, al plagio de Gaspar Lax en su obra Filosofía Natural, en la que Servet habría colaborado sin figurar como participante. Su rivalidad con Gaspar Lax, un personaje poderoso y reputado en la época, le cerró las puertas académicas en España, y fue el detonante para que se fuera a estudiar a Toulouse.

Primeras obras teológicas

Edición de los Errores acerca de la Trinidad.

Posteriormente abandonó a su mentor e inició un periplo por varias ciudades de Centroeuropa afines al naciente protestantismo. Estableció una relación cada vez más difícil y polémica con algunos líderes reformadores, como Ecolampadio de Basilea, y se dirigió más tarde a Estrasburgo, donde se relacionó con Bucer, y a Hagenau, ciudad alsaciana, entonces perteneciente al Sacro Imperio Romano Germánico.

En 1531 publicó De Trinitatis Erroribus -De los errores acerca de la Trinidad-, que produjo gran escándalo entre los reformadores alemanes. Tampoco cayó bien en su patria, ya que Servet tuvo la osadía de enviar una copia al obispo de Zaragoza, que no tardó en solicitar la intervención de la Inquisición. 

El año siguiente publicó Dialogorum de Trinitate -Diálogos sobre la Trinidad, acompañado de una obra suplementaria, De Iustitia Regni Christi -Sobre la Justicia del Reino de Dios-. Otro opúsculo atribuido a Servet, aunque de datación imprecisa, es Declarationis Iesu Christi Filii Dei -Declaración de Jesucristo Hijo de Dios-, también conocido como «Manuscrito de Stuttgart».

De los Errores acerca de la Trinidad: estructura y contenido

En esta obra, dividida en siete libros o capítulos, Servet argumenta que el dogma de la Trinidad carece de base bíblica, ya que no se halla en las Escrituras, sino que es fruto posterior de elucubraciones de «filósofos». Basándose en abundantes citas de la Biblia, Servet concluye que Jesús es hombre en tanto que nacido de mujer, por más que su nacimiento fuese milagroso. A su vez, Jesús es también hijo de Dios, en tanto que su nacimiento es el fruto de la fecundación de la Virgen María por el Logos divino.

Niega así Servet, por tanto, que el Hijo sea eterno, ya que fue engendrado como tal en la encarnación, aunque es divino por gracia de Dios, su Padre. Tampoco es, pues, una Persona de la Trinidad, cuya existencia niega vehementemente definiéndola como «tres fantasmas» o «perro Cerbero de tres cabezas». Asimismo, califica a los que creen en tal doctrina como «ateos, es decir, sin Dios» y «triteístas». A su vez, el Espíritu Santo no sería una Tercera Persona trinitaria, sino la fuerza o manifestación del espíritu de Dios tal como actúa en el mundo a través de los hombres.

Diálogos sobre la Trinidad y De la Justicia: estructura y contenido

Obra de tamaño y ambición inferiores a Errores..., Diálogos está estructurada en dos libros como una conversación ficticia entre dos personajes: Miguel -el propio autor- y un tal Petrucho. Según Servet, la escribe para despejar las dudas e inquietudes sembradas por su obra anterior, que a su juicio se deben «a mi propia impericia y a la negligencia del tipógrafo». A diferencia de lo afirmado en Errores..., Servet dice que Jesús no es solo divino por gracia, sino también por naturaleza, aunque aclara que solo en tanto que participa de la sustancia divina de su Padre.

A su vez, en el opúsculo De la Justicia del Reino de Dios incluido al final, explica entre otras cosas la complementariedad entre fe y caridad, pues, aunque la justificación del creyente es solo por la fe, la caridad y las buenas obras son encomiables y complacen a Dios, aspecto en el que se diferencia claramente de Lutero y otros reformadores protestantes. Al final se encuentra uno de los textos por los que Servet es considerado como adalid de la tolerancia y la libertad de conciencia, ya que afirma que:

... ni con estos ni con aquellos estoy de acuerdo en todos los puntos, ni tampoco en desacuerdo. Me parece que todos tienen parte de verdad y parte de error y que cada uno ve el error del otro, mas nadie el suyo... Fácil sería decidir todas las cuestiones si a todos les estuviera permitido hablar pacíficamente en la iglesia contendiendo en deseo de profetizar. Servet, De la Justicia..., en Obras completas, Vol. II-1, pág. 481).

Portada de su obra Christianismi restitutio (1553).

•Tiempo de ocultación

Miguel Servet se dirigió a Lyon. Había estado brevemente en París, donde un encuentro previsto, pero finalmente no efectuado, con Calvino, se transformó en el inicio de una relación epistolar entre ambos. Servet llegó a Lyon con una nueva identidad, Michel de Villeneuve, supuestamente originario de Tudela de Navarra, para evitar las persecuciones de la Inquisición. Estuvo empleado en una imprenta, primero como corrector de pruebas. 

En 1535 le encargaron la publicación y anotación de la Geografía de Claudio Ptolomeo, lo que llevó a cabo dando pruebas de su gran erudición. En Lyon fue la etapa más feliz de su vida. Conoció al médico Symphorien Champier, quien le animó a estudiar Medicina y acabó yéndose a París. Entonces publicó sobre Medicina un tratado contra el médico alemán Leonhardt Fuchs (Lyon, 1536), en el que también atacaba a otros médicos antiarabistas, y poco después un tratado sobre el uso de los jarabes (París, 1537). En el primero rebate la doctrina luterana de que la salvación se obtenga solo por la fe sin obras.

En 1537 se matriculó en la Universidad de París para estudiar Medicina. Allí estudió junto a los grandes médicos de la época, enseñando, él mismo, Matemáticas y Medicina. Sin embargo, pronto se encontró en dificultades, puesto que dictó un curso de Astrología, en el que defendió la influencia de las estrellas en los eventos futuros (Astrología Judiciaria), lo cual, junto con un opúsculo en el que describió el uso de jarabes para administrar los remedios de la época, le enfrentó con la comunidad universitaria.

Dejó de nuevo París y residió en diversas localidades de Francia, hasta que en Lyon se encontró con el arzobispo de Vienne, del Delfinado, Pedro Palmier, al que había conocido previamente en París. De esta forma entró a su servicio como médico personal en 1541. 

La Restitución del Cristianismo

En Vienne de Isère, Servet se dedica a proseguir sus estudios y publicaciones y prepara en secreto la que será su obra cumbre. Prosigue su correspondencia con Calvino, a quien envía una primera versión de su libro, Christianismi Restitutio (Restitución del Cristianismo), de carácter fundamentalmente teológico, en espera de sus comentarios (1546). "En ella demostraba, sobre la base de las Escrituras, que Cristo era solamente humano". El concepto de cristianismo allí expuesto es cercano al panteísmo. Cristo está en todas las cosas. El mundo está lleno con él. 

Se mostraba también contrario al bautismo de los niños, puesto que el bautismo debe ser un acto maduro y consciente de discipulado cristiano, lo que le acerca a las posiciones anabaptistas. Sobre la edad adecuada para recibir el bautismo, sugirió seguir el ejemplo de Jesús: «Jesucristo fue él mismo bautizado cerca de los treinta años».

Curiosamente el libro pasaría a la posteridad por contener en su «Libro V» la primera exposición en el Occidente cristiano de la función de la circulación pulmonar o menor: según Servet, la sangre es transmitida por la arteria pulmonar a la vena pulmonar por un paso prolongado a través de los pulmones, en cuyo curso se torna de color rojo y se libera «de los vapores fuliginosos por el acto de la espiración». Servet sostenía que el alma era una emanación de la Divinidad y que tenía como sede a la sangre. Gracias a la sangre, el alma podía estar diseminada por todo el cuerpo, pudiendo asumir así el hombre su condición divina. Por tanto, los descubrimientos relativos a la circulación de la sangre tenían un impulso más religioso que científico. De ahí que la descripción de la circulación pulmonar esté dentro de una obra de teología y no de una de fisiología. Para Servet no había diferencia entre ambos ámbitos, dado que todo obedecía a un mismo gran designio divino.

En respuesta, Calvino le conmina a leer su propio libro Institutio religionis Christianae (Institución de la Religión Cristiana), publicado en 1536. Servet leyó el libro de Calvino e hizo anotaciones muy críticas en los márgenes, devolviéndole la copia corregida, lo que desagradó enormemente al reformador, disparando este una soberbia espectacular, hasta el extremo de que no dudó en declarar su venganza: si Servet ponía los pies en Ginebra «no saldría vivo de ella»

Calvino

Finalmente, Christianismi Restitutio es publicado anónimamente a principios de 1553, de nuevo con gran escándalo. Un calvinista de Ginebra escribe a un amigo católico revelándole que el autor del libro es el hereje Miguel Servet, oculto bajo la falsa identidad de Villeneuve. Se sospecha que detrás de esta denuncia podría estar el propio Calvino, quien había tenido acceso al texto gracias al mismo Servet. La Inquisición de Lyon recibió parte de la correspondencia intercambiada entre ellos, tras lo cual Servet fue detenido, interrogado y encarcelado en Vienne. El 7 de abril, sin embargo, logró evadirse y el 17 de junio fue sentenciado a muerte in absentia, siendo quemado en efigie.

Juicio en Ginebra y muerte

Monumento a Servet en la plaza del Ayuntamiento de Annemasse, Francia, villa situada a 4 km de Ginebra, al otro lado de la frontera franco-suiza. La inscripción bajo la escultura dice: a Miguel Servet, apóstol de las libres creencias, nacido en Villanueva de Aragón el 20 de septiembre de 1511, quemado simbólicamente en Vienne por la Inquisición Católica el 17 de junio de 1553 y quemado vivo en Ginebra el 27 de octubre de 1553 a instigación de Calvino.

Servet, probablemente de camino hacia Italia, hizo escala en Ginebra, donde fue reconocido en la iglesia donde predicaba el propio Calvino (13 de agosto). La ciudad se regía por los principios de la Reforma tal como Calvino los había definido en sus Ordenanzas Eclesiásticas, basadas en su obra magna, Institución de la Religión Cristiana. Servet fue detenido y juzgado por herejía, por su negación de la Trinidad y por su defensa del bautismo a la edad adulta.

Servet sufrió grandes penalidades durante su cautiverio, como atestigua su carta al Consejo de Ginebra de 15 de septiembre de 1553. Durante el juicio, sostuvo diversos debates de carácter teológico. El 22 de septiembre, escribió una última alegación en la que culpaba a Calvino de hacer acusaciones falsas de herejía contra él y solicita que también sea detenido e interrogado como él, y concluye: «Estaré contento de morir si no le convenzo tanto de esto como de otras cosas de que le acuso más abajo. Os pido Justicia, Señores, Justicia, Justicia, Justicia». 

Finalizado el proceso, fueron consultadas las iglesias reformadas de los cantones de Zúrich, Schaffhausen, Berna y Basilea, tras lo cual el acusado fue condenado y sentenciado a morir en la hoguera el 27 de octubre de 1553. 

En una carta fechada el día anterior, Calvino comentaba a Farel que Servet iba a ser condenado sin discusión y conducido al suplicio, y aseguraba que él había intentado cambiar la forma de su ejecución, aunque inútilmente. 

La sentencia dictada en su contra por el Consejo (Petit Conseil) de Ginebra dice:

Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.

Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo.

Consecuencias de la ejecución de Servet

Independientemente de la importancia de sus descubrimientos fisiológicos o de su labor como polemista religioso, los sucesos que acarrearon el juicio y muerte de Miguel Servet se han considerado como punto de arranque de la discusión que condujo al reconocimiento de la libertad de pensamiento y de expresión de las ideas. Asimismo, las iglesias unitarias, surgidas de los movimientos antitrinitarios del siglo XVI d.C. y posteriores, consideran a Servet su pionero y primer mártir.

La ejecución de Servet escandalizó a muchos pensadores de toda Europa, principalmente en el ámbito protestante, que se oponían a que se matara a las personas por razones de fe. El anabaptista David Joris escribió, por ejemplo, que «la verdadera iglesia no es la que persigue, sino la perseguida»; fallecido en 1556, tres años después se descubrió su teología anabaptista y su defensa secreta de Servet (usaba seudónimo), por lo que su cuerpo fue exhumado y quemado en Basilea por los protestantes.

Destaca particularmente la defensa de Servet que realizó Sebastián Castellion: «Matar a un hombre no es defender una doctrina, es matar a un hombre. Cuando los ginebrinos ejecutaron a Servet, no defendieron una doctrina, mataron a un hombre». 

Por otro lado, desde mediados del siglo XIX d.C. y principios del XX, Servet empezó a ser reivindicado por partidarios del librepensamiento, que veían en su ejecución una prueba de los peligros que conlleva el fanatismo religioso, aunque a menudo como resultado de un análisis superficial y sin tener en cuenta la obra y conceptos teológicos del propio Servet.

Marian Hillar, estudioso polaco-estadounidense de la obra de Servet, hizo la siguiente evaluación sobre el impacto perdurable que tuvo la ejecución del erudito español: «Fue el punto de inflexión en la ideología y mentalidad dominantes desde el siglo IVd.C.. [...] 

Históricamente hablando, con la muerte de Servet, la libertad de conciencia acabó convirtiéndose en un derecho civil en la sociedad moderna».

Estatua de Miguel Servet atado de pies y manos a la estaca de la hoguera. Plaza Aspirant Dunand de París.

Miguel Servet, obra de Dionisio Lasuén, en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza. 

(Continuará).