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sábado, 3 de noviembre de 2018

Giulio Romano ● Giulio Pippi de' Giannuzzi ● Vasari


Giulio Romano, de Tiziano, 1536-38. Museo Cívico, Palazzo Te. Mantua

Giulio Pippi -sobrenombre que cambiaría por el de Romano-, nació en Roma, h. 1499, y falleció en Mantua, el 1º de noviembre de 1546. Fue pintor, arquitecto y decorador y sus innovaciones dentro el clasicismo renacentista, contribuyeron a definir el Manierismo.

Autorretrato al pastel. Uffizi

Fue aprendiz y ayudante en el estudio de Rafael, y colaboró en muchos frescos de las Loggias o galerías del Palacio Apostólico Vaticano, diseñados por su maestro, así como en las Estancias, también de Rafael, fundamentalmente, en el fresco conocido como el Incendio del Borgo. También colaboró en la pintura de los techos de la Villa Farnesina

El incendio del Borgo, fresco en las Estancias de Rafael. Palacio Apostólico, Ciudad del Vaticano.

Tras la desaparición de Rafael, en 1520, Romano ayudó a terminar los frescos sobre la vida de Constantino en el Palacio Apostólico, y otras obras inacabadas, como la Coronación de la Virgen o la Transfiguración

En Roma, decoró Villa Madama -Madama; Margarita de Parma, la hija de Carlos V-, para el cardenal Julio de Médicis, y Clemente VII. 

Sus primeras obras arquitectónicas notables fueron realizadas en Roma: la Villa Lante (1518-1521) sobre la colina del Janículo para Baldasarre Tunni da Pescia, y el Palacio Stati-Maccarani (1521 - 1524).

Villa Lante y Palacio Stati- Maccarani

Después del Saqueo de Roma por las tropas de Carlos V, en 1527 y fallecido León X, el mecenazgo romano, desapareció prácticamente. El biógrafo Giorgio Vasari dice que Baldassare Castiglione fue encargado por Federico II Gonzaga de convencer a Giulio Romano para que trabajara en el Ducado de Mantua, oferta que el artista aceptó, trasladándose a aquella ciudad, donde pasó el resto de su vida.

Castiglione. Atribuido a Rafael. Louvre. Federico II Gonzaga. Tiziano. MNP

Su obra maestra, tanto en arquitectura como en pintura al fresco, se encuentra, pues, en la zona de Mantua llamada , donde Romano creó la residencia de verano para los duques de Mantua; el Palazzo Tè (1525-1534), una construcción diseñada en torno a un patio central, cuya principal cualidad es la armonía entre los motivos clasicistas que la decoran, con múltiples metopas, frisos, bandas lombardas, almohadillados, columbarios etc. 

También colaboró en la reconstrucción del Palacio ducal de Mantua y de la Catedral, diseñando, además, la Iglesia de San Benedicto. 

Palazzo Te. Mantua

Catedral de San Pedro. Mantua

Contribuyó, asimismo a crear las obras y conducciones necesarias para terminar con las inundaciones en aquella ciudad, cuyos desagües se desecaron de acuerdo con sus planes constructivos. 

Con el apoyo y la amistad del duque, vio aumentar considerablemente sus ingresos y convirtió su estudio en una famosa escuela de arte. 

De acuerdo con Vasari, también realizó algunas obras de carácter efímero, para celebrar diversas circunstancias, por ejemplo:

Cuando Carlos V vino a Mantua, -finales de 1532-, Giulio, por orden del Duque, construyó bellos arcos, escenas de comedia y otras cosas sin par; nadie como él para las mascaradas, o para hacer curiosos atuendos para justas, fiestas, torneos, que maravillaron al emperador y a todos los presentes. Para la ciudad de Mantua, en varios momentos diseñó templos, capillas, casas, jardines, fachadas, y era tan aficionado a decorarlas, que por propia iniciativa saneó sitios sucios, llenos de agua estancada y totalmente inhabitables, en lugares acogedores y agradables.

Además de diseñar tapices, creó una colección de carácter erótico, muy explícito, cuyo conjunto es conocido como I Modi, que Marcantonio Raimondi copió en grabados, siendo por ello condenado a prisión en Roma, pues se consideró que atentaba contra la moral. Posteriormente, Pietro Aretino, escribió un soneto para cada uno de los Modi, que los superaba en expresividad, y cuya edición, apareció dedicada. “Al Clero”

En 1546 Giulio Romano fue llamado desde Roma para trabajar en la Basílica de San Pedro; al parecer él quiso hacer el viaje, pero su salud ya no se lo permitió.
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Curiosamente, William Shakespeare cita al artista en El Cuento de Invierno, al hablar de la estatua de la reina Hermione, de aquel raro maestro italiano Julio Romano –escribió-, ignorando, aparentemente, que, la escultura no fue una de las habilidades del multifacético artista.

THE WINTER'S TALE. ACT V. SCENE II. 

La princesa, oyendo hablar de la estatua de su madre, que estaba al cuidado de Paulina; fragmento que costó varios años de trabajo, recientemente terminado por el célebre maestro italiano, Giulio Romano, que, si tuviera él mismo la eternidad, habría podido, con su soplo, comunicársela a su obra, pudiendo privar a la naturaleza de hacerlo por la perfección con que la imita. Hizo a Hermione, tan parecida a Hermione, que se dice que daban ganas de hablarle, esperando que respondiera, y fue allí donde todos se dirigieron con el calor del afecto y donde se proponían cenar.

En una antigua traducción francesa de esta obra se anota: “Giulio Romano vivió precisamente, el mismo número de años que Shakespeare, que nació dieciocho años después de su muerte. El poeta comete un anacronismo voluntario alabando al pintor; ¿por qué pensar en Giulio Romano, cuando se trata de una estatua? [Pero] Hay que recordar que antaño, las estatuas eran coloreadas.”

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"Giorgio Vasari, gran amigo de Giulio a pesar de conocerse entre sí solamente por cartas, pasó por Mantua camino a Venecia para verlo a él y a sus obras. En el encuentro, se reconocieron como si se hubieran visto mil veces antes. Giulio estaba tan contento, que dedicó cuatro días para mostrar a Vasari todas sus obras, especialmente los planos de antiguos edificios en Roma, Nápoles, Pozzuoli, Campagna, y todas las antigüedades más importantes diseñadas por él o por otros. Luego, abriendo un gran cofre, le mostró planos de todos los edificios construidos sobre sus diseños en Mantua, Roma y toda la Lombardía, tan hermosos, que no creo que existan construcciones más originales, soñadoras o convenientes". 

Fue probablemente, Vasari, quien introdujo el término Renacimiento.

La Biblioteca Nacional digitalizó las Vidas de Vasari, propiedad del Greco, con múltiples anotaciones de su mano. De acuerdo con la información publicada el 12 de mayo de 2015: Los tres volúmenes del ejemplar de Le vite de' piu eccellenti pittori, scultori, e architettori del pintor y arquitecto Giorgio Vasari, en su segunda edición florentina (1568), que formaron parte de la biblioteca particular del Greco y fueron profusamente anotados por él, han quedado incorporados al depósito de fondo antiguo del Departamento de Manuscritos, Incunables y Raros de la Biblioteca Nacional de España. La obra ha sido catalogada y digitalizada, lo que va a permitir su accesibilidad por parte tanto de la comunidad científica, como de todo el público general y de los expertos. BDH/BNE
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Autorretrato de Rafael con un amigo, en el que algunos críticos creyeron ver a Giulio Romano. Louvre


Una propuesta de identificación del amigo que acompaña a Rafael en la obra "Autorretrato con un Amigo", también conocida como "Rafael y su maestro de esgrima" del Museo del Louvre. Cuaderno de Sofonisba

Edición Giunti, 1568

Giulio Romano, Pintor y Arquitecto, en las Vidas...

...de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos, de Giorgio Vasari, Edición Torrentina. 1550

Cuando entre los hombres encontramos espíritus sabios, que sean afables y alegres, pero con mucha gravedad en todas sus conversaciones, y que trabajen magníficamente lo que procede de la inteligencia, se puede realmente decir que son gracias que a pocos el ancho cielo destina. Y pueden caminar sobre los demás siendo en beneficio y felicidad de las otras partes, de lo que razono aquí.

De estas cosas dotó tanto la naturaleza a Giulio Romano, quien realmente se pudo llamar, el agraciado heredero de Rafael, tanto en sus costumbres como en la belleza de las figuras en el arte de la pintura; tal como se muestran aún en los maravillosos edificios hechos por él en Roma y Mantua, los cuáles no parecen viviendas de hombres, sino casas de dioses. No quiero callar su historia, en la cual se pone de manifiesto una naturaleza infrecuente, a la que nadie se puede a comparar. Y seguramente bien se puede decir que, en este libro, él no es el segundo de nadie. 

Viéndose los milagros en los colores por él impulsados, la suavidad de quien exhala gracia con gran bondad y acerca del conocimiento sus sombras y sus luces, que a veces alineados y vivos los muestra. Nadie usó el compás en geometría con más gracia que él. Tal como si Apelles y Vitruvio estuvieran vivos, considerarían haber sido superados por la manera de él, en que fue siempre antiguamente moderno, y modernamente antiguo. 

Porque bien debió llorar Mantua, cuando la muerte cerró los ojos, de quien estuvo siempre procurando por ella, salvándola de las inundaciones de las aguas y magnificándola tanto en los edificios, que no parecía Mantua, sino una nueva Roma, nacida de la excelencia de su espíritu y el valor de su maravilloso talento. Creador de nuevas modalidades, formas hermanas de quienes le legaron el conocimiento en la belleza de nuestros autores, y más valioso que otros para el arte y la naturaleza. 

Giulio Romano fue discípulo del agraciado Rafael de Urbino, y por su naturaleza viéndole dotado, mereció de Rafael, que lo amase más que a los demás, y que lo tuviera en cuenta en el dibujo, invención y colorido, entre todos sus discípulos, pues los superaba en mucho. Y bien lo mostró Rafael, mientras vivió, al hacerle continuamente trabajar, sobre todo, en las cosas más importantes en las cuales, como curioso y deseoso de imitar a su maestro, puso mucha atención en las cosas de arquitectura. Y por deleite que en tal cosa siempre tuvo, hizo nuevas caprichosas y bonitas fantasías, como se ve aún en la viña del papa, cerca de Monte Mario; -Villa Madama-, en la cual hay una composición graciosísima en la entrada y extravagante en las fachadas exteriores y en el patio. 

Villa Madama. Madama; Margarita de Austria y Parma

Además de las fuentes, que hizo funcionar de manera rústica, por las cosas domésticas que hay, y por los adornos empleados, es la más hermosa mansión fuera de Roma, por sus placenteras vides y por el tamaño y la belleza del lugar. 

Una de las fuentes, trabajada en mosaico rústico, con adornos marinos, fue realizada por el admirable Giovanni de Udine / Nanni, o Ricamatori, que estuvo buscando modelos entre las fuentes antiguas, y es la primera de las modernas que se hizo, que luego realizaron en Roma y extendieron por Italia; maravillosas en variedad y adornos. Él mismo hizo los estucos, que embellecieron las viñas, y los grutescos en las galerías pintadas; él fue el primero en este arte moderno, y muy por divino se le tuvo entre los demás, como se ve también en los animales, que en esta obra hizo, los cuales ninguna persona los ha hecho mejor ni con más viveza. 

Hizo Giulio en el muro, muchas cosas más, como un Polifemo muy grande, en una galería, con infinito número de niños sátiros, que están jugando alrededor, obra que fue muy alabada. 

A la muerte de Rafael, Giovan Francesco Fiorentino y Giulio Romano permanecieron juntos y fueron herederos de sus cosas; y acabaron infinitas obras, que Rafael les había dejado junto con la reputación, y particularmente la sala del palacio, donde están los hechos de Costantino. Impulsando la obra, Giulio hizo todos los cartones, y una pared donde Constantino está hablando a los soldados. 

Prepararon la pared para hacerla al óleo, y a continuación, como no salió bien, decidió tirarla y pintarla al fresco, terminándola, aunque había sido comenzada por Rafael en tiempos de León X, y porque, a su muerte, el papa Adriano, no se ocupó de terminarla, se alargó hasta a los primeros años de Clemente VII. Esta obra es bella de invención, y tiene muchas partes perfectamente organizadas. 

Visión de Constantino, 1520-1524, Giulio Romano. Vaticano, Sala de Constantino.

También hicieron juntos Giovan Francesco y Giulio, para Perugia, la tabla de Monte Luci, y un cuadro de la virgen, donde Giulio pintó una gata -en Capodimonte-, por lo que lo llamaron, el cuadro de la Gata, muy elogiado.

Monteluce Madonna Pinacoteca Vaticana

Madonna della gatta. 1520

En esos tiempos estaba Giovan Matteo Genovese, datario del papa, y Obispo de Verona, el cual, al servicio de Clemente, dispensó gran favor a Giulio. En palacio le encargó algunas estancias en las murallas cerca de la puerta, y le hizo trabajar una tabla de la Lapidación de San Esteban, para San Esteban de Génova, su benefactor, que es muy bella y de singular gracia y composición, siendo la mejor obra de cuantas se han hecho nunca. Hay partes de bellos desnudos, y está la gloria, donde Cristo se sienta a la derecha del Padre, que es cosa realmente celestial. Giovan Matteo la donó a los monjes de Monte Oliveto, donde hoy permanece.

Giulio Romano. Santo Stefano, Genoa Lapidazione di Santo Stefano
Giulio Romano. Cartón para la lapidación de San Esteban. 1521, Pinacoteca Vaticana

Hizo aún para Jacobo Fugger, en Roma, en la iglesia de Santa María del Ánima, una tabla para la capilla, que es muy apreciada, y más, una casa en círculo, que ciertamente es cosa divina. Del mismo modo hizo un San Marcos con un león a los pies, cuyos pelos se tuercen según gira la figura, cosa realmente difícil, y las alas del santo, con plumas mejor que de falsos colores.

Giulio Romano, Santa Maria del Ánima. Capilla Fugger

Tenía Giulio a su servicio en Roma a Giovanni da Lione y Raffaello dal Colle del Borgo de San Sepolcro, los cuales eran muy diestros en aplicar las cosas que dibujaba. 

Por este mismo tiempo diseñó la viña y el palacio de Micer Baldassarre da Pescia, e hizo llevar la pintura y estuco blanco de la sala y la estufa. El trabajo es ciertamente muy bello, variado y agraciado, que es portento y causa estupor al verlo. 

Se separó en este tiempo, Giulio, de Giovan Francesco, porque quería hacer las obras a su manera. Hizo en Roma varias obras de arquitectura a distintas personas, como diseñar la casa de Alberini en Banchi, que dibujó Giulio por encargo de Raffaello, y cosas del palacio que se ven sobre la plaza de la Dogana, que en verdad es muy bello. Hizo sobre la esquina del Macello de los Corbi, una casa suya, que tiene un bello principio diferente de todas, aunque no sea muy grande. 

Habiendo llegado por asuntos suyos a Roma, Federigo Gonzaga, primer Duque de Mantua, muy amigo de Micer Pietro Aretino, que, a su vez lo era de Giulio, en tanta gracia lo acogió por amar la virtud, que no dejó de acariciarlo, y se lo llevó a Mantua a su servicio

Al poco, dio comienzo la construcción del bello Palacio de Te, fuera de la puerta de San Sebastián, la cual trabajó, por no haber allí piedras vivas, con ladrillos y piedras cocidas trabajadas, en columnas, bases, cornisas, realizando, cuadros, puertas y ventanas, con hermosas proporciones y extravagante manera en los ornamentos de las bóvedas y secciones con apartados. Salas, habitaciones y antecámaras muy divinas, las cuales no parecen viviendas de Mantua, sino de Roma, por su muy hermosa forma y tamaño. Hizo en este edificio, en lugar de la plaza, un patio descubierto, en el cual confluyen en cruz cuatro entradas.

La entrada principal atraviesa y pasa una enorme galería y termina en el jardín, las otras dos van a cuatro aposentos distintos.

Dos hizo adornar con estucos -atribuidos a Primaticio-, y pinturas, y en una sala de aquellas pintó hermosos caballos turcos -atribuidos, a su vez, a Rianaldo Mantovano y Benedetto Pagni-, y bárbaros del duque, y sus perros favoritos, que están muy naturales y hermosos, con las bóvedas separadas en distintas secciones, y estas, pintadas por las caras desde la parte baja.


Se pasa a continuación a una habitación, que está en la esquina del palacio, y en la bóveda pinta las historias de Psiche, realmente muy hermosas, y en el medio algunos dioses que están de abajo a arriba, en relieve, que no pintados parecen. La fuerza que expelen envuelve con la belleza de los contornos y con el colorido, con muy culto arte pintados.

Bodas de Psiche y Eros



“...algunos dioses que están de abajo a arriba”

En las fachadas de alrededor hizo distintas historias, divinas y muy bellas, y una bacanal hecha para un sileno, que maravilla es creer, que se puedan hacer mejor los extraños faunos, sátiros, tigres, 


...faunos, sátiros, tigres,


y un vasar festoneado lleno de objetos suntuarios que brillan pareciendo oro y plata, que los muestra muy vivos y distintos como trabajos extrañamente hechos de orfebres, o como caprichosas invenciones doctamente con sentido poético y pintoresco garbo terminadas. 

Se llega a continuación a una habitación, donde están los frisos de figuras de bajo relieve de estuco, con todos ordenados como soldados, que figuran como en la columna de Trajano, trabajados de una hermosa manera.

Se ve aún en una sala de una antecámara trabajado al óleo, cuando Icaro quiere quitarle a Dédalo su padre, la gloria, elevándose demasiado, solamente destruye la cera y quema las alas, para cayendo en el mar, morir. El trabajo se consideró muy imaginativo y bien llevado, que no parece pintura de cosas imaginadas, sino vivas y verdaderas ellos representan, porque se tiene miedo que te caiga encima, y el calor del sol como al freír y quemar las alas de él allí a pobre joven recuerda el humo y el fuego encendido. Y la muerte en la cara de Icaro está, no menos que el dolor y la pasión en el aire de Dédalo. 


-Ícaro y Dédalo desaparecieron del palacio, o, fueron modificados con posterioridad pintando el motivo: "la caída de Faeton", que se acomoda en parte a la descripción-.

Se pueden ver en XII historias de mes, cuando en cada una los hombres ejercitan las tareas que corresponden a la estación, las cuales son agradables, juiciosas de talento y reconfortan con su conocimiento, trabajadas de una manera muy caprichosa. Pasada esta galería de tantos estucos y llena de adornos raros, se llega a unas habitaciones, donde de tanta imaginación y tan distinta hay, que el intelecto se deslumbra. Porque Giulio, caprichoso y muy inteligente que era, en la esquina del palacio, de una habitación juntó muralla y pintura, muy similar al vivo, que a los hombres engañaba, y esto, al entrar, daba miedo. 


-Puede tratarse de la esquina más o menos trampantojo de la sala de los gigantes que más adelante describe-.

Como el edificio estaba esquinado hacia una charca, y podían ceder los cimientos allí, puso en el cuadrado de la esquina una habitación redonda reforzando los ángulos, redondeándolas y abovedándolas como las de un horno, y no quedándole esquinas a la habitación, hizo emparedar las puertas y las ventanas y la chimenea de piedras rústicas trabajadas sin canto, y muy separadas entre sí, que parece que caen al suelo.

Esto hecho, se puso a pintar la historia de cuando Júpiter fulmina a los Gigantes. Pone Giulio en medio del cielo, figurando en algunas nubes, el trono y la silla de Júpiter, con el águila que tiene los rayos en el pico.

Júpiter fulmina a los Gigantes

Y Júpiter, descendido más abajo, lanza rayos, cuyos estallidos y relámpagos asustan a Juno, Ganímedes, y los dioses que huyen por el cielo sobre carros. Marte con los lobos, Mercurio con los gallos, la Luna con las hembras, el Sol único con los caballos, Saturno con las serpientes, Hércules y Baco y Momo también huyen por el aire, como hacen otros y los revueltos vientos arremolinan las prendas de vestir. 

Hizo el piso de tierra con piedras de río que envuelven las murallas, y en el plano de la pintura, que viene hacia el suelo, contrastando, porque una parte de las pinturas se escapan hacia dentro, y de vez en cuando está decorada con hierbas y piedras más grandes, que, en vez de ocupar, adornan. Y siendo que la habitación tiene, sobre todo, el cielo lleno de nubes, y alrededor un paisaje que al estar en círculo, no alcanza fin ni principio; los montes se juntan, y los más alejados desaparecen al fondo, en proporción a la distancia.

Son enormes los Gigantes de altura, alcanzados por relámpagos que los fulminan cayendo a tierra, hacia delante y detrás de las ventanas, convertidas en grutas o verdaderos edificios, que derribados sobre los Gigantes, los hacen caer, unos muertos, otros heridos, y otros cubiertos por montañas, percibiéndose con viveza la masacre y la ruina. 

Nunca un hombre imaginará ver de pincel una cosa más horrible, porque viendo desde dentro las ventanas retorcerse, y los montes y los edificios caer juntos con los Gigantes, duda que los edificios en ruina no se le caigan encima. 

Se reconocen en esta obra el valor de la invención y el arte que ha tenido origen en Giulio, de imaginarse de nuevo lo que ningún antiguo maestro hizo nunca; hay mucho trabajo y es muy apreciado en esta obra. 

En este conjunto de perfecto colorido trabajó Rinaldo Mantovano, que además de la habitación de los Gigantes pintada sobre los cartones de Giulio, hizo muchas otras habitaciones, y, mientras vivió, siempre hizo honor a este arte; y más habría logrado si no muriese joven, pues hubiera podido mostrar cuánto había logrado imitar a Giulio, su maestro. 

Están aún en el lugar otras cosas, a las cuales todas, el talento de Giulio dio final, como en otros trabajos. Rehízo los estucos de todas las habitaciones del castillo donde el duque vivía, y en una sala hizo toda la historia troyana.


...en una sala hizo toda la historia troyana.

Hizo aún en una antecámara, doce historias al óleo, y abajo las doce cabezas de los emperadores, que pintó Tiziano de Cador, y realmente son bonitas pinturas -perdidas en el saqueo de 1630-.

Hay otras salas y habitaciones con pinturas, para el duque, las cuales callaremos, pero de la mayor sabiduría que puede darse y con todo el talento. Quien vaya a Mantua, podrá ver el edificio de Marmiruolo, cuyas pinturas no son menos bonitas que las del Palacio de Te. En San Andrés, en el altar de la Sangre hay una tabla al óleo muy bonita, 

G. Romano. Adoración Pastores, Louvre

y en los muros dos historias: La Crucifixión de Cristo con los ladrones, en la cual se entretuvo mucho, y pintó mejor que cualquier otro maestro y de una manera perfecta. Y para muchas iglesias de esta ciudad hizo capillas, tablas y distintos ornamentos, para embellecerlas y adornarlas, y esto fue causa que el duque lo remunerase muy bien.

Por otra parte, construyó su vivienda en esta ciudad frente a San Bernabé, que hizo pintar y adornar con estucos.

 La casa de Giulio Romano, frente a San Berbabé.

Y por la enorme utilidad de sus proyectos, se ordenó que en Mantua no se pudiera construir, si no era con proyectos de Giulio, que impulsó las alcantarillas, y los fosos que dejó a los mantuanos, que tenían hábito de vivir continuamente en el lodo, y en el fango; todo lo dejó seco, y el mal aire pestífero que había, quedó bueno, y saneado.

Rehízo a continuación la Iglesia de San Benito de Mantua cerca del Po, lugar donde residen monjes negros, y renovó muchos otros edificios. Y en toda la Lombardía brilló de tal manera, que a estos pueblos los preparó en el arte del dibujo y su empleo, algo inusitado hasta su tiempo, y que hizo salir adelante a personas hábiles con bellos talentos.

iglesia de San Benito de Mantua cerca del Po

Hacía continuamente proyectos a vecinos para construcciones y obras, como en Verona en el Duomo que hizo para el Moro Veronés -Francesco Torbido-, donde le pintó la tribuna. -Los cartones son suyos, pero Caroto, a quien encargaron la ejecución del fresco, no la realizó. No está clara la ejecución-, 


y al duque de Ferrara le hizo muchos proyectos para tejidos de seda y tapicerías. 


Mostró aún su gran valía en la llegada de Carlos V (1530) emperador, cuando hizo los preparativos en Mantua, y creó un escenario, con una nueva colocación de luces, que imitaban el movimiento del sol mientras se recitaba, que, terminada la comedia se ocultaba detrás de los montes. 

Nadie nunca dibujó celadas mejor que él, sillas de montar, atavíos de espadas y disfraces raros, y las hacía con tanta rapidez, que dibujar era como escribir de continuo como la práctica de un escritor. Nacía de su imaginación, en un abrir de boca, lo que el ánimo de otros con la pluma no lograba expresar tan rápidamente. Tenía tantas cualidades, que la pintura parecía su menor virtud. Hizo en Mantua, en Santo Domingo, una hermosa tabla de un Cristo muerto, y construyó en la cúpula muchas cosas para el cardenal. 

Se produjo la muerte del duque, y por benevolencia hacia el cardenal, y a esta patria, donde tenía mujer e hijos, aunque deseaba volver a Roma e ir en otras partes, nunca se fue de allí, excepto forzado, para realizar murallas y otras cosas importantes. Entonces los vigilantes de la construcción de San Petronio en Bolonia deseosos de dar principio a la fachada de aquella; con enorme instancia llevaron a Giulio en compañía de un arquitecto milanés, llamado Tofano Lombardino -Cristóforo Lombardini-, que hicieron proyectos, extraviándose los que Baldassarre Sanese -Baldasare Peruzzi-, ya había hecho. Y fue tan bonito el diseño de Giulio, que recibió de este pueblo un gran elogio, y con muy liberales regalos se volvió de nuevo a Mantua. 

San Petronio, Bolonia

Murió por esos días Antonio de San Gallo (1546), y había dejado un enorme problema a los diputados de San Pietro de Roma, no sabiendo con quien hablar para terminar la construcción; y porque pensaron que no había otro mejor para hacer esto, que Giulio Romano, intentaron a través de amigos, persuadirle de que debía aceptar de buen grado, para volver con una empresa honrada y gruesa provisión de dineros.

Y en verdad, por él de buen grado habría ido, si dos cosas no lo hubieran retenido. Una que el cardenal de Mantua solo quería que le satisficiese a él, y otra, que la mujer, amigos y parientes no le animaban a dejar Mantua. Y además se encontraba entonces indispuesto del cuerpo. Animado por las cartas de Roma, comenzó a fantasear con el honor y gloria, y en cómo regresaría a su casa, y en cuánta grandeza y utilidad le podía llegar a sus hijos desde la iglesia. Pero al no dejarle ir, le entró tal pena que el mal se agravó más, y murió en pocos días en Mantua. 

Murió a la edad de 54 años -Los historiadores lo corrigen apoyándose excesivamente en la necrológica del hospital, y dicen 47 años, sin tener en cuenta que da bien la fecha de su muerte un poco más adelante-.

Y mientras dure Mantua, siempre se celebrará su nombre. Sus hijos, y sus queridos amigos, en San Bernabé le dieron honrada sepultura. Al cardenal, y los hijos del duque, les causó gran dolor esta pérdida, y aún sienten, de continuo, necesidad de él. Porque la virtud que le honró en vida, le hizo ser deseado ardientemente, y ya muerto se recuerda su memoria. 

Bien es verdad, en cuanto a las obras que, de no haber muerto Figurino -Luca Scaletti de Faenza, en 1554-, su ayudante, y Rinaldo Mantovano, se habrían terminado hace mucho, y si no tales, similares al menos, como se ve en toda Mantua en las obras de Rinaldo, y máxime en una fachada al claroscuro, en la casa de Bagni, que se tiene por muy bella.

Rindió Giulio el alma al cielo, el día de solemne conmemoración de todos los santos, en el año 1546. Y se le colocó en la sepultura el siguiente epitafio:

VIDEBAT IVPPITER CORPORA SCVLPTA PICTAQVE SPIRARE…


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martes, 24 de mayo de 2016

Rafael de Urbino • Giorgio Vasari • Galería (I)


Rafael Sanzio. Autorretrato. Ashmolean Museum, Oxford 1499 (c. 16 a.)
Urbino, 6 de abril de 1483 – Roma, 6 de abril de 1520

Giorgio Vasari

Nacido en Arezzo, el 30 de julio de 1511, arquitecto pintor y escritor, concibió la gran idea de escribir una especie de enciclopedia que contuviera todo el arte y los artistas de la época, a la que, al parecer, él mismo denominó Renacimiento. En ella incluyó datos reales, algunos imaginarios, anécdotas y toda clase de detalles curiosos acerca de los artistas de cuya vida se ocupa.

Rafael Sanzio tiene un lugar de privilegio en la obra, en la que la admiración que le profesaba el autor, queda demostrada sin rodeos. A Vasari, pues, nos atenemos aquí, con todas sus carencias y excesos, si bien reduciendo el texto a los datos más necesarios, que, en esta ocasión van acompañados de las imágenes de las pinturas a las que se refiere. Sin ser un catálogo exhaustivo , el autor ofrece una biografía suficiente de la breve existencia del artista de Urbino.

Vasari murió en Florencia, el 27 de junio de 1574.

Le Vite de' più eccellenti architetti, pittori et scultori italiani
Las vidas de los más excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos
Segunda Edición, Giuntina 1568

Generoso y benigno se muestra a veces el cielo al acumular en una sola persona sus tesoros y todas las gracias y las dotes más raras que suele repartir entre muchos individuos; es el caso del excelente, no menos que gracioso Rafael Sanzio de Urbino, dotado por la naturaleza de una agraciada afabilidad, que siempre sabe mostrarse dulce y agradable con toda clase de personas y en todas las circunstancias. La naturaleza hizo don de ese hombre al mundo cuando, vencida por el arte por mano de Miguel Ángel Buonarroti, quiso ser vencida en Rafael por el arte y, a la vez, por las costumbres. En realidad, la mayor parte de los artistas que habían existido hasta entonces recibieron de la naturaleza una cierta dosis de locura y de salvaje temperamento, lo que, además de tornarlos huraños y caprichosos, había dado ocasión para que en ellos se revelara muchas veces la sombra y la oscuridad de los vicios. Puede decirse con certeza que quienes poseen tantas raras dotes como las que se vieron en Rafael de Urbino no son simplemente hombres sino -sea lícito decirlo- dioses mortales.

Nació Rafael en Urbino, de Italia, en el año 1483, un Viernes Santo a las tres de la madrugada. Era hijo de Giovanni de'Santi, pintor no muy excelente pero hombre de buen sentido. Cuando creció empezó a ejercitarlo en la pintura, viéndolo muy inclinado a ese arte y de bellísimo ingenio. No pasaron muchos años sin que Rafael, niño aún, le prestara gran ayuda en las muchas obras que Giovanni realizó en el estado de Urbino. Finalmente, comprendiendo que su hijo poco podía adelantar a su lado, resolvió ponerlo a estudiar con Pietro Perugino quien, según le habían dicho, ocupaba el primer lugar entre los pintores de su tiempo.

Peruggino. Rafael, 1504. Uffizi

Fue, pues, a Perusa, mas no encontró allí a Pietro y, para poder aguardarlo con más comodidad, se puso a pintar algunas cosas en San Francisco. Cuando Pietro regresó de Roma, Giovanni se hizo amigo suyo y cuando le pareció oportuno le expresó su deseo. Y Pietro aceptó a Rafael. Por consiguiente, Giovanni llevó a Rafael a Perusa. Allí, viendo Pietro el modo de dibujar del muchacho, así como sus hermosos modales y sus buenas costumbres, formó acerca de él ese juicio favorable que más tarde confirmó el tiempo. Es cosa notabilísima que Rafael, estudiando la manera de Pietro, llegara a imitarlo a tal punto que sus retratos no se distinguían de los del maestro, de modo que no se podía determinar con certeza si las pinturas eran suyas o de Rafael. Lo demuestran aún hoy en San Francesco de Perusa algunas figuras que pintó al óleo en una tabla para Madonna Maddalena degli Oddi, y que son una Virgen que asciende al cielo y un Cristo que la corona y, debajo, en torno del sepulcro, los doce apóstoles que contemplan la gloria celestial. 

Coronación de la Virgen. Retablo Oddi. Pinacoteca Vaticano

Al pie de la tabla, en una peana de figuras pequeñas divididas en tres composiciones, están la Anunciación, la Adoración de los Magos y la Presentación a Simeón en el Templo. Esa obra ha sido realizada, por cierto, con extrema prolijidad y quien no fuese entendido en el estilo de Pietro creería firmemente que es de su mano, cuando no cabe duda de que ha sido pintada por Rafael. 

Anunciación , Adoración de los Magos y Presentación en el Templo 
Predela de la Coronación de la Virgen -Retablo Oddi-, 1502-1504. MM. Vaticanos

Después de esta obra, Pietro volvió a Florencia y Rafael, saliendo de Perusa, se trasladó con algunos amigos a Città di Castello, donde hizo, a la manera de Perugino, una tabla para Santo Agostino y un Crucifijo en San Domenico. Si no estuviera firmada esta obra, nadie la creería de Rafael, sino de Pietro. En San Francesco, en la misma ciudad, pintó en una tablita el Casamiento de Nuestra Señora, en que se ve con claridad que se ha desarrollado el talento de Rafael y que ya está superando la manera de Pietro, al hacerse más sutil y fino. 

Spozalizio. Pinacoteca di Brera, Milan 1504 (21 a.)

En esta obra hay un templo en perspectiva, realizado con tanto amor, que causa maravilla ver las dificultades que Rafael se buscaba en tal ejercicio.

Mientras conquistaba grandísima fama pintando en ese estilo, el Papa Pío II había encargado la decoración de la biblioteca de la catedral de Siena a Pinturicchio, el cual, siendo amigo de Rafael y sabiendo que era excelente dibujante, lo llevó a esa ciudad. 

Pinturicchio. Autorretrato. 
Capilla Baglioni de la Colegiata de Santa María la Mayor, Spello. Perugia

Rafael le hizo algunos de los dibujos y cartones de esa obra. Pero no continuó trabajando allí porque, como algunos pintores, en Siena, celebraron con grandes alabanzas el cartón que Leonardo da Vinci había ideado para la sala del Papa, en Florencia, representando un grupo bellísimo de jinetes, y también elogiaron unos desnudos, mucho mejores aún, hechos por Miguel Ángel Buonarroti en competencia con Leonardo, Rafael se sintió tan tentado de verlos, que, abandonando la obra que estaba realizando, se fue a Florencia. 

Le gustaron tanto la ciudad como las obras que iba a ver, las cuales le parecieron divinas. Y decidió quedarse por algún tiempo. Trabó amistad con jóvenes pintores, entre los cuales estaban Ridolfo Ghirlandaio y Aristotile San Gallo, y en Florencia fue muy agasajado, especialmente por Taddeo Taddei, que siempre quiso tenerlo en su casa y sentarlo a su mesa, pues amaba a todos los hombres de talento.

Rafael fue también muy amigo de Lorenzo Nasi y como éste se casó en aquellos días, le pintó una Virgen entre cuyas piernas está el Niño, a quien San Juan infante ofrece muy contento un pajarito, con mucho regocijo y placer de uno y otro. En la actitud de ambas criaturas hay cierta simplicidad pueril encantadora, y están tan bien dibujadas y coloreadas, que parecen ser de carne viva y no hechas con lápiz y colores. La Virgen también tiene una actitud llena de gracia y de divinidad, y el terrazo, los fondos y todo el resto de la obra son bellísimos. 


Madonna del Cardellino, 1507. Galleria degli Uffizi, Florence

Este cuadro fue conservado con grandísima veneración por Lorenzo Nasi mientras vivió, tanto en recuerdo de Rafael, por quien tenía viva amistad, como por la dignidad y la excelencia de la obra.

Después de ejecutar esas pinturas, Rafael se vio obligado a salir de Florencia y regresar a Urbino, pues habían muerto su padre y su madre y todas sus cosas quedaron abandonadas. Mientras permaneció en Urbino hizo para Guidobaldo de Montefeltro, entonces capitán de los florentinos, dos pequeñas Vírgenes bellísimas, en su segundo estilo, que hoy están en poder del ilustrísimo y excelentísimo Guidobaldo, duque de Urbino. Para el mismo pintó un cuadrito con Cristo orando en el Huerto, mientras a cierta distancia duermen los tres Apóstoles. Esta pintura está tan acabada, que una miniatura no podría ser ni mejor ni distinta. 

Arreglados sus asuntos y realizadas esas obras, Rafael regresó a Perusa, donde hizo, en la iglesia de los Servitas, una Virgen con San Juan Bautista y San Nicolás, que se colocó en la capilla de los Ansidei. 



Madona Ansidei. N.G. Londres

En San Severo, pequeño convento de la Orden de los Camaldulenses, en la misma ciudad, pintó al fresco, en la capilla de Nuestra Señora, un Cristo en Gloria, un Dios Padre rodeado de ángeles y seis Santos sentados, tres de cada lado: son San Benito, San Romualdo, San Lorenzo, San Jerónimo, San Mauro y San Plácido. En esta obra, considerada muy bella como pintura al fresco, puso su nombre en letras grandes y muy visibles. 

Las Damas de San Antonio de Padua –Perugia-, de la misma ciudad, le hicieron pintar en tabla una Virgen en cuyo regazo está un Jesús vestido; a sus lados se encuentran San Pedro, San Pablo, Santa Cecilia y Santa Catalina. Y encima de esta tabla, en una luneta, pintó un Dios Padre bellísimo, mientras ponía en la peana del altar tres composiciones de pequeñas figuras, en que representó a Cristo orando en el Huerto, llevando la Cruz (y allí se ven bellísimos movimientos de los soldados que lo arrastran) y muerto en el regazo de su madre: obra admirable, llena de devoción, muy venerada por aquellas damas y muy alabada por todos los pintores. 


Madonna y el Niño entronizada con santos, 1503 -1504. 
Metropolitan Museum Art. N.Y.

No omitiré decir que se advirtió, después de su estancia en Florencia, un cambio y embellecimiento de su estilo, debido a que vio allí muchas pinturas de la mano de maestros excelentes. Sus nuevas obras nada tenían que ver con su primera manera, y parecían de la mano de diversos de los pintores más o menos sobresalientes. 

En Florencia vivía entonces Agnolo Doni, que era tan prudente en las demás cosas como pródigo cuando se trataba de pinturas y esculturas (si bien las compraba lo más económicamente posible), pues se deleitaba con el arte. Encargó a Rafael su retrato y el de su esposa, que fueron ejecutados tal como se ven en poder de Giovanbattista, su hijo, en la casa que Agnolo edificó, bella y comodísima, en el Corso de'Tintori, cerca de la esquina de los Alberti. 

Ritratto di Agnolo Doni. Ritratto di Maddalena Strozzi
Galleria Palatina. Florencia

Para Domenico Canigiani pintó a la Virgen con el Niño Jesús, que hace fiestas a San Juan. Éste le es presentado por Santa Isabel; ella, mientras lo sostiene, mira con vivacidad a San José, el cual, apoyado con ambas manos en un bastón, inclina la cabeza hacia aquella anciana, como maravillándose y alabando la grandeza de Dios que, siendo tan vieja, le ha concedido un hijito. 


Sagrada Familia con Sta. Isabel y S. Juan. Canigiani. 1507. 
Pinacoteca Antigua Munich

Estudió el excelentísimo artista, en la ciudad de Florencia, las antiguas obras de Masaccio; y los trabajos de Leonardo y de Miguel Ángel que vio, le hicieron atender con mayor empeño al estudio y, por consiguiente, superarse extraordinariamente en su arte y su estilo. Fue llamado Rafael a Perusa, donde, en primer lugar, terminó la obra Madonna Atlanta Baglioni, de la cual había hecho los proyectos en Florencia. 

Raffaello, studio per la pala Baglioni: 1505, Oxford; 1507, Uffizi

Raffaello, pala Baglioni, Deposizione. Galleria Borghese a Roma. (1507)

En esta divinísima pintura hay un Cristo muerto, conducido a su sepultura; está ejecutado con tanta frescura y tan profundo cariño, que parece hecho hoy. Al componer esta obra, Rafael imaginó el dolor que sienten los más próximos y amantes deudos al enterrar los restos de una persona muy querida, que encarna verdaderamente todo el bien, el honor y el provecho de toda una familia. Allí se ve a Nuestra Señora desmayada, y los rostros de todas las figuras sumidos en el llanto, especialmente el de San Juan, quien, cruzando las manos, inclina la cabeza de tal modo que mueve a compasión al ánimo más duro. En verdad, deja estupefacto a quien la mira, por la expresión de las figuras, por la belleza de los paños y, en suma, por una extrema perfección que está en todas sus partes. 

Bramante de Urbino, que estaba al servicio de Julio II, por ser compatriota suyo y tener cierto parentesco con Rafael, le escribió diciéndole que había logrado que el Papa, quien acababa de hacer construir unas estancias, le permitiera mostrar su capacidad decorándolas. Agradó la propuesta a Rafael, que se trasladó a Roma.

Llegado allá, encontró que gran parte de las cámaras del palacio habían sido decoradas, o eran pintadas a la sazón, por varios maestros. En una de ellas había una composición terminada de Pietro della Francesca; Luca da Cortona había llevado a buen término la pintura de una pared y Don Pietro della Gatta, abad de San Clemente de Arezzo, había empezado algunas cosas. Igualmente, Bramantino de Milán había pintado muchas figuras, en su mayor parte retratos del natural, considerados bellísimos.

Habiendo sido muy agasajado por el Papa Julio a su llegada, Rafael comenzó en la Cámara de la Signatura (1510-12) una composición en que representó a los teólogos poniendo de acuerdo a la filosofía y la astrología con la teología


Allí están representados todos los sabios del mundo, que disputan en diversas actitudes. Se ve de un lado a algunos astrólogos que han trazado en tablitas ciertos signos y caracteres de geomancia y de astrología y las mandan por intermedio de Ángeles bellísimos a los Evangelistas. 


Entre ellos está Diógenes con su escudilla, echado en la escalera, figura muy pensativa y abstraída, que merece ser alabada por su belleza y por su ropaje tan descuidado.


También se ve a Aristóteles y Platón, que llevan en la mano, uno el Timeo , el otro, la Ética.

Los rodea un numeroso grupo de filósofos. No se puede expresar la belleza de esos astrólogos y geómetras que dibujan en las tabletas con sus compases muchísimas figuras y signos. 


También hay un personaje que, inclinado hacia el suelo, con un compás en la mano, traza un círculo en las tablas. Dicen que es el arquitecto Bramante, retratado a lo vivo. 


Al lado está una figura de espaldas, que tiene una esfera celeste en la mano y representa a Zoroastro


Junto a ella se encuentra Rafael mismo, autor de la obra, que se pintó mirándose en un espejo. Es la suya una cabeza joven y de aspecto muy modesto, llena de agradable benevolencia; tiene puesto un gorro negro.

La composición de todo el fresco está realizada con tanto orden y tanta mesura, que Rafael mostró verdaderamente en su obra de ensayo aspirar a quedar dueño del campo, sin competidor alguno, entre los que manejaban los pinceles. Adornó esta obra con una perspectiva y muchas figuras terminadas en estilo tan delicado y dulce, que el Papa Julio ordenó borrar todas las composiciones de los demás maestros antiguos y modernos, para que Rafael solo conquistase el mérito de los esfuerzos realizados hasta entonces en aquella obra. 

Pitágoras

Parménides

Heráclito –Miguel Ángel–.

Rafael y Giovan Antonio da Vercelli
-Representan a Apeles y Protógenes, dos artistas mal avenidos en la realidad-.

Si bien, por orden del Papa, hubo que echar por tierra la pintura de Giovan Antonio Sodoma da Vercelli, -retratado a su lado- que estaba sobre la composición de Rafael, éste quiso servirse de la distribución de la misma y de sus elementos grotescos.

Y en los medallones, que son cuatro, hizo figuras alegóricas de las composiciones que están debajo y vueltas hacia ellas. En cuanto a Rafael, creció el aprecio de su talento de tal manera, que siguió pintando, por encargo del Papa, la cámara segunda, hacia la sala grande.

Había conquistado vasta fama y retrató en aquella época al Papa Julio, en un cuadro al óleo en que aparece tan vivo y verídico que causa temor verlo, como si se estuviera en presencia del Pontífice en carne y hueso. Esa obra se encuentra hoy en Santa Maria del Popolo.

Julio II. Nat. Gall- Londres

Ocurrió en esa época que Miguel Ángel le hizo al Papa, en la Capilla Sixtina, aquel escándalo del cual hablaremos en su Vida, y que lo obligó a huir a Florencia. Y como Bramante tenía la llave de la capilla, mostró a Rafael, como amigo, las pinturas de Miguel Ángel, para que pudiera comprender cómo trabajaba este maestro. Después de ver esas obras, Rafael rehízo inmediatamente -en Santo Agostino, encima de la Santa Ana de Andrea Sansovino- el Profeta Isaías que allí se ve y que ya había dado por terminado. 

El Profeta Isaías. 1511-1512. Fresco en Sant'Agostino, Roma

Gracias a lo que había visto de Miguel Ángel, mejoró y amplió considerablemente su estilo, dándole más majestad. Y cuando Miguel Ángel vio luego esa pintura de Rafael, pensó que Bramante -como en realidad había ocurrido- para provecho y fama de Rafael había cometido aquella mala acción. 

Poco después, Agostino Chisi, riquísimo mercader sienés, muy amigo de todos los hombres talentosos, confió a Rafael la decoración de una capilla, como consecuencia de haberle pintado el artista, en una galería de su palacio -hoy llamado el Chisi in Transtevere-, con dulcísimo estilo una Galatea que está en el mar, sobre un carro arrastrado por dos delfines, en torno de los cuales hay tritones y muchos dioses marinos. Hizo, pues, Rafael, los proyectos para dicha capilla, que se encuentra en la iglesia de Santa Maria della Pace, a mano derecha entrando por la puerta principal. La pintó al fresco, en su nuevo estilo más magnífico y grandioso que el primero. Antes de haberse descubierto públicamente las pinturas de la capilla de Miguel Ángel, pero habiéndolas visto, sin embargo, Rafael, representó en aquella decoración a varios Profetas y Sibilas que, a la verdad, son considerados lo mejor de su obra, y bellísimos entre tantas cosas bellas.


Cuatro Sibilas. Detalle con las Sibilas de Frigia y Tibur, 1513-1514, Rafael, Roma, Santa Maria della Pace.

En las mujeres y los niños que allí pintó hay gran vivacidad y colorido perfecto, y esta obra lo hizo apreciar grandemente, vivo y muerto, pues es lo más notable y excelente que realizó en su existencia. Luego, estimulado por los elogios de un camarero del Papa Julio, pintó la tabla del altar mayor de Araceli, en que hizo una Nuestra Señora en el aire, con un paisaje bellísimo, un San Juan, un San Francisco y un San Jerónimo representado como cardenal

La Madona de Foligno también conocida como Virgen con Niño y San Juan Bautista, San Francisco, San Jerónimo y Sigismondo de Conti. c. 1512

El San Jerónimo alza la cabeza y los ojos hacia Nuestra Señora, en actitud contemplativa. Parece que se pintara en él toda la doctrina y la sabiduría que puso en sus escritos, y con ambas manos presenta al camarero, en actitud de recomendarlo. Este eclesiástico, en el retrato, parece más bien vivo que pintado. Lo mismo vale en cuanto a la figura de San Francisco, que Rafael hizo arrodillado, con un brazo extendido y la cabeza alzada, mirando a Nuestra Señora y ardiente de caridad. Por el dibujo y el color, expresa cómo el Santo se derrite de cariño, encontrando confortación y ánimo en la mansísima mirada y la belleza de la Virgen y en la vivacidad y hermosura de su Hijo. 

Puso Rafael en la tabla un niñito que está en el centro, debajo de Nuestra Señora, alzando la cabeza hacia ella y sosteniendo una cartela. En belleza de rostro y correspondencia de la persona no se puede hacer nada más gracioso ni mejor. 

Además, el paisaje es singular y hermosísimo, todo perfección. 


Después, continuando las cámaras del palacio hizo una composición con el tema del milagro del Sacramento del corporal de Orvieto, o de Bolsena. Puso Rafael a muchas figuras: unos sirven la misa, otros están de rodillas en una. 


Hay una figura sentada en el suelo, con un niño en brazos, que parece escuchar el relato, hecho por otra, de lo sucedido al eclesiástico y que se da vuelta en un movimiento maravilloso, con gracia femenina muy propia y vivaz. 

Del otro lado del altar está el Papa Julio, oyendo la misa. Es algo maravilloso. También retrató Rafael al cardenal San Giorgio y muchos otros personajes. Combinó con el vano de la ventana una gradería que le permitió desarrollar la totalidad de la escena: si no estuviera allí esa abertura de la ventana, la composición no sería feliz. 


Frente al milagro de Bolsena, en el fresco que representa a San Pedro, prisionero de Herodes, en su cárcel custodiada por hombres armados. Tanto ha cuidado la arquitectura y con tal discreción ha mostrado el edificio de la prisión que, a la verdad, todos los artistas que le siguieron han producido tanta confusión como él produjo belleza. Rafael siempre trató de representar las escenas, tales como se describen en los textos, poniendo en ellas elegancia y excelencia. Así, muestra en esta composición el horror de la cárcel en que aquel anciano está encadenado entre dos soldados, el profundo sueño de los guardias y el vivo esplendor del Ángel que en las obscuras tinieblas de la noche ilumina con su luz todos los detalles de la prisión y hace resplandecer las armas, que parecen más bruñidas que si fuesen verdaderas, y no pintadas. 


No menos ingenio y arte desplegó el pintor en la escena en que San Pedro, liberado de sus cadenas, sale de la cárcel acompañado por el Ángel; su rostro expresa que todo eso le parece un sueño, y no realidad; también se ve terror y espanto en la cara de los guardias que están, armados, fuera de la prisión, y oyen el ruido de la puerta de hierro. Un centinela, con la antorcha en la mano, despierta a los otros y la luz de su hacha se refleja en todas las armas. Lo que no es iluminado por la antorcha recibe la claridad de los rayos lunares.

Como Rafael pintó esa composición encima de la ventana, esa pared queda más obscura. Cuando miras, pues, aquella escena, te da la luz en la cara y contrastan tan notablemente la iluminación natural y las luces pintadas con aquel claror nocturno, que te parece ver el humo de la tea, el esplendor del Ángel y las obscuras tinieblas de la noche, tan reales y verídicos que no se diría nunca que están pintados, habiendo expresado Rafael con tanta propiedad una imaginación tan difícil.




Hizo también el pintor, en una de las paredes enteras, el Culto Divino, el Arca y el Candelabro de los Hebreos, y al Papa Julio arrojando a la Avaricia de la Iglesia



Es una composición similar en belleza y en bondad a la noche descrita. En esa obra se ven algunos retratos de lacayos que vivían entonces y que transportan en la sede al Papa Julio, representado en la forma más viviente. Mientras un grupo de hombres y mujeres le abre paso, un individuo armado, a caballo, acompañado por otros dos que van a pie, avanza con furia y, en actitud ferocísima, golpea al orgullosísimo Heliodoro que, por mandato de Antíoco, pretende expoliar al templo de todos los depósitos de las viudas y los huérfanos. Allí se ve cómo se llevan ya una cantidad de ropas y tesoros, pero a causa del temor que provoca el accidente de Heliodoro, abatido y golpeado por los tres mencionados (que por ser meras visiones sólo por él son vistos y sentidos), la gente del ministro expoliador es presa de súbito espanto y cae, volcando y desparramando por el suelo todo lo que transportaba. 


Alejado de éstos se ve al santísimo pontífice Onías, vestido pontificalmente, orando con fervor mientras alza las manos y los ojos al cielo, afligido y compadeciendo a los pobres que perdían lo suyo y contento por el socorro que les llega de las alturas. 


Por bello capricho de Rafael, se ve, además, a muchas personas trepadas en los zócalos del basamento y abrazadas a las columnas en actitudes incomodísimas: miran lo que está sucediendo, y toda la gente parece atónita y expresa su asombro de diversas maneras. 

Esta obra es estupenda en todas sus partes, y hasta los cartones de la misma son considerados con grandísima veneración. Messer Francesco Masini, gentilhombre de Cesena (que sin ayuda de maestro alguno, desde la niñez, guiado por un extraordinario instinto natural, se dedicó al dibujo y la pintura y ha pintado cuadros muy elogiados por los entendidos en arte), posee, entre sus muchos dibujos y algunos relieves en mármol antiguos, unos cuantos trozos de esos cartones de Rafael para el fresco de Heliodoro y los estima como lo merecen.
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