lunes, 29 de marzo de 2021

En EL QUIJOTE (1605-1615) no hay PATATAS


Y, sin embargo, en España, había patatas desde 1560.


El “Menú” de don Quijote:

Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lantejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. 

(I PARTE, CAPÍTULO I. M. Rico. CVC).

El “Menú” de Sancho Panza como Gobernador:

Más variada es la oferta (frustrada) de platos que se le hace a Sancho Panza, en “una real y limpísima mesa” durante su gobierno de la Ínsula Barataria, de los cuales, el doctor Pedro Recio no le permite probar ninguno:

Habla el doctor Pedro Recio de Tirteafuera:

-Frutas: y así mandé quitar el plato de la fruta, por ser demasiadamente húmeda

-Perdices que están allí asadas. Y el médico respondió: ‘Toda hartazga es mala, pero la de las perdices malísima’.

-Conejos: no coma de aquellos conejos guisados que allí están, porque es manjar peliagudo. 

-De aquella ternera, si no fuera asada y en adobo, aun se pudiera probar, pero no hay para qué.

-Olla podrida: —¡Absit! —dijo el médico—. Vaya lejos de nosotros tan mal pensamiento: no hay cosa en el mundo de peor mantenimiento que una olla podrida.

-Mas lo que yo sé que ha de comer el señor gobernador ahora para conservar su salud y corroborarla, es un ciento de -cañutillos de suplicaciones [barquillos de oblea en forma de tubo fino] y unas -tajadicas subtiles de carne de membrillo, que le asienten el estómago y le ayuden a la digestión.

Sancho: -por ahora denme un pedazo de pan y obra de cuatro libras de uvas, que en ellas no podrá venir veneno.

—¿Sería posible —dijo Sancho—, maestresala, que agora que no está aquí el doctor Pedro Recio, que comiese yo alguna cosa de peso y de sustancia, aunque fuese un pedazo de pan y una cebolla? 

(II PARTE, CAPÍTULO XLVII. (M. Rico. CVC).

Moreno Carbonero (1858-1942) Sancho Panza en la Ínsula Barataria, 1891. 

BBAA Sevilla

La patata llegó al continente europeo en 1537 pero se introdujo en España, en 1560, y su uso se fue extendiendo muy despacio, aunque, finalmente, y como es bien sabido, se convirtió en un alimento básico e imprescindible.

También se sabe que ya los Tiahuanacos, los Chavin, los Paraca, los Mochicas y otros pueblos asentados en las actuales Bolivia, Chile y Perú, la valoraban como un remedio fundamental contra el hambre. 

Los primeros europeos sorprendidos por la existencia de tan sencillo y extraordinario alimento, que, además, resultaba muy barato -tanto su cultivo como su recolección-, y que la probaron, al principio, cocida, fueron los soldados que acompañaban al explorador Gonzalo Jiménez de Quesada, en 1537, pero su reconocimiento e implantación, no se produjo hasta 1560, siendo Pedro Cieza de León, como veremos, su introductor.

Así pues, en principio, no se comprende por qué, en las dos partes del Quijote, publicadas en 1605 y 1615 respectivamente, no aparece este extraordinario alimento.

Retrato de Gonzalo Jiménez de Quesada, conquistador español de Colombia.

Gonzalo Jiménez/Ximénez de Quesada y Rivera, pudo nacer en Granada o, quizás, en Córdoba, en 1509 y murió en Mariquita, de la Provincia del mismo nombre, en el Nuevo Reino de Granada, 16 de febrero de 1579. 

Era Abogado, Teniente General y conquistador, justamente, del territorio al que llamó Nuevo Reino de Granada, en la actual República de Colombia. También fundó, entre otras, la ciudad de Santafé de Bogotá, actual capital de Colombia. La última expedición la realizó entre 1569 y 1572 en busca de El Dorado, pero, en esta ocasión, la aventura terminó en un gran desastre.

Pedro Cieza de León. Llerena, Badajoz, 1520 - Sevilla, 2 de julio de 1554.

En cuanto a Cieza de León, aunque también fue conquistador y explorador, destacó para la posteridad, por su labor como cronista e historiador del mundo andino. Escribió una Crónica del Perú en cuatro partes, de las que solo la primera se publicó cuando él aún vivía, quedando inéditas las otras tres hasta los siglos XIX y XX.


El erudito Marcos Jiménez de la Espada, -Cartagena, 1831 - Madrid, 1898-; zoólogo, explorador y escritor, conocido por su participación en la Comisión científica del Pacífico, la más importante realizada por España en América después de la pérdida de la mayor parte de aquellos territorios de Ultramar, que él recorrió, con otros compañeros entre 1862 y 1865, definió a Cieza como “el príncipe de los cronistas españoles”.

Efectivamente, Cieza llevó a cabo muchas expediciones, creando fundaciones y encomiendas, pero es recordado, fundamentalmente, por su completa Crónica; el primer intento formal de escribir una historia del mundo andino.

En realidad, no se sabe mucho más de su biografía, excepto que, de acuerdo con los apuntes consignados en uno de los “asientos de pasajeros” de la antigua Casa de Contratación de Sevilla, era hijo de Lope de León y de Leonor de Cazalla, “vecinos de Llerena”, y que salió de Sevilla el 3 de junio de 1535, rumbo a América. De acuerdo con su propia declaración escrita en el “Proemio” a la Crónica del Perú -Sevilla, 1553-, se embarcó cuando apenas tenía trece años y permaneció en el Nuevo Mundo durante diecisiete años:

... habiendo yo salido de España, donde fui nacido y criado, de tan tierna edad que casi no había enteros trece años, y gastado en las Indias del mar Océano más de diez y siete, muchos de ellos en conquistas y descubrimientos y otros en nuevas poblaciones...

No se sabe a qué lugar de América llegó entonces, pero, por los pocos datos personales que reflejó en su Crónica, se sabe que en 1535 estaba en la gobernación de Cartagena y que, entre 1536 y 1537 participó en la expedición a San Sebastián de Buenavista y a Urute, con Alonso de Cáceres.

En 1537 también formó parte de la expedición del Licenciado Vadillo, buscando oro, pero al no encontrarlo y después de soportar muchas penalidades, llegaron a la ciudad de Cali, en la que era teniente gobernador. Lorenzo de Aldana, enviado en secreto por Francisco Pizarro, gobernador del Perú, con la misión de vigilar a Sebastián de Belalcázar, que amenazaba arrebatarle de su jurisdicción aquellas provincias, pero no lo pudo encontrar. Aldana entonces, con las tropas de Vadillo, decidió intentar nuevas conquistas, tarea que encomendó a Jorge Robledo, bajo cuyas órdenes estuvo Cieza durante dos años, contribuyendo a fundar varias ciudades, entre ellas: Santa Ana de los Caballeros –actual Anserma-, en 1539; Cartago, en 1540; y Antioquia, en 1541; todas en el actual territorio de Colombia.

De Antioquia pasó a Cartagena y después, a Panamá. En 1542 estaba de vuelta en Cali con la gente de Sebastián de Benalcázar/Belalcázar. En recompensa por sus servicios, recibió una encomienda de indios.

Belalcázar, en Cali. Colombia

En 1545 estaba en Cartago, justo cuando en Perú estallaba una guerra civil entre Gonzalo Pizarro y el virrey Blasco Núñez Vela. Los jefes de Cieza se involucraron en la contienda, y uno de ellos, Robledo, murió ajusticiado. Por entonces, llegó a Cartago, el juez pacificador Pedro de la Gasca, a cuyas tropas se unió Cieza, iniciando un viaje hacia tierras peruanas, donde llegó a finales de 1547 o principios del 48. El hecho es, que, para entonces, su obra estaba muy avanzada, pues sin abandonar sus obligaciones militares, tomaba nota de todo lo interesante que veía y oía, pues, como él mismo dice, descansaba escribiendo, cuando sus camaradas dormían. 

En 1548 llegó a la Ciudad de los Reyes, actual Lima, y allí fue cuando, bajo la protección de La Gasca, empezó, en realidad, su carrera como escritor y Cronista Oficial del Nuevo Mundo. Durante los dos años siguientes recorrió Perú recogiendo una interesante información con la que pudo desarrollar su obra sobre costumbres, tradiciones, geografía y sucesos históricos.

En 1551 volvió a España y, en Toledo, presentó al entonces príncipe heredero, Felipe, un manuscrito de su obra. 

Felipe II en 1551, de Tiziano. MNP

El 16 de mayo de 1551 Felipe escribía a María de Hungría: Con esta van los retratos de Ticiano [...] el myo armado se le parece bien, la priesa con que le ha hecho y si hubiera más tiempo yo se le hiziere tornar hazer.

Después, se instaló en Sevilla, donde se casó, con Isabel López y allí publicó, en 1553, la primera parte de su Crónica del Perú. El año siguiente murió, quedando inédito el resto de su obra.

Grabados de la Crónica del Perú

Fecha de la edición

Firma de Cieza de León

En León había cargado una pequeña nao llamada La Galeota con una docena de toneladas de patatas, dos llamas andinas, algunos abalorios y una pequeña cantidad de oro en joyas, todo lo cual, fue estibado sobre una base de sal, para tratar de impedir la descomposición que causaba la humedad ambiental. Intuía que la patata podía convertirse en una solución fácil, barata y de alto rendimiento productivo. Se cree que probablemente en la misma embarcación, incluyó de forma meramente accidental y como algo exótico, unas mazorcas de maíz cónico del Valle de Tehuacán en el actual Estado de Puebla.

Pero, al llegar a Sevilla, concretamente, a la Casa de Contratación, los inspectores rechazaron la utilidad de aquellas dos supuestas alternativas gastronómicas -patata y maíz-. El navegante, entonces, decidió conservar varios kilos de ambos productos para cultivarlos en las tierras de sus padres en Llerena, Badajoz, una idea que, con el tiempo, se convirtió en la garantía de una economía estable para ellos, por medio del trueque y la venta. 

Así, aun tuvo que pasar más de un siglo antes de que se generalizara su consumo, y esto, sucedería porque la realeza -como veremos-, la puso de moda.

Los españoles, en principio, la usaron como último recurso para paliar el hambre en situaciones extremas, aunque, ignorando sus propiedades. 

Cuando llegó a Europa, sus principios no fueron mejores, pues el tubérculo fue considerado como una excentricidad y, más bien, como planta ornamental, para interiores o para los jardines de la aristocracia. Su extensión e implantación como elemento nutritivo tardaría en producirse, exceptuando su uso por los más desfavorecidos, quienes, como hemos dicho, recurrían a ella como solución ante la carencia de cualquier otro alimento.

La patata que trajeron los navegantes españoles era sólo una de las casi 100 variedades existentes, entonces, en el continente americano.

Durante la gran hambruna irlandesa entre 1845-1849, se calcula una mortandad superior al millón de personas, que, sumado a otro millón de emigrados, principalmente a los EEUU, causaron un descenso próximo al 25% de la población. Ante tan dolorosa contingencia, la no intervención de los ingleses, que guardaban en sus graneros de las zonas ricas del este de la isla, cereales suficientes para paliar la terrible situación, según algunos historiadores, podría calificarse de genocidio.

Al llegar la patata a la península, su cultivo, inicialmente, se redujo a zonas minifundistas como cultivo alimentario alternativo al trigo, y su producción fue, al principio, muy reducida, en relación con sus enormes posibilidades.

Lo que se come/comemos, como es sabido, es el tallo subterráneo de la planta y no el fruto; el tubérculo, es abultado, con un contenido de substancias de reserva, incluyendo la corteza, como: abundante vitamina C, potasio, fósforo, magnesio, hierro, calcio y sodio. Si a todo esto le añadimos que es saciante y que contiene un 82% de agua, es evidente que estamos ante un alimento muy completo, que, además, contiene potentes elementos diuréticos, que facilitan su tránsito intestinal.

Los incas las cultivaban junto a los desiertos costeros, lo mismo que en alturas próximas a 4.000 metros, en zonas aparentemente impracticables del área circundante cercana al mágico lago Titicaca.

Por otra parte, no tardaron en descubrirse otras aplicaciones de la patata, como la producción de almidón, harina de fécula y alcoholes, tales como el vodka ruso o los orujos irlandeses.

Cuando Antoine Parmentier, farmacéutico, químico e ingeniero agrónomo, era prisionero de los alemanes en la Guerra Franco-Prusiana, descubrió que aquella modesta “planta”, tenía unas propiedades increíbles y que mejoraba notablemente si se le añadía mantequilla y leche. 

Aparecía así el puré en las mesas de los más pudientes, perdiendo, a la vez la patata, su halo de comida para pobres y, muy pronto, en aquella Francia, inmersa en una terrible escasez, y sumida en una atroz hambruna, a causa del abandono de los campos durante la guerra, las autoridades se percataron de que tan humilde producto, podía sustituir algo tan esencial como el pan, cuando escaseara el trigo.

Antoine Parmentier, por François Dumont. Versalles

Luis XIV y Parmentier. La Pomme de terre / Manzana de Tierra - patata. Grabado del Petit Journal, marzo de 1901.

Las condiciones climatológicas específicas de España, resultaron muy idóneas en este sentido. Desde siempre, el sur y el centro, fueron zonas apropiadas para la agricultura mediterránea, es decir, fundamentalmente, para la proliferación del trigo. Sin embargo, el norte estaba en desventaja pues aquellos cultivos básicos se adaptaban mal a la humedad del clima, como pasaba con el olivo y la vid, y fueron calificados como territorios pobres para los invasores romanos y árabes, quienes, tampoco mostraron interés en ocupar aquella franja norte, donde, por la misma razón, se consolidaron los reinos cristianos. Sin embargo, se crearon fuertes interrelaciones entre los habitantes de la cornisa cantábrica y la meseta, de tal manera que los vascos se integraron sin dificultades ni guerras en la corona de Castilla, de la que recibían los cereales, mientras que ellos aportaban su probada maestría como marinos, abriendo rutas hacia el Canal de la Mancha, la Liga Hanseática, o para exportar a Flandes la bien cotizada lana castellana.

Así, con el tiempo, los cultivos de procedencia transatlántica, cambiaron de forma radical el escenario agrícola y mercantil en la Península. Con la aparición de las patatas y el maíz, el norte solucionaba un problema histórico, dando paso a una importante eclosión demográfica; Galicia en concreto, y el área cantábrica, en general, aumentaron su valor político e industrial.

Podríamos decir, pues, que los virreinatos de la Monarquía Hispánica, aportaron a la civilización occidental un elemento gastronómico revolucionario, que, a pesar de la tardanza de su implantación, dio lugar a un auténtico prodigio agrícola, al que se sumaría después la entrada del maíz enviado por Cieza de León y Cortés a los mercados continentales de aquella Europa hambrienta.

Los navegantes europeos las encontraron sabrosas y acumularon grandes cantidades como provisiones para los viajes de vuelta. Ya en sus países de origen, al principio se consideró la patata como una rareza botánica, que los clérigos y los poderosos españoles cultivaban en macetas, pues eran demasiado preciosas como para destinarlas a la alimentación. Pero el consumo de los frutos de la planta, -no de su raíz-, terminaba a menudo en un dolor de estómago e incluso con envenenamiento, lo que favoreció que florecieran los prejuicios contra esta planta ultramarina.

Hay muchas anécdotas y relatos contradictorios acerca de cómo la patata llegó a los huertos de Europa. Lo único seguro es que se difundió por el continente fundamentalmente a través de dos vías de entrada: una que empezaba en Irlanda, Inglaterra y los Países Bajos, y otra en Portugal, España, Francia e Italia. Los registros son, desgraciadamente, insuficientes, pues los cronistas de la época confundían a menudo el ñame, el tupinambo, la batata y la mandioca, pues tienen algunas similitudes de forma, aunque biológicamente son muy diferentes. De lo que no hay duda, es de que la patata contribuyó de manera vital a la alimentación europea que pasaba por difíciles momentos.

En Irlanda ya se cultivaban patatas a principios del siglo XVII, pues parecía ser el remedio ideal para una isla afectada por la pobreza. Su cultivo y cosecha se realizaba sin herramientas especiales. Los animales silvestres y el ganado tampoco causaban daños a la planta, que además se podía cultivar en suelos pedregosos y laderas empinadas. La mayor ventaja era que se obtenía un 150 % del rendimiento por hectárea de los cultivos de cereales. Por último, la preparación de la patata era mucho más sencilla que la de los cereales: las patatas no tenían que trillarse o molerse, algo imprescindible para hacer pan. Irlanda era entonces una colonia inglesa que debía exportar a la metrópoli ganado y cereal. En estas condiciones, las patatas constituyeron a menudo la única fuente de alimento de los agricultores. La isla de Irlanda estaba tan alejada y aislada de Europa que transcurriría un siglo hasta que los señores y los reyes de Europa trasladaran la rareza botánica de los jardines a los huertos.

La primera vez que se cultivó la patata en Alemania fue en 1647 en Pilgramsreuth, cerca de Rehau, gobernado por la Dinastía Hohenzollern, y en 1649 en el Lustgarten de Berlín. El Lustgarten se encontraba bajo la dirección del alto jardinero de Federico Guillermo I de Brandeburgo, Michael Hanff, en colaboración con el botánico Johann Sigismund Elsholtz, hasta que la Guerra de los Treinta Años destruyó los jardines. Elsholtz llamó en su obra Flora marchica, a la patata, que todavía era considerada únicamente como planta decorativa, denominada popularmente,  “Holländische Tartuffeln”, es decir, trufa holandesa.

En Prusia, Federico II el Grande trató por todos los medios de que se cultivase extensivamente. Su “truco” para la implantación de la patata, es menos conocido que sus actividades bélicas, pero en ambos casos, el ejército prusiano desempeñó un importante papel. Se dice que plantó los primeros patatales de Berlín e hizo que los soldados los cuidasen. Entonces, los campesinos -tal como él esperaba-, probaron subrepticiamente aquella “manzana de tierra” y, en consecuencia, procedieron a cultivarla ellos mismos. Además, Federico II ayudó a su aceptación e implantación, a través de una circular publicada el 24 de marzo de 1756 por la que ordenaba promover su cultivo.

El rey Federico II examinando un cultivo de patatas. Óleo de Robert Warthmüller (1886).

También en Suiza se introdujo, en principio, como planta decorativa exótica y, apenas un siglo después, a principios del XVIII, ya se empezó a cultivar como alimento. Las condiciones de cultivo eran similares a las de Perú, aunque no se cultivó en alturas de cuatro mil metros, sino sólo hasta dos mil metros, en terrenos alejados de los bosques. Se convirtieron rápidamente en un alimento popular, lo que dio lugar, entre otras formas de preparación, al Rösti, originario de la zona germánica.

En el año 1793 Joaquín Fernando Garay llevó patatas desde Galicia al valle de Benasque, concretamente, al pueblo de Villanova, partido de Boltaña lugar donde se realizarían los primeros experimentos de plantaciones extensivas en España.

A partir del inicio de la Revolución Industrial en Inglaterra y más tarde en la Europa Continental, la alimentación de la creciente tasa de población urbana pasó a ser una cuestión capital. En cambio, la población rural basaba la mayor parte de su alimentación en lo que ellos mismos producían. Los habitantes del campo, solían tener, al menos, un pequeño huerto en el que cultivaban sus propias verduras y así se evitaban la necesidad de comprarlas. Sin embargo, para los habitantes de las ciudades, las frutas y las verduras eran prácticamente inasequibles. Las patatas les proporcionarían, además de las calorías necesarias, oligoelementos y vitaminas que ningún otro alimento a su alcance les podían proporcionar.

Cesto con patatas de Vincent van Gogh. Nuenen, 1885. Museo Nal. Van Gogh, Ámsterdam.

Las patatas inspiraron varias pinturas elaboradas por Van Gogh en Nuenen. Así, vemos a los campesinos sembrándolas, recogiéndolas y comiéndolas, formando parte de numerosos bodegones pintados en el mes de septiembre de 1885. En este caso contemplamos un cesto de patatas menudas y arrugadas sobre una mesa. Un fuerte foco de luz ilumina la superficie, creando acentuados contrastes de claroscuro. Un fondo neutro cierra el espacio por la parte posterior, recortándose los elementos sobre él. La cesta de mimbre está ejecutada con maestría, demostrando Vincent su vinculación con los maestros barrocos que le sirven de inspiración. La novedad la encontramos en el empleo de patatas, elementos que artísticamente no son objetos excesivamente bellos como encontramos en los clásicos bodegones

(ArteHistoria).

La edad de oro del cultivo de la patata en Europa, se produjo ya en el siglo XIX. En España hay un total de 102 variedades de patatas genéticamente singulares cultivadas desde el siglo XVI, en las Islas Canarias. Llegan a los mercados con un sello de calidad europeo del que solo disfruta otra variedad, que es la Patata di Bolonia de Italia. En el resto de España, la Patata de Galicia y las Patatas de Prades también están protegidas, con la asignación I.G.P.; Indicación Geográfica Protegida.

Canarias, fue y es un laboratorio natural de los productos que desde el siglo XVI llegaron de América; entre ellos, la patata, que, a diferencia de otros productos que siguieron de largo hacia Europa, se mantuvo y se cultivó a lo largo de 500 años, permitiendo que evolucionara hacia una gran variedad que, además de Suramérica, solo se da en estas Islas, gracias a su orografía, y a las específicas condiciones de su clima y suelo.

Los comedores de patatas de Vincent van Gogh. Óleo, Nuenen, abril de 1885. Museo Nal. Van Gogh, Ámsterdam

A partir del siglo XIX, cuando un pintor quería representar la vida de los más desfavorecidos, como también lo hizo Vincent van Gogh con Los comedores de patatas, o cuando un escritor quería hablar de las condiciones de una familia de campesinos, recurría con frecuencia a la patata, para referirse a un modo de vida sencillo y humilde.

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Su uso gastronómico se expandió a todo el mundo desde el siglo XVIII gracias a los escritos agronómicos del citado francés, Antoine Parmentier y del irlandés, afincado en España, Enrique Doyle (Dublín, c. 1725, - Íd., después de 1799), convirtiéndose en uno de los principales alimentos del ser humano.

Para satisfacer a la Junta de Comercio [Doyle] publicó dos útiles manuales: uno en 1785, con una segunda edición ampliada en 1797, dedicado en su tercera edición (1799) al Duque del Infantado, que ayudó a introducir el cultivo de la patata para alimento humano, no solo como hasta entonces para forraje o jardinería, citando autoridades como Antoine Parmentier, Adam Smith y los doctores Timoteo O'Scanlan y José Vallejo, entre otros. Esta última obra tuvo aún una cuarta edición, ya fallecido su autor, en 1804, corregida y aumentada por otros. Solo se han conservado las ediciones primera, tercera y cuarta. En 1800 fue traducido al portugués y publicado en Lisboa. Como es natural, la publicación fue objeto de lectura y comentarios en las Sociedades Económicas de Amigos del País, en especial en la madrileña y la vascongada, y además fue extractada y reseñada con entusiasmo por el popular Semanario de Agricultura y Artes Destinado a los Párrocos varias veces entre 1799 y 1801.

En cuanto a la primera edición de su tratado sobre la patata, afirma que con motivo de la sequía de 1780 le persuadieron a que trajera del norte simientes de patatas "de las que plantó unas y repartió otras a varias personas explicándoles el modo de sembrarlas y cultivarlas", seguramente los Boutelou; y habiendo tenido óptima cosecha, "hizo una representación al excelentísimo Conde de Floridablanca, expresando las utilidades y ventajas" que para la población en general podría representar tal cultivo. Este se la remitió el 1 de mayo de 1784 al Conde de Campomanes, y el Rey y la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid, dieron su visto bueno para extender este cultivo y que se publicase dicha representación.

En español, la palabra "patata" es un préstamo lingüístico del término quechua patata, que apareció por escrito por primera vez hacia 1540. En 1606 se usaba con el significado de batata y, a partir del siglo XVIII con el significado actual. Así, en la mayor parte de España se llama así, excepto en las Islas Canarias y Andalucía Occidental, donde predomina papa, al igual que en los países hispanohablantes.

En 1832, la “patata”, apareció como tal, por primera vez en la VII edición del Diccionario de la Lengua Castellana, de la RAE. Aunque ya constaba en la IV edición, de 1803, en aquella edición era definida como: “Lo mismo que batata” y “similar a lo que llaman papa”.


Muchos países conocieron, pues, la patata, a través de España, y por esa razón también adoptaron este nombre patata, u otros muy parecidos.

Hoja compuesta de la patata.

Tubérculos de patata.

Inflorescencia en preantesis

Flor de la patata.

S. tuberosum: flor, detalle.

Solanum gourlayi, una especie tuberosa silvestre de patata, integrante del complejo de Solanum brevicaule considerado en la actualidad el ancestro silvestre inmediato de la patata cultivada.

Solanum tuberosum o Patata en flor. Camino de San Isidro, Albatera (Alicante, España).

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La patata es, pues, uno de los cultivos más importantes del mundo. Para el consumo humano solamente es superado por tres cereales: el trigo, el arroz y el maíz. No obstante, los tubérculos de la patata brindan un rendimiento por hectárea varias veces superior al que se obtiene con los granos de los cereales.

Cieza de León la describió como sigue:

De los mantenimientos naturales fuera del maíz, hay otros dos que se tienen por principal bastimento entre los indios: el uno llaman patatas, que es a manera de turmas de tierra, el cual después queda tan tierno por dentro como castaña cocida; no tiene cáscara ni cuesco más que lo que tiene la turma de la tierra; porque también nace debajo de tierra, como ella; produce esta fruta una hierba ni más ni menos que la amapola...

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viernes, 19 de marzo de 2021

Eva Gonzalès ● El Cedro de Fray Juan de la Cruz ● Fortuny y Manet

 

Eva Gonzalès, Autorretrato, 1874 (¿?)

Cedro de San Juan de la Cruz, en el Carmen de Los Mártires de Granada.

Mariano Fortuny y Èdouard Manet

¿Por qué mágicos senderos del arte y la literatura discurrimos, cuando, después de observar atentamente un cedro secular en Granada, que se dice plantado antaño por el entonces, fray Juan de la Cruz (1542-1591) -el “medio fraile” de Teresa de Jesús-, seguimos avanzando, y llegamos hasta la pintora Eva Gonzalès (1849-1883), sin abandonar del todo el camino?

Ver: San Juan de la Cruz I: Cántico Espiritual.

Cuando buscábamos el Cedro de San Juan, encontramos dos pinturas que representan el Carmen de los Mártires, más o menos, en la zona donde se dice que este árbol se encuentra; una, realizada por Mariano Fortuny, y otra por Édouard Manet, el pintor francés que, en toda su vida artística, sólo aceptó una alumna en su taller, y esa alumna fue Eva Gonzalès.

La zona de Granada, en la actualidad, imagen de Google.

Ahora bien. Al tiempo que despejamos el camino que nos llevó desde el poeta carmelita, hasta la pintora, surgió otra incógnita, y esta vez, mucho más compleja: Fortuny y Manet ¿pintaron sendos cuadros, exactamente iguales? Esto es imposible... “Eppur...” habría dicho Galileo; sin embargo, ahí están.


Fortuny: Paisatge de Granada. MNAC / Carmen de los Mártires/Paisaje de Granada, o Callejón de Matamoros, 18770-71

Manet: Ansicht von Granada/Paisaje de Granada 1871. Staatsgalerie, Stuttgart

Resulta evidente, que la obra de Manet, no sólo lo parece, sino que es un “calco” muy preciso, de la obra de Mariano Fortuny, que figura en primer lugar.

Bien, pues la incógnita, que ya está investigada y, parece que, resuelta, aunque no es demasiado conocida, se plantea ante la inexplicable similitud entre estas pinturas de Fortuny y de Manet. Obsérvese, incluso, el detalle de las dos manchas blancas en ambos lienzos.

Los círculos marcan, el estudio de Fortuny en Granada y la parte que se corresponde con el “Callejón de Matamoros”, que es el que aparece en su “Paisaje”. Fotografía de Charles Clifford. (Imagen: RinconesdeGranada.com).

¿Cómo es esto posible, si Manet nunca estuvo en Granada? 

Cierto es; Manet nunca estuvo en Granada, y, se dijo que su pintura reflejaba un paisaje pirenaico - Paysage d’Oloron St. Marie-, pero sí tuvo acceso a la pintura de Fortuny, cuando esta pasó a ser propiedad de un amigo suyo, el entonces célebre cantor Lorenzo Pagans, al que él mismo retrató, aunque no sólo, pues también se conservan retratos del músico, realizados anteriormente por Degas.

Manet: Retrato de Pagans. 1879. Col. Priv.

Edgard Degas: Lorenzo Pagans y Auguste Degas (padre del pintor), 1869. Orsay

El padre del pintor, Auguste De Gas - rico banquero de origen napolitano - organizaba todos los lunes por la noche veladas musicales. A ellas solía acudir como cantante el español Lorenzo Pagans, uno de los guitarristas más populares de la noche parisina debido a la afición por lo español en la época del Segundo Imperio, atracción que se vio aumentada tras la boda del emperador Napoleón III con la española Eugenia de Montijo. También participaban otros cantantes, músicos y artistas, entre ellos Manet y su esposa o el propio Degas. En esta imagen el pintor quiso inmortalizar una de esas maravillosas veladas, retratando a sus dos protagonistas: el anfitrión y el cantante. [...] El padre de Degas fallecería en 1874 a la edad de 66 años, siendo ésta la última imagen que realizó el artista de él, por lo que colgó el cuadro junto a su cama. (ArteHistoria).

Hay otra versión:

Degas' Father Listening to Lorenzo Pagans Playing the Guitar by Degas in the Boston Museum of Fine Arts

Esta es la cuestión: copiar no es plagiar; todos los artistas aprendieron copiando, pero, si es el caso, el resultado así obtenido, debe figurar como tal, es decir, como “Copia de...”. de lo contrario, los interrogantes y las dudas se multiplican, como ocurre, especialmente en esta ocasión, pues estamos hablando de dos grandes de la pintura, y, diremos más; por las fechas de la obra que nos ocupa, Fortuny tenía mucho más “éxito” y vendía mucho más que Manet. ¿Por qué la pintura de este último no especifica su modelo?, porque está claro, que tan absoluta coincidencia es imposible que se produzca casualmente, o que hubiera dos paisajes exactamente iguales, uno en Granada y otro el Oloron Sainte-Marie, donde se dice que lo pintaría Manet. 

La única opción comprensible, sería que Manet hubiera realizado esta pintura por gusto personal y no con fines comerciales.

Mariano Fortuny falleció en Roma, el 21 de noviembre de 1874. En abril de 1875, los cuadros que aún se encontraban en su estudio y los diferentes objetos que había reunido en su colección privada fueron subastados en el Hotel Drouot de París, alcanzando, por cierto, altísimos precios.

Pues bien:

...Se ha documentado la asistencia de Manet a la exposición de las obras subastadas en el Hôtel Drouot, dentro de un recorrido por diferentes fuentes que demuestran el interés del grupo de los impresionistas por la obra de Fortuny. Sobre la realización de la copia de Manet, ha podido identificarse la presencia del Paisaje de Fortuny en la colección del tenor Pagans —que tuvo amistad con ambos pintores—, con lo que quedan establecidas las circunstancias apropiadas para la realización de la réplica por parte del pintor francés.

La identificación del lugar en el que se encontraba el Paisaje de Granada en 1879, unido a la amistad entre Pagans y Manet durante esos años y al interés de este último por la obra de Fortuny, constituyen las condiciones necesarias para concluir que la copia de Manet del Paisaje de Granada se realizó muy probablemente cuando este formaba parte de la colección de Pagans. (E. Cano).

Y así se resuelve la incógnita, que nos despeja una parte del camino para llegar desde San Juan de la Cruz a Eva Gonzalès. Añadiremos, no obstante, que resulta de gran interés la investigación arriba citada, llevada a cabo sobre el asunto de estos paisajes, publicada en 2020:

El enigma del Paisaje de Granada, de Fortuny, copiado por Manet, de Emiliano Cano Díaz

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Y pasamos así, al plano siguiente: ¿Cómo rima Eva Gonzalès con estos versos sueltos?

Édouard Manet fue un artista muy independiente, que, como es sabido, nunca quiso encuadrarse en ninguna corriente pictórica, ni quiso mantener un taller de alumnos que pudieran crear “escuela”. Pero su firme voluntad admitió una genial excepción, y esta tiene un nombre propio e indiscutido; Eva Gonzalès fue la única alumna de Éduard Manet.

Eva Gonzalès. París, 19 de abril de 1849 – 5 de mayo de 1883.

Bio-Galería

Eva Gonzalès, fragmento de su Autorretrato

Con Berthe Morisot, Mary Cassatt: 1913. Al dorso: "La única fotografía para la que posó nunca”. De Durand-Ruel. y Marie Bracquemond, Eva Gonzalès forma parte del esencial cuarteto de grandes pintoras del movimiento impresionista..

Eva, que no sólo fue discípula, sino también gran amiga de Manet; asimiló tanto el estilo de su maestro, que, a veces, sus obras se confunden. Además, igual que él, Eva rechazó formar parte de ninguna corriente artística -aunque las apoyaba-, pero prefería exponer en salones oficiales, y nunca formando parte de las exposiciones compartidas, de los impresionistas.

Del mismo modo, Manet, aunque se mantuvo explícitamente al margen del movimiento, fue, sin embargo, una especie de modelo artístico para los jóvenes impresionistas; que recibieron su influencia a partir de la aparición de su famoso Déjeuner sur l’herbe - Almuerzo en la hierba-, un modelo que animó a la mayor parte de ellos a dejar de lado la enseñanza académica, para experimentar libremente los objetos de arte, tal como ellos los percibían, o sentían personalmente, o quizás, por así decirlo, de manera acorde con la “impresión” que los mismos les causaban.

Eva Gonzalès: Retrato de muchacha joven, c.1865/70. 

Eva Gonzalès se había formado, casi desde niña, con el famoso academicista francés: Charles Joshua Chaplin, antes de convertirse en modelo y alumna de Édouard Manet; algo parecido a lo que le sucedió a Berthe Morisot, aunque esta última, también se convirtió en el gran amor del pintor, a pesar de que estaba casada con su hermano Eugène Manet.

La obra de Eva se encuentra, pues, entre la “Academia” y la “Impresión”, más libre, exclusivamente interpretada y muy espontánea. Aunque al principio, como hemos señalado, su obra resultaba muy similar a la de Manet, poco a poco, muy gradualmente, Eva fue evolucionando hacia el impresionismo.

Desgraciadamente, su carrera fue breve, pues falleció con sólo 34 años, como consecuencia del nacimiento de su hijo Jean Raymond, el 19 de abril de 1883, un niño que, en el futuro, también sería pintor y decorador de teatro.

Eva se había casado con Henri Charles Guérard, nacido en París en 1897 y falleció en la misma ciudad, en 1897. Era pintor, grabador, litógrafo e impresor.

Henri-Charles Guérard, autorretrato haciendo un grabado. MET, NY


Eva Gonzalès, también parisina; 1847-1883, procedía de una familia burguesa de origen español. Su padre, que escribía folletines para Le Siècle, era hijo de Marie Céline Ragut, dedicada a la música y casada con un monegasco.

Fue alumna de Charles J. Chaplin, como hemos dicho, y de Gustave Brinon, hasta que Alfred Stevens le presentó a Édouard Manet, en cuyo taller, conoció a Berthe Morisot, en 1869, quien, al parecer tuvo ciertos celos del buen entendimiento entre Eva y el maestro.

Sirvió con frecuencia de modelo para los miembros de la escuela Impresionista y recibió sonados elogios de Émile Zola.

Fue admitida en el Salon, en 1870, en el que presentó L’Enfant de Troupe, que tanto recordaba al Joueur de Fifre, que conocemos como El Pífano, de Manet.

Gonzalès: El trompeta: Musée Gaston Rapin, Villeneuve-sur-Lot, 1870 – Manet, El Pífano

En el mismo Salon, Manet presentó el Portrait d'Eva Gonzalès, recién terminado, en el que ella aparece pintando un bodegón, “Nature Morte”.

Édouard Manet, Portrait d'Eva Gonzalès (1869-1870), National Gallery. Londres.

Presentada en el Salón de 1870, recibió comentarios muy satisfactorios de los críticos Duranty y Duret.

Eva Gonzalès: La planta favorita (1871-72) Modelo, Jeanne, la hermana de la artista.

1870, Eva en Dieppe

Eva, retirada en Dieppe durante la guerra franco-prusiana de 1870, entre Napoleón III y Guillermo de Prusia-, pintó varios cuadros de tonos muy apagados, algo ciertamente comprensible, pues el panorama en Francia, era, más que sombrío, absolutamente negro. De hecho, Napoleón III, sufrió una derrota absoluta, que puso a Francia en manos de Bismark, que no dudó en hacerse proclamar en el Palacio de Versalles, una vez dueño de la situación.

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La guerra franco-prusiana, constituyó, pues, un oscuro telón de fondo en la actividad de nuestros protagonistas artísticos. Nos referiremos, pues, a ella, en breve.

En cuanto a Eugenia de Montijo, ha aparecido en estas páginas hace poco tiempo, por lo que, en general, obviaremos su actividad junto a Napoleón III. 

Eugenia de Montijo

Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, c. 1870

En 1869, la candidatura del príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, pariente del rey de Prusia, para el trono de España tras el derrocamiento de Isabel II en el 68, (pronto veremos también, en estas páginas, el papel desempeñado en aquella ocasión, por el cuñado de la reina Isabel II, Antonio de Montpensier), fue vetada por Napoleón III, lo que sirvió como detonante -casi podríamos decir, como excusa-, para la Guerra Franco-Prusiana (19 de julio de 1870 – 10 de mayo de 1871). Para el emperador francés, la candidatura del príncipe alemán era una maniobra de cerco contra Francia y decidió enviar a su embajador -Benedetti-, a Guillermo I, para impedirlo; una visita que conocemos a través del Telegrama d Ems

El famoso Telegrama de Ems -Emser Depesche-, “reescrito” y publicado por Bismarck, sirvió de detonante para desencadenar aquella Guerra Franco-Prusiana o Franco-Alemana, -aparentemente, como responsabilidad de Napoleón-, que terminó con la victoria de Prusia sobre Francia. 

Guillermo I de Alemania envió el famoso telegrama a Bismarck la noche del 13 de julio de 1870 después de mantener una reunión no oficial, o informal, con el embajador francés en Prusia, Vincent Benedetti, tratando de la retirada de la candidatura del príncipe Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, al trono de España. La publicación de este telegrama fue prácticamente, el casus belli que justificaría la Guerra franco-prusiana, que empezó apenas una semana después, el 19 de julio de 1870. El nombre del telegrama se refiere a Bad Ems, un balneario spa, al este de Coblenza, sobre el río Lahn, parte, en aquel momento, de Prusia, lugar de residencia y descanso de la realeza prusiana.

Al canciller federal, conde Bismarck.

Su Majestad el Rey me escribe:

«M. Benedetti me interceptó en el paseo a fin de exigirme, insistiendo en forma inoportuna, que yo le autorizara a telegrafiar de inmediato a París, que me comprometería, de ahora en adelante, a abstenerme de dar mi aprobación para que se renueve la candidatura de los Hohenzollern. Rehusé hacer esto, la última vez con cierta severidad, informándole que no sería posible ni correcto asumir tales obligaciones (para siempre jamás). Naturalmente, le informé que no había recibido ninguna noticia aún y, ya que él había sido informado antes que yo por la vía de París y Madrid, él podía fácilmente entender por qué mi gobierno estaba otra vez fuera de la discusión.

Desde entonces, Su Majestad ha recibido noticias del príncipe (el padre del candidato Hohenzollern al trono español). Su Majestad ya había informado al conde Benedetti que estaba esperando este mensaje; mas, en vista de la exigencia arriba mencionada y en consonancia con el consejo del conde Eulenburg y mío, decidió no recibir de nuevo al enviado francés, sino informarle a través de un ayudante, que Su Majestad había recibido, ahora, confirmación de las noticias que Benedetti ya había recibido de París y que él no tenía nada más que decir al embajador.

Su Majestad deja a juicio de Su Excelencia comunicar o no, de manera inmediata, a nuestros embajadores y a la prensa, la nueva exigencia de Benedetti y el rechazo de la misma».

(13 de julio de 1870)

La versión publicada por Bismark:

«Después de que los informes acerca de la renuncia del príncipe heredero de Hohenzollern fueran oficialmente transmitidos por el Gobierno Real de España al Gobierno Imperial de Francia, el embajador francés presentó ante Su Majestad el Rey, en Ems, la exigencia de autorizarle a telegrafiar a París que Su Majestad el Rey habría de comprometerse a abstenerse de dar su aprobación para que la candidatura de los Hohenzollern se renueve.

Su Majestad el Rey, por lo tanto, rechazó recibir de nuevo al enviado francés y le informó a través de su ayudante que Su Majestad no tenía nada más que decir al embajador».

En esta guerra, que sacudió a Europa, pero especialmente, a Francia, España se vio implicada -en cierto modo como causante-,  tras el derrocamiento de Isabel II en 1868, ya que, a pesar de sus declarados sentimientos republicanos, las Cortes españolas, decidieron, en 1869, buscar un nuevo Rey. 

El elegido resultó Amadeo de Saboya, (Turín, 30.5.1845 – 18.01.1890) hijo del primer Rey de la Italia unificada y, el primer y último Rey español elegido por votación parlamentaria. Amadeo I, a duras penas resistió dos años - desde el 2 de enero de 1871 hasta el 11 de febrero de 1873-, en el trono, abandonando, en cuanto le fue posible, aquella “jaula de locos”, -en sus propias palabras-, en la que había sido “colocado”.

Amadeo de Saboya y su esposa, María Victoria dal Pozzo della Cisterna, entre 1868 y 1870.

Antes de su elección hubo otros candidatos. Uno de ellos, fue el duque de Montpensier, esposo de la infanta Luisa Fernanda -la hermana de Isabel II-, al que se opuso abiertamente Napoleón III, que no quería a un Orleans como Rey en España, aunque, en realidad, su candidatura se esfumó sola, cuando el duque mató en un duelo a su primo, el infante Enrique -también pretendiente –si no como rey, como Presidente de la República-, y también cuñado de Isabel II, como hermano de su esposo, Francisco de Asís.

El otro candidato propuesto, en este caso, por el lado progresista, fue el Rey de Portugal, Fernando de Coburgo, pero rechazó pronto una oferta que consideró más bien, como un nuevo intento de España para anexionarse su país.

Por último, el príncipe alemán Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, cuyo complicado nombre alemán, fue transcrito de forma bien castiza, ante la expectativa de su elección, como, “Ole, ole, si me eligen”.

Lógicamente, Napoleón III se opuso a la candidatura del alemán, a quien veía como lo que en realidad era, una baza del Rey de Prusia, Guillermo I, para anular el poder de Francia. Gracias a la presión de la diplomacia francesa, Carlos Antonio de Hohenzollern-Sigmaringen, padre de Leopoldo, se comprometió a renunciar al trono español en nombre de su hijo, pero Napoleón III exigió que fuera el propio Guillermo I quien desautorizase, de forma clara y rotunda, aquella candidatura.

Con tal objetivo, el conde de Benedetti, embajador de Francia en Berlín, se había presentado en Bad Ems.

El incidente diplomático de Ems daría paso a la guerra, proporcionando la excusa que, tácticamente, esperaba Bismark. Por lo que respecta a, Napoleón III, cuya situación era muy inestable en su propio reino, creyó que una guerra le serviría para acabar con los ánimos revolucionarios internos. En cuanto a Bismarck, deseaba que un nuevo conflicto -tras derrotar a Dinamarca-, sirviera para unir definitivamente todos los territorios alemanes en torno a una sola causa. Sin embargo, no quería ser él mismo quien declarase la guerra, por lo que decidió provocar al emperador francés para que diera el paso.

Todo lo demás vino en cascada: la prensa francesa caldeó los ánimos, las calles de Berlín y París se llenaron de manifestaciones nacionalistas, y, finalmente, el 19 de julio de 1870 Napoleón III declaró la guerra a Prusia, una guerra no sólo fue un desastre para Francia, sino que desencadenó el derrocamiento popular de Napoleón III en septiembre de 1870. 

El 18 de enero de 1871, Guillermo fue proclamado Kaiser del nuevo Imperio alemán, y, sólo diez días después, el Gobierno de la Tercera República francesa firmaba un armisticio, que no sólo constituía una humillante derrota para Francia, sino que dio paso a la unificación definitiva de Alemania y al nacimiento de un Imperio -Reich- que, con más de 40 millones de habitantes que, tras un sorprendente crecimiento económico, se convertiría en la primera potencia de Europa.

En definitiva, todo habría empezado en España, aunque esta sólo representara un papel secundario, con el problema de la elección del monarca que debía ocupar el trono de Isabel II. España, sin embargo, no participó en esta guerra; después se declaró la República,  se produjo un golpe de Estado y, finalmente se produjo la restauración borbónica en la persona de Alfonso XII.

La derrota francesa permitió, además, la anexión a Prusia de los Estados fronterizos del sur de Alemania -Alsacia y Lorena, siempre en disputa con Francia-. Finalmente, el 18 de enero de 1871, en la emblemática Galería de Espejos del Palacio de Versalles, Guillermo I, rey de Prusia, era coronado emperador de Alemania. Con la fundación del Segundo Reich -imperio- alemán, se completó la unificación política del país. Este llamado Reich, equivalía a lo que había sido el Sacro Imperio Romano Germánico, en la Edad Media.

Proclamación de Guillermo I como Emperador Alemán. De Anton von Werner. Bismarck-Museum Friedrichsruh, Schleswig-Holstein.

El hecho es, al parecer, que Napoleón III, que además estaba enfermo, presionado por Eugenia de Montijo y sus allegados, se lanzó a una peligrosa aventura política, para la cual, Francia no estaba preparada. Además, la derrota provocó una insurrección general en París, donde se formó un Gobierno de Defensa Nacional, entre cuyos miembros destacó León Gambetta, que, finalmente, tuvo que escapar de París en globo. 

Gambetta proclama la República (Project Gutenberg).

La ciudad estaba sitiada y los prusianos acabaron pronto con los esfuerzos del gobierno republicano.

El asedio de París. 19 de septiembre de 1870 - 28 de enero de 1871. Guerra franco-prusiana (1870-1871).

Después de algunos éxitos parciales, y tras la caída definitiva, al parecer, debido a una traición, de la fortaleza de Metz, los franceses fueron derrotados y el gobierno de París, tras un insoportable bombardeo de la capital, capituló el 28 de enero de 1871, naturalmente, en Versalles.

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Tal era el panorama histórico-político que reinaba durante la estancia de Eva Gonzalès en Dieppe.

Eva Gonzalès: La Plage de Dieppe (vue du château) (1871), château de Dieppe. O: Plage de Dieppe vue depuis la falaise Ouest/desde el acantilado Oeste. Château Musée, Dieppe

Dieppe; Sena Marítimo, mira a Inglaterra desde el borde oeste del Canal de la Mancha. 2011

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Eva Gonzalès. Estudio ante una ventana, 1965. Col. Priv.

Eva Gonzalès, igual que Manet, nunca quiso participar en los Salones Impresionistas.

Falleció el día 6 de mayo de 1883, poco después del nacimiento de su hijo Jean Raymond Guérard. Su esposo, Henri Guérard volvió a casarse en 1888, en esta ocasión, con Jeanne Gonzalès, la hermana de Eva, que también era pintora. 

Eva Gonzalès: Jeanne Gonzalès, Perfil, c. 1883. Col. Priv.

Eva Gonzalès: La ventana, 1865-70. Col. Priv.

Eva Gonzalès, La Soubrette. -Doncella-, 1965. Col. Priv.

Un palco en Les Italiens (1874), Paris, Musée d'Orsay. Los modelos son, Jeanne Gonzalès y Henri Guérard.

Eva Gonzalès: El Despertar matutino, (1876), Kunsthalle de Brêmen.

Eva Gonzalès: El sueño”. 1877-78. Col. Privada

Eva Gonzalès: Nounou -Nanny- con niña (1877-1878). National Gallery of Art. Washington

Eva Gonzalès: Paseo a lomos de un asno, (1880), Bristol City Museum and Art Gallery.

Eva Gonzalès: Lectura en un claro [del bosque], 1880. Paris, Petit Palais.

Eva Gonzalès: La Sombrerera, c. 1877, Art Institute of Chicago.

Eva Gonzalès: Leyendo en el jardín

Eva Gonzalès: El moño

Eva Gonzalès: Junto al agua. Österreichische Galerie Belvedere

Eva Gonzalès: Le compotier. 1878. Col. Priv.

Eva Gonzalès: Rosas en un jarro

Eva Gonzalès: Sous le berceau

Eva Gonzalès: En secreto

Eva Gonzalès: “Autorretrato” (1873-74). El modelo es su hermana Jeanne.

Eva Gonzalès: Indolencia. 1871-72. Col. Priv.

Eva Gonzalès: Les Pivoines et le hanneton. -Peonías y escarabajo-. 1871. Col. Priv.

Eva Gonzalès - Bouquet de fleurs. Col. Priv.

Eva Gonzalès: Su madre 1889. Fine Arts Museum, San Francisco.

Marie Céline Ragout, casada con el escritor español naturalizado francés, Enmanuel Gonzalès, que era novelista, dramaturgo, redactor del periódico Le Siècle, fundador de La Revue de France, y persona muy reconocida. La madre de Eva, era, a su vez, una reputada música, de origen belga. De los dos recibió Eva Gonzàles una esmerada formación y creció rodeada de la intelectualidad de París.

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