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jueves, 7 de marzo de 2019

EMILY DICKINSON • CARTA AL MUNDO • Primera Parte



La biblioteca de Emily Dickinson en Amherst, hoy Museo.

Emily Dickinson decidió vivir en soledad y escribir poesía. Su extraordinaria visión de la vida y la sorprendente forma que eligió para expresarla, la convirtieron en una de las figuras más representativas de la lírica americana y una de las poetas más brillantes de la historia de la literatura moderna.

Emily Dickinson (1830-1886).

La enigmática Emily

Desde la niñez destacó en los estudios, pero prefería observar la naturaleza y los astros, llenando cuadernos con múltiples observaciones, especialmente, de flores.

Cuando empezó a crear poesía, decidió alejarse del mundo; probablemente, no porque fuera un ser solitario, sino como consecuencia de una decisión profundamente meditada. Jamás pensó en dar a conocer su obra. Su hermana menor, Lavinia, convertida en su amiga, confidente, y enlace con el mundo, finalmente, fue la que hizo públicos sus cuadernos de poesía.

Emily Dickinson empleaba versos cortos –en ocasiones, inesperadamente cortados-, en los que, además incluía, tanto expresiones coloquiales, como palabras que, en algunos casos, pueden parecer imprecisas, inadecuadas, o incluso erróneas, pero que funcionan en el verso como esos precisos toques de pincel, que en tantas ocasiones constituyen precisamente, el matiz sustancial de la pintura; su expresión no sería tan netamente poética, si careciera de esos matices gráficos. 

Sea como fuere, su poesía describe tan profundos sentimientos, tan cálidas emociones, tantas pequeñas y grandes visiones, a veces, teñidas de ironía, a veces de tristeza o decepción, y en todo ello muestra una vitalidad tan luminosa, que, al leerlos, posiblemente nunca hubiéramos deducido que vivió aislada durante años.

Los padres de Emily: 
Edward Dickinson (1803-1874) y Emily Norcross Dickinson (1804-1882).

Emily Dickinson con sus hermanos. Tiene un libro en la mano, y en el libro, flores; sus más importantes aficiones y fundamento de sus contenidos poéticos. 

Emily había recibido una rígida educación calvinista que, probablemente fue un elemento disonante que contribuyó a afirmar su personalidad escéptica. Tuvo muchos amigos y amigas –como veremos-, lo que confirma que no era un ser solitario, y algunos de ellos dejaron en su alma una huella indeleble. 

Aunque las cartas de Dickinson fueron casi todas destruidas, de acuerdo con sus deseos, después de su muerte, sobrevivieron, entre otras, tres borradores de cartas dirigidas a un Maestro, que muchos consideran como cartas de amor. Los tres corresponden al período comprendido entre 1858 y 1862, sin embargo, la identidad del "Maestro", no ha llegado a establecerse, aunque puede referirse a varios amigos: Benjamin Newton; Charles Wadsworth; Henry Vaugh Emmons; George Gould; Samuel Bowles; William Smith Clark y Thomas Wentwert Higginson, -quien tras escribir que la poesía debía ser, por encima de todo, verdad, recibió una tímida carta de Emily, en la que le enviaba algunos poemas y le preguntaba: ¿Mi poesía es verdad?-, y por último, el Juez Otis Lord.

Benjamin Franklin Newton, se convirtió en una especie de mentor, al que Emily admiraba y quería. Desgraciadamente, sus días estaban contados cuando se conocieron, pero Franklin dejó una marcada huella en el alma de la escritora, que lloró amargamente la desaparición de aquella alma gemela, cuyas cualidades admiraba y al que, a su manera, amó intensamente.


Benjamin F. Newton, 1821-1853 (¿?)



A través de Benjamín F. Newton, Emily conoció la poesía de Ralph Waldo Emerson y la de Henry David Thoreau y a los novelistas Nathaniel Hawthorne y Harriet Beecher Stowe.


Mi amigo –Benjamin F. Newton-, me escribió la semana anterior a su muerte: Si vivo, iré a Amherst, si muero, ciertamente lo haré". 
Carta de Emily Dickinson a T.W. Higginson, primavera de 1876.

“El primero de mis amigos”; “Un preceptor amable pero grave”; “un hermano mayor, al que amaba muchísimo”, etc. son frases que Emily Dickinson empleó para referirse a Benjamin Franklin Newton, un joven cuyo efecto sobre su evolución como poeta, fue temprano y profundo.

Newton llegó a Amherst en el otoño de 1847. Era un aspirante a abogado, de veintiséis años, que se proponía estudiar en el recién creado centro del padre de Emily. Al igual que otros estudiantes, con el tiempo, Newton se convirtió en un asiduo de la casa de Dickinson, entablando amistad con los hijos de su profesor y participando frecuentemente en las comidas familiares. Emily se sintió atraída por su afición a la lectura, siguiendo sus orientaciones cuando, en marzo del año siguiente, tuvo que permanecer en su casa durante varias semanas, a causa de un severo resfriado.

Más tarde escribió: "El Sr. Newton se convirtió para mí en un preceptor amable, pero grave, que me enseñó qué leer, qué autores admirar, qué era lo más grandioso o bello de la naturaleza, y me brindó una lección sublime; la fe en las cosas que no se ven”.

Ciertamente, Newton leía mucho y pudo aconsejar a Emily sobre sus poetas y otros autores preferidos. Más adelante ella declaró que admiraba en él "la fuerza y la gracia, de un intelecto muy superior al mío". A su vez, él reconoció la capacidad excepcional de Dickinson y alentó su afición por la escritura. 

Newton abandonó Amherst para residir en Worcester en agosto de 1849 y, a partir de entonces, mantuvo correspondencia con Emily. Se casó en junio de 1851, y siguió escribiendo y aconsejando a su amiga y protegida. Al parecer, la informó sobre sus problemas de salud, pero, de todas formas, cuando ella leyó en el periódico la noticia de su muerte, el 24 de marzo de 1853, sufrió una dolorosa sorpresa.

Aunque se ha sugerido que Newton y Dickinson pudieron tener alguna vinculación romántica, parece poco probable que sí fuera, ya que esa posibilidad no encaja con el tono de las cartas que se conservan. En todo caso, es evidente que Emily nunca lo olvidó.
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Charles Wasdworth (1814-1882). 

Era ministro de la iglesia presbiteriana en Filadelfia, en 1855, cuando Emily y su familia visitaron Massachusetts, Washington, DC y Filadelfia. Fue entonces, cuando ella lo conoció, probablemente, asistiendo a su predicación. Personalmente, sólo se vieron dos veces; en 1860 y en 1880, pero intercambiaron cartas durante muchos años, de las cuales solo una -de Wadsworth a Dickinson, probablemente de 1862-, se conserva. La correspondencia entre ellos empezó en 1858, y el impacto que Charles, que estaba casado, causó a Emily, está bien documentado. Emily se refería a él como "mi Filadelfia", "mi clérigo", "mi querido amigo terrenal" y "mi Pastor".

Wadsworth se fue a vivir a San Francisco en 1862, pero parece que informó a Emily de sus planes, el año anterior, momento que se corresponde con la época en que ella empezó a aislarse y, tal vez, a vestirse sólo de blanco; -mi blanca elección-.

A pesar de que sus sermones se hicieron famosos, Wadsworth siempre rehuyó la notoriedad y el aplauso, de forma que la enorme afluencia a su iglesia, constituía para él un misterio que afrontaba con una actitud sencilla y sincera.

Wadsworth volvió a Filadelfia en 1869 y permaneció allí hasta su muerte el 1 de abril de 1882. 

Emily releía frecuentemente sus sermones y, al parecer, hay una notable influencia de ellos en su poesía. Su correspondencia con otros amigos, después de la muerte de Wadsworth revela lo mucho que lo estimaba. En una carta a Elizabeth Holland, por ejemplo, escribió "Todas las sorpresas son, al final, monótonas, pero la muerte de los seres queridos es siempre, ahora. El amor solo tiene una fecha: El primero de abril / Ayer, hoy y siempre.

Desde 1882 hasta su muerte, cuatro años después, Emily también mantuvo correspondencia con James D. Clark, quizás el amigo más cercano de Wadsworth, que le envió un volumen de sus sermones, así como su fotografía, además de comunicarle numerosos detalles sobre su vida.

Hay un misterio en esta relación, sin duda, y las apasionadas reacciones de Emily en este sentido, han generado muchas teorías, pero absolutamente nada ha podido documentarse. La relación entre ellos fue intensa y se asentó sobre múltiples intereses intelectuales compartidos y largas y cálidas confidencias, aunque también fue dolorosamente breve. La perplejidad de Dickinson ante el nuevo e inesperado vacío en su existencia, se plasmó en un atormentado verso:

¿Será que Dios está en contra del amor?

Así, a partir de 1862 la vida de Emily cambió; empezó a recluirse en su habitación, quizás motivada por la imperiosa necesidad de escribir, quizás porque sencillamente se sentía mejor a solas, algo que, en principio, no le impidió, siempre muy discretamente, dar clases a las niñas más desfavorecidas de la localidad.

Si puedo evitar que un corazón sufra, no viviré en vano; si puedo aliviar el dolor en una vida, o sanar una herida, o ayudar a un petirrojo a volver a su nido, no viviré en vano.

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Edward Hitchcock, el presidente del Amherst College, era profesor en la universidad, y Emily pudo escucharlo en muchas ocasiones. No obstante, Dickinson consideraba que la interpretación religiosa convencional –que Hitchcock propugnaba-, era la parte menos interesante del conocimiento de la naturaleza, y que anulaba su misterio. Para ella, sólo la observación científica, era suficiente para descubrir su verdadero valor, y describiendo sencillamente lo que veía, aportó un nuevo y claro y atractivo significado a sus lectores. 

Edward Hitchcock y la Academia Amherst
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El interés científico, también contribuyó al crecimiento de Dickinson como poeta y aquéllos siete años de academia le proporcionaron también el acercamiento a otro posible "Maestro", Leonard Humphrey, que fue director de la academia desde 1846 hasta 1848. 

Emily creció teniéndolo como amigo y mentor, el cual, igual que lo hizo Humphrey Newton, contribuyó a despertar su ardiente interés por la lectura, convirtiéndose así en uno de los candidatos a convertirse en su "Master"

Humphrey murió inesperadamente a los 25 años y Emily tenía 20. Cuando lo supo, escribió a su amiga Abiah Root:

         El atardecer es triste; – 
         antes era mi hora de estudiar-
         pero el maestro se ha ido a descansar
         Y ahora provoca lágrimas
         a la alumna que se ha quedado sola.
         Caen sobre la hoja por la que abrí del libro.
         Y no puedo evitarlas.
         No lo haría, aunque pudiera
         Porque son el único homenaje
         Que tengo, para ofrecer
         Al desaparecido Humphrey.
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A finales de la década de 1850 y principios de la de 1860, Dickinson experimentó "una eclosión de creatividad"; escribió 52 poemas solo en el año 1858, y el número aumentó constantemente en los años que siguieron. Tales poemas describen fuertes sentimientos de pasión y, a veces, también de desesperación.

Al principio, sus poemas seguían el estilo habitual de la poesía de su tiempo, pero, a partir, de 1860 escribió de forma más experimental y personal, sobre todo, en lo relativo al empleo del lenguaje. Su versificación se fue haciendo más melódica y precisa, con ritmos, a veces lentos, a veces rápidos, siempre diferentes a sí mismos, y a la línea de la poesía aprendida, al tiempo que su expresión adquiría un carácter intelectual y meditativo, sin obviar el necesario lirismo, que, a su estilo, la acompaña y la completa. Esta última característica fue en cierto modo ignorada por la crítica, centrada, precisamente, en el lirismo clásico. Con todo, en ocasiones, Dickinson parece sorprenderse ante sus propios hallazgos; un tono, un matiz, un aroma, cualquier concepto sencillo, que cobra evidencia, cuando ella lo transforma en palabra poética.

Su creatividad no dejó de crecer en el silencio y en el misterio de su soledad, dando paso a una poesía cada vez más metafísica y emotiva. La energía contenida en sus versos, es, a la vez filosófica y conmovedora.

Finalmente, se considera indudable su influencia en poetas como Wallace Stevens (1879–1955), Elisabeth Bishop (1911-1979), o Adrienne Cecile Rich (1929-2012), entre otros.


Su primer poemario se publicó cuatro años después de su fallecimiento, y junto con las siguientes publicaciones, aparecieron unos 1800 poemas en total. En 1920, Emily Dickinson se había convertido en una de las personalidades más reconocidas en el gran espacio de la poesía norteamericana.

La herencia de su creación poética publicada, aparece ordenado en torno a tres poemarios a los que, posteriormente se añadieron otros dos, formados, en buena parte por poemas hallados en su correspondencia. El conjunto resulta pleno de percepciones fundamentales, que tal vez habría que clasificar entre la Poesía y la Filosofía y se ordenaron para su edición como sigue:

Vida –Life-,
Naturaleza –Nature-,
Amor –Love-.

Tiempo y Eternidad –Time and Eternity-.
El sabueso solitario: Poemas de una vida -The Single Hound: Poems of a Lifetime-

Para ayudar a nuestra comprensión de esta mente creadora, disponemos también de: The Life and Letters of Emily Dickinson, que, en 1924, publicó su sobrina Martha Dickinson Bianchi, y de The Life and Mind of Emily Dickinson, de Geneviève Taggard, que apareció en 1925.


Muchos de los poemas de Dickinson podrían parecer fragmentos, y aunque la mayoría de ellos son muy breves, contribuyen a resaltar la excepcional fuerza de su expresión, evocadora, clara y llena de efectos visuales, con dramáticos cortes, guiones, signos de admiración, o palabras sueltas, que causan el efecto de una campanada, pero siempre, dentro de una aparente sencillez. Por otra parte, su habilidad para crear silencios, induce en el lector la necesidad de llenarlos con sus propias emociones, tal vez, las mismas que ella misma ha provocado.

         Aparentemente sin sorpresa
         la escarcha mata a una flor feliz,
         como si fuera un juego;
         por un impulso momentáneo.

         El dorado asesino pasa
         y el sol se dispone, inconmovible
         a medir otro día,
         para un Dios que lo aprueba.

Conmovida ante una flor que muere bajo el hielo, Emily Dickinson mantiene, sin embargo, una radiante y poderosa energía que le permite confiar:

         Nunca he visto el páramo,
         nunca he visto el mar,
         pero aun así, sé cómo es el brezo
         y lo que es una ola.

         Nunca he hablado con Dios
         Ni he visitado el cielo-
         Pero aun así, estoy tan segura del lugar
         como si tuviera un plano.

Toda su poesía se produce de forma tan inesperada, que, a pesar de su sencillez, alcanza, con aparente facilidad, el alma del lector, de manera genial y conmovedora.

Como ya dijimos, Emily Dickinson ignoró todas las reglas poéticas conocidas y reconocidas en su tiempo, y tal como lo hicieron otros grandes poetas, como Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau o Walt Whitman, todos ellos experimentaron con la palabra y la expresión para liberarla de las restricciones literarias convencionales.


Del mismo modo, inteligente observadora de las limitaciones sociales, halló salidas inesperadas para describir sus observaciones, empleando expresiones muy sencillas, aunque se tratara de situaciones impactantes, obteniendo resultados que nadie antes había sabido transmitir.

El primer volumen de su poesía, publicado en 1890, cuatro años después de su muerte, tuvo un éxito asombroso, alcanzando once ediciones en menos de dos años. ¿Lo habría imaginado ella? 

¿Era su Carta al mundo, como dice el poema que encabeza su obra publicada?

Manuscrito: Esta es mi carta al mundo

         Esta es mi carta al mundo,
         que nunca me escribió…

         Juzgadme con ternura.
● ● ●

Junto con su hermana Vinnie –Lavinia-, Emily estudió en la Academia de Amherst, cuyo programa, fundamentalmente de carácter científico, atrajo firmemente su atención: Astronomía, Botánica, Química, Geología, Matemáticas, Historia Natural, Filosofía Natural, Zoología, etc. Todo lo que aprendió surge entre sus versos, mostrando la fascinación que sobre ella ejercían los nombres de flores y plantas, por ejemplo, y su sagaz observación de las mismas, que queda netamente expresada en luminosas y acertadas descripciones. Es evidente que le fascinó la botánica, y no sólo porque conocemos sus bellos y cuidados herbarios, sino porque, en ocasiones, nos parece percibir aromas vegetales entre sus versos.



Su interés por la naturaleza es tal, que la llevará a humanizar la hierba… o quizás, al sueño de “herbalizarse” ella misma:

La hierba tiene tan poco que hacer • The grass so little has to do. 

            La hierba tiene tan poco que hacer,-
            Una esfera de sencillo verde,
            sólo debe criar mariposas
            y entretener abejas.

            Y bailar todo el día con las bellas tonadas
            que trae la brisa,
            y mantener el sol en su regazo
            e inclinarse ante todo.

            Hilar rocío toda la noche, como perlas,
            y ponerse tan bella
            que una duquesa sería vulgar
            ante semejante hallazgo.

            E incluso cuando muere, permanece
            en aromas tan divinos,
            como humildes especias duermen,
            como amuletos de pino.

            Y luego, guardadas en graneros soberanos,
            sueñan con días lejanos.
            La hierba tiene tan poco que hacer…
            ¡Ojalá yo fuera heno!

Elisabeth amaba y valoraba las plantas y las flores, casi como una necesidad no sólo estética, sino vital.

-¿Has empezado ya el herbario? –preguntaba a su amiga Abiah Root-. Si no es así, espero que lo hagas; sería un gran tesoro para ti. 

Ella misma asumió la tarea de recolectar especímenes con gran entusiasmo, hasta el punto que creó, conservó, completó y cuidó su herbolario, desde la época estudiantil, hasta el final de su vida.

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LAS AMIGAS

Abiah Root, Harriet Merrill, Sarah Tracy, Abby Wood y Emily Dickinson formaron el grupo de amigas al que la poeta se refería como "nuestro círculo de cinco".

 Abiah Root, 1830-1915. Yale University

 “No me preocupo, querida A., sobre el tema tan importante, que me ha llamado la atención con tanta frecuencia y con tanto afecto en tus cartas. Pero siento que aún no he hecho las paces con Dios ... Abby y yo hablamos mucho de las horas felices que solíamos pasar juntos, Sarah y Hattie Merrill. ¡Oh! ¿Qué daría si pudiéramos volver a encontrarnos? Escríbeme pronto Querida y que sea una carta larga, larga. ¡¡¡No te olvides - !!!!!”
Emily Dickinson a Abiah Root, 8 de septiembre de 1846

Abíah Palmer Root llegó a Amherst para vivir con sus primos los Palmers y asistir a la Academia Amherst, donde se unió al grupo de cinco amigas íntimas de Emily Dickinson. Después de uno o dos cursos en la Academia, "Biah" volvió a su casa en Feeding Hills, cerca de Springfield, Massachusetts, y se inscribió en la escuela de Miss Campbell. Desde este momento, la intimidad entre las dos amigas dependió del correo y las visitas ocasionales de Root, que valoró claramente esta correspondencia; guardó las cartas de Dickinson y las puso a disposición de Mabel Loomis Todd para la edición de 1894 de las Cartas de la poeta.

La correspondencia de Abiah Root se ha perdido, pero las veintidós cartas que Dickinson le escribió a ella, entre 1845 y 1854 proporcionan un valioso retrato de la juventud de la escritora; están llenas de información sobre sus actividades formativas, incluidas sus excursiones turísticas a Boston; también aparece su opinión sobre las tareas domésticas, o las normas del Seminario Femenino Mount Holyoke. 

Las cartas expresan un profundo afecto por sus amigos. La habitual escritura caprichosa de Dickinson, es, a menudo, muy tímida, pero ya revela su experimentación con el estilo literario.

Dickinson describió a Root como "digna" y seria, y ella parece ser la amiga en quien Dickinson más confiaba para hablar de su propia lucha espiritual. Abiah era hija de un diácono y también se casó con un ministro. 

Derramé muchas lágrimas y pensé mucho en tu carta y deseé haber encontrado la paz que te ha sido dada, le escribía Dickinson en 1846. 

No puedo pensar en otra cosa que no seas tú, mi querida amiga; debes venir, porque nos estamos alejando la una de la otra e incluso hablamos como extrañas, -le decía en otra carta.

Después, más que la distancia geográfica, sus cartas revelan crecientes diferencias no solo en el terreno religioso, sino también en el sentido y la vocación de la vida. En el verano anterior a su matrimonio con el Reverendo Samuel Strong, Abiah Root le escribió a Dickinson instándola a visitarla, presumiblemente, para que se entrevistara con su marido. La respuesta de Dickinson, enviada más de un mes después, expresa una gratitud nostálgica por quererme hasta ahora, desde hace tanto tiempo, pero termina con la afirmación de su alejamiento de la vida social. Por otra parte, añadía: ¿Crees que es mi deber ir?

A los catorce años, Dickinson bromeaba con Root ante la idea de convertirse en filósofas: "Puedes ser Platón y yo seré Sócrates". Diez años después, Root se había decantado por el matrimonio, mientras que Emily, que apenas empezaba a escribir poesía, proseguía su búsqueda filosófica.

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Abby Wood

Emily y Abby nacieron en 1830; Abby el 12 de octubre, en Westminster, Massachusetts. En 1838, tras la muerte de su padre, dejando varios niños pequeños, Abby fue a vivir a Amherst con su tío Luke Sweetser. 

En 1855, Abby se casó con el recién ordenado ministro Daniel Bliss. La pareja se hizo cargo de una misión a Siria, donde pasaron el resto de sus vidas, y donde el Reverendo Bliss fundó el Colegio Protestante de Siria -hoy, Universidad Americana de Beirut-. La amistad de Dickinson con Abby se había "aflojado un poco", a principios de la década de 1850, pero cuando llegó el momento en que Abby debía marcharse, Emily le entregó un libro que habían compartido, de Virgilio, en el que subrayó un verso del Libro I de la Eneida, que había traducido como "después, podrás alegrarte en el recuerdo de estos (días)" y al que ella añadió: "Cuando estés tan lejos, piensa en mí".

Nunca perdieron el contacto y ambas mantuvieron su interés por la botánica y la horticultura. Se sabe que Abby enviaba muestras para el herbario de Emily, especialmente. de olivos de Oriente Medio.

En 1873, cuando Abby llevó a sus hijos desde Siria para pasar un año en Amherst, descubrió que Emily "se había convertido en el misterio del pueblo; inaccesible para todos, menos unos pocos elegidos, que eran admitidos en el santuario, con los preliminares y ceremonias correspondientes". Abby, con su carácter honesto y su espíritu independiente, se negó a sufrir todas aquellas formalidades, y reclamó su derecho a ser "recibida como toda la vida”.

Vista invernal de Amherst

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sábado, 30 de junio de 2018

Charles Baudelaire • Las Flores del mal • ¿Qué le parecería suprimir la palabra "poesías"?



Retrato de Baudelaire -a los 23 años-, pintado en 1844 -por Émile Deroy.

París, 9 de abril de 1821-31 de agosto de 1867 (46 años).

Hay Dante en el autor de Las Flores del Mal, pero es un Dante ya pasado; un Dante ateo y moderno, posterior a Voltaire, en un tiempo en que ya no habrá un Santo Tomás.
Barbey d’Aurevilly –Las obras y los hombres-.

Baudelaire procede del clasicismo, se alimenta de romanticismo y se debate entre Parnasiano y Simbolista, para cantar la modernidad, terminando por ocupar un notable espacio entre los poetas franceses, a pesar de haber producido una obra relativamente escasa, si se compara, por ejemplo, con la de su contemporáneo Víctor Hugo. De hecho, él mismo dijo a su editor que temía que su poesía resultara poco más que un cuadernillo, al que, sin embargo, dedicó muchos años.

Cuando más se debatía la función de la literatura, Baudelaire optó por separar la poesía de la moral, proclamando que la primera sólo tenía como objetivo la Belleza; y no necesariamente, debía ser transmisora de la Verdad.

La poesía no puede, sino a riesgo de morir o de declinar, asimilarse a la ciencia o a la moral; tampoco es la Verdad y no tiene más objeto que sí misma.
Baudelaire. Notice sur Edgar A. Poe.

Como sugiere el título de su celebérrimo poemario, Baudelaire trató de crear, a través de la palabra poética, lazos entre el mal y la belleza; la felicidad fugitiva y el ideal inaccesible; la violencia y la voluntad; la relación entre el poeta y el lector –Hipócrita lector, mi igual, mi hermano-, e incluso entre los artistas a través de los tiempos. Creó algunos poemas cargados de sabias sentencias, y otros de carácter más escandaloso, a causa de una supuesta necesidad vital de expresar la melancolía, el horror, e incluso la necesidad de emprender un camino diferente a través del exotismo.

Charles Baudelaire nació cuando su madre, Carolyne Dufays, tenía 27 años, mientras que su padre, Joseph-François Baudelaire era sexagenario y murió en 1827, cuando el poeta sólo tenía seis años, dejándole una herencia de la que nunca tuvo el usufructo y que, además, debió compartir con un medio hermano, Claude Alphonse Baudelaire, del matrimonio anterior de su padre.

La madre volvió a casarse, con un militar llamado Jacques Aupick, con el que el poeta jamás tuvo relaciones cordiales, ni aún convenientes, puesto que Aupick fue como una muralla interpuesta, no sólo entre él y su madre, sino también entre él, su poesía y sus sueños.

Estudiando en el Collège Louis-Le-Grand, en París, obtuvo un premio en versos latinos, pero, sin embargo, cayó en desgracia por cometer una falta, que, aun cuando lo fuera en términos disciplinarios, le honra grandemente como persona y resalta su gran humanidad, en este caso, basada en una fidelidad sin condiciones.

Señor, esta mañana, su hijo, llamado por el subdirector, por ocultar una nota que uno de sus compañeros acababa de darle, se negó a entregarla; la hizo pedazos y se la tragó. Enviado a mi despacho, declaró que prefería cualquier castigo antes que revelar el secreto de su compañero, y cuando le exigí que lo explicara todo, por su bien y el de su compañero […] me respondió con burlas cuya impertinencia no debo soportar. Le he expulsado, pues, y le devuelvo a este muchacho, que está dotado de posibilidades suficientemente notables, pero que lo ha echado todo a perder por el mal carácter, que el buen orden del colegio ya le ha sufrido más de una vez. Fdo. J. Pierot.

Expulsado del Liceo en abril de 1839, por aquel pecadillo, Baudelaire se entregó a una vida ya radicalmente enfrentada a los valores burgueses que representaba su propia familia. Por fortuna, terminó el bachillerato en el Liceo Saint Louis, donde fue admitido en un último momento, casi a fin de curso.

Considerando escandalosa la vida de aquel adolescente, su padrastro, para que aprendiera a vivir, decidió mandarlo a... Calcuta, a cuyo efecto, se embarcó en Burdeos, a primeros de junio del año de su expulsión. 

Un naufragio ocurrido en septiembre, obligó a interrumpir el viaje, pero se ignora si finalmente Baudelaire llegó a La India, y, en todo caso, cuándo o cómo fue repatriado.

Ya de vuelta en París, empezó a relacionarse con Jeanne Duval, una “joven mulata” con la que, al parecer, conoció el placer y el sufrimiento, pero sorprendentemente, algunos de sus contemporáneos y amigos, como el gran fotógrafo Nadar, basándose en declaraciones de otro amante de la joven y de algunas prostitutas que conocieron a Baudelaire en la época, declararon, sorprendentemente, que el rasgo más definido del comportamiento del poeta, era, su voluntaria castidad.

A causa de sus grandes y continuas deudas, la familia decidió ponerlo bajo tutela judicial, pero, justo a partir de entonces, es decir, a partir de 1842, más o menos, y a pesar de las restricciones económicas, se entregó a una vida absolutamente desordenada, aunque también fue cuando empezó a componer su obra maestra: Les Fleurs du Mal.

Desde su faceta de crítico de arte y periodista, defendió la posición de Delacroix como representante del romanticismo en la pintura, y apoyó abiertamente a Balzac cuando fue atacado y caricaturizado por sus sonados fracasos económicos, sus habituales deudas, y otras supuestas perversiones.

En 1843, en el granero de la casa de su amigo Louis Ménard -que después se convertiría en un conocido Químico y hombre de letras-, descubrió los paraísos artificiales, es decir, que probó la llamada confitura verde –cannabis-. 

Aunque sufrió un cólico en aquella ocasión, le pareció que la experiencia mejoraba su inspiración. Volvería a probarlo ocasionalmente, pero bajo control médico, participando en las reuniones del Club des Haschischins. De ahí pasó al opio, cuya experiencia fue mucho más larga y desde 1487 hizo un uso terapéutico del láudano, que se le prescribió para combatir dolores de cabeza e intestinales, posteriores a una sífilis, probablemente contraída durante su relación con Sarah Louchette. 

Finalmente, al igual que le ocurrió al escritor inglés Thomas de Quincey antes que a él, la adicción le llevó a aumentar progresivamente las dosis. Desde el punto de vista literario, considerando sus efectos como un ingrediente de la creatividad literaria, describió los atractivos de su uso, al mismo tiempo que la tortura de la dependencia.

Por otra parte, Baudelaire, que era hombre de gustos caros y estaba poco acostumbrado a contar el dinero, recibió la herencia de su padre cuando alcanzó la mayoría de edad, pero la dilapidó en un año y medio. A la vista de sus ostentosos y desmedidos gastos, la familia solicitó un consejo judicial, por cuya decisión, un notario le acordó, a partir del 21 de septiembre de 1844, una pensión mensual de 200 francos para gastos, de los cuales, además, debía rendir cuentas. Tal situación indignó a Baudelaire hasta el punto de que trató -¿o simuló?- suicidarse de una puñalada en el pecho, el 30 de junio de 1845.

En 1848 participó activamente en las Barricades, y cuando la Révolution de Février, instituyó la libertad de prensa, fundó la efímera gaceta titulada Le Salut Public –de línea claramente republicana-, que alcanzó a poner en circulación dos números. 

Alphonse de Lamartine ante el Hôtel de Ville de Paris el 25 de febrero de 1848 rechaza la bandera roja. Obra de Félix Philippoteaux. Musée Carnavalet, París.

En febrero de 1848, obreros y burgueses liberales se unieron frente al rey Louis-Philippe. El 25 de febrero se proclamó un nuevo régimen, la Segunda República. Uno de sus representantes, Lamartine, rechazó la bandera roja, como símbolo del terror de 1793, pero también, del socialismo naciente y eligió la bandera tricolor. Flaubert y Alexis de Tocqueville fueron extremadamente críticos con él, pero no así, Víctor Hugo, a quien Lamartine nombró alcalde de distrito e incluso le propuso como Ministro de Instrucción Pública

El 15 de julio de 1848, apareció en La Liberté de Penser, un artículo de Edgar Allan Poe, titulado Révélation magnétique, traducido por Baudelaire, que, a partir de entonces, se convirtió prácticamente en su traductor oficial y nunca se cansó de proclamar su admiración por él. 

La madre de Baudelaire, cuya familia había emigrado a Londres durante la Revolución de 1793 le había enseñado inglés, idioma con el que se familiarizó profundamente y que dominaba a la perfección. 


E. A. Poe y J. de Maistre

Por otra parte, el conocimiento de la obra de Poe, así como la influencia de Joseph de Maistre –político, filósofo, magistrado, historiador y escritor-, redujeron casi a cero, su fe revolucionaria, y, aunque posteriormente compartiría con Gustave Flaubert y Víctor Hugo el rechazo hacia Napoleón III, lo expresó siempre desde un punto de vista literario, completamente alejado de la acción directa: 

Los disturbios, que resuenan vagamente en los cristales
no me harán levantar la cabeza de la mesa de trabajo.

Paysage, fragmento de Tableaux parisiens, en Fleurs du mal.

Flaubert y Víctor Hugo

Napoleón III, por Cabanel. 1865

Baudelaire adaptaba su estilo -como una partitura-, a los temas que elegía, algo que muy pocos comprendieron, excepto algunos autores como Armand Bachet, Édouard Thierry, Champlfleury, Barbey d’Aurevilly, Fréderic Dulamon o André Thomas, todos ellos, o casi todos, suficientemente documentados en la BNF, especialmente Thierry.

Pero aquellas amistades comprensivas y cercanas, fueron contrastadas entonces por la hostilidad de la prensa. Desde el momento de la aparición de Les Fleurs du Mal, en 1857, Gustave Bourdin reaccionó de forma virulenta en Le Figaro del 5 de julio de aquel año. 

Hay momentos en los que se duda del estado mental del señor Baudelaire y hay otros en los que se duda más todavía; es decir, la mayor parte del tiempo, con la repetición monótona y premeditada de la mismas cosas, de los mismos pensamientos. Lo odioso bordea lo innoble; lo repelente se alía con lo infecto...

El hecho es que, una apreciación tan absolutamente negativa, sin matices de ninguna clase, conocida su procedencia, se convirtió en opinión pública en aquel momento y, antes de que pasaran dos meses, Les Fleurs du Mal, fueron denunciadas por ofensa a la moral religiosa y ultraje a la moral pública y a las buenas costumbres. Bien entendido que las malas, sobrevivían de forma encubierta, lo que no anula que Baudelaire las hiciera visibles, contrariando la mirada hipócrita sobre la realidad, costumbre muy simple y generalizada por la que suele ser castigado el mensajero.

Baudelaire fue condenado el 20 de agosto de 1857, por el Tribunal de la Seine, por esta última causa, con una multa de 300 francos, que finalmente se redujo a 50, curiosamente, a causa de la intervención de la Emperatriz Eugenia de Montijo, a quien, Baudelaire se había dirigido por carta, pidiendo su mediación.

Eugenia de Montijo. Emperatriz de Francia -casada con Napoleón III-, 
con su único hijo, Eugenio Luis-Napoleón.  Winterhalter. 1857

Carta de Charles Baudelaire a la Emperatriz Eugenia. Archives Nationales de Francia

6 de noviembre de 1857
    Madame,

    Se necesita la prodigiosa presunción de un poeta para atreverse a ocupar la atención de V.M. en un caso tan pequeño como el mío. He tenido la desgracia de ser condenado por una colección de poesías titulada Les Fleurs du Mal, de la que la horrible franqueza del título no ha sido suficiente para protegerme. Yo creía haber hecho una bella y grande obra, sobre todo, clara; pero ha sido juzgada lo bastante oscura como para ser condenado a rehacer el libro y a eliminar algunas partes (el seis por ciento). Debo decir que he sido tratado por la justicia con una cortesía admirable, y que incluso los términos del proceso

[hoja 2] implican el reconocimiento de mis altas y puras intenciones. Pero la multa, acrecentada por gastos incomprensibles para mí, supera las facultades de la pobreza proverbial de los poetas, y, animado por tantas pruebas de estima que he recibido de amigos altamente situados y al mismo tiempo, persuadido de que el corazón de la emperatriz está abierto a la piedad, tanto para las tribulaciones espirituales como las materiales, he concebido el proyecto, tras la indecisión y la timidez de diez días, de solicitar la graciosa bondad de Vuestra majestad y rogarle que intervenga a mi favor, ante el Señor Ministro de Justicia.

    Dignaos, Señora, aceptar el homenaje de los sentimientos de profundo respeto con los cuales tengo el honor de ser, de V.M. el más entregado y obediente servidor y súbdito,
    Charles Baudelaire,
    19, quai Voltaire.

El editor, Auguste Poulet-Malassis, pagó una multa de cien francos y tuvo que eliminar seis poemas que quedaron prohibidos: Les Bijoux ; Le Léthé ; À celle qui est trop gaie ; Lesbos ; Femmes damnées y Les métamorphoses du Vampire. 

Sin embargo, Víctor Hugo, a quien Baudelaire había enviado el libro, le mandó una estimulante carta desde su exilio de Guernesey:

Sus Flores del Mal brillan deslumbrantes como estrellas. Lanzo un ¡bravo! con todas mis energías a su poderoso espíritu. Permítame terminar estas líneas con una felicitación. Una de las raras condecoraciones que el actual régimen puede conceder, usted acaba de recibirla. Lo que ellos llaman Justicia, le ha condenado en nombre de lo que llaman su moral; esto es una corona más. 

A pesar de la relativa clemencia del jurado, que deseaban una requisitoria más severa, sobre once de los poemas; la calificación recibida conmovió profundamente a Baudelaire, que, a pesar de todo, en 1861 encargó una nueva edición, aumentada con 32 poemas. 

Pero, sobre todo, hay que destacar el hecho de que, el año siguiente fue propuesto como candidato a ocupar el sillón de Eugène Scribe en la Académie Française, apadrinado por Saint-Beuve y por Alfred de Vigny, aunque finalmente desistieron de su proyecto por falta de apoyos suficientes. Más tarde, el mismo Baudelaire renunció a la oferta para ocupar el sillón vacante de Henri Lacordaire.


Con todo, en 1866 consiguió que le publicaran en Bruselas -fuera de la jurisdicción francesa-, bajo el título Les Épaves -que podría traducirse como restos de un naufragio-, los seis poemas condenados, junto con otros 16 nuevos.

Para el 24 de abril, completamente endeudado, Baudelaire se fue a Bélgica con el fin de realizar una gira de conferencias, pero apenas tuvo audiencia. No obstante, se quedó allí para visitar a Víctor Hugo, por entonces, voluntariamente exiliado. 

Después escribió un auténtico panfleto contra aquel país, que, para él, no era sino una caricatura de la Francia más burguesa; el resultado, un durísimo artículo titulado, Pauvre Belgique, quedó inacabado.

Por el lado más amable, allí conoció a Félicien Rops, que, en 1866 diseñó una portada para Les Épaves e ilustró otros poemas, que lograron atraer el interés de varios escritores como Gautier, Musset, Mallarmé Barbey d’Aurevilly o Joséphin Péladan -este último, un conocido ocultista, además de escritor-.

Durante una visita a la iglesia de Saint-Loup, en Namur, Baudelaire perdió el conocimiento a causa de ciertos problemas cerebrales, que, a partir de la primavera de 1866, le provocaron hemiplejia.

En julio fue llevado a París, siendo inmediatamente admitido al tratamiento de un reconocido médico alienista y acogido en una agradable habitación, junto a un jardín, bien iluminada y decorada con pinturas de Manet, entre ellas la Maîtresse de Baudelaire, de 1852, que hoy se encuentra en el Museo de Beaux-Arts de Budapest.

Jeanne Duval, la amante de Baudelaire cuando este tenía 21 años. De Édouard Manet.

Y allí fue donde falleció el poeta, el 31 de agosto de 1867, siendo inhumado en el cementerio de Montparnasse

No pudo, pues, ver la que sería la edición definitiva de sus Fleurs du Mal. El poemario titulado Spleen de Paris, se publicó de manera póstuma en 1869.

Primera edición de Les Fleurs du Mal, de 1857
y segunda, de 1861, con los grabados de Bracquemond

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En 1929, a instancias del entonces Ministro de Justicia, Louis Barthou se celebró una revisión del proceso de 1857 por el que se había condenado a Baudelaire y a su poesía, pero terminó en nada, al no hallarse ningún error de procedimiento. Sin embargo, ya en 1946, por la Ley de 25 de septiembre, se creó un procedimiento de revisión de las condenas -por ofensa a las buenas costumbres cometidas a través de un libro-, promovida por la Societé des gens des Lettres. Entonces se solicitó, de inmediato y casi por unanimidad –sólo un voto en contra-, una nueva revisión de la condena. 

De acuerdo con la nueva sentencia. los poemas objeto de la prohibición, no contienen ningún término obsceno, ni aun grosero, y no sobrepasan, en su forma expresiva, las libertades permitidas al artista; si ciertas imágenes han podido, por su originalidad, alarmar a algunas mentes de la época de la primera publicación de Las Flores del Mal y aparecer a sus primeros jueces como ofensivas para las buenas costumbres, tal apreciación sólo atañe a la interpretación realista de estos poemas, olvidando su sentido simbólico, y se ha revelado de carácter arbitrario, nunca ratificado por la opinión pública, ni por el juicio de los letrados.

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En el aspecto político, Baudelaire asumió los planteamientos de Joseph de Maistre, -máximo representante del pensamiento contrarrevolucionario-, de acuerdo con el cual adoptó –al contrario de lo que pudiera parecer-, un catolicismo aristocrático y místico, lo que unido al hecho de que era un dandy –en el sentido coloquial del término en francés-, le llevó a rechazar las Luces, la Revolución, la Democracia y la tiranía de la opinión pública. En su opinión, no había gobierno más razonable y seguro que el aristocrático, teniendo siempre en cuenta que, si la monarquía o la república, se basaban en la democracia, serían igualmente absurdas y débiles. 

Al evocar la “ebriedad” que le provocó la Revolución de 1848, precisó: ¿De qué naturaleza era aquella ebriedad? Placer por la venganza… atractivo por la destrucción. 

El golpe de Estado de Louis Napoleón la noche del 1 al 2 de diciembre de 1851, no le provocó la menor ilusión: El 2 de diciembre me despolitizó físicamente. En política –declaró-, no tengo convicciones como las entiende la gente de mi época, porque no tengo ambición.

De forma sorprendentemente pesimista, denunció el absurdo del progreso y la herejía moderna de la supresión del pecado original, porque el hombre eterno –decía-, no es sino el más perfecto animal de presa; concepto del que procederían, la polémica violencia de sus textos, sobre todo, los últimos; el sentimiento de inevitable decadencia; la convicción de la victoria del satanismo, y ciertas afirmaciones como: Sólo hay tres seres respetables: el sacerdote, el guerrero y el poeta; saber, matar y crear, añadiendo esta interesante deducción final: el resto de los hombres son manejables y válidos para la caballería; es decir, para ejercer lo que llamamos una profesión.

Para completar sus sorprendentes y soberbias opiniones, propias de alguien que, a pesar de renegar aparentemente de su origen, mediante sus actitudes de carácter bohemio, estaba profundamente apegado al mismo, como un don especial, merecido por nacimiento. 

Por otra parte, en su escrito inacabado Pauvre Belgique, escribió -con sencillez y claridad rotundas: Me dicen que en París se han presentado 30000 peticiones por la abolición de la pena de muerte; 30000 personas que la merecen. 

Consecuente con tal planteamiento, en Mon coeur mis à nu, explica que la pena de muerte tiene por objeto salvar –espiritualmente-, a la sociedad y al culpable, y después, precisa: Para que el sacrificio sea perfecto, es necesario que haya asentimiento y alegría por parte de la víctima. En consecuencia, el hecho de dar cloroformo a un condenado a muerte, sería una impiedad, pues sería quitarle la consciencia de su grandeza como víctima y evitarle la posibilidad de ganar el paraíso. 

En su trabajo titulado Entre Bainville et Baudelaire, Charles Maurras –político de extrema derecha, fundador de Action Française-, definía a Baudelaire como al admirador de Maistre quien, en la débil medida de la atención prestada a la vida cívica [tomó partido] adhiriéndose a la posición en contra de todo lo que se pareciera a la opinión del pueblo o al sufragio universal. 

Extraño cristiano -añadía Maurras-, atormentado y disidente, tampoco creía en supuestos tales como la bondad natural o la utilidad pública de la voluntad general. 
Charles Maurras: Poesía y Verdad.

De hecho, Baudelaire, refleja el Mal en sus Flores; porque lo ve a su alrededor, en toda la sociedad de su tiempo, especialmente en aquellos destinados a ejercer una profesión, multitud de la que exceptuaba sólo un reducido número de elegidos al que él mismo pertenecía, no precisamente por méritos propios, sino, más singularmente, porque aseguraba que él no tenía ambiciones

Con todo, es un hecho que su forma de afrontar la vida y la sociedad, no le proporcionó la menor felicidad. La imagen de Baudelaire, tanto en el gesto, como en el verso, es clara y profundamente amarga, pero, como tantas veces, en este caso también se hace preciso desligar biografía y obra, porque la creación literaria, parece proceder y transcurrir por caminos diferentes e inaccesibles a la experiencia más evidente. 

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Para intentar completar el diseño de la imagen del creador de Las Flores del Mal, disponemos del criterio que acerca de él expresaron algunos autores contemporáneos.

Gustave Flaubert

Agradece a Baudelaire el envío de un ejemplar de las Fleurs du mal:

Desde hace ocho días lo releo, verso a verso, palabra por palabra y, francamente, esto me complace y me encanta. -Ha encontrado usted el medio de rejuvenecer el romanticismo. No se parece a nadie (lo que constituye la primera de todas las cualidades). La originalidad del estilo fluye del concepto. La frase está tan llena por la idea que parece estallar. -Me gusta su acritud, con esas delicadezas del lenguaje que le dan valor, como el damasquino sobre una fina hoja de acero... ¡Ah!, ¡cómo comprende usted lo desagradable de la existencia! -Pero lo que sobre todo me gusta en su libro, es que en él predomina el arte. Además, usted canta la ”carne” sin amarla, de una manera triste y ajena que me resulta simpática. Es usted resistente como el mármol y penetrante como la bruma inglesa.

Gustave Flaubert, Correspondance, t. II, Gallimard (Pléiade), 1980, 
Lettre à Charles Baudelaire du 13 juillet 1857, p. 744-748.

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Barbey d’Aurevilly

Jules Amédée Barbey d’Aurevilly, 1808-1889. Llamado Condestable de las Letras, era novelista, ensayista, poeta, crítico literario, periodista y polemista. Tras un lapsus republicano y democratizante también se unió al entorno de Joseph de Maistre, asumiendo el monarquismo más intransigente, y menospreciando toda evolución y todos los valores de su siglo. Hacia 1846 volvió al catolicismo y se convirtió en violento defensor del ultramontanismo y el absolutismo, aunque llevando una vida elegante y desordenada de dandy-bohemio.

Teorizó antes que Baudelaire sobre esta actitud ante la vida, en su ensayo Du dandysme et de George Brummell. Su ideología se reflejaba en su obra, de forma original, siempre, claramente marcada por su recuperada fe católica y por el concepto siempre presente del pecado.

Criticó la modernidad, el positivismo y la hipocresía del partido católico y sus novelas son entre románticas, fantásticas y sobrenaturales, mezcladas también con realismo histórico y simbolismo decadente, basado en su atractivo por los duelos, los temas brutales y sanguinarios, y las novelas melodramáticas con elementos demoníacos, los cuales, en su opinión, constituían un camino para el conocimiento divino.

D’Aurevilly destacó en las Flores del Mal el logro de los detalles... el acierto del pensamiento... el lujo y la florescencia del color, pero, sobre todo, la arquitectura secreta, un plan calculado, concluyendo que a Baudelaire sólo le quedaban dos caminos después de semejante poemario; ¡volarse la cabeza... o hacerse cristiano!. Le envió una carta en parte muy halagadora y, en parte, irónica; aunque con un claro matiz de comprensión, aseguraba que el poeta estaba ebrio de aburrimiento, de opio y de blasfemias.

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Víctor Hugo (1733-1828)

Escribió a Baudelaire en 1859 diciéndole que no compartía su visión del arte por el arte, puesto que él defendía el arte para el progreso, pero reconocía que el autor dotaba a la poesía de una nueva fuerza: Usted aporta al cielo del arte no sé qué nuevo rayo macabro, creando con ello una nueva emoción.

Leconte de Lisle (1818-1894)

Poeta posromántico, helenista y parnasiano. A finales de 1861, se declaraba maravillado, al observar el efecto que provocaba la poesía de Baudelaire; dejando a la vez en el espíritu la visión de cosas aterradoras y misteriosas, en el oído ejercitado, una especie de vibración múltiple y sabiamente combinada de metales sonoros y preciosos, y en los ojos, espléndidos colores. Igual que otros, fue sensible a la originalidad de la obra marcada con el sello enérgico de una larga meditación.

Sainte-Beuve (1804-1869)

Crítico literario y escritor. Entendía que la obra de un escritor es siempre el reflejo de su vida y puede ser explicada a través de ésta; una idea que otros rechazaban, como es el caso de Marcel Proust

Saint-Beuve Sitúa la obra de Baudelaire en el extremo opuesto de lo romántico y ve en el autor al representante perfecto de aquellos círculos literarios en los que se recitan sonetos exquisitos mientras se enervan con haschish para razonar después, o se toma opio y mil drogas abominables en tazas de fina porcelana.

Théodore de Banville (1823-1891)

Poeta, dramaturgo y crítico teatral, es uno de los principales precursores del parnasianismo. Se refirió a las Flores del Mal y a sus pequeñas obras maestras como un verdadero acontecimiento literario.

En 1872 abandonó la corriente simbolista y escribió El Gato, obra en la que asegura que: Todo animal es superior al hombre por lo que hay en él de divino, es decir, por instinto. Pero de todos los animales, el Gato es aquel cuyo instinto es más persistente, el más imposible de erradicar. Silvestre o doméstico, permanece siendo él mismo, obstinadamente, con una serenidad absoluta y nada puede hacerle perder su belleza y su gracia suprema.
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Verlaine au café. Photo Dornac

Paul Verlaine (1844-1896). Simbolista. Juzgó los poemas de las Flores del Mal, como la quintaesencia… la concentración extrema, de lo que hace al hombre moderno, con sus agudezas y vibraciones, su espíritu dolorosamente sutil, su cerebro saturado de tabaco, su sangre quemada de alcohol; en fin, una muestra de la humanidad, es decir, al grupo al que denomina biblio-nervioso por excelencia.

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Théophile Gautier (1811-1872) 

Poeta, dramaturgo, novelista, periodista, crítico literario y fotógrafo. Fue romántico y costumbrista y se le considera fundador del parnasianismo además de precursor de la literatura modernista.

En 1868, dijo de Baudelaire: este poeta a quien se quiso hacer pasar por una naturaleza satánica enamorada de la maldad y la depravación, amaba el Bien y la Belleza en el más alto grado.

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Otros personajes, por el contrario, arrojan sobre la obra y su autor, auténticos comentarios muy ácido.

Los hermanos Goncourt

Edmond (1822-1896) y Jules (1830-1870) de Goncourt formaban en las filas del Naturalismo. Siempre colaboraron mutuamente en sus vidas y obras, como una sola persona. Tras el fallecimiento de Jules, Edmond creó, en su memoria el célebre Premio Goncourt, que se otorgó por primera vez, en 1903.

Para ellos, Baudelaire pertenecía al círculo de épaffeurs cyniques -una expresión difícil de traducir, en la cual épaffeur, podría entenderse como el que hace saltar lascas de un bloque de piedra, a golpes, aunque no, desde luego, como lo haría un escultor, y, además, en este caso, con el complemento de cínico-, que profería en público enormes obscenidades. 

Dos meses después del proceso de agosto de 1857, se cruzaron con él, y dejaron escrito su retrato: Sin corbata, con el cuello al aire, y la cabeza rapada, como un auténtico guillotinado. Un solo detalle delicado; las manos cuidadas y limpias. La cara de un loco. La voz fina como una hoja afilada y una elocución pedantesca. No obstante, añadían, que se defendió obstinadamente... de haber ultrajado las costumbres en sus versos.

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Louis Edmond Duranty (1833-1880)

Novelista y crítico de arte, del que se dijo que podría ser hijo ilegítimo del famoso escritor Prosper Mérimé. Como crítico de arte, fue partidario de las innovaciones, como el realismo y el impresionismo, aunque tardó en emplear este último término, a causa del significado satírico que se le dio en un principio.

Decía que Baudelaire era un duende literario, de talento sobrevalorado, que empleaba y alimentaba pábulos de horror y misterio, para sorprender al público.

Duranty es uno de los personajes que aparecen -imagen de arriba-, justamente, en el extremo opuesto a Baudelaire -, en el famoso y representativo retrato de grupo, titulado Homenaje a Delacroix, que el artista Henri Fantin-Latour, realizó en 1864.
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Jules Vallés (1832-1885)

Vallés dijo que Baudelaire, no era más que un loco y un fanfarrón de inmoralidad, que creó un mundo en el que los ángeles tenían alas de murciélago y caras de mujeres públicas.

Participante activo en la Revolución de 1848; dirigió periódicos antimonárquicos, como Le Cri du Peuple. Fue dirigente de la Commune de Paris, del 18 al 28 de mayo y condenado por ello a la pena capital, aunque el 14 de julio de 1872, se exilió en Londres, volviendo a Francia en 1880.

Zola recomendaba su obra, que por otra parte solía ser asimilada con las de Lautréamont y Rimbaud, si bien, a su vez influyó en otros autores, como Jules Renard. 

Escribió un estremecedor relato autobiográfico en tres partes, bajo el seudónimo de Jacques Vingtras.
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Finalmente, un desconocido crítico llamado Louis Goudall, escribió en el famoso periódico Le Figaro, el 4 de noviembre de 1885 que le sorprendía que Baudelaire hubiera logrado hacerse pasar en el mundo de las letras, por un poeta de genio...cuando su reputación y su talento estaban rotos en mil pedazos, y añadía: Desafío a la posteridad a que encuentre un solo fragmento suyo... para preguntarse finalmente, cómo podría ser de otro modo, ante una inspiración puerilmente pretenciosa... y tal amontonamiento de ambiciosas alegorías destinadas a disimular la falta de ideas... lenguaje ignorante, helado y descolorido con un gusto marcado por lo inmundo y lo escabroso. No -terminaba-, decididamente, Baudelaire, en adelante, nunca será citado, sino entre los frutos secos de la poesía contemporánea.
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Baudelaire, de la Bibliothèque de la Pléiade, Œuvres complètes, volume I.

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Selección de títulos citados:

Les Fleurs du mal (1857) ;
Les Paradis artificiels (1860) ;
Réflexions sur quelques-uns de mes contemporains (1861) ;
Richard Wagner et Tannhäuser à Paris (1861) ; (Baudelaire fue gran admirador de Wagner)
L’œuvre et la vie d’Eugène Delacroix (1863) ;
Mon cœur mis à nu (1864), journal intime ;
Lettres ;
L’Art romantique (1869) ;
Journaux intimes (1851-1862) ;
Pauvre Belgique (inacabado).

Portada de la prueba de 1857 de las Fleurs du mal, anotada por Charles Baudelaire.

¿Qué le parecería suprimir la palabra poesías? A mí, me choca mucho.

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