La biblioteca de Emily Dickinson en Amherst, hoy Museo.
Emily Dickinson decidió vivir en soledad y escribir poesía. Su extraordinaria visión de la vida y la sorprendente forma que eligió para expresarla, la convirtieron en una de las figuras más representativas de la lírica americana y una de las poetas más brillantes de la historia de la literatura moderna.
Emily Dickinson (1830-1886).
La enigmática Emily
Desde la niñez destacó en los estudios, pero prefería observar la naturaleza y los astros, llenando cuadernos con múltiples observaciones, especialmente, de flores.
Cuando empezó a crear poesía, decidió alejarse del mundo; probablemente, no porque fuera un ser solitario, sino como consecuencia de una decisión profundamente meditada. Jamás pensó en dar a conocer su obra. Su hermana menor, Lavinia, convertida en su amiga, confidente, y enlace con el mundo, finalmente, fue la que hizo públicos sus cuadernos de poesía.
Emily Dickinson empleaba versos cortos –en ocasiones, inesperadamente cortados-, en los que, además incluía, tanto expresiones coloquiales, como palabras que, en algunos casos, pueden parecer imprecisas, inadecuadas, o incluso erróneas, pero que funcionan en el verso como esos precisos toques de pincel, que en tantas ocasiones constituyen precisamente, el matiz sustancial de la pintura; su expresión no sería tan netamente poética, si careciera de esos matices gráficos.
Sea como fuere, su poesía describe tan profundos sentimientos, tan cálidas emociones, tantas pequeñas y grandes visiones, a veces, teñidas de ironía, a veces de tristeza o decepción, y en todo ello muestra una vitalidad tan luminosa, que, al leerlos, posiblemente nunca hubiéramos deducido que vivió aislada durante años.
Los padres de Emily:
Edward Dickinson (1803-1874) y Emily Norcross
Dickinson (1804-1882).
Emily Dickinson con sus hermanos. Tiene un libro en la mano, y en el libro, flores; sus más importantes aficiones y fundamento de sus contenidos poéticos.
Emily había recibido una rígida educación calvinista que, probablemente fue un elemento disonante que contribuyó a afirmar su personalidad escéptica. Tuvo muchos amigos y amigas –como veremos-, lo que confirma que no era un ser solitario, y algunos de ellos dejaron en su alma una huella indeleble.
Aunque las cartas de Dickinson fueron casi todas destruidas, de acuerdo con sus deseos, después de su muerte, sobrevivieron, entre otras, tres borradores de cartas dirigidas a un Maestro, que muchos consideran como cartas de amor. Los tres corresponden al período comprendido entre 1858 y 1862, sin embargo, la identidad del "Maestro", no ha llegado a establecerse, aunque puede referirse a varios amigos: Benjamin Newton; Charles Wadsworth; Henry Vaugh Emmons; George Gould; Samuel Bowles; William Smith Clark y Thomas Wentwert Higginson, -quien tras escribir que la poesía debía ser, por encima de todo, verdad, recibió una tímida carta de Emily, en la que le enviaba algunos poemas y le preguntaba: ¿Mi poesía es verdad?-, y por último, el Juez Otis Lord.
Benjamin Franklin Newton, se convirtió en una especie de mentor, al que Emily admiraba y quería. Desgraciadamente, sus días estaban contados cuando se conocieron, pero Franklin dejó una marcada huella en el alma de la escritora, que lloró amargamente la desaparición de aquella alma gemela, cuyas cualidades admiraba y al que, a su manera, amó intensamente.
Benjamin F. Newton, 1821-1853 (¿?)
A través de Benjamín F. Newton, Emily conoció la poesía de Ralph Waldo Emerson y la de Henry David Thoreau y a los novelistas Nathaniel Hawthorne y Harriet Beecher Stowe.
Mi amigo –Benjamin F. Newton-, me escribió la semana anterior a su muerte: Si vivo, iré a Amherst, si muero, ciertamente lo haré".
Carta de Emily Dickinson a T.W. Higginson, primavera de 1876.
“El primero de mis amigos”; “Un preceptor amable pero grave”; “un hermano mayor, al que amaba muchísimo”, etc. son frases que Emily Dickinson empleó para referirse a Benjamin Franklin Newton, un joven cuyo efecto sobre su evolución como poeta, fue temprano y profundo.
Newton llegó a Amherst en el otoño de 1847. Era un aspirante a abogado, de veintiséis años, que se proponía estudiar en el recién creado centro del padre de Emily. Al igual que otros estudiantes, con el tiempo, Newton se convirtió en un asiduo de la casa de Dickinson, entablando amistad con los hijos de su profesor y participando frecuentemente en las comidas familiares. Emily se sintió atraída por su afición a la lectura, siguiendo sus orientaciones cuando, en marzo del año siguiente, tuvo que permanecer en su casa durante varias semanas, a causa de un severo resfriado.
Más tarde escribió: "El Sr. Newton se convirtió para mí en un preceptor amable, pero grave, que me enseñó qué leer, qué autores admirar, qué era lo más grandioso o bello de la naturaleza, y me brindó una lección sublime; la fe en las cosas que no se ven”.
Ciertamente, Newton leía mucho y pudo aconsejar a Emily sobre sus poetas y otros autores preferidos. Más adelante ella declaró que admiraba en él "la fuerza y la gracia, de un intelecto muy superior al mío". A su vez, él reconoció la capacidad excepcional de Dickinson y alentó su afición por la escritura.
Newton abandonó Amherst para residir en Worcester en agosto de 1849 y, a partir de entonces, mantuvo correspondencia con Emily. Se casó en junio de 1851, y siguió escribiendo y aconsejando a su amiga y protegida. Al parecer, la informó sobre sus problemas de salud, pero, de todas formas, cuando ella leyó en el periódico la noticia de su muerte, el 24 de marzo de 1853, sufrió una dolorosa sorpresa.
Aunque se ha sugerido que Newton y Dickinson pudieron tener alguna vinculación romántica, parece poco probable que sí fuera, ya que esa posibilidad no encaja con el tono de las cartas que se conservan. En todo caso, es evidente que Emily nunca lo olvidó.
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Charles Wasdworth (1814-1882).
Era ministro de la iglesia presbiteriana en Filadelfia, en 1855, cuando Emily y su familia visitaron Massachusetts, Washington, DC y Filadelfia. Fue entonces, cuando ella lo conoció, probablemente, asistiendo a su predicación. Personalmente, sólo se vieron dos veces; en 1860 y en 1880, pero intercambiaron cartas durante muchos años, de las cuales solo una -de Wadsworth a Dickinson, probablemente de 1862-, se conserva. La correspondencia entre ellos empezó en 1858, y el impacto que Charles, que estaba casado, causó a Emily, está bien documentado. Emily se refería a él como "mi Filadelfia", "mi clérigo", "mi querido amigo terrenal" y "mi Pastor".
Wadsworth se fue a vivir a San Francisco en 1862, pero parece que informó a Emily de sus planes, el año anterior, momento que se corresponde con la época en que ella empezó a aislarse y, tal vez, a vestirse sólo de blanco; -mi blanca elección-.
A pesar de que sus sermones se hicieron famosos, Wadsworth siempre rehuyó la notoriedad y el aplauso, de forma que la enorme afluencia a su iglesia, constituía para él un misterio que afrontaba con una actitud sencilla y sincera.
Wadsworth volvió a Filadelfia en 1869 y permaneció allí hasta su muerte el 1 de abril de 1882.
Emily releía frecuentemente sus sermones y, al parecer, hay una notable influencia de ellos en su poesía. Su correspondencia con otros amigos, después de la muerte de Wadsworth revela lo mucho que lo estimaba. En una carta a Elizabeth Holland, por ejemplo, escribió "Todas las sorpresas son, al final, monótonas, pero la muerte de los seres queridos es siempre, ahora. El amor solo tiene una fecha: El primero de abril / Ayer, hoy y siempre.
Desde 1882 hasta su muerte, cuatro años después, Emily también mantuvo correspondencia con James D. Clark, quizás el amigo más cercano de Wadsworth, que le envió un volumen de sus sermones, así como su fotografía, además de comunicarle numerosos detalles sobre su vida.
Hay un misterio en esta relación, sin duda, y las apasionadas reacciones de Emily en este sentido, han generado muchas teorías, pero absolutamente nada ha podido documentarse. La relación entre ellos fue intensa y se asentó sobre múltiples intereses intelectuales compartidos y largas y cálidas confidencias, aunque también fue dolorosamente breve. La perplejidad de Dickinson ante el nuevo e inesperado vacío en su existencia, se plasmó en un atormentado verso:
¿Será que Dios está en contra del amor?
Así, a partir de 1862 la vida de Emily cambió; empezó a recluirse en su habitación, quizás motivada por la imperiosa necesidad de escribir, quizás porque sencillamente se sentía mejor a solas, algo que, en principio, no le impidió, siempre muy discretamente, dar clases a las niñas más desfavorecidas de la localidad.
Si puedo evitar que un corazón sufra, no viviré en vano; si puedo aliviar el dolor en una vida, o sanar una herida, o ayudar a un petirrojo a volver a su nido, no viviré en vano.
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Edward Hitchcock, el presidente del Amherst College, era profesor en la universidad, y Emily pudo escucharlo en muchas ocasiones. No obstante, Dickinson consideraba que la interpretación religiosa convencional –que Hitchcock propugnaba-, era la parte menos interesante del conocimiento de la naturaleza, y que anulaba su misterio. Para ella, sólo la observación científica, era suficiente para descubrir su verdadero valor, y describiendo sencillamente lo que veía, aportó un nuevo y claro y atractivo significado a sus lectores.
Edward Hitchcock y la Academia Amherst
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El interés científico, también contribuyó al crecimiento de Dickinson como poeta y aquéllos siete años de academia le proporcionaron también el acercamiento a otro posible "Maestro", Leonard Humphrey, que fue director de la academia desde 1846 hasta 1848.
Emily creció teniéndolo como amigo y mentor, el cual, igual que lo hizo Humphrey Newton, contribuyó a despertar su ardiente interés por la lectura, convirtiéndose así en uno de los candidatos a convertirse en su "Master".
Humphrey murió inesperadamente a los 25 años y Emily tenía 20. Cuando lo supo, escribió a su amiga Abiah Root:
El atardecer es triste; –
antes era mi hora de estudiar-
pero el maestro se ha ido a descansar
Y ahora provoca lágrimas
a la alumna que se ha quedado sola.
Caen sobre la hoja por la que abrí del libro.
Y no puedo evitarlas.
No lo haría, aunque pudiera
Porque son el único homenaje
Que tengo, para ofrecer
Al desaparecido Humphrey.
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A finales de la década de 1850 y principios de la de 1860, Dickinson experimentó "una eclosión de creatividad"; escribió 52 poemas solo en el año 1858, y el número aumentó constantemente en los años que siguieron. Tales poemas describen fuertes sentimientos de pasión y, a veces, también de desesperación.
Al principio, sus poemas seguían el estilo habitual de la poesía de su tiempo, pero, a partir, de 1860 escribió de forma más experimental y personal, sobre todo, en lo relativo al empleo del lenguaje. Su versificación se fue haciendo más melódica y precisa, con ritmos, a veces lentos, a veces rápidos, siempre diferentes a sí mismos, y a la línea de la poesía aprendida, al tiempo que su expresión adquiría un carácter intelectual y meditativo, sin obviar el necesario lirismo, que, a su estilo, la acompaña y la completa. Esta última característica fue en cierto modo ignorada por la crítica, centrada, precisamente, en el lirismo clásico. Con todo, en ocasiones, Dickinson parece sorprenderse ante sus propios hallazgos; un tono, un matiz, un aroma, cualquier concepto sencillo, que cobra evidencia, cuando ella lo transforma en palabra poética.
Su creatividad no dejó de crecer en el silencio y en el misterio de su soledad, dando paso a una poesía cada vez más metafísica y emotiva. La energía contenida en sus versos, es, a la vez filosófica y conmovedora.
Finalmente, se considera indudable su influencia en poetas como Wallace Stevens (1879–1955), Elisabeth Bishop (1911-1979), o Adrienne Cecile Rich (1929-2012), entre otros.
Su primer poemario se publicó cuatro años después de su fallecimiento, y junto con las siguientes publicaciones, aparecieron unos 1800 poemas en total. En 1920, Emily Dickinson se había convertido en una de las personalidades más reconocidas en el gran espacio de la poesía norteamericana.
La herencia de su creación poética publicada, aparece ordenado en torno a tres poemarios a los que, posteriormente se añadieron otros dos, formados, en buena parte por poemas hallados en su correspondencia. El conjunto resulta pleno de percepciones fundamentales, que tal vez habría que clasificar entre la Poesía y la Filosofía y se ordenaron para su edición como sigue:
Vida –Life-,
Naturaleza –Nature-,
Amor –Love-.
Tiempo y Eternidad –Time and Eternity-.
El sabueso solitario: Poemas de una vida -The Single Hound: Poems of a Lifetime-
Para ayudar a nuestra comprensión de esta mente creadora, disponemos también de: The Life and Letters of Emily Dickinson, que, en 1924, publicó su sobrina Martha Dickinson Bianchi, y de The Life and Mind of Emily Dickinson, de Geneviève Taggard, que apareció en 1925.
Muchos de los poemas de Dickinson podrían parecer fragmentos, y aunque la mayoría de ellos son muy breves, contribuyen a resaltar la excepcional fuerza de su expresión, evocadora, clara y llena de efectos visuales, con dramáticos cortes, guiones, signos de admiración, o palabras sueltas, que causan el efecto de una campanada, pero siempre, dentro de una aparente sencillez. Por otra parte, su habilidad para crear silencios, induce en el lector la necesidad de llenarlos con sus propias emociones, tal vez, las mismas que ella misma ha provocado.
Aparentemente sin sorpresa
la escarcha mata a una flor feliz,
como si fuera un juego;
por un impulso momentáneo.
El dorado asesino pasa
y el sol se dispone, inconmovible
a medir otro día,
para un Dios que lo aprueba.
Conmovida ante una flor que muere bajo el hielo, Emily Dickinson mantiene, sin embargo, una radiante y poderosa energía que le permite confiar:
Nunca he visto el páramo,
nunca he visto el mar,
pero aun así, sé cómo es el brezo
y lo que es una ola.
Nunca he hablado con Dios
Ni he visitado el cielo-
Pero aun así, estoy tan segura del lugar
como si tuviera un plano.
Toda su poesía se produce de forma tan inesperada, que, a pesar de su sencillez, alcanza, con aparente facilidad, el alma del lector, de manera genial y conmovedora.
Como ya dijimos, Emily Dickinson ignoró todas las reglas poéticas conocidas y reconocidas en su tiempo, y tal como lo hicieron otros grandes poetas, como Ralph Waldo Emerson, Henry David Thoreau o Walt Whitman, todos ellos experimentaron con la palabra y la expresión para liberarla de las restricciones literarias convencionales.
Del mismo modo, inteligente observadora de las limitaciones sociales, halló salidas inesperadas para describir sus observaciones, empleando expresiones muy sencillas, aunque se tratara de situaciones impactantes, obteniendo resultados que nadie antes había sabido transmitir.
El primer volumen de su poesía, publicado en 1890, cuatro años después de su muerte, tuvo un éxito asombroso, alcanzando once ediciones en menos de dos años. ¿Lo habría imaginado ella?
¿Era su Carta al mundo, como dice el poema que encabeza su obra publicada?
Manuscrito: Esta es mi carta al mundo
Esta es mi carta al mundo,
que nunca me escribió…
Juzgadme con ternura.
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Junto con su hermana Vinnie –Lavinia-, Emily estudió en la Academia de Amherst, cuyo programa, fundamentalmente de carácter científico, atrajo firmemente su atención: Astronomía, Botánica, Química, Geología, Matemáticas, Historia Natural, Filosofía Natural, Zoología, etc. Todo lo que aprendió surge entre sus versos, mostrando la fascinación que sobre ella ejercían los nombres de flores y plantas, por ejemplo, y su sagaz observación de las mismas, que queda netamente expresada en luminosas y acertadas descripciones. Es evidente que le fascinó la botánica, y no sólo porque conocemos sus bellos y cuidados herbarios, sino porque, en ocasiones, nos parece percibir aromas vegetales entre sus versos.
Su interés por la naturaleza es tal, que la llevará a humanizar la hierba… o quizás, al sueño de “herbalizarse” ella misma:
La hierba tiene tan poco que hacer • The grass so little has to do.
La hierba tiene tan poco que hacer,-
Una esfera de sencillo verde,
sólo debe criar mariposas
y entretener abejas.
Y bailar todo el día con las bellas tonadas
que trae la brisa,
y mantener el sol en su regazo
e inclinarse ante todo.
Hilar rocío toda la noche, como perlas,
y ponerse tan bella
que una duquesa sería vulgar
ante semejante hallazgo.
E incluso cuando muere, permanece
en aromas tan divinos,
como humildes especias duermen,
como amuletos de pino.
Y luego, guardadas en graneros soberanos,
sueñan con días lejanos.
La hierba tiene tan poco que hacer…
¡Ojalá yo fuera heno!
Elisabeth amaba y valoraba las plantas y las flores, casi como una necesidad no sólo estética, sino vital.
-¿Has empezado ya el herbario? –preguntaba a su amiga Abiah Root-. Si no es así, espero que lo hagas; sería un gran tesoro para ti.
Ella misma asumió la tarea de recolectar especímenes con gran entusiasmo, hasta el punto que creó, conservó, completó y cuidó su herbolario, desde la época estudiantil, hasta el final de su vida.
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LAS AMIGAS
Abiah Root, Harriet Merrill, Sarah Tracy, Abby Wood y Emily Dickinson formaron el grupo de amigas al que la poeta se refería como "nuestro círculo de cinco".
Abiah Root, 1830-1915. Yale University
“No me preocupo, querida A., sobre el tema tan importante, que me ha llamado la atención con tanta frecuencia y con tanto afecto en tus cartas. Pero siento que aún no he hecho las paces con Dios ... Abby y yo hablamos mucho de las horas felices que solíamos pasar juntos, Sarah y Hattie Merrill. ¡Oh! ¿Qué daría si pudiéramos volver a encontrarnos? Escríbeme pronto Querida y que sea una carta larga, larga. ¡¡¡No te olvides - !!!!!”
Emily Dickinson a Abiah Root, 8 de septiembre de 1846
Abíah Palmer Root llegó a Amherst para vivir con sus primos los Palmers y asistir a la Academia Amherst, donde se unió al grupo de cinco amigas íntimas de Emily Dickinson. Después de uno o dos cursos en la Academia, "Biah" volvió a su casa en Feeding Hills, cerca de Springfield, Massachusetts, y se inscribió en la escuela de Miss Campbell. Desde este momento, la intimidad entre las dos amigas dependió del correo y las visitas ocasionales de Root, que valoró claramente esta correspondencia; guardó las cartas de Dickinson y las puso a disposición de Mabel Loomis Todd para la edición de 1894 de las Cartas de la poeta.
La correspondencia de Abiah Root se ha perdido, pero las veintidós cartas que Dickinson le escribió a ella, entre 1845 y 1854 proporcionan un valioso retrato de la juventud de la escritora; están llenas de información sobre sus actividades formativas, incluidas sus excursiones turísticas a Boston; también aparece su opinión sobre las tareas domésticas, o las normas del Seminario Femenino Mount Holyoke.
Las cartas expresan un profundo afecto por sus amigos. La habitual escritura caprichosa de Dickinson, es, a menudo, muy tímida, pero ya revela su experimentación con el estilo literario.
Dickinson describió a Root como "digna" y seria, y ella parece ser la amiga en quien Dickinson más confiaba para hablar de su propia lucha espiritual. Abiah era hija de un diácono y también se casó con un ministro.
Derramé muchas lágrimas y pensé mucho en tu carta y deseé haber encontrado la paz que te ha sido dada, le escribía Dickinson en 1846.
No puedo pensar en otra cosa que no seas tú, mi querida amiga; debes venir, porque nos estamos alejando la una de la otra e incluso hablamos como extrañas, -le decía en otra carta.
Después, más que la distancia geográfica, sus cartas revelan crecientes diferencias no solo en el terreno religioso, sino también en el sentido y la vocación de la vida. En el verano anterior a su matrimonio con el Reverendo Samuel Strong, Abiah Root le escribió a Dickinson instándola a visitarla, presumiblemente, para que se entrevistara con su marido. La respuesta de Dickinson, enviada más de un mes después, expresa una gratitud nostálgica por quererme hasta ahora, desde hace tanto tiempo, pero termina con la afirmación de su alejamiento de la vida social. Por otra parte, añadía: ¿Crees que es mi deber ir?
A los catorce años, Dickinson bromeaba con Root ante la idea de convertirse en filósofas: "Puedes ser Platón y yo seré Sócrates". Diez años después, Root se había decantado por el matrimonio, mientras que Emily, que apenas empezaba a escribir poesía, proseguía su búsqueda filosófica.
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Abby Wood
Emily y Abby nacieron en 1830; Abby el 12 de octubre, en Westminster, Massachusetts. En 1838, tras la muerte de su padre, dejando varios niños pequeños, Abby fue a vivir a Amherst con su tío Luke Sweetser.
En 1855, Abby se casó con el recién ordenado ministro Daniel Bliss. La pareja se hizo cargo de una misión a Siria, donde pasaron el resto de sus vidas, y donde el Reverendo Bliss fundó el Colegio Protestante de Siria -hoy, Universidad Americana de Beirut-. La amistad de Dickinson con Abby se había "aflojado un poco", a principios de la década de 1850, pero cuando llegó el momento en que Abby debía marcharse, Emily le entregó un libro que habían compartido, de Virgilio, en el que subrayó un verso del Libro I de la Eneida, que había traducido como "después, podrás alegrarte en el recuerdo de estos (días)" y al que ella añadió: "Cuando estés tan lejos, piensa en mí".
Nunca perdieron el contacto y ambas mantuvieron su interés por la botánica y la horticultura. Se sabe que Abby enviaba muestras para el herbario de Emily, especialmente. de olivos de Oriente Medio.
En 1873, cuando Abby llevó a sus hijos desde Siria para pasar un año en Amherst, descubrió que Emily "se había convertido en el misterio del pueblo; inaccesible para todos, menos unos pocos elegidos, que eran admitidos en el santuario, con los preliminares y ceremonias correspondientes". Abby, con su carácter honesto y su espíritu independiente, se negó a sufrir todas aquellas formalidades, y reclamó su derecho a ser "recibida como toda la vida”.
Vista invernal de Amherst
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