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sábado, 18 de agosto de 2012

LA TRAGEDIA DE MAYERLING

MAYERLING. UNA TRAGEDIA FAMILIAR E HISTÓRICA


El día 20 ó 21 de enero de 1889, el conde de Hoyos recibió una nota del Príncipe Rodolfo: Hoyos si el tiempo lo permite hacia el final de la próxima semana quisiera que viniera conmigo a Mayerling, el día por precisar por que tengo aún mucho que hacer. Invitación que Hoyos se apresuró a aceptar y agradecer inmediatamente, poniéndose a disposición del heredero del trono Austro-Húngaro.

El conde de Hoyos, muy afecto a la corte imperial, procedía de una de las familias españolas a las que el emperador Fernando I de Austria había invitado a hacerse cargo de las tierras de los nobles protestantes austríacos desterrados de la corte después de la Guerra de los Treinta Años.

El sábado 26 recibía otra nota: los días 29 y 30 de enero, Hoyos debía hallarse en Mayerling para acompañar al príncipe en sendas jornadas de caza y equitación.

La noche del domingo, 27, el embajador alemán organizó una fiesta para celebrar el aniversario de Guillermo II, a la que asistió Rodolfo, que, al parecer, conversó y bailó animadamente.

De acuerdo con ciertas versiones, el heredero se las habría arreglado para que asistiera a la fiesta su amante de aquel momento, una joven húngara de la pequeña nobleza llamada María Vetsera, junto con su familia, algo que, al parecer, no pasó inadvertido a su esposa Estefanía. Ello daría lugar, supuestamente, a que el día siguiente el emperador le hiciera llamar, sosteniendo con él una larga conversación, o más bien, una fuerte discusión, tras la cual, el príncipe abandonó al palacio sin hablar con nadie. El ayudante de Campo del Emperador, tuvo que reanimarlo después de la discusión.

Sea como fuere, ese mismo día, Rodolfo se puso de acuerdo con Hoyos en que se reunirían a las seis de la mañana del martes 29 para emprender el viaje en coche a Mayerling, a pesar de que esa noche estaba anunciada otra fiesta en el palacio de Hofburg con ocasión de la despedida del emperador y su esposa, que emprendían una gira por Hungría; Rodolfo declinó su asistencia, asegurando encontrarse acatarrado.

El miércoles 30, sobre las once de la mañana, Hoyos se presentó en palacio solicitando ser recibido urgentemente por la emperatriz Elisabeth, a quien comunicó que su hijo Rodolfo había muerto.

De acuerdo con sus declaraciones, al final, el príncipe y el conde no viajaron juntos a Mayerling. Rodolfo había advertido a Hoyos que las ventanas y puertas de la fachada que daba a la carretera de Baden debían mantenerse cerradas con el fin de que la residencia pareciese deshabitada.

El conde de Hoyos, junto con el príncipe de Coburgo –probablemente ellos sí habían viajado juntos–, esperaron al príncipe en la sala de billar, donde aquel se presentó al cabo de un rato, perfectamente vestido; los saludó y se sentó a desayunar en su compañía. Les explicó que su coche había tenido una avería y que esa era la causa de su retraso, algo que sorprendió al conde, en primer lugar, por el hecho inesperado de no haber realizado el viaje con él, tal como habían acordado, sino también por haberse retrasado tanto; me pareció algo misterioso.

Más tarde, Hoyos salió efectivamente, a cazar, pero no con Rodolfo, sino con el príncipe de Coburgo; a la vuelta, se recogió en su propia residencia, muy próxima a la del Príncipe y después volvió a Mayerling donde esperó al príncipe en la sala de billar. Cenaron juntos y alrededor de las diez, Hoyos se retiró a descansar.

El miércoles 30, desde muy temprano, el conde esperaba al príncipe para desayunar, cuando su ayuda de cámara le comunicó que Loschek, un criado de Mayerling, pedía ser recibido. Loschek comunicó a Hoyos que el Príncipe le había llamado a las seis de la mañana para pedirle que le despertara a las ocho y media y que tuviera el coche preparado, no obstante lo cual, cuando se dirigió a sus habitaciones a la hora acordada, estas se hallaban herméticamente cerradas por dentro y nadie había respondido a sus llamadas.

Ante la sorpresa del conde, el criado confesó que Rodolfo no se encontraba sólo, sino que había llegado en compañía de la baronesa Vetsera, de la que Hoyos aseguró después que no tenía ni idea de que se encontrara en la casa.

Cuando finalmente llegó el príncipe de Coburgo, ambos tomaron la decisión de derribar la puerta del dormitorio. Loschek se adelantó y rápidamente volvió atrás con el rostro demudado; había dos cadáveres sobre la cama y mucha sangre.

Hoyos sólo habló a la Emperatriz del cuerpo de Rodolfo: dijo que en un primer momento pensó que había sido envenenado y que la sangre quizás se debiera al hecho de haberse herido al caer, aunque después constató que había sido resultado de un disparo.

Después mandaron aviso al doctor Hoffer, quien se presentó inmediatamente. Coburg se quedó de guardia en Mayerling para evitar la entrada de cualquier extraño, mientras que Hoyos fue a informar al emperador.

Pasó antes por la residencia de un diplomático francés amigo suyo a quien explicó lo sucedido y, sobre las diez y media se dirigió a palacio. Bratfisch, el cochero, quiso saber qué debía responder si le preguntaban acerca del suceso, a lo que Hoyos le contestó que no debía decir absolutamente nada.

Unos días después del dramático suceso, Estefanía, la princesa viuda, preguntó al Conde si era conocedor de la relación de su esposo con María Vetsera. Hoyos le aseguró que sólo la conocía de haberla saludado en la fiesta del embajador alemán del día 27, y que nunca había tenido la menor noticia acerca de una relación entre ella y el príncipe. María Vetsera era conocida, no obstante, en la sociedad vienesa y se sabía que su madre era húngara y que su padre, un griego originario de la Isla de Quíos, se llamaba Temístocles Baltazzi.

A pesar del deseado secreto, el asunto recorrió  Europa en tiempo record, sin apenas dar posibilidad a la corte para preparar una explicación creíble; se habló, pues, de muerte, si bien repentina, debida a causas naturales, pero pronto se hizo evidente que nadie lo creyó, por lo que el día uno de febrero, el gobierno se vio obligado a hacer pública una nota:

Su Alteza Imperial y Real ha sido encontrado muerto en su cama tras ser forzada la puerta de su habitación. Fundados en una primera impresión, se informó sobre la posibilidad de que hubiera sufrido un ataque, pero el Dr. Wiederhofer, tras examinar el cuerpo, encontró una gran herida [en la cabeza]… que, sin duda le provocó la muerte inmediata. La herida habría sido provocada por un disparo de fusil… la posición del arma no deja dudas acerca del hecho e que fue el propio archiduque quien se dio muerte.

En un principio, nadie mencionó a la Baronesa Vetsera, cuya presencia hubiera avalado la hipótesis del doble suicidio por un amor imposible, pero dado que, semejante liaison, no iba el ser el primer caso de la historia, ni, por supuesto, el último, no se le podía dar una transcendencia de carácter mortal. La hipótesis del asesinato se imponía.

Le Figaro publicó un editorial en el que se afirmaba entre otras coas: Primero hablaron de apoplejía, después de suicidio; prefieren decir que Rodolfo asesinó a María Vetsera antes que reconocer que los dos fueron asesinados.

El mismo periódico, el día 8 de febrero publicó dos cartas; una que Rodolfo habría enviado al duque de Braganza en la que podía leerse: Es preciso que muera. No puedo hacer otra cosa. La otra, supuestamente escrita por María Vetsera a su madre, decía: Muero con Rodolfo. Nos amamos demasiado. Perdóname y, adiós. Tu desgraciada Marie.

Sin embargo, también se alude al informe redactado por el embajador aleman, según el cual, Rodolfo presentaba varias heridas y que el revolver hallado junto a su cama, cuyos cartuchos habían sido disparados en su totalidad, no era suyo.

De ser así, resultaría que la versión del suicidio y aquellas supuestas cartas que lo anunciaban, no serían más que un invento urdido para encubrir otras causas. Aún en el caso de haber sido escritas, habrían sido mal interpretadas; evidentemente, no es lo mismo decir “Es preciso que muera” o “Es preciso que me suicide”, y la frase: “muero con Rodolfo”, tampoco significa exactamente,  “me suicido con Rodolfo”.

El diario Le Figaro, preguntó públicamente por qué no se habían hallado los cartuchos usados, fueran dos o más. No hubo respuesta. La policía quedó al margen de toda posibilidad de investigar, por lo que el caso Mayerling, fue oficialmente cerrado el día doce de febrero, cuando no habían pasado ni dos semanas desde el terrible evento.

Desde su adolescencia, eran conocidas las tendencias liberales del príncipe heredero, lo que siempre causó gran preocupación alrededor de su persona, es decir, a su padre, al gobierno, a la iglesia y a la aristocracia. En la cabeza del Emperador no cabía, ni lejanamente, la posibilidad de que algo pudiera o debiera ser cambiado en el sistema que él representaba a pesar de que Prusia iba imponiendo paso a paso su dominio sobre los estados alemanes, y amenazaba convertirse en un gigante devorador, no deseado, ni por Austria, ni por Francia, ni por otros Estados.

Buscando un acercamiento del príncipe al sistema, le habían casado con la princesa Estefanía de Bélgica –cuya hermana estaba casada con Philippe de Cobourg, uno de los pocos amigos íntimos de Rodolfo que, como sabemos, se encontraba en Mayerling aquel día-. Pero el matrimonio, cuya finalidad era precisamente contrarrestar la influencia de Prusia -y que, como tal fue aceptado por un Rodolfo consciente de las circunstancias históricas y geográficas de Austria-, fracasó y, ni Estefanía ni su entorno alcanzaron a afirmar la menor influencia sobre el pensamiento político del heredero.

Efectivamente, Rodolfo no fue un marido fiel, pero siempre se comportó con su esposa de una forma delicada, no exenta de ternura, como testimonia su correspondencia. Por lo que respecta a María Vetsera, si bien fue la última, no fue la única amante del príncipe. Se conocían hacía muy poco tiempo, tan poco, que resultaba difícil creer que ella hubiera aceptado voluntariamente la idea de morir tan joven a causa de aquel amor, aunque tal hipótesis fue quizás la más persistente.

Se dijo también que Rodolfo había sido desde siempre un suicida en potencia, con antecedentes familiares, y que habría convencido a María para matarse juntos como única salida a su amor. Tampoco parece convincente.

Se afirmó asimismo que durante la charla que el príncipe tuvo con su padre el día 28, este le había confesado que la baronesa Vetsera era hija suya, pero tampoco existe la menor prueba de esta posibilidad.

Por otra parte se dio por hecho que el príncipe se había involucrado en un complot para arrancar a su padre el trono de Hungría y que había decidido suicidarse al saber que sus planes habían sido descubiertos. Amor, incesto, conjura… todo podía ser posible, pero es inverosímil, fundamentalmente, por la carencia de pruebas en cualquier sentido, como lo son las múltiples hipótesis contradictorias a que el silencio dio lugar.

Queda, por último, la teoría del asesinato, pero, en este caso, tampoco sabemos si –de haberse producido– habría sido promovido por Francia o por Alemania. La teoría de Francia ha sido defendida hasta tiempos recientes por la última emperatriz de Austria, quien aseguró que si bien las tendencias francófilas del príncipe parecerían contradecir esta posibilidad, no había que olvidar los violentos sentimientos antimonárquicos de Clemenceau. La ex emperatriz –popularmente conocida como Zita-, se basaba sobre todo, en diversas declaraciones antimonárquicas del político francés.

En cuanto a la explicación alemana, se basaba en parte, en los rastros de lucha hallados en la habitación y sobre todo, en el hecho de que la policía conocía la oposición del príncipe a la política imperialista de Guillermo II. Alguien dijo que días antes de la tragedia, se habían visto alemanes en las proximidades de Mayerling… nada ha sido demostrado.

Ante la eventualidad del suicidio, Rodolfo no podía ser enterrado en el panteón familiar, motivo por el que el emperador, según se dice, aunque tampoco hay pruebas, envió una larga carta al Papa, quien finalmente accedió; y el día 5 de febrero, los restos mortales del Príncipe fueron depositados en la cripta de la iglesia de los Capuchinos de Viena, en el panteón de los Habsburgo en una ceremonia muy sencilla. Al parecer, el emperador había rogado a la realeza europea, exceptuando a los Reyes de Bélgica, que no asistieran al entierro.

En cuanto a María Vetsera, también se dice –inútil repetir que no hay datos verídicos de nada relacionado con este suceso- que fue enterrada en secreto en un lugar al que fue llevada haciéndola pasar por viva para no llamar la atención. Posteriormente sería trasladada a Heiligenkreuz, una abadía cisterciense muy cerca de Mayerling –apenas a cuarenta kilómetros de Viena.

Una inscripción bíblica bajo el nombre y la fecha nefasta, dice:
Como una flor el hombre florece y pasa.
(Se trata concretamente del salmo 103: versículos 15-16: Los días del hombre son como la hierba; como flor del campo así florece, pero sopla sobre ella el viento y ya no es más… La traducción de arriba, es la de la placa escrita en alemán).

Todos los testigos que pudieron acercarse más o menos a la realidad de los hechos, guardaron el secreto sobre lo que vieron o supieron y, hasta la fecha, nadie que pudiera estar en condiciones de hacerlo, ha dado la menor información al respecto. Se dice incluso que en algún momento se ofrecieron grandes sumas por objetos relacionados con aquellas muertes, pero que nadie las aceptó. Presumiblemente la causa de lo que ocurrió en Mayerling entre las seis y las ocho y media de la mañana de aquel día, e incluso, como sucedió, nunca se sabrá.

Tras la desaparición de Rodolfo, su padre se vio obligado a nombrar heredero a su sobrino Francisco Fernando, con el que el Emperador no se entendía bien y que además se había casado sin su consentimiento con una mujer noble, pero no de sangre real, por lo que los hijos de aquel matrimonio no tendrían derechos sucesorios. Francisco Fernando y su esposa la Duquesa Sofía Chotek, murieron el día 28 de junio de 1914 a consecuencia de un atentado en Sarajevo que encendió la mecha de la Primera Guerra Mundial.

El orden sucesorio recaía finalmente en un sobrino de Francisco Fernando; Carlos I sucedía a su tio abuelo Franz Joseph el 22 de noviembre de 1916. Carlos no pudo eludir la guerra a pesar de sus intentos y, a finales de 1918, desaparecía el Imperio Austro-Húngaro como tal. La familia imperial era exiliada a Madeira, donde Carlos murió cuatro años después. Su viuda, Zita de Borbón Parma -cuyo testimonio con respecto a la muerte de Rodolfo hemos citado-, vivió hasta 1989.

Se han publicado asimismo unas manifestaciones de Frederic Wolf, carpintero de la zona de Mayerling, según las cuales su padre le contó que había sido llamado dos días después de las muertes, para hacer reparaciones y poner en orden el pabellón de caza. De acuerdo con su versión, la habitación del Príncipe mostraba haber sido escenario de una violenta lucha, con muebles destrozados, impactos de bala y tanta sangre, que se hizo preciso cambiar todo el suelo. Se trataría en ese caso, de eliminar pruebas de cualquier índole que fueran, lo más rápido posible, ya que poco después, cuando el Emperador cumplió la formalidad de comprar el pabellón a su nieta Isabel, ordenó su práctica demolición.

Sobre sus cimientos se construyó un convento para Carmelitas que se conserva en la actualidad.


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