El nombre de origen griego, Ευγενής (evyenís), Ευγενήα (evyenía), ευγενικός (evyenikós); gentileza, nobleza, cortesía, etc., pasó al santoral en la figura del Eugenio, Obispo de Toledo.
Existe una leyenda, que no deja de ser curiosa, sobre la vida y reliquias, que sitúa a San Eugenio en el siglo I, como discípulo de san Pablo y de Dionisio Areopagita -Saint-Denis-, escrita a mediados del siglo IX por un autor anónimo, probablemente el presbítero del santuario de Deuil donde, según la leyenda, se conservaban los restos de San Eugenio. Hay dos versiones del mismo relato. La más extensa se conserva en manuscritos de las bibliotecas de Bruselas, La Haya y París.
En cuanto a sus retratos, todos imaginarios, naturalmente, de los que se creía el más seguro, el que hizo El Greco, conservado en la sacristía del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, se trata, en realidad, de San Ildefonso.
Escribió Menéndez Pelayo, sobre el talante realista de quien se llamaba a sí mismo misellus Eugenius, acerca del hecho de que se quejara, por escrito y muy enfadado, de la incomodidad del calor veraniego, de forma, verdaderamente curiosa:
En esta época se ensaña la mosca y la cucaracha negra como la pez, y el mosquito mordaz y la maloliente chinche, y punza el cuerpo la pulga, acostumbrada a pasarse las noches en vela. Aparta, Dios mío, estos monstruos de quien te invoca; aleja de mí la enfermedad y dame la paz para que pueda pasar las noches en plácido sueño.
Versus de aestate, XXX.
También se lamentaba de las duras molestias causadas por la vejez, pero del mismo modo se alegraba oyendo el canto de un ruiseñor:
Tu voz, ruiseñor, incita a cantar canciones; / por ello mi lengua rústica de ti canta alabanzas. / Tu voz, ruiseñor, en el canto a las cítaras vence / y con tus admirables melodías aventajas a los músicos vientos. / Tu voz, ruiseñor, expulsa lejos la simiente de las cuitas / y con tus blandos sones recrea el corazón angustiado. [...]
Cedan su puesto, por mi juicio, el cisne y la charlatana golondrina, / y cédalo también a ti el loro de eximia boca. / Jamás ave ninguna imitará tus cantos, / pues dulce miel de tu gorjeo fluye. / Entona, pues, con tu vibrante lengua tus trémulos susurros / y con tu garganta suave modula el fluido canto. / Ofrece grato sustento a los oídos solícitos./
No quiero que te calles, no quiero que te calles.
Carmen philomelaicum
Eugenio murió el año 657 en Toledo y fue sepultado en la basílica de Santa Leocadia de la misma ciudad.
San Eugenio predicando. Bayeu, en el Claustro de la Catedral de Toledo
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Pues bien, tres Eugenias hay, relacionadas con España en la Historia europea:
Isabel Clara Eugenia, La hija mayor de Felipe II, fue Gobernadora de los Países Bajos por derecho propio.
Eugenia de Montijo, fue emperatriz consorte de Francia, con Napoleón III, en Francia.
Victoria Eugenia de Battenberg, fue reina consorte de España, con Alfonso XIII de Borbón.
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Isabel Clara Eugenia de Austria, nacida en Valsaín, Segovia, el 12 de agosto de 1566, fue la primera hija de Felipe II, rey de España y de su tercera esposa, Isabel de Valois —hija, a su vez, del rey de Francia, Enrique II y de Catalina de Médicis—. Por decisión de su padre, fue soberana y gobernadora de los Países Bajos (1598-1621) (1621-1633).
Isabel Clara Eugenia y su hermana Catalina Micaela, 1570. Sánchez Coello. Royal Collection.
Ella y su hermana, Catalina Micaela, fueron inseparables. Sólo un año después del nacimiento de Catalina Micaela, había muerto su madre, Isabel de Valois, por lo que el cuidado y la educación de las niñas fue confiado a Juana, la hermana de Felipe II.
Juana de Austria, 1560, de Sofonisba Anguissola
Catalina (¿o Isabel?), con un tití: S. Anguissola, 1573. Col. R. Wals. Londres
El tití común (Callithrix jacchus). -Wikifaunia-.
Isabel Clara Eugenia vivió la mayor parte de su vida con su padre. Era una mujer discreta, culta e inteligente, que colaboró mucho con el rey, al que ayudaba revisando y traduciendo documentos, siendo, además, muy querida por él. Felipe le legó la gobernación de Flandes, donde ella intentaría restablecer una difícil paz, junto a su esposo el Archiduque Alberto de Austria.
El mismo año que murió la reina Isabel de Valois, 1568, moría también don Carlos, el único hijo varón del rey y su primera esposa, María Manuela de Portugal, por lo que Felipe II hubo de plantearse un nuevo matrimonio, en espera de otro hijo varón.
Felipe II y su segunda esposa, María I Tudor, reyes de Inglaterra. Hans Eworth (c.1520 –1574?). 1568, Woburn Abbey, Bedfordshire, R.U.
Felipe II, que había estado casado, en segundas nupcias, con su tía, María Tudor -Isabel de Valois, fue la tercera esposa-, eligió en esta ocasión, a una sobrina, Ana, hija de su hermana, la entonces emperatriz María, casada con Maximiliano de Austria.
María de Austria y su hija Ana
Ana de Austria tuvo, con Felipe II, cinco hijos, de los que sólo sobrevivió el que sería rey como Felipe III. Ella murió en 1580 tras el nacimiento de su última hija María, que sólo llegó a vivir tres años. Para entonces, Felipe II se había trasladado a Portugal, recientemente sometido por el duque de Alba y Álvaro de Bazán.
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Felipe II había viajado a Portugal con ocasión de la crisis producida en 1580, tras la muerte, sin herederos del rey Sebastián I, en 1578 y de su sucesor, Enrique I, a principios de 1580. Las cortes portuguesas debían optar entre varios pretendientes al trono, pero antes de que tomaran una decisión al respecto, Felipe II se anticipó, y amparándose en sus derechos, ordenó la invasión militar del país. Antonio, Prior de Crato, se autoproclamó rey, pero sus débiles tropas fueron superadas por el ejército español en la Batalla de Alcántara (1580), y al año siguiente Felipe II fue reconocido como rey de Portugal.
Esto dio paso a un periodo en el que Portugal y los demás reinos hispánicos compartieron el mismo rey en una unión dinástica, aeque principaliter/igualmente importantes, que se prolongó hasta 1640, año en que empezó guerra de separación de Portugal.
Pero en 1580 todavía estaba el rey en Badajoz, donde la corte se asentó brevemente antes de la invasión sobre Lisboa, y allí murió su cuarta y última esposa, Ana de Austria, ocho meses después de dar a luz a su última hija; María. Ana de Austria. Al parecer, la causa fue una gripe epidémica, que previamente contrajo Felipe II, al que Ana, precisamente había ido a visitar, cuando se supo que se hallaba en estado crítico. Al final, Felipe se recuperó, pero Ana falleció.
En principio, fue enterrada en el Real Monasterio de Santa Ana de Badajoz, donde permaneció hasta su traslado al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, si bien, parte de sus restos permanecieron en el monasterio de Santa Ana, bajo el coro. Felipe II no volvió a casarse.
Tras el avance triunfal de Alba y Bazán, sobre Lisboa, Felipe fue proclamado rey de Portugal el 12 de septiembre de 1580 como Felipe I de Portugal y jurado por las Cortes reunidas en Tomar, el 15 de abril de 1581.
Isabel Clara Eugenia, que desde el principio había asumido el cuidado de la Casa Real, así como de sus dos hermanos Catalana Micaela y Felipe, siguió haciéndolo tras la muerte de la reina. El rey volvió en 1583, e Isabel permaneció a su lado y se ocupó del joven heredero.
Catalina abandonó España dos años después, al casarse con el Duque de Saboya, yendo ambos a vivir en Turín.
Isabel y Catalina llevan al heredero, Felipe -III-, junto a su padre.
El 18 de marzo de 1585 Catalina se casó en Zaragoza, con Carlos Manuel I duque de Saboya. Después de las celebraciones habituales, el nuevo matrimonio viajó a Barcelona en compañía de Felipe II, y allí se embarcaron rumbo a los Estados del duque en Italia. Se dice que, cuando la nave soltó amarras, el rey se dirigió rápidamente a un campanario, pensando que desde allí divisaría la partida con más facilidad, pero cuando llegó, el navío ya se perdía en el horizonte. Padre e hija no volvieron a verse nunca más. Catalina tuvo diez hijos, de cuyos nacimientos y otras noticias, su padre era puntualmente informado a través de las numerosas cartas que ella le escribía, pero no llegó a conocerlos.
Catalina Micaela murió en 1597 a los treinta años, a causa de un alumbramiento. Se cree que, el dolor causado por su pérdida, aceleró el fallecimiento de su padre.
El duque de Saboya y Catalina Micaela con cuatro de sus hijos. Sánchez Coello
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El 2 de agosto de 1589 moría asesinado el rey Enrique III de Francia, dejando una situación que indujo a Felipe II a reclamar su corona para Isabel Clara Eugenia, como sobrina del fallecido; Enrique III era hermano de Isabel de Valois y no tenía descendientes. Pero también la pretendía Enrique IV de Borbón. Además de que en Francia regía la Ley Sálica, Isabel de Valois había renunciado a sus derechos cuando se casó con Felipe II, de modo que, las pretensiones del monarca español en estas circunstancias, provocaron el hecho de que católicos y hugonotes se unieran por una vez, frente a la posibilidad de ser gobernados por un soberano extranjero. En consecuencia, Enrique IV de Borbón ascendió al trono después de aceptar su conversión al catolicismo; –París bien vale la Misa- (1), a la vez que las terribles Guerras de Religión llegaron a su fin.
/1) Interpreto así la expresión -que siempre fue dudosa-, porque entonces llamaban “la Messe” y “la Prêche” a la fe católica y protestante o hugonote, respectivamente, lo que daría sentido a la frase, no referida a una Misa, sino a la conversión de Henri IV a “La Messe”, al catolicismo.
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Felipe II trataba, como hemos dicho, los asuntos de estado, con Isabel Clara Eugenia, que le ayudaba y traducía documentos, por lo que resultaba habitual verla en los Consejos o debatiendo con su padre sobre cuestiones políticas.
Pocos meses antes de morir, Felipe acordó el matrimonio de Isabel Clara Eugenia con su primo, el Archiduque Alberto de Austria –también nieto de Carlos I-, a cuyo efecto, otorgó a su hija los Países Bajos Españoles y el Ducado de Borgoña, que ambos gobernarían. Con ello se proponía, quizás, terminar con la insurrección de aquellas Tierras Bajas, que había provocado la terrible Guerra de los Ochenta Años.
Pero Felipe II no llegó a ver la boda -celebrada el 18 de abril de 1599-, pues murió, tras una prolongada agonía, el día 13 de septiembre de 1598, sin que Isabel se separara de su cabecera, hasta que los médicos se lo ordenaron.
Francisco Jover y Casanova, 1854. Últimos momentos del rey Felipe II de España (1527-1598), que aparece bendiciendo a su hijo, el futuro rey Felipe III de España, y en presencia de la infanta Isabel Clara Eugenia. MNP, dep. en Palacio del Senado. Madrid
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Así pues, tras la muerte de su padre, Isabel Clara Eugenia se embarcó con destino a los Países Bajos españoles, cuyo gobierno iba a asumir por deseo del fallecido monarca, que ya en 1576 había firmado la Pacificación de Gante, que resultó en la división de aquel territorio; permaneciendo el sur católico, relativamente fiel al imperio español, por la llamada Unión de Arrás (5.2.1579), mientras que el norte calvinista se había constituido como la Unión de Utrecht (23.1.1579), esta última reconocida definitivamente por la Paz de Westfalia, en 1648.
El Archiduque Alberto falleció en 1621, sin haber tenido hijos, por lo que los Países Bajos, perdiendo su aparente independencia, debían volver al poder de la Corona española. Isabel Clara Eugenia siguió viviendo allí como gobernadora el resto de su vida, a pesar del estallido de diversas batallas, que se saldaron con diversa fortuna para unos y otros contendientes.
Mejor o peor comprendida, Isabel nunca abandonó el proyecto de autonomía para los Países Bajos.
Alberto e Isabel de Austria, de Otto Van Been
Isabel Clara Eugenia falleció en Bruselas el día 1 de diciembre de 1633 conservando el respeto de aquellos que habían sido sus súbditos durante algún tiempo.
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Los Archiduques Alberto e Isabel visitan la Colección de Pierre Roose. Walters Art Museum, en Mount Vernon-Belvedere, Baltimore, Maryland, USA
El papel de Albert e Isabella como mecenas de las artes se muestra claramente en esta pintura. El enorme jarrón de la izquierda, de Jan Brueghel, el más destacado pintor de flores flamenco, muestra un gran girasol. Procedente de Sudamérica, el girasol podía llegar a medir más de 4 metros y giraba hacia el sol. Llegó a Europa a mediados del siglo XVI, siendo considerado como una bella rareza del Nuevo Mundo en los tratados de Botánica. Fue conocido por sus representaciones pictóricas y utilizado como un símbolo de nobleza, antes que como planta natural. En la presente obra, en lugar de girar hacia el sol, mira a Alberto e Isabel, mostrando que, del mismo modo, las artes crecen y florecen gracias a la luz de dos buenos gobernantes.
El Museo del Prado conserva varias pinturas relativas a la estancia de Isabel Clara Eugenia y Alberto de Austria en los Países Bajos.
“La Infanta Isabel Clara Eugenia, en el Parque de Mariemont”. Jan Brueghel El Viejo. Bruselas, 1568-Amberes, 1625, y Joost de Momper. Amberes, 1564-1635. Museo del Prado. No expuesto.
Dentro del conjunto de pinturas que decoraron la Torre de la Reina del Alcázar de Madrid, lugar donde colgó esta obra, había varias de temática paisajística. Unas retrataban las andanzas de los archiduques en las inmediaciones de sus palacios y residencias y otros mostraban costumbres y acontecimientos de las gentes de Flandes en el siglo XVII. Las primeras contaban con cuatro ejemplos que mostraban a los archiduques en diferentes actividades.
En este caso en concreto vemos los amplios jardines del palacio de Mariemont, al sur de Bruselas. Los archiduques aparecen rodeados de damas y niños de la corte con unos perrillos mientras que en la parte derecha de la composición vemos gamos, animales perseguidos en las jornadas de caza. La obra parece representar la cacería, una actividad muy frecuentada por los miembros de la corte y que la archiduquesa practicaba, pero desde un punto de vista tranquilo, con perros que no son utilizados en cacerías y con los gamos descansando. A diferencia de otra obra de los mismos autores y que formaba parte del mismo conjunto que ésta, Excursión Campestre de Isabel Clara Eugenia (P1428), en esta obra no vemos el palacio, pero sí se muestra parte de sus jardines.
El entusiasmo y el gusto de la archiduquesa por la vida en el campo se deja sentir en la correspondencia con el duque de Lerma, como en la carta escrita el 30 de octubre de 1605 donde le dice: "a todos nos da la vida el exercicio y el andar al campo", y el 29 de mayo de 1609, desde su residencia de verano en Mariemont le cuenta: "nos hemos venido a esta casilla a gozar del campo, que esta lindísimo (...). En fin, la vida en el campo es la mejor de todas".
Esta obra se considera colaboración entre Jan Brueghel el Viejo, que habría realizado las figuras, y Joost de Momper, autor del paisaje. No es este un caso aislado de colaboración entre estos dos artistas, por estos mismos años realizaron juntos obras como Mercado y Lavadero en Flandes (P1443) y La vida en el campo (P1440). A pesar de ver de nuevo una gama cromática fría que recuerda a la tradición paisajística del siglo anterior, lo cierto es que existe una armonía en las tonalidades que unifica el paisaje con el horizonte y el cielo de una manera natural.
Esta pintura formaba parte de un conjunto llegado desde Flandes para decorar la Torre de la Reina del Alcázar de Madrid. La primera referencia documental de este grupo de 26 obras aparece en el inventario del Alcázar de 1636, donde se mencionan 25 de ellas en la "Pieza grande antes de el dormitorio de su magd. que es donde cena en el quarto bajo de verano" y la otra, una guirnalda de flores y angelotes de F. Snyders, Jan Brueghel el viejo y el taller de Rubens en la "Pieza donde su magd. duerme en el quarto bajo de verano". En este inventario se dice, tras enumerarlas, que fueron las "que se trajeron de Flandes a la reina nra. Sa y estaban colgadas en la torre nueva de su quarto alto y su magd. el Rei nro. Sr. las mandó poner aquí". Así las pinturas fueron trasladadas de su ubicación original a otros dos nuevos emplazamientos sin que sepamos ni el motivo ni la fecha.
Del origen del conjunto llegado desde Flandes poco se sabe más allá de un documento citado por Pedro de Madrazo en su Viaje Artístico de 1884 (pg.110) el que se habla de un pago en 1623 autorizado por la reina, Isabel de Borbón, de unas obras llegadas de Flandes para decorar sus aposentos. Así pues desconocemos de donde pudo venir esta comisión, si fue la reina quien encargó estas obras, el rey o si la idea vino de Flandes pasando por la archiduquesa Isabel Clara Eugenia. Lo que si parece cierto es que no se trata de un encargo cerrado a un pintor, sino más bien un conjunto de obras de diferentes artistas flamencos enviados para decorar la mencionada Torre, después de las remodelaciones llevadas a cabo allí por Juan Gómez de Mora.
(Información revisada y actualizada por el Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo Nacional del Prado (enero, 2015).
Los Archiduques Isabel Clara Eugenia y Alberto en el Palacio de Tervuren en Bruselas. Hacia 1621. Óleo sobre lienzo, 126 x 153 cm. Depósito en otra institución. MNP
A diferencia de otras obras de este conjunto como son La infanta Isabel Clara Eugenia en el parque de Mariemont (anterior) (P1429) y Excursión campestre de Isabel Clara Eugenia (siguiente) (P1428) donde los jardines y las actividades allí desarrolladas tenían todo el protagonismo, en esta obra el palacio es el importante. En este caso se trata de la residencia de caza de los archiduques, el Palacio de Tervuren, en Bruselas. Esta pintura tiene una gran importancia documental al ser la obra que mejor muestra este palacio, destruido en un incendio en 1633.
Jan Brueghel el Viejo, ya había retratado este lugar en otras dos obras suyas en colaboración con Rubens; el Retrato del archiduque Alberto con el castillo de Tervuren (P1683) y en la Alegoría del Gusto (P1397) si bien en estas dos aparece en segundo término y muy lejano. A diferencia de los cuadros anteriores, en esta, la presencia de las figuras parece meramente anecdótica, mientras que el palacio ocupa todo el plano del fondo y llama la atención del espectador. En el primer plano vemos a los archiduques y diferentes personajes como un cortejo de paseo sin apenas llamar la atención.
Excursión campestre de Isabel Clara Eugenia. Jan Brueghel El Viejo. Bruselas, 1568-Amberes, 1625, y Joost de Momper. Amberes, 1564-1635. Primer cuarto del siglo XVII. Museo del Prado. No expuesto.
La obra muestra a la archiduquesa en los jardines de su palacio de verano, Mariemont, al sur de Bruselas. En primer término aparecen diferentes personajes segando heno y cargándolo en un carro, con Isabel Clara Eugenia participando de la actividad. Al fondo se extienden los grandes jardines del palacio, que vemos en la esquina superior derecha de la composición.
Estas obras muestran a la corte realizando actividades propias del campesinado, como una alegoría del gusto por la vida en el campo.
(Información revisada y actualizada por el Departamento de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo Nacional del Prado (enero, 2015).
Mariemont en el retrato de Isabel Clara Eugenia, en 1615
Mariemont, en “La Excursión”. MNP
El palacio de Mariemont, fue destruido, en 1794, por la ocupación francesa. Había pertenecido a María de Hungría:
María de Hungría/Austria. Hija de Juana I y Felipe I, Archiduquesa de AustriaTía de Felipe II, gran bibliófila y coleccionista de arte y ya viuda de Luis II de Hungría, abandonó los Países Bajos y su gobernación para volver a España, donde nunca había estado anteriormente, para acompañar a su hermano, Carlos I, y su hermana Leonor, a su vez, viuda de Francisco I de Francia, cuando el monarca decidió retirarse a Yuste. María murió en Cigales, Valladolid, el 21 de octubre de 1558 -un mes después que Carlos I.
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Isabel Clara Eugenia -en hábito de viuda con el cordón franciscano-, 1625. Rubens. Norton Simon Museum, Pasadena, USA
-El Archiduque Alberto había fallecido en 1621-.
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