Brahms en 1853
El segundo hijo del maestro músico Johann Jacob Brahms y de su esposa Christiana Nissen, al que llamaron Johannes, nació en Hamburgo el 7 de mayo de 1833. Una familia modesta que vivía en casa de la abuela materna en el Gängeviertel, un barrio humilde. Su padre no tenía trabajo fijo, pero solía tocar en los bailes, el contrabajo, el violín, el cello, la flauta o el corno. La madre, de 44 años en aquel momento; 17 más que el padre, contribuía a la economía familiar haciendo trabajos de costura.
Fotografía de 1891 del edificio donde nació Johannes Brahms. Rudolf Dührkoop.
Su familia ocupó parte del primer piso al lado izquierdo. La casa quedó destruida en 1943
Muy próximo al lugar que ocupaba la casa natal del compositor, se encuentra hoy el Museo Brahms
Johannes se inició en la música con su padre y dio su primer recital público a los seis años y, a los siete, empezó a recibir lecciones de piano del profesor Otto Friedrich Cossel. A los diez, ya era un Wunderkind -niño prodigio-, por lo que su profesor consideró que estaba suficientemente preparado para iniciar una carrera de compositor, más que de intérprete, razón por la que su padre rechazó una oferta para que Johannes realizara una primera gira por América. Cossel le recomendó a Eduard Marxen que había sido profesor suyo, quien desde el principio pensó que al pequeño prodigio no le quedaba nada por aprender para su edad, aunque más adelante, decidió enseñarle teoría de la composición, sin cobrar por sus clases.
En 1847 tuvo su primer triunfo como intérprete de su propia obra; Fantasías sobre un vals popular, hoy perdida, y Variaciones sobre una canción popular. Dos años después -1849-, asiste a un concierto de Joseph Joachim, un violinista húngaro alumno de Mendelssohn, cuya interpretación del Concierto para Violín de Beethoven, le gustaba muy especialmente. Más tarde conocería también a Eduard Hoffmann, otro violinista de origen austro-húngaro, desterrado de su patria por haber participado en la revuelta de 1848, conocido como Eduard Remenyi, quien tras una gira de conciertos por Estados Unidos con la que tuvo gran éxito, invitó a Brahms a acompañarlo en otra gira por Europa, durante la cual le presentó a su compañero de estudios Joseph Joachim, entonces ya famoso primer violín en la corte de Ernesto Augusto de Hannover; a partir de entonces, Joachin y Brahms asentaron una amistad que sería muy duradera y creativa.
En Weimar conoce al extraordinario, excéntrico e histriónico pianista y compositor, Franz Liszt, con el que, en principio, poco o nada tiene en común, sino más bien todo lo contrario, tanto en su actitud vital como en su forma de pensar y de componer. Brahms, que tiene veinte años menos que Liszt, es tímido y duda de su propia capacidad artística; mientras que Liszt es algo presuntuoso y, sin duda, está muy seguro de la calidad de su música y de su gran habilidad para ejecutarla. A pesar de todo, Liszt recibe una excelente impresión del romántico Brahms, a quien decide ayudar por medio de recomendaciones.
A partir de su primera gira, Brahms y Remenyi toman diferentes derivas; Johannes recorre la rivera del Rin y llega, a finales del verano a Düsseldorf para visitar a Robert Schumann, por intermedio de Joseph Joachim. Al poco tiempo de llegar, escribe el tercer movimiento de una sonata para violín y piano que dedicó a Joachim, de cuyo primer movimiento se encargó Albert Dietrich, ya muy conocido en la época, mientras que el segundo y el cuarto, los compuso Robert Schumann; el movimiento de Brahms, apareció como Scherzo, WoO 2, en 1906, mientras que el catálogo de Schumann alude a la composición, en 1956, como Sonata para Violín nº 3 en la menor, WoO 2.
Brahms y Schumann son muy afines y se admiran mutuamente. Un Brahms emocionado por la cercana amistad de Schumann y su esposa, Clara Wieck, escribe –durante una visita al matrimonio- la Sonata para piano nº 5 y le habla admirativamente a Joachim de la genialidad del compositor que a su vez, expresa su admiración por Brahms en un artículo publicado en el Neue Zeitschrift für Music, del que es editor jefe:
Ha llegado el elegido cuya cuna parecen haber velado las Gracias y los Héroes. Su nombre es Johannes Brahms y viene de Hamburgo… Desde el instante en que se sienta ante el piano nos arrastra a regiones maravillosas, haciéndonos entrar con él en un mundo ideal. Su genial ejecución convertía el piano en una orquesta de voces triunfantes y dolorosas. Sonatas que atravesaban la sinfonía, lieder en los que se revelaba la poesía, piezas para piano en las que se unía un carácter demoníaco con la forma más seductora, sonatas para piano y violín, cuartetos para instrumentos de cuerda y, cada una de sus creaciones, tan diferente la una de la otra que parecen salir de otros tantos manantiales diferentes… Cuando incline su mágica batuta hacia grandes obras, cuando la orquesta y los coros le presten sus poderosas voces, más de un secreto del mundo del ideal nos será revelado…
Apenas tenía Brahms veinte años pero ya era muy conocido, aunque todavía no había compuesto sus obras maestras. Sus continuos éxitos parecían augurarle un prometedor futuro, a pesar de lo crítico y exigente que era con su propia obra, hasta el extremo de que, con frecuencia quemaba lo que componía. Pero acompañando al éxito, en 1854 la tragedia vino a dar un giro inesperado a su tranquila y ya brillante existencia.
El 27 de febrero de aquel año, Schumann –que ya había dado señales de desórdenes mentales-, abandonaba su hogar y después de atravesar Düsseldorf en zapatillas bajo una intensa lluvia, se arrojaba al Rin desde un puente. Unos pescadores lo sacaron del agua con vida, pero al día siguiente fue ingresado en una clínica en Endenich, cerca de Bonn, donde permanecería hasta su muerte, apenas dos años después.
No hay explicaciones satisfactorias para aquella tentativa de suicidio; se habló vagamente de un exceso de melancolía agravado por una profunda depresión, aunque pareció imponerse la teoría de que padecía sífilis desde su juventud y que esta enfermedad, que él conocería, sería la causa de su declive mental y acaso, de su drástica decisión.
Robert Schumann y Clara Wieck en 1847
El amor de Robert Schumann y Clara Wieck es uno de los más apasionados de la historia de la música. A causa de la oposición absoluta del padre de Clara a su relación, vivieron años de separación y angustia antes de que ella alcanzara la mayoría de edad.
En septiembre de 1837 Schumann escribía al maestro Wieck:
El hecho de que me haya puesto a prueba durante los últimos dieciocho meses ha sido algo tan duro como la propia mano del destino. ¡Cómo sobrellevar su mala voluntad! Le ofendí profundamente y mi castigo ha sido también grande. Siga poniéndome a prueba por un tiempo igual; acaso lograré coincidir con sus deseos y recobrar su confianza, si no exige de mí lo imposible (…) Lo que siento por Clara, y que conmueve todas las fibras de mi ser, no es un deseo fugaz, ni una emoción violenta, ni algo superficial, sino la convicción profunda de que todos los augurios son favorables a nuestra unión, convicción basada en la capacidad de Clara para asegurar la felicidad de ambos. Si lo admite así, seguramente me prometerá no disponer nada definitivo acerca del porvenir de Clara. Por mi parte le doy palabra de que no me comunicaré con ella sin su permiso. Sólo pido que me consienta escribirle cuando se halle ausente en sus largos viajes.
Al día siguiente, Schumann se entrevistó con Wieck, quien se mantuvo firme en su negativa. Schumann escribió entonces a Clara una carta desesperada:
La conversación con su padre fue terrible. Su frialdad, su mala voluntad, su confusión, sus contradicciones; tiene una inesperada manera de herir en el corazón y clava el cuchillo hasta la empuñadura… ¿qué hacer ahora, querida Clara? No sé por dónde empezar. Mi inteligencia se anonada y los sentimientos poco valen ante su padre. ¿qué hacer ahora? Ante todo, esté prevenida y no se deje vencer… ¡Confío en usted, con todo mi corazón, y esto me sostiene! Tiene que ser muy fuerte, mucha más de lo que usted misma sospecha, puesto que su padre me ha dicho esas horribles palabras de que a él nada le conmoverá. Témalo todo de su parte; logrará con violencia lo que no consiga con astucia. ¡Témalo todo! Me siento hoy tan desfallecido, tan humillado, que casi no puedo concebir un pensamiento decoroso y bueno; su misma imagen se me diluye de tal manera que apenas consigo imaginar su mirada. Ser pusilánime y estar dispuesto a abandonarla es algo a lo que no he llegado; pero me siento muy crispado, ofendido en mis más sagrados sentimientos. ¡Si por lo menos recibiera una palabra suya!
En vano busco una disculpa para su padre, a quien siempre he considerado hombre noble y compresivo. En vano, para explicarme su negativa, busco un motivo más hermoso y profundo; por ejemplo, que al comprometerse podría usted verse disminuida como artista, o que es usted demasiado joven. A él nada de eso le importa, créame. La echará en brazos del primero que posea suficientes títulos y dinero. Para él lo más importante se reduce a dar conciertos y viajar; por eso la extenúa a usted, por eso destruye mi fuerza cuando está en pleno empuje para hacer algo hermoso en este mundo. Se ríe de todo, incluso de las lágrimas que usted llora. Consuéleme; ruegue a Dios que no me deje caer en la desesperación. Me siento atacado en las raíces mismas de mi vida.
En 1839 Schumann alcanza una situación financiera estable y solicita de nuevo la aprobación de Wieck, quien le contestó imponiéndole una serie de condiciones humillantes: que se sometieran a un administrador elegido por él, y que abandonaran Sajonia, a pesar de lo cual, Clara sería, en todo caso, desheredada. Schumann decidió casarse a pesar de todo y pedir amparo a la justicia, lo cual no le libró de seguir sufriendo los ataques de Wieck, que no dudó en difamarlo y calumniarlo públicamente.
Finalmente, el primero de agosto de 1840, un tribunal de Apelación dictaminaba que Clara Wieck era libre para casarse con Robert Schumann.
Tuvieron ocho hijos, de los cuales el último nació cuando Schumann estaba ya en el hospital.
Seis de los hijos de Clara Wieck y Robert Schumann
Brahms se enamoró de Clara profunda y platónicamente en cuanto la conoció, hasta el punto de que, desde entonces, renunció a casarse con cualquier otra. Parece, sin embargo, que ninguno de los dos se planteó nunca alcanzar una mayor intimidad.
Cuando Brahms recibió la noticia del intento de suicidio de Schumann, viajó a Düsseldorf para visitar a Clara y ofrecerle el apoyo de su amistad ante la trágica situación. Clara, a punto de tener un hijo, estaba desesperada y su posición económica era insostenible. Los médicos le aconsejaron que no visitara a su esposo ante el temor de que una crisis emocional afectase negativamente a su estado.
El único recurso de Clara era volver a su abandonada carrera como pianista, aspecto en el que Brahms podría ayudarla indudablemente. Cuales fueran realmente los sentimientos de Brahms hacia ella, nunca lo sabremos, porque el compositor nunca habló de ello.
El criterio musical de la pianista era de gran importancia para él, y aunque en su lenguaje epistolar se le ve evolucionar gradualmente hacia una relación relativamente afectuosa, no parece haber indicios de que en sus relaciones pasaran nunca a otro plano, aparte del hecho de evidenciar su mutua admiración artística.
Desde el distante y correcto usted de las primeras cartas, Brahms pasó al, muy querida amiga; mi bienamada amiga o, mi querida Señora Clara. Incluso, en una carta del 25 de noviembre de 1854, Brahms se mostró muy emocionado al recibir un tú, de ella: Muy querida amiga, ¡cuánto me enternece la intimidad del “tú”! Mil gracias por esta carta, no puedo dejar de mirarla y releerla, siempre como si fuera la primera vez; raramente las palabras me han sido tan necesarias, como cuando leí su última carta.
Joseph Joachim, Violinista y Compositor (1831–1907)
Joseph Joachin y Brahms fueron casi los únicos amigos que visitaron a Schumann en el hospital de Endenich.
Desde su primer encuentro, en 1853, Brahms se entusiamó por el virtuosismo del violinista. El Concerto à la manière hungroise pour violon et orchestre op. 11 de Joachim está dedicado a Brahms.
En 1855 Clara Schumann, Joseph Joachin y Johannes Brahms organizaron y llevaron a cabo una gira de conciertos. Clara tenía 36 años, Joachim, 24 y Brahms, 22.
Programa del concierto en Danzig el 14 de noviembre de 1855.
Archivos fotográficos del Preussischer Kulturbesitz.
Para entonces Brahms ya era muy solicitado como concertista de piano y sus ingresos le permitían una vida cómoda, pero ese año y el siguiente apenas compuso pequeños esbozos que después emplearía en diversas composiciones.
Hacia finales de julio Clara Schumann recibe un telegrama en el que se le informa de la gravedad del estado de su marido, y a pesar de que se traslada a Endenich y le visita todos los días, la tarde del 29 de julio, cuando Schumann fallece, ella no se encuentra en el hospital. A partir de entonces se sumerge en una profunda tristeza y pone cierta distancia en su relación con Brahms, aunque la amistad se mantiene en pie.
El intento de suicidio de Schumann había provocado ciertas especulaciones, puesto que no hubo testigos directos y tampoco lo mencionaron los periódicos, lo único que se sabía era que el compositor había salido de la casa cuando su médico hablaba a solas con Clara.
Se discutió sobre si su ingreso en Endenich había sido forzado, puesto que él odiaba aquellas instituciones, además de que desde su internamiento, agredió a sus cuidadores en varias ocasiones. A pesar de que Clara siempre dijo que los médicos se habían opuesto a que ella le visitara, esto tampoco ha sido atestiguado, constando, sin embargo, que el doctor Richarz del hospital de Endenich, consideraba muy saludable el contacto de los pacientes con las personas de su entorno. Consta asimismo que Clara controlaba la correspondencia y las visitas del compositor durante su internamiento. En todo caso se ha hablado de diversas enfermedades mentales, pero también se ha escrito que, en realidad, Schumann no padecía ninguna, lo cual crearía un enorme e intenso interrogante sobre el motivo de sus actitudes
Más adelante, Clara se expresaba así en sus Memorias:
Johannes –Brahms– lo vio pero me rogó, de acuerdo con los médicos, que yo no lo viese; como un deber para mis hijos, creyeron que no tenía que conmoverme mucho. En una palabra, emprendí el viaje de regreso sin haberlo visto. Pero no soporté esto mucho tiempo: por el dolor, la nostalgia de Robert, el deseo de recibir aunque sólo fuese una mirada, el hacerle sentir mi proximidad, por todo eso tenía que volver a él, y así viajé de nuevo el domingo 27 junto a Johannes.
Lo vi al atardecer, entre las seis y las siete, me sonrió y me rodeó con un brazo, haciendo un gran esfuerzo, pues ya no podía dominar sus miembros. Jamás lo olvidaré. No cambiaría ese abrazo por todos los tesoros del mundo. Mi Robert, ¡así hube de volverte a ver! ¡Con qué dificultad me fue preciso reconocer tus queridos rasgos! ¡Qué imagen dolorosa! Hace dos años y medio me fuiste arrebatado, sin despedida. Con cuanta tristeza en el corazón yacía yo a sus pies, y apenas si me atrevía a respirar. Sólo de vez en cuando me regalaba Robert una mirada nublada pero indescriptiblemente suave.
A su alrededor todo me parecía sagrado, incluso el aire que respiraba. Al parecer hablaba mucho, y siempre con los espíritus, y no toleraba que alguien permaneciese largo tiempo en su compañía; entonces se mostraba intranquilo y era casi imposible entender lo que hablaba. Una única vez comprendí “mi”, y seguramente quería decir “mi Clara”, puesto que al pronunciar aquella palabra me miraba con ternura. Sufría terriblemente, aunque el médico decía que no. Tenía continuas convulsiones e intentaba hablar con gran agitación. Tuve que rogar a Dios que por compasión lo liberase. Desde hacía semanas sólo se alimentaba de vino y jalea. Hoy se los di yo misma y los tomó con expresión feliz y verdadera ansia, el vino lo sorbía de mis dedos. ¡Ah, bien sabía él que era yo quien se lo daba!
El martes 29, fue liberado de sus sufrimientos. A las cuatro de la tarde se adormeció sosegadamente. Sus últimas horas fueron tranquilas, y así se durmió definitivamente mientras los demás no lo observaban; nadie estaba con él en ese momento. Lo volví a ver sólo después de una media hora.
Joseph Joachim había venido desde Heidelberg tras recibir un un telegrama nuestro. Esto fue lo que después de mediodía me detuvo en la ciudad más que de costumbre. La cabeza yacía hermosa, con la frente despejada, límpida, suavemente curvada. Me encontré junto al cadáver del hombre al que amé apasionadamente, y me sentí en paz; toda mi desolación se trocó en agradecimiento a Dios por haberlo liberado finalmente, y cuando me arrodillé junto a su lecho, experimenté la santidad de la hora. Tuve la sensación de que su maravilloso espíritu flotaba sobre mí. ¡Ah! ¡si por lo menos me hubiese llevado consigo! Lo vi por última vez; le puse algunas flores junto a la cabeza. Se llevó mi amor consigo.
¡El jueves 31, a la 7 de la tarde, el entierro! Estuve en la diminuta capilla del cementerio y escuché la música fúnebre; luego lo sepultaron en la tierra, pero yo tenía el claro sentimiento de que no era Robert, y si tan sólo su cuerpo. Su espíritu se cernía sobre mí; mi oración nunca fue tan fervorosa como en esa hora. Que Dios me conceda la fuerza de vivir sin él.
En 1857 Brahms se convertía en director de coro y profesor de música para las princesas de Lippe-Detmold, donde pudo dedicarse a componer Canciones durante el invierno; el resto del año lo pasaba en Hamburgo, donde retomó a fondo su trabajo, casi abandonado durante el fatídico año anterior. Alli retoca y perfecciona una sonata para dos pianos que, mil veces modificada, se convertiría en el Concierto para Piano nº 1 en re menor, op. 15, con la aprobación y el aplauso de su amigo Joseph Joachim.
A través de amigos comunes, Brahms conoce a Agathe von Siebold, hija de un profesor de la Universidad de Göttingen; parece que se enamora de ella y le propone matrimonio; Clara hace un comentario algo incoherente, dada su distante actitud habitual: ¡Qué pronto te has consolado! Quizás a causa de su desaprobación, unos meses después, Brahms anula el compromiso, aunque se dijo que parecía haberse enamorado realmente. Su naturaleza y sus preferencias, dan testimonio de una personalidad romántica, llena de ensueños y deseos sin objeto, como él mismo escribió. No obstante, tuvo algunos amigos muy próximos cuyos lazos duraron muchos años y sobrevivieron a decepciones y controversias sobre planteamientos artísticos y existenciales.
Una vez terminada su Primera Danza Húngara, WoO 1, Clara la estrenó en octubre de aquel año.
A lo largo de 1859 escribió muchas obras nuevas que no tuvieron gran acogida. Interpretó, por ejemplo, su Concierto para Piano nº 1, op. 15, primero en Hannover y luego en Leipzig, pero sólo recibió críticas intranscendentes. Acompañando al barítono Julius Stockhausen, que cantaba Lieder de Schubert y Beethoven, Brahms empezó a prestar más atención a los lieder.
Johannes Brahms y Julius Stockhausen (1826–1906). Foto, Vienne 1869. Coll. Kurt Hofmann, Hambourg.
Stockhausen participó en la creación del Requiem Alemán.
La editora Breitkopf & Hartel, se mostró algo remisa ante la mala acogida del Concierto para Piano nº 1, pero para entonces, Brahms conoció a Fritz Simrock, propietario de otra editora, que se ocupó de comercializar sus composiciones; gracias a su impulso, Brahms vio mejorar sus ingresos en pocos años hasta un nivel de prosperidad.
En 1860 tras la publicación de un artículo en la revista Neue Zeitschrift für Musik, en la que el poema sinfónico, el drama musical, la ópera y la llamada música de programa, eran entendidos como la música del porvenir; hubo un intercambio de cartas feroces entre Liszt, Wagner y otros representantes de la llamada Nueva Escuela Germánica, por una parte, y, por la otra, Brahms, Joachim, el director de orquesta Hans von Büllow –ex marido de la esposa de Wagner-, y el influyente crítico Eduard Hanslick, que estaban a favor de la denominada Música Absoluta, más conservadora. Brahms y sus amigos redactaron un manifiesto conteniendo su punto de vista, al que respondieron los Neudeutschen, con una carta llena de ataques.
Fue una disputa tristemente célebre, para la cual no hubo una solución en aquel momento. Hans von Büllow, un hombre sencillo y nervioso, que había sido ferviente admirador de Wagner a pesar del hecho de que el maestro de la gran ópera mantuviera una relación amorosa con su esposa, Cósima, la hija de Liszt, con la que tuvo además, varios hijos, en un principio, a espaldas de von Büllow, quien, poco a poco se alejó de la influencia de Wagner, llegando a declarar que su música partía de emociones muy elementales. Por otra parte, Brahms nunca se adhirió a la tendencia antisemita promovida por el entorno de Wagner, que no admitía en sus conciertos a los maestros con este origen, quienes, a su vez, expresaron públicamente su admiración y apoyo a Brahms.
Posiblemente, entre las razones que motivaron los resentimientos y ataques de los Neudeutschen, pudo estar Mathilde Wesendonck, esposa de un poderoso comerciante de textiles germano–americano, que dejó de apoyar a Wagner tras una desagradable escena con Cósima; Mathilde dio la espalda a Wagner y centró su interés en Brahms, a quien, en 1868 ofreció su drama Gudrum, como libreto para una ópera.
En todo caso, es evidente que se equivocaron los que creían que la música de Brahms no tenía futuro, cuando en realidad, su estilo representó un punto de partida que, pese a todo, sigue manteniendo hoy una enorme actualidad.
Brahms pasó el año 1861 en casa de sus padres en Hamm, cerca de Hamburgo, donde escribió las Variaciones sobre un tema de Händel, op. 24, que fueron muy admiradas por Liszt y poco después, en Hamburgo, Clara Schumann estrenó su Cuarteto para piano nº 1 en sol menor, op. 25.
Brahms en 1862
Fotog. Estudio F. König de Haburgo. Coll. Kurt Hofann, Hamburgo.
1862 pasó a la historia como una año decisivo en la vida del compositor. Emprendió un viaje a Viena, la ciudad de su ídolo Ludwig van Beethoven, y allí fue inmediatamente recibido con caluroso entusiasmo. En una serie de recitales presentó algunas de sus obras y escribió a sus padres expresando la alegría que le causaban las largas ovaciones y valorando el gusto musical del público vienés. Allí se encontraba muy cómodo, hizo nuevas amistades y se sintió inspirado para emprender nuevos proyectos.
A pesar de sus éxitos, Brahms esperaba ser nombrado director de los conciertos filarmónicos de Hamburgo, por lo que su decepción fue enorme cuando su amigo Julius Stockhausen, ya muy famoso barítono, obtuvo el puesto. Felizmente, para entonces Brahms había desarrollado más confianza en sí mismo y estaba más convencido del valor de su música. Cuando volvió a Hamburgo, empezó a trabajar en la Cantata Rinaldo, que sería su opus nº 50. Allí asistió a una representación de la ópera Tristán e Isolda de Wagner, que le hizo “temblar de emoción”, como recuerda su biógrafo Max Kalbeck.
El año siguiente, le ofrecen dirigir la Singakademie –Academia de Canto– de Viena, y después de dudarlo mucho –era casi costumbre en él a la hora de tomar decisiones–, aceptó y abandonó Hamburgo en agosto, deteniéndose en Baden–Baden, para visitar a Clara.
Al principio todo fue bien, pero los cantores y cantoras de Viena, no parecían tomarse las representaciones tan en serio como Brahms esperaba; a sus alegres almas vienesas, tampoco parecía agradarles la aparente melancolía del director. A principios de 1864, Brahms renunciaba al puesto, a pesar de haber sido reelegido para un nuevo período.
Su editor, Simrock le ruega entonces que escriba nuevas composiciones porque se vendían muy bien y así, se decidió a publicar el ciclo Lieder und Gesänge, op. 32. Como si se hubiera convertido en una costumbre, Brahms era continuamente solicitado como virtuoso del piano.
Tras el fallecimiento de su madre en 1865, terminó su Cantata Fúnebre en la que trabajó mucho tiempo y que terminó siendo el Réquiem Alemán, op. 45 sobre textos de la Biblia de Lutero.
Johanna Henrika Christiane Brahms, nacida Nissen (1789–1865) y Johann Jakob Brahms (1806–1872).
Foto de 1862, de la Biblioteca Nac. Austriaca de Viena.
Libre de las obligaciones del empleo fijo, Brahms viaja por toda Europa durante los años siguientes actuando en casi todas las grandes ciudades, cada vez con más obras suyas en el programa. Durante el verano permanece en Suiza, pero viaja durante el invierno dando recitales, a pesar de lo cual, aquella época resultó muy productiva en nuevas composiciones.
En Viena alquila un modesto apartamento, pero suficiente para contener su gran biblioteca; Brahms intentó reunir el mayor número posible de manuscritos de Franz Schubert, al que admiraba, y que todavía no se encontraban en el mercado. El Cuarteto para Piano en fa menor, op. 34 de Brahms, de 1866, es muy parecido al Quinteto para Cuerda en do mayor de Schubert.
Casi todo el año 1868 transcurre en gira de conciertos a través de Alemania, Austria, Hungría, Dinamarca, Holanda y Suiza, en compañía del barítono Stockhausen y de Joachim. Termina entonces las diez primeras Danzas Húngaras, WoO 1, para Piano a Cuatro Manos, cuyos modelos le habían fascinado desde que hizo una gira con Eduard Remenyi.
Brahms con Eduard Remenyi en 1853. Coll. Kurt Hofmann. Hamburg.
En abril de 1853 Brahms empieza su primera gira con el violinista húngaro Eduard Remenyi. Joachim, también húngaro, grabó en 1903, la primera de las Danzas Húngaras, sobre el llamado Cilindro de Edison, y el Deutsche Requiem, op. 45, que fracasó en Viena, en 1867, fue extraordinariamente aplaudido tras su presentación en la catedral de Bremen.
Casi todas las composiciones de Brahms en 1869 fueron Lieder o Liebeslieder en los que trabajó en un ambiente de tranquilidad. El año siguiente asistió en Munich a la representación del Rheingold -Oro del Rin- de Wagner, cuya música le hechizó, lo mismo que le había ocurrido antes con Die Meistersinger en su estreno, dirigida por Hans von Büllow. Wagner, por el contrario, le trató de forma muy hostil en su Tratado Über das Dirigieren –Sobre la Dirección-, de orquesta.
Para 1872 Brahms ya era muy célebre como compositor. Se considera que Eduard Hanslick, crítico musical y profesor de Historia de la Música en la Universidad e Viena, un buen amigo suyo, fue en buena parte responsable de la decisión de la Gesellschaft für Musikfreunde –Sociedad de Melómanos–, de nombrar al compositor Director y Jefe de Orquesta. Por las mismas fechas, a raíz de la muerte de su padre se rompía su último lazo con Hamburgo.
La versión orquestal de las Variaciones sobre un tema de Haydn, op. 56a, escrita en Tutzing, cerca de Múnich, en 1873, fue un enorme éxito en su première en Viena en noviembre de aquel año, durante el cual dedicó su Cuarteto para Cuerda, op. 51, a su nuevo amigo Theodor Billroth, un cirujano muy famoso.
Un año después se constituye el Bachverein de Leipzig en honor de Bach; sus principales administradores son, el compositor Heinrich von Herzogenberg –también encargado de la coral de la sociedad–, y su esposa, Elisabeth, notable pianista, en cuyo entorno se agrupaba el mundo cultivado de la ciudad, además de ser amiga de innumerables artistas, como Clara Wieck. Adoraba a Brahms y se unió a él con toda su energía, motivo por el que este le confió los manuscritos de sus últimas obras; en parte porque apreciaba su juicio y, en parte, porque se enamoró un poco de ella, de su espíritu, de su intelecto, de su manera de cantar y de tocar el piano y, singularmente, de sus talentos culinarios. Conoció también a Max Kalbeck que más tarde escribirá una biografía del compositor en varios volúmenes.
En 1875 dimitió del puesto de Director de la Gesellschaft für Musikfreunde de Viena. Con frecuencia estaba de mal humor y reaccionaba con cierta aspereza, excepto cuando hablaba de su trabajo. Rehuyó la vida social y se entregó totalmente a la música. Cuando no estaba al piano o sobre el podio de la orquesta y, especialmente cuando paseaba, era sabido que siempre estaba tarareando alguna melodía.
Habían pasado unos 19 años desde que Brahms empezó a escribir bosquejos para una sinfonía, bien para aprovecharlos después, o para utilizarlos en otras obras; entonces envió algunas de sus composiciones inacabadas a amigos como Clara, Joseph o Fritz Simrock, aunque, permanentemente sometido a la grandeza de la Novena Sinfonía de Beethoven, no llegaba a sentirse del todo seguro de sí mismo. Finalmente, durante una prolongada estancia en Sassnitz, en la isla de Rügen –Mar Báltico– en el verano de 1876, completó su Primera Sinfonía, op. 68 en do menor cuya première se produjo en Karlsruhe en noviembre, y unos días después, en Mannheim, bajo la batuta del propio Brahms. El público y la crítica quedaron entusiasmados, pero las críticas de la obra en Boston un año después, fueron sorprendentemente desagradables; la obra se consideró aburrida, ruidosa, pobre de ideas y con temas poco elaborados; por el contrario, en Europa, Brahms fue glorificado como sucesor de Beethoven y su Sinfonía, denominada la Décima.
En 1877 empezó la Segunda Sinfonía, op. 77 en re mayor, tras una estancia en Pörtschach –200 km al sur de Salzburgo–, la terminó rápidamente y la presentó en Viena, ya en diciembre, constituyendo el año siguiente un período de alegrías y éxitos para el compositor, que viajó mucho y, por primera vez, a Italia, en compañía de su amigo, el médico Theodor Billroth. Poco a poco iba tomando forma su magnífico 2º Concierto para Piano, aunque lo abandonó temporalmente para concentrarse en el Concierto para Violín en re mayor, op. 77.
En 1879 recibe un doctorado honorífico en Filosofía por la Universidad de Breslau –en aquel momento parte de Prusia–, que agradecerá al año siguiente por medio de la Akademische Festouvertüre –Obertura para un Festival Académico–, op. 80, que, como es sabido, contiene la antigua canción estudiantil, Gaudeamus igitur. El mismo año estrena el Concierto para Violín en re mayor, op. 77 en el Gewandhaus de Leipzig, dirigiendo él mismo y con Joseph Joachim como solista.
En 1881 da los últimos toques a su Concierto para Piano nº 2 en si bemol mayor, op. 83, durante una estancia en Bad Ischl –al este de Salzsburgo–, donde había estado el año anterior. Él mismo lo presentará en Budapest y será uno de sus mayores éxitos. Von Büllow y su orquesta de Meiningen, una pequeña ciudad al sur de Göttingen, lo presentó por toda Alemania y Brahms emprendió un viaje por Italia, de nuevo en compañía de su amigo Billroth.
A partir de 1883 produce sus más grandes obras orquestales; termina la 3ª Sinfonía en fa mayor, op. 90 y la interpreta por primera vez en Viena. Unos meses después, Joachim sospecha que Amalia, su mujer tiene una liaison con Fritz Simrock y pide el divorcio; Brahms defiende enérgicamente a la mujer y ello pone fin a la larga relación entre los dos amigos.
En 1885 termina su Cuarta Sinfonía en do menor, op. 98, cuya première se produce en Meiningen bajo la dirección de von Büllow. Los críticos van desde la admiración incondicional hasta la invectiva; Hugo Wolf, un admirador de Wagner, dice que es pobre de ideas y fastidiosa, pero lo cierto es que condenaba, a veces de manera insultante, todo lo que provenía de Brahms. Algunos personajes conocidos declararon su aversión por aquel tipo de música, por ejemplo, George Bernard Shaw y Friedrich Nietzsche, y también críticos influyentes como John F. Runciman en Londres y, sobre todo, y de forma muy violenta, Tchaikovsky. Johann Strauss Hijo, el Rey del Vals, que ya era muy conocido, visitó a Brahms, al que admiraba; pero aseguraba que no creía en el porvenir de aquella música absoluta.
Johannes Brahms con Johann Strauss Jr.
La Sonata en fa mayor, op. 99 para cello y el Concierto para Violín y Violoncello en la menor, op. 102, son de 1886. Durante el verano del año siguiente, Brahms emprendía su quinto viaje a Italia en compañía del compositor Theodor Kirchner y de Fritz Simrock.
En 1888, ya de vuelta en Leipzig presentó su Trío para Piano, violín y Violocello en do menor, op. 101, con el violinista ruso Adolphe Brodsky, quien le invitó a su casa para la cena de Navidad, causando gran sospresa al compositor, cuando se encontró allí a Edward Grieg y a Tchaikovsky; para los cuales la velada resultó amistosa y agradable, al contrario que para Brahms, que estuvo disgustado y molesto.
Posteriormente, durante varias estancias en Thun, cerca de Berna, en Suiza, Brahms escribiría casi exclusivamente, Lieder.
En 1889 la ciudad de Hamburgo le nombró ciudadano de honor, lo que le causó más alegría que la mayor parte de las distinciones recibidas hasta entonces. En abril viajó a Cadenabbia, en el Lago Como; su séptimo viaje a Italia, aunque en esta ocasión fue solo, alojándose en la villa del Duque de Meiningen. A primeros de diciembre grababa la Danza Húngara nº 2 también en un Cilindro de Edison.
En 1891 se quedó maravillado ante el virtuosismo del clarinetista Richard Mühlfeld, que era miembro de la Orquesta de Meiningen y, bajo su impresión, compuso el Trío para Piano, Clarinete (o Viola) y Violoncello, en la menor, op. 114, así como el Quinteto para Clarinete (o Viola), dos Violines, Viola y Violoncello, en si bemol menor, op. 115.
El lugar de vacaciones que prefería ahora era Bad Ischl, cerca de Salzburgo, a donde volvería regularmente el resto de su vida.
En 1893, tras el fallecimiento de su hermana Elisa, realizó su noveno y último viaje a Italia, visitando Sicilia con tres viejos amigos. Resultó aquel un viaje lleno de complicaciones: perdió su portafolios lleno de partituras, después, su amigo, el poeta y crítico literario Joseph Widmann, sufrió un doloroso accidente en el barco que los llevaba de Mesina a Nápoles y, finalmente, su buena amiga, la Contralto Hermine Spies, destacada intérprete de sus Canciones, moría a los 33 años. El Cirujano Theodor Billroth y Hans von Büllow también fallecieron el año siguiente.
Hans von Bülow y Johannes Brahms.
Fotografía de C. Brasch, tomada en Berlín en 1889 (Coll. Kurt Hofmann. Hambourg).
Ya en 1895, Clara Schumann y él se ven por última vez en Frankfurt, donde ella se gana la vida con grandes dificultades como profesora de piano tras haber renunciado a su empleo en la Academia de Música de la ciudad. Muy agobiada por la necesidad, aceptó finalmente alguna ayuda económica de Brahms.
En el 96 el Duque y la Ciudad de Meiningen organizaban el Primer Festival de Música de Brahms, poco antes de que Clara falleciera, después de escuchar el Romance en F. sharp major, op. 28 nº 2, de Schumann interpretado por su nieto Ferdinand. Fue el 20 de mayo, a los 75 años, tras sufrir una enfermedad no determinada que le había provocado una delgadez extrema.
Brahms recibió la noticia en Bad Ischl y salió inmediatamente hacia Frankfurt donde fue informado de que Clara sería enterrada en el Viejo Cementerio de Bonn, cerca de su marido. El compositor llegó tarde a los funerales, pero justo a tiempo para dirigir la música de la ceremonia, anegado en lágrimas.
El año siguiente, 1897, fallecía él mismo, el 3 de abril, en Viena, de una enfermedad que sufría desde el año anterior. Fue enterrado en el Cementerio Central, cerca de Beethoven y Schubert.
Su obra sigue viva para los que tenemos el privilegio de oírla, del mismo modo que se mantiene como referencia imprescindible para compositores e intérpretes de todo el mundo.